Las maravillas de la biología nos sorprenden. Sabemos de hidras y planarias que, divididas en mi núsculos pedazos, regeneran, cada uno de ellos, individuos completos; de caracoles, cangrejos, langos tas, lagartijas, salamandras, serpientes y ajolotes que regeneran antenas y cabezas, miembros, colas, partes del cerebro, retina; del pez cebra que regenera órganos y apéndices; de mamíferos (ratones) capaces de regenerar y reparar tejidos complejos como los de una oreja1,2.
Pero una cosa es seccionar planarias, hidras, cortar la cola a una lagartija, ajolote o rata y otra es que el propio animal lo haga para escapar. Esa artimaña se llama autotomía, pérdida auto-controlada de una parte del cuerpo en un sitio, en un plano determinado de ruptura. A la autotomía recurren invertebrados y vertebrados para escapar de un predador y sobrevivir3-5. La nueva sorpresa son ejemplos de autoto mía extrema, también de regeneración extrema, en dos especies de babosas del mar.
Sayaka Mitoh y Yoichi Yusa, de la Universidad de Mujeres de Nara, Japón, en una carta a la revista Current Biology, refieren observaciones y experimento realizados en dos babosas del mar del género Elysia cf. marginata y Elysia atroviridis, moluscos gastrópodos del orden de los Sacoglosos6. Observa ron en cinco de 15 individuos del género Elysia cf. marginata la separación completa de la cabeza del cuerpo a la altura del cuello. Con el cuerpo quedaron el corazón, el riñón y las gónadas. En tres de los individuos jóvenes (226-336 días) las cabezas sueltas comenzaron a alimentarse en horas, repararon la herida en un día y regeneraron el cuerpo con todos sus órganos en 20 días. Uno de los individuos jóve nes se autotomizó dos veces. Las cabezas de los individuos viejos (480-520 días) no se alimentaron, y cabezas y cuerpos murieron lentamente en 10 días. El corazón siguió latiendo en los cuerpos de jóve nes y viejos hasta descomponerse. Vieron un proceso similar, y más rápido, en tres de 82 individuos de Elysia viridis parasitados por un copépodo, en una semana las cabezas regeneraron el cuerpo. Notaron también que 38 de los 82, perdieron partes del cuerpo por autolisis, no por autotomía, y regeneraron las partes perdidas; en todos los casos las babosas se libraron del parásito. Ningún cuerpo separado de Elysia cf. marginata o de Elysia viridis regeneró la cabeza.
Ambas especies tienen un surco en el cuello que parece ser el plano de ruptura para la autotomía. El experimento consistió en anudar un hilo de nylon en ese surco a seis Elysia cf. marginata. Resultado: cinco de ellas se autotomizaron en un día, la restante lo hizo después de nueve días. Los cuerpos eran el 80-85% del peso total.
La función de esta extrema de autotomía no está clara para las autoras. No parece ser para esca par de predadores, estas babosas tienen pocos, la autotomía lleva horas y no la inducen pinchazos ni cortarle pedacitos. En el caso de la Elysia atroviridis se libran de parásitos, en Elysia cf. marginata no encuentran causas visibles y se preguntan ¿químicos tóxicos?
¿Cómo sobreviven las cabezas? ¿De dónde sacan la energía necesaria para reconstituir el cuerpo? Ambas babosas son del orden Sacoglosos, babosas herbívoras que se alimentan de las células de las algas, y retienen, en células del tubo digestivo, cloroplastos “robados” a las algas, proceso llamado cleptoplastia7,8. Las cabezas de estas babosas incluyen una parte del tubo digestivo. Y nos enteramos de otra maravilla, al robo de cloroplastos recurren no solo babosas sino hasta un vertebrado, una sala mandra “solar”9.
Las ficciones son menos imaginativas que las vidas reales de seres que se descubren en mar y tierra. Estas babosas y la salamandra merecen ser incluidas en la categoría de “seres apenas imaginados”, animales raros más extraños que los imaginarios10.
La capacidad de eliminar el cuerpo, mantener la cabeza y utilizar la energía solar “robándole” cloro plastos a los alimentos e incorporarlos a sus células contrasta con la limitada capacidad de regeneración de los humanos, y son buenas ideas para inspirar más de un relato de ciencia-ficción.
Terminamos con las especulaciones, de alargar y modificar esta nota. Nos enteramos, por una re vista de palabras cruzadas (Quijote), que, según la escritora Jean Stafford, su primera esposa, el poeta laureado Robert Lowell, revisaba tantas veces su trabajo antes de darse por satisfecho, que en una ocasión un poema que empezó llamándose “A Jean en el día de su confirmación” terminó llamándose “A una prostituta en Brooklyn”. Esta nota mejor termina aquí, las especulaciones quedan ahora a cargo de los lectores.