En diciembre de 2020, los Dres. D’Onofrio, Céspedes, y Caminiti participamos en la presentación de los dos prime ros casos de síndrome de platipnea ortodesoxia asociado al COVID en pacientes que no requirieron asistencia respiratoria mecánica, en el Congreso de la Sociedad Argentina de Medicina (SAM)1,2. Hasta ese momento, los casos descriptos fueron asociados a asistencia respira toria mecánica3. Mencionamos entonces la sospecha de que este síndrome pudiese ser subdiagnosticado, además de generar ansiedad en el equipo tratante y motivar a la realización de estudios improductivos para explicar la aparición o exacerbación de la disnea, que es su síntoma cardinal. Desde entonces, continuando en la búsqueda de este síndrome, se han agregado una serie de casos más en la población de nuestros centros.
Definimos el síndrome de platipnea-ortodesoxia (SPO) a la “presencia de disnea asociada a la caída de la saturación, representada como una disminución de 4 mmHg en la PaO2 o 5% en la saturometría de pulso, que aparece cuando se adopta una posición sentada y desaparece con la posición en decúbito supino”. Puede corresponder a causas cardíacas -comunicación inte rauricular, foramen oval permeable-, que son las más frecuentes, o extra cardíacas -enfisema, síndrome de distrés respiratorio del adulto, neumopatía intersticial, síndrome hepatopulmonar, cáncer-4,5. En la neumonía basal bilateral, manifestación frecuente en infecciones por SARS-CoV-2, el cuadro se explicaría por daño intersticial, asociado a la redistribución del flujo hacia estas áreas declives mal ventiladas6.
En todos nuestros casos presentados la tomografía de tórax confirmaba la presencia de neumonía intersticial bilateral. Una sola paciente no refirió platipnea y en otra se confirmó la ortodesoxia mediante gases arteriales obtenidos en las distintas posiciones. El examen físico no aportaba datos de relevancia, los exámenes com plementarios colaboraron en descartar otras etiologías clínicas, como cuadro coronario, enfermedad por reflujo gastroesofágico, enfermedad biliar y tromboembolismo de pulmón. En seis casos se logró realizar ecocardiograma Doppler con suero salino agitado para descartar causas cardíacas del síndrome y confirmar que el mismo era secundario a la enfermedad respiratoria. Los datos de nuestros pacientes se listan en la Tabla 1.
Una vez confirmado el diagnóstico, se optimizaron las medidas de rehabilitación kinésica, aportando ejerci cios y posturas adecuadas, asistiendo a los pacientes y continuando el tratamiento para la enfermedad causada por la infección viral. Todos tuvieron un promedio de días de internación mayor que la media en nuestros dos centros. El síndrome POD desapareció en todos ellos antes del alta. Este hecho de por sí avala el diag nóstico etiológico.
En nuestra experiencia, es conveniente observar aquellos pacientes que parecen adoptar posturas in adecuadas en la cama: uno de ellos fue diagnosticado al observar que desayunaba y almorzaba en decúbito lateral para evitar la disnea. Además, el tratamiento es sencillo y accesible en todos los centros que asisten esta afección.
Teniendo en cuenta nuestros datos, durante esta pandemia la etiología más probable del SPO en nuestro medio debería ser la neumonía por COVID-19.
Como conclusión, queremos remarcar la importancia de la medición de saturación de oxígeno en las distintas posiciones para el diagnóstico precoz de este síndrome reversible, el cual nos permitiría optimizar los recursos en salud y enfocar el tratamiento en la rehabilitación respiratoria.