SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.82 número4Manifestaciones cutáneas en pacientes con COVID-19. Estudio prospectivo índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Medicina (Buenos Aires)

versión impresa ISSN 0025-7680versión On-line ISSN 1669-9106

Medicina (B. Aires) vol.82 no.4 Ciudad Autónoma de Buenos Aires set. 2022

 

OBITUARIO

Juan Antonio Barcat (1936-2022)

Basilio A. Kotsias

Daniel A. Manigot* 

A principios de 1970, siendo estudiante de medi cina comencé a concurrir a la sección neurofisiología del Instituto de Investigaciones Médicas. Una de mis primeas tareas asignadas fue la de operar ratas para seccionarles el nervio frénico o coartar el colédoco, una tarea muy difícil (si uno pretendía que el animal sobre viviese) y luego estudiar la transmisión neuromuscular. Ahí apareció Barcat en mi vida con su ayuda y amistad que solo fue interrumpida por su muerte, el 23 de mayo de este año.

Para ese entonces Barcat estaba en el servicio de Anatomía Patológica dirigida por Ricardo Paz. Había nacido en Orán, Provincia de Salta en 1936 y tenía as cendencia siria e italiana. Cursó la escuela secundaria en el Colegio Nacional de Salta, para luego estudiar medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Después de recibido se incorporó al servicio del Dr. Oscar Croxatto en el Hospital Muñiz, para luego ingresar al Instituto de Investigaciones Médicas dirigido por el Dr Alfredo Lanari, en el que trabajó hasta su retiro en 2002. Durante un cuarto de siglo dirigió el servicio de Anatomía Patológica del Hospital Tornú y en forma coincidente. Después de su retiro continuó con su actividad en la Revista Medicina.

En 1964 viajó a Gran Bretaña para especializarse en la Sir William Dunn School of Pathology de la Universi dad de Oxford, escuela de renombre mundial por ser el lugar de trabajo de Howard W. Florey, quien compartió con Ernst Boris Chain y Alexander Fleming el premio Nobel de Medicina y Fisiología de 1945 por el descubrimiento y aplicación de la penicilina.

Su actividad como editor de la revista Medicina fue extraordinaria, y sus editoriales una fuente de conocimiento e inspiración para los que quieran aprender sobre la ciencia y la medicina en general. En su amplísimo espectro el lector se enfrenta a una aventura intelectual muy particular y gratificante que permite saber cómo pensaba su autor. Pero también Barcat era como una hormiguita laboriosa, editando los ateneos anatomopatológicos, tratando de aclarar lo que habían dicho en esas reuniones los intervinientes, ayudando en la redacción de innumerables manuscritos de colegas y autores que enviaban sus trabajos a la revista, en la búsqueda de las portadas y en las frases célebres que se insertan en una página incompleta. Aceptaba las críticas y correcciones que se le hacían a sus manuscritos, una cualidad siempre valiosa.

Su trabajo de investigación abarcó numerosos temas de la fisiopatología, como enfermedad de Chagas, aparición de tumores luego del trasplante renal, fisiopatología respiratoria, enfermedades infecciosas, y tuber culosis, entre otros. Su lúcido análisis sobre el descubrimiento de la penicilina y sus aplicaciones es un ejemplo destacado de su contribución al mejor entendimiento de este tem a, dejando de lado mitos y medias verdades.

Como suele decirse, Barcat era un hombre universal en su interés, con una memoria prodigiosa que manifestaba sin alharacas, portando siempre un libro y su famosa libretita en la que con un lápiz diminuto anotaba lo que se le ocurría en ese momento determinado, ya sea en un tren, en la calle, en su oficina. Con el paso del tiempo nuestras conversaciones fueron aumentando en frecuencia y duración, plenas de novedades de uno y otro lado de la línea telefónica, finalizando siempre con su mismo saludo, un corto Chau. Hasta la aparición de la pandemia COVID solíamos reunirnos un grupo de amigos en una parrilla de la Avenida Álvarez Thomas, almuerzos que forman parte de mis buenos recuerdos.

El Dr. Barcat deja innumerables compañeros y discípulos, entre ellos yo, que disfrutaron de su compañía y gene rosidad, de sus conocimientos y amplia cultura, recordando sus acaloradas discusiones en las reuniones del comité editorial de la Medicina o en los ateneos anatomopatológicos de los días viernes, en los que muy pocos podían estar indiferentes a su participación, o en las tenidas con queridos colegas como Samuel Finkielman o su tocayo y colega Costa. Estaba casado con Alicia Beatriz De Piero y tenía tres hijas, Beatriz, Juliana e Isabel. En más de medio siglo de amistad hemos compartido con Juan Antonio alegrías, tristezas y algunas decepciones y en cierta forma, tantos recuerdos comunes me hacen pensar que también estoy contando parte de mi vida.

Basilio A. Kotsias

Uno registra la muerte de sus conocidos desde un lugar definido por el vínculo. Podría decir, en términos generales, o que lo lamenta o que lo siente. A mí, sin ser su amigo cercano, me dolió*...

Si bien Amadeo Barousse lo nombraba frecuentemente, conocí a Juan Antonio Barcat al ingresar a la redacción de la revista Medicina. Fue en ocasión de presentar mi primera evaluación sobre un trabajo a publicar; el comenta rio de Barcat, y el tono en que fue expresado, me hicieron pensar inmediatamente que ese no era mi lugar, y que había hecho todo mal. Pasados unos minutos, me llamó la atención que el resto del grupo continuaba dialogando en el mismo tono cordial de siempre. Volviendo con Barousse intenté descifrar lo ocurrido: “No te preocupes, es su forma de expresarse”. A partir de allí, aprendí a escuchar con atención el contenido de cada palabra suya y esperar sus Editoriales, como el diario del lunes. Recuerdo con nostalgia, mis primeros años en la Revista cuando solíamos almorzar con Jorge Manni, Samuel Finkielman, Rodolfo Martin y otros.

Barcat, con ganado prestigio, en uno de estos almuerzos, comentó que, al visitar a un amigo enfermo internado en un sanatorio de la zona, luego de esperar media hora, golpeó la puerta del médico de guardia: se sintió avergonzado por el “reto” que refirió su impaciencia, sin darse a conocer. En otra oportunidad, me entregó un libro para una médica residente de mi hospital a quien había conocido casualmente y conversado sobre determinado tema, volviendo de Córdoba en un avión; su humildad y actitud docente surgían tan espontáneamente como sus broncas.

Más allá de la certeza de sus cualidades como sabio, escritor, y hombre íntegro, y de su descomunal cultura, atesoro la sensación de que compartimos un parco sentimiento de mutuo afecto.

Sin duda, el valioso contenido y el singular estilo de sus numerosos escritos lo mantendrán vigente por mucho tiempo.

*Nota al pie: tal vez porque ya no es posible un abrazo y una carcajada compartidas.

Daniel A. Manigot

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons