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Medicina (Buenos Aires)

versión impresa ISSN 0025-7680versión On-line ISSN 1669-9106

Medicina (B. Aires) vol.82 no.4 Ciudad Autónoma de Buenos Aires set. 2022

 

CARTA AL COMITÉ DE REDACCIÓN

Dr. Juan Antonio Barcat

Javier I. Melamud1  * 

1 Instituto de Investigaciones Médicas Alfredo Lanari, Buenos Aires, Argentina

“Y el polvo vuelve a la tierra, de donde era,

mas el alma vuelve a Dios, que la creó”

Eclesiastés 12:7

Escribir un panegírico en honor a un ser tan especial y respetado no resulta una empresa fácil para mí, sobre todo cuando se trata de alguien del que he aprendido tanto y al que le profesé tamaña admiración.

De su biografía no hablaré, dado que mucho no la conozco, y le dejo encomendada la tarea a sus amigos y compañeros de trabajo coetáneos, que seguramente podrán decir mucho más que yo. De su Orán natal, en la linda provincia de Salta, hemos charlado más de una vez. Quedan por allí desperdigados, algún primo y las tumbas de sus seres más cercanos.

Barcat fue un polímata. Estoy persuadido que no exis ten en la actualidad muchas personas a las que les quepa tan bien este sustantivo, ni en el Instituto, ni en el país.

Polímata es un término que viene del griego πολυμαθης (‘polimathós’), que quiere decir “el que sabe muchas co sas”. Un polímata es un erudito de amplio espectro, una persona que sabe de todo y en profundidad. Responde al ideal renacentista del Homo universalis.

Considero que fue uno de los últimos seres con tales virtudes, en cuanto a su calidad profesional y bonhomía. Un verdadero Prohombre.

Algunos integrantes de su querido Instituto considera ban que era una persona arrogante, irónica y hasta algo petulante. Incluso evitaban entablar un diálogo con él, se guramente para no sentirse intimidados y en desigualdad de condiciones intelectuales. Disiento rotundamente con tales ideas. Nada se aparta más de la realidad. Barcat era un hombre simple y culto, pero detestaba la mediocridad. Creo que ese es el rasgo que más nos unía.

Qué gran placer me generaba verlo entrar en el Bar de Paco del Instituto, que mirase quienes se encontraban ocupando las mesas y que escogiera sentarse conmigo. ¡Qué honor!, un verdadero nirvana. Y allí mismo, mientras comía su yogurt, comenzaban las charlas de cultura: literatura, medicina, música, en fin, un diálogo más que ameno para acompañar el almuerzo.

Solo hace unos meses le había comentado que supe terminar el libro “Ana Karenina”, de Leon Tolstoi. -Ah, si le gustó, entonces lea Madame Bovary, de Gustave Flaubert, es encantador-, me dijo. Y así lo hice. Luego lo llamé y le conté que me había fascinado.

Pocos días después, me enteré de la aciaga noticia: el accidente doméstico, la internación y unos momentos luego, su triste partida.

Me apena profundamente estar consciente de que ya no podré entablar conversaciones con él, que no me recomendará algún libro, ni me corregirá críticas publicadas en la Revista Medicina. Sin embargo, fue tan grande la influencia que tuvo sobre mi ser, que le estaré eternamente agradecido.

Bienaventurados los que fuimos amigos y discípulos de él.

Gloria al Dr. Barcat. Gloria a la Cultura.

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