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Medicina (Buenos Aires)

Print version ISSN 0025-7680On-line version ISSN 1669-9106

Medicina (B. Aires) vol.83 no.1 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Apr. 2023

 

OBITUARIO

Christiane Dosne Pasqualini (1920-2022)

Basilio A. Kotsias

Hacia finales de diciembre de 2022 falleció en Buenos Aires la Dra. Christiane Dosne Pasqualini. Tenía 102 años y desde 1967 integraba el Comité Editorial de la Revista Medicina.

Trabajadora incansable, un espíritu vivaz, inquieto, siempre abierto a las novedades, había sabido evitar la nostalgia que la vida propone al pasar los años. Nu merosos artículos en la revista Medicina exponen sus ideas acerca de temas biomédicos y de la ciencia en general, todos con una escritura impecable, ahorrativa en adjetivos siguiendo la sabia norma de tener en cuenta al potencial lector en el hombro del que escribe. Infaltable a las reuniones en la revista Medicina, se la veía llegar cada miércoles al mediodía con su viejo portafolios, siempre de buen humor y con fotocopias de artículos que decía que me iban a interesar.

Su elección en la Academia Nacional de Medicina en 1991 fue un hito al ser la primera mujer en acceder a un sitial y su labor allí fue valiosa, revulsiva en muchos casos, proponiendo realizar cambios de fondo en esa institución y fue fundamental en la incorporación de otras mujeres académicas. En 2015 sintiendo que su estado de salud no le permitía seguir con esta actividad presentó la renuncia. En una carta que envió a un querido y común amigo y a mí nos expresó “Ahora me siento mejor”. No estaba “atada” a ningún puesto y convencida que no se debía bloquear el escalafón, hizo lo mismo con la direc ción de la División Medicina Experimental de la Academia Nacional de Medicina.

Citaba con frecuencia un poema del norteamericano Robert Frost que resumen su posición ante la vida:

“Two roads diverged in a wood, and

I took the one less traveled by,

And that has made all the difference”

Vivió muchos años casada con Rodolfo Q. Pasqualini, en un matrimonio que se fortaleció al atravesar periodos difíciles debido a los vaivenes políticos del país. Formaron una familia numerosa con cinco hijos que se extendió con nietos y bisnietos a los que acogía en su hogar del barrio de Belgrano. Fui invitado numerosas veces para sus clásicos almuerzos y aceptó con agrado venir a mi casa. Las visitas en su casa eran siempre acogedoras, incluían quedarse un rato en la biblioteca-consultorio del esposo y la charla sobre libros y temas diversos y como en un juego utilizar la silla salvaescalera eléctrica que le había permitido a su esposo subir al piso superior de su casa en los últimos años de su vida.

Comprobé su entereza y posición ante la vida cuando hace años confesó que uno de sus familiares más cercanos estaba muy enfermo y tenía el convencimiento que no tenía cura para el mal que lo afectaba. “Estoy muy triste por esto y nada se puede hacer”, un dolor que también se repitió con la enfermedad y muerte de su esposo y compañero en 2004, una pena grande que sintió mucho por dentro con sentimientos que emergían a la luz en esos minutos de conversación, mirándonos a los ojos y que quedarán para siempre en mi memoria.

En los últimos años era reticente a dar conferencias o asistir a reuniones sociales para su reconocimiento. Nos decía que se emocionaba mucho, que no le hacían bien y poco a poco su actividad se fue restringiendo a los límites de su casa.

Además de su actividad académica con numerosos trabajos de investigación y formación de decenas de discípulos fue multipremiada por diversas entidades científicas y designada Personalidad destacada de la Ciudad de Buenos Aires.

Su vida como investigadora trascendió el ámbito académico y se popularizó a punto tal que una de sus nietas, Belén Pasqualini, interpretó una obra de teatro basada en su autobiografía “Quise lo que hice” rebosante en datos biográficos, anécdotas, puntos de vista y el dolor que sentía con el avance de la enfermedad de su marido.

Conocí a la Dra. Pasqualini a inicios de la década de 1970 en las reuniones de la SAIC, ella era por entonces una investigadora reconocida en tumores y yo cursaba el ciclo clínico de la carrera de medicina. Con el paso del tiempo se estableció una sólida relación que nos permitió discutir con mutuo respeto y fervor los temas en los que no estábamos de acuerdo. Las reuniones en la redacción de la revista eran (y son) intensas, un trato profesional rico, con personalidades fuertes entre buenos colegas y amigos. Pasqualini era frontal en sus argumentos, uno sabía lo que pensaba o lo que estaba por hacer. Formativa siempre, con una capacidad singular para “semblantear” a las personas, un espíritu de trabajo -hay que trabajar- repetía cuando uno se distraía en las reuniones y una iniciativa poderosa, difícil a veces de seguir su ritmo.

Una vez más me entristece que uno de las personas que influyó en mi formación profesional y una estimada co lega se haya ido, como tantos otros que he tenido la suerte de haber conocido, todos integrantes de una larga lista ya arrinconada en el recuerdo y que me van marcando el paso de la vida.

Hacía 20 años que la Dra. Pasqualini había dejado en la oficina de la revista un sobre marcado como “muy impor tante” y para ser consultado cuando ella hubiese fallecido. Pocos días después de su muerte lo tuve en mis manos. Contenía el escrito de una conferencia con sus datos biográficos y académicos y una foto que había elegido para su obituario; es la que se presenta en esta nota. Labor cumplida. Esté donde esté doctora Pasqualini, gracias por todo, un honor haberla conocido y trabajado a su lado.

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