Nunca hubiéramos imaginado que la especia lidad terapia intensiva sería “una especiali dad en extinción”. La sociedad con sus aplausos valoró nuestra misión cuando comenzó la pan demia y nos consideró héroes. Sin embargo, ese sentimiento se agotó, tuvimos miedo de enfer marnos o morirnos, o peor aún que algún ser querido se enfermara o muriera. También senti mos el rechazo de vecinos temerosos y sufrimos por las vidas que terminaban en soledad dentro de nuestras unidades. Nadie sale ileso después de convivir con la enfermedad y la muerte tan tos meses.
La pandemia fue la estocada final que nos hizo abrir los ojos: cada vez somos menos inten sivistas mientras aumenta la demanda de aten ción médica.
Ya en el 2000, se estimó que la carencia de intensivistas se haría evidente en el 20071. Un estudio que se llevó a cabo antes de la pande mia reveló que el 41% de especialistas en terapia intensiva argentinos encuestados tenían la in tención de retirarse antes de la jubilación2. Este fenómeno de “dejar de trabajar de intensivistas” se asemeja a la “Gran Renuncia” (Great Resigna tion), una dimisión masiva en EE.UU. en 20213 después de la pandemia. Este término, acuñado por el psicólogo social A. Klotz, describe a la gran renuncia como el reacomodo que sufrió el mer cado laboral antes y después de la pandemia. Los motivos por los que cada trabajador decide renunciar son innumerables, pero el exceso de trabajo, el agotamiento por el trabajo, la búsque da de un cambio y/o la posibilidad del trabajo remoto y la flexibilidad laboral4, parecen los más importantes. Este fenómeno que atravesó transversalmente a toda la fuerza laboral, afectó más fuertemente a sectores que tradicionalmente han tenido bajos salarios y a los trabajadores esenciales5. En el caso de los trabajadores de la salud con la llegada de la pandemia, en especial en las UTIs y en salas de emergencia, se vieron obligados a realizar jornadas más extensas, sin descanso, a exponerse a la enfermedad y, en mu chas ocasiones, sin la posibilidad de acogerse a una licencia6. Actualmente, a la gran renuncia se suma la “Renuncia Silenciosa” o “Quiet Quitting”. Esta tendencia adoptada por los más jóvenes, busca el equilibrio entre la vida laboral y perso nal, no se refiere renunciar sino a abandonar el trabajo de forma silenciosa; trabajar a reglamen to sin depositar esperanzas en el futuro laboral7.
Durante la pandemia en Argentina, la dispo nibilidad de camas de las UTIs aumentó en más del 40%, lo que también implicó sumar personal capacitado y equipamiento8. A pesar de que el número de camas se hizo efectivo, se evidenció un déficit de capital humano tanto en número como en capacitación, que fue compensado con el esfuerzo personal de quienes estaban en el frente de trabajo. Es posible que este déficit se deba a la naturaleza de la especialidad: jornadas laborales intensas, guardias de 24 horas, empleo múltiple y salarios insuficientes para el nivel de formación requerido9. Además, las situaciones de maltrato verbal o violencia, los conflictos in terpersonales del trabajo en equipo y los riesgos laborales y judiciales empeoran la situación.
A pesar de que muchos médicos trabajan gra tuitamente más allá de sus horas contratadas, respondiendo consultas, indicando tratamien tos y prescribiendo medicamentos, la población expresa un sentimiento de insatisfacción, tal vez por percibir que el altruismo y la empatía -bases del profesionalismo y la relación médico paciente- van menguando; sin ser conscientes de la pérdida de reciprocidad en el contrato táci to entre el médico y la sociedad.
El sistema de Residencias Médicas está en crisis. Desde el 2004, el aumento progresivo del número de vacantes no se acompañó con un aumento proporcional de postulantes. En su III Reunión Ordinaria (2008), el Consejo Federal de Salud estableció que la Terapia Intensiva de Adultos era una de las especialidades priorita rias. Probablemente, el poco contacto con la es pecialidad durante el pregrado pueda influir en la escasa opción de los jóvenes por esta espe cialidad.
Actualmente, nuestra fuerza laboral está for mada por cuatro generaciones, cada una con sus fortalezas y debilidades. Los “baby boomers” (1946-1964), cuya visión del trabajo se centra en el deber, la estabilidad y la seguridad, están en etapa de retiro y sus puestos serán progresiva mente ocupados por las nuevas generaciones. La generación X (1965-1981), logra un equilibrio entre el trabajo y la vida social, mientras que los millennials (1981-1995) priorizan el estilo de vida y no temen renunciar si no les agrada lo que hacen. Ambas generaciones son más indivi dualistas, no necesitan aprobación social y tie nen como metas el dinero y la fama. Los centen nials (1996-2010), expertos en tecnologías, redes sociales y smartphones necesitan la inmediatez, valoran menos las relaciones interpersonales y el compromiso, son exigentes y se preparan para “puestos de trabajo que aún no existen10.
Según el Observatorio Federal de Talento Hu mano en Salud, en 10 años, las mujeres ocupa rán el 60-70% de la fuerza laboral médica11. Será necesario repensar la organización laboral des de una perspectiva de género, aceptar la flexi bilidad del trabajo a tiempo parcial y las inte rrupciones originadas por la maternidad y otros compromisos familiares sin sobrecargar a los miembros activos del equipo de trabajo y consi derar incentivos y recompensas.
Los especialistas en terapia intensiva quere mos vivir nuestra vocación, no con sufrimiento sino como una realización personal, lograr una vida más controlable, confortable, con mejores ingresos y recuperar el prestigio y el estatus so cial que siempre nos caracterizó.
En conclusión, la crisis que atraviesa la espe cialidad terapia intensiva se vislumbraba antes de la pandemia. Es necesario que se asuman políticas públicas acompañadas por sectores universitarios y hospitalarios tendientes a re vertir la situación, que pone en riesgo la calidad asistencial, ya que un especialista calificado en terapia intensiva marca la diferencia entre vida y muerte11.
La introducción de la especialidad en el pre grado y la creación de nuevos programas forma tivos de postgrado junto con la integración de otras profesiones al equipo de trabajo permiti rán en conjunto satisfacer la demanda asisten cial. El reconocimiento de que la transformación de la fuerza laboral requerirá una nueva plani ficación permitirá a las distintas generaciones convivir en armonía, manteniendo la visión éti ca y altruista que siempre caracterizó a la prác tica médica.
Por lo tanto, podemos afirmar que la “gran re nuncia” no es una consecuencia de la pandemia, sino que es el resultado de la caída de un mode lo asistencial.