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El hornero

versión impresa ISSN 0073-3407versión On-line ISSN 1850-4884

Hornero vol.30 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2015

 

REVISIONES DE LIBROS

Etno-ornitología: estudio y conservación de las aves y las culturas

Tidemann S y Gosler A (eds) (2010) Ethno-ornithology. Birds, indigenous peoples, culture and society. Earthscan, Londres. 346 pp. ISBN 978-1844077830. Precio: £ 64.99 (tapa dura)

 

América es el continente que alberga el mayor número de especies de aves a nivel mundial. Es también un continente que alberga una rica diversidad cultural, con más de 1000 lenguas amerindias y con el mayor número y porcentaje de lenguajes en peligro de extinción. Esta combinación de una exuberante diversidad biológica y cultural y la gran amenaza bajo la cual se encuentran ambas, hace que la etno-ornitología sea una disciplina necesaria para comprender y proteger la diversidad biocultural de nuestro continente. Lamentablemente, esta disciplina presenta solo expresiones regionales o locales aisladas a lo largo de América 1. Esta revisión del libro Etno-ornitología: aves, pueblos originarios, cultura y sociedad (publicado en inglés en 2010: Ethno-ornithology. Birds, indigenous peoples, culture and society) representa un paso para comenzar a enmendar este vacío. Los editores del libro, Sonia Tidemann y Andrew Gosler, compilan un conjunto de estudios realizados en Europa, África, India, las islas del Pacífico Sur, Nueva Zelanda, Australia, Melanesia y América Central. Esta notable cobertura entrega una variedad de enfoques, al mismo tiempo que deja en evidencia la necesidad de dar mayor impulso a la etno-ornitología en el continente con la mayor diversidad de aves: América del Sur.

La etno-ornitología es la ciencia que investiga cómo las culturas de distintos períodos históricos y regiones geográficas conocen y comprenden las aves que cohabitan con ellas. Tanto las aves como las culturas y sus lenguajes varían a través del tiempo y del espacio. Bajo el marco conceptual de la ética biocultural, que enfatiza la interdependencia entre la integridad de los hábitats y de los há bitos de vida y bienestar de los cohabitantes humanos y no humanos 2, se puede afirmar que la etno-ornitología se sitúa en una interfase dinámica entre las dimensiones biofísicas y simbólico-lingüístico-culturales, que más recientemente incluyen también dimensiones institucionales para abordar los desafíos de la conservación de la diversidad biocultural 3.

El libro se inicia con un conciso e interesante prólogo del connotado etnobiólogo Eugene Hunn, quien hace una apología de las ciencias etno-ornitológicas señalando que "el prefijo etno se refiere a la etnología, la etnografía y todas las materias étnicas, es decir, aquellas relativas a los diversos pueblos que habitan el planeta. Esta etnociencia (…) implica la afirmación que la ciencia no es prerrogativa exclusiva de quienes trabajan con delantales blancos en laboratorios equipados de alta tecnología y experimentos costosos. Más bien, la ciencia es algo que todos hacemos, cada uno a su manera, usando nuestros ojos, oídos y el cerebro para dar un sentido al mundo".

La tensión entre las formas de conocimiento ecológico tradicional, arraigado en realidades y dinámicas locales, y la ciencia occidental, con su pretensión de universalidad, atraviesa los distintos capítulos del libro. Tidemann y Gosler se refieren al desbalance en favor de la ciencia occidental al señalar que este libro surgió de un simposio que introdujo la temática de la etno-ornitología por primera vez en el congreso de la Unión Internacional de Ornitología en 2006. Es interesante notar que en América del Sur tres años antes se realizó por primera vez un simposio de etno-ornitología, organizado por Ricardo Rozzi y Francisca Massardo, en el VII Congreso de Ornitología Neotropical de 2003 en Chile, un indicativo de los aportes que ha hecho la región latinoamericana a los enfoques bioculturales que integran las dimensiones biofísicas y culturales, simbólico-lingüísticas, incluidos en los diversos saberes ornitológicos 4.

Para resolver la tensión entre una ciencia universal y ciencias vernáculas o locales, Eugene Hunn ofrece la distinción que se ha hecho en antropología entre la investigación de realidades conceptuales locales y la investigación orientada desde o hacia realidades conceptuales universales, que permiten las comparaciones con y entre las realidades locales. Hunn describe y utiliza la distinción lingüística en un estudio comparativo que desarrolla en la región costera del sur de Alaska junto al antropólogo cultural Thomas Thornton, acerca de los nombres de las aves, el número de especies distinguidas y la taxonomía ornitológica de la cultura tlingit, con los nombres latinos de las aves, el número de especies distinguidas por ornitólogos profesionales y la taxonomía ornitológica científica. Para su estudio ornitológico comparativo, Hunn y Thornton utilizan el sistema de clasificación y nomenclatura de las especies biológicas de Linneo que, aunque representa solo uno entre muchos sistemas de clasificación de la biodiversidad, posee la propiedad única de representar un esfuerzo colectivo global para nombrar y clasificar las poblaciones, especies, géneros y familias biológicas desde un punto de vista filogenético. De esa manera, el sistema linneano posibilita, además, comparaciones indirectas entre taxonomías vernáculas de distintas regiones del mundo que tienen escasa superposición entre las composiciones de especies de aves a nivel local, por ejemplo en las altas montañas de Nueva Guinea, los Himalayas, Alaska y los Andes.

Para hacer su amplio recorrido por la etnoornitología mundial, Tidemann y Gosler organizan su libro en cinco secciones: (1) introducción sobre las dimensiones epistemológicas e implicancias de la etno-ornitología para la conservación, (2) prácticas de caza de las aves y sus productos, (3) diversas formas de conocimiento científico y tradicional sobre las aves, (4) nombres, lenguajes e historias sobre aves, y (5) formas de conocimiento y prácticas complementarias para la conservación de las aves y sus hábitats. Para abordar estas facetas complementarias de la etnoornitología, el libro incluye las contribuciones de 29 coautores que aportan sus investigaciones, en la mayoría de los casos incluyendo experiencias de trabajo in situ realizado desde diferentes disciplinas.

La sección más novedosa y sólida del libro es la dedicada a la conservación. Tidemann y sus colaboradores señalan en su introducción al libro que "en esta época de rápida degradación y pérdida de hábitat, lenguaje y conocimiento, no es suficiente limitarse al asombro y regocijo de investigar la vasta riqueza de conocimientos ornitológicos aborígenes generados durante milenios. Hoy debe haber un vínculo entre las realidades de la investigación y la conservación moderna". La última sección (Aves y conservación) es consecuente con este imperativo de los editores. Es la más extensa e incluye seis capítulos que destacan por su profundidad, originalidad y complementariedad. El primero de ellos está escrito por Philip O'B Lyver, ecólogo de ascendencia maorí, y Henrik Moller, ecólogo y matemático que ha trabajado por más de 15 años con comunidades maoríes en Nueva Zelanda. Su enfoque integra niveles conceptuales de la cosmovisión maorí (matauranga) y prácticas ecológicas consuetudinarias (tikanga) y proponen que ambos niveles deberían incluirse en mayor grado en las políticas de conservación en Nueva Zelanda. Para sustentar su planteamiento, presentan el estudio de tres tribus maoríes cada una asociada con un ave clave y sus prácticas tradicionales rituales, de caza selectiva, tabúes y restricciones para su protección. Los tuhoe, habitantes originarios de los bosques de miro (Podocarpus ferrugineus) donde se alimenta y se reproduce una paloma endémica de Nueva Zelanda (Hemiphaga novaeseelandiae o kereru, en maorí), los huaraki que habitan en el archipiélago de islotes y costas del noroeste de Nueva Zelanda y practican la captura de pichones del petrel Pterodroma macroptera u oi, y los rakiura que habitan en la isla Steward e islotes aledaños, donde recolectan pichones de la pardela Puffinus griseus o titi, el ave marina ecológicamente más importante de Nueva Zelanda que, junto a su alto valor nutritivo, es una especie bioculturalmente clave 5. Estos tres ejemplos demuestran claramente la interdependencia entre la conservación de las aves y de sus hábitats y el alto valor que tienen los hábitos de vida de las culturas que han coevolucionado con ellas. También muestra la búsqueda de objetivos comunes de conservación con el Departamento Neozelandés de Conservación a través de opciones de comanejo. Lyver y Moller concluyen su capítulo con el dicho maorí "si los hábitats están sanos, la gente está sana", un dicho muy coherente con la ética biocultural que enfatiza la sinergia entre el bienestar humano y la conservación.

La sección de aves y conservación incluye también valiosos capítulos sobre Nueva Guinea, Kenia, Costa Rica e Inglaterra. El capítulo referido a los bribri de Costa Rica sobresale porque documenta el papel de las aves como mensajeros y maestros, junto con las relaciones de reciprocidad entre los humanos y las aves. Los bribri habitan los bosques tropicales del sur, en el borde con Panamá, y poseen regulaciones estrictas respecto a las prácticas de caza y uso del hábitat; incluso algunas aves, como Momotus momota, intermediario entre los espíritus y los humanos, no pueden ser cazadas. El capítulo demuestra que la conservación de las comunidades amerindias y la conservación de la biodiversidad son sinérgicas, y señala que entre 1997 y 2000 las tasas de deforestación fueron 20 veces más altas fuera de las reservas indígenas en América Latina. En el contexto de crecientes dificultades en la conservación de la tenencia de la tierra y protección del hábitat, lo mismo que el capítulo de Kenia, enfatiza la importancia de la participación comunitaria y el valor que puede tener un ecoturismo bien organizado para el aprecio por parte de la sociedad global del conocimiento etno-ornitológico y las contribuciones que ésta puede hacer para la conservación biocultural. El capítulo centrado en Inglaterra se enfoca en Botaurus stellaris, una garza que por su apariencia, amplia distribución geográfica, hábitos de vida y vocalizaciones no parece capaz de inspirar una campaña de conservación. Sin embargo, los autores proveen una perspectiva innovadora para demostrar que las tradiciones culturales arraigadas en el medioevo británico han inspirado una de las campañas más exitosas para la protección de los humedales y su avifauna. Un valor adicional de este capítulo es que demuestra que dentro de la civilización occidental también existen fuertes tradiciones culturales que valoran la existencia de las aves y promueven su conservación y la de sus hábitats.

De la sección Aves y conservación merece una referencia especial el capítulo sobre el ethos de conservación internacional en complementariedad con el ethos de conservación local. Jepson ofrece el marco conceptual de las teorías sociales del encuadre ("framing") y la gubernamentalización para analizar la tensión entre una aproximación global a la conservación (e.g., BirdLife International y CITES) y aproximaciones locales a la conservación de las aves. El autor se centra en el caso de Indonesia y el gran interés histórico en la crianza de aves cantoras, hoy un boom o "kicau-manía" a partir de las competencias regionales y nacionales de aves oscinas importadas (canarios y periquitos) y nativas o kicauan. Jepson señala que la aproximación de BirdLife International, centrada en áreas protegidas y aves silvestres, no ha tenido éxito en más de 20 años de trabajo intenso y propone incorporar con mayor fuerza componentes de la cultura local, tales como la afición por las aves cantoras, en las iniciativas de conservación. Analiza las diferencias entre los conservacionistas de aves silvestres y los aficionados en conseguir, criar y entrenar aves cantoras, para proponer una alianza entre ambos grupos. Concluye que la etno-ornitología debería ser redefinida "no tanto como el estudio de las formas indígenas o tradicionales de nombrar y conocer las aves, y la interpretación de éstas (...) sino más bien cómo la tradición y tendencias políticas, sociales y económicas actúan para producir cambios en las prácticas de conocimiento que son distintos y únicos a determinados países, grupos o tiempos e inspirar visiones y prácticas de conservación de aves que sean específicas para cada lugar y momento". La propuesta puede ser muy apropiada para articular las escalas local y global, y la integración de teoría en las acciones de conservación en los actuales tiempos de rápido cambio global.

La segunda sección (Aves: caza y productos) aborda la conservación desde un punto de vista complementario: la colecta de plumas, cacería y uso de aves para subsistencia. Sus capítulos resaltan que las avifaunas insulares son más vulnerables. En Nueva Zelanda, el 26% de las 223 aves se han extinguido debido a la introducción de predadores, destrucción de hábitat y, en el caso de Heteralocha acutirostris, también debido a la recolección de sus plumas. El capítulo dedicado a esta especie destaca la intersección entre las dimensiones biológicas del ave y la cultura maorí, y cómo la llegada de los europeos gatilló la extinción de esta ave endémica de la región norte de Nueva Zelanda. Las plumas de su cola eran tradicionalmente muy valoradas y mantenidas en cajitas de madera de totara (Podocarpus totara) o kauri (Agathis australis) elaboradas para este único propósito, preservándolas cuidadosamente y pasándolas de generación en generación. Con el arribo de los europeos la recolección de plumas de las aves vivas aceleró la extinción de esta ave, que además sufría la disminución de su hábitat. Con su extinción se perdieron los altos valores biológicos de la especie y los culturales del pueblo maorí. Un ejemplo más afortunado se encuentra en las islas Salomón donde habita el mielero Myzomela cardinalis, cuyas plumas rojas eran utilizadas como valor de cambio. En los pueblos de Melanesia la producción de rollos de plumas de esta ave incluía la participación de tres especialistas: el cazador, el preparador de las plumas y el ensamblador, que las pegaba armando una fila de hasta 10 m de largo. Los pueblos originarios de Melanesia resistieron la colonización europea hasta la Segunda Guerra Mundial y pudieron, por lo tanto, mantener sus prácticas tradicionales que no han provocado la extinción de la especie (de hecho, es un ave que no presenta problemas de conservación). En Java, los pueblos originarios de Indonesia han cazado aves para alimento, trueque y venta a pequeña escala. Sin embargo, en los últimos años la caza de aves se ha expandido desde un nivel de subsistencia a pequeña escala hasta su venta en los mercados. En Nueva Guinea la caza de aves para carne ha incluido especies de mayor tamaño, como la paloma Goura victoria y el casuario Casuarius unappendiculatus, que también han sido afectados por el cambio desde una práctica de subsistencia con estrictas normas culturales de regulación, hacia una forma comercial de caza y tráfico internacional que han llevado a que estas especies comiencen a estar amenazadas y requieran de nuevas medidas gubernamentales e internacionales de conservación.

La tercera sección (Aves y conocimiento) y la cuarta (Aves: historias y lenguajes) abordan dimensiones culturales que influyen sobre los modos de nombrar, comprender y valorar las aves. En muchos leguajes la imitación del sonido del canto de un ave es un elemento fundamental en los vocablos utilizados para nombrarla. Esta representación del sonido natural u onomatopeya está presente hasta en el 50% de los nombres de aves en lenguas indonesias. Gregory Forth propone en su capítulo que la prevalencia de la onomatopeya puede ser un factor central para explicar la similitud de nombres de aves entre distintos lenguajes. En un capítulo dedicado a las lenguas maya de Mesoamérica, Cecil Brown llama la atención sobre el hecho que dos tipos muy diferentes de aves, cuervos y garzas, están lingüísticamente unidos por un término proto-maya originario, jooj, que hoy se encuentra en lenguas hijas maya que se hablan en las zonas altas para denotar cuervos y en tierras bajas para designar garzas. El carácter onomatopéyico derivado del parecido de los graznidos guturales de los cuervos y garzas podría explicar este hecho. Brown explica que la conexión onomatopéyica para nombrar aves de las familias Corvidae y Ardeidae en la región maya no es única. De hecho, el nombre científico para el género de garzas nocturnas Nycticorax significa literalmente en griego "cuervo (corax) de la noche (nyctio)". El nombre árabe para las garzas nocturnas es ghuraab al-layl, que también significa "cuervo de la noche". Este aspecto tiene un relevancia especial para los ornitólogos argentinos y chilenos, puesto que más del 50% de las aves que habitan en los bosques templados de América del Sur poseen nombres onomatopéyicos en lengua mapuche, el mapudungun 2. Vinculando las dimensiones culturales y la conservación, en otro capítulo enfocado en América Central, Mark Bonta presenta un análisis sobre el conocimiento ornitológico en Honduras en el siglo XVI que aporta un enfoque que permite comprender el sincretismo de la etno-ornitología latinoamericana. Este sincretismo surge a partir de raíces amerindias originarias que luego, en el encuentro con saberes europeos, generó nombres y formas de conocimiento mestizo dinámicas y que están vivas hoy. Los capítulos de estas secciones aportan antecedentes fundamentales para comprender la necesidad de enfoques y prácticas de conservación biocultural vinculadas a la protección de las aves y las culturas en América Latina.

En resumen, Tideman y Gosler compilan en esta obra una diversa colección de estudios que innovan en el campo de la etno-ornitología al enfatizar la necesidad de una conservación que podemos llamar biocultural 3. Al mismo tiempo, proveen valiosas aproximaciones metodológicas para desarrollar este campo en diversas regiones del mundo, incluida América del Sur. Para futuros desarrollos de este campo es necesario, sin embargo, incluir de manera participativa en las autorías y producción del conocimiento a miembros de las comunidades locales. Con la excepción de un par de valiosos capítulos, el libro incluye autores académicos que hablan acerca de, más que con las culturas vernáculas. No obstante, concordamos con los autores del libro respecto al gran valor de los saberes ornitológicos vernáculos e invitamos a los lectores a conocerlos.

Ricardo Rozzi y Francisca Massardo

University of North Texas & Instituto de Ecología y Biodiversidad, Universidad de Magallanes Parque Etnobotánico Omora, Puerto Williams, Chile Ricardo.Rozzi@unt.edu

BIBLIOGRAFÍA CITADA

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