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El hornero

versión impresa ISSN 0073-3407versión On-line ISSN 1850-4884

Hornero vol.36 no.2 Ciudad Autónoma de Buenos Aires dic. 2021

 

Obituarios

HABLANDO DE LA LIBERTAD. LUIS PAGANO (1985-2020): AMIGO, MAESTRO, ORNITÓLOGO DE VANGUARDIA

Alejandro Bodrati1 

Roberto F Jensen1 

Diego L Monteleone1 

Néstor Fariña1 

Facundo G Di Sallo1 

Emilio A Jordán1 

Kristina L Cockle1 

Santiago Imberti1 

Pablo Grilli1 

Ignacio Roesler1 

Carlos A Ferreyra1 

Olga Villalba1 

Emilse Mérida1 

Juliana Notarnicola1 

Silvia Vítale1 

Carlos Ferrari1 

Marcos Cenizo1 

Igor Berkunsky1 

Freddy Burgos1 

Rosendo M Fraga1 

1 Hornero

¿Cómo encarar la tarea imposible de contar cómo era Luis? Las palabras son tramposas siempre, y cuando uno las busca para describir a Luis se escapan entre las manos como hormigas negras. Luis mismo se encargaba de dinamitar cualquier intento de caracterización liviana de su persona.

Como ornitólogo y naturalista era único: todas las piezas de una orquesta reunidas en una misma persona. Creativo, innovador, de los mejores identificando especies, detallista en sus dibujos, audaz, talentoso y profundamente respetuoso para capturar o colectar. Planteaba una ornitología de vanguardia.

Por vanguardia se entiende a las personas y a los proyectos experimentales, innovadores, que empujan los límites del statu quo, demuestran libertad de expresión, abordan temas tabúes y desordenan los parámetros. La vanguardia supone una renovación de formas y contenidos; intenta reinventar una disciplina y se enfrenta a los movimientos existentes. Así era Luis: con todo su enorme respeto por la ornitología histórica y el placer que le producía revisar la bibliografía antigua, visitaba el pasado para reinventar la disciplina y se enfrentaba con originalidad y sólidos fundamentos al statu quo.

Como persona, era inteligente, divertido, irónico, ocurrente, desafiante, ácido, generoso y leal. Detrás de sus tres cuartas partes de dureza y sarcasmo, aparecía su cuota de vulnerabilidad -generalmente en confidencia y solo para amigos-, haciendo muy sencillo admirarlo y quererlo. Sintetizaba todas las definiciones de “compañero” y era un verdadero lujo integrar un grupo con él. Enseñaba el real valor de las cosas y la importancia de ser fiel a uno mismo y a las convicciones, haciéndote replantear y cuestionar lo que dabas por supuesto. Por sobre todo, Lui valoraba la honestidad, la humildad y la palabra. No toleraba la hipocresía ni la mentira. Lo “careta” y lo injusto le daban furia y respondía con subversión visceral. Era exigente consigo mismo, y autocrítico, observando, por ejemplo, que había hecho demasiado largas dos primarias en un dibujo, o que había errado en una identificación de campo. A los que somos mayores nos trataba como si fuera un hijo, siempre manejándose con respeto y amor. Los niños lo recuerdan como cariñoso y juguetón, levemente transgresor, dibujando una chica que come caca de pájaro, o llevándoles a la medianoche a buscar tarántulas o, en pijama y abrazando los peluches, a agarrar un jacaré (¡más grande de lo que se imaginaba cuando se tiró a la zanja!). Nunca dejaba de sorprender y de provocar. A veces iba tan en contra de todo, que parecía ponerse en contra de sí mismo, pero nunca te ibas a aburrir con Luis.

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Nacido en 1985 y de origen netamente popular, Luis era militante del rock contestatario y la cultura barrial platense (inseparables de su dimensión ornitológica). Raramente hablaba de su infancia. A veces contaba alguna anécdota sobre viajar con su papá, que era camionero, o que se rateaba de la escuela para ir a pescar. Desde pequeño observaba y cazaba pájaros adonde pudiese llegar, habitualmente en las proximidades de su casa en el barrio Altos de San Lorenzo, en La Plata, cerca del cementerio. A los quince años (con su remera de Los Redondos como estandarte), su papá lo llevó al Taller de Taxidermia del Museo de La Plata, donde conoció a su maestro y amigo, Eduardo “Lalo” Etcheverry. A partir de ahí, nunca más dejó de ir al museo, consiguiendo un cargo como técnico en la planta permanente en 2005. Aprendió rápidamente el arte de la taxidermia. Las pieles que preparaba eran excelentes. Fue pionero en la optimización de ejemplares, salvando tanto pieles como elementos óseos de un mismo espécimen. Inspirado por las observaciones de un amigo sobre las alas extendidas preservadas en un museo de EEUU, Luis introdujo esta innovación al Museo de La Plata. Contribuyó al patrimonio del museo con la colecta de más de 300 pieles, esqueletos y nidos, incluyendo especímenes de Atajacaminos Colorado (Antrostomus rufus), Dormilona Canela (Muscisaxicola capistratus), Mosqueta Cabeza Canela (Poecilotriccusplumbeiceps), y otras especies que son únicas en la colección (L. Segura, in litt. 2021). También preparó muchos especímenes colectados por otras personas, y ese número es tan grande que es imposible de calcular.

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Posiblemente, el taller de taxidermia de Luis era uno de los lugares más frecuentados de la ornitología platense. Investigadores, estudiantes y observadores convergían allí por consultas e inquietudes de campo que solían extenderse muchas veces más allá de lo estrictamente “aviano”. Para muchos de nosotros este era un espacio de encuentro, disfrute y aprendizaje, fundamental, inevitable y anhelado. Mientras

Luis preparaba una piel o un esqueleto, o armaba una vitrina, entre mate y mate se charlaba de pájaros y de la vida, siempre con el fondo sonoro de algún tema de La Renga, Los Redondos o Almafuerte. También en su taller daba ‘cursos privados’, gratis por supuesto, a los amigos y compañeros interesados en aprender el arte de la taxidermia. Por cierto, los eternos esqueletos hirviendo atestaban la atmósfera de un aroma que no era el mejor, y si uno hacia algún comentario al respecto Luis respondía corrosivamente “si querés andá a charlar a una perfumería, capaz sea interesante”. Durante años su taller se convirtió en un oráculo ornitológico donde Luis obraba como un rey satírico e irreverente, pero profundamente sabio... hondamente generoso, siempre tocando los temas serios en tono burlón y lo absurdo con solemnidad. Desde una mesa atestada de pieles y utensilios (muchos creados por él mismo), administraba risas y frustraciones propias y ajenas, proyectos inverosímiles y elucubraciones magnánimas, planificando atentados y desmanes a distintas escalas y destinatarios, pero también nutriéndonos de observaciones e ideas originales, promoviendo viajes productivos e impulsando colaboraciones profusas.

En sus horas y días libres Luis solía visitar museos para estudiar los especímenes, descubrir y leer bibliografía. En las colecciones buscaba especialmente a especies raras, como un joven de Tordo Amarillo (Xanthopsarflavus) sin localidad ni fecha, y de ahí automáticamente pasaba a pensar quién podría haberlo colectado, todo con imaginación, buena onda y buen humor. Era un investigador, detective, forense muy intenso y apasionado (la única forma de ser bueno en algo según él). Una vez al ver un artículo de unos gringos que hacían estudios forenses similares, comentó "ah, pero ellos son unos pichis, tienen solo 650 especies, ahí cualquiera es capo”. Para el resto del mundo aquellos eran fenomenales; para él, todavía había muchísimo por aprender antes de ser considerado bueno. Inagotable.

la ornitologíaLuis se formó como ornitólogo de campo en la ribera bonaerense de Berisso y Ensenada. Quizás fue la Reserva Natural Punta Lara donde pasó más horas observando aves, entendiéndolas y disfrutándolas. Nunca olvidaremos aquellos dos años de campañas, cuyo fruto fue el inventario de aves de la reserva (Pagano et al. 2012): recorríamos kilómetros a pie, con agua y barro hasta las rodillas, entre charlas interminables, delirios surrealistas y chistes de una grosería infantil que nos hacía reír como escolapios. Tenía gran sentido de pertenencia con el Grupo FALCO, identidad que festejaba a los gritos en las reuniones de ornitología y ante hallazgos en el campo, como el primer registro de Tueré Enmascarado (Tityra semi-fasciata) para Argentina en 2008 y el nido de Lechuza Negra (Ciccaba huhula) en 2010. Durante varios años mantuvo la sede del grupo, y la biblioteca, en su casa.

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Cuando su trabajo formal se lo permitió, comenzó a viajar más lejos. Participó de cientos de campañas, en Beni (Bolivia), Jujuy, Salta, Formosa, Chaco, Misiones, Corrientes, Entre Ríos, La Rioja, Buenos Aires, Santa Cruz, y la Antártida, entre otros. Entre sus muchos trabajos en Buenos Aires, colaboró activamente en el monitoreo y conservación de las colonias de flamencos del Lago Epecuén. En el calor agobiante del Chaco Seco había mucho que recorrer en bicicleta y por picadas, y las jornadas eran agotadoras, pero Luis aprovechaba los descansos para salir a recorrer, a buscar, a descubrir. Mirada atenta a todo lo que estaba alrededor. Desde el exterior también recibió ofrecimientos estimulantes para trabajar de forma transitoria en Malvinas y Brasil, pero las tuvo que rechazar debido a que eran incompatibles con los requerimientos de su trabajo permanente en el Museo de La Plata.

En la Patagonia fue guardián de colonia en el Proyecto Macá, donde protegió las mayores colonias de Maca Tobiano (Podiceps gallardoi) nunca antes encontradas, con éxitos reproductivos nunca repetidos.

Como en todo, asumía la tarea con intensidad y compromiso, a tal extremo que cuando una tormenta de viento le destruyó una colonia, Luis, desde la impotencia, descargaba la escopeta hacia la tormenta. Fue un docente para los otros guardianes, generando una escuela con su espíritu naturalista y aportando al conocimiento de la biodiversidad de las desconocidas mesetas de altura. Uno de los eventos masivos de muerte de Maca Tobiano por visón - una especie introducida - dejó unos 33 ejemplares muertos. En el Museo de La Plata no había ejemplares, y frente a la tragedia Luis se puso a generar pieles, recursos osteológicos, alas extendidas y muestras para otros estudios como fisiología, parasitología y coloración. Además, preparó otro espécimen mucho mejor preservado para ser exhibido en el Centro de Interpretación en Río Gallegos, uno de los pocos ejemplares en su provincia de origen. No solo se preocupaba de completar la colección de su museo, sino también de que hubiese muestras/especímenes en instituciones locales.

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Numerosos viajes lo llevaron a Formosa y Salta para colectar especímenes destinados a estudios parasitológicos del CEPAVE (UNLP) y luego ingresados a las colecciones ornitológicas del Museo de La Plata. En esta última provincia, fue parte de un grupo que investigaba el Guacamayo Verde (Ara militaris), que se había redescubierto recientemente para Argentina (Juárez et al. 2011, 2012; Grilli et al. 2013). En una travesía de tres días por las selvas montañosas, caminando por donde no hay caminos, tuvo que ser rescatado de arenas movedizas (como las de las películas) y recibir un escupitajo de agua en un ojo para librarse de una piedrita que lo estaba por dejar tuerto. Pero, casi sin esfuerzo, y después de pensar en silencio sin arriesgar diagnósticos prematuros, nos mostró que lo que planeaba arriba de la selva con los Ictinia (Milano Plomizo) eran dos Buteo platypterus (Aguilucho Alas Anchas), que uno de ellos era un juvenil, y que lo que se movía en las paredes era Tropidurus melanopleurus, un lagartito colorido endémico de las selvas de montaña que apenas llega a la Argentina.

A Misiones viajaba múltiples veces por año para participar en el Proyecto Selva de Pino Paraná. Investigó la distribución e historia natural de muchas especies (e.g., Pagano y Bodrati 2017, Cockle et al. 2020, Pagano et al. 2021, Bodrati et al. 2021) y contribuyó con sus dibujos a las campañas educativas. Allí, por el 2016, decidió aprender y dedicarse a la captura y anillado de las aves: juntó el equipo necesario entre lo comprado, la fabricación propia, lo prestado y lo encontrado, y se tiró de cabeza a aprender en el campo.

Inventó un método para levantar y armar la red de neblina solo, y quedaba siempre a la espera para sacar las aves apenas caían. Así en Misiones inició el monitoreo con anillado del Batará de Pecho Negro (Biatas nigropec-tus) y de varias especies cuya nidificación estábamos estudiando (Nonnula rubecula, Anabacerthia lichtenstei-ni, Xiphorhynchus fuscus, etc). Con gran paciencia nos enseñó cómo capturar, manipular, anillar y medir las aves, enseñanzas que hoy seguimos aplicando. Remarcamos su gran profesionalismo y pasión en todo lo que hacía con las aves, el respeto que mostró siempre para las aves y los compañeros, las ganas que ponía cuando íbamos a atrapar Biatas y la tranquilidad y paciencia con que lo hacía, casi siempre de buen humor, entre chistes y ‘puteadas’ hacia algún ornitólogo o trabajo publicado, siempre con un humor inteligente y filoso. También le gustaba la joda. En los asados, entre birras y risas y más risas, te iba enseñando sobre las aves, sobre las técnicas de campo; era muy bueno escucharlo y siempre aprendías algo nuevo.

Cuando Luis se planteaba algo enseguida se ponía a hacerlo. Allí por 2007 estaba una tarde en Punta Lara, Ensenada, charlando sobre el canto del Burrito Negruzco (Porzana spiloptera), aún desconocido en ese momento. Se empezó a elucubrar la idea de que cante de noche, y los amigos terminaron viajando 300 km a Punta Rasa, donde caminaron toda la noche por los pastizales, buscando develar la duda. A la mañana, Luis tuvo que volver, sin dormir, a su trabajo en el museo. No descubrió el canto del burrito esa noche, pero vivió la aventura con gran emoción.

El estupendo dibujo de Atajacaminos Ala Negra (Eleothreptus anomalus), que ilustra la tapa de esta revista, nace de una aventura similar. Charlando en un asado en San Pedro, Misiones, después de una larga jornada en el Parque Provincial Cruce Caballero en noviembre de 2012, Luis empezó a preguntar sobre el atajacaminos. El entusiasmo se trazó en su rostro y - aunque al otro día tenía que llegar a La Plata - poco a poco se tomó la decisión de irse a la Reserva Natural Rincón de Santa María, en Corrientes. Partieron a la medianoche y con el asado a medio comer, manejando los 330 km hasta la reserva, donde a última hora, ya de madrugada, llegan a la reserva y conocen al Atajacaminos Ala Negra.

Santa María termina siendo sede de uno de los proyectos más importantes de Luis en los últimos años. Los guardaparques habían iniciado un monito-reo anillando al Atajacaminos Ala Negra, pero entre 2014 y 2016 quedaron sin anillos ni posibilidades de conseguir más. Luis, a pesar de sus limitados recursos económicos, pero impulsado por su característico afán innovador en el estudio de las aves, abrazó este proyecto, costeando personalmente los gastos de nuevos anillos, reglas y pinzas. Su noble acción renovó el programa de anillado y resultó en la formación del Proyecto Atajacaminos. Su curiosidad, conocimiento, generosidad y sed de aprender, al igual que su respeto por cada ave, son los pilares fundamentales del proyecto.

En los primeros años, solamente se capturaban Atajacaminos Ala Negra y se tejían ideas para atrapar Añapero Boreal (Chordeiles minor). Luis entusiasmó al grupo para capturar a todos los caprimúlgidos de la reserva y compilar información para “aprovechar el tiempo” y aprender más. Su fervor por capturar Aña-pero Boreal en parte provino de la negación de un colega, que al escuchar la propuesta dijo, “Es imposible capturar ese bicho, ¿cómo lo vas a agarrar?” Su obsesión con los desafíos le llevó a afinar un método de captura con copo de pesca y demostrar que era posible sostener un gran número de capturas en diferentes temporadas. Al encontrar que año a año los aña-peros volvían de América del Norte con alta fidelidad a la reserva, Luis impulsó el uso de dispositivos GPS para estudiar sus migraciones. Esto hoy nos permite ubicar los puntos donde nidifican en Florida (EEUU), y estudiar la dieta de una misma población, tanto en su época reproductiva como no-reproductiva.

Con el mismo fervor, Luis abrazó el desafío de separar las hembras adultas de los jóvenes del Atajaca-minos Ala Negra. Investigó su muda y sus plumajes revisando pieles de museo y observando cientos de ejemplares capturados y fotografiados. Como resultado de ese trabajo, hoy podemos separar con facilidad a los jóvenes de las hembras, e incluso empezar a asignar edades por el plumaje, un paso fundamental para estudiar la demografía. En gran medida, las actividades ornitológicas que hoy se realizan en la Reserva Natural Rincón de Santa María - la captura con red de niebla, la taxidermia de aves atropelladas y el aprovechamiento al máximo de las capturas y los especímenes - son resultado de las enseñanzas, ideas y pasión de Luis.

En el campo Luis era incansable, caminando horas mientras improvisaba canciones ornitológicas, atravesando arroyos yungueños (a pesar de que nunca aprendió a nadar), o clavándose detrás de un telescopio para mirar cada uno de los cientos de Gaviotines de Punta Rasa o los miles de anátidos de las lagunas de las mesetas patagónicas (donde realizó varios registros muy interesantes). Transmitía a la vez total seriedad y genuina alegría, compartiendo sus ideas, conocimientos y pasión con los compañeros observadores de aves, voluntarios, guardaparques, investigadores y técnicos. Su entusiasmo, curiosidad y espontaneidad eran contagiosos. También se nutría, con mucha humildad, de las personas que lo rodeaban, tratando de captar lo que sabían los demás. Cada descubrimiento colectivo, cada nueva especie, cada rareza ornitológica era festejada a viva voz, con gritos, saltos y abrazos. También lo hemos visto llorar ante una población de juveniles de Macá Tobiano diezmada por una nevada temprana luego de pasar toda una temporada protegiéndolos. Todo el espectro emocional humano se manifestaba salvajemente en Luis. Ante una injusticia, ingratitud o acto vil se embarcaba en un mar de ira, sin medir consecuencias. Con Luis todo era pasión, nada de tibiezas, “pedal a fondo, a fondo blanco”. Con festejos y furias de igual intensidad, su transparencia lograba que se hiciera querer de una forma poco corriente.

artículos sobre temas desde la filogenia, paleontología, anatomía, nidos y sonidos de las aves hasta la dieta de los osos hormigueros, la distribución de los roedores, y los parásitos de anfibios, mamíferos y aves. Muchos de nosotros, cuando necesitábamos de alguien de fierro, de confianza, íbamos por Luis. La sección de Registros Novedosos de la revista Nuestras Aves fue una idea de Luis, y durante un tiempo él actuó de editor de esas notas. Pero claro, al estilo de Luis, él pedía que no se lo reconociera en eso. Decía, “yo te las reviso, pero no me pongas como editor.” A quienes lo conocimos no nos sorprende.

Las colaboraciones de Luis eran tan amplias que su nombre aparece en los agradecimientos de

Basándose en sus conocimientos, fueron re-cate-gorizadas varias especies de aves en la Lista Roja de

Argentina, y en el orden internacional Asthenes hudsoni y Eleothreptus anomalus. Dos especies fueron nombradas en su honor: una araña yungueña Plesiopelma pa-ganoi (Ferretti & Berneche 2013) y un nematodes del género Delicata, parásito de xenartros (Ríos et al. en prep.). Es seguro que en el futuro las numerosas observaciones, datos y presunciones que recogió, elaboró y compartió llevarán al descubrimiento de nuevos hábitos, localidades y taxones de aves, tanto como, de artrópodos y mamíferos. Sin embargo, gran parte de los aportes de Luis no han sido valorados en su justa medida. Especialmente en un sistema científico institucional creado por y para pocos, que excluye y menosprecia a personas como Luis por su condición esencialmente autodidacta y apartada del frenesí que otorgan las jerarquías y ‘cocardas’ académicas.

Excluido de cargos científicos, Luis logró todos sus conocimientos y técnicas de forma autodidacta, buscando aprender con y de otras personas, y creando una ornitología ‘alternativa’. En ese camino, encontró pares, y se plegó a ellos, conectó a otros como él, en un plano de igualdad generó nexos imposibles, se construyó a sí mismo y facilitó el crecimiento de otros. Soñaba con conocer a Zotta, Giai, Venturi o Holmberg. Hizo viajes especiales para poder indagar a grandes ornitólogos del interior, como Roberto Straneck, Sergio Salvador y Martín de la Peña. Con Salvador, quien le llevaba casi 30 años, desarrolló una inmediata amistad. A pocos minutos de conocerse hablaban como amigos de toda la vida, discutiendo sobre taxonomía de furnáridos y otras aves hasta el amanecer. Leía y recordaba mucho, y en distintos idiomas; sin haber ido nunca al hemisferio norte, conversaba con entusiasmo sobre las especies de allí, incluso nombrando y dibujando sus ‘preferidas’. Publicar no era parte de su cargo, ni le redituaba, pero publicaba prolíficamente y en diversas revistas para llenar vacíos de conocimiento y desmentir errores que encontraba en la bibliografía. Allá en el año 2015, durante la realización de la RAO en La Plata, ofuscado por varias ridiculeces del ‘establishment’ creó su propia sala de reuniones en la Plaza San Martín, bien regada con Quilmes, ¡y allí ocurrieron las discusiones más interesantes de todo el evento!

Aunque era uno de los ornitólogos más experimentados, conocedores, curiosos y creativos de la Argentina, Luis dependía de su trabajo como técnico del museo. Era su único sustento y muchas veces fue la ayuda a su madre. En ocasiones, sus ideas y conocimiento fueron desvalorizados por sus colegas o allegados, y luego profesados como propios. Esa injusticia hacía que Luis no se identificara con el sistema científico. La historia oficial suele borrar a personas como Luis, mientras el sistema científico nos incentiva a olvidarnos de ellos y adueñarnos de su trabajo e ideas. Hay que cambiar ese paradigma y comprometernos a desarrollar una ornitología más igualitaria.

el arteLuis tenía un talento natural gigante para las artes gráficas que perfeccionó en sus diferentes cursos de ilustración científica. Llegó a ser parte del equipo docente de los cursos del Laboratorio de Ilustración Científica del CEPAVE (UNLP-CONICET), dictados por María Cristina Estivariz “Popi”, maestra de un sinnúmero de ilustradores argentinos. La capacidad de observación de Luis, era motivo de permanente consulta por parte de los ilustradores. Se podría decir que Popi enseñaba las técnicas de ilustración y Luis el arte de la observación, lo que selló entre ellos una relación muy especial de mutua admiración y cariño. Cuando Luis llevaba a los alumnos al Zoológico de La Plata a dibujar animales en movimiento, la consigna era que miraran al animal por 3 minutos, que se dieran vuelta y comenzaran a dibujarlo. Decía que a los animales se los ve en el campo apenas unos minutos y con esa imagen grabada en el cerebro había que realizar el boceto.

Con los años, Luis se exigió más, llevando sus ilustraciones a otro nivel a medida que conocía mejor a las especies en el campo. Cuando le decíamos que cada vez eran mejores sus dibujos, respondía que él notaba eso: que mejoraban los dibujos a medida que podía tener contacto directo con la especie. Siempre generoso y desinteresado, Luis ilustró muchísimos trabajos científicos y de divulgación: desde las modificaciones alares en los doraditos o glándulas uro-pígeas de flamencos, hasta armadillos y nematodes. Su arte además embelleció a tesis doctorales; listados (checklists) de aves; tapas de revistas científicas como El Hornero, Cotinga y Edentata; tapas de guías; y hasta un libro de poesía. En 2015 la serie ProBiota de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo (UNLP) publicó un número especial sobre sus trabajos de ilustración (Ponte Gómez & López 2015), cuyo prólogo exalta: “En este artículo se documenta la prometedora faceta artística de Luis Gerardo Pagano, a quien ya podemos considerar un artista platense. Su habilidad para el dibujo se manifiesta en sus ilustraciones científicas y en las obras sin editar que realiza casi como un juego”.

Quienes tuvimos la oportunidad de ver su despliegue artístico en el momento mismo de su ejecución, quedábamos admirados. En el campo, de repente y sin avisar sacaba un lápiz y su minúsculo cuaderno, y comenzaba el croquis: un Águila Pescadora (Pan-dion haliaetus) construyendo una plataforma sobre el río Uruguay, un pichón de Lechucita Canela (Aegolius harrisii) a punto de volar del nido, o la silueta de un Macá Grande (Podiceps major). Todo iba acompañado de detalladas notas en las que describía los caracteres más relevantes. Muchas veces nos preguntaba detalles a medida que dibujaba, para incorporar perspectivas diferentes. Esos bocetos eran embriones de ilustraciones que más tarde perfeccionaría en tinta, estilógrafo, acuarelas o arte digital para acompañar eventualmente publicaciones propias o ajenas. Generaba el mismo arte, con calidad técnica, en cualquier objeto: con un punzón sobre un contador, con fibrón indeleble sobre un termo o tallando la madera en el mango de un cuchillo. Ocurre que en el campo de la ilustración Luis también descollaba como “rara avis” combinando métodos y estilos (como el boceteado en vivo) que con el advenimiento de la fotografía habían quedado casi en desuso décadas atrás. Ese cruce singular entre el hábil ilustrador y el eximio observador-explorador dejó grabado en sus magníficas libretas de campo, un tipo de arte “vivencial” casi extinto en la actualidad, el cual se retrotrae al naturalismo del siglo XIX.

Con una cámara sencilla, sacaba muy buenas fotos de las aves, preocupándose de captar movimientos y plumajes para avanzar en el conocimiento y mejorar sus dibujos. En las fotos, Luis veía cosas que muy poca gente puede ver: se sentaba con paciencia para mostrarte la evidencia de que, por ejemplo, dos fotos tomadas en diferentes momentos, eran de un mismo individuo. Rosendo Fraga destaca que Luis fue uno de los mejores conferencistas de las reuniones de los miércoles en Aves Argentinas/AOP: con sus fotos siempre hacía notar cosas nuevas o poco conocidas.

la despedidaLuis nos dejó de repente el 20 de marzo de 2020. En nuestra vida y en la ornitología argentina queda un bulto en la garganta, un agujero que parece imposible abarcar, incluso imposible mirar. Luis no está, y siempre está presente con nosotros, en las salidas pelágicas y en la puna jujeña, en el vuelo de una Anthus, el húmero del Eleothreptus y los remiges del Elanoides; en el potente olor de los Chordeiles, el chillido de las ranas y el calor de las noches correntonas, en los festejos y las broncas, en las charlas entre mates, en los fogones en el campo y sin faltar en los asados. Quedamos imaginando, frente a tal o cual situación, ¿qué haría o diría Lui, no? ¿Cómo olvidarlo?, ¡Si era único!

Y eso que gran parte de lo que era Luis, sus cues-tionamientos y enfrentamientos al statu quo, tuvimos que dejar afuera de esta nota. ¿Cómo explicar la esencia de Luis sin recordar las tapas del PodoRock, las carátulas de manuscritos sobre el robo de datos, las furias en grupos virtuales, los serios planes para trompear a colegas, y miles de otras tácticas de protesta contra la mediocridad y el abuso de poder en la ornitología? Esas anécdotas que completan a Luis, nos las tenemos que quedar para quienes tuvimos el privilegio de conocerlo. Ojalá nos sirvan para actuar de manera más coherente con propios valores. Seguramente Luis diría las cosas más de frente. Sin duda, si leyera estas palabras, tendría alguna salida contradictoria, que nos haría replantear todo. Con su forma de ser nos sorprendió, enseñó y marcó para siempre. Tal vez solo a través de esa compleja trama de emociones tiernas y salvajes que era Luis podía regalarnos, lo que quizás sea su mejor legado: una forma muy especial, única, irrepetible, de observar, percibir, sentir y compartir la naturaleza. Gracias, amigo.

el número especial el hornero en honor a luis paganoEste número de El Hornero (Vol. 36, Núm. 2) realiza en homenaje a Luis Pagano. Luis tenía muchísimo respeto por El Hornero: admiraba su historia, defendía su relevancia hoy, y veía su potencial a futuro. La idea de homenajearlo con un número especial surge de sus colegas y amigos, sus compañeros de andanzas y quienes lo admiramos. Entre las personas que más trabajaron para que se materialice, se encuentran amigos de Luis y varios miembros del Grupo FALCO, que con todas sus contradicciones emocionales era uno de los espacios donde Luis más se sintió identificado durante muchos años.

El número especial cuenta con una diversidad de trabajos que abarcan varios recorridos de Luis por la Argentina, escrito por sus amigos y colegas. Hay tres artículos de su autoría, que estaban en desarrollo cuando falleció, con aportes al conocimiento de la distribución e historia natural del Carpinterito Ocráceo (Picumnus nebulosus) y el Alilicucú Orejudo (Megascops sanctaecatarinae), y la situación reproductiva del Flamenco Austral (Phoenicopterus chilensis). También, no podían faltar trabajos de otros temas que Luis tocó de cerca, e incluimos aquí un artículo sobre el comportamiento del Macá Tobiano (Podiceps gallardo!), especie con la cual trabajó en Santa Cruz. Es muy grato poder presentar el primer registro del Querequeté (Chordeiles gundlachií) para Argentina, ya que trabajando con Añapero Boreal (Chordeiles minor) en Corrientes, Luis se preguntaba muchas veces donde invernaría gundlachii, y si algunos registros publicados de minor no podrían corresponder a esa especie. Presentamos aportes de colegas de los museos de La Plata y Bernardino Rivadavia, donde Luis pasó tantas horas estudiando especímenes, sobre la Monterita Cabeza Negra (Microspingus melanoleucus), Becasina de Bañado (Gallinago paraguaiae), y las aves del Delta. En los últimos dos años Luis se dedicaba a una nueva lista de las aves de la Argentina (Monteleone & Pagano en prep.), un trabajo que se discute en uno de los artículos del presente número. A Luis le encantaba encontrar pequeños detalles escondidos en la bibliografía antigua que le permitían elaborar hipótesis o ideas; aquí el lector va a encontrar ese mismo estilo en los trabajos de su autoría y en la nota sobre la distribución de la Charata (Ortalis canicollis). Finalmente, el trabajo de la comunidad de aves de pacales del Amazonas peruano es uno de los tantos trabajos científicos en donde Luis colaboró como artista. Así, este número refleja algunas de las huellas que Luis dejó en la ornitología argentina, no solo en cuanto al conocimiento, sino también en cuanto a la pasión, las enseñanzas y la amistad.

Trabajos publicados por luis pagano

Udrizar Sauthier DE, Abba AM, Pagano LG y Pardiñas UFJ (2005) Ingreso de micromamíferos brasílicos en la provincia de Buenos Aires, Argentina. Mastozoología Neotropical 12:91-95

Carrera JD, Fernández FJ, Kacoliris FP, Pagano L y Ber-kunsky I (2008) Field notes on the breeding biology and diet of Ferruginous Pygmy-Owl (Glaucidium brasilianum) in the dry chaco of Argentina. Ornitología Neotropical 19:315-319

Bodrati A, Roesler I, Areta JI, Pagano LG, Jordán EA y Juhant M (2008) Tres especies del género Tityra en Argentina. Hornero 23:45-49 Pagano LG (2009) Ave Fragata (Fregata magnificens) en el interior de la provincia de Buenos Aires, Argentina. Nuestras Aves 54:6-7

Pagano LG y Mérida E (2009) Aves del Parque Costero del Sur. Pp. 200-244 en: Athor J (ed.) Parque Costero del Sur. Naturaleza, conservación y patrimonio cultural. Fundación de Historia Natural Félix de Azara, Buenos Aires

Areta JI, Noriega JI, Pagano LG y Roesler I (2011) Unra-velling the ecological radiation of the capuchinos: systematics of Dark-throated Seedeater Sporophi-la ruficollis and description of a new dark-collared form. Bulletin of the British Ornithologists’ Club 131:4-23

Juárez MC, Marateo G, Grilli PG, Pagano L, Rumi M y Silvacroome M (2011) Observaciones sobre la nidifi-cación del Guacamayo Verde (Ara militaris: Psitta-ciformes: Psittacidae) en Argentina. Acta Zoológica Lilloana 55:272-277

Pagano LG y Bodrati A (2011) El Tueré Enmascarado (Tityra semifasciata) coloniza Misiones, Argentina. Nuestras Aves 56:33-34

Pagano LG, Ornstein U y Monteleone D (2011) Dot-win-ged Crake Porzana spiloptera: a shadow in the pampas salty grasslands. NeotropicalBirding 8:40-43

Juárez M, Marateo G, Grilli P, Pagano L, Rumi M y Silva Croome M (2012) La vuelta de un gigante: el Guacamayo Verde en Argentina. Aves Argentinas: Revista de Naturaleza y Conservación 34:16-20

Juárez MC, Marateo G, Grilli PG, Pagano L, Rumi M y Silva Croome M (2012) Estado del conocimiento y nuevos aportes sobre la historia natural del Guacamayo Verde (Ara militaris) en Argentina. Hornero 27:5-16

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