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Archivos argentinos de pediatría

Print version ISSN 0325-0075On-line version ISSN 1668-3501

Arch. argent. pediatr. vol.102 no.2 Buenos Aires Mar./Apr. 2004

 

EDITORIAL

La nutrición infantil: una deuda del país con el Norte Argentino

La Argentina parece ser un ejemplo extremo en la estadística de pobres sobre la población total del país.
Si bien la infancia es una sola, nuestra sociedad presenta una multiplicidad de infancias donde se observa cierta vulnerabilidad, según el lugar que habitan, el género y la clase social.
La última encuesta nacional de nutrición en la Argentina es de 1996 y afirma que la desnutrición afectaba al 13% de los niños. En el 2001, entre el 11 y el 17% de la población infantil presentó algún grado de desnutrición y las regiones más castigadas fueron el noroeste y el nordeste del país. Como consecuencia del último coletazo de la crisis de ese año, la desnutrición infantil superó el 20 por ciento. Hoy, uno de cada cinco niños en la Argentina padece desnutrición y en el Gran Buenos Aires, el 60% de los niños no tienen garantizada su alimentación, aunque no todos estén desnutridos
Según datos no oficiales que surgieron de una reunión de representantes de las áreas de Nutrición de los gobiernos de Jujuy, Salta, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, Formosa, Chaco, Misiones, Corrientes y Santa Fe, el problema se agravó aún más en los últimos tiempos y el promedio de desnutrición infantil llegó al 25% en las estadísticas hospitalarias provinciales.
Los chicos "marasmo" son una realidad. Los vimos en los casos detectados en Tucumán. También lo son, y cada vez más, los que presentan kwashiorkor -la desnutrición por hipoproteinemia y alimentación rica en hidratos y almidones- ambos producidos por los niveles de pobreza del país. El deterioro no sólo es físico, sino que también se traduce en el retraso del desarrollo intelectual.
Las provincias del NOA (Salta, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero) y del NEA (Misiones, Formosa, Chaco) presentan una mayor incidencia de niños y adolescentes pobres, con altas tasas de mortalidad, que casi duplican a las correspondientes al promedio del país.
La desnutrición sufrida durante ciertos períodos vulnerables de la vida, sobre todo al comienzo del desarrollo del niño, produce cambios irreversibles en el cerebro, acompañados probablemente de retardo mental y trastornos en las funciones cerebrales.
La pediatría fue visionaria en este sentido. Desde hace muchos años ha llamado la atención a través de investigaciones de altísimo nivel sobre las lesiones que se producen en las células cerebrales cuando la desnutrición ataca a los lactantes, sobre todo en el primer semestre de vida. Pionero de este tipo de trabajos ha sido el destacado pediatra mexicano Joaquín Craviotto.
Los escolares de familias de bajos ingresos están a menudo mal alimentados y presentan signos de mala nutrición, con índices antropométricos comprometidos.
En muchas escuelas de zonas marginales y en algunas de barrios de clase media, se ha incorporado un plato de comida a la hora del almuerzo, con la finalidad de asegurarle al estudiante, por lo menos, una comida por día. La "copa de leche", que en muchos lugares forma parte de la rutina de las escuelas, no llega a cubrir el déficit nutricional escolar.
Otro dato de la realidad sucedió en la ciudad de Salta. En el verano, tiempo en el que se cierran las escuelas, se continuó con la entrega de la ración diaria de leche y pan, por medio de la Cooperadora Asistencial.
A todos nos duele y, además, nos produce una infinidad de sentimientos encontrados y angustias, ver niños en estados de desnutrición avanzados, pero hay otro mal mucho más grave que la sociedad no puede dejar que siga produciéndose: el daño cerebral.
Este daño compromete fuertemente el futuro de nuestras generaciones de jóvenes.
Los niños sin posibilidad de llevar adelante hoy una adecuada alimentación, no podrán aprovechar las oportunidades que la vida les ofrezca. Los coeficientes intelectuales, que cada vez son más requeridos para los tiempos competitivos del presente y futuro, no serán suficientes.
Sin entrar en detalles socioeconómicos, hoy existen las clases altas o "ricos", la clase media "empobrecida" y los pobres, que cada día engrosan más las estadísticas de necesidades básicas insatisfechas.
En el futuro, con el desalentador panorama que están padeciendo países como la Argentina ¿los niños, las niñas y los adolescentes alcanzarán el nivel intelectual que merecen? En el norte argentino y en todo nuestro país ¿cumplimos con la Convención Internacional de los Derechos del Niño que es ley y está en la Constitución Nacional? De no ser así nuestros niños estarían fuera de la Constitución.
Frente a un gran desafío y una decisión que tomar: ¿queremos darle igualdad de oportunidades a nuestros niños y jóvenes?... La respuesta parece ser una sola. El camino para alcanzar ese objetivo debe construirse entre todos y cada uno de los sectores de la sociedad y de la política.

Dr. Roberto Nazr

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