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Archivos argentinos de pediatría

Print version ISSN 0325-0075

Arch. argent. pediatr. vol.108 no.5 Buenos Aires Sept./Oct. 2010

 

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Higiene de manos: una mirada diferente

Hand hygiene: a different look

En el año 1846, Ignaz Philipp (Ignác Fülöp) Semmelweis observó que las puérperas cuyos partos eran realizados por estudiantes y médicos de la Primera Clínica del Hospital General de Viena tenían mayor mortalidad que aquellas cuyos bebés nacían con parteras en la Segunda Clínica. La causa radicaría en que los médicos venían de la sala de autopsia y sus manos persistían con olor, a pesar de lavárselas con agua y jabón. Tal hecho, lo llevó a postular que partículas cadavéricas que permanecían en las manos, no obstante el lavado con agua y jabón, eran transmitidas a través de ellas. Por lo que instó a que estudiantes y médicos se lavasen las manos antes de tocar a cada paciente. Con solo esta medida, la mortalidad materna cayó espectacularmente y permaneció baja por varios años.
Esta fue la primera evidencia indicativa de que la higiene de manos, con un agente antiséptico antes del contacto con un paciente, disminuye la transmisión de enfermedades infecciosas asociada a los cuidadores de la salud.
En una revisión sistemática reciente,1 entre los 96 estudios analizados, el porcentaje global de cumplimiento fue de sólo el 40%, (intervalo del 4% al 100%). Resultó menor en las Unidades de Cuidados Intensivos y menor entre los médicos cuando se compararon con las enfermeras (cumplimiento mayor al 50%= 41% entre personal de enfermería contra 20% en los médicos).
En los hospitales, cada Unidad cuenta con una norma escrita acerca del cuidado de los pacientes con relación a la prevención de infecciones. Sin embargo, el cumplimiento es muy bajo, aun cuando los trabajadores de la salud conocemos el notable riesgo que deriva del no cumplimiento de esas guías.
Desde niños, en nuestras casas nos enseñaron a lavarnos las manos, porque si no lo hacíamos podíamos enfermar. Más tarde, la escuela se encargó de recordarnos esta práctica, y todos, médicos, personal de enfermería y otros profesionales, en algún momento de nuestra formación, tuvimos que aprender acerca de asepsia, antisepsia y medidas sobre control de infecciones. La pregunta entonces es: ¿qué mecanismo nos impide llevar a cabo esta acción en forma consistente y permanente en el tiempo?
La conducta de las personas es el resultado de la suma de la conciencia y del inconsciente. En la conciencia y preconciencia se halla la información, donde están los conocimientos. Asumimos que no falla la información, falla la interpretación que efectuamos de esa información, desde la subjetividad, desde el narcisismo de la persona o por otros motivos. Yo, como persona, no puedo ser un agente patógeno, un transmisor de enfermedades, no debo aceptar que puedo generar un daño, no soy consciente de mi capacidad destructiva, y menos aún con mis manos, primer instrumento de sociabilización, las que empleo para cuidar y curar y establecer contacto con los pacientes. Quizás, aquí se explique en parte, por qué el cumplimiento es menor en los médicos que en enfermeros y aún menor en los médicos de mayor rango. Podríamos formular que cierto grado de omnipotencia nos impide pensar que nuestras manos puedan causar daño.
Es probable que hasta que no revisemos internamente el porqué de nuestro accionar, no
alcanzaremos la meta propuesta de reducir drásticamente las infecciones nosocomiales, tal como proponen todos los programas de mejoría de atención del paciente. De esta forma, podremos disminuir las terribles tasas de mortalidad y morbilidad debidas a las infecciones intrahospitalarias, un flagelo al que aún no se le encuentra solución.
Tengamos presente, como metáfora, esa frase usualmente empleada: "la responsabilidad está en sus manos".

Dra. Silvia Fernández Jonusas
Servicio de Neonatología, Hospital Italiano de Buenos Aires

BIBLIOGRAFÍA

1. Erasmus V, Daha TJ, Brug H, Richardus JH, et al. Systematic Review of Studies on Compliance with Hand Hygiene Guidelines in Hospital. Care Infect Control Hosp Epidemiol 2010;31:283-94.         [ Links ]

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