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Archivos argentinos de pediatría

Print version ISSN 0325-0075

Arch. argent. pediatr. vol.109 no.5 Buenos Aires Sept./Oct. 2011

http://dx.doi.org/10.5546/aap.2011.388 

COMENTARIOS

Lactancia materna y prevención del síndrome de muerte súbita del lactante

Breast feeding and sudden infant death syndrome prevention

 

Hauck y col.,1 realizaron un metanálisis con la hipótesis que la lactancia materna ejercería un efecto protector contra el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL) y que este efecto sería mayor con lactancia materna exclusiva y con mayor duración de la lactancia. Ambos aspectos han sido relacionados anteriormente con otros efectos beneficiosos, pues se conoce que los mismos son dosis dependiente como se ha demostrado en el neurodesarrollo de niños prematuros que recibieron leche materna durante su internación en la terapia neonatal.2
El estudio de Hauck publicado recientemente, mostró una reducción del riesgo de SMSL, con un OR de 0,40 para algún tipo de lactancia materna en el análisis univariado y 0,36 en el análisis multivariado. Con lactancia materna exclusiva, el efecto protector fue aun más pronunciado (OR= 0,27 en el análisis univariado). Luego de mencionar estos resultados, los autores enfocan dos temas de controversia sobre las recomendaciones más actuales para la prevención del SMSL: el uso del chupete y la cohabitación sin colecho. Dicen que, para algunos defensores de la lactancia materna, ambas recomendaciones son contradictorias con la promoción de la misma.
Tal vez ha llegado el momento de la conciliación obligatoria entre las campañas de prevención del SMSL y de promoción de la lactancia materna. Un gran paso fue dado por la investigación de Jenik y col.,3 donde se incluyeron 1021 binomios madre-hijo. Las mujeres que tenían propósito de amamantar y que a los 15 días tenían una lactancia satisfactoria exclusiva, con un recién nacido que había recuperado su peso de nacimiento, fueron incluidas en el estudio. A los tres meses no se observaron diferencias en la duración de la lactancia al margen de la asignación aleatoria mediante la cual las madres ofrecían o no chupete a sus hijos.
Naturalmente este fue un grupo selecto de madres, con todo a favor para una lactancia exitosa. Pero es este aspecto precisamente el que señala que el chupete no es el culpable del fracaso de la lactancia materna sino el reflejo de sus dificultades. En la práctica diaria se observa en madres que no tienen una lactancia óptima, la angustia que les genera la demanda permanente del niño, su escaso progreso de peso, su irritabilidad, a veces el rechazo del pecho materno, la ictericia prolongada o la eventual internación. No es de extrañar que estos niños usen chupete. Sus padres buscan en este recurso una forma de contención, para el niño y para ellos.
Es indudable que todo este proceso domina los primeros días del puerperio, y claramente no es éste el momento de pensar en el uso del chupete sino de realizar todos los esfuerzos para lograr la mejor lactancia posible. El profesional de la salud que acompaña a las familias durante estos días, tiene que conocer los factores modificables (mucho, poco o nada) que afectan la lactancia materna. No se puede modificar una genética desfavorable, una malformación, una cirugía mamaria. Es poco lo que se puede hacer ante con un bajo nivel socioeconómico, pareja inestable, enfermedad grave, depresión, desnutrición, ayuno, alcohol, tabaco, drogas.
Pero se puede y se debe hacer mucho para modificar aspectos como las interferencias al nacer, los horarios rígidos, la técnica inadecuada de amamantamiento, la separación del niño en el sistema de Nursery, la administración de complementos por biberón, la falta de información, la alimentación irregular de la madre, el exceso de visitas, las opiniones desfavorables, el agotamiento materno.
Y todo esto ocurre en los primeros días de vida del niño. Esa es la etapa más vulnerable de la lactancia materna. A los 15 días o al mes, ya se tiene que haber logrado la mejor lactancia para cada binomio, según sus posibilidades y toda la ayuda que hayan recibido. Una vez definida cuál es la alimentación que satisface a la madre y al niño, es el momento de indicar el chupete para dormir, como una forma más de prevenir el SMSL.
Coincidentemente, en los primeros días posteriores al nacimiento, la familia está aún en la maternidad, y entre los objetivos de la internación conjunta se destacan fundamentalmente la promoción de la lactancia materna y la educación para la salud. Dentro de este concepto se encuentra la difusión de las recomendaciones para la prevención del SMSL. Las sugerencias de 2005 de la Academia Estadounidense de Pediatría4 recomiendan la cohabitación durante los primeros 6 meses, pero colocando al niño en una cuna junto a su madre.
Es habitual observar que los recién nacidos no se quedan en la cuna. En los primeros días, la lactancia materna tiene un sentido que va más allá de la alimentación. El niño encuentra por sobre todas las cosas un vínculo protector a través del reconocimiento de su madre. Además recibe calostro, de alto valor inmunológico, y estimula el comienzo de la lactancia por reflejos neurohormonales. Recién cuando se instale la lactancia comenzará el ciclo digestivo: comer y luego dormir mientras digiere su alimento. Esto ocurre gradualmente y es alrededor de los 15 días de vida cuando la lactancia ha madurado plenamente y los padres pueden lograr con más facilidad que su niño duerma solo en su cuna.
El colecho es a veces una manera de sobrellevar estos primeros días con más serenidad, lactancia frecuente y a demanda. Hay factores de riesgo que contraindican incluso este colecho transitorio: cansancio extremo, consumo de drogas, tabaco o alcohol, medicación sedante, colecho entre dos adultos o con otros niños, en superficies blandas, con huecos donde puede caer el niño.
En ausencia de estos factores de riesgo no se puede afirmar que el colecho sea absolutamente seguro. A lo sumo se pueden dar pautas para evitar accidentes. En las maternidades, la presencia de un adulto responsable, atento al cuidado de la madre y el niño mientras duermen juntos, es una de estas medidas. La contención permanente del recién nacido en los primeros días de vida, requiere en primer término, aceptación sin prejuicios, luego colaboración del grupo familiar y como se mencionó antes, medidas de precaución.
En síntesis, hay una primera etapa que ocupa gran parte del primer mes de vida, donde todos los esfuerzos tienen que estar dirigidos a lograr la mejor lactancia posible para cada binomio con las medidas de apoyo y asesoramiento necesarias. Cuando la evolución de la lactancia es satisfactoria y la madre cuenta con la colaboración de su grupo familiar, el uso del chupete podría postergarse. En esta etapa, el colecho es una realidad que debe ser hablada para que sea lo más seguro posible y advertir a la familia sus riesgos.
Cuando la lactancia es dificultosa, se verá cómo solucionar los problemas, o atenuarlos, hasta encontrar la forma de alimentación más apropiada para ese binomio. Acá tampoco el uso del chupete es una solución. Puede ser sí, una forma más de contención ante las dificultades.
Una vez que se estableció la lactancia y se encontró cuál es la alimentación apropiada, con un niño tranquilo, que progresa de peso, es el momento de ofrecer el chupete para proteger su sueño y tratar de que duerma en su cuna, junto a la madre, para evitar riesgos.
La promoción de la lactancia materna y la educación para prevenir el síndrome de muerte súbita del lactante deben marchar juntas. Los profesionales de la salud no debieran estar enfrentados por estos temas. Si comprenden los tiempos biológicos van a poder aunar esfuerzos y lograr ambos objetivos.

Dra. Norma Rossato

Servicio de Neonatología
Sanatorio Trinidad Buenos Aires

doi:10.5546/aap.2011.388

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