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Archivos argentinos de pediatría

versión impresa ISSN 0325-0075

Arch. argent. pediatr. vol.110 no.1 Buenos Aires ene./feb. 2012

http://dx.doi.org/10.5546/aap.2012.4 

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El otro precio de las becas y subvenciones

The other price of grants

 

http://dx.doi.org/10.5546/aap.2012.4

 

Recientemente, se ha generado entre colegas un debate sobre el acceso a congresos. Ello se ha dado tanto a partir de la distribución, por parte de los laboratorios medicinales, de becas para el Congreso del Centenario, como del amable reclamo a la Sociedad Argentina de Pediatría para que otorgue, a todo asociado con su cuota al día, pases libres para sus propios congresos. Dado lo interesante del tema, me atrevo a compartir algunas reflexiones.
Al recibir becas o subvenciones para congresos tengo la misma sensación de incomodidad que vivo al subirme a un colectivo y leer "este boleto está subsidiado por el Estado Nacional". Lo mismo me ocurre al recibir las facturas de luz y gas, aunque las naturalezas del subsidio y la beca a un congreso sean diferentes. Aclaro que he aceptado becas y que si tuviera un Agente de Propaganda Médica conocido, posiblemente seguiría aceptando alguna. Sin embargo, no dejo de hacerme preguntas, ni de sentir emociones que me llevan a cuestionarme si deseo que me subsidien, si quiero que me bequen. El motivo de estas preguntas es que desconozco el precio final que eso tiene para mí y para la sociedad.
La posesión de cualquier cosa implica derechos y obligaciones. ¿A qué me obliga el obtener una beca que obviamente no pagué ni merecí, al menos por un medio explícito, claro y transparente? No dejo de preguntarme si quiero recibir el fruto del esfuerzo ajeno, si en realidad deseo dejar de pagar por algo que otra persona, aun con intereses profesionales parecidos a los míos, puede estar dispuesta a pagar. Entiendo que el uso que hace alguien de su dinero y de su tiempo es un fiel reflejo de sus valores. La preocupación por la capacitación profesional muestra algo muy positivo; se evidencia en la disposición a invertir nuestro tiempo en ella. Pero... ¿y el dinero? ¿Tenemos la misma disposición para invertirlo en similar medida? Si acepto que otros inviertan dinero por mí, existe una respuesta implícita: no estoy dispuesta a dar mi dinero en la misma medida que mi tiempo. Al menos no para congresos formativos. Y esta salvedad es interesante, porque se puede contemplar a los congresos con, al menos, igual peso social que académico; desde este punto de vista, algunos aceptan gustosos las becas en tanto invitaciones a un evento social y formativo a la vez.
La idea de que una entidad organizadora como la SAP lograra subvencionar a sus asociados para la asistencia a sus congresos, resulta realmente ingenua considerando el moderado monto de nuestras cuotas. Otra posibilidad sería que los patrocinadores le pagaran a la organización, de modo que, para los asistentes, la asistencia fuera gratuita. Ahorraría, es cierto, algunos problemas, pero el tema de fondo seguiría siendo el mismo: ¿es lógico que de un conjunto de trabajadores profesionales, universitarios y con posgrados, un buen número no pueda (y otro no quiera) pagar para asistir a un congreso profesional formativo?
Mi anhelo es recibir lo que merezco por mi labor como médica y pagar (sin dudar) de mi propio bolsillo la asistencia a un congreso. ¿Estaré muy desubicada en este mundo por pensar y sentir así? No lo sé. Sí sé que soy un ser humano adulto, responsable, libre, autónomo, capaz de bastarme a mí misma –quizás, en forma desigual– en lo material, psicológico y espiritual. Entonces, me pregunto si estos regalos son dignos, si no habrá algo en mí que se deteriore paulatinamente al recibirlos, si no habrá algo que vaya cambiando en mi naturaleza al tolerarlos. Estas dudas ya son parte del precio a pagar. Otros costos potenciales incluyen reparos morales y científicos: ¿me sentiré obligada a corresponder al patrocinador, recetando sus medicamentos? ¿Me veré impedida de recetarlos, justamente por haberme patrocinado? Incluso creyendo que un medicamento del laboratorio en cuestión sea el mejor disponible, ¿podré convencer a mi propio juicio y conciencia de que mi decisión de recetarlo no esté sesgada?
Aspiro a diario a que el apotegma de "...en un mundo mejor" no sea solo una frase, sino una meta a la que intento aproximarme con mis pequeñas decisiones de todos los días. Además, en mi opinión, la transformación del mundo empieza con la del propio mundo: el interno. Esa transformación supone varios precios a pagar: a veces, se trata de hacer cosas diferentes para obtener resultados diferentes. En mi caso, otras veces cedo: no interpuse un amparo legal para intentar que no se subsidiara mi cuenta de luz, por ejemplo, pero no puedo dejar de preguntarme si aceptar que me otorguen una "beca" (pudiendo pagar lo que corresponde), contribuye a un mundo mejor. Asimismo, tampoco puedo dejar de preguntarme si, al no pagar lo que me corresponde, estoy contribuyendo, en realidad, a un mundo peor.

Dra. Paula Pradines

Centro de Salud y Atención Primaria "La Cunita II" Municipalidad de Ezeiza
pradines.paula@gmail.com

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