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Archivos argentinos de pediatría

versión impresa ISSN 0325-0075

Arch. argent. pediatr. vol.112 no.5 Buenos Aires oct. 2014

http://dx.doi.org/10.5546/aap.2014.394 

EDITORIAL

http://dx.doi.org/10.5546/aap.2014.394

La educación médica actual, sus desviaciones y debilidades

 

La medicina requiere de un aprendizaje continuo que comienza en la formación universitaria y luego persiste por siempre en el ejercicio de la profesión. Esta característica es un concepto generalizado, por lo tanto más que debatir acerca de su duración, es necesario reflexionar profundamente de qué forma la educación médica de hoy cumple con las metas o principios de la medicina y en cuánto satisface las necesidades de la comunidad.

El aprendizaje de la medicina es complejo, no porque sea más difícil que otras disciplinas, sino porque su centro es el ser humano y no hay nada en el mundo más complejo que los seres humanos. Por lo tanto, su enseñanza requiere de un delicado equilibrio en los contenidos que se brindan tanto a los alumnos en la universidad como en las programas de postgrado.

A mi juicio, la ruptura de ese equilibrio, más notorio desde la década de 1950, es una de las causas principales de las debilidades que hoy en día vemos en los sistemas educativos que indudablemente influyen perjudicialmente en la atención de la salud.

¿A qué me refiero cuando menciono la palabra equilibrio? En primer lugar, todas las cosas que emprendemos en la vida deben mantener un equilibrio, considerando como tal aquella actitud que incluye entre otras virtudes, templanza, humildad, ecuanimidad y sensatez, en los actos y juicios que realizamos.

La educación médica de hoy, en general, dista mucho de ser adecuada debido a varias causas que han contribuido a desviaciones o errores, que afectaron los programas educativos al no incluir, apartar o minusvalorar aspectos esenciales de la medicina relacionados con las ciencias humanas.

Consideremos primero el proceso de la enseñanza de pregrado. La estructura tradicional del estudio en las Escuelas de Medicina muestra una marcada división entre un ciclo básico y otro clínico, con una duración mayor del primero, que en la mayoría de las veces no están integrados entre sí. Esto ha sido perjudicial para la formación del futuro médico ya que el erróneo enfoque prioriza el estudio como si la medicina fuera solo una ciencia biológica; nada más alejado de la verdad.

Asimismo, más allá de su focalización en la biología, presenta varios sesgos que alteran manifiestamente ese equilibrio al cual me referí. Uno de los más comunes, entre varios otros, es suponer que la medicina molecular solucionará todas o la gran mayoría de las enfermedades genéticas, aunque actualmente solo hay muy escasos ejemplos de que sea así. Aun cuando en un futuro esto se pudiera lograr, la transmisión de conocimientos en este campo no debe ser sesgada y fragmentada, sino que la enseñanza debe encauzarse dentro de la mesura que permita en forma neutral señalar a los alumnos los alcances actuales y las posibilidades a largo plazo.

Este ejemplo, muestra la forma dominante en la enseñanza de grado al mal suponer que el médico podrá ejercer aplicando solo las ciencias biológicas, algo totalmente erróneo que no coincide con la realidad de lo que es el ejercicio de la profesión médica.

Es por lo tanto indispensable que desde el comienzo de los estudios, el ciclo básico se integre con los aspectos esenciales de la práctica clínica, que incluye múltiples disciplinas, ya que la principal finalidad de la formación médica universitaria es introducir a los alumnos en la práctica de la profesión. Para ello, los objetivos deben inevitablemente orientarse hacia todas las cualidades que un médico debe poseer para ejercer plenamente en una conjunción entre las ciencias biológicas y humanas.

Las Escuelas de Medicina deben tener lo más claro posible qué clase de médico es el que las sociedades necesitan y para ello el enfoque de la carrera indefectiblemente deberá contener una visión muy amplia de las características sociales de las poblaciones y de las personas que las constituyen. El cuidado de la salud requiere conocer bien las necesidades de la gente y solo así se podrá cumplir con el imperativo ético de contribuir a lograr el mayor bienestar posible de cada sociedad. Esto no es factible que lo alcance la medicina por sí sola; por lo tanto, es imprescindible que armonice con diversas disciplinas, especialmente con las ciencias sociales, el arte, la literatura, etc., como también asesore a los gobiernos, que son los encargados de mejorar las condiciones de vida de la población. Asimismo, desde los inicios es necesario ir cultivando en el futuro médico la actitud crítica con la humildad de aceptar la incertidumbre, buscar los posibles errores y aprender de ellos.

Todos los aspectos señalados contribuirán a desarrollar en los estudiantes una especial forma de pensar, algo que debe ser estimulado ya que posteriormente eso será indispensable en lograr un adecuado juicio clínico y otras aptitudes insustituibles para conocer la esencia de la medicina. Para ello, no es necesario apabullarlos con clases teóricas sino despertar en ellos, mediante diversas estrategias, las reflexiones necesarias que les permitan acercarse fuertemente a las disciplinas mencionadas para llegar a ser un buen médico.

Es lamentable que las condiciones señaladas no se cumplan en la mayoría de las Escuelas de Medicina de nuestro país. La Dra. Elena Cisariuk presentó en el 2do Encuentro Nacional de Humanismo en Medicina, en mayo de este año, una exhaustiva revisión de cuál era el lugar que ocupaban las ciencias humanas en los programas de medicina. De las 32 Facultades de Medicina que hay en la Argentina, menos de la mitad abordaban ese tema, varias tenían muy pocas horas y solamente una de las 32 tenía un ciclo de humanismo a lo largo de todos los años de la carrera, incluyendo el internado rotatorio.

En la educación médica de posgrado el panorama no es nada mejor. La mayoría de los programas no están enfocados para encauzar una práctica guiada por los principios que he señalado. Ante la ausencia del deseo y capacidad de reflexión sobre el proceso del pensamiento que lleve a examinar críticamente las propias acciones, se crea un vacio que no es abordado por la educación médica.

En la medida que los médicos supongan que la práctica clínica depende exclusivamente de los conocimientos biológicos y se encandilen por la apabullante tecnología, van a ir perdiendo o no adquiriendo las habilidades que llevan a efectuar un correcto juicio clínico, lo cual afectará su forma de pensar y sus actitudes ante el paciente. Es notorio el incremento de médicos que no son capaces de diagnosticar con exactitud la enfermedad a través del examen físico. Desde hace unas décadas, los estudios por imágenes y análisis de laboratorio sofisticados, son los que suelen prevalecer en la consulta como primer, y en ocasiones único paso.

El escuchar al paciente con empatía y realizar un adecuado examen físico, parecen estar "fuera de moda".

Estas actitudes, en gran medida responden a las condiciones impuestas por el mercado pero también al déficit señalado en la educación médica de grado. Esto motivó que en varios países, incluyendo el nuestro, algunas Escuelas de Medicina estén modificando la estructura curricular, reduciendo el ciclo básico y dando un mayor lugar a programas destinados a revivir la antigua práctica perdida del examen clínico y el aprendizaje al lado de la cama del paciente.

Estos aspectos serán de enorme valor en la formación del médico en los años de residencia y posteriores, ya que si lo incorporan sólidamente como estudiantes es más probable que persistan por siempre.

La educación de posgrado debería asentar y promover que esto es lo principal y la tecnología lo complementario, no al revés; de esa forma los médicos podremos mejorar la precisión diagnóstica, beneficiar al paciente y disminuir los costos, algo esencial para que la medicina sea sustentable y más equitativa.

Uno de los riesgos de la tecnología es que da acceso a una copiosa información que suele ser irrelevante y mucho mayor que la necesaria para ser un buen médico. Un especial riesgo es que lleguemos -tal vez hemos llegado- a que aquellos médicos que sólo tengan copiosa y reciente información supongan que también saben mucho, cuando es justo lo contrario.

Es imprescindible que el médico, desde el inicio, desarrolle un espíritu crítico que le permita ser escéptico con la nueva información que recibe y con los conceptos que se presentan como una verdad irrefutable. Para llegar al conocimiento es necesario aceptar la incertidumbre y asimismo, tener en cuenta que en medicina la certeza es "un certificado de ignorancia", tal como señaló Alberto Agrest en sus memorables reflexiones.

La educación médica es tanto intelectual como moral ya que debe preparar al médico para convivir con la paradoja y la contradicción creando hábitos de saludable escepticismo.

Los pacientes esperan de nosotros que tengamos conocimientos sólidos y experiencia, condiciones imprescindibles del médico, pero también que sepamos escucharlos y estemos junto a ellos reconfortándolos. Estas actitudes por sí solas les transmitirán que nuestro mayor interés es ayudarlos.

Jose M. Ceriani Cernadas

Editor

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