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Archivos argentinos de pediatría

versión impresa ISSN 0325-0075versión On-line ISSN 1668-3501

Arch. argent. pediatr. vol.114 no.6 Buenos Aires dic. 2016

http://dx.doi.org/10.5546/aap.2016.502 

COMENTARIOS

http://dx.doi.org/10.5546/aap.2016.502

Ser médico, ser humano

 

El humanismo como movimiento renacentista que promueve el retorno de la cultura grecolatina como medio de restaurar valores humanos, no parece ser la definición que tenemos en mente cuando se habla de los valores humanos que debemos tener los médicos.

Cuando se nos reclama que seamos más humanos, ¿qué se nos está pidiendo? Veamos la definición del diccionario de la Biblioteca Esencial de la Lengua: "humano. adj. De la humanidad o el ser humano y sus características. | | Caritativo, solidario, bondadoso. || Persona hombre."

También, como muchas otras cosas de la vida, podríamos definirlo por lo antagónico, lo opuesto. El antónimo de humano es cruel.

Se decidió, entonces, realizar una encuesta entre nosotros los médicos, para conocer qué creemos sobre qué es ser "humano". También se formuló esta pregunta a los alumnos de 5to y 6to año de la carrera de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba. Intentamos saber cuál era el adjetivo con el que se asociaba el concepto Humano.

Entre los alumnos, surgió la palabra Ético. Los médicos, a diferencia de ellos, encontraron importante la valoración de la palabra Solidario, que significa "interesarse por el otro". Tal vez, esto sea porque, en el desarrollo de la práctica médica, han tenido vivencias de este valor como útil y tangible, aplicable a la acción cotidiana.

Se investigaron otras variables en los dos grupos por igual:

  • Si habían tenido alguna actividad docente (módulo, taller, clase magistral, etc.) sobre humanismo.
  • En los que SÍ las habían tenido, si las habían considerado útiles para su desarrollo profesional (actual o futuro).
  • En los que NO las habían tenido, si creían que les hubiera servido tenerla o si era suficiente con los principios éticos y humanos que traían de sus familias.

Solo la mitad de los alumnos y los médicos habían tenido alguna actividad docente relacionada con las humanidades. Esto nos muestra que, desde la currícula y la actitud docente, estos contenidos no son considerados importantes. El 100% de los alumnos había tenido Farmacología, Microbiología o Anatomía Patológica, materias "en serio", con carga horaria y recursos suficientes para desarrollar los objetivos propuestos. Las humanidades son, a veces, una actividad, simplemente un recreo entre materias "útiles de verdad".

Pero, cuando se preguntó si creían que hubiera sido útil, el resultado mostró que el total de los médicos había respondido de manera afirmativa. Esto lleva a pensar que, en el ejercicio cotidiano y con personas reales, los médicos habían necesitado mayor formación humana y que no les habían resultado suficientes las herramientas que desde el seno de su familia traían, no por escasas, sino porque ahora debían desempeñarse en un rol diferente y dificultoso, en el que había tantos matices como personas a las que les tocaba atender.

Las habilidades de comunicación, por ejemplo, son imprescindibles para el desarrollo de la empatía y el vínculo que se debe entablar con los pacientes para lograr un pleno e integral entendimiento de su situación de salud-enfermedad y sus circunstancias.

Pero sería parcial si solo viéramos el integrante "médico" de la díada médico-otra persona (paciente). Entonces, en otra parte de la misma encuesta, se decidió interrogar también a los pacientes sobre cuáles eran las virtudes que, según su parecer, debía tener su médico.

Se les solicitó que ordenaran de mayor a menor lo siguiente, según la importancia que los pacientes le otorgaban:

A. Saber escuchar.
B. Ser afectuoso.
C. Conocimientos científicos.
D. Más tiempo en la consulta.

El primer lugar lo ocupó Saber escuchar. Es una acción fundamental del diálogo y del intercambio de ideas. La capacidad técnica-científica fue relegada a un segundo lugar. Parece que lo que buscan los pacientes son humanos, seres con quienes compartir la vivencia de la salud-enfermedad, que tengan saberes médicos. Buscan corazones inteligentes y capaces.

La medicina nos plantea dos polos de un mismo mundo: la ciencia o el "cientificismo" (frío, abstracto, racional) y el humanismo (visceral, pasional, afectivo). Del equilibrio entre las dos posturas saldrá el hacer medicina humana. Pero estas situaciones nos exceden, ya que hacen a cualquier actividad profesional. Los abogados, los arquitectos también pueden oscilar entre estas posturas. Por eso, lo fundamental sería que los hombres todos, cualquiera sea nuestra profesión u oficio, fuéramos más humanos.

Para lograrlo, habría que cultivar áreas de las ciencias humanas, como las siguientes:

  • La palabra (la lengua), como un experimento de comunicación de dos seres integrales (cuerpo y alma).
  • La historia, en el sentido de dar contexto a la realidad y vivencias de ese "otro".
  • Las artes, como una forma de sublimar el alma y los valores del hombre.

Como dice el profesor mejicano Ruy Pérez Tamayo, "un médico culto es mejor médico, no porque sea médico, sino porque es mejor ser humano".

Si bien existen normas, decálogos, escritos varios sobre la "ética médica", estos se corresponden más bien a la medicina, a la ciencia médica y no al médico como individuo. Este profesional debe guiarse por la "ética del médico", que no debe diferir de la ética del hombre en general. No hay médicos deshumanizados; hay personas deshumanizadas.

Debemos recordar que el núcleo central de la medicina es la relación médico-paciente, relación humana como tantas otras, como la amistad o la relación padre-hijo, con la diferencia de que el objetivo es buscar la salud, a veces, o la calma, siempre. Y, como relación humana, necesita el condimento indispensable del afecto. Hay que sumar amor a nuestro quehacer médico; el sentimiento acerca, supera barreras, ilumina, ayuda a entender la diversidad de los individuos y sus historias.

En el ejercicio cotidiano de la medicina y las competencias clínicas, puede que necesitemos más de saber escuchar y hablar. Muchas veces, será necesario poner el corazón en la partida y no solo el cerebro. Debemos despertar el interés cósmico para tener varias luces que iluminen un todo. Debemos ejercer el saber médico y el de otros en tareas interdisciplinarias y transdisciplinarias trabajando unidos, aportando cada uno lo suyo. Debemos aprender a tener una visión holística de la vida, de las personas y de sus realidades, tan variadas como únicas e importantes. Y, finalmente, debemos atesorar algo de alma de payaso para que el llanto y la sonrisa convivan en armonía, para tener una esperanza y la alegría a flor de piel, aun en los rincones más dolorosos del alma.n

Dr. Héctor Pedicino

Médico pediatra y neonatólogo. Subjefe del Servicio de Pediatría y Neonatología, Hospital Italiano de Córdoba.
Docente universitario de la cátedra Pediatría, Facultad de Ciencias Médicas, Universidad Nacional de Córdoba. Docente universitario de la cátedra Medicina Antropológica, Facultad de Ciencias, Universidad Nacional de Córdoba.

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