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Cuadernos de historia de España

Print version ISSN 0325-1195On-line version ISSN 1850-2717

Cuad. hist. Esp. vol.78 no.1 Buenos Aires Jan./Dec. 2003

 

Simbología del poder en un linaje castellano: los descendientes de Pedro I excluidos de la línea sucesoria

María Estela González de Fauve1 ; Isabel J. Las Heras2  y Patricia de Forteza1

1Universidad de Buenos Aires

2Fundación para la Historia de España

RESUMEN

En la España bajomedieval y moderna, la nobleza busca revestirse de símbolos que otorguen a los miembros de sus familias cohesión e identificación interna y externa. La simbología no es un aspecto secundario del poder nobiliario sino uno de sus elementos constitutivos, que permite la afirmación y la manifestación del orgullo del linaje y, a la vez, proporciona legitimidad a ese poder a los ojos de la sociedad de la época.

En el caso de los descendientes de Pedro I de Castilla apartados de la línea sucesoria, el universo simbólico por medio del cual reconstruyeron y reafirmaron su prestigio estuvo basado en las características de sus armas, el uso destacado del apellido, la reiteración de ciertos nombres, las inscripciones colocadas en edificios civiles y eclesiásticos, la labor de mecenazgo y la construcción de centros funerarios destinados a enterramientos familiares.

Todos estos elementos son los propios de la manifestación del poder de toda la nobleza bajomedieval castellana, a la vez que acentúan aspectos específicos inherentes a la realidad dentro de la cual maniobró esta rama de los Castilla para buscar recuperar su posición en la sociedad de la época.

PALABRAS CLAVE: Simbología - Poder - Linajes nobiliarios - Castillas - Pedro I.

ABSTRACT

During the late Middle Ages and the modern times in Spain, the nobility looked for symbolic means of investing the members of their families with internal and external forms of cohesion and identification. Symbolism was not a secondary aspect of the power of the nobility but one of its intrinsic elements since it was used to give legitimacy to their power as well as to affirm and express the pride of a lineage.

In the case of the descendants of Pedro I of Castile separated from the line of succession, the symbolic universe through which the prestige of the lineage was recreated and reaffirmed, was based on the characteristics of its weapons, the importance given to the use of the last name, the reiteration of certain key names, the inscriptions placed in public and ecclesiastical buildings, the activities of patronage, and the construction of funerary centers for the burial of the family.

These elements are common manifestations of the nobility's power throughout the late Middle Ages in Castile. In the particular case object of our study they underline specific aspects of the reality in which this branch of Castilian nobility operated in its attempt to recover its position in the society of those times.

KEY WORDS: Symbolism - Power - Noble lineages - Castillas - Pedro I.

Introducción

   Durante la Baja Edad Media los grupos nobiliarios hicieron cristalizar sus relaciones de parentesco en linajes como estructuras de poder y buscaron el afianzamiento y proyección de los mismos como manifestación de su destacada posición dentro de la sociedad. La difusión de la conciencia interna de su pertenencia a estructuras familiares, que eran la base sobre la que se asentaba su poder y les proporcionaba la fuerza necesaria para mantenerlo y transmitirlo, hizo así proliferar las historias genealógicas que remontaban hasta los ancestros más lejanos, casi míticos, para ofrecer una línea completa de prestigio, de sucesión y relaciones de parentesco, poderoso instrumento político, social y económico de la nobleza bajomedieval.

   Esto los llevó también a buscar revestirse de una serie de símbolos que se constituyeran en señas de identidad que dieran una mayor cohesión al linaje y lo definieran claramente como tal ante los demás. Esos símbolos, permanentes a lo largo de los siglos, al mismo tiempo expresaron y legitimaron el poder de los miembros de un linaje ante el conjunto de la sociedad de su tiempo.

   Tal como señala Palencia Herrejón, "sin el complemento simbólico no es posible considerar sólido el poder de un individuo o de un grupo sobre el conjunto de una sociedad concreta [...]".(1) El simbolismo se constituía de este modo, según este autor, en "un procedimiento político de la mayor efectividad en el Medievo, hasta tal punto que la solidez del poder de la nobleza resultaría incomprensible sin su expresión simbólica. Así, pues, no se puede concebir la simbología como un simple ornamento del poder nobiliario en el Medievo; hay que considerarlo, sin duda, como uno de sus elementos constitutivos".(2)

   Creemos preciso aclarar que, al referirnos al simbolismo en este trabajo, no pretendemos entrar en el conjunto de problemas que alrededor de él se han planteado, tales como la diferencia entre símbolo, signo, señal, etc. Aquí manejaremos esa denominación simplemente de un modo operativo, para marcar la diferencia entre los diversos niveles de significado que se pueden dar a los aspectos que analizaremos. Consideramos que, desde ese punto de vista, el término simbolismo nos permite diferenciar un nivel de percepción que va más allá de un simple signo o señal. Todos éstos tienen la aptitud de conducir al conocimiento de otra cosa más allá de sí mismos, pero a veces lo hacen con un sentido claro y unívoco, informando de un modo convencional o racional, mientras que otras lo hacen promoviendo la comunicación a través de una potencia evocadora que llega a través de canales más complejos y totalizadores, fundamentalmente afectivos, que se plasman en las mentalidades de una época o de un grupo social. El símbolo tendría así, además de su propia realidad y del significado que le es acordado por consenso,(3) un sentido aún más profundo que es percibido por el hombre sin necesidad de un razonamiento consciente, que no se encuentra manifestado tanto en la materialidad del símbolo sino en su potencia evocadora. De este modo el hombre "comprende" el significado del símbolo porque en su profundidad vital percibe ciertas cualidades del objeto significante y le da su sentido. Ese sentido puede tener diversos niveles, hasta llegar incluso a la dimensión religiosa, que es considerada como la más profunda de esas percepciones. En este aspecto, nuestro trabajo se limitará a un nivel de análisis menos profundo, puesto que él apunta sólo a mostrar la carga de poder social que se expresa en el simbolismo de las realidades aquí estudiadas, en la mayoría de las cuales es difícil diferenciar su calidad de signo de su potencia simbólica, por lo cual muchas veces utilizaremos uno u otro término indistintamente.

   En los últimos tiempos han sido muy estudiados los objetos, gestos, ritos, etc. que simbolizaban el poder real y el nobiliario a fines de la Edad Media castellana.(4) Encuadraremos así nuestro estudio en esa misma óptica, deteniéndonos en aquellos aspectos simbólicos que aparecen en uno de esos linajes bajomedievales: el de los descendientes del rey Pedro I de Castilla excluidos de la Corona.

* * *

   Tres son las ramas principales de este linaje:(5)

a) la que desciende de la unión del rey con Teresa de Ayala (1353-1424), que sólo incluye a María de Ayala (1367-1424), priora al igual que su madre del convento de Santo Domingo el Real de Toledo;

b) la que proviene de la unión de Pedro I con doña Isabel, ama que crió al príncipe Alfonso. De ella nacen dos infantes: Sancho nacido en 1362/3,(6) que muere preso en Toro sin descendencia y Diego, probablemente nacido dos años después de su hermano,(7) que pasa largos años en cautiverio hasta ser liberado en 1434, tal como lo indican la Crónica de don Juan II y las Ilustraciones de la Casa de Niebla.(8) De este último infante descienden varios hijos: Pedro, llamado el Viejo, casado con Beatriz de Fonseca y Ulloa; María, unida en matrimonio con Gómez Carrilllo; Diego; Juan; Isabel y Catalina, priora de Santo Domingo el Real de Toledo antes de 1448, posiblemente en 1446, tal como sostiene J. L. Barrios Sotos.(9) Del mayor de estos hijos nace otro Pedro, conocido como el Mozo, y

c) la que deriva de la unión del rey con Da. Juana de Castro. Según algunos historiadores, de este vínculo nació en 1355 un niño llamado Juan,(10) preso en Soria durante casi toda su vida. Pero en realidad es tema de discusión si este Juan fue realmente hijo de esta dama.(11) Para este trabajo nos interesan sobre todo los descendientes de su unión con Elvira de Falces, hija del alcaide de la fortaleza de Soria, ya que son algunos de ellos los que intentaron privilegiar su parentesco con el rey y a través de este vínculo legitimar su linaje. Los que inician el camino de recuperación del poder de esta familia son dos de los hijos de Juan: Pedro (1393?-1461), obispo de Osma y de Palencia y personaje destacado a lo largo del reinado de Juan II, y doña Constanza, priora del monasterio de Santo Domingo el Real de Madrid, de mucho valimiento en la corte de Catalina de Lancaster, y que fallece en 1478.(12) El obispo Pedro tuvo amores con dos mujeres: de Isabel Drochellin nacieron Luis, Isabel, Aldonza y Alonso llamado el Santo. De Mari Fernández Bernal proceden otros cuatro vástagos: Constanza, Catalina, Pedro y Sancho, quien llegó a ser ayo del príncipe Juan. En ambas ramas encontraremos personajes de actuación destacada en la corte, en la guerra y en la iglesia.

1. Onomástica

   Como señalamos en la introducción, las grandes casas nobiliarias castellanas de los siglos bajomedievales hicieron redactar genealogías familiares que remontaban su origen a antepasados míticos.(13)

   En el caso del linaje que nos ocupa, no es éste su principal interés, al menos no durante ese período. Será recién alguno de los cronistas posteriores -en este caso particular Pedro Gerónimo de Aponte- quien, refiriéndose a los descendientes de Juan, hijo de Pedro I, entronca el linaje con el propio Pelayo.(14) Lo que los Castilla objeto de nuestro estudio buscan es, por sobre todas las cosas, reivindicar su descendencia del rey Pedro I. Uno de ellos, el poeta Francisco de Castilla, lo pone así de manifiesto en una estrofa de su obra Práctica de las virtudes de los reyes de España:

[...] De sus hijos presos en Soria y Curiel

desciende el linaje que es hoy en Castilla
.(15)

   Uno de los elementos que refuerza este intento de vinculación con el rey Pedro es el uso que hacen de la onomástica. Obviamente, el apellido es uno de los elementos clave en la búsqueda de cohesión e identificación, tanto interna como externa, del linaje. Pero además, los miembros de la nobleza solían denominar a sus hijos, legítimos o bastardos, con ciertos nombres que gozaban de la aceptación familiar. Quintanilla Raso, al hablar de la evolución de los complejos sistemas onomásticos, destaca la frecuencia con que dos o tres nombres familiares se repiten alternativamente con fines propagandísticos.(16) "La utilización de un único nombre para denominar al titular del linaje determinó la aparición de apelativos como el viejo o el mozo para distinguir a los miembros de diferentes generaciones, siendo también frecuente nombrar al primogénito del linaje como su abuelo paterno o como otro antepasado admirado. En definitiva, en la denominación del primogénito del linaje se funden dos elementos característicos de la mentalidad nobiliaria: la de adscribir e identificar al individuo con su linaje y la necesidad de dotarlo de un signo que lo distinga de los demás".(17)

   Es obvio así que el nombre de Pedro es el que encontramos más asiduamente entre las ramas de los Castilla excluidos de la corona, que buscan incesantemente marcar su descendencia de este rey. Esto es así a partir de sus nietos, tanto los que descienden de su unión con Isabel como de aquélla con Juana de Castro.(18) Un nieto de la primera, llamado Pedro, más adelante conocido como El Viejo (2a mitad del siglo XV), tendrá un hijo del mismo nombre -en este caso con el aditamento de El Mozo-, nombre que se repetirá de allí en adelante en algunos de sus descendientes. También se llamará así el único nieto varón del rey fruto de su supuesta unión con Juana de Castro: el futuro obispo de Palencia. El nombre Pedro se repetirá en las generaciones siguientes de esta rama de la familia. Tal el caso de un hijo y de un nieto nacidos de la unión del obispo de Palencia con Mari Fernández Bernal, y de otro nieto de este mismo prelado e Isabel Drochellin.

   Los otros nombres masculinos que se repiten en estas ramas son los de los hijos del rey Pedro: Sancho, Diego y Juan, utilizados indistintamente por ambas familias, quizás en un intento de marcar la relación entre las dos ramas del linaje. De ellos los más usados son los dos primeros. Encontramos así dos biznietos del rey Pedro I de nombre Sancho: uno hijo de Pedro el Viejo y Beatriz de Fonseca; otro -llamado el Ayo- del obispo Pedro y Mari Fernández Bernal. Este último a su vez tiene un hijo del mismo nombre, apelado el Mozo o el Mancebo. Diego se llama el nieto del rey, hijo de Diego y de Doña Isabel de Salazar. También un bisnieto del rey, hijo de Alonso el Santo y Juana de Zúñiga, lleva este nombre.

   En relación con el nombre Juan -con excepción de un hijo de Diego- sólo llevan ese nombre un nieto del rey -hijo de Diego- y dos bisnietos del infante Juan, pertenecientes a las ramas que descienden de las dos uniones del obispo Pedro. Llama la atención que este obispo no haya llamado así a ninguno de sus hijos, ya que fue quien, junto con su hermana Constanza, tanto reivindicó a su padre Juan como hijo del rey Pedro.(19)

   El nombre Alonso se repite recién a partir de la generación de los bisnietos de Pedro I, marcando así la importancia que tuvo uno de ellos -Alonso el Santo- como ascendiente de quienes buscarán reivindicar el entronque con la persona del rey.

   En cuanto a las mujeres, constatamos la reiteración de dos nombres: el de Constanza y el de Catalina. Constanza se llama la nieta de Pedro I, figura femenina clave en la recuperación del linaje desde el priorato que ejerció durante largos años (desde 1416hasta 1465) en el monasterio de Santo Domingo el Real de Madrid. Catalina es otra de las nietas de Pedro, integrante de la rama que desciende de Diego y, como vimos anteriormente, será priora del monasterio de Santo Domingo el Real de Toledo.

   Podemos suponer que ambos nombres fueron puestos en referencia a Catalina de Lancaster y a su madre Constanza, hija del rey Pedro. Sabemos de la protección que la reina brindó a los miembros de las ramas excluidas del trono y la importancia que esa protección tuvo en la supervivencia y posterior afirmación de los mismos. No extraña, por lo tanto, encontrar estos nombres entre aquellos que buscaron continuamente hacer manifiesto su parentesco con los Castilla que habían regresado al trono a través del matrimonio del futuro Enrique III con Catalina.

   En lo referente al apellido, obviamente las ramas excluidas del trono necesitaban reivindicar el de Castilla, apellido que, según Gregorio de Andrés, Diego -hijo de Pedro e Isabel- recuperará a partir de 1434, año clave para los descendientes varones del rey D. Pedro ya que en dicho año "[...] el Consejo Real de Juan II sugirió al monarca la conveniencia de que se libraran de sus prisiones a los descendientes ilegítimos de D. Pedro, pues no constituían ya una amenaza. Para entonces tan sólo quedaba con vida un bastardo, Diego, que había pasado más de 50 años en prisión. Desde ese momento obtuvo su libertad y el favor real, recuperando su noble apellido de Castilla".(20)

   Sin esperar este momento, ya la reina Catalina de Lancaster reconocía su parentesco con los otros descendientes del rey Pedro, cuyos nietos fueron criados desde su infancia en el convento de Santo Domingo, donde residía María -hija de Pedro I y Teresa de Ayala- quien será priora de ese monasterio, al igual que su madre.(21)

   Los lazos entre Teresa de Ayala, su hija María y Constanza de Castilla con la reina Catalina de Lancaster iban más allá de un simple parentesco entre tía y sobrina (Teresa y la reina) o entre primas (la reina y Constanza).(22) Surtz sostiene que el sentido de clan como un todo prevaleció por sobre el sentido de unidad nuclear familiar y que se creó por tanto, "a sense of sisterhood among the women. King Pedro's offspring and his mistresses bonded together to protect their children, especially the males of the family".(23)

   No debemos tampoco olvidar las estrechas relaciones que mantuvo un miembro de la otra rama del linaje, doña Catalina de Castilla, priora de Santo Domingo el Real de Toledo, con Juan II, de cuya protección gozó, y con Enrique IV y los Reyes Católicos, quienes la llaman "tía", a quien brindan ayuda económica y con quien mantienen fluida correspondencia.(24) Según vemos en documentos de esta época, esta priora emplea primeramente el calificativo de nieta del Rey D. Pedro y más tarde el de Castilla, a veces.(25)

   Pero es Constanza, otra nieta de Pedro I, quien aparece como personaje clave en el nucleamiento de las ramas de este linaje. Con Constanza encontramos, además, las primeras explicitaciones públicas del orgullo de estos Castilla por pertenecer a una estirpe regia, reivindicándose siempre como descendientes legítimos de Pedro I. Ese orgullo y reivindicación del linaje aparece tanto en sus escritos como en las inscripciones que hace poner en el ámbito de su convento; en ambos casos no duda en presentarse como nieta del rey y resaltar su pertenencia al linaje que busca prestigiar.

   En su Devocionario pide en general por todas las almas del purgatorio y en especial por las de su propia familia: [...] Principalmente las de mi padre & madre: edel señor Rey don pedro: E de la señora Reyna doña catalina y del rey do [...] E de mi señora doña maria [...].(26)

   Como acabamos de señalar, también en las inscripciones que hizo colocar en las dependencias que había hecho construir en el monasterio del que era priora, al nombrarse a sí misma marcó siempre sus raíces familiares. Así, por ejemplo, en el refectorio del convento madrileño se señalaba que había sido hecho por la señora doña Constanza, nieta del rey don Pedro y hija del infante don Juan; en su iglesia se indicaba que la había hecho construir: A loor de nuestro Señor Dios, Soror Constanza, nieta del muy alto y muy esclarecido príncipe el rey don Pedro, hija del muy excelente y precioso señor don Juan y de la Señora doña Elvira, hija de Beltrán de Heril, del reino de Aragón, y en la capilla mayor de la misma se anunciaba que la había terminado soror doña Constanza, nieta del rey don Pedro y priora indigna deste Monasterio para sepultar al mismo Rey.(27)

   Como señala Angela Muñoz Fernández, "Constanza, cuya necesidad de afianzar su identidad la llevó a reivindicar sus orígenes familiares, rehabilitando una imagen maltrecha por una poderosa campaña política de desprestigio, movilizada durante y después de la guerra civil que destronó a su abuelo, mantuvo estrechos lazos con sus familiares allegados. Les facilitó tanto a ellos como a sus descendientes líneas de vinculación con el monasterio de Santo Domingo, cripta de sus reales ancestros".(28)

   Santo Domingo el Real de Madrid se convirtió así en el lugar de residencia de buena parte de los miembros femeninos del linaje, como puede verse, por ejemplo, en el permiso que recibe de las autoridades dominicas para que [...] podades distribuir y dar cámaras, ansí las por vos edificadas como las que agora de presente edificades dentro de la Orden, a vuestras sobrinas y a vuestras criadas, ansí en vuestra vida como al tiempo de vuestro pasamiento de esta presente.(29) Como sabemos, varias de sus parientas vivieron en el cenobio, entre ellas Isabel de Castilla, su sobrina.

   Sin embargo Constanza no buscó convertir ese monasterio sólo en centro de referencia de los miembros de su familia, sino también en centro funerario de la misma, aspecto al que nos referiremos más adelante.

   Posteriormente, varios de sus parientes intentarán, como ella, mantener la presencia pública del linaje a través del uso del apellido Castilla y resaltar su descendencia del rey Pedro. Tal es el caso de uno de los hijos del obispo Pedro, Sancho, quien no sólo será un poderoso señor en Castilla sino que incluso llegará a ser ayo del heredero de los Reyes Católicos, el infante Juan. El concejo de Valdecañas al pedirlo a Enrique IV como señor, le llama de vuestra sangre real (RAH, M-96, f. 291 v) y en la confirmación que Isabel hace de ese señorío lo llama mi pariente (Id., f. 289). Otro ejemplo interesante es el que nos ofrece Alonso, obispo de Calahorra, rebiznieto del rey D. Pedro quien, por testamento, asigna una suma de dinero para que se reciba en el monasterio madrileño a una monja que sea de mi linaje de Castilla descendientes de los hijos de mi Padre D. Alonso, con la condición de que la tal monja se llame siempre de Castilla (Testamento, f. 289 v.).

2. Armas (30)

   Este intento que las familias nobles realizan por revestirse de símbolos que confirieran mayor cohesión e identificación interna y externa a sus integrantes se manifestó no sólo en el uso del apellido sino también de armas, otro de los símbolos generadores de un sentido de identidad del linaje.(31) Incluso, en opinión de Menéndez Pidal de Navascués, "las armas constituyen, desde el primer momento, un signo de identidad del linaje mucho más firme y determinante que el apellido".(32)

   Tal como señala Sánchez Saus, "[...] el uso público y manifiesto de un apellido y unas armas parece relacionarse de forma clara con la integración de un linaje en una élite, con la asunción de formas y valores propios de los altos estamentos de la sociedad. Ello no significa que hasta ese momento [mediados del XII-XIII] tales emblemas no hayan existido -sobre todo el apellido- pero como Pastoureau nos señala en el caso florentino, una cosa es que las armas existan en forma privada, como signo interno de reconocimiento y validación, de uso casi administrativo -no olvidemos la vinculación de la heráldica con la sigilografía- y otra su exhibición, su ostentación pública, sólo reservada a aquellas familias y personajes instalados entre los mejores".(33)

   "El más directo y significativo de los elementos identificadores del linaje es el emblema heráldico [...] En la segunda mitad del siglo XIII esta primitiva divisa -señal externa de distinción en la guerra- había evolucionado hasta dar lugar a las armerías, sistemas formados por un conjunto de emblemas. Desde mediados del siglo XIV el empleo de estos elementos simbólicos se extendió notablemente, experimentando durante el siglo XV una gran profusión. [...] A fines de la Edad Media las armas de los linajes solían admitir cambios de renombre, adquisición de señoríos, participación en un hecho bélico [...]".(34)

   La multiplicación y las dimensiones que adquirieron los signos heráldicos a fines de la Edad Media constituyen otro de los aspectos fundamentales de la imagen del noble tanto en la vida como en la muerte. La autora recientemente mencionada señala que "El escudo de armas, al ser susceptible a todo tipo de modificaciones, se convierte en un marco de expresión a todo cambio importante de consideración y fortuna del linaje, interpretándose como tal el matrimonio con un miembro de la alta nobleza, el cambio en el uso del apellido, la recepción de una herencia, la adquisición de un importante señorío o la participación en un hecho bélico o político significativo. De una u otra forma, las circunstancias más relevantes en la historia del linaje aparecen reflejadas en los blasones".(35)

   Es bien conocido el cuartelado característico de la armería de los reyes de Castilla. En opinión de Menéndez Pidal de Navascués, en las decoraciones del alcázar de Sevilla realizadas durante el reinado de Pedro I se advierten, además, por primera vez, los escudos de la banda alternando con los del cuartelado real de Castilla y León.(36)

   En la sepultura de doña Juana de Castro, en la Capilla de las Reliquias de la catedral compostelana, en el frente del sepulcro figuran alternados los escudos cuartelados de León y Castilla con otros que ostentan los trece roeles de los Castro.(37)

   Con respecto a las armerías presentes en los enterramientos de los hijos de Pedro I, Porres Martín-Cleto señala que de la lauda sepulcral de María (hija de Teresa de Ayala) no se ha conservado el texto, pero tiene "el escudo de los Castilla (castillo de oro y león de gules) en los ángulos, separados por una banda entre dos cabezas de león".(38) En cuanto a la primera sepultura de Juan, sólo sabemos que estuvo en la iglesia colegial de San Pedro de Soria, pero no se ha documentado la existencia de armas en ella. El mismo autor indica también que la inscripción sepulcral de Diego, que se encuentra en Santo Domingo el Real de Toledo "está incompleta, pero conserva en los ángulos de la losa el escudo con un castillo y dos leones afrontados usados también por su linaje".(39) En otro pasaje de la obra referida al monasterio toledano señala asimismo la existencia de una puerta del coro pintada con el escudo de estos dos infantes, pero indica que fue realizada hacia 1457.(40) Esta pintura, así como aquella otra encontrada en las puertas primitivas que comunican la nave del evangelio con el claustro -y que ostentan los escudos de tres cuarteles en triángulo, castillo en el centro y leones afrontados a ambos lados- pudieron haberse realizado mientras fue priora del monasterio doña Catalina de Castilla, nieta de Pedro I.

   Estas armas de los Castilla reaparecen en el sepulcro de Constanza, nieta del rey, que actualmente se conserva en el Museo Arqueológico de Madrid.(41) En dicho mausoleo aparecen, a los costados, las armas de estos Castilla: "una banda engolada acompañada de un castillo y un león, un escudo de los llamados «de candado» sostenido por dos ángeles".(42) También fueron utilizadas en su sello por Pedro -hermano de Constanza- cuando fue obispo de Palencia,(43) por su hijo Sancho de Castilla que las hizo poner en el palacio de Tordesillas, en Palencia, y en las capillas de las iglesias de San Lázaro y San Francisco, fundaciones de esta rama de la familia,(44) así como por otros descendientes.

   En el caso particular de Sancho el Ayo, serán colocadas en la clave principal del altar mayor de la catedral de Palencia y en la cristalería del crucero, junto con las de otros miembros de su familia, como consecuencia de una importante donación que este personaje hiciera para la terminación de las obras de este edificio. Prueba del poder alcanzado por don Sancho en Palencia es que, aun cuando el cabildo catedralicio quería que las armas se colocasen en la capilla primera después del crucero y no en la clave principal,(45) triunfó la voluntad de Sancho quien impuso su colocación en el lugar de mayor importancia. En el contrato de la cristalería se establece que doce ventanas del crucero tengan imágenes de finos colores y [...] en cada ventana o en alguna dellas haya las armas del Sr. Obispo Dn. Pedro de buena memoria, Obispo que fue dela dicha Iglesia e del Señor Dn. Sancho de Castilla e del Sr. D. Juan de Castilla obispo de Salamanca su hijo y de la Señora Dña Aldonza de Castilla hermana del dicho Señor Dn. Sancho, que son todas unas [...].(46) Pero no será ésta la única manifestación visible de las armas de don Sancho de Castilla. También las encontramos en una serie de objetos religiosos donados por él o por su mujer, Da. Beatriz Enríquez, a la capilla de San Lázaro.(47)

   Un sobrino del Ayo, don Alonso, obispo de Calahorra, dispone también que se coloquen las armas familiares en la capilla que manda construir en Santo Domingo el Real de Madrid. El centro de la capilla estaría ocupado por su estatua funeraria, de rodillas, con ropa pontifical, mitra y báculo. Y en la espalda, sobre la capa pluvial, el escudo de armas de su linaje: un castillo y un león.(48)

   Es interesante destacar la relevancia otorgada a las armas por estos dos personajes -Sancho el Ayo y su sobrino el obispo de Calahorra- ya que además, en el primer caso, al constituir mayorazgo para su hijo Diego, don Sancho establece como condición que el suzesor en todos dhos vienes e maiorazgo despues de los dias y fin del dho don Diego de Castilla mi hixo mayor non pueda dexar mis Harmas e Apellido.(49) Por su parte, don Alonso de Castilla ordena en su testamento que nadie pueda ser enterrado en su capilla funeraria, ni poner tumba ni piedra ni los armarios en la pared de la capilla para sepultura.(50) A su hermano, don Pedro de Castilla, también le preocupa que sus descendientes continúen utilizando las armas de los Castilla. En el codicilo de su testamento, de fecha 21 de febrero de 1533, estipula: Otrosi dijo el dho. Señor D. Pedro de Castilla que mandaba e mandó que el dho. Señor D. Alonso de Castilla su hijo traia siempre en un escudo las armas de Castilla y de Zuñiga de que no se puedan en ningun tiempo quitar las unas de las otras, sino que por el mesmo caso aya perdido el maiorazgo de su madre y lo mesmo se entienda a los que despues del subcedieren en el dho. maio.(51)

   A su vez, un sobrino de este último, el deán de Toledo don Diego de Castilla, señala en el escrito en el que dispone su última voluntad, redactado en 1584: Tomo a dezir que con la capilla de mi padre que está en el monasterio de Santa Clara de Valladolid, yo dexo cumplida y doctada la capellenia que mi padre mandó que lo doctase allí, [...] y más le di un paño grande de terciopelo carmesí con una cruz grande de tela de oro con quatro escudos de armas de mi padre para cubrir la tumba de la sepultura, [...].(52)

   También usarán armas los descendientes del otro hijo varón de Pedro I: el infante don Diego. Su hijo Pedro, casado con Beatriz Rodríguez de Fonseca y Ulloa, funda capilla en la iglesia de San Lorenzo en Toro y sobre el arco ubicado encima de los dos sepulcros, "dos ángeles sostienen un escudo partido de las armas de don Pedro y las cinco estrellas de los Fonseca".(53) En la catedral de Sigüenza, en la sepultura de María, hermana del anterior, hallamos nuevamente dos escudos de armas de los Castilla.(54)

   Refiriéndose ya al siglo XVI, Menéndez Pidal de Navascués señala que las características de las armas de estos Castillas debieron ser muy apreciadas: "sus ecos surgen acá y allá sin que podamos determinar las razones".(55) Sabemos que las usaron los Villaquirán,(56) unos Hurtado de Mendoza -originarios de Lucena- combinadas con las propias, así como los Cepeda del linaje de Santa Teresa.(57)

   En esa misma centuria, Hernández de Mendoza, en su obra Blasones de las armas de muchos reyes y grandes señores del mundo, las describe así: Estos de este linaje [de Castilla] traen por armas vn escudo con vna vanda verde y de la parte de suso vn castillo amaryllo en canpo colorado y en la parte de ajuso un leon morado en canpo blanco.(58) Por su parte, González Fernández de Oviedo, en sus noticias sobre las familias madrileñas de su época, al referirse a los que llevan el apellido de Castilla, nos informa: De este apellido de Castilla hay dos linajes y traen diferentes armas reales en sus escudos.(59)

   A comienzos del siglo pasado Everardo García Rey nos describe con detalle las armas que figuran en el presbiterio y en la sepultura que en el convento de Santo Domingo el Antiguo de Toledo tuvo el deán don Diego de Castilla (1507-1584): "Escudo partido: 1º de Castilla, en campo de oro banda verde con dragantes del mismo metal; en lo alto un castillo de oro y en lo bajo un león del mismo color".(60) Junto a estas armas de Castilla aparecen las del linaje de Zúñiga, ilustre familia nobiliaria que emparentó con los Castilla a través del matrimonio de doña Juana con Alonso de Castilla, llamado el Santo. Ya uno de los hijos de este matrimonio, don Pedro, mandó que el otro señor D. Alonso de Castilla su hijo traia siempre en vn escudo las armas de Castilla, y de Zuñiga de que no se puedan en nengun tiempo quitar las vnas delas otras; sino que por el mesmo caso aya perdido el mayorazgo.(61)

   En suma, y como sostienen tantos autores, los ejemplos presentados muestran la presencia de armas "que no sólo ofrecen una idea de la cohesión de un linaje a través de la fidelidad a ellas por parte de sus miembros, sino también la jerarquía establecida en su señor [...] Una señal dirigida no sólo hacia el exterior del grupo, también a su interior". Su exhibición, su ostentación pública -afirma también Sánchez Saus- era característica tan sólo de aquellas familias y personajes ubicados entre los mejores.(62)

3. Edificaciones urbanas, beneficencia y patronazgo

   El solar era uno de los aspectos fundamentales del orgullo nobiliario y constituía uno de los requisitos para poseer y mantener la condición misma de nobleza. La notoriedad de un linaje se medía en función del ámbito geográfico en que su "solar" era conocido. Por eso, el lugar en que el linaje tenía su origen o su asiento principal se embellecía con edificios ostentosos, al igual que la casa, uno de los elementos clave de la cohesión de un linaje. Al mismo tiempo que símbolo del poder de la familia, ella es centro de sus relaciones sociales y familiares y elemento de estabilidad y continuidad del linaje, ya que el solar familiar figura entre los bienes incluidos en el mayorazgo.

   Creemos que en la primera etapa de la pervivencia y la afirmación de las ramas de los Castilla objeto de nuestro estudio, el rol de "solar" fue cumplido en cierto modo por los monasterios de los que fueron prioras miembros de la familia, quienes protegieron allí y educaron a otros integrantes de la misma. De este modo, los monasterios de Santo Domingo el Real de Toledo y el de Madrid parecen haber cumplido en esa primera etapa, a la vez la función de centro de referencia de los miembros vivos del linaje y de centro funerario de sus muertos, lugar de la memoria de los mismos, como veremos más adelante.

   En cuanto a las edificaciones tanto eclesiásticas como civiles que manifestaban el poder que alcanzaban las familias nobiliarias, poco sabemos de las moradas propias de los Castilla objeto de nuestro estudio, pero sí quedan testimonios no sólo de las edificaciones realizadas en sus sedes monásticas y episcopales, sino también de aquellas que formaron parte de una activa tarea de beneficencia y mecenazgo realizada por ellos en el ámbito de las ciudades, tarea considerada por entonces como inherente a los grupos nobiliarios.

   Pedro, obispo de Palencia y figura clave en la reconstrucción del poder del linaje de los Castilla excluido de la sucesión al trono, mandó edificar en Valladolid las casas que llaman del Cordón en la parroquia de San Esteban, aunque es probable que tuviera otras en Palencia, ciudad de la que fue obispo entre 1440 y 1461. Fue bienhechor de la santa Iglesia de Palencia, a la cual dio las tercias, que eran de don Sancho de Castilla su hijo. Alonso López de Haro nos informa que, además, ayudó a la fábrica de los hospitales de san Antolín, y de la Caridad de dicha ciudad.(63)

   Si pasamos a la generación siguiente vemos que uno de sus hijos, Sancho el Ayo, tiene con su mujer, doña Beatriz Enríquez, casas principales en Palencia, en la calle de San Lázaro,(64) cerca de la catedral, en la parte noble de Palencia,(65) que debieron ser aquellas donde moraban; pero además sabemos de otras en Barrio Nuevo(66) así como en la villa de Herrera de Valdecañas.(67) En Palencia don Sancho tuvo un destacado protagonismo, al punto que Ma Jesús Fuente Pérez lo considera "el señor más importante de la ciudad en el último tercio del siglo XV y comienzos del XVI".(68) El poder económico de que disfrutó Sancho de Castilla le permitió el ejercicio de una activa tarea de beneficencia y patronazgo en su ciudad. Será así patrono de la iglesia de San Lázaro, que posee una casa para curar leprosos. Reedifica dicha iglesia y allí, como veremos más adelante, ordena construir una capilla -la mayor- en la que dispone ser sepultado.(69) Para esa oportunidad manda "mill misas rezadas" que sus testamentarios deberán hacer decir en San Antolín, San Lázaro, San Miguel, San Pablo, San Francisco y Santa María, iglesias y monasterios todos de la ciudad palentina.

   La otra institución beneficiada por este personaje es el Hospital de San Antolín de Palencia, al que dona primero cinco camas para los pobres y, en 1514, para su mantenimiento, 5.000 mrs. del juro de heredad que tenía por privilegio de la reina Isabel en las alcabalas de Cisneros.(70) Luego, agrega cuatro colchones e dos colchas e una manta e dos pares de sauanas e dos pares de almoadas e dos alfombras. Y que se vistan trece pobres que sean vecinos de la ciudad: que cada uno reciba una cobertura y un sayo de paño de buriel de Palencia; pero especifica: e que sean los dichos pobres los que tengan mucha nezesidad.(71)

   Los descendientes del Ayo mantendrán estas edificaciones en la ciudad palentina o crearán otras nuevas. Así, uno de sus hijos, don Juan, que será obispo de Astorga entre 1494 y 1498, funda el pósito de Palencia "frontero de las casas principales de sus padres".(72) Sabemos que una vez trasladado a la sede de Salamanca, este prelado se preocupó por la continuidad en la construcción de la catedral nueva. Debió disfrutar de una holgada posición económica, ya que por testamento deja bien situado a un hijo natural llamado Juan, aunque no le otorga los bienes de su casa, ni la plata ni la espléndida biblioteca con 325 códices. Libros y objetos de plata serán donados a la catedral salmantina.(73)

   Por su parte el mayorazgo del Ayo, don Diego, señor del Estado de Gor y Herrera de Valdecañas, hereda a su padre en la casa y Estado, y las transmite a su vez a su hijo, también llamado Sancho. De este último dice Alonso López de Haro: Sucedió a su padre en esta casa y Estado, y en las casas y hazienda de la ciudad de Palencia, donde poseen vna capilla de mucha autoridad y fabrica en la parroquial de aquella ciudad.(74) Ese estado de Gor y Valdecañas lo seguían manteniendo sus sucesores dentro de la familia todavía para el año 1620.(75)

   Pasemos ahora a otro de los hijos del obispo Pedro de Castilla: don Alonso el Santo. Vecino de Valladolid, su padre lo nombró único heredero y le dejó juros, heredamientos, las casas que llaman del Cordón y otros muchos bienes muebles.(76) A todo este patrimonio renuncia a favor del obispo y cabildo de Palencia quienes aceptan este gesto pero, al tiempo, conssiderando que el dicho don Alonso quedaua pobre siendo como era tan generoso y buen cauallero acordo el Obispo de ay algunos dias inbiar por don Alonso para hazerle gracia y donaçion como se la hizieron de toda la dicha herençia.(77) Casó con doña Juana de Zúñiga, quien trajo en dote la villa de Villavaquerin, cerca de Madrid. Mandóse enterrar en el monasterio de Santa Clara de Valladolid, en una capilla que hizo construir junto al coro.

   Uno de sus hijos, también llamado Alonso, que será designado obispo de Calahorra en 1523, se preocupó por edificar y restaurar algunos edificios religiosos -entre ellos las dos torres de la colegiata de Logroño, la catedral y el hospital de la Calzada- e hizo reconstruir la portada de la iglesia de Santo Domingo el Real de Madrid, monasterio tan ligado al linaje de los Castilla en el que, como veremos más adelante, estaban enterrados sus antepasados el rey D. Pedro I y su hijo el infante Juan. En Valladolid hizo edificar unas casas en el barrio de San Esteban, sobre las que por testamento fundará mayorazgo a favor de su sobrino Alonso.

   Otro hijo de Alonso el Santo, don Pedro de Castilla, residirá asimismo en Valladolid, donde tendrá junto con su mujer Da. Catalina Ferrer sus casas principales, compradas al Bachiller de Baeza;(78) pero posee también heredades de pan llevar, rentas, molinos y viñas en el lugar de Ranedo, aldea de Valladolid y en las Aceñas en Duero en termino de Laguna.(79)

   Un sobrino de este último, el deán de Toledo don Diego de Castilla, reedificó la iglesia de Santo Domingo el Antiguo de Toledo.(80)

   En cuanto a la segunda rama de los Castilla, es decir, la que proviene de la unión de Pedro I con doña Isabel, tenemos algunos detalles referidos no a su hijo Diego sino a su nieto don Pedro de Castilla el Viejo, casado con doña Beatriz Rodríguez de Fonseca. En la partición de sus bienes realizada en 1493, se mencionan las casas principales que poseían en Toro, en la collación de San Llorente, al igual que otra casa con una bodega en la misma parroquia. El matrimonio tuvo también casas y bienes rurales en el castillo de la Bobeda y otras edificaciones en los alrededores de Toro y en término de Zamora.(81)

4. Centros funerarios

   Toda familia noble con prestigio disponía de un lugar destinado a enterramiento familiar, generalmente localizado en la capilla mayor de alguna iglesia o monasterio de la villa, ciudad o lugar donde el titular del linaje tenía fijada su residencia. En otros casos, la orgullosa aristocracia, siguiendo costumbres antiguas, edificó a nuevo un convento completo, a condición de que la cabecera de la iglesia se convirtiera en capilla funeraria de la familia y, especialmente, de quien pagaba la edificación. La iglesia se constituyó así en el ámbito privilegiado para el enterramiento por su carácter sacro y por ser el lugar de celebración de las misas. Dentro del templo, el altar mayor y las capillas laterales eran, por eso mismo, los espacios más codiciados.

Al respecto es interesante citar las palabras de Margarita Cabrera Sánchez: "El tema de las capillas funerarias está en relación con el segundo aspecto que hay que tener en cuenta a la hora de estudiar la elección de sepultura: los lazos afectivos, que sin duda alguna, influyeron mucho cuando llegaba el momento de decidir el lugar de reposo postrero. Las capillas funerarias eran [...] lugares de inhumación de las familias que constituían un linaje, respondiendo al deseo de prolongar los vínculos de solidaridad incluso después de la muerte".(82)

   En el caso de los Castilla, el más importante de todos los centros funerarios fue el Monasterio de Santo Domingo el Real de Madrid. Doña Constanza, nieta de Pedro I, fue la encargada de iniciar esta política de enterramientos al obtener, en 1446, la autorización regia para trasladar allí desde Soria los restos de su padre -el infante Juan- y, en tiempos de Juan II, el permiso para el traspaso de los restos de Pedro I desde Alcocer. Ella misma fue enterrada en este cenobio madrileño.(83) Uno de sus sobrinos, don Pedro de Castilla, edificó en este monasterio la capilla de Santo Tomás, "por estar allí enterrado el rey don Pedro, su bisabuelo, y estar en este monasterio muchas monjas de su linaje", entre ellas dos de sus hijas.(84) Otros descendientes del obispo Pedro y de Constanza fueron sepultados más adelante en este panteón familiar, por ejemplo, Juan -nieto del obispo Pedro y su esposa, María de Cárdenas-.

   En la generación que sucede a Constanza y su hermano el obispo Pedro, encontramos un nuevo enclave funerario ligado al linaje: Santa Clara de Valladolid. Alonso el Santo quiso que lo enterraran en esta iglesia, en una capilla que hizo construir junto al coro.(85) Allí también pidió ser sepultado uno de sus hijos, Felipe, capellán y luego sacristán mayor de Carlos V, quien lo designó deán de Toledo en 1532.(86) Otro, Alonso, el obispo de Calahorra, dispuso asimismo que se labrase su sepultura en el coro de las Clarisas. Pero más tarde cambió de opinión, inclinándose por el monasterio de monjas dominicas de Madrid. En 1539 contrató a destacados artistas de la época, entre ellos al escultor Gregorio Pardo Vigarny, para que labrasen allí las seis estatuas funerarias de los Castilla: una de ellas -la central- sería la propia, orante,(87) con ropa pontifical como hemos visto; el segundo bulto sería el de su abuelo don Pedro, obispo de Palencia, de rodillas ante un sitial con un libro abierto; las estatuas del tercer sepulcro pertenecerían a los padres del obispo, don Alonso de Castilla y doña Juana de Zúñiga.(88) La ubicación de estas estatuas funerarias pone de manifiesto cómo la jerarquía existente en la estructura familiar del linaje se proyecta en la disposición de los enterramientos. Como sabemos, "los parientes mayores junto a sus esposas ocupaban los lugares preferentes, mientras que los restantes miembros, atendiendo a su notoriedad, van ocupando otros desplazamientos más discretos. Los enterramientos de los personajes más notables suelen ir acompañados por una escultura funeraria o una lápida con alusiones a sus logros personales".(89)

   El obispo Alonso, poco antes de su muerte, acaecida en 1541, al no estar aún finalizada su capilla, dispone en su testamento: Mando que sea sepultado mi cuerpo dentro del dicho monasterio de Santo Domingo delante del altar y junto a la tumba del obispo mi señor y mi abuelo D. Pedro, en un ataud y una tumba encima cubierto de terciopelo negro y una cruz en medio de raso carmesí, para que después de acabada mi capilla, como dicho es por mí, se entierren en mi sepultura.(90) Ordena, además, que su corazón y entrañas sean depositados en la sepultura realizada en el convento de Clarisas de Valladolid, en la capilla de sus padres.(91)

   El tercer centro religioso vinculado al linaje de los Castilla es el monasterio de Santo Domingo el Real de Toledo. Prioras de este cenobio fueron doña Teresa de Ayala -una de las amantes de Pedro I-, la hija fruto de esta unión, Da. María, y Da. Catalina, nieta del rey. La primera de ellas trasladó allí en 1409 los restos del infante Sancho. Ella misma pidió ser sepultada en el coro de religiosas "enfrente del altar de su Santísimo Padre, en donde se entierran las prioras".(92) María de Castilla será también inhumada en Santo Domingo. En 1448 la priora Da. Catalina de Castilla trasladó a este lugar los restos de su padre, Don Diego, hermano de Sancho.(93) En este centro funerario está sepultada asimismo Da. Inés de Castilla, bisnieta de don Pedro, casada con el hijo del corregidor de Toledo don Gómez Manrique.(94)

   El cuarto enclave funerario vinculado al linaje de los Castilla es la iglesia de San Lázaro de Palencia, reedificada por Sancho el Ayo, quien mandó construir en ella la capilla mayor, a la que dotó de capellanías, capellanes y ricos ornamentos y en la que dispuso debería ser sepultado.(95)

   Como sabemos "el segundo instrumento para mantener viva la memoria de los difuntos fue la fundación de capellanías. A través de esta institución un patrono-fundador, a cambio de que uno o más clérigos o monjes cantaran periódicamente ciertas misas por la salvación de su alma, donaba un bien capaz de generar rentas perpetuas o proporcionaba, asimismo a perpetuidad, ciertas rentas vinculadas con su propio patrimonio".(96) La memoria de los difuntos expresada en el panteón familiar y en la fundación de capellanías era una de las ocasiones en que ciertas personas y grupos podían hacer ostentación de su poder. Beceiro Pita opina que la multiplicación de panteones y capellanías familiares es una proyección a la esfera religiosa del elemento de cohesión nobiliaria basada en el parentesco.(97)

   En el caso de Sancho el Ayo, la documentación nos informa que destinó para el mantenimiento de estas capellanías 100.000 mrs. de renta anual y se obligó a depositar en el heredero de su mayorazgo 2.000.000 de mrs., y de dicha cantidad habia de sacarse lo que hiciera falta hasta completar los 100.000 mrs. de renta anual. Esto aparte de que el patrono que fuese de dicha capilla estaba obligado a adornarlas conuenientemente, y a proveerla de ornamentos y de toda clase de objetos de culto.(98) Según Gregorio de Andrés, don Sancho "donó para retablo de la iglesia ocho magníficas pinturas sobre tabla, obra del gran pintor Juan de Flandes, que por entonces residía en Palencia",(99) pinturas que sin embargo no figuran en el inventario de bienes de la capilla mayor que se realizó en 1519, bienes que en su mayoría debieron haber sido donados por don Sancho o por su mujer Da. Beatriz Enríquez.(100)

   Un nieto del Ayo, también llamado Sancho de Castilla, señor del Estado de Gor y Herrera de Valdecañas, heredó el mantenimiento de la capellanía fundada por su abuelo, con un Capellán mayor, y otros dies menores con estatuto de limpieza, y cada vno dellos con docientos ducados de renta en dinero, y otros prouechos, y el mayor con quatrocientos, y otros clerigos que los siruen y ayudan a los oficios del coro, por tener sus horas como Iglesia Colegial [...].(101)

   Don Pedro de Castilla, hijo de Alonso el Santo y, por tanto, sobrino de Sancho el Ayo, también mantuvo una capellanía fundada por su madre, doña Juana de Zúñiga, la acrecentó y se preocupó por su cumplimiento. Así lo declara en su testamento: Item digo que por quanto mi señora Da. Juana de Zuñiga mi madre mandó e dotó una capellania en el dho. Monesterio de Santa Clara de Valladolid para que cada semana le dijesen seis misas e para ello les dotó 50.000 mrs. de juro, e la dha. señora Abadesa Monjas, y Conbento del dho Monesterio les parescia que era poco, e dejaron de decir las misas e yo las hice decir por doquiera que andaba, e agora por que se cumpla la voluntad de mi señora madre quiero añadir otros 10.000 mrs. de juro para la dicha capellania como lo tengo concertado con la señora Abadesa para que las misas se digan en el dho. Monesterio, e que en ningun tiempo se dejen de decir e para ello den seguridad vastante las dhas. Monjas. Y demas desto retengo en mi, e en mi hijo maior, e los que de mi, y de él vinieren, e heredaren mi casa principal de Valladolid e mi maiorazgo puedan facerselo cumplir enteramente según e como en la costitucion de la dha. capellania se contiene, los quales dichos 60.000 mrs. asi los 50.000 que mandó mi señora madre, como los dichos 10.000 mrs. que yo mando con que se cumplen los dichos 60.000 mrs. quiero que los ayan, e lleven para la dha. capilla en la renta de las carnes de la villa de Valladolid a donde yo los tengo situados por privillegio de Sus Magestades, y luego sean apartados de los otros 70.000 mrs.de juro que yo tengo en otras ciertas rentas de la dha. Villa de Valladolid, e con esto encargo las conciencias a las señoras Abadesa, Monjas y Combento del dho. Monesterio para que fagan cumplir la dha. capellania tomando capellan cierto conforme al testamento de mi señora madre.(102)

   El último lugar de enterramiento de los Castilla que mencionaremos es la iglesia de San Lorenzo en Toro. Pedro de Castilla -nieto de Pedro I- y su mujer Da. Beatriz Rodríguez de Fonseca y Ulloa fundaron allí una capilla en la que fueron enterrados en 1492 y 1487, respectivamente.(103)

Conclusión

   Como hemos visto, los más importantes símbolos de poder y reconocimiento de estos Castilla, al igual que los de toda la nobleza bajomedieval castellana, fueron las armas y el apellido.

   En cuanto al solar, hemos manifestado ya que creemos que en la primera etapa de la pervivencia y la afirmación de las ramas de los Castilla objeto de nuestro estudio, ese rol fue cumplido en cierto modo por los monasterios de los que fueron prioras miembros de la familia, quienes protegieron allí y educaron a otros integrantes de la misma. De este modo, Santo Domingo el Real de Toledo y Santo Domingo el Real de Madrid parecen haber cumplido en esa primera etapa, a la vez, el rol de centro de referencia de los miembros vivos del linaje y de centro funerario de sus muertos, lugar de la memoria de los mismos.

   Las edificaciones realizadas en ellos, al igual que en todas las ciudades donde estos Castilla fueron poderosos señores laicos o eclesiásticos, resaltan así el poder de los miembros del linaje.

   La afirmación y manifestación de ese poder sigue de este modo siendo el propio de toda la nobleza bajomedieval castellana, a la vez, que acentúa aspectos específicos inherentes a la realidad dentro de la cual maniobró esta rama de los Castilla para buscar recuperar su prestigio.

Armas de linaje de los Castilla

Armas de linaje de los Castilla-Zúñiga

Árbol genealógico de Pedro I

Notas

1. Palencia Herrejón, J. R, "Elementos simbólicos del poder de la nobleza urbana en Castilla: los Ayala de Toledo al final del Medievo", En la España Medieval 18, 1995, p. 164.        [ Links ]

2. Id., p. 176.

3. Por ejemplo, determinadas armas corresponden a determinadas familias, o el significado de los colores en las mismas.

4. Remitimos a los estudios de Nieto Soria, J. M., Ceremonias de la realeza. Propaganda y legitimación en la Castilla Trastámara, Madrid, 1993; "Propaganda política y poder real en la Castilla Trastámara: una perspectiva de análisis", AEM 25/2, 1995; Nieto Soria, J. M. (dir.), Orígenes de la monarquía hispánica: propaganda y legitimación (ca.1400-1520), Madrid, 1999; Carrasco Manchado, A. I., "Aproximación al problema de la conciencia propagandística en algunos escritores políticos del siglo XV", En la España medieval 21, 1998 y "Discurso político y propaganda de la corte de los Reyes Católicos: resultados de una primera aproximación (1474-1482)", En la España Medieval 25, 2002. R. Montero Tejada resalta los rasgos internos y externos de un linaje nobiliario y la simbología ante la muerte representada en enterramientos y sepulcros en su obra Nobleza y sociedad en Castilla. El linaje Manrique (siglos XIV-XVI), Madrid, 1996. Véase también el estudio de Quintanilla Raso, Ma C., "La nobleza en la historia política castellana en la segunda mitad del siglo XV. Bases de poder y pautas de comportamiento", en Congresso Internacional Bartolomeu Dias e a sua época, Actas Vol. I, Universidad de Porto, 1989 y "El orden señorial y su representación simbólica: ritualidad y ceremonia en Castilla a fines de la Edad Media", en AEM 29, 1999. Véanse además el estudio de Carrasco Martínez, A., "Los Mendoza y lo sagrado. Piedad y símbolo religioso en la cultura nobiliaria", en Cuadernos de Historia Moderna 25, 2000 y la obra coordinada por M. Núñez y E. Portela, La idea y el sentimiento de la muerte en la historia y en el arte de la Edad Media, Santiago de Compostela, 1988.        [ Links ]         [ Links ]         [ Links ]         [ Links ]         [ Links ]         [ Links ]

5. Remitimos al cuadro que se incluye como anexo.

6. Según la opinión de García Toraño, P., El rey don Pedro el Cruel y su mundo, Madrid, 1996, pp. 370-371 y Porres Martín-Cleto, J., Monasterio de Santo Domingo el Real, Madrid, 1996, p. 50, respectivamente.        [ Links ]         [ Links ]

7. Esto podría deducirse del documento del Archivo Municipal de Murcia, Act. Cap. 1364-65, f. 98r, 17 de febrero de 1365, citado por Rubio García. L. y Rubio Hernansáez, L., La mujer murciana en la baja Edad Media, Universidad de Murcia, 2000, p. 182.        [ Links ]

8. Crónica de Don Juan II, año 1434, cap. II, p. 515. Así lo indica asimismo Barrantes Maldonado, A., Ilustraciones de la Casa de Niebla, II, en Memorial Histórico Español X, Madrid, 1857, p. 56.        [ Links ]

9. Barrios Sotos, J. L., Santo Domingo el Real y Toledo a fines de la Edad Media (1364-1507), Toledo, 1997, p. 149. Este mismo autor considera que estuvo al frente del monasterio hasta su muerte en 1484 "o poco antes". Según Gregorio de Andrés, Da. Catalina fue priora entre 1447 y 1454 (Andrés, G. de, "Relación de la vida del Rey D. Pedro y su descendencia que es el linaje de los Castillas por Pedro Gracia Dei", Cuadernos para la investigación de la literatura hispánica 18, 1993, p. 242); y para Porres Martín-Cleto ejerció el cargo entre 1455 y 1464 (op. cit., p. 70), datos que no son necesariamente contradictorios con el de Barrios Sotos pues pudo haber sido elegida para esa función en distintos períodos        [ Links ]         [ Links ]

10. Así lo afirman, entre otros, Alvaro Founier, T., Las justicias del rey, Madrid, 1973, p. 80; Menéndez Pidal de Navascués, F., Heráldica medieval española, I. La Casa Real de León y Castilla, Madrid, 1982, p. 159; García Toraño, P., op. cit., p. 470, na 28. Esta afirmación encuentra como primera referencia lo expresado en la "Relación de la vida del Rey D. Pedro y de su descendencia que es el linage de los Castilla" (Ms. 1354 BN de Madrid).         [ Links ]         [ Links ]

11. Para más detalles remitimos a nuestro estudio "Notas sobre don Juan, posible hijo de Pedro I de Castilla" (ponencia presentada en el V Encontro Internacional de Estudos Medievais, Universidade Federal da Bahía, Brasil, julio de 2003).

12. Ambos han sido objeto de nuestro estudio en "Los cargos eclesiásticos y religiosos como estrategia de recuperación del poder de los descendientes de Pedro I de Castilla marginados de la línea sucesoria", En la España Medieval 24, Madrid, 2001.

13. M.A. Ladero Quesada hace referencia al "especial afianzamiento de formas de memoria histórica del linaje donde lo fabuloso tiene una parte notable" (vid. su artículo "El modo de vida noble y su entorno social y cultural en Andalucía a fines de la Edad media: Guzmanes y Ponces", en II Congreso de Academias Iberoamericanas de la Historia, Madrid, 1994, p. 309. Remitimos asimismo a pp. 311 y ss. del mismo artículo y a su estudio "El pasado histórico-fabuloso de España en los nobiliarios castellanos a comienzos del siglo XVI", en Estudios de Historia y Arqueología Medievales IX, 1993, pp. 58-80).         [ Links ]

14. Ms. 11424 BN de Madrid, f. 196r.

15. Francisco de Castilla, "Práctica de las virtudes de los Reyes de España", transcripto por Floranez, R. de, "Vida literaria del canciller mayor de Castilla don Pedro López de Ayala, restaurador de las letras en Castilla", CODOIN XX, Madrid, 1851, pp. 30-31. El texto completo de esta obra puede verse en los Mss. 892, 3257 y 4259 de BN de Madrid, entre otros.

16. Quintanilla Raso, M. C., "La Nobleza", en Nieto Soria, J. M., Orígenes de la monarquía hispánica: propaganda y legitimación (ca. 1400-1520), Madrid, 1999, pp. 88-89. En opinión de I. Beceiro Pita y R. Córdoba de la Llave, "la regularidad onomástica" cobra mayor intensidad a partir del siglo XV; estos autores proporcionan ejemplos interesantes relativos a la rama principal de los Mendoza, a los Enríquez y a los Pimentel (Parentesco, poder y mentalidad. La nobleza castellana, siglos XII-XV, Madrid, 1990, p. 101).        [ Links ]         [ Links ]

17. Riesco de Iturri, M. B., "Estructuras familiares", Historia 16, Nº 207, Informe "La nobleza castellana en los siglos XIV-XV", pp. 57-58.        [ Links ]

18. Recordemos que con Teresa de Ayala el rey sólo tuvo una hija, María, que murió siendo monja y sin descendencia, mientras que de la unión con María González de Hinestrosa nació un niño, Fernando, que murió a los pocos años.

19. Incluso puede dudarse si uno de esos nietos del obispo, Juan, hijo de Alonso el Santo, se llamó con ese nombre por su lejano ancestro o bien por su madre -doña Juana de Zúñiga- perteneciente a un linaje fundamental para el prestigio de esta rama de los Castilla.

20. Andrés, G. de, "Relación de la vida del Rey D. Pedro y su descendencia que es el linaje de los Castilla por Pedro Gracia Dei", I, Introducción y edición, Cuadernos para la investigación de la literatura hispánica 18, 1993, pp. 238-239.        [ Links ]

21. Parece deducirse de algunos documentos que doña Teresa recogió a don Pedro, Diego e Isabel y ella fue la encargada de su crianza (García Rey, E., "La famosa priora doña Teresa de Ayala. (Su correspondencia íntima con los monarcas de su tiempo)", BRAH 96, 1930, p. 725).        [ Links ]

22. En el caso de Constanza, documentos de 1451 y 1465 indican que Enrique IV y su esposa Juana de Portugal la llamaban afectuosamente "tía" (Surtz, R. E., Writing women in late medieval and early modern Spain. The mothers of Saint Teresa of Avila, Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1995, pp. 41-67, chapter 2: "Constanza de Castilla and the Gynaeceum of Compassion"). De igual manera se refiere a ella Juan II: véase Huélamo, A. M., "La dominica sor Constanza, autora religiosa del siglo XV", Revista de Literatura Medieval V, Madrid, 1993, p. 137.        [ Links ]         [ Links ]

23. Surtz, R.E., op. cit., p. 43. Remitimos asimismo a varios documentos que sobre estos vínculos ha recogido García Rey en su estudio sobre la correspondencia de Teresa y María de Ayala (op. cit., docs. 20, 21, 22).

24. Meseguer Fernández, J., O.F.M., "Santa Beatriz de Silva en Santo Domingo el Real de Toledo, de monjas dominicas", Anales Toledanos XIV, Toledo, 1982, p. 96.        [ Links ]

25. Véase, más adelante, las páginas dedicadas a las inscripciones en tumbas y monasterios.

26. Libro de devociones y oficios, f. 26r. Citado por Huélamo, A. M., op. cit., p. 136. El Libro de devociones y oficios de Constanza de Castilla ha sido editado por C. Wilkins, con un estudio introductorio, University of Exeter Press, 1998.

27. Muñoz Fernández, A., Acciones e intenciones de mujeres. Vida religiosa de las madrileñas (siglos XV-XVI), Madrid, 1995, p. 133, Nº 18.        [ Links ]

28. Id., p. 141.

29. Getino, 1919, 133. Citado por Muñoz Fernández, A., op. cit., p. 135.

30. En Apéndice se incluyen dos escudos: uno con las armas del linaje de los Castilla (lo incluye el Nobiliario Genealógico de los Reyes y Títulos de España de Alonso López de Haro, I, ed. facsímil de la de Madrid de 1622, Olobarren, Navarra, 1996, p. 258) y otro que corresponde a la rama de los Castilla-Zúñiga (Ms. B/2 RAH, f.1v).

31. Para ampliar aspectos generales sobre el tema es interesante el artículo ya citado de Sánchez Saus, R., "De armerías, apellidos y estructuras de linaje", En la España Medieval 17, 1994.        [ Links ]

32. Menéndez Pidal de Navascués, F., Los emblemas heráldicos. Una interpretación histórica, Madrid, 1993, p. 55.        [ Links ]

33. Sánchez Saus, R., op. cit., p. 15.

34. Palencia Herrejón, J. R., op. cit., p. 165.

35. Id., pp. 58-59.

36. Menéndez Pidal de Navascués, F., Heráldica medieval española..., p. 157.

37. Id.

38. Porres Martín-Cleto, op. cit., p. 49.

39. Id., p. 52.

40. Id., p. 60.

41. "El sepulcro es descrito en toda su riqueza iconográfica por Rada y Delgado en Museo español de antigüedades". Citado por Muñoz Fernández, A., op. cit., p. 158, na 25.

42. Menéndez Pidal de Navascués, F., Heráldica medieval española..., p. 159.

43. Id., p. 159. Para otros detalles respecto de este escudo véase Fernández de Madrid, A., Silva Palentina, ed. preparada por J. San Martín Payo, Palencia, 1976, pp. 297-298.

44. Sus esmaltes: tronchado de Castilla y León, banda verde engolada brochante (id., p. 159).

45. Act. Cap. 21-VII-1516, citado por Orejón Calvo, A., "Don Sancho de Castilla: su actuación pública, y sus relaciones con el cabildo catedral", Semana "Pro ecclesia et patria". Conferencias, Palencia, 1934, p. 94, na 22.        [ Links ]

46. Orejón Calvo, A., op. cit., na 23.

47. "Los siguientes objetos constan en el inventario de 1519 [de la Capilla de San Lázaro fundada por Sancho el Ayo en 1506 o poco después] y por consiguiente todos o casi todos debieron ser donados por Don Sancho de Castilla o por su mujer Doña Beatriz Enriquez:

   Una cruz de plata dorada [...] tiene el pie ochavado, labrado de cincel, con seis hojas con sus capelos encima, con las armas de Castilla en el uno, y en el otro las armas de los Enriquez, alias de la señora Doña Beatriz Enriquez, mujer del Señor Don Sancho [...]

   Un cáliz de plata [...] tiene una cruz de gajos llana en el pie, y un escudo de las armas del Señor Don Sancho [..]

   Dos dalmáticas de aceituni carmesi con los faldones y mangas bordadas en oro, tienen cada faldon un escudo dearmas del Sr.Don Sancho y de la Señora Da Beatriz [...]

   Otras dos dalmáticas de damasco blanco con sus faldones e mangas bordadas de brocado trepado sobre carmesi, tienen en los faldones sus escudos de armas, [...]

   Un frontal de brocado [...] tiene su frontalera y caidas bordadas de romano de oro, con sus escudos de armas bordados de oro, y diola la Señora Da Beatriz [...]" (Orejón Calvo, A., op. cit., pp. 97-98, na 27).

48. Andrés, G. de, "La capilla funeraria de Alonso de Castilla, obispo de Calahorra, en Santo Domingo el Real de Madrid", Anales del Instituto de Estudios Madrileños, XXXV, 1995, p. 298.        [ Links ]

49. Burgos, 11-VIII-1495 (Ms. 19347 BN, f.68r). Ms. 19347 BN de Madrid. Sin embargo, no considera a esta cláusula de cumplimiento obligado ya que señala a continuación: Pero no es mi voluntad de le prohibir a ninguno de los subzesores en este dho mi maiorazgo que si les conbiniere no pueda traer otra Muestra de Armas e Apellido (id.)

50. Andrés, G. de, "La capilla funeraria...", p. 299.

51. Codicilo al testamento de Pedro de Castilla el de Valladolid, M-95 RAH, f. 156v.

52. García Rey, E., "El deán Don Diego de Castilla y la reconstrucción de Santo Domingo el Antiguo de Toledo", Boletín de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo, Nº 16-17, julio diciembre de 1923, p. 184.        [ Links ]

53. Menéndez Pidal de Navascués, F., Heráldica medieval española..., p. 161.

54. Id.

55. Id., p. 160.

56. "Los Villaquirán traían [...] de oro, una banda engolada de verde, acompañada de un castillo y un león ambos de púrpura. La relación pudiera ser desde una descendencia genealógica que desconocemos hasta una simple imitación" (Menéndez Pidal de Navascués, Heráldica medieval española..., p. 160).

57. Id.

58. Hernandes de Mendoça, D., Blasones de las armas demuchos Reyes y grandes señores del mundo, y demuchas casas de Castilla, Real Biblioteca de El Escorial, C-IV-9, f. 68v.

59. Paz, J., "Noticias de Madrid y de las familias madrileñas de su tiempo por Gonzalo Fernández de Oviedo 1514-1556", Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo 1-2, Ayuntamiento de Madrid, 1947, p. 291. El cronista se refiere a las dos ramas que provienen de las dos uniones del obispo don Pedro, nieto del rey (véase nuestro artículo "Los cargos eclesiásticos y religiosos...".

60. García Rey, E., "El deán Don Diego de Castilla...", p. 57.

61. Testamento de don Pedro de Castilla el de Valladolid, M-95 de RAH, f. 156v. Como en el caso de Pedro el Viejo, casado con doña Beatriz de Fonseca, vemos en este ejemplo cumplirse lo que señala Ma del C. Carlé: "Al igual que cuando se trata del apellido, las armas de la familia materna eran también tenidas en cuenta" (Una sociedad del siglo XV. Los castellanos en sus testamentos, Buenos Aires, Universidad Católica Argentina, 1993, p. 164).        [ Links ]

62. Sánchez Saus, R., op. cit., p. 15.

63. El registro de las escrituras de los bienes del obispo D. Pedro se encuentra en las actas capitulares de Palencia, del año 1462, libro 22, f. 8a, p. 388. Citado por Francia Lorenzo, S., Archivo Capitular de Palencia. Catálogo. Actas Capitulares (1468-1500), Palencia, 1989, Serie II, t. I, doc. 2480. Para otros datos sobre este personaje véase nuestro artículo "Los cargos eclesiásticos y religiosos...", pp. 239-257. Cfr. asimismo el Nobiliario genealógico de los reyes y títulos de España, de Alonso López de Haro, vol. I, ed. facsímil de la de Madrid de 1622, Olobarren (Navarra), 1996, p. 261.        [ Links ]

64. Testamento de Sancho de Castilla, Palencia, 21-II-1515 (Ms. 19347 BN de Madrid, f. 188v.).

65. Fuente Pérez, Ma J., La ciudad de Palencia en el siglo XV. Aportación al estudio de las ciudades castellanas en la baja Edad Media castelllana, Madrid, Universidad Complutense, 1989, cap. III, p. 269, na 137.        [ Links ]

66. "Arrendamiento de casas en Barrio Nuevo, frontero de las casas de D. Sancho, al Maestrescuela en 1010 mrs. y sus gallinas en plumas" (f. 42a) (Francia Lorenzo, S., Archivo Capitular..., p. 92, doc. 3780, 12-VI-1476).

67. Testamento, f. 88v. Véase, además, el f. 62r del mismo manuscrito que incluye la constitución de mayorazgo para su hijo Diego.

68. Fuente Pérez, Ma J., op. cit., p. 475.

69. Testamento, f. 88v.

70. Orejón Calvo, A., op. cit., p. 95.

71. Testamento, fs. 100v-102v.

72. Nobiliario genealógico..., p. 262.

73. Ms. 2393 BN de Madrid, p. 27.

74. Nobiliario genealógico..., p. 262

75. Id., p. 263: "Don Diego de Castilla señor del estado de Gor y el Boloduy, y Herrera de Valdecañas, que possee este año de mil seiscientos y veinte, con los demas anexos, y capilla de los señores desta casa en la ciudad de Palencia, caso con doña Francisca Laso de Castilla [...]".

76. Relacion de la vida del rey D. Pedro y su descendencia que es linaje de los Castilla por Pedro Gracia Dei, Ms. 1354 BN de Madrid.

77. Id.

78. Testamento de Pedro de Castilla el de Valladolid (febrero de 1533), Ms. M-95 RAH, f. 151r y 152r.

79. Id., f. 152r.

80. García Rey, E., "El deán de Castilla...", p. 159.

81. Partición de los bienes de Don Pedro de Castilla nieto del Rey D. Pedro (1493), M-4 RAH, fs. 82v y ss.

82. Cabrera Sánchez, M., "El sentido de la muerte en la nobleza cordobesa durante la segunda mitad del siglo XV", Meridies 1, 1994, p. 72. I. Beceiro Pita señala como otro elemento significativo de la memoria nobiliaria "la multiplicación de panteones y capellanías familiares como una proyección a la esfera religiosa de esta mayor cohesión basada en el parentesco" ("La conciencia de los antepasados y la gloria del linaje en la Castilla bajomedieval", en Pastor, R. (comp.), Relaciones de poder, de producción y parentesco en la Edad Media y Moderna, Madrid, 1990, p. 330).        [ Links ]         [ Links ]

83. Andrés, G. de, "La capilla funeraria...", p. 301. Allí permaneció hasta 1879, año en que por la demolición de la iglesia, sus restos fueron llevados a la cripta de San Antonio de los Alemanes de Madrid.

84. Quintana, G. de, A la muy antigua, noble y coronada villa de Madrid, ed. facsímil de la publicada en Madrid en 1629, Madrid, 1980, fs. 207v-208r.        [ Links ]

85. Quintana, G. de, op. cit., f. 206r. Es posible que tal capilla hubiera sido construida en realidad por su hijo don Pedro de Castilla. Así se indica en su testamento: Primeramente mando [...] que mi cuerpo sea sepultado en la capilla que yo hize para mis señores padre, y madre en el Monesterio de Santa Clara de Valladolid juntos con los cuerpos de mis señores padre, y madre (testamento de Pedro de Castilla el de Valladolid, M-95 RAH, f. 149r-v).

86. Item mando que quando la voluntad de Dios nuestro Señor fuere servido de mi llevar de esta presente vida que mi cuerpo sea sepultado en el monasterio de Santa Clara extramuros desta dicha villa (Valladolid) en la capilla de mi padre en el arco que estaba hecho para el obispo de Calahorra mi hermano que haya gloria en la dicha capilla (Archivo del Monasterio de Santo Domingo el Antiguo de Toledo. Testamento de Felipe de Castilla, sign. 36/23).

87. Coincidimos con la opinión de J. Yarza Luaces sobre las transformaciones que presentan los sepulcros nobiliarios a lo largo del siglo XV: "A la antigua estatua yacente, se añade ahora la estatua orante. Este modo de revivir, orante ante el altar, en dramático acto que repite el que se realizaba en vida, es el resultado de trasladar la presencia en los retablos [...] al sepulcro" ("La imagen del rey y la imagen del noble en el siglo XV castellano", en Rucquoi, A. (coord.), Realidad e imágenes del poder. España a fines de la Edad Media, Valladolid, 1988, p. 285).         [ Links ]

88. Para un estudio de esta capilla remitimos al artículo ya citado de G. de Andrés, "La capilla funeraria..." y al trabajo de M. Estella, "Los artistas de las obras realizadas en Santo Domingo el Real y otros monumentos madrileños de las primera mitad del siglo XVI", Anuario del Instituto de Estudios Madrileños 17, 1980, pp. 41-64.         [ Links ]

89. Riesco de Iturri, M. B., op. cit., p. 59.

90. Testamento de Alonso de Castilla, obispo de Calahorra, RAH, Colección Salazar y Castro, Ms. 9/1002, fs. 289r-295v. La capilla funeraria se habría terminado alrededor de 1545, aunque no hay documentación escrita al respecto.

91. En ese momento era priora de ese monasterio su sobrina, doña Constanza (Andrés, G. de, "La capilla funeraria...," p. 299).

92. García Rey, E., op. cit., p. 732.

93. Porres Martín-Cleto, J., op. cit., p. 52.

94. Id., pp. 52-53.

95. Fernández de Madrid, A., op. cit., p. 38 y Testamento de Sancho el Ayo, 21-2-1515, Ms. 19347 BN de Madrid, f. 88v.

96. Palencia Herrejón, J. R., op. cit., pp. 174-175.

97. Beceiro Pita, I., op. cit., p. 330.

98. Orejón Calvo, A., op. cit., pp. 96-97. Recordemos asimismo que el deán de Toledo don Diego de Castilla señaló en su testamento redactado en 1584 Tomo a dezir que con la capilla de mi padre que está en el monasterio de Santa Clara de Valladolid, yo dexo cumplida y doctada la capellenia que mi padre mandó que lo doctase allí (véase García Rey, E., op. cit., p. 184).

99. Andrés, G. de, Relación..., p. 244.

100. Orejón Calvo, A., op. cit., pp. 97 y ss.

101. Nobiliario genealógico..., p. 262.

102. Testamento de Pedro de Castilla el de Valladolid, M-95 RAH, fs. 150r-v.

103. Menéndez Pidal y Navascués, F., Heráldica medieval española..., p. 161.

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