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Cuadernos de historia de España

Print version ISSN 0325-1195On-line version ISSN 1850-2717

Cuad. hist. Esp. vol.82  Buenos Aires Jan./Dec. 2008

 

Pablo Diácono, Historia de los Longobardos, introducción, traducción y notas de Pedro Herrera Roldán, Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 2006, 266 páginas.

En las últimas décadas, la Historia de los longobardos de Pablo Diácono ha recuperado un lugar destacado en la historiografía moderna, gracias a las nuevas tendencias que han propuesto una lectura renovada de las fuentes de la antigüedad tardía y la alta Edad Media. Esta renovación, de la cual ha sido en parte impulsor Walter Pohl, ha enfocado su interés en los diversos aspectos relativos al problema de la etnicidad en los reinos romano- germánicos y su vinculación con el discurso historiográfico. Para esta perspectiva de análisis, la Historia de los longobardos se presenta como un campo particularmente fértil. Su valor radica no sólo en la riqueza de su información, particularmente sobre las tradiciones relativas al origen del pueblo longobardo, sino también en virtud del lugar que ocupa su autor en la transición del reino longobardo a la hegemonía franca. En efecto, Pablo Diácono fue un intelectual inmerso en la cultura cristiana del siglo VIII, aunque su protagonismo se deba no tanto a su originalidad sino a la amplia difusión de su obra, lo que lo transformó en uno de los autores más relevantes dentro del particular clima intelectual que anticipó el renacimiento carolingio. Por otra parte, Pablo Diácono sigue siendo una de las fuentes más importantes sobre la historia italiana entre los siglos VI y VIII, y sus relaciones exteriores, en particular con el mundo bizantino y franco. Si bien buena parte de la Historia de los longobardos proviene de información de segunda mano, extraída en su mayor parte -a veces literalmente- de autores de los siglos VI y VII (Gregorio de Tours, Gregorio Magno, Beda el Venerable, el Liber pontificialis, y la Crónicade Isidoro de Sevilla) también es posible encontrar recopiladas en ella una gran cantidad de tradiciones orales que circulaban en los medios aristocráticos de la corte de Pavía.
Es imposible explicar la aparición de la primera traducción castellana de la Historia de los longobardos sin atender al renovado interés por la historiografía altomedieval. Por lo tanto, la traducción que ha realizado el Profesor Pedro Herrera Roldán de la obra de un autor fundamental para nuestra comprensión de la alta Edad Media como Pablo Diácono, adquiere una gran relevancia al llenar el vacío que existe en lengua castellana en cuanto a las fuentes de la Italia longobarda. Sin embargo, el alcance y la utilidad de este trabajo se encuentran limitados por su propia estructura y objetivos. La ausencia del texto latino que pueda ser confrontado con la traducción y de un aparato crítico que ofrezca un panorama de las variantes textuales, restringe su valor como herramienta de trabajo. Por otro lado, el traductor ha tomado como base la edición crítica del texto latino que realizaran Ludwig Bethmann y Georg Waitz y que fuera publicada en la Monumenta Gemaniae Historica en 1878, la cual permanece como la versión canónica de la Historia de los longobardos. Como única novedad al texto canónico, el traductor se limita a interpolar algunas correcciones realizadas en ediciones posteriores. Estas características, que ciertamente reflejan más una elección editorial que una deficiencia, demuestran que su objetivo es presentar un texto académico accesible a un público no especializado en la Italia longobarda, por lo cual el especialista continuará dependiendo de las ediciones críticas.
A pesar de este carácter introductorio que anima la presentación de esta obra, la traducción de la Historia de los longobardos está precedida por un extenso y muy valioso estudio preliminar donde el lector puede encontrar un análisis de los numerosos problemas filológicos que rodean a esta obra. En particular, el autor dedica un espacio importante a un pormenorizado estudio relativo a la historia de su transmisión textual, así como una exhaustiva revisión de sus diferentes ediciones críticas y traducciones en lengua moderna, por lo que hace de esta obra un perfecto punto de partida para investigaciones subsiguientes. Sin embargo, más allá de los datos biográficos de rigor, el estudio preliminar carece de una perspectiva histórica comprensiva que pueda insertar la obra de Pablo Diácono en el contexto más amplio del clima intelectual de la Italia del siglo VIII. Esta carencia, si bien no constituye un defecto en sí, obliga al lector no especializado a recurrir a lecturas alternativas que permitan subsanar los vacíos.
La segunda parte del trabajo está enteramente dedicada a la traducción y anotación del texto de la Historia de los longobardos, que incluye como apéndice a la Origo gentis longobardorum (una breve crónica anónima que es una de las fuentes utilizadas por Pablo Diácono). A diferencia del estudio preliminar, que omite toda referencia al marco histórico en el que se inserta el autor, el traductor ha puesto especial cuidado en incorporar una abundante cantidad de notas eruditas que amplían o aclaran los acontecimientos narrados, o que remiten al lector a una amplia bibliografía. Por un lado, la abundancia de notas eruditas le confiere una gran riqueza a la lectura, que permite referirse a las fuentes que utiliza Pablo en su composición o a fuentes alternativas a las que se puede recurrir, allí donde la información es cuantitativa o cualitativamente deficiente. Pero, por otro lado, es notable cierto desbalance entre la superabundancia de análisis en ciertos aspectos de la fuente (en particular en lo referido a la historia del papado, la España visigótica y el reino franco) y la falta de profundización en otros. Las deficiencias en el análisis se hacen particularmente evidentes en lo referente a la presencia bizantina en Italia o los ecos de sus controversias religiosas en occidente (en particular el debate en torno a los tres capítulos y el monotelismo/monoernergismo). A diferencia del tratamiento de la historia franca o visigoda, el traductor no profundiza en fuentes bizantinas, que enriquecerían la lectura del texto. En este punto el autor se apega a la versión de Pablo y sus fuentes, omitiendo la abundante bibliografía dedicada al tema (en particular desde el campo de los estudios bizantinos) lo que demuestra, una vez más, la falta de diálogo entre los estudios dedicados al occidente latino y aquellos del cercano oriente medieval.
Los primeros libros dedicados a los orígenes míticos de los longobardos, tal vez sean los de mayor originalidad dentro de la Historia de los longobardos y, a la vez, aquellos que mayores complejidades ofrecen para el especialista moderno. Sin embargo, la proliferación de notas a lo largo de la traducción aporta poca ayuda para enfrentar los problemas que suscita la lectura de la misma. Si bien la bibliografía que acompaña a la traducción demuestra un alto nivel de actualización, se echa de menos su presencia en las notas explicativas, las cuales abordan el texto de manera tradicional. Por otra parte, la inclusión de la Origo gentis longobardorum podría haber permitido un análisis más fructífero si el traductor hubiera encarado la comparación de ambas fuentes con el fin de explicar las notables diferencias entre ambas. Sin embargo, cualquier intento de comparación se limita a señalarla como una de las fuentes a las que recurre Pablo Diácono.
No obstante estas limitaciones en sus objetivos y los desbalances temáticos, el aporte que pueda realizar la Historia de los longobardos tanto al historiador como al filólogo de la alta Edad Media no es menor. Tanto estudiantes como especialistas le encontrarán una gran utilidad.

Héctor R. Francisco

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