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Cuadernos de historia de España

versão impressa ISSN 0325-1195versão On-line ISSN 1850-2717

Cuad. hist. Esp. v.83  Buenos Aires jan./dez. 2009

 

BIBLIOGRAFÍA

Dodds, Jerrilyn D., Menocal María Rosa y Krasner Balbale, Abigail, The arts of intimacy. Christians, jews and muslims in the making of castilian culture, New Haven & London, Yale University Press, 2008, 395 páginas.

La obra, producto del trabajo mancomunado de tres destacadas científicas, es un trabajo de compendio, elegantemente ilustrado y bellamente escrito, que logra aunar los diversos aspectos de la cultura castellana de los siglos X y XIV como producto de la conflictiva y, por momentos, armoniosa relación con las culturas árabe y judía.
El objetivo es el relevo comparativo de dichas culturas en el arco temporal comprendido entre los siglos XI y XIV y el estudio del desarrollo y aporte que hacen las dos vertientes a la cultura castellana. Rige el estudio un planteo en torno a la interacción operada entre las tres religiones monoteístas en la España medieval y la observación del modo en que va evolucionando el proceso histórico en la Península.
La exploración de las autoras atraviesa las diferentes aristas de la cultura castellana, a través de las diversas expresiones artísticas: la arquitectura, la poesía y la prosa, las ciencias, la epigrafía y la caligrafía, entre otras. Este estudio interdisciplinario nos pinta la España medieval esencialmente a través del cristal de tres de sus ciudades, Córdoba, Sevilla y, fundamentalmente, Toledo.
En cada capítulo la tesis de las autoras es explorada desde una doble perspectiva: se toma en cuenta el devenir histórico y los diversos momentos de dominación e interrelación entre las partes y se escogen variadas expresiones del arte para mostrar esta profunda imbricación entre proceso histórico, ideología y cultura. Se ejemplifican estos procesos aludiendo a las obras seleccionadas minuciosamente. Con frecuencia, el disparador del contenido del capítulo es una obra en particular, la cual respaldará y ejemplificará el proceso que se desarrolla. Es el arte en sus diversas expresiones el que acompaña y respalda enteramente la tesis de las autoras.
Ya desde el primer capítulo el estudio se remonta a los primeros días de Hispania y se pone en tela de juicio la noción en torno a una pura identidad indígena hispana a la vez que se rastrean los más remotos orígenes fenicios, griegos y cartagineses, para luego llegar a Hispania, la más romana de las provincias romanas fuera de Italia. Son temas de análisis el papel asumido por la cristiandad y la Iglesia, el rol de la monarquía visigoda y su relación con la institución eclesiástica, la invasión árabe y la paulatina caída de Córdoba, Granada, Carmona, Sevilla y entre otras ciudades bajo el predominio árabe. Se aborda asimismo el período musulmán, las sucesivas dinastías, y el papel ejercido por los cristianos no convertidos al Islam (mozárabes) y los judíos, ciudadanos subordinados por la ley en la política islámica de Al Andalus, participantes activos en la economía y la cultura de estos conglomerados urbanos. Es la figura del Cid y su poema la que cierra este capítulo, como obra testimonial de una Castilla emprendedora y receptiva que comenzaría a batallar para preservar y expeler esa poderosa identidad plural.
El segundo capítulo se aboca al período posterior a la conquista de Toledo (1085), cuando se redefine un cambio en las relaciones entre los reinos del norte y sus vecinos musulmanes y Toledo es absorbida y transformada por la cultura castellana. Se sopesan las consecuencias del proceso que arranca a partir de la toma de la antigua capital de la Hispania Visigoda, centro del reino visigodo y sede de la Iglesia hispano romana. El capítulo se refiere al modo en que se transforma a los reinos de taifas en estados tributarios, teniéndolos como aliados y alentando la división entre ellos. Los procedimientos de los cuales se valió Alfonso para asentar su conquista, por ejemplo, los espacios "cedidos" a la población musulmana –la Mezquita principal–, en tanto la monarquía se apropiaba de lugares cargados de significación para los castellanos, como el palacio de los reinos de taifas, el tesoro de al Qadir y los jardines reales. Se analiza el movimiento demográfico posterior al año 1085 y el proyecto de Alfonso de conservar y a la vez rehacer la ciudad y retener su población. Las autoras se detienen a describir la vasta cultura musulmana tal como se desarrolló en el reino de Toledo, su despliegue arquitectónico, su desarrollo científico, la magnificencia de las obras hidráulicas –que permitieron el control de los recursos hídricos–, el desarrollo de los jardines, las artesanías y los textiles. En resumen, el capítulo explica cómo la conquista de la ciudad fue celebrada por los cristianos que llegaron en términos de un retorno al pasado, como una restitución de la hegemonía cristiana a la antigua capital visigoda. Sin embargo, el planteo de una identidad cultural plural de Castilla era aún un proceso en gestación, desde los tiempos de los Omeyas, que avanzaba con cada interacción, mediante cada alianza política y gracias al intercambio cultural.
El capítulo tres se refiere a la resistencia y reacción ejercidas por los mozárabes instalados en Toledo frente al desigual reparto que los conquistadores hacen de las tierras. Es la arquitectura uno de los vértices del análisis –profusamente ilustrado por material fotográfico– que desarrollan las autoras acerca del modo en que fueron evolucionando ciertos elementos de la arquitectura mozárabe en relación con el Islam. Se toma como pauta de este proceso la transformación sufrida por la mezquita de Toledo, convertida por Alfonso VI en Catedral, a pesar de su promesa incumplida de dejarla en manos de la comunidad musulmana. Se estudia este desarrollo sopesando las consecuencias entre el grupo mozárabe de Toledo, que se ve relegado por el avance del poder papal, y la instalación de una estructura eclesiástica que corresponde perfectamente a las ambiciones imperiales de Alfonso.
El cuarto capítulo describe el modo en que la mezquita toledana de Bab al-Mardum, erigida en el año 999, pasa a los caballeros de San Juan de Jerusalén, orden militar religiosa con la misión de proteger a los "enemigos de Cristo" tanto en Tierra Santa como en España. Se analiza este gesto arquitectónico de dominación política y triunfo que consistió, no en destruir y demoler la vieja mezquita sino, por el contrario, la construcción de agregados, de modo que pareciera que el nuevo edificio "consumía" de alguna manera al antiguo, a modo de triunfo, así como la mezquita de Bab al-Mardum, en su momento había sido levantada a partir de la iglesia toledana del período visigodo. Se describe y explica cada elemento de la estructura arquitectónica de la nueva iglesia, a la cual caracterizan como "mudéjar", estilo híbrido, reflejo tanto de transformación como de dominación y asimilación a la vez. Esta iglesia, que pasaría a ser la iglesia de Santa Cruz un siglo después, ejemplifica la ambivalencia cultural que las autoras develan en todo este proceso. Esto sugiere, desde lo arquitectónico, el triunfo cristiano y deja entrever también el modo en que se encontraban entretejidos los valores visuales colectivos en Toledo, antes y después de la conquista.
Se insiste en la identidad lingüística y confesional que este santuario denota en tanto conviven, en el ábside interior, la figura del Cristo Pantocrator –imagen de dominación de la Iglesia en su rol indiscutido de mediadora– junto a una inscripción en árabe –apenas legible– que enmarca el arco triunfal. Este fenómeno, que también se observa en numerosas mezquitas en al-Andalus, formaba parte de la tradición artística previa al año 1085. Se analiza y ejemplifica el proceso arquitectónico de transformación y asimilación del mudéjar toledano, estilo que se transformaría a través de los renovados contactos con las diversas tradiciones artísticas de al-Andalus. Múltiples ejemplos arquitectónicos, bellamente ilustrados fotográficamente, acompañan el texto.
En el quinto capítulo, llamado Babel, las autoras se abocan al período posterior a la muerte de Alfonso VII y a la etapa de tensión e intranquilidad que impera durante una generación en Toledo. Se analizan las transformaciones que sufre la ciudad a lo largo del siglo XIII a raíz de los vaivenes políticos y cómo nuevos grupos –tales como las órdenes monásticas, militares y ciertas familias– se ven favorecidos por el apoyo brindado a los grupos en el poder. Este acontecer va dejando su impronta en la arquitectura citadina alterando el aspecto de algunos edificios emblemáticos, tal es el caso de la iglesia de San Román, analizado e ilustrado de forma particular. Se señala cómo la aparente confrontación de lenguajes artísticos divergentes nos muestra la transformación política e intelectual que atraviesa Toledo en esta centuria y cómo la ideología que se oculta tras estas mutaciones se vincula a ideas muy poderosas, tales como la de cruzada y reconquista.
Siguiendo siempre un esquema cronológico, los dos últimos capítulos analizan la manera en que el acontecer político previo a la Reconquista definitiva, por parte de los Reyes Católicos, va dejando su impronta permanente en la arquitectura y el arte en general. El capítulo seis se inicia con el nacimiento y el posterior reinado de Alfonso X, décadas cruciales de la Reconquista: entre la batalla de Las Navas en 1212 hasta la toma de Ishbiliya, capital de los almohades en 1248 –que se convertiría en Sevilla– con la derrota final y el posterior abandono de la península. Se exploran estas décadas en las que los cristianos de la península se enfrentaron entre sí y no dudaron en tejer alianzas, como la tramada entre Fernando e Ibn al-Ahmar, que se convirtió en su vasallo y aliado, lo cual le facilitó al primero las finales y decisivas victorias, primero sobre Córdoba y luego sobre Sevilla. Al igual que en los capítulos previos, se actualizan y describen las mutaciones arquitectónicas de edificios emblemáticos y que es posible descubrir a la sombra de estos acontecimientos históricos. Casos como el del Alcázar de Sevilla y el de la nueva Catedral, construida sobre la antigua mezquita, donde fue enterrado el rey Fernando, cuyo epitafio aparece en latín, en árabe, en hebreo y en castellano, en señal del imperio que Alfonso hereda de su progenitor y muestra indudable de aquel nuevo universo castellano en el cual la presencia de judíos y musulmanes era una realidad indiscutida y aceptada.
El capítulo siete se ocupa del período trastámara, especialmente del reinado de Pedro I de Castilla, a partir de un elemento particularmente significativo, la tumba de su tesorero, Samuel Halevi, en la sinagoga de Toledo. Allí se exhiben las armas del reino de León y de Castilla, junto con detalles de caligrafía árabe –lo cual recuerda, según las investigadoras, el gran palacio de La Alhambra– e inscripciones hebreas. Se relaciona este monumento con el estilo castellano, vigente en ese momento y adoptado por la monarquía, estilo identificado con el gusto islámico, el cual prevalece en otras realidades culturales del momento, como la escritura. Es el caso de los "Proverbios Morales" redactados para el rey por Rabbi Sehem Tov ibn Ardutiel ben Isaac o Santob de Carrión, escrito que sigue la larga tradición cultural de literatura con fines moralizantes. Es un texto fundamental, no sólo por estar escrito para el rey por un rabino sino, además, por ser su lengua el castellano.
Cierra el estudio, que abarca hasta la toma de Granada por los Reyes Católicos, una cuidada cronología que se inicia a partir del siglo V. Se proporcionan genealogías diversas, notas a los capítulos, glosario de términos artísticos y fuentes y bibliografía que han nutrido la redacción de la obra.
Estamos frente a una obra de envergadura, de esmerada erudición y de indispensable consulta para el historiador del arte y para el intelectual en general abocado al estudio de las culturas hispana, árabe y hebrea. El libro proporciona un generoso material fotográfico, artístico e incluso cartográfico, de alto nivel didáctico.

Andrea María Bau

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