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Revista argentina de microbiología

Print version ISSN 0325-7541On-line version ISSN 1851-7617

Rev. argent. microbiol. vol.37 no.4 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Oct./Dec. 2005

 

Queratitis infecciosa no viral: factores predisponentes, agentes etiológicos y diagnóstico de laboratorio

Federico Nicola

Estudios Microbiológicos Especiales. Caseros 3377, Olivos (CP 1636), Pcia. de Buenos Aires, Argentina Correspondencia. E-mail: fnicola@datamarkets.com.ar

RESUMEN
Las queratitis infecciosas poseen una elevada morbilidad, poniendo en riesgo la visión en casos graves. Dada la eficaz protección que brinda el epitelio corneal, para que ocurra una infección se requiere la presencia de factores condicionantes. El principal predisponente para las queratitis infecciosas es el uso de lentes de contacto, seguido por traumatismos y cirugías oculares y luego diversas afecciones locales o generales. Los agentes etiológicos abarcan una enorme diversidad de microorganismos, incluyendo bacterias, micobacterias, virus, hongos y parásitos. Para poder instaurar un tratamiento acotado se necesita un diagnóstico etiológico, lo que requiere una correcta toma de muestra y un exhaustivo análisis microbiológico.

Palabras clave: queratitis infecciosa, factores predisponentes, etiología, diagnóstico de laboratorio

SUMMARY
Non viral infectious keratitis: predisposing factors, etiologic agents and laboratory diagnosis. Infectious keratitis cause significant morbidity and, if it is not promptly and appropriately treated, can lead to severe ocular disability. Almost all cases of keratitis are associated to predisposing conditions. In occident, the main risk factor is contact lens wear, but previous ocular surgery or trauma are also important, as well as various ocular surface diseases. An enormous diversity of etiologic agents for infectious keratitis exist, including virus, bacteria, mycobacteria, fungi and parasites. This review provides literature and personal based information about main predisposing factors, etiologic agents and pathophysiology of infectious keratitis, excluding those of viral origin. Focus is made on microbiologic procedures, describing stains and media that should be used, and highlighting their utility. A special mention on particular situations is made, including laboratory diagnosis of Acanthamoeba keratitis, utility of lens cases analysis, keratitis in patients with previous treatment, as well as molecular biology techniques described in ophthalmology.

Key words: infectious keratitis, risk factors, etiology, laboratory diagnosis

INTRODUCCIÓN

La inflamación corneal o queratitis puede deberse a una infección o a un proceso no-infeccioso, generalmente de origen inmunológico (11, 61). La queratitis infecciosa es una causa importante de morbilidad ocular en todo el mundo, con potencial riesgo de pérdida de la visión e incluso de la integridad ocular (3, 20, 45, 53, 61, 65). La severidad de la afección corneal depende tanto de las condiciones subyacentes del paciente como de la patogenicidad del agente infeccioso (6, 9). También es importante el tiempo en que se instaura un tratamiento apropiado, para lo cual es fundamental llegar a un diagnóstico etiológico (17, 28, 47, 54).
Esta actualización brinda información sobre queratitis infecciosas, excluyendo las de origen viral, revisando los factores predisponentes, la fisiopatología, los principales agentes etiológicos involucrados y los exámenes de laboratorio que pueden utilizarse para el diagnóstico de los mismos.

FACTORES PREDISPONENTES Y FISIOPATOLOGÍA

El epitelio corneal representa una barrera anatómica muy eficiente contra las infecciones, tanto es así que muy pocos microorganismos producen queratitis por sí solos, entre ellos Neisseria gonorrhoeae, Shigella spp. y Corynebacterium diphtheriae (38, 61). En la mayoría de los casos de queratitis infecciosa existe al menos un factor predisponente que altera el epitelio corneal, permitiendo que un microorganismo pueda iniciar un proceso infeccioso (8, 9, 11, 18, 32, 67, 82, 85). Conocer cuál es ese factor predisponente puede orientar hacia la etiología más probable y acotar de alguna manera la vasta diversidad de posibles patógenos que producen queratitis (9, 11, 18, 32, 60).
Queratitis asociada al uso de lentes de contacto: en Occidente, el condicionante más habitual para la infección corneal es el uso de lentes de contacto, debido a su amplio uso en la población general, habiéndose estudiado extensamente (9, 18, 20, 42-44, 68, 83). La incidencia es de 30 a 60 por 10.000 ojos/año, o 1/200 a 1/500 usuarios por año (15, 27, 42, 83).
Las bacterias más frecuentes que producen queratitis asociada al uso de lentes de contacto son Pseudomonas aeruginosa y Serratia marcescens. También pueden estar involucrados, aunque con menor frecuencia, otros bacilos gram-negativos, bacterias gram-positivas, principalmente Staphylococcus aureus y Staphylococcus epidermidis, levaduras del género Candida y amebas del género Acanthamoeba (15, 40, 42, 51, 60, 64, 67, 68, 83). Los hongos filamentosos muy infrecuentemente producen queratitis en usuarios de lentes, aunque ocasionalmente pueden ser hallados en ellas y/o sus estuches (50, 68, 83, 85).
El uso de las lentes de contacto genera microzonas de hipoxia e hipercapnea en el epitelio corneal, pudiendo producirse también microtraumatismos por roce. Estos hechos desencadenan una serie de eventos que favorecen la adhesión e internalización de P. aeruginosa a las células del epitelio corneal, permitiendo el inicio del proceso infeccioso (10, 38, 44, 55, 87). A su vez, las lentes de contacto se embeben de proteínas y mucus provenientes del ojo, lo que facilita la adhesión de estos microorganismos (43, 55, 63, 76, 82). La Figura 1 representa un esquema de los eventos asociados al inicio de queratitis infecciosa en usuarios de lentes de contacto. En esta población, el riesgo de infección ha sido ampliamente estudiado y revisado, por lo que no se profundizará en este punto. Baste mencionar que los distintos tipos de lentes poseen diferentes riesgos relativos (RR), índice que surge al comparar la tasa de infección asociada a cada tipo de lente con la observada al usar lentes rígidas gas-permeables, consideradas como las de menor riesgo. Así, las lentes blandas de uso diario presentan un bajo riesgo (RR: 0,7-1,3), las lentes blandas de uso extendido un riesgo intermedio (RR: 6,3-14,3) y las lentes blandas descartables poseen el mayor riesgo (RR: 7,5-19,4) (10, 18, 39, 42, 63, 68, 83). Además, independientemente del tipo de lente, tanto un mal hábito de limpieza-desinfección como el uso extendido de las mismas (más de diez horas por día, el uso nocturno o por más de seis días) incrementan sensiblemente el riesgo de infección corneal (15, 18, 39, 42-44, 56, 83).

Queratitis post-traumática: otro factor favorecedor de queratitis infecciosa es el traumatismo corneal (47, 82, 85). La injuria de la córnea puede ser severa, leve o incluso una raspadura imperceptible. Habitualmente involucra a trabajadores rurales o de jardines que se lesionan con elementos vegetales tales como hojas, semillas y espinas (24, 35, 79). También resultan afectados trabajadores metalúrgicos, de la construcción o similares, quienes se lastiman con pequeñas esquirlas metálicas, astillas de maderas, fragmentos de otros materiales o por abrasión física o química (35). Traumatismos ocasionales ocurren en motociclistas que no utilizan cascos o gafas protectoras, relacionados a accidentes domésticos de diversa índole y en personas que viven en zonas de fuertes vientos, como en la Patagonia argentina (12, 82).
El objeto injuriante suele ser el mismo portador e inoculador del agente infeccioso, pudiendo ser bacterias y/u hongos ambientales de diversos géneros. En su defecto, la herida puede infectarse a posteriori con otros microorganismos, fundamentalmente de la propia flora ocular del paciente. En la mayoría de los estudios se reconoce a los hongos filamentosos como los principales agentes causales de queratitis post-traumáticas, probablemente debido a su ubicuidad y a la profilaxis antibacteriana comúnmente indicada en estos casos (34, 61, 82, 85).
Queratitis post-quirúrgicas: otras causas predisponentes son las diversas cirugías oculares que involucran a la córnea. En estos casos, los microorganismos acceden a través del sitio de incisión, siendo usualmente bacterias patógenas tales como S. aureus, Streptococcus pneumoniae, P. aeruginosa, etc. También pueden estar involucrados estafilococos coagulasa-negativa, micobacterias ambientales y hongos, tanto levaduriformes como filamentosos (9, 60, 82).
De particular interés resulta la cirugía refractiva con laser para corrección de la miopía, también denominada LASIK (Laser in situ keratomileusis) (14, 21, 31, 73). Si bien nuestro país no cuenta con estadísticas certeras al respecto, una evaluación estimativa indicó que las complicaciones infecciosas tras este tipo de procedimiento poseen una incidencia aproximada de 1 cada 5.000- 10.000 cirugías (Brunzini R., comunicación personal). Aunque el riesgo es bajo, hay que tener en cuenta que afecta a personas con ojos previamente sanos y en general adultos jóvenes, poniendo en riesgo su visión (31, 73, 84). En mi experiencia, he podido aislar S. aureus (7 casos), Mycobacterium chelonae (4 casos), Candida spp. (3 casos, uno de ellos bilateral por C. parapsilosis) y Aspergillus flavus (2 casos) (60). Relativamente pocos microorganismos están involucrados en estas infecciones, lo que podría indicar la existencia de pequeños brotes o de fuentes de transmisión común en relación con este procedimiento quirúrgico. De hecho, esta situación ha sido documentada en otras partes del mundo (13, 14, 21, 30, 73, 84).
Queratitis en relación con otras patologías: diversas enfermedades generales y oculares predisponen al desarrollo de queratitis infecciosa (9, 20, 82). Algunas de ellas disminuyen las defensas humorales y/o celulares, como la diabetes, colagenopatías y otros estados de inmunosupresión adquiridos. Otras veces, la enfermedad altera en forma significativa el epitelio corneal, como ocurre en el penfigoide, enfermedades autoinmunes, disfunciones tiroideas severas, síndrome de Sjögren, etc., favoreciendo la sobreinfección por diversos microorganismos, incluyendo hongos y aquellos habitualmente considerados no patógenos, como estafilococos coagulasa-negativa, corinebacterias, etc. (6, 77, 82). En particular, en el penfigoide ocular, una enfermedad autoinmune de lenta evolución, es frecuente que Corynebacterium spp. colonicen las conjuntivas, pudiendo posteriormente infectar las úlceras corneales que se producen en los estadios más avanzados de esta enfermedad (11, 60). Otras condiciones oculares que pueden predisponer a queratitis son la blefaritis crónica, el síndrome de ojo seco y diversas patologías del párpado o del epitelio corneal (9, 67).

AGENTES ETIOLÓGICOS
Existe un amplísimo espectro de microorganismos que han sido implicados como agentes causales de queratitis infecciosa (1, 9, 20, 34, 45, 72, 78). Mayoritariamente son de origen bacteriano (70-90%), predominando los gérmenes gram-positivos, salvo en estudios enfocados en usuarios de lentes de contacto donde pueden ser más frecuentes las bacterias gramnegativas (9, 23, 67). Los hongos representan un 5-30% de los casos, excepto en poblaciones eminentemente rurales, como en el sudeste asiático, donde los hongos filamentosos pueden ser el primer agente causal (26, 34, 72, 77). Un porcentaje menor (1-15%) se debe a parásitos, principalmente Acanthamoeba spp.; un porcentaje variable (2-20%) de los casos son polimicrobianos, combinando distintas bacterias, hongos o amebas (1, 8, 9, 34, 67, 78). En la Tabla 1 se presentan los tipos de microorganismos recuperados más frecuentemente de pacientes con queratitis infecciosa, según la bibliografía previamente citada. En las Tablas 2 y 3 se detallan las bacterias y hongos, respectivamente.

Aunque esta actualización no incluye a las queratitis virales, simplemente se menciona que la queratitis herpética es producida fundamentalmente por Herpex Simplex tipo 1, siendo el agente etiológico más frecuente en las queratitis recidivantes.
A continuación se mencionan las características más importantes de los principales agentes causales de queratitis infecciosas.
Bacterias gram-positivas: existe una gran diversidad de bacterias gram-positivas que pueden causar queratitis (Tabla 2). La mayoría de ellas forman parte de la flora ocular residente, pero poseen distintas capacidades de patogenicidad. Los estafilococos coagulasa- negativa y Corynebacterium spp. son los principales componentes de la flora conjuntival y poseen escasa patogenicidad, razón por la que suelen infectar úlceras corneales producidas por enfermedades oculares crónicas, o en relación a injurias oculares (1, 6, 8, 9, 66, 67). Streptococcus pneumoniae puede colonizar asintomáticamente mucosas, incluyendo las conjuntivas, en una pequeña proporción de individuos, pero es un reconocido patógeno para el ser humano. Respecto a las infecciones oculares, es el principal agente etiológico de conjuntivitis bacterianas y ocupa un importante lugar entre los agentes etiológicos de queratitis infecciosas, asociadas a diversas enfermedades o cirugías oculares (8, 9, 67, 72, 78). Los estreptococos del grupo viridans son parte de la flora conjuntival en una pequeña proporción de personas y son poco patogénicos; por ende, infrecuentemente producen queratitis. Además, dada su baja virulencia, la infección corneal por estos microorganismos suele tener una presentación clínica muy particular, denominada queratopatía cristalina, caracterizada por una evolución muy lenta, con escasa reacción inflamatoria y lesión corneal con forma de cristales (71, 82). Finalmente, Staphylococcus aureus posee las dos características antes mencionadas, es un componente importante de la flora ocular y posee múltiples factores de patogenicidad (9, 82). Esto explica por qué es el principal agente causal de queratitis, pudiendo recuperarse de pacientes con cualquiera de los factores predisponentes antes mencionados (1, 8, 9, 67, 72, 78).
Bacilos gram-negativos: P. aeruginosa y S. marcescens son los principales bacilos gram-negativos aislados en queratitis infecciosas, principalmente en usuarios de lentes de contacto (1, 8, 9, 15, 40, 64, 83). Estas bacterias pueden adherirse a las células de la córnea, capacidad favorecida por las condiciones de stress que ocasiona el uso de las lentes, como se mencionó previamente (39, 44, 87).
Además, pueden sobrevivir en ambientes inhóspitos y con pocos nutrientes, tales como las soluciones para preservar las lentes de contacto, aún en presencia de los desinfectantes utilizados para la desinfección de las mismas (40, 64, 83). Se ha demostrado que P. aeruginosa se adhiere firmemente a las lentes de contacto y al estuche de las mismas y posteriormente forma un biofilm sobre sus superficies (Figura 1). Este biofilm la hace capaz de persistir en esos sitios, resistiendo desinfectantes y lavados habituales (55, 61, 63, 76, 82).
Ocasionalmente, estos u otros bacilos gram-negativos pueden aislarse en pacientes con queratitis postquirúrgicas, post-traumáticas o relacionadas a enfermedades oculares (6, 59).
Micobacterias ambientales y bacterias filamentosas: estas bacterias pueden recuperarse de suelos y aguas, son patógenos oportunistas y producen queratitis en relación a traumatismos oculares, pudiendo ocasionalmente recuperarse de úlceras en usuarios de lentes de contacto (60, 74, 82). La presentación clínica es variable, desde abscesos corneales francos hasta formas más indolentes como la queratopatía cristalina (30, 71, 82). En la última década han aumentado los informes de casos de infección post-cirugía de LASIK producidas por Nocardia spp. y micobacterias ambientales, principalmente Mycobacterium chelonae, M. abscessus y M. fortuitum (14, 30, 60, 73, 74). Se han descrito tanto casos esporádicos como epidemias, y en varios trabajos se ubica a estas micobacterias en el primer lugar de agentes etiológicos de infecciones post-LASIK (13, 14, 21, 30, 31, 73, 84).
Hongos: en muestro medio predominan los hongos filamentosos, fundamentalmente en queratitis postraumáticas y en menor proporción en queratitis postquirúrgicas (Tabla 3). Los géneros más frecuentes son Fusarium y Aspergillus, pero también lo son los hongos negros (Dematiáceos) y luego otros de diversos géneros, habiéndose descrito más de 30 géneros y 60 especies (24, 26, 35, 59, 60, 77). Las levaduras son fundamentalmente del género Candida, predominando C. albicans; se las aísla en queratitis asociadas a enfermedades oculares o post-quirúrgicas, o en un pequeño porcentaje de usuarios de lentes de contacto (8, 35, 60).
En la fisiopatología de las queratomicosis se han descrito varios factores, tales como adhesividad, toxigenicidad, secreción de proteasas e invasividad, que contribuyen a su más importante característica: la capacidad de los hongos de avanzar en profundidad, hacia los planos más profundos de la córnea, pudiendo incluso llegar a perforarla y producir endoftalmitis (61, 77, 79, 85). Es por esto que las chances de éxito terapéutico con colirios son mayores cuando el diagnóstico se realiza tempranamente. Por el contrario, si se demora en realizar el diagnóstico e instaurar un tratamiento médico apropiado, serán necesarias técnicas quirúrgicas para lograr la resolución de la infección, tales como keratoplastia penetrante, recubrimiento subconjuntival e incluso transplante de córnea (47, 54, 77).
Acanthamoeba spp.: estas amebas de vida libre alternan entre estados de trofozoito y de quiste, encontrándose en diversos tipos de aguas y suelos (37, 49, 80). Los quistes representan una forma de resistencia a diversas condiciones ambientales desfavorables, tales como temperatura, pH, agua clorada, biocidas, antibióticos e incluso a los procesos de desinfección habitualmente utilizados para el mantenimiento de las lentes de contacto (49, 70). Diversas especies han sido aisladas de pacientes con queratitis, entre ellas: A. castellanii, A. polyphaga, A. hatchetti, A. culbertsoni, A. rhysodes, A. griffini, A. quina y A. lugdunensis (2, 49, 80). La queratitis por esta ameba se caracteriza por una progresión insidiosa, mucho dolor ocular y la presencia de infiltrado corneal en forma de anillo alrededor de la lesión (2, 4, 37). El 70-95% de los casos se produce en usuarios de lentes de contacto, mientras que el resto se asocia a trauma y/o exposición a ambientes acuáticos contaminados (2, 4, 8, 16, 52, 75). Su diagnóstico se ve dificultado por falta de sospecha y en parte por inexperiencia, tanto del oftalmólogo como del microbiólogo, confundiéndose frecuentemente con queratitis herpética, fúngica o sobreinfección bacteriana (4, 28, 49, 52). Un diagnóstico temprano aumenta considerablemente las chances de cura con tratamiento médico, evitando la cirugía terapéutica, por lo que es muy importante estar atentos a esta posibilidad y preparados para realizar un diagnóstico de certeza (4, 16, 17, 28, 49). Además, puede existir co-infección con otros microorganismos, por lo que aislar un primer patógeno no debe interferir en la búsqueda de Acanthamoeba spp. (4, 48).
Se han descrito varios factores que podrían relacionarse a la patogenicidad de ciertas cepas de Acanthamoeba spp., como ser: adhesión a diferentes células y superficies, evasión del sistema inmune, producción de cisteína-proteasas, serino-proteasas, elastasa, fosfolipasa y efecto citopático, entre otros. Estas características, así como la inmunología de las infecciones por Acanthamoeba spp., escapan al propósito de esta actualización y pueden consultarse en otras revisiones recientes (33, 37, 49, 70).

EXÁMENES DE LABORATORIO
Toma de muestra: la córnea está ricamente inervada, siendo sumamente sensible al tacto, por lo que para tomar muestras casi siempre se recurre a la colocación de un anestésico tópico (11, 78, 82). Las muestras se obtienen por raspado de la lesión, preferentemente en sus bordes y lecho más profundo, utilizando una espátula de platino (espátula de Kimura), o en su defecto pequeños hisopos de alginato o dacrón, como los utilizados para exudados uretrales (11, 19, 72, 78, 82). Este raspado debe realizarse bajo lámpara de hendidura, por un profesional oftalmólogo entrenado, dado que existe el riesgo de perforación de la córnea, adelgazada en la zona de la úlcera. En estas lesiones los microorganismos se encuentran en bajo inóculo, con distribución heterogénea, localizándose preferentemente en los bordes y hacia la profundidad de la úlcera. Una correcta toma de material mediante raspado firme de la lesión, realizada por un oftalmólogo de experiencia, resulta esencial para tener mayores chances de realizar el diagnóstico etiológico (3, 7, 8, 53, 58, 65, 72). Cabe mencionar que el raspado corneal que se realiza para la toma de muestra también resulta de ayuda terapéutica, ya que elimina tejido necrótico, detritus, microorganismos y noxas, favoreciendo además el ulterior acceso del antibiótico tópico a las zonas más profundas de la úlcera (19).
Nuevamente, las infecciones post-LASIK merecen un comentario particular. En estas cirugías, se realiza un corte del epitelio corneal, formándose una especie de "tapa" denominada flap. Es en la interface entre el flap y la base de la córnea donde se producen las infecciones, por lo que para realizar una correcta toma de muestra, habitualmente es necesario levantar el flap y realizar luego el raspado de la lesión (21, 30, 31).
Siembra en medios de cultivo: dada la gran diversidad de posibles patógenos involucrados, se deberían tomar muestras suficientes para realizar 2 o 3 extendidos y sembrar agar chocolate, caldo de enriquecimiento [infusión cerebro-corazón (BHI) o tioglicolato], agar Sabouraud y, eventualmente, agar no-nutritivo para Acanthamoeba spp. y Löwenstein-Jensen para micobacterias (6, 7, 60, 72, 78, 82). Idealmente, la siembra de estos medios debería realizarse al lado del paciente, con la asistencia de personal entrenado en técnicas microbiológicas o por el mismo oftalmólogo que realiza la toma de material, con la práctica suficiente para estos procedimientos (58, 72, 78, 82). En estas circunstancias, el riesgo de contaminación de los medios de cultivo es mínimo, evitándose el uso de medios de transporte que disminuyen la eficacia de recuperación de agentes causales. El orden en que se sembrarán los medios y realizarán los extendidos dependerá de la sospecha clínica, basada en características de la lesión, tiempo de evolución, factor predisponente, tratamiento previo, etc. (6, 59, 72, 82)
Examen microscópico directo: debe incluir coloración de Gram y blanco de calcofluor [calcofluor-white (CFW)]. Este último es un colorante fluorescente que se une a la pared de hongos y quistes de amebas, permitiendo la observación de los mismos en forma rápida y definida (Figuras 2A y 2B) (34, 53, 60, 72, 81). De no contar con este colorante, se debería utilizar otro de similares características tintoriales, tales como metanemina de plata (Grocot) o tinciones tricrómicas, aunque no suelen ser habituales en el laboratorio clínico. La coloración de Giemsa puede ser de ayuda para reconocer hifas fúngicas, pero ni ésta ni el Gram tiñen eficientemente quistes o trofozoitos de amebas, que pueden pasar inadvertidos o ser confundidos con leucocitos o restos celulares (49, 81). Se puede realizar una observación en fresco del raspado corneal en hidróxido de potasio (KOH) al 10% para la búsqueda de hongos (26, 72). Adicionalmente, la tinción de Ziehl-Neelsen permite reconocer la presencia de micobacterias.

La sensibilidad de la coloración de Gram es del 40-70%, tanto para bacterias como para hongos. En queratitis fúngicas, el examen en fresco con KOH presenta una sensibilidad del 60-85% y el CFW del 80-95% (26, 34, 72). La experiencia del observador y una exhaustiva búsqueda de microorganismos por todo el extendido son muy importantes.
Cultivos: las placas de agar chocolate deben incubarse en jarra con vela a 35 °C hasta 7 días, y los medios líquidos (BHI o tioglicolato) hasta 10 días. Los tubos de Sabouraud deben incubarse a 28 °C hasta tres semanas y las placas de agar no-nutritivo 7-12 días a 28 °C y/o 35 °C (6, 34, 72). Todos los medios de cultivo deben observarse diariamente, ya que más del 95% de las bacterias crece en los primeros tres días; mientras que respecto a amebas y hongos, 85% desarrolla en los primeros 3 días, 95% lo hace en la primera semana y solo 5% crece entre la primera y la segunda semana de incubación (67, Nicola F-datos no publicados).
El hallazgo de cualquier patógeno ocular reconocido (ej.: P. aeruginosa, Serratia spp., S. pneumoniae, hongos o Acanthamoeba spp.) debe informarse, sin importar el grado de desarrollo obtenido. Sin embargo, cuando se recuperan bacterias habituales de conjuntivas o párpados, hay que tener presente la posibilidad de contaminación en la toma de muestra (por roce del hisopo o espátula con esas estructuras oculares). Por ello, ante el aislamiento de estos microorganismos (ej.: estafilococos, corinebacterias, etc.) se los considera agentes causales de la queratitis si fueron observados en el Gram, o si se los recupera en más de uno de los medios inoculados o con más de cinco colonias en una placa de agar (9, 34, 72, 78). Para un mejor análisis de los hallazgos de los cultivos, el microbiólogo debería estar en conocimiento de los principales antecedentes del paciente, tales como factores predisponentes, tiempo de evolución de la lesión, tratamientos previos, etc. (6, 23, 59, 65, 72). Sin duda, una buena comunicación entre el oftalmólogo tratante y el microbiólogo redunda en beneficios directos en la atención del paciente.
Los estudios microbiológicos a realizar no difieren de las pruebas estándares de identificación y sensibilidad utilizadas en la práctica general. Los antibióticos más utilizados para el tratamiento de las queratitis bacterianas y que deben ser ensayados en las pruebas de sensibilidad in vitro pueden observarse en la Tabla 4 (5, 23, 34, 57, 62, 65). Para el tratamiento de las queratitis se utilizan altas concentraciones de antibióticos administrados localmente, ya sea como colirios comerciales o "fortificados" (preparados a partir de drogas para uso endovenoso) o por inyecciones subconjuntivales (3, 5,23, 46, 62, 65). Esto permite obtener concentraciones en la superficie corneal superiores a las plasmáticas, utilizadas para establecer los puntos de corte de sensibilidad/ resistencia (3, 5). Las queratitis son infecciones serias, no autolimitadas, que involucran un tejido pobremente vascularizado, donde se forma un marcado gradiente de concentraciones. Por ende, en las capas más profundas del epitelio corneal las concentraciones de los antibióticos pueden ser similares a las plasmáticas, lo que justifica la utilidad de las pruebas de sensibilidad a los antibióticos.

Dado que la mayoría de los casos de queratitis infecciosas ocurren en pacientes ambulatorios, siendo los agentes etiológicos cepas salvajes, habitualmente no se presentan resistencias a los antibióticos fuera de las naturales a la especie en cuestión (5, 34, 46, 57, 62, 65, 67); aunque se ha descrito una tendencia de aumento en la resistencia a las quinolonas (1, 5, 22). Por el contrario, en pacientes con enfermedad ocular previa, quienes comúnmente reciben distintos tratamientos, no es extraño encontrar resistencia a uno o varios antibióticos (57, 66, 67). También pueden estar involucrados microorganismos con múltiples resistencias en pacientes que han sido operados o han estado internados en centros médicos, particularmente, en queratitis producidas en unidades de terapia intensiva (57, 67).

Investigación de Acanthamoeba spp.
Además de la observación directa de los quistes con CFW, estas amebas pueden ser detectadas mediante su cultivo. Para ello, se inocula la muestra en la superficie de una placa con agar no-nutritivo, luego se adiciona una suspensión densa de Escherichia coli, preparada a partir de un cultivo fresco, dejando la placa en reposo por quince minutos. Posteriormente, se elimina el exceso de la suspensión y se incuba, con atmósfera normal, en estufa a 35 °C (se han descrito cepas ocasionales que desarrollan mejor a 28 °C) (2, 49, 70). Las placas de agar inoculadas deben incubarse por 10-12 días, observándose diariamente al microscopio con bajo aumento en búsqueda de trofozoitos o quistes (2, 4, 70). Los trofozoitos miden 15 a 40 micrómetros, se movilizan mediante pseudópodos, en su citoplasma se aprecia una vacuola contráctil (va creciendo pausadamente por algunos segundos y luego se contrae, desapareciendo rápidamente), y al microscopio electrónico se observan prolongaciones citoplasmáticas (acanthapodia) (2, 37, 49, 70). Estas dos últimas características son propias del género Acanthamoeba, por lo que permiten su identificación (2, 49, 70). Los quistes tienen forma poligonal, generalmente hexagonal, con paredes gruesas y refringentes, variando el diámetro de 12 a 20 micrómetros (35, 49, 80). Los trofozoitos de la ameba se alimentan de E. coli u otras enterobacterias, y se van multiplicando por división binaria, formando un "frente de crecimiento" característico (Figura 3A). A medida que se quedan sin alimento, los trofozoitos se van transformando en quistes, que se observan por detrás del frente de crecimiento (Figura 3B) (35, 49, 80).

Dadas las características particulares de este parásito, fundamentalmente su capacidad de transformarse en quistes muy resistentes, los tratamientos se administran por varios meses (2, 4, 49). Se ha descrito que antígenos amebianos pueden perdurar mucho tiempo en el estroma corneal y quizás jueguen algún rol en la persistencia de la inflamación corneal en pacientes bajo tratamiento (86). Además, las sustancias utilizadas para el tratamiento, tales como colirios con polihexametilenbiguanidina o hexamidina, pueden producir, per se, cierta inflamación corneal e incluso intolerancia (2, 4, 19, 28, 49). Por lo tanto, puede ser útil monitorear la efectividad del esquema terapéutico, aunque no está claro qué técnicas pueden servir para este fin. Por un lado, la Reacción en Cadena de la Polimerasa (PCR) (ver más adelante) no discrimina si el ADN proviene de organismos vivos o muertos (41, 49). Como contrapartida, en pacientes bajo tratamiento, el cultivo puede fallar en detectar la presencia de quistes (86). En mi experiencia, en el monitoreo de pacientes que no evolucionan satisfactoriamente, la tinción con CFW permite la visualización de quistes o remanentes con forma alterada, aun cuando no fueran recuperables en los cultivos, los que no se observan en pacientes con respuesta adecuada al tratamiento (Nicola F-Datos no publicados).

Estudio de las lentes de contacto
En queratitis infecciosas asociadas al uso de lentes de contacto puede resultar de utilidad estudiar las lentes, sus estuches y soluciones de lavado. Las lentes se cultivan tomándolas con pinzas estériles y depositándolas un par de veces de cada lado sobre las placas de cultivo, que incluyen agar Mac Conkey y agar sangre para bacterias, agar Sabouraud para hongos y agar no-nutritivo para estudiar Acanthamoeba spp. (6, 9, 49, 50). Los estuches pueden estudiarse mediante hisopado del interior de los mismos y las soluciones sembrando una alícuota de las mismas en los medios previamente mencionados. El estudio microbiológico de estos materiales no reemplaza la investigación a realizar con material obtenido por raspado de la lesión corneal, sin embargo puede complementarla. En muchas ocasiones, al momento de realizarse la toma de muestra, los pacientes ya se encuentran recibiendo algún tratamiento antibiótico lo que, como se menciona más adelante, influye negativamente en la recuperación del agente causal (8, 9, 32, 58). En esta situación, aislar P. aeruginosa de la lente de contacto de un paciente con un cuadro clínico compatible nos permite evaluar su sensibilidad a los antibióticos, suponiendo con buenas chances que es el agente causal. Hay estudios que han documentado una correlación de 80-97% entre el microorganismo recuperado de las lentes de contacto con el aislado de la úlcera corneal (9, 50). Alternativamente, estudiar las lentes y sus estuches puede ser útil para demostrar el origen de un agente etiológico poco frecuente en este tipo de casos. Puedo citar mi experiencia en un caso en el que se aisló Nocardia sp. tanto de la lesión corneal como de las lentes y estuches (60).

Pacientes con tratamiento previo
El 40-70% de pacientes con queratitis infecciosa ya ha recibido algún tipo de tratamiento antibiótico al momento de realizarse la toma de muestra para estudios microbiológicos (32, 48, 59, 72). Las chances de recuperar un agente etiológico en esta situación disminuyen significativamente. En una serie de 253 casos de queratitis infecciosa, 140 (55%) pacientes ya estaban recibiendo tratamiento al momento de ser evaluados por nosotros (8, 60). La tasa de diagnóstico etiológico fue de 87% en el grupo sin tratamiento previo, versus un 57% en aquellos con tratamiento previo (p<0,01) (8). En otras situaciones clínicas se suele recomendar suspender el tratamiento unas 48-72 horas previas a la realización del estudio. Sin embargo, en pacientes con queratitis infecciosa, tal recomendación puede ser muy perjudicial en la evolución del cuadro clínico; además, no se ha demostrado que así se aumenten las posibilidades de llegar al diagnóstico etiológico (26, 48). Por lo tanto, una práctica recomendable es realizar los estudios microbiológicos ante la primera posibilidad que se presente, se encuentre el paciente con o sin tratamiento. Según los antecedentes y la evolución del paciente, el oftalmólogo puede suspender o modificar el tratamiento, debiendo monitorear cuidadosamente los cambios que pudieran ocurrir y, si fuera necesario, realizar nuevas tomas de muestra y estudios adicionales (Brunzini RComunicación personal).

Técnicas de biología molecular
Como se ha descrito, los agentes etiológicos de infecciones corneales comprenden una gama muy variada de microorganismos, incluyendo amebas, micobacterias y muy diversos géneros de bacterias y hongos. Esto, junto con el hecho ya mencionado del habitual tratamiento antibiótico previo a la toma de muestras, hacen que sólo se pueda identificar el agente causal en un 40-80% de los casos. Dadas la gravedad de esta infección y la diversidad de tratamientos posibles, se han desarrollado varios métodos de biología molecular, principalmente para el diagnóstico de Acanthamoeba spp. y hongos, aunque también para bacterias (25, 29, 36, 41, 49).
Se han utilizado diversas estrategias, abarcando el uso de primers específicos para un género y/o especie y la realización de PCR directa, nested PCR y/o PCR múltiple. Otra estrategia interesante es la realización de una PCR directa utilizando primers de regiones conservadas del ADN o ARN microbiano, propias de bacterias, hongos o amebas (denominada PCR "universal", en la jerga oftalmológica). De este modo, un resultado positivo indica que está involucrado ese tipo de microorganismo, (por ejemplo, un hongo) sin determinar exactamente de qué género se trata. Para ello, posteriormente se recurre a técnicas adicionales sobre el producto amplificado, tales como secuenciación, hibridación con sondas, o una nueva PCR (36, 49, 69).
Si bien se ha descrito un aumento en la sensibilidad con esta metodología respecto de los cultivos, también se han documentado casos en los que no se detectó el agente causal recuperado en los cultivos.

CONCLUSIÓN

Las infecciones corneales representan un serio riesgo para la visión del paciente y necesitan ser tratadas con rapidez y eficiencia. Debido a la enorme variedad de posibles agentes etiológicos, el apoyo del laboratorio es muy importante para poder dirigir acotadamente el tratamiento. Está ampliamente demostrado que la demora en instaurar un tratamiento médico adecuado aumenta considerablemente la posibilidad de falla del mismo. En vista de esto, debe ponerse el mayor esfuerzo para obtener una muestra representativa y procesarla correcta y exhaustivamente, brindando así las mayores chances de alcanzar el diagnóstico etiológico.

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Recibido: 19/09/05
Aceptado: 5/12/05

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