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Folia Histórica del Nordeste

versión impresa ISSN 0325-8238versión On-line ISSN 2525-1627

Folia  no.22 Resistencia dic. 2014

 

ARTÍCULO

Una aproximación a la cuestión de la alimentación y la agricultura en el sudoeste de la provincia del Chaco: actores, políticas y problemáticas

An approach to the problem of food and agriculture in the southwest of the Chaco province: actors, policies and problems

Cintia N. Rosso*

* Doctora en Ciencias Antropológicas, Becaria Post Doctoral CEFYBO-CONICET. cintia_rosso@yahoo.com.ar

Resumen

El objetivo de este trabajo es efectuar una primera aproximación a la problemática de la agricultura, la horticultura, la autosuficiencia, la soberanía y la seguridad alimentaria en el contexto argentino. Nos centraremos para ello en el caso de la región sudoeste de la provincia de Chaco indagando cuáles son los actores involucrados, las políticas existentes y las problemáticas que se dan en relación con este asunto en dicho territorio. Para analizar esta cuestión se consultaron diversas fuentes tales como documentos gubernamentales, documentos de organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales, fuentes periodísticas así como bibliografía sobre el área. Este acercamiento nos permitió observar las políticas llevadas a cabo por el gobierno nacional y provincial a través de los distintos programas que se vienen implementando así como indagar en los problemas que se presentan para los pequeños productores agrícolas por la expansión de la soja en esta región chaqueña.

Palabras clave: sudoeste chaqueño; soberanía alimentaria; agricultura; horticultura.

Abstract

The aim of this paper is to carry out a first approach to the problem of agriculture, horticulture, self-sufficiency, sovereignty and food security in the argentinian context. We will focus on the case of the southwestern region of the Chaco province, specifically on the the actors involved, the existing policies, and the problems related to this topic. In order to analyze this issue various sources such as government documents, documents of intergovernmental and non-governmental organizations, news sources as well as literature on the area were consulted. This approach allowed us to observe the policies carried out by the national and provincial government through the various programs that have been implemented as well as to investigate the problems that arise for small agricultural producers by the expansion of soy in the Chaco region.

Keywords: southwest of Chaco; food sovereignty; agriculture; horticulture.

Recibido: 30/06/2013
Aceptado: 01/09/2013

Introducción

Las prácticas alimentarias pueden verse como el resultado de un largo proceso constituido por distintas etapas (obtención, distribución, preparación, consumo, descarte, almacenamiento) que reflejan factores de tipo ecológico (calidad del suelo, formas del relieve, disponibilidad de agua, clima, flora y fauna), así como factores socioculturales (diferencias intra-intergrupales, jerarquías sociales, parentesco y género) y políticos (materialización del poder, nacionalidad) (Goody, 1995; Coulon, 2000; Santoni y Torres, 2002; Marschoff, 2007). En los últimos años, el tema de la alimentación, central para el desarrollo de la vida, ha pasado a ser prioritario en las agendas de organismos gubernamentales y no gubernamentales debido a la crisis alimentaria que el mundo se encuentra atravesando en la actualidad (González y Manzanal, 2010).

Así la problemática de la alimentación ha sido analizada con conceptos como autosuficiencia alimentaria, seguridad alimentaria, soberanía alimentaria. En muchos países se han llevado a cabo políticas en consonancia con estas cuestiones, cada una de estas definiciones difieren ya que conllevan implícitamente formas diferentes de concebir la problemática alimentaria y, por ende, las políticas realizadas son significativamente distintas (González y Manzanal, 2010). Sin embargo, en muchas ocasiones, las nociones mismas pueden ser tan amplias que no se sabe claramente a qué están haciendo referencia. Para el presente trabajo definiremos los términos en las líneas que siguen para que quede claro al lector a qué estamos haciendo referencia. La autosuficiencia alimentaria “se alcanza cuando se satisfacen las necesidades alimenticias mediante la producción local, generalmente suele ser un objetivo de las políticas nacionales. Tiene la ventaja de ahorrar divisas para la compra de otros productos que no pueden ser manufacturados localmente y de proteger a los países de los vaivenes del comercio internacional y de las fluctuaciones incontrolables de los precios de los productos agrícolas. También asegura el abastecimiento de alimentos para satisfacer las necesidades de las poblaciones locales” (FAO, 2002). Por su parte, la seguridad alimentaria existe “cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimentarias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida sana y activa” (FAO, 1996). En tanto que la soberanía alimentaria “es el derecho de los pueblos a definir sus propias políticas y estrategias sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos que garanticen el derecho a la alimentación para toda la población, con base en la pequeña y mediana producción, respetando sus propias culturas y la diversidad de los modos campesinos, pesqueros e indígenas de producción agropecuaria, de comercialización y de gestión de los espacios rurales” (Foro Mundial sobre Soberanía Alimentaria, 2001). Es decir que la seguridad alimentaria se refiere a garantizar el aprovisionamiento de alimentos poniendo en segundo plano las formas en qué son obtenidos esos alimentos, la soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sustentable y ecológica, y el derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo. El segundo concepto se intentaba superar las limitaciones del primero poniendo el énfasis en que se trata de un derecho que debe respetar la diversidad de los pueblos y centrándose en sus propias estrategias de producción. En tanto que la autosuficiencia alimentaria estaría poniendo el énfasis en que se trata de políticas a nivel nacional para fomentar las producciones locales.

En Argentina, a partir de la década del 30 y hasta los 80, los modos de intervención estatal en relación al acceso a los alimentos se basaban principalmente en acciones como la de regular los precios de los mismos, promover la industria, generar trabajo, establecer juntas reguladoras, fijar los aranceles al mercado internacional y, en menor medida, en otorgar asistencia alimentaria. A pesar de que esto no significó una política alimentaria organizada fueron intervenciones que el Estado sostuvo sobre el sistema alimentario nacional— (Couceiro, 2007; Cabral et al., 2012). A partir de los años 90 y hasta el presente, aunque con diversas variantes, las políticas alimentarias se centraron en la elección de aquellos miembros de la familia que son considerados vulnerables (Cabral et al., 2012).

En la actualidad, en el plano nacional las acciones públicas relacionadas con el tema de la seguridad o soberanía alimentaria surgieron principalmente en el ámbito de los programas del Ministerio de Desarrollo Social y del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca; la ejecución de muchos de ellos quedaron en manos provinciales aunque el financiamiento es estatal. En la provincia de Chaco se cuenta con las políticas implementadas por programas de alcance nacional y aquellas impulsadas a nivel provincial como veremos a lo largo de este trabajo.

Las prácticas alimentarias se encuentran íntimamente ligadas a las actividades productivas que pueden proporcionar el sustento, siendo la agricultura una de las más significativas. Esta actividad ha tenido suma importancia para la economía argentina. Durante el siglo XX este país consolidó un modelo agro-exportador que lo posicionó en el mercado internacional como proveedor de cereales y carne centrado en la región pampeana (Teubal, 2006). El perfil agrario del país es, desde mediados de los años ´40, producto del accionar del Estado benefactor, popular, nacionalista y planificador, que alentó desde 1950 una vuelta al campo, otorgó precios más favorables a los productores dentro del mercado interno y subsidió a las agroindustrias, las actividades rurales y el cooperativismo agrario a pesar del intento por delinear una Argentina propicia para la pequeña y mediana empresa industrial (Rofman, 1999; Girbal-Blacha 2000; 2008). Este fenómeno es sostenido en los tiempos del Estado desarrollista de fines de los años ´50 e inicios de los ´60, durante el Estado Burocrático Autoritario, en el regreso del peronismo en los ´70, por la economía de la última dictadura militar a partir de 1976 e inclusive con el retorno de la democracia en 1983 (Rofman, 1999; Girbal-Blacha, 2000, 2008). Sin embargo, a partir de los años ’60 el agro argentino ha vivido un extraordinario proceso de expansión tanto de las superficies cultivadas como de los rendimientos (Barsky y Dávila, 2008). Este estuvo basado en el uso de tecnología de avanzada, en cuanto a la organización y a la utilización de agroquímicos, fertilizantes, semillas y maquinaria agrícola provocando transformaciones estructurales en el aumento de la escala mínima para producir y en la concentración de la producción (Barsky y Dávila, 2008). En este momento se consolidaron los estratos medios, que aumentaron su escala arrendando tierras y se produjo la virtual desaparición de los grandes terratenientes quienes fueron reemplazados por una gran cantidad de pequeños propietarios que, al ser expulsados del negocio por no reunir una escala suficiente para producir en términos competitivos, siguieron percibiendo una porción de la renta dando sus tierras en arriendo a quienes podían expandirse (Barsky y Dávila, 2008). En la década de los ’90, los ajustes estructurales de corte neoliberal aplicados a la economía incidieron sobre el sistema agroalimentario en su conjunto, particularmente sobre el sector agropecuario que lo integra (Teubal, 2006). A mediados de esa misma década el cultivo de soja transgénica comenzó a realizarse a gran escala, en especial para la exportación dejando en segundo plano cultivos de importancia alimentaria como el trigo (Teubal, 2006). La crisis de 2001-2002 no modificó en nada las tendencias que se venían dando. La devaluación del tipo de cambio y las mejoras en los precios internacionales de la soja, significaron un aumento de los ingresos globales del sector por lo que el modelo de agricultura industrial centrado en la soja continuó siendo preponderante, favorecido por políticas públicas que consideraban importantes sus efectos positivos sobre el desarrollo de importantes superávit de la balanza comercial y fiscal (Teubal, 2006). Desde 2002, factores tales como una nueva tasa de cambio en el valor peso/dólar, el alza sostenida de los precios internacionales de los commodities así como la entrada de capitales externos al sector completaron la reconfiguración del agro argentino, la que permanece hasta la actualidad (Gras, 2013). Durante el 2008 se produjo una importante crisis entre el régimen de Cristina Fernández de Kirchner y algunos sectores agropecuarios. Esto fue provocado por el aumento de los impuestos a las exportaciones agrarias que el gobierno quería implementar debido al incremento que se había producido en la renta agraria. Esto demuestra la importancia que el sector sigue manteniendo dentro del panorama económico del país.

Dentro de la estructura agraria de Argentina pueden diferenciarse tres regiones: 1) la región pampeana dedicada a la producción ganadera, cerealera y directamente vinculada a la actividad agroexportadora; 2) las regiones monoproductoras, la epicentral cuyana, con eje en Mendoza (vitivinícola) y la del Noroeste Argentino con epicentro en Tucumán (azucarera); y 3) la región del Gran Chaco Argentino en el Nordeste, dedicado a la explotación forestal, algodonera y yerbatera (Girbal-Blacha, 2008). De una microrregión de esta última nos ocuparemos en este trabajo.

El objetivo de este trabajo es efectuar una primera aproximación a la problemática de la agricultura, la horticultura, la autosuficiencia, la soberanía y la seguridad alimentaria en el contexto argentino a partir del 2003 hasta la actualidad coincidiendo con los períodos presidenciales de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. Nos centraremos para ello en el caso de la región sudoeste de la provincia de Chaco indagando cuáles son los actores involucrados, las políticas existentes y las problemáticas que se dan en relación con esta cuestión en dicho territorio1. Para analizar esta cuestión se consultaron diversas fuentes tales como documentos gubernamentales, documentos de organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales, fuentes periodísticas así como bibliografía sobre el área.

Agricultura en sudoeste chaqueño actual

La estructura económica de la provincia se basa principalmente en un sector primario de reducida diversificación de la producción. La organización económica provincial respondió a demandas extraterritoriales que permanecieron sin grandes modificaciones en el siglo pasado, lo que le permitió insertarse en el cuadro agroproductivo nacional por la producción cerealera y ganadera de la pampa húmeda (Valenzuela et al., 2011). Esta área del país se especializa en la producción algodonera de secano, la explotación forestal de especies nativas de madera dura y la ganadería vacuna de cría, también en los procesos industriales centralizados en las primeras fases de transformación de estas materias primas de origen local (Valenzuela et al., 2011).

Las prácticas agrícolas en la provincia del Chaco han estado situadas en las zonas de los parques y sabanas. Estas últimas fueron ocupadas más intensamente que los bosques (Bünstorf, 1982). El clima de la provincia presenta algunos aspectos no del todo favorables para la agricultura tanto por presentar un flujo de precipitaciones que decrece hacia el oeste así como que las mismas se encuentran concentradas en unos pocos días a lo largo del año (Bünstorf, 1982). La predominancia que el algodón ha tenido en esta región se debe a que es un cultivo que puede sobrevivir durante períodos secos de larga duración (Bünstorf, 1982). No obstante, a partir de los ´70 comenzó a diversificarse la agricultura de la provincia del Chaco, del monocultivo del algodón pasaron a cultivarse también girasol, maíz, arroz, soja, sorgo, granífero y trigo, aunque su producción principal continúo siendo el algodón (Bünstorf, 1982; Pertile, 2007). Sin embargo, entre 1994 y 2004 esta provincia dejó de ser la principal provincia algodonera del país para incorporarse a la producción de soja transgénica. Según Valenzuela (2006) este cambio fue el más relevante del sector agrícola desde 1960 apoyada en los menores costos comparativos de explotación del nuevo paquete tecnológico dentro del contexto general de cambios macroeconómicos (Valenzuela, 2006: 295).

Varios autores (Brodersohn et al., 2009; Valenzuela et al., 2011) coinciden en que la historia agraria chaqueña atravesó tres grandes etapas entre fines del siglo XIX y durante el siglo XX: 1) Entre 1878 a 1930 se produjo la incorporación del Chaco al esquema nacional primario-exportador, dominada por la explotación forestal (Valenzuela et al. 2011; Pertile y Torre Geraldi, 2011). La actividad forestal manifestó diferentes ritmos de explotación de los recursos boscosos, siendo en los inicios caracterizada por una explotación de baja intensidad no selectiva, luego, aumentando su ritmo de explotación orientándose a la extracción de especies particulares, principalmente quebracho colorado chaqueño (Schinopsis balansae) y santiagueño (Schinopsis lorentzii) (Pertile y Torre Geraldi, 2011). Estos recursos estaban destinados a la producción de postes, durmientes, muebles, varillas y materiales de construcción, así como leña, carbón y productos tánicos para exportación (Pertile y Torre Geraldi, 2011). 2) A partir de los años ´30 se produjo la ampliación del mercado interno y el papel dominante de la economía algodonera (Brodersohn et al., 2009); y 3) Desde 1960 se produjo una redefinición de la inserción productiva chaqueña en el sistema nacional que provocó la diversificación agropecuaria y la complementación con la región pampeana (Brodersohn et al., 2009). En este período se produjeron sucesivas crisis del textil, debido a diversos factores como la sobreoferta en los mercados de fibra superior a la demanda que llevó a una caída de los precios así como la aparición de las fibras sintéticas y su consecuente competencia con el algodón (Bruniard, 1976; Zarrilli, 2010). A partir de esta década los principales cultivos en el Chaco se caracterizaron por alternar entre períodos de expansión y retracción de las cinco especies anuales (maíz, sorgo, trigo, soja y girasol) cultivadas durante las épocas de crisis de la actividad algodonera (Bruniard, 1976, 1978; Pertile y Torre Geraldi, 2011). Un cuarto período podría identificarse a partir de la década de los ´90 con la sustantiva incorporación de la soja transgénica en detrimento de otros cultivos dentro del panorama agrícola así como con la producción de algodón orientada principalmente para el mercado externo (Valenzuela et al., 2011). Esta es la etapa de la cual nos ocuparemos en este trabajo.

Por otro lado, haremos mención a las actividades hortícolas. La horticultura en la provincia es una actividad, en la mayor parte de los casos, netamente complementaria. La mayoría de los productores realiza otras actividades primarias, aunque reconoce que la horticultura aporta importantes ingresos regulares a sus explotaciones (Plan de Competitividad Conglomerado Hortícola del Cinturón Verde de Resistencia, Chaco, 2005). Sin embargo, con respecto a las prácticas hortícolas en el sudoeste de Chaco, es interesante la observación que hace Pertile sobre las mismas: “más de la mitad de los colonos no tiene huertas, ni siquiera para su propio sustento; entre los que sembraban algunas hortalizas y verduras, predominaron las pequeñas superficies de un cuarto de hectárea, cuyo destino era únicamente el consumo familiar, predominando el cultivo de zapallos de distintas variedades (Pertile, 2007).

El Chaco se provincializó en 1951 y, según la ley 5.174, sancionada en 2002, se encuentra representada por ocho microrregiones, dos de las cuales abarcarían el sudoeste chaqueño: microrregión 1 (Unión de Municipios del Sudoeste –UMDESOCH–: Coronel Du Graty, Enrique Urien, La Clotilde, La Tigra, Santa Sylvina, San Bernardo, Chorotis, Samuhú y Villa Angela) y microrregión 4 (Sudoeste II: Corzuela, Charata, Gancedo, General Capdevilla, General Pinedo, Hermoso Campo y Las Breñas) (Sistema Provincial de Planificación y Evaluación de Resultados, Ley Nº 5174, 2003) (Ver Mapa 1)

Mapa 1. Microrregiones de la Provincia del Chaco. Ley 5.174

Fuente: Ministerio de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología.Gobierno del Pueblo de la Provincia de Chaco. http://direcciondeeduc-tecnica.blogspot.com

Específicamente en el sector sudoeste, se encuentra la Microregión sudoeste II formada por una gran zona de gran planicie con mínimas pendientes y con depresiones que forman bajos inundables. Los suelos poseen capacidad agrícola pero con limitaciones. Las precipitaciones medias oscilan entre los 800 y 1000 mm, con una estación primavera-verano lluviosa y un período otoño-invierno seco. El problema más importante del área es la escasez y la mala calidad que presenta el agua existente. Es una región agrícola ganadera por excelencia siendo el principal grupo de cultivos el girasol y la soja, seguido por el algodón y los cereales (maíz, trigo y sorgo). Mientras que la actividad forestal más importante es la producción de leña, carbón y poste siendo las especies más explotadas el itín (Prosopis kuntzei), quebracho colorado chaqueño (Schinopsis balansae) y santiagueño (Schinopsis lorentzii) (Alfonso, 2005).

La Microregión Umdesoch presenta un promedio de lluvia entre 800 y 1200 mm con una distribución irregular. Los recursos hídricos provienen exclusivamente del aporte de las precipitaciones. Las aguas de vertientes son saladas y las inclemencias climáticas provocan sequías e inundaciones prolongadas. Estas últimas se producen por la pérdida de la capacidad de infiltración de los suelos y las obras de infraestructura que cuentan con desagües insuficientes. Esto provoca pérdidas de infraestructura así como la disminución del stock ganadero. Presenta suelos aptos para agricultura y otros que son netamente ganaderos. Aún se registra la existencia de parte de monte nativo a pesar de que los recursos forestales sufren de tala indiscriminada (Alfonso, 2005). En 2005 la mitad de la población era agricultora (algodón, soja, girasol, maíz, trigo y sorgo), al mismo tiempo que se realizaban actividades ganaderas, forestales, hortícolas y apícolas, esta última teniendo a Europa como destino de la producción (Alfonso, 2005).

La variedad de actores involucrados en la producción agrícola es extensa, comprendiendo el arco que va desde los productores mismos hasta las asociaciones que defienden los intereses de los pequeños productores. Se encuentran productores de escalas familiares, pequeñas y grandes, agricultores indígenas y criollos, de capitales nacionales como extranjeros así como asociaciones de diverso tipo como veremos a continuación. (Valenzuela, 2006; Pertile, 2007; Colmann y Faggi, 2012).

En el contexto de los ´90, pero especialmente desde 2001, se asentaron en el sudoeste y oeste del Chaco y en el noreste de Santiago del Estero productores oriundos de Santa Fe o Córdoba que compraron o alquilaron tierras para sembrar soja, dentro de una tendencia general que buscaba ampliar la frontera productiva pampeana con la incorporación de tierras marginales como las mencionadas (Valenzuela, 2006; Zarrilli, 2008). En el Chaco semiárido las multinacionales se encuentran presentes desde 1994 con prácticas de desmonte, habilitación de tierra y doble cultivo (algodón y soja) de bajo riego (Di Paola, 2005).

En el sudoeste chaqueño, Pertile (2007) observa la presencia de la modalidad acopiadores/comerciantes, en la cual el acopiador posee un comercio de ramos generales proveyendo de mercancías durante el año a los colonos. Estos les entregan la producción para saldar las cuentas que se acumulan en el año. Como, por lo general, son agricultores con pequeñas superficies sembradas, en muchas ocasiones no alcanzan a solventar los gastos anuales y deben recurrir a otras fuentes de ingresos para cubrir su economía de subsistencia (Pertile, 2007). En cuanto a la comercialización de las cosechas la autora encontró que el 95,6% de los productores agrícolas entregaban sus cosechas al acopiador a cambio de dinero en efectivo; un 4,4% entregaba sus cosechas a cooperativas y desmontadoras y un 1,5% obtenía como forma de pago la entrega de mercancías.

Por otro lado, encontramos las asociaciones2 que conforman un grupo sumamente heterogéneo con ideologías y metodologías distintas, sin embargo concentran su discurso en las diferencias, las desigualdades y las dificultades que deben atravesar los pequeños productores para poder sobrevivir en las condiciones actuales de la producción agrícola. Entre ellas se encuentran el Equipo Nacional de la Pastoral Aborigen –ENDEPA–, la Fundación para la Defensa del Ambiente –FUNAM– y el Instituto de Cultura Popular –INCUPO–, así como Federación Agraria (distrito Chaco). Por otro lado, se hallan las entidades que agrupan productores tales como la Unión de pequeños productores del Chaco –UNPEPROCH–, Asociación de Pequeños Productores del Chaco –APPECH– y la Coordinadora Tacuruzal, que tuvieron una destacable participación política e n la primera mitad de los ´90, las que están desunidas y desestructuradas desde la crisis del 2001. Otras entidades aparecen en el panorama chaqueño de participación más débil, circunstancial y básicamente de índole mediática como las Ligas Agrarias, la Asociación de Productores Chaqueños –APROCHA– (asociada a los piqueteros de Raúl Castells), la agrupación Campesinos Poriahjú y Mujeres de la Producción, la organización comunitaria de agricultores familiares Siempre Unidos Minifundios de Corzuela (Valenzuela, 2006; Colmann y Faggi, 2012).

Este es el panorama donde se insertan las problemáticas que detallaremos a continuación así como las políticas llevadas a cabo por el gobierno nacional y provincial sobre las que analizaremos luego.

Las problemáticas asociadas a la agricultura en el sudoeste chaqueño

El avance de la frontera agrícola, especialmente la vinculada al cultivo de soja, sobre el bosque nativo implica serios problemas tanto a nivel ambiental como socio-cultural. La deforestación de las especies nativas y sus implicancias, la utilización de agroquímicos tóxicos, la pérdida de la propiedad de pequeños y medianos productores de la zona, la dependencia de insumos provenientes de capitales extranjeros son los principales problemas que esta expansión conlleva. Estas cuestiones que han delineado las características de las prácticas agrícolas durante los últimos años conforman la “problemática de la agricultura” en la actualidad.

Las causas que produjeron esta ampliación, no sólo se relacionan con la aptitud que presentan muchos de los biomas de Argentina para este cultivo, sino que se hallan en factores tales como los precios crecientes de este bien en el mercado internacional, los altos rendimientos que poseen las variedades genéticamente modificadas, los tiempos cortos de rotación así como los bajos costos de labranza, ya que demandan poca mano de obra y se presta al mé­todo de “siembra directa” (Satorre, 2005; Aizen et al., 2009). En la actualidad prácticamente el 85% de los montes o bosques naturales han sido desplazados por extensos cultivos de soja cuyos propietarios extrarregionales han adquirido las parcelas a precios muy bajos mediante la renta o la compra de las mismas (Torre Geraldi, 2006). Entre los años 1998-2002 las provincias que mostraron las mayores superficies de deforestación estaban relacionadas con el proceso expansivo de la soja transgénica (Pengue, 2004; Montenegro et al., 2005). Esta extensión lleva a un desmonte acelerado reemplazando sistemas naturales o seminaturales por los cultivos de soja, lo que implica una pérdida directa de la biodiversidad nativa (Aizen et al., 2009). Así como la homogeneización del paisaje agrí­cola argentino asociada al reemplazo de área sembrada con una variedad cultivos y de área ganadera que trae aparejada a una pérdida de diversidad agroecosistémica reflejada en la disminución de la diversidad de cultivos que acompañan la expansión sojera (Aizen et al., 2009).

La expansión virtual resul­tante de la combinación de la soja con el trigo conlleva una intensificación en el uso de la tierra. Esta rápida rotación agrícola usualmente acelera distintos procesos de degradación ambiental, particularmente de erosión y pérdida de nu­trientes del suelo (Altieri y Bravo, 2006; Aizen et al., 2009). En este caso, el cultivo de soja deteriora más el suelo que otros cultivos agrícolas monoespecíficos, ya que deja poco rastrojo en superficie (Casas 2005; Altieri y Pengue, 2006; Aizen et al., 2009)3.

Otra cuestión relacionada con esta “invasión” sojera es el efecto que esto podría tener sobre la seguridad alimentaria. La soja no es un producto que se consuma de manera masiva en la Argentina, gran parte de la producción total se exporta y sólo una porción es utilizada como alimento humano. Este incrementó del cultivo de soja a expensas de la tierra que se dedicaba a cultivos tales como maíz, trigo o a las producciones frutícola u hortícola implica un desplazamiento implica más importación de alimentos básicos, además de la pérdida de la seguridad y la soberanía alimentaria (Pengue, 2005; Aizen et al., 2009). Al mismo tiempo, parte de la soja comercializada tiene como probable destino a la industria agroenergética –modificada genéticamente en su mayoría-, que según Altieri y Bravo (2006) no ayudarían a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, pero si desplazarían a miles de agricultores, disminuyendo la seguridad alimentaria de muchos países así como provocaría la aceleración de la deforestación y la destrucción del medioambiente en donde sean sembrados estos cultivos.

Asimismo, otro problema relacionado con el paquete de la soja, es el uso de agroquímicos tóxicos (herbicidas, fungicidas y curasemilla) en sus cultivos para el control de sus principales plagas y enfermedades para los cuales los cultivos transgénicos son resistentes. Estos poseen un alto costo y la mayoría de ellos son importados. El riesgo relativo por contaminación con plaguicidas ha demostrado una evolución importante, especialmente durante los últimos quince años, asociado posiblemente al notable incremento en el consumo de herbicidas y agroquímicos vinculados a la producción de soja (Pengue, 2005). A diferencia de lo que sucede con los cultivos de algodón, para el que los productores de la región centro y sudoeste chaqueño usan gran cantidad y variedad de agroquímicos, observándose en las últimas décadas un leve aumento de plaguicidas de menor toxicidad (productos biológicos), orientados a realizar un manejo integrado de plagas (Cravzov et al., 2000).

Esta intensificación agrícola de la década de los ´90 que continua en la actualidad es presentada como “la alternativa productiva” ha provocado transformaciones en la estructura agraria argentina: pérdida de paisajes enteros, disminución de la diversidad productiva, inaccesibilidad de los sectores sociales más vulnerables a los productos de la canasta básica de alimentos, dependencia y pérdida de la capacidad gerencial del productor, alto grado de endeudamiento, pérdidas de información y formación adecuada y capacidades en la aceleración de procesos degradatorios, muchas veces ocultos detrás de las variedades de altos rendimientos (Pengue, 2004). A escala local, en el Chaco los efectos de estas modalidades incluyeron aspectos perniciosos relacionados con la desmonte indiscriminado provocando la destrucción de la cubierta vegetal natural más allá de las extensiones permitidas por la legislación vigente, con la venta ilegal de terrenos fiscales y con el inadecuado manejo de los agroquímicos (Valenzuela, 2006). Asímismo, ha generado en el modelo de ocupación del territorio repercusiones como el reemplazo de las antiguas colonias rurales de agricultores familiares por los grandes y medianos establecimientos. Esto ha acelerado un fuertemente proceso de concentración de la tierra en pocas manos así como la pérdida de la producción por parte de los agricultores chaqueños a manos de empresas de otras provincias y de otras naciones (Basualdo y Teubal, 1998; Valenzuela, 2006; Colmann y Faggi, 2012). Eso ayuda a oscurecer también el reclamo territorial de los pobladores indígenas por la adquisición de tierras y ha provocado la utilización de estrategias de intimidación violentas como el eventual envenenamiento de animales que se sospecha ha estado en mano de empresas de la provincia de Córdoba (Diario Norte, 18/01/2013).

Las políticas nacionales y provinciales

Dentro de este complejo marco encontramos las políticas estales relacionadas a la producción agrícola. Como mencionamos anteriormente en Argentina, a nivel nacional, las políticas relacionadas con la seguridad o soberanía alimentaria se desarrollan desde programas insertos en el Ministerio de Desarrollo Social y del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca. El Ministerio de Desarrollo Social sostiene el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria –PNSA– que desde su creación en el 2003, en el marco de la Ley 25.724, intenta otorgar asistencia alimentaria según las particularidades y costumbres de cada región del país, facilitar la autoproducción alimentaria así como para realizar acciones de educación alimentaria y nutricional a la población en situación de vulnerabilidad social (Ministerio de Desarrollo Social, 2013; González y Manzanal, 2010).

En el Mapa de Políticas Alimentarias de 2004 realizado por el Sistema de Información, Monitoreo y Evaluación de Programas Sociales (SIEMPRO) y el Sistema de Identificación y Selección de Familias Beneficiarias de Programas Sociales (SISFAM) la provincia contaba con once programas destinados a políticas alimentarias. La mayoría de estos se basaban en apoyo alimentario ya sea con la entrega de bolsones (Plan Nacional de Seguridad Alimentaria tanto en su abordaje federal como focalizado; Sistema Social Articulado Provincial Componente – AIPO Ayuda y AIPO Suplemento Alimentario Económico 2004 financiados con fondos provinciales) u otorgándole a los beneficiarios el almuerzo y refrigerio en comedores comunitarios (Programa Nutricional Chaco, Pronu Chaco, financiado por el Programa de Políticas Sociales Comunitaria (PoSoCo) y el Programa de Promoción Social Nutricional (ProsoNu)4; Convenio de cooperación para la asistencia alimentaria con Caritas Parroquial financiado por PoSoCo; Programa Comedores Escolares financiado por PNSA –comedores escolares–; Probienestar de los mayores (PAMI) financiado por INSSJYP (PAMI)) así como otros productos, como en el caso de la leche fortificada para niños menores de 6 años y embarazadas en áreas de alta incidencia de pobreza (Dirección Nacional de Salud Materno Infantil financiado por el Ministerio de Salud y Ambiente de la Nación). También contaba con el programa FOPAR cuyas prestaciones eran brindar asistencia técnica y financiera a comedores comunitarios, reparación o adecuación de infraestructura existente, servicios alimentarios financiado por Ministerio de Desarrollo Social de la Nación (Banco Mundial. Contraparte Nacional) (Mapa de Políticas Alimentarias, 2004) y el programa PROHUERTA sobre el que nos detendremos luego.

Como mencionan Cabral et al. (2012) la mayoría de estas políticas y programas son acciones estatales que inciden en el “consumo familiar de alimentos” que, en su mayoría, fragmentan a las poblaciones destinatarias, señalando a los “beneficiarios” de manera individual (niños menores de 6 años, niños en edad escolar, mujeres embarazadas, ancianos), no como un colectivo (grupo familiar o comunidad). Esto propicia que la comida entregada a las personas “beneficiarias” bajo la modalidad de vianda se reparta entre varios de los miembros familiares dada la necesidad alimentaria familiar no individual, a excepción de los bolsones. La localización eficiente del “merecedor de la ayuda estatal” está definida por ser considerado portador de una carencia, legitimada por las marcas corporales del hambre que habilitan a ser merecedores de tal asistencia. Son considerados parte de poblaciones biológica como socialmente vulnerables (Cabral et al., 2012).

El PNSA, desde 2005, ha puesto en marcha el programa Familias y Nutrición en Chaco y en otras provincias (Buenos Aires, Tucumán, Jujuy, Santa Fe y Misiones) contando con el respaldo de UNICEF. En Chaco abarca las localidades de San Martín, Las Breñas, Villa Ángela, Pampa del Indio, La Eduvigis, Lapachito, Resistencia. La iniciativa tiene como objeto fortalecer la familia en su función básica de sostén y crianza de sus hijos, alimentación, nutrición y cuidado de la salud. Este enfoque promueve el cumplimiento de los derechos de los niños y niñas trabajando en la atención temprana y el desarrollo infantil en el ámbito familiar y comunitario. Desarrolla en acuerdo con las provincias actividades de juego, lectura, nutrición, crianza en varias localidades (Ministerio de Desarrollo Social, 2010; Chacoprensa.net, 2012; Consejo Nacional de Lectura, 2013). Si bien, este programa no tiene directa relación con la producción agrícola presenta un elemento de concientización sobre la alimentación que nos parece interesante mencionar.

El 14 de julio de 2011 la ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, firmó un convenio marco de ejecución del Plan Nacional de Seguridad Alimentaria (PNSA) para la provincia del Chaco, como resultado de un trabajo conjunto que se viene realizando en el territorio entre los gobiernos nacional y provincial. El objetivo era garantizar a la población el acceso a una alimentación complementaria, que fortalezca la familia y las redes sociales de la comunidad donde se localiza la población destinataria. (Subrayado de la página del Ministerio de Desarrollo Social de donde fue tomada la noticia). (Ministerio de Desarrollo Social, 2011). No queda clara a qué se hace referencia a una “alimentación complementaria” ni tampoco se menciona la forma de intervención que permita el acceso a la misma ya que el PNSA venía con acciones en la provincia desde su creación.

Por otro lado, a nivel nacional, funciona el Registro Nacional de la Agricultura Familiar (RENAF) que tiene como objetivos 1) Brindar a los Agricultores Familiares una identificación genuina como tales para facilitar el acceso a las políticas que se implementen, 2) Disponer de un padrón de Agricultores Familiares para agruparlos en diferentes categorías, según sus condiciones y necesidades, con el fin de diseñar y facilitar la implementación de políticas diferenciales, 3) Contar oportuna y permanentemente con información fehaciente, confiable y actualizada de todos los destinatarios potenciales de las acciones y servicios que el Estado disponga para el sector de la Agricultura Familiar (AF) en todo el país. Con estos datos el Estado pretende construir indicadores socioeconómicos, ambientales, de sustentabilidad de la producción agropecuaria familiar y de los recursos naturales de interés para el sector como así también para estudios específicos. Asimismo, las organizaciones de productores pueden contar con información para diseñar y desarrollar estrategias de fortalecimiento y acciones que mejoren la vida de los productores que las integran (Registro Nacional de la Agricultura Familiar, 2011). En 2012 más de 5.000 pequeños productores de la provincia del Chaco formaban ya parte del RENAF, lo que les permite acceder al Monotributo Social Agropecuario, brindándoles cobertura médica y aportes previsionales (Datachaco, 2012). Según Carla Campos Bilbao, Secretaria de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar, enfatizó que uno de los objetivos de base de la Secretaría es potenciar “la capacidad de las localidades para alcanzar el autoabastecimiento de alimentos. (El subrayado es nuestro). Muchas de las fuentes de proteínas, frutas, hortalizas, muchas provincias las importan y es una misión de este Ministerio que cada territorio se autoabastezca”. También indicó que desde 2008 “empezamos a trabajar por mandato de nuestra Presidenta Cristina Fernández de Kirchner en el abordaje de las economías regionales de manera más inclusiva y diversificada” (Datachaco, 2012).

Desde el año 2009 la Unidad para el Cambio Rural (UCAR) gestiona los programas y proyectos con financiamiento externo del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, promoviendo y facilitando el desarrollo equitativo en las áreas rurales del país. (El subrayado es nuestro). La Provincia del Chaco se encuentra adherida a varios programas y proyectos que se encuentran bajo la órbita de la UCAR (PROSAP, 2013). Dentro de estos, en 1995 la ex Secretaria de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación creó el Programa de Servicios Agrícolas Provinciales (PROSAP), que tiene la función de implementar proyectos de inversión pública, social y ambientalmente sustentables. Asimismo recibe inversiones cofinanciadas por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial (BIRF) destinadas a aumentar la cobertura geográfica y la calidad de la infraestructura para la agricultura y de los servicios para el agro (PROSAP, 2013). El Ministerio de Planificación y Ambiente de Chaco actúa como entidad de enlace del PROSAP; de los proyectos ejecutados los más relevante para la problemática en cuestión son el “Desarrollo Comercial de Productos No Tradicionales” financiado por el BIRF de los cuales hubo 220 productores de la provincia como beneficiarios directos y 1 cooperativa así como 3.190 agentes económicos como beneficiarios indirectos (aunque no queda claro que quiere decir esto) y el “Sistema Integrado de Información Agropecuaria” financiado por el BID cuyos beneficiarios eran todas las instituciones públicas y privadas, y personas que día a día toman decisiones para gestionar, producir, transformar y comercializar materias primas agropecuarias y alimentos (PROSAP, 2013). El documento elaborado a partir de esto se denomina Estrategia Provincial para el Sector Agroalimentario (PROSAP), el cual condensa y sistematiza los principales lineamientos políticos para el desarrollo agroalimentario a través de la identificación y orientación de inversiones relacionadas con agro negocios con fuerte impacto en la economía sectorial para los próximos 10 años (PROSAP, 2013).

El Programa Nacional de Agricultura Periurbana, creado en 2010, está destinado a los pequeños y medianos productores, con el fin de generar una política activa de gestión territorial para generar empleo, producir alimentos y contribuir a ordenar la ocupación del territorio de manera amigable con el ambiente, de la mano de los gobiernos municipales que integran las aéreas metropolitanas más densas del país. (El subrayado es nuestro). En los últimos años, su ejecución ha permitido la concreción de proyectos de infraestructura, equipamiento y financiación para los productores de pequeña escala en horticultura, floricultura y ganadería en zonas conurbanas. Desde su implementación la provincia ha recibido $ 2.700.000 destinado a 350 núcleos productivos los cuales fueron distribuidos principalmente en los municipios del Gran Resistencia, Presidencia Roque Sáenz Peña, Juan José Castelli y Villa Ángela (PROSAP, 2013). Este programa como se indica tiene como principal funciones generar empleo, “producir alimentos”, así como “ordenar la ocupación del territorio de manera amigable con el ambiente”. Esta última frase nos resulta críptica porque no queda claro a qué hace referencia específicamente en cuanto a que se refiere con “ordenar”, “ocupación del territorio” ni de qué manera se entiende que es “amigable” con el ambiente. Las palabras de Carla Campos Bilbao, a cargo de la Secretaria de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, mencionadas en un artículo de InfoCampo repiten lo descripto en los objetivos del proyecto “es imperioso crear puestos de trabajo, producir alimentos para garantizar la Seguridad Alimentaria y ocupar territorios para tener una Argentina más equilibrada” (InfoCampo, 2013). La única diferencia con el enunciado institucional es que agrega el término “Seguridad Alimentaria”, lo que clarifica hacia donde se dirige la política nacional. Sin embargo, en el mismo artículo la funcionaria aclaró que “Como primera medida se establecerá un estudio de campo para determinar datos cuantitativos y cualitativos sobre consumo local y de su procedencia” (InfoCampo, 2013). Este es un programa que está en las etapas iniciales de su desarrollo.

Por otro lado, el Ministerio de Producción de la provincia de Chaco posee los siguientes programas y subprogramas que nos parecen de mayor relevancia dentro del marco de la problemática que estamos analizando: 1) Programa Producción Agrícola con los Subprogramas a) Subprograma Producción de Cereales, Oleaginosas e Industriales destinado al sector agrícola integrado y desarrollado con incremento de la participación de los productos de cereales y oleaginosas en el flujo comercial interno y externo. b) Subprograma Producción Frutihorticola destinado al sector frutícola y hortícola con capacidad para abastecer la demanda provincial y exportación de excedentes, con productos locales diversificados y de calidad. 2) Programa Desarrollo Rural destinado a pequeños productores de la agricultura familiar fortalecidos integralmente en sistemas productivos diversificados. 3) Programas Especiales: se trata de programas de desarrollo vinculados al sector productivo que se ejecutan articuladamente para alcanzar una mayor eficiencia de las políticas y estrategias aplicadas al sector como a) el Programa de Desarrollo de Áreas Rurales (PRODEAR) destinado a familias de pequeños productores vinculados a la agricultura familiar fortalecidas integralmente con capacidad organizacional y productiva desarrollada. b) el Proyecto de Desarrollo de Pequeños Productores Agropecuarios (PROINDER) destinado a organizaciones vinculadas al sector productivo con capacidad institucional fortalecida implementan políticas públicas diferenciadas dirigidas a pequeños productores (PROSAP, 2013).

El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, tiene como funciones principales generar, adaptar y transferir tecnologías, conocimientos y procesos de aprendizaje para el ámbito agropecuario, forestal y agroindustrial dentro de un marco de sostenibilidad ecológica. El instituto posee una amplia trayectoria de trabajo en conjunto con los estamentos de la provincia, generando un aporte muy importante en el desarrollo de la producción agropecuaria (PROSAP, 2013).

En la zona se encuentra el Centro Regional que se ocupa de las Provincias de Chaco y Formosa, de la cual se desprenden la Estación Experimental Agropecuaria Colonia Benítez, la Estación Experimental Agropecuaria Las Breñas y La Estación Experimental Agropecuaria Presidencia Roque Sáenz Peña. El Centro Regional Chaco - Formosa tuvo como principal objetivo ampliar la presencia institucional, a través del componente de extensión en forma general y especialmente a través del Programa Federal de Apoyo al Desarrollo Rural Sustentable creado en 2003. Según Walter y D´angelo (2009) la implementación del PROFEDER en la región ha posibilitado contribuir a la promoción de la innovación tecnológica y organizacional, el desarrollo de las capacidades de todos los actores del sistema y el fortalecimiento de la competitividad sistémica regional en un ámbito de equidad social y sustentabilidad. En lo operativo se contó con el compromiso de las instituciones del medio, efectivizado a través de acuerdos formales e informales (Walter y D´angelo, 2009). La experiencia del trabajo en extensión desarrollado desde la creación del INTA, en base a la demanda de los productores y de la planificación regional, permitió afianzar el sistema de extensión del Centro Regional. Esta estrategia posibilitó ampliar la cobertura y presencia institucional de las Estaciones Experimentales (EEAs), las Agencias de Extensión Rural (AERs) y las Oficinas de Desarrollo Rural (ODRs) (Walter y D´angelo, 2009).

En el año 2004 se inicia la formulación de un proyecto participativo con el Programa PROFEDER (Programa Federal de Desarrollo Rural con enfoque territorial) Minifundio del INTA Las Breñas, Chaco, con cincuenta y cinco familias de pequeños productores o AF de menos de 50 hectáreas, de la localidad de Corzuela (Colmann y Faggi, 2012). Asimismo el INTA posee los siguientes programas con jurisdicción en la provincia: 1) El Programa Federal de Reconversión Productiva para Pequeñas y Medianas Empresas Agropecuarias – Cambio Rural que cuenta con 74 Grupos, 775 Productores Beneficiario, 10 Agentes de Proyectos y 54 Asesores Técnicos. 2) El Programa de Investigación y Extensión para los Productores Minifundistas – Minifundio y Programa para Productores Familiares – PROFAM que cuenta con 35 Proyectos y posee 3.575 Beneficiarios (ESPA, 2013).

También el Programa ProHuerta –Huertas y Granjas- se encuentra dentro de los mencionados arriba, pero por su relevancia nos detendremos en él. El objetivo del mismo es mejorar la seguridad y la soberanía alimentaria y favorecer la participación y organización de sectores vulnerables de la población y propiciar la comercialización de excedentes. Lo original de este programa es su propuesta de una “agricultura sin veneno”, una progresiva capacitación, la participación de promotores voluntarios y el acompañamiento sistemático en el terreno mismo (Díaz, 2002). En Chaco se inició en el segundo semestre de 1992, cuenta en la actualidad con 113 Huertas Comunitarias, 480 Huertas Escolares y 34.121 Huertas Familiares, siendo 8.909 los beneficiarios de las Huertas Comunitarias, 42.406 los de las Escolares y 188.905 de las Familiares (PROSAP, 2013).

En el marco de este programa se realizan el Encuentro y muestra provincial del Pro-Huerta Chaco (durante el año 2013 se llevó a cabo el 9º, el 31 de mayo). Se realizan actividades como talleres sobre soberanía alimentaria, dramatizaciones realizadas por promotores de Pro Huerta, demostraciones de herramientas caseras y se brinda información sobre los diferentes componentes que aborda el programa y los trabajos que se desarrollan en territorio. Asimismo existen un espacio de comercialización e intercambio de productos elaborados artesanalmente. Es interesante porque en 2013 fue la entrega de los premios de la 2ª edición del concurso “Nos divertimos dibujando y escribiendo la huerta granja” organizado por el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria y el Consejo de Educación de la Provincia del Chaco (Ministerio de Desarrollo Social, 2013). Esto muestra la incorporación de los niños en estos programas como mencionamos más arriba en el programa de Familias y Nutrición.

De los programas que hemos mencionado anteriormente es uno de los que más claramente intenta favorecer la soberanía alimentaria ya que busca mejorar el acceso a la alimentación a partir de la autoproducción de los beneficiarios en pequeña escala de hortalizas frescas, promoviendo huertas y granjas familiares, institucionales y comunitarias a partir de la problemática local (Fernández y Ebert, 2007). Aunque más que soberanía consideramos que se trata de autosuficiencia alimentaria ya que busca “la comercialización de excedentes” a partir de prácticas hortícolas que no todos los productores venían explotando y que requieren de capacitación impartida por los técnicos siendo distinto a definir las propias estrategias y políticas sustentables de producción, distribución y consumo.

Actualmente, organizaciones sociales, campesinas, espacios políticos y sindicales defienden y respaldan la creación del Instituto Provincial de Semillas (Iprose) que pretende promover la producción y el uso de la semilla criolla y nativa en Chaco, como forma de vida y en defensa de la soberanía alimentaria. La iniciativa legislativa fue presentada en marzo de 2013 por el bloque del Frente Grande, integrado por los diputados Fabricio Bolatti y Daniel Trabalón (Otro Chaco es Posible, 2013). Si este proyecto de ley 619/13 es aprobado declarará de interés provincial la promoción, obtención, producción y comercialización de las semillas nativas y criollas identificadas y registradas en todo el territorio provincial. Esta iniciativa propone también la creación de un Registro de Asociaciones de pequeños y medianos productores que participarían en el Iprose y crearía el Banco de Semillas para garantizar el abastecimiento, producción e identificación de las semillas que dependería del Instituto.

El Iprose garantizaría el abastecimiento y el registro de semillas a los promotores de la agricultura familiar (pequeños y medianos productores). Promovería la utilización de la semilla nativa y criolla para la alimentación, la agricultura, la forestación, la aptitud ornamental y la aplicación industrial, también para la investigación del uso y la preservación de la misma. Además, se encargaría del acopio, producción y comercialización garantizando su existencia en cantidad y calidad para su uso. Garantizaría la variedad y la diversidad agrícola y fortalecería las redes de intercambio entre productores que defienden la producción ecológica como modelo de vida. Por otro lado, evitaría la apropiación ilegítima y la falta de reconocimiento sobre las semillas (Otro Chaco es Posible, 2013)

Gran parte de las políticas nacionales que aquí describimos fueron tomadas de sitios oficiales del gobierno o de organismos dependientes del mismo y se encuentran aún en estado de desarrollo, por esta razón muchos de ellos se encuentran formulados como planes a cumplir. El discurso y las prácticas han variado en pos de un mayor desarrollo de la autoproducción aunque aún continúan muchas políticas que en realidad tienen que ver con la seguridad y la autosuficiencia alimentaria más que con la soberanía. La creación del Iprose sería un paso importante para la soberanía alimentaria si se ejecuta de manera correcta.

Conclusiones

Si bien, el cultivo principal del sudoeste chaqueño ha sido el algodón, la agricultura se fue diversificando con distintos cultivos hasta la introducción de la soja. El desarrollo agrícola, en la provincia del Chaco, se produce a partir de la década del ´90 como parte de un proceso de expansión de la soja transgénica. El capital agrícola a partir de este período comenzó a provenir de otras provincias como Córdoba y Santa Fe así como de capitales extranjeros. Esta introducción conlleva ciertos problemas como la pérdida de biodiversidad, el avance del desmonte en detrimento de las especies nativas, el uso de variedades transgénicas y la introducción de agroquímicos altamente tóxicos ligados a estas variedades de cultivos. Es importante destacar que estos procesos repercutieron tanto en el ambiente como en aspectos socio-económicos de los pobladores. Estos procesos hicieron que –junto a una multiplicidad de factores- aquellos que tuvieron en algún momento la producción de recursos en sus manos, dejaran de tenerla afectando tanto a los pequeños y medianos productores que pasaron a ser trabajadores de grandes propietarios provenientes de otras provincias y otras regiones planetarias así como a los pobladores indígenas que realizaban otras prácticas de manejo de los recursos vegetales.

Dentro de este complejo panorama se insertan las políticas nacionales y provinciales que buscan desarrollar la producción de los pequeños productores. Estas políticas que, en algunos casos se enuncian como estrategias de soberanía están más cerca de la seguridad y la autosuficiencia alimentaria. Muchas de ellas han tenido como principal objetivo asegurar que los pobladores vulnerables (niños menores de 6 años, niños en edad escolar, embarazadas y ancianos) accedan a los alimentos considerados básicos. Por otro lado, los programas de extensión del INTA como ProHuerta se atienen más a la autosuficiencia alimentaria ya que más que buscar las propias lógicas de los pobladores les otorgan herramientas para desarrollar huertas y granjas en espacios familiares, comunitarios y escolares con la asistencia que los técnicos les ofrecen. Con esto no queremos desmerecer la importancia del programa que es sumamente interesante y ofrece a los pequeños productores nuevas posibilidades herramientas relevantes, sino que al analizarlo a la luz de los conceptos trabajados se acerca más a la autosuficiencia que a la soberanía. Asimismo, la creación del Iprose podría representar un paso hacia la soberanía alimentaria, pero sería un primer eslabón de una larga cadena de políticas que deben ser aplicadas en base a las lógicas locales indígenas y criollas.

Notas

1 La elección de esta región se debe a que corresponde al marco espacial de la investigación postdoctoral que la autora está llevando a cabo sobre el uso, las prácticas y las significaciones de las plantas que hacen las comunidades indígenas mocovíes que allí habitan. Por ello consideramos de vital importancia comprender los procesos históricos, sociales, culturales, económicos, políticos y ecológicos de la zona, en especial, aquellos relacionados a las prácticas agrícolas y a las políticas de seguridad y soberanía alimentaria que se conjugan en el lugar.

2 Según Valenzuela (2006) estas agrupaciones de productores y ONGs asociadas al sector agrícola pueden discriminarse en dos tipos u orientaciones: 1) protesta social: encabezada por los propios productores que reclaman asistencia financiera y medidas que los ayuden en la situación de emergencia, pueden estar acompañados o no de estas organizaciones; 2) reclamo jurídico: los objetivos se centran en la defensa de minorías y del medio natural ante procesos de enajenación de tierras fiscales, deforestación ilegal y deterioro del ambiente.

3 Otros autores sostienen una postura totalmente opuesta como Barsky y Dávila (2010) quienes argumentan que esta “demonización” de la soja se basa en prejuicios ya que la expansión del cultivo de soja no desplazó a otros productos con lo cual no estaría ligada a los problemas en el abastecimiento de alimentos para la población. Al mismo tiempo indican que no produce más desertificación, contaminación o tendencias al monocultivo que otros productos. Por el contrario, argumentan que la incorporación del paquete tecnológico (semillas transgénicas, siembra directa y herbicidas de amplio espectro) implican ciertas mejoras en relación a la conservación del ambiente.

4 Desde 1992 ambos programas son administrados y ejecutados por las provincias y financiados con el apoyo de la Nación.

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