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Folia Histórica del Nordeste

Print version ISSN 0325-8238

Folia  no.24 Resistencia Dec. 2015

 

DOSSIER

150 años de la guerra del Paraguay: nuevos enfoques teóricos y perspectivas historiográficas. Primera parte

Liliana M. Brezzo*

* Doctora en Historia, CONICET-IDEHESI-IH y PUCA. lilianabrezzo@conicet.gov.ar

Recibido: 12/09/2015
Aceptado: 13/11/2015

En el año 2014 se cumplieron 150 años del inicio de la guerra del Paraguay o guerra de la Triple Alianza (1864-1870), la primera guerra de masas en Sudamérica, que sigue siendo única por su duración, por su cantidad de víctimas y por las derivaciones políticas, sociales y culturales.

Durante su desarrollo y en su inmediata finalización se dieron a conocer textos que recogían experiencias personales de la guerra, como los de los ingleses Jorge Thompson y Jorge Federico Mastermann, el del diplomático norteamericano Martín Mac Mahon o el del general uruguayo León Palleja, entre otros que podrían mencionarse. Luego, desde los primeros años del siglo veinte aparecieron esforzadas crónicas en las que se procuraba enumerar y detallar todas y cada una de las acciones militares de la guerra –aunque desde muy distintas perspectivas intelectuales- como las de Juan Beverina, en Argentina, las de Juan E. O’Leary, en Paraguay y los textos de Luis Alberto de Herrera, en Uruguay.

En los primeros compases del siglo veintiuno contamos con un nuevo repertorio metodológico y conceptual que puede ser aplicado a investigaciones sobre ese conflicto para generar otro tipo de conocimientos. Quizás lo primero que hay que resaltar es que en el presente existe acuerdo en considerarlo como el resultado del proceso de formación de los Estados nacionales en el Plata. Y que, el caso del Paraguay, fue la prueba más difícil que debió soportar para el sostenimiento de su independencia. En efecto, la conflagración destruyó las bases que le permitían mantener una política comercial autónoma, y debilitó casi hasta la inanición la soberanía estatal. Los intereses contrapuestos de los aliados –Brasil, Argentina y Uruguay - permitieron que el Paraguay subsistiese, luego de 1870, como Estado independiente, pero no demostraron mucha generosidad para que el país derrotado pudiera levantarse de su postración. Ni subsidios financieros, ni apertura comercial, sino más bien la imposición de una enorme deuda de guerra, que medio siglo después nadie pensaba que pudiese ser cancelada por el Paraguay alguna vez (Scavone Yegros; Brezzo, 2010).

Una segunda concordancia es que, en efecto, los esfuerzos hermenéuticos sobre el tremendo cataclismo sudamericano –y sobre el fenómeno de la guerra en general- se han visto enriquecidos con aportes provenientes de diferentes campos disciplinares, especialmente de las relaciones internacionales, de la filosofía, de la historia cultural y social. De este modo, la aparentemente aséptica historia militar dio paso al interés por el estudio de las experiencias de los seres humanos en un cataclismo bélico (Lorenz, 2015).

Las relaciones entre guerra y sociedad son evidentes desde cualquiera de los dos sentidos en que se las observen. Por un lado, en la enumeración de las influencias ejercidas por la sociedad sobre las formas de guerra, se le atribuye un papel importante a los factores sociales. Ya en los años sesenta E. Wanty (1966) sostenía que la guerra "arraiga sus reglas en la naturaleza misma de los pueblos, en su estructura política, en su organización social y económica. Del mismo modo, se ven en la historia de las sociedades humanas los diferentes grupos, tribus, ciudades, estados, organizar sus ejércitos y conducirlos sobre los campos de batalla, según unas reglas que son reflejo de su respectiva organización política, social". Poco después, Franco Cardini (1982) expresaba, en igual sentido, que la transformación de los sistemas y de las instituciones militares va siempre a la par con las mutaciones de las estructuras sociales. La otra cara de la relación es la influencia de la guerra sobre la sociedad en cuanto fuerza principal que estructura las sociedades (Corvisier, 1998: 211-227)

Unas reflexiones pueden ser quizás suficientes para llamar la atención acerca de la necesidad de aplicar estos y otros enfoques al estudio de la guerra del Paraguay y para justificar la publicación de este dossier. En efecto, la acción de las fuerzas liberadas por la guerra de la guerra de la Triple Alianza fue de tal magnitud que todo el tejido económico, social, político y cultural del Paraguay, el país vencido, quedó deshecho. Sus consecuencias más visibles fueron los cambios concernientes a los habitantes, cuya manifestación paroxística fue el desequilibrio demográfico que creó entre los sexos y entre las generaciones. No existe aún completo acuerdo sobre la población paraguaya antes y después de la guerra pero los cálculos más modernos e imparciales estiman entre 600.000 a 450.000 habitantes en 1865, quedando reducidos en 1870 a menos de la mitad, en su mayoría mujeres, ancianos y niños.

La guerra significó también un nuevo punto de partida en la evolución de esa población por cuanto no sólo provocó una constricción considerable de los combatientes, es decir de aquella de sexo masculino en edad activa, sino que estimuló, a su vez, un manifiesto y excesivo engrosamiento de los otros contingentes en edades no productivas y en especial del sexo femenino. Los reclutamientos que el gobierno paraguayo iniciara en el año 1864, en vísperas de la declaración de guerra al Brasil, se harían a tal punto intensos en el transcurso del conflicto que mucho antes de su finalización, los reclutas difícilmente llenaban las condiciones requeridas y en las últimas levas llegaron a incluirse a los niños de 7 años para hacer de conductores de ganado o de chasques. Cuando en 1886 se realizó un censo, los habitantes sumaron un total de 239.774, de los cuales 100.262 eran hombres y 139.512 mujeres. El 52% de la población la constituían menores de 21 años, el 34, 6% entre 21 y 40 años, el 7% entre 41 y 50 años y el 6,4%, más de 50 años.

Estudios actuales han llamado también la atención sobre los efectos emocionales de semejante devastación, entre los que cabe mencionar, en el caso del Paraguay, el cambio sustancial en el papel de la mujer, ya sea en la organización interna del núcleo familiar como en su intervención en el sistema de producción económica, porque un apreciable número de familias debieron contar con una mujer como único sostén y principal orientadora. Todavía quedaban vigentes algunas imágenes aparentemente surgidas a raíz de esta crítica situación, que adjudicaría al paraguayo la alternativa de disponer de un número apreciable de mujeres; en tanto otras revelan como principal contenido el intento de resaltar el papel predominante y decisivo de la mujer en el acaecer social y familiar de la sociedad paraguaya, atributo que sería así una de las improntas recogidas de aquel trágico acontecimiento guerrero.

Otro de los efectos de la guerra hay que buscarlo en el éxodo de la población hacia regiones que se suponían más seguras. En el caso del Paraguay, vulnerada la fortaleza de Humaitá por la acción de la escuadra imperial, en agosto de 1868, el presidente Francisco Solano López ordenó la evacuación de Asunción y el traslado de sus habitantes con sólo lo que pudieran cargar en forma personal, junto a los archivos del gobierno y toda la documentación de las oficinas estatales al poblado de Luque, en el que quedó establecida la nueva capital. El desplazamiento se repetiría meses después a las ciudades de Piribebuy y Caraguatay, tercera y cuarta capital, respectivamente. De manera simultánea, el gobierno fue profundizando las evacuaciones de pobladores de un partido hacia otro con motivo del avance del enemigo, además de los confinamientos masivos en regiones inhóspitas de aquellos ciudadanos cuya actitud o conducta se juzgaba sospechosa o en complicidad con el enemigo. Estas largas retiradas supusieron no sólo un número crecido de muertos por enfermedad o inanición, sino también el abandono de las actividades agrícolas de siembra y recolección, que de hecho cesaron en el último bienio de las operaciones bélicas.

Una vez finalizada la guerra, toda esa población civil se dirigirá a Asunción, único centro urbano del país y a los poblados aledaños a la franja cubierta por los 70 km. de la vía férrea extendida entre Asunción y Paraguarí, en busca de los bienes que había dejado o de recursos para superar su mísero estado. Este proceso de reasentamiento produjo una superpoblación de la capital que de estar totalmente deshabitada debió contener a 14.000 personas entre militares y civiles que ingresaron entre enero y marzo de 1869. Esto determinaría al gobierno provisorio, instalado en el mes de agosto, a decretar una serie de traslados compulsivos- sobre todo de los desamparados y sin sustento- a campos vecinos. Tal conglomerado urbano se hizo sinónimo también de miseria, epidemia y aumento de la mortalidad. El fenómeno de la mendicidad llegó a su paroxismo entre aquellos que pertenecieran a la clase más pobre, al no conseguir volver a su casa ni establecerse de nuevo. Mendigos de todas las edades se desplazaban de un sitio a otro; las calles de los poblados se veían invadidas por niños, mujeres y ancianos que las recorrían sin asilo y pidiendo limosna, comida o agrupándose en las puertas de las proveedurías a cargo de extranjeros solicitando a gritos un poco de pan: lo que más admira, señalaba por ejemplo, el corresponsal del diario porteño El Nacional de la Semana en un reporte desde Asunción, el 24 de octubre de 1869, "es la abundancia de infelices mujeres, ancianos y niños que parodiando a nuestros primeros padres antes del pecado demandaban con voz dolorida una limosna por Dios: Erú Plata Amá. Teniendo presente lo inundado de cadáveres y la putrefacción en que se encuentran esos cuerpos insepultos, los calores, el desaseo, es una opinión que una epidemia se desarrollará en breve. Dios nos preserve del cólera".

Investigaciones en torno a esa guerra se han ocupado de analizar, sobre todo basándose en crónicas recogidas en los periódicos paraguayos, los fenómenos de prostitución y vagancia que se vivían en el espacio urbano, ocupado, por un lado, por un crecido número de tropas aliadas, vivanderos, comerciantes extranjeros y por otro, por la población civil paraguaya, circunstancia que configuraba una convivencia entre vencedores y vencidos, en una situación de verdadera asimetría, que suponía relaciones difíciles y precarias, en las que la violencia tenía manifestaciones desproporcionadas y difíciles de contener (Brezzo-Figallo, 1999)

La evocación de estos efectos negativos de la guerra exime la necesidad de abundar en los destrozos ocasionados por el simple paso de las tropas enemigas. Al comenzar la guerra, por ejemplo, en los primeros meses de 1865, la ocupación paraguaya de Corrientes determinó daños entre la sociedad civil que sólo recientemente han podido ser reconstruidos (Ramírez Braschi 2014). A pocos de su finalización la ciudad de Asunción, ocupada por las fuerzas aliadas, desde enero de 1869, fue saqueada: los muebles de las casas, las mercaderías, todo lo que constituía la fortuna de sus habitantes fue robado, como así también los depósitos particulares de tabaco, cueros y suelas. Estos destrozos afectaron más crudamente a los que tenían algo que perder, aunque fuese poco: los pobladores urbanos se vieron privados de sus bienes inmobiliarios porque todos las viviendas particulares fueron ocupadas por vivanderos, comerciantes y extranjeros que seguían al ejército y que presentaban a sus antiguos poseedores contratos de locación o títulos fraguados; en tanto quedaron a disposición de los jefes aliados los edificios del estado.

La del Paraguay, como toda guerra, favoreció a su vez, a las personas con más suerte o más hábiles Vía estrecha pero brillante, por medio de la cual lograron un ascenso en la escala social muchos hombres de negocios y manipuladores de dinero. Detrás de las fuerzas militares iban proveedores -buscadores de fortuna con poco o ningún escrúpulo- que se habían lanzado tras el negocio de su aprovisionamiento al no contar el ejército con servicios propios de intendencia, y detrás de él llegaron a Asunción, donde establecieron hoteles, restaurantes, cafés, confiterías, tiendas y almacenes bien surtidos, ferreterías, carpinterías, boticas, peluquerías, casas de remates y bancarias. Estos proveedores abastecerían no sólo a la tropa de ocupación, sino a toda la población civil y serían la única fuente de suministro de bienes y servicios. A falta de excedentes de producción local, todos los alimentos y productos manufacturados que se consumían provenían de Buenos Aires, que se convertiría en la gran abastecedora. Y en una plaza llena de necesidades como era Asunción, donde no existían ni competencia ni precios de mercado, por lo que las ganancias de cada venta eran altísimas. La guerra incitó, entonces, dos movimientos inversos y simultáneos, de pauperización y de promoción social.

Los efectos de una guerra, de esta guerra, no se agotan en esta descripción, pero pueden guiar la reflexión sobre los cambios sociales que concernieron a los individuos, y sobre los referidos a las estructuras sociales, quizás más discretos pero más profundos. Como epifenómeno, la confrontación bélica actuó sobre el ritmo de transformaciones ya comenzadas; de hecho, aceleró la adopción de los principios liberales compartidos por los estados de la región desde mediados de siglo. La Constitución de 1870, inspirada en la de la República Argentina -algunos de sus artículos textualmente copiados-, representó una reacción contra el régimen imperante en el país desde 1811 y buscó implantar en el Paraguay el sistema democrático liberal en boga en las constituciones escritas en otros países americanos.

La guerra del Paraguay ha merecido, asimismo, importantes investigaciones situadas en el campo de la historia cultural. Uno puede desplazarse en muchas direcciones luego de esta afirmación porque la expresión de historia de la guerra como historia cultural sugiere una oposición al menos al principio en el sentido de cultura como esfuerzo creador puesto que la guerra es lo opuesto. Sabemos sin embargo, que guerra y cultura en todas sus numerosas formas se unen de muchas maneras: el estudio de algún aspecto de la guerra puede servir como medio para aprender algo sobre su contexto, más allá de lo estrictamente militar; es también evidente que la historia de la guerra puede interpretarse desde perspectivas culturales, sea desde las de alta cultura (teorías sobre la guerra) o desde el punto de vista de la cultura popular, como por ejemplo el testimonio de las canciones de soldados.. En el caso de la guerra del Paraguay, su desarrollo produjo una importante literatura militante protagonizada por escritores como los argentinos Juan Bautista Alberdi, Carlos Guido y Spano y Olegario Víctor Andrade quienes cerraron filas a favor de la causa paraguaya en una abierta crítica al mitrismo y, en términos más generales, al liberalismo. Existió también una importante producción de propaganda como resultado del esfuerzo que desplegaron los cuatro países actores a través de sus agentes en el Viejo Continente para la captación de opiniones. y de la que protagonizaron polemistas europeos como Eliseo Reclus -cuyos artículos fueron publicados en La Revue des Deux Mondes-, los trabajos de Claude La Poëpe /Charles Expilly, Theodore Mannequinn y Thomas Hutchintson, a favor de la causa paraguaya y los escritos pro-alianza, a cargo de John Le Long y Theodore Fix. Del lado paraguayo, el componente ideológico de la guerra tuvo instrumentos de control muy importantes, lo que originó una literatura sustancial como los periódicos Cabichui, El Centinela, Estrella y Cacique Lambaré (este último íntegramente en lengua guaraní), redactados en su mayoría en el frente de guerra; también han podido rastrearse otros escritos, resultado de estrategias menos convencionales como el teatro, La divertida historia de la Triple Alianza. Comedia muy trágica para llorar, de autor Anónimo, en la que se hace hablar a los principales protagonistas de la contienda, en tono irónico y satírico, con el objeto de demostrar el sin sentido de la guerra. Asimismo las pastorales y sermones provenientes del clero paraguayo, en cuanto director de las conciencias del pueblo, tienen especial valor. El estudio de una parte de esta literatura -queda por delante bastantes materias para elucidar- difundida al mismo tiempo que el desarrollo del conflicto ha permitido ratificar una vez más algo que resulta obvio pero que no siempre es tenido en cuenta en este tipo de análisis: la guerra ayuda a perpetuar la imagen del vecino mediante el dibujo estereotipado de los contendientes, que distorsiona la realidad, siendo elaborada desde las instancias del poder político o religioso para servir de propaganda a la resistencia y que se repite por doquier.

Asimismo, las representaciones de la guerra, tanto de las reproducciones fotográficas, pictóricas o bien de las más actuales, como los audiovisuales, tienen, en la nueva historia cultural, un rico campo de estudio y de reflexión en torno al rol y a circulación de las imágenes sobre ese conflicto.

De este modo, los trabajos reunidos en este dossier son, pues, representativos de las nuevas tendencias intelectuales aplicadas al estudio de la guerra y pretenden, desde una mirada poliédrica, robustecer el intercambio entre investigaciones en progreso y contribuir a un estado actual del conocimiento.

Referencias bibliográficas

1. Corvisier, A. 1998. "Reflexiones sobre la guerra y el cambio social en Europa occidental". En: V Conversaciones Internacionales de Historia. Para comprender el cambio social. Pamplona, EUNSA, pp.211-227.

2. Lorenz, F. (Comp.). 2015. Guerras de la Historia Argentina. Buenos Aires, Alfaguara.         [ Links ]

3. Ramírez Braschi, D. 2014. La guerra del Paraguay en la provincia de Corrientes. Impactos políticos, daños y consecuencias en la población civil. Corrientes, Moglia ediciones.         [ Links ]

4. Scavone Yegros, R.; Brezzo, L. M. 2010. Historia de las Relaciones Internacionales del Paraguay. Asunción, El Lector.         [ Links ]

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