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Folia Histórica del Nordeste

versión impresa ISSN 0325-8238versión On-line ISSN 2525-1627

Folia  no.30 Resistencia dic. 2017

 

ARTÍCULOS

Alfredo Cayetano Vitulo, una voluntad historicista en la densidad de lo local. Marcas de una intervención memorial e historiográfica (1932-1964)

Alfredo Cayetano Vitulo, a historicist will in the density of the local. Marks of a memorial and historiographic intervention (1932-1964)

Eduardo A. Escudero *

* Profesor en Historia y Licenciado en Historia ( Universidad Nacional de Río Cuarto). Doctor en Historia (Universidad Nacional de Córdoba). Profesor Adjunto (Universidad Nacional de Córdoba) y Jefe de Trabajos Prácticos (Universidad Nacional de Río Cuarto). escuderoea@yahoo.com.ar

Resumen

La escritura de la historia desplegada en espacios sino desvinculados, al menos distantes de los preeminentes y específicamente abiertos para la historiografía, remite a una problemática que ha interesado últimamente a distintos historiadores. Los intelectuales de esfera regional y local encontraron la manera de intervenir sobre la memoria de sus respectivas comunidades resolviendo representaciones del pasado reivindicativas de los personajes y episodios que muchas veces tensionaban los relatos ya estabilizados por medio de la "historia nacional". En este trabajo se aborda la figura del historiador Alfredo Cayetano Vitulo (1879-1964) documentando algunos ángulos de su trabajo memorial e historiográfico y sus redes de relaciones personales y académicas en pos de la construcción de la identidad regional y local de Río Cuarto y del sur de Córdoba. Particularmente, se reconstruyen las gestiones y el discurso historiográfico que se anudan en el frustrado proyecto de alzamiento de un monumento a Rafael de Sobremonte, fundador de su ciudad y antihéroe de la historiografía liberal porteña.

Palabras clave: Historiografía local; Memoria; Vínculos intelectuales; Identidad.

Abstract

The writing of history from locations far from the preeminent and specifically open to historiography refers to an issue, which has recently interested different historians. Intellectuals from regional and local spaces found a way of intervening in the memory of their respective communities solving past representations of demanding nature belonging to characters and episodes which many times put under tension already-stabilised recounts by means of "national history". This paper deals with the figure of the historian Alfredo Cayetano Vitulo (1879-1964). Some perspectives of his memorial and historiographic work, and his networks of personal and academic relationships in pursuit of the building of the local and regional identity of Río Cuarto and the South of Córdoba are documented. In particular, what is rebuilt is both the negotiations and the historiographic discourse which are intertwined in the frustrated project of raising a monument to Rafael de Sobremonte, founder of his city and antihero in the "porteño" liberal historiography.

Keywords: Local historiography; Memory; Intellectual bonds; Identity.

Recibido: 20/10/2017
Aceptado: 11/11/2017

Introducción

En 1966 y en la revista Ritmia, órgano de la Sociedad Argentina de Escritores filial Río Cuarto, un obituario ofrecía una significativa semblanza en torno a la figura de Alfredo Cayetano Vitulo (Río Cuarto, 1879-1964), historiador y docente fallecido dos años antes. En ese texto testimonial, laudatorio, se expresaba que el mencionado había sido historiador por "instinto de vocación", cualidad que le había demandado, según se indicaba, un "quehacer heroico por las picadas que hácese menester abrir harto frecuentemente; por la incursión en la leyenda para interpretarla y desbrozarla de la fantasía; por la paciente búsqueda en los infolios de los archivos apolillados, en los anaqueles polvorientos de las bibliotecas, y transitar muchas veces por otros vericuetos para atrapar el hecho histórico" (Vázquez Cañás, 1966: 35). El autor de esa memoria era Juan Vázquez Cañás, otro docente, historiador y literato de singular visibilidad en la cultura local y regional. Allí, Vázquez se esforzaba por caracterizar como "heroica" a la "faena espiritual" llevada a cabo por Vítulo, apostando a construir una representación del evocado en la que sobresalían las imágenes de "soñador", "romántico" y "ciudadano honesto", al tiempo que de "apasionado amante" de su ciudad (Vázquez Cañás, 1966: 36).

Posteriormente, sobresale en el recordatorio una valoración más estrictamente historiográfica, en la que su conciudadano y colega afirmaba que representaba uno de los hacedores de los capítulos de la historia nacional, en el "encuentro anhelado con lo auténticamente argentino" y "haciendo patria". El reconocimiento se hacía aún más explícito cuando en el obituario se dejaba sentado que Alfredo C. Vitulo había sido un investigador de raza, un hombre perseverante y tenaz al servicio de la búsqueda constante y denodada del hecho histórico:

"Y por eso ha realizado un estudio serio y de aliento, de la provincia de Chocanchavara o Chocancharagua y de nuestra ciudad virreinal [sic]. Ha escrito la primera historia de Río Cuarto. Nos ha hecho conocer la constitución de este retazo de la patria: su génesis, sus primitivos habitantes, sus costumbres. Se internó en lo desconocido como un rastreador apasionado. (.) La obra de Vitulo ya ha adquirido trascendencia nacional. Ha cobrado predicamento ante los académicos de la historia que citan sus obras como fuente fidedigna de investigación. Y este es el mejor espaldarazo. Por eso es orgullo riocuartense y le ha dado a la patria sus mejores afanes en procura del encuentro con el hombre argentino. Vítulo señores, ha vivido sus últimos años con la austeridad de un anacoreta. Pero con su prominente obra se ha labrado magistralmente su destino" (Vázquez Cañás, 1966: 37)

Luego de esta cita vale la pregunta acerca de la agencia del mencionado intelectual, docente e historiador, ahora ya en el plano más amplio del concierto de la historiografía argentina y en ligadura con el espacio local. En ese sentido, se muestra interesante examinar, tal como ya lo vienen efectuando distintos abordajes desde diversos y fecundas problematizaciones de las historiografías provinciales, regionales y locales (Barrionuevo, 2010; Buchbinder, 2008; Cardozo y Vignoli, 2013; Coudannes 2011, Guzmán, 2014; Quiñónez, 2009; Leoni et al, 2004; Micheletti, 2013; Philp y Canciani, 2017; Requena, 2009; Reyna Berrotarán, 2013; Samper, 2015), el rol cumplido por quienes afrontaron la tarea de ejercitar una memoria pública por medio de la escritura de la historia desde espacialidades que carecían de los elementos básicos mediantes los que se configura un campo específico para el oficio del historiador. Como es sabido, la voluntad de historiar antecede a los distintos procesos de institucionalización y profesionalización de la disciplina moderna. Así, y sobre todo en los puntos alejados o parcialmente desvinculados de los espacios historiográficamente preeminentes, como puede ser la ciudad de Buenos Aires, la escritura de la historia recayó en las manos de una diversidad de actores intelectuales sociopolíticos más o menos comprometidos con la densidad identitario-política de la localidad.

Aunque visibilizado desde algunas redes con agentes de otras latitudes culturales, Alfredo Cayetano Vitulo aparece, sobre todo, como un hombre de la cultura local, un intelectual de pueblo que, tal como sugiere Ana Teresa Martínez, no se desenvolvió en un campo relativamente autónomo desde el cual poder apoyarse, ni acumular capital específico, en este caso, como historiador profesionalizado. La mencionada autora aporta una categorización para caracterizar a quienes cumplieron o cumplen un rol central en la producción y en la instalación de sentidos en una determinada sociedad, como los curas o los maestros (Martínez, 2013: 172-173), o los militares y políticos:

"El intelectual de pueblo tiene un espacio de referencia acotado a la población en que vive y a las redes de las que forma parte, en posición predominantemente periférica. (.) Desde otro punto de vista, la provincia y el pueblo parecen diferenciarse sobre todo en la escala: una capital de provincia constituye habitualmente un centro donde se concentran más recursos de todo tipo que los de un pueblo. Sin embargo, ambos comparten sobre todo una cierta densidad del espacio vivido que podríamos llamar "el locus", aquello que produce "lo local'" (Martínez, 2013: 173)

Es posible considerar a Vitulo, desde una ciudad interiorana como Río Cuarto, lejana y cercana de Buenos Aires, lejana y cercana a su vez de Córdoba, como un productor cultural, un traductor local del pasado del terruño en articulación con las memorias de la nación y de la provincia. En su particularidad de intelectual periférico, de productor cultural de docente-historiador, Vitulo alcanzó rango y prestigio a partir de una valoración principalmente local, íntima, resultante en parte de la dinámica de sus respectivos círculos de formación e identificación de proveniencia. De una mirada de su hoja de vida, en la amalgama entre distintos campos desde los que se desempeñó, sobresale su identidad normalista.1 Graduado como Maestro Normal Nacional en 1900 en la Escuela Normal Mixta "Justo José de Urquiza" de Río Cuarto, tempranamente iniciaría una dilatada trayectoria en la ciudad y la región, interviniendo en la enseñanza primaria, secundaria y en las escuelas de orientación práctica y en las de carácter castrense, como la anexa al Regimiento 14 de Infantería y la del Arsenal José María Rojas, de la localidad de Holmberg. Asimismo, es posible observar la cercanía al poder y a la administración municipal, actuando como Secretario del Consejo Deliberante y, más tarde, del Departamento Ejecutivo. Finalmente, en lo que respecta a actividades culturales e intelectuales, es valioso señalar su Presidencia en la Conferencia Nacional de Maestras (1933); en la Comisión Popular del Cincuentenario de Domingo Faustino Sarmiento (1938); y en el Museo Histórico Regional.2

Como consecuencia de la factura e internalización de una cultura moderna, "la historia" y "lo histórico" se transformaban en los actores culturales interioranos en una preocupación central que concentró esfuerzos intelectuales cotidianos y los movilizó también a la acción en otras esferas de la vida social:

"Curas, maestros, dirigentes gremiales que escriben y actúan en el espacio público no son sólo intelectuales, pero en un sentido distinto (o en todo caso redoblado), por causa de la provincianía o del carácter pueblerino, sino porque participan simultáneamente de otro campo, que los constituye en lo que son, y donde tienen intereses simbólicos simultáneos: el campo religioso, o católico, o gremial, con sus propias problemáticas y cosas en juego. No se trabaja de cura o de maestro, se es cura o maestro. Maestros argentinos formados en las Escuelas Normales de la primera mitad del siglo XX, (.), los ejes articuladores de la experiencia y los encuadres comunicacionales que surgen de ella son inevitables en sus discursos" (Martínez, 2013: 179)

En la dinámica cultural, económica y política de una ciudad del interior de la Argentina como Río Cuarto a mediados del siglo XX no era factible la existencia de espacios socialmente diferenciados en los que se despejara aquel específicamente destinado a la intelectualidad. Para estos agentes culturales, hablar, escribir, intervenir sobre el pasado desde el espacio público de la ciudad, implicaba la posibilidad de ejercer influencia y poder para la configuración de una identidad que podía ser ofrecida al resto del colectivo por medio de una práctica acabadamente política, puesto que esos productores que forman parte del mundo social de la localidad, tienen un conocimiento más o menos de éste y saben que se puede actuar sobre él ejerciendo en el discernimiento que de él se tiene.

Alfredo Vitulo puede ser visibilizado desde este prisma, agilizando distintas prácticas y propuestas desde las que la memoria local y regional alcanzaba una plasticidad que evidencia una voluntad historicista, signada por el orden de tiempo propio de la primera modernidad, aquel en el que predominaba la categoría del futuro como telos y se entreveía una distancia creciente entre espacio de experiencia y horizonte de expectativas (Hartog, 2013: 53). Allí, el futuro iluminaba el pasado y activaba el tiempo hacia el progreso que guiaba la historia hecha por los propios hombres. Por lo tanto, "se creía en la historia: una creencia difusa o meditada, pero compartida" (Hartog, 2013: 53). De acuerdo con lo antedicho, Vitulo asimilaba esa forma moderna de valorar al tiempo por medio de su agencia memorial e historiográfica. Entre otras preocupaciones, se dispuso a operar sobre la memoria sarmientina3 y por la de Sobremonte, esta última particularmente sensible a la imaginación de la ciudad, figura clave en lo que refiere al punto de partida de la Villa de la Concepción del Río Cuarto fundada en 1786.

En ese sentido, ambicionó entronizar monumentos al Marqués de Sobremonte, a Domingo F. Sarmiento, e inclusive a Hipólito Irigoyen, y aspiró llegar a dotar a la ciudad de una historia escrita de perfil básicamente erudito, desde una retórica de la objetividad permitida, en principio, por su no pertenencia a ningún linaje de ascendencia en la historia local.4 Este último objetivo, registrado en un espesor temporal que se proyecta desde los primeros años de la década de 1930 y se extingue al llegar a 1960, se vio alcanzado en numerosas páginas bibliográficas y periodísticas y en la autoconfiguración del historiador que operaba en un escenario desprovisto de instituciones específicamente dispuestas a la regulación de la historiografía. Sin embargo, resalta la manera de afrontar el oficio constante y sistemáticamente, procurando, al igual que otros historiadores de similar condición, trabajar con fuentes primarias; participar de eventos académicos de distintos alcance;5 obtener membresías en instituciones nacionales, como por ejemplo en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad de Buenos Aires, la Sociedad de Historia Argentina,6 la Academia Nacional de la Historia, la Junta Provincial de Historia de Córdoba7 y la Sociedad Argentina de Escritores; tender vínculos con otros colegas y, así, alcanzar una sociabilidad intelectual que pudiera tornarse legitimante.

Desde estas breves consideraciones, este trabajo procura sumarse a los estudios ya publicados en torno a las historias de las historiografías provinciales, regionales y locales en tensa relación con los desarrollos de la "historiografía nacional" (Quiñónez, 2009; Eujanian, 2014; Escudero, 2016). Se procura una aproximación a la figura del historiador Alfredo Cayetano Vitulo documentando algunos ángulos de su trabajo memorial e historiográfico y sus redes de relaciones personales y académicas en pos de la construcción de la identidad regional y local de Río Cuarto y del sur de Córdoba. De esta manera, particularmente se reconstruyen las gestiones y el discurso historiográfico que se anudan en el frustrado proyecto de alzamiento de un monumento a Rafael de Sobremonte, fundador de la ciudad de Río Cuarto y antihéroe de la historiografía liberal porteña. Así, para la recuperación del mencionado episodio de la historia y de la historiografía riocuartenses se han tomado como fuentes la correspondencia privada entre Alfredo Vitulo y Emilio Ravignani y los escritos del primero, en especial el folletín de 1942 titulado: El Marques de Sobremonte. Homenaje. A total beneficio de un proyectado monumento en Río Cuarto. En un primer apartado se propone una introducción a la historiografía riocuartense, a la vez que se presenta a Alfredo Cayetano Vitulo en su trayectoria biointelectual. Luego, se considera, repasa e indaga la operación desplegada por este historiador y los usos del pasado que se evidencian, se incluyen sus relaciones con Emilio Ravignani y se exponen sus principales intuiciones historiográficas.

Historia e historiadores para Río Cuarto y la región de sur de Córdoba

Historiadores y escritores de la ciudad de Río Cuarto y la región emprendieron desde finales del siglo XIX, rudimentarias indagaciones en torno al pasado local y regional, pragmática que reposó, a menudo, en el imperativo de la crónica eclesiástica o en la inclinación periodística, cuando no en el propósito docente. Escribir la historia de un espacio en otro tiempo fronterizo fue, durante muchos años, una empresa que en su factura pudiera reflejar el triunfo del conquistador y el imperio de la civilización (Carbonari, 2010 y Escudero, 2015 y 2016). En efecto, la del sur de Córdoba es un ejemplo cabal de esas regiones marginales que en el proceso de formación estatal de la Argentina y en la plena incorporación al capitalismo, se vieron en varios modos determinadas por una modernización material consecuente con ideal de progreso por entonces vigente. Lugar de progreso y de triunfo de un determinado proyecto de estado-nación, Río Cuarto también se constituyó en un lugar de memoria histórica que involucraba el pasado colonial, innegable en lo que supone el rastreo de los orígenes y su episodio fundacional del 11 de noviembre de 1786.

La fundación de la Villa de la Concepción del Río Cuarto por el Marqués de Sobremonte en el marco del reformismo borbónico, establece el origen temporal y espacial de la identidad íntimamente relacionada con ciclo histórico del dominio español. Y como es sabido, la figura del fundador fue insertada en el relato de la historia nacional y en operación de determinada historiografía, desde un polo negativo. Las preguntas sobre el origen, sobre el acto primero y sobre la situación fundacional de la ciudad, les señalaron oportunamente a los riocuartenses la construcción y aceptación de un pasado problemático. El sentido común histórico en torno a Sobremonte,8 subsidiario de la historiografía liberal y porteña, exponía unívocamente sobre la "cobardía sobremontista": "al primer cañonazo de los valientes, escapó Sobre Monte con sus parientes". En ese sentido, explica Efraín Bischoff:

"(.) La personalidad exacta habíase desdibujado porque la permanente repetición de los agravios contra Sobre Monte persistió en mostrarlo como un cobardón. (.) Pocos investigadores han trabajado con mayor ahínco y más acopio documental que José Torre Revello, para demostrar que el Virrey, en la emergencia angustiosa de enfrentar a los británicos bien armados y con hombres de destreza en la pelea, desde el primer instante entrevió la posibilidad de to­mar el camino de las provincias interiores. Reiterativamente califica de "vergonzosa" la marcha hacia Córdoba e insiste en los calificativos deshonrosos. Se recuesta en las palabras del general Juan Beverina (.), para sostener que no puede justificarse en su actitud de escape hacia el interior, trasladando la capital del Virreinato en forma provisoria con su buena administra­ción como primer Gobernador Intendente de la Córdoba del Tucumán, "en la que había actuado anteriormente con bri­llantez durante catorce años, sorprendiendo con los resplan­dores de antaño, la buena fe del vecindario, que creyó en sus fugaces mentiras, engalanadas con el artículo de una habilido­sa retirada..." (Bischoff, 1967: 21)

Las contribuciones intelectuales riocuartenses que de manera progresiva colaboraron en la construcción de una matriz identitaria local y regional desde la reconstrucción del pasado, se observan con mayor nitidez a partir de los años veinte del siglo XX. Sobresalen algunos pocos exponentes entre los que se pueden citar, además de Alfredo Vitulo, a Juan B. Fassi, a Rodolfo Centeno y a Carlos J. Rodríguez: el primero de ellos, docente; el segundo, sacerdote; el tercero, escritor costumbrista; y el cuarto, político radical y militante católico; los cuatro a su vez abocados a la escritura de páginas, de distinto valor, sobre el pasado local y regional. Luego de un intento fallido registrado en 1955, recién en mayo de 1966 se fundó la primera institución específicamente dedicada a la cultura histórica en la ciudad. La Junta de Historia de Río Cuarto aglutinó en su elenco a una decena de personalidades de la cultura riocuartense dispuestas a cumplir los postulados de "Investigar, Difundir y Honrar" el pasado y a los hombres que habían conquistado las glorias del terruño (Escudero, 2016: 275). Congregados ante el llamado del primer y efímero Presidente, el referente político de la UCR, además de militante católico e historiador Dr. Carlos J. Rodríguez, la Junta había ya iniciado una trayectoria vigorosa, cargada de actividades que iban desde la escritura de la historia a la planificación de homenajes y conmemoraciones, la erección de monumentos y la institución de marcas memoriales.9

Alfredo C. Vitulo no tuvo afinidad con el otro historiador riocuartense de su tiempo, Carlos J. Rodríguez, ni tampoco llegó a participar de la Junta de Historia de Río Cuarto dada su muerte en 1964, aunque sin dudas era el consagrado. Poseía desde mediados de los años treinta una autoridad historiográfica reconocida por entonces por miembros de la historiografía profesional, puesto que fue el primer autor de una primera historia sistemática e integral de la ciudad, publicada por vez primera en 1941 y premiada en 1950 por la Comisión Nacional de Cultura de la Nación,10 laudo que representó un impulso notable y una discreta consecuencia política ante el reconocimiento de la entidad creada por el peronismo, tan significativa como determinante en la política cultural oficial de la década. Como ya se indicó, la intensa actividad escrituraria de Vitulo se desarrolló en un extenso lapso temporal que va desde 1932 hasta los primeros años de la década de 1960. Sus relaciones con Emilio Ravignani11 y con el ya consolidado Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad de Buenos Aires, en cuyo Boletín Vitulo publicó un trabajo (Vitulo, 1934), posibilitan observar un caso de tendido de redes académicas, que el mencionado Instituto y la Academia Nacional de la Historia desplegaron, durante los años treinta y cuarenta, con historiadores 'del interior'.

El manifiesto interés de Vitulo por la historia documentada, aun cuando careció de una formación específica en la práctica historiográfica, revela el conocimiento elemental de la práctica del oficio. Carlos Luque Colombres, en un trabajo que repasa la trayectoria de la historiografía cordobesa, incluye a sus trabajos en el marco de lo que él denominó "las crónicas regionales de la provincia", dentro de las cuales cita "El Departamento San Justo (1936) de José A. Lencinas, Apuntes históricos del descubrimiento y población de Río Cuarto y de su antiguo y vasto Departamento (1926) de Quírico Porreca y La fundación de la villa de Río Cuarto (1939) de Alfredo Vitulo, además de los incluidos en la extensa bibliogra­fía de monseñor Cabrera y el reverendo padre Grenón S. J. referidos a Alta Gracia y Villa del Rosario, entre otras poblaciones" (Luque Colombres, 1995: 45).

Desde 1920, entonces, y en el contexto de una sociedad cambiante que busca una identidad histórica y cultural, las múltiples intervenciones sociales de Vitulo, en el espacio público de la ciudad, son especialmente significativas. El autor de La revolución de Castillo en Río Cuarto 1833 [Río Cuarto, 1932], Camino de Cuyo y del Reino de Chile - La frontera sur de Córdoba - Orígenes de la enseñanza y de la escuela en Río Cuarto [Río Cuarto, 1939], y la Historia de Río Cuarto [Río Cuarto, 1941 y 1947], entre otros, fue también quien logró la publicación de las Actas Capitulares de la Villa de la Concepción de Río Cuarto 1798-1812 en 1947, con una Advertencia de Emilio Ravignani y el Prólogo a su cargo (Isaguirre, 2000). Dicha Edición de 1947, patrocinada por la Academia Nacional de la Historia y fruto del vínculo académica entre Vitulo y Ravignani, incita a investigar las incógnitas sobre el oscuro destino de parte de los originales de la documentación del Cabildo de la Villa de la Concepción del Río Cuarto, material que antes de la edición de las Actas se encontraba en poder del historiador riocuartense y que en la actualidad se encuentran extraviados.

Historia monumental, construcción de identidad y vínculos historiográficos

La historia monumental o historia de bronce, aquella que reposa en la creencia de que la historia es "maestra de la vida", en la modernidad plena se materializa en los monumentos históricos. Se trata de una historia reverencial y, como señala Luis González, también didáctica, conservadora, moralizante, pragmático-política y pragmático-ética. La historia connotada en este sentido, "(.) recoge los acon­tecimientos que suelen celebrarse en fiestas patrias, en el culto religioso, y en el seno de instituciones; se ocupa de hombres de estatura extraordinaria (gobernantes, santos, sabios y caudillos); y presenta los hechos desligados de causas, como simples monumentos dignos de imitación (.)" (González, 1980: 64). En ese sentido, el monumento actúa como jalón de memoria ante la disposición de aquellos gestores inclinados a la conservación del ejemplo y la mediación pedagógica del mismo en sus valores. Asimismo, implica una compleja articulación entre objeto y significado en el marco de las comunidades interpretativas que asisten a su emplazamiento a lo largo del tiempo.

El bronce, cuando talla siluetas históricas, se vuelve eficaz, para la promoción e imitación de las "buenas obras" (González, 1980: 65). De este modo, las buenas costumbres y obras, la eficacia, la entrega y el patriotismo suelen ser exhumados en acto político, al igual que los valores positivos de otros tiempos, para defender y reforzar determinados proyectos de Estado y puntuales concepciones ideológicas. Cuando Alfredo Vitulo escribió: "Se ha llegado, entonces, hasta lo que se deseaba demostrar, de que el marqués de Sobremonte, tiene el pedestal de méritos suficientes, como para erigirle su apoteosis" (Vitulo, 1942: 47), está efectuando un alegato que armoniza con lo anteriormente expuesto sobre la historia de tipo monumentalista. Dicha operación, desde un principio reivindicativa e identitaria, se compuso de dos instancias interrelacionadas. En primer término, de la búsqueda de "opinión" autorizada que legitimara la erección de un monumento a Sobremonte y, luego y en segundo lugar, de la escritura y publicación de un ensayo que posibilitara, a la vez, la difusión más amplia de una visión laudatoria sobre el fundador de Río Cuarto y el donativo de la recaudación de lo vendido a los efectos de la materialización del monumento.

Estas prácticas permiten observar la significativa y ambiciosa gestión del historiador en procura de su objetivo y su posicionamiento privilegiado en el marco de los escasos desarrollos historiográficos locales de la época. Carlos Pereyra postula que todo discurso histórico interviene, se inscribe, en una determinada realidad social donde es más o menos útil para las distintas fuerzas en pugna (Pereyra, 1980: 13); caso por el que prima la utilidad ideológico-política de la representación del pasado formulada por sobre la validez teórica de la misma. Así, el ensayo de Alfredo Vitulo a favor de Sobremonte y del monumento a su figura partía del debate social y se involucraba en las luchas sobre y por el pasado riocuartense: tal vez estaba más concretamente situado en una perspectiva liberal de la historia que lo llevaba a preferir fijar la mirada en la memoria de Sobremonte que en la de la Iglesia en su cruzada evangelizadora, a diferencia de los católicos como los historiadores Carlos Juan Rodríguez y el Pbro. Juan Bautista Fassi,12 en un ambiente proclive a las pasiones clericales. Conviene recordar el rol cumplido por la Iglesia en la Argentina desde los años treinta; proceso que particularmente en Río Cuarto se visibilizó sobrada e intensamente, merced a la creación de la Diócesis en 1934 y la impronta hegemónica de su primer Obispo, Mons. Leopoldo Elías Buteler.13

Bien entrado el siglo XX, Río Cuarto era aún una ciudad sin una memoria oficial estipulada, un espacio sin lugares de memorias ya emplazados y una sociedad en búsqueda de su historia, 'una' historia. Para 1942 sólo contaba con el Monumento a San Martín, inaugurado, luego de larga espera, en 1931, y gestado y concretado gracias a un proyecto de la época del Centenario de la Revolución de Mayo a instancias de un destacado docente, Werfil Piñeiro. El historiador Pierre Nora indica que la razón de ser fundamental de los lugares de memoria es detener el tiempo, bloquear el trabajo del olvido, fijar un estado de cosas, inmorta­lizar la muerte. Se trata, según este mismo historiador, de: "toda unidad significativa, de orden material o ideal, de la que la voluntad de hombres o el trabajo del tiempo ha hecho un elemento simbólico del patrimonio memorialista de una comunidad" (Nora en Candau, 1998: 152). El lugar de memoria contribuye, en este sentido, al emplazamiento de una memoria compartida e influye so­bre el sentimiento de identidad nacional, así, de un modo general, la "sociedad silenciosa e inmó­vil" de los lugares, la memoria de las "piedras de la ciudad", la permanencia de las referencias espaciales, "nos da un sentimien­to de orden y de quietud" y "la ilusión de no haber cambiado a través del tiempo", lo que resulta siempre confirmatorio para la identidad personal y colectiva" (Candau, 1998: 154). La historia de los monumentos, por ejemplo, habla de los gobiernos y los sujetos que los gestaron y crearon, de los grupos que anudaron sus proyectos políticos a las efemérides y por último, y lo que no es no poco, de los cam­bios urbanos. Asevera, por último, la socióloga Silvia Sigal, que todas las ceremonias cívicas y religiosas, oficiales y privadas que se desarrollan en esos espacios tienen un ingrediente político, pues presentan pública­mente a una comunidad y procuran, conflictivamente, la defensa de los órdenes sociales en conflicto (Sigal, 2006: 21).

Consecuentemente, a princi­pios de los años cuarenta el historiador Alfredo Vítu­lo, acompañado de otras voluntades de su círculo cultural, desarrolló un claro in­tento de instalar, monumentalizar, a Rafael de Sobremonte, fundador de Río Cuarto, en el espacio público y en la memoria colectiva de la ciudad. En carta enviada a Emilio Ravignani el 7 de octubre de 1942, expresaba:

"Mi distinguido amigo:
Un asunto de carácter histórico del cual solicitamos la autorizada opinión cuyo, me mueve escribirle.
Tratase, Doctor, de la erección de un monumento al fundador de Río Cuarto, el marques de Sobremonte, para lo cual se proyecta colocar la piedra fundamental, en la próxima tercer semana de Río Cuarto, en la segunda quincena de noviembre, p. v.
Al efecto, interesanse [sic] el rector del Colegio Nacional, el Doctor Juan Vazquez Cañáz [sic], el profesor Ing. Manuel A. Pizarro y el suscrito, al llevar adelante la iniciativa. El intendente municipal, Don Ben Alfa Petrazzini, presidente de los festejos, la recibió con entusiasmo.
Empero, existe una parte de personas que abrigan la prevención y animosidad histórica, de cómo lo han juzgado algunos historiadores, en calidad de virrey, sin atender la revisión que se viene haciendo de su personalidad.
Sin entrar a la discusión de sus funciones de virrey, lo hemos enfocado exclusivamente en su calidad de gobernador intendente de Córdoba, sobre el cual creemos no hay discrepancia en considerarlo como hombre de gran acción, temperamento dinámico y de manos limpias que dio gran impulso al progreso, no solo de Córdoba sino de otras provincias que integraban la antigua intendencia.
Bien, pues, en esta situación en que no existe unanimidad de criterio, hemos creído de gran valor apreciativo, la opinión suya, cualesquiera que ella sea, aun adversa, para tomar una resolución definitiva sobre el proyecto de monumento.
En la seguridad de su ansiada contestación, le saluda con toda estima y aprecio.
Alfredo C. Vitulo"14

El citado documento abriga al menos tres cuestiones relevantes. Vitulo le informa a Ravignani la disconformidad o inquietud de "personas" que sostienen, quizás "equívocamente", la "versión oficial" acerca de la cuestión "Sobremonte". Por otro lado, el historiador efectúa un recorte afín a la pretensión que persigue: considerar la actuación del funcionario español en el período anterior a las invasiones inglesas, momento altamente positivo, concretamente "progresista", y cuando era gobernador intendente de Córdoba y fundó la Villa de la Concepción del Río Cuarto. Finalmente, ante la supuesta falta de "unanimidad de criterio" en torno al tema, Vitulo valora "la opinión" de Ravignani, en pos de una "resolución definitiva sobre el proyecto de monumento". Es notable cómo la voz del referente de la Nueva Escuela Histórica podía, virtualmente, definir el litigio y paralelamente legitimar, si su dictamen era similar o consecuente, al historiador riocuartense.

En efecto, desde 1930, el Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, cuya dirección estaba a cargo del mencionado Ravignani, continuaba consolidando su tarea historiográfica modélica si se piensa en el determinado estatuto metodológico y erudito sostenido por una de las instituciones pilares de la llamada Nueva Escuela Histórica (Halperin Donghi, 1996; Pagano y Galante, 1993; De Pompert de Valenzuela, 1995; Pagano, 2009). María Cristina De Pompert de Valenzuela señala también la "general decadencia" de la actividad de la institución hacia los años treinta, puesto que advierte un "descenso del vigor institucional, hecho que podemos atribuir a la actividad pública [ciertamente intensa] desplegada por Ravignani y a los vaivenes políticos que la afectaron, como asimismo a la disgregación de sus miembros y a las dificultades presupuestarias que obligaron a disminuir las publica­ciones y la actividad en el exterior" (De Pompert de Valenzuela, 1995: 260).15 Esta situación institucional, según señala la misma historiadora coincide con el hecho de que comienzan a surgir otros espacios, incluso fuera del ámbito universitario, que, en líneas generales, seguían los principios y perseguían similares objetivos a los asentados por el Instituto de Investigaciones Históricas de la UBA (De Pompert de Valenzuela, 1995: 260).16 Sea cual fuere la situación real de la institución, su ritmo y vigor historiográfico, el prestigio ganado y el lugar ocupado en el marco de los estudios históricos argentinos y latinoamericanos, lo perfilaban como instancia de referencia ineludible en todo lo concerniente a lo que aún se llamaba frecuentemente "la cultura histórica", incluyendo también en la misma a los lugares y monumentos históricos.

La posición adoptada por del Director del Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, explícita en la contestación, fue salomónica, enunciando que un monumento no sería, cerradamente, ni reivindicación ni detractación: "(.) La erección de un monumento a Sobremonte en Río Cuarto, no importa reivindicar o rehacer el juicio histórico sobre el gobernante como Virrey del Río de la Plata (.)" (Ravignani en Vitulo, 1942: 3). En este sentido, Ravignani no consideraba, a diferencia de Vitulo, que un monumento sea exactamente un "homenaje". Esta cuestión marca la sutil diferencia de concepto en torno a la valoración de lo histórico y su instrumentación pragmática. Sin embargo, en lo que respecta al ya aludido recorte de la experiencia y el actor histórico a memorar, sí existieron puntos de encuentro entre ambos historiadores. En efecto, contestaría Ravignani:

"(.) Pero es que se comete una lamentable confusión entre Sobremonte, gobernante hasta 1806, y posteriormente. Sobremonte en la secretaría del virreinato, y sobre todo gobernador intendente de Córdoba, incuestionablemente, fue un funcionario colo­nial de relevantes dotes. Ya se ocupó de él Vicente G. Quesada, en la Revista de Buenos Aires, bajo este aspecto; Sobremonte fundador de Río Cuarto es una personalidad digna de recordarse. Tan notorias fueron sus grandes calidades de gobernante, que fue elegido por pliego de providencia, virrey sustituto interino, reemplazando a del Pino cuando éste falleció. Las poblaciones del Virreinato pidieron al Rey lo confirmaran en el cargo, cosa que sucedió. Esto último fue en reali­dad, el juicio sobre sus méritos al frente de la intendencia de Córdoba, méritos entre los cuales se cuenta la fundación de Río Cuarto. Sin duda merece ser recordado en el monumento como fundador de esa ciudad, sin que ello implica [sic] rever el juicio histórico que ha merecido como Virrey por su actuación en 1806 y 1807. Son dos momentos de su vida completamente diferentes bajo el aspecto constructivo (.)" (Ravignani en Vitulo, 1942: 3)

En definitiva, la opinión autorizada del historiador de la Nueva Escuela Histórica, fue "en pocas líneas, favorable a la iniciativa" (Ravignani en Vitulo, 1942: 3), por lo cual Alfredo Vitulo se arrojó a publicar, ahora con reforzada confianza, su ensayo sobre la personalidad del Marqués Sobremonte. El mismo importaba, según su autor "sino una apología, una rememoración de sus actividades múltiples, bajo el aspecto de hombre público y en especial, como gobernador intendente de la antigua provincia de Córdoba, que recibió, bajo su impulso de dinámica reciedumbre, un gran beneficio y fue la iniciación de su futura grandeza" (Ravignani en Vitulo, 1942: 5). Comprendía, de este modo, Vitulo, que la tarea de revisión y reivindicación historiográfica en torno a Sobremonte no sería fácil:

"(.) si se tiene en cuenta que para levantar la loza del olvido y del repudio, que hizo conciencia publica, en le pasaje ingrato de su carrera administrativa, en el conocido episodio que le toco actuar durante ejerció la función de virrey del Rio De La Plata, sería menester contrabalancearlo con un cumulo de acciones, dieran la sensación de convicciones tales en los espíritus sin prevenciones, de modo que la pagina brillante de sus innumerables trabajos de incansable forjador, sirviera de justificativo que aminorasen sus errores hasta borrarlos con el claro oscuro del fondo de un cuadro donde la figura central se destaca nítida y aparece con relieves propios (.)" (Vitulo, 1942: 5)

El fundador de Río Cuarto aparece aquí representado en función de "su labor inmensa", de "su talento de gobernante excepcional", de la "infatigable actividad comunicativa" y en su condición de "difusor del progreso del vastísimo territorio encomendado a su custodia" (Vitulo, 1942: 23-25). Le interesaba a Vitulo destacar en ese escrito pro monumento, los "beneficios que recibió (.) la antigua villa de la Concepción Del Río Cuarto, para evidenciarla al reconocimiento de las generaciones" (Vitulo, 1942: 39). Del aprendizaje de ese nuevo y verdadero o ajusticiado Sobremonte, la sociedad riocuartense "espontáneamente" tributaría, mediante la voluntad historicista del historiador, homenaje a su memoria, ya que constituía un "ejemplo digno de imitar" (Vitulo, 1942: 9):

"(.) De esta suerte se justificaría, hasta la convicción, de que su obra no esta reconocida como se merece, sino que debe perpetuarse en el mármol o en el bronce y así rendir el tributo de un homenaje honroso a su recuerdo. Esta aureola de recordación plástica, con la materialización indeleble de la historia monumental y estatuaria de un benefactor, debe ser la obra espontanea del propio seno de la sociedad para su mayor prestigio (.)" (Vitulo, 1942: 6)

Útil resulta en esta mirada sobre la intervención de Alfredo Vitulo, considerar lo estipulado por Luis González al referirse a los usos de la historia y los resultados de un determinado recorte el pasado. Según el autor, de acuerdo con la selección que se haga de los hechos, se consiguen utilidades distintas, y "según la porción de la realidad que se exhume será el provecho que se obtenga. Un mismo historiador, según el servicio que desee proporcionar en cada caso, puede ejercer las distintas modalidades utilitarias del conocimiento histórico" (González, 1980: 56-57). De este modo, Vitulo contemplaba a Sobremonte sólo en su carácter de gobernador intendente de Córdoba, con la pragmática de evitar, a toda costa, la conflictiva etapa de su virreinato: "En otro lugar se tratará su acción en su carácter de virrey claroscuro del cuadro que se viene trazando y en donde su figura central se destaca nítida" (Vitulo, 1942: 39).

Desde la sesgada argumentación desplegada por el historiador, se intentaba arribar a un juicio ponderativo de la gestión de Sobremonte que, en palabras del propio Vitulo, "fue proficua y de evidente progreso, como para dar suficiente material de raciocinio hasta juzgar­le como un benefactor y funcionario ejemplar" (Vitulo, 1942: 39). El fundador de Río Cuarto, con su accionar y "eficaz participación", ofició, según juzga la lectura historiográfica, positivo, de salvador y agente civilizador logrando que "la histórica Villa de la Concepción del Río Cuarto, no hubiera sucumbido ante la avalancha des­tructora del salvaje que, como plaga maldita, sembraba deso­lación, sangre, miseria y muerte". El triunfo de la civilización por sobre la barbarie quedaba expuesto de esta manera:

"Si se extiende un miraje retrospectivo en el proceso de evolución de la Villa de la Concepción de Río Cuarto, desde fecha anterior a su erección de villa, nos encontraremos que a la par de ofrecer un aspecto interesante la de su accidenta­do y trabajoso desarrollo, también de que la participación eficaz del marqués de Sobremonte, para imprimirle estabi­lidad, la salvó de su desaparición como unidad colectiva y habría seguido, indudablemente, la suerte de otros pueblos absorbidos por la vorágine destructora del salvaje (.)" (Vitulo, 1942: 39).

Consideraciones finales

Durante los años treinta y cuarenta del siglo XX, un reducido número de intelectuales e historiadores de la ciudad de Río Cuarto emprendieron la escritura de narraciones sistemáticas del pasado local, reconociendo algunos escasos y rudimentarios antecedentes en los precarios desarrollos de finales del siglo XIX. El maestro e historiador Alfredo Cayetano Vitulo (1879-1964) aparece como la figura más sobresaliente en estas incipientes operaciones historiográficas abocadas a la construcción histórico-identitaria de la ciudad y su región de influencia, el sur de la provincia Córdoba.

Vitulo, "el" historiador de la Villa de la Concepción del Río Cuarto, se esforzó en su historiografía por insertar los episodios de la historia de Río Cuarto al macro relato de la historia nacional, incorporando como referencias de sus estudios algunos de los desarrollos de la Nueva Escuela Histórica. Sus vinculaciones con Emilio Ravignani dan cuenta de ello y muestran, también, el ensayo de autolegitimarse en su autodidáctico oficio de historiador. En este trabajo se observó su programática orientada a erigir un monumento destinado a la memoria de Sobremonte y el emprendimiento, hacia 1941-1942, de la escritura de un ensayo a tales efectos. Asimismo, se examinó el modo en que requirió el dictamen de un historiador profesionalizado y consagrado para fundamentar su posición a favor del a la vez antihéroe nacional e imprescindible protagonista de la historia riocuartense. Esta segunda instancia fue, para su empresa, satisfactoria:

"Río Cuarto Octubre 17 de 1942
Dr. Emilio Ravignani
Buenos Aires
Estimado amigo:
Su estimada carta en donde emite su autorizada opinión sobre la personalidad del marques de Sobremonte, tomada en su aspecto de funcionario colonial, desde ante [sic] que fuera Virrey, o mejor dicho hasta las invasiones inglesas, de relevantes mentos [sic], ha de tener la virtud de desvanecer equívoco en cierto sector adverso. Agradezco muy significativamente su importante colaboración en la tarea que aquí se viene haciendo de convencimiento para materializar la apoteosis del fundador de Río Cuarto (.)"17

Luego del uso legitimador del juicio emitido por Emilio Ravignani, Vitulo admitió que la glorificación monumental de Sobremonte era factible si sólo se consideraba la actuación del funcionario real antes del episodio de la "huída" a Córdoba, y considerando exclusivamente los aspectos constructivos y progresistas en lo concerniente a la Villa de la Concepción del Río Cuarto. De esta manera, el recorte se tornaba eficaz para evadir y/o refutar la representación historiográfica nacional y "oficial" en torno la mencionada figura y también para mostrar, a la vez que enfatizar, el triunfo de la civilización por sobre la barbarie en el espacio fronterizo del sur de Córdoba: "la participación eficaz del marqués de Sobremonte salvó a Río Cuarto de su desaparición como unidad colectiva ya que [de otro modo] habría seguido, indudablemente, la suerte de otros pueblos absorbidos por la vorágine destructora del salvaje" (Vitulo, 1942: 39).

Esta operación memorial e historiográfica implicaba también instaurar valores y ejemplos deseables, ya que en el pensamiento histórico del autor las buenas costumbres y las buenas obras serían elementos dignos de imitar por las sucesivas generaciones para defender y reforzar determinadas representaciones sociales que componían la posible configuración identitaria de la ciudad de Río Cuarto, en el marco del relato de la historia nacional. En un pasaje ubicado casi al final del ensayo publicado por Vitulo en 1942, se pueden leer algunas claves del pensamiento histórico del autor. "Anverso y reverso": para el historiador las pruebas históricas, los documentos y las evidencias mostrarían siempre las dos caras de la moneda, dos facetas que se apostarían en compulsa hasta que una de ellas lograran prevalecer. En relación a la cultura histórica de su tiempo, Vitulo creía que: "(.) Si se escudriña la historia de los hombres y de los acon­tecimientos en que actuaron, se encontrará que generalmen­te tuvieron algún pasaje que los desluce y que es difícil, has­ta imposible, encontrar la perfectibilidad de almas como que ella está amasada con la pasta de lo terrenal y humano. (.)" (Vitulo, 1942: 45). Es decir, admitía la imposibilidad de la presencia de un aura únicamente gloriosa por parte de los héroes, dejando abierta la puerta para los necesarios recortes entre distintas temporalidades de una experiencia que pudiera ser requerida como ángulo desde que la historia así, seccionada, se constituyera en maestra de vida.

Posteriormente, y en cuanto a la interpretación y el conocimiento del pasado, Vitulo tenía fe en la acción favorecedora del tiempo. Afirmaba, en el mismo sentido, que las acciones de los hombres, al ser va­loradas por sus coetáneos, solían "experimentar parcialidad de mirajes, actitud lógica si se tiene en cuenta que para ser juzgadas como se merecen, necesitan que la acción del tiem­po las cubra con la pátina y manto de fría reflexión y a su través sea valorada, en su justo medio, por el índice de la historia" (Vitulo, 1942: 46). El "índice de la historia" podría ser, para el historiador el "índice del historiador", quien tendría la función de "valorar" el pasado y mientras más transcurrido el tiempo, mejor. De modo alguno, su voluntad historicista sublimaba con creces el optimismo adjudicado a la labor historiadora y a la acción del tiempo.

La fe en las posibilidades y potencialidades de la Historia y en el historiador moderno llevaba a Alfredo Vitulo a imaginar que el arbitraje de una buena erudición traería consigo la objetividad, resultante a la vez de un debido distanciamiento temporal. La Historia era, sobre todo pasado, pasado rehabilitado por el historiador y conferido a la sociedad para el cumplimiento de latos fines comunitarios, identidades compactas y portadores de valores nacionales. Como se ha afirmado, la escritura de la historia desplegada en espacios sino desvinculados, al menos distantes de los preeminentes y específicamente abiertos para la historiografía, remite a una problemática que ha interesado últimamente a distintos historiadores. Los intelectuales de esfera regional y local encontraron la manera de intervenir sobre la memoria de sus respectivas comunidades resolviendo representaciones del pasado reivindicativas de los personajes y episodios que muchas veces tensionaban los relatos ya estabilizados por medio de la "historia nacional".

En este trabajo se abordó la figura del historiador Alfredo Cayetano Vitulo documentando algunos ángulos de su trabajo memorial e historiográfico y sus redes de relaciones personales y académicas en pos de la construcción de la identidad regional y local de Río Cuarto y del sur de Córdoba. Particularmente, se reconstruyeron las gestiones y el discurso historiográfico que se anudaron en el frustrado proyecto de alzamiento de un monumento a Rafael de Sobremonte, fundador de su ciudad y antihéroe de la historiografía liberal porteña. Se evidencia, entonces, la articulación que tuvo el proyecto cultural y memorial de Vitulo con los usos políticos de la figura del Marqués de Sobremonte, en dirección a impulsar una narrativa que, desde la densidad de lo local, es decir, desde la necesidad de dotar al colectivo de una determinada memoria fundacional monolítica aun lo no suficientemente instaurada, y los debates del ámbito intelectual riocuartense, bordando una opción liberal frente a otra de matriz religiosa impulsada por los católicos,18 promovía la reescritura de algunos aspectos de la Historia argentina. Esta operación historiográfica posibilita valorar más ampliamente el lugar de estos intelectuales provinciales en la construcción de una cultura histórica local y regional, interviniendo memorialmente desde cada región, activando no sin conflictos disimiles interpretaciones del pasado.

Este trabajo también permitió rescatar y considerar la significativa y ambiciosa gestión del historiador en el marco de los escasos desarrollos historiográficos locales y regionales de la época. Finalmente, es interesante mencionar que el monumento a Sobremonte fue, por diferentes motivos económicos y políticos a indagar, fue una asignatura pendiente en la ciudad de Río Cuarto hasta el año 2000, cuando un modesto busto del fundador de la Villa de la Concepción del Río Cuarto fue emplazado en la Plaza Olmos, en frente del Palacio Mójica, sede de la Municipalidad.

Notas

1 Acerca de la impronta de los maestros normales en la configuración cultural de espacios interiores, regionales y locales en la Argentina del siglo XX, véanse los aportes de Fiorucci, (2012) y Lionetti y Castillo, (2015).

2 A esto se suma, según la minuciosa descripción de Isaguirre y otras crónicas, su filiación como miembro con la Sociedad Italiana Porta Pía y como socio en el Club Sportivo Atenas y la Asociación Atlética Estudiantes. Cf. Cónsole, (1983); Farías, (1967); Medeot, (1984); Isaguirre, (2000).

3 La monumentalización de la figura de Sarmiento en la ciudad de Río Cuarto también comprometió la atención del historiador en virtud de su enérgica identidad normalista, asociada con los valores de la escuela pública, liberal y laica.

4 A diferencia de su ocasional contrincante, el Dr. Carlos J. Rodríguez, vinculado familiarmente con los Baigorria. Ambas figuras protagonizaron un contrapunto historiográfico entre el 16 de febrero y el 1 de mayo de 1955. La disputa tuvo que ver con el "verdadero nombre" que debía llevar la ciudad: Vitulo defendía una posición laica y Rodríguez una católica, proponiendo el mote de "Ciudad de la Concepción del Río Cuarto" (Escudero, 2016: 137-138).

5 Puede citarse, por ejemplo, su participación con trabajo en el importante "Congreso de Historia Argentina del Norte y del Centro", desarrollado en Córdoba en 1941 bajo el signo de la Academia Nacional de la Historia (Escudero, 2017: 53).

6 Sobre la Sociedad de Historia Argentina puede consultarse el trabajo de María Silvia Leoni (1995).

7 Alfredo C. Vítulo fue incorporado en septiembre de 1944 como Miembro Correspondiente a la Junta Provincial de Historia de Córdoba.

8 Lo que aquí llamamos "sentido común historiográfico en torno a Sobremonte, subsidiario de la historiografía liberal y porteña" hace referencia a la construcción de una representación negativa, componente de una Historia ya instituida, que habría que estudiar con mayor detenimiento porque su exégesis excedería ampliamente los límites de este trabajo. Al respecto, resulta importante el trabajo de Carbonari (2003) al examinar el modo que, por ejemplo, hacia 1946 un historiador vinculado a la Nueva Escuela Histórica y en el marco del Instituto Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, José Torre Revello, trazaría una impugnación de la acción del mencionado funcionario colonial que podría funcionar de relato representativo de lo que señalamos. La posición de Torre Revelo, a nuestro juicio, demuestra una vez más la gama de matices variables que delineaban las distintas interpretaciones forjadas por los historiadores de la Nueva Escuela Histórica, en tensión en este caso con la postura de Emilio Ravignani.

9 Todas acciones tendientes a: "Investigar el pasado, interpretar el pensamiento de los hombres y de los grupos que produjeron la evolución de la sociedad, conocer los sentimientos y motivaciones de nuestros antecesores, advertir sus aciertos y sus errores, proporcionar a la generación actual la seguridad de su presente y la posibilidad de planeamiento y presunción de su futuro. (.) El reconocimiento de la acción desarrollada por los actores del hecho histórico, la apreciación de sus actos, el agradecimiento de los recipientes de una herencia cultural o social, no son solamente honra para aquéllos sino para quien cumple este deber moral de preservación espiritual (.)", El Pueblo, Río Cuarto, 31 de mayo de 1974, p. 8.

10 Esa Historia de Río Cuarto (Vitulo, 1941) fue escuetamente prologada por Sigfrido Radaelli y apreciada por, entre otros, Emilio Ravignani, José Torre Revello, Ramón J. Cárcano y Efraín Bischoff. En 1947 la obra fue completada, ampliada y tuvo dos ediciones en paralelo, una en dos tomos a cargo del Instituto Agrario Argentino de Buenos Aires (Vitulo, 1947a) y otra a cargo de Talleres Gráficos Savino de Río Cuarto (Vitulo, 1947b).

11 Sobre Emilio Ravignani puede consultarse el texto de Buchbinder (1993).

12 Sobre las ideas de Carlos J. Rodríguez véase Escudero y Camaño (2013).

13 Una crónica documentada aunque laudatoria sobre la Figura de Mons. Leopoldo Buteler puede leerse en Costa (2004).

14 Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" - Archivo de la Dirección del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" - Correspondencia - Al S 9 - Caja Nº 28 - Folios Nº 414 y 415.

15 El corchete aclaratorio nos pertenece.

16 Emilio Ravignani dirigió al IIH/FFyL/UBA hasta 1947, año en que fue separado del cargo por razones políticas.

17 Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" - Archivo de la Dirección del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" - Correspondencia - Al S 9 - Caja Nº 28 - Folios Nº 412 y 413.

18 Ya se mencionó su oposición al católico Dr. Carlos. J. Rodríguez.

Fuentes

1. Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" - Archivo de la Dirección del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" - Correspondencia - Al S 9 - Caja Nº 28 - Folios Nº 412 y 413.

2. Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" - Archivo de la Dirección del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani" - Correspondencia - Al S 9 - Caja Nº 28 - Folios Nº 414 y 415.

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