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Folia Histórica del Nordeste

versión impresa ISSN 0325-8238versión On-line ISSN 2525-1627

Folia  no.38 Resistencia ago. 2020

http://dx.doi.org/10.30972/fhn.0384105 

ARTÍCULO

FRAGMENTACIÓN RESIDENCIAL EN CIUDADES INTERMEDIAS DEL NOROESTE ARGENTINO DURANTE EL NEODESARROLLISMO

Residential Fragmentation in Intermediate Cities of Northwestern Argentina During Neodevelopmentalism

1* Instituto de Investigaciones Territoriales y Tecnológicas para la Producción del Hábitat (INTEPH), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Universidad Nacional de Tucumán (UNT), Argentina, paula_boldrini@hotmail.com/

2** Instituto de Investigaciones Territoriales y Tecnológicas para la Producción del Hábitat (INTEPH), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Universidad Nacional de Tucumán (UNT), Argentina, matumalizia@yahoo.com.ar

Resumen

El modelo de desarrollo económico neodesarrollista implementado en el país durante el periodo 2003-2015 apuntaba a implementar nuevas políticas territoriales mediante un nuevo rol activo del Estado. No obstante, se pone en duda la existencia de diferencias estructurales entre este modelo y el neoliberalismo, frente a la problemática urbana y particularmente residencial. Este artículo tiene por objetivo identificar y analizar en forma comparativa el desarrollo de la dinámica residencial y su vinculación con los procesos de desigualdad en tres ciudades intermedias del noroeste argentino durante el periodo 2001-2015, teniendo en cuenta que se trata de un periodo en el que primó el neodesarrollismo. La lógica residencial permite comprender el proceso de configuración y expansión de las ciudades a partir de su uso más extendido, a través del cual es posible identificar un patrón de localización de la población con diferente poder adquisitivo junto a las características y funciones de los lugares en los que se emplazan. De esta forma es posible dilucidar las manifestaciones de la desigualdad social en el territorio y analizar el sentido de las dinámicas de ocupación del suelo, para finalmente evaluar si el modelo neodesarrollista alcanza a revertir la lógica neoliberal.

Palabras claves: Tipologías residenciales; Desigualdad; Ciudades intermedias; Noroeste argentino; Neodesarrollismo

Abstract

The neodevelopmental economic model implemented in the country during the period 2003-2015 aimed at implementing new policies through a new territorial active role of the State. However, the existence of structural differences between this model and neoliberalism, with urban problems, particularly residential is doubted. This article aims to identify and analyze comparatively residential development dynamics and its relationship to the processes of inequality in three intermediate cities in northwestern Argentina during 2001-2015, a period in which prevailed the neodevelopmentalism. Residential logic allows us to understand the setup and expansion of cities from its more widespread use, through which it is possible to identify a pattern of location of the population with different purchasing power with the features and functions of the places where they are located. Thus, it is possible to elucidate the manifestations of social inequality in the territory and analyze the meaning of the dynamics of land occupation, to finally assess whether the neodevelopmental model manages to reverse the neoliberal logic.

Keywords: Residential typologies; Inequality; Intermediate cities; Argentine northwest; Neodevelopmental

Introducción

Las ciudades de América Latina se caracterizan por compartir condiciones de desigualdad que se manifiestan en su estructura espacial y social, asociadas a múltiples procesos que se encuadran en la aplicación de políticas neoliberales, en primer lugar, y neodesarrollistas después. Éstas adquieren a su vez un carácter concreto y localizado, resultado de la persistencia y desarrollo del capitalismo global que impacta tanto el orden político como social, cultural y territorial (Ciccolella, 2012; Hiernaux, 2006; Mertins, 2009; Prévôt Schapira, 2001; Sassen, 2007; Scholz, 2002).

De acuerdo con Ornelas Delgado (2009), el desarrollo de las ciudades latinoamericanas atravesó tres períodos históricos claramente diferenciados: 1) predominio de economías agro-exportadoras; 2) crisis general del capitalismo (en el año 1929) e impulso de la industrialización sustitutiva de importaciones; y 3) disminución de la intervención del Estado en la economía (neoliberalismo). En términos urbanos, el neoliberalismo (impuesto entre fines de los años setenta y principios de los ochenta) supone la mercantilización de lo urbano bajo renovados mecanismos de producción inmobiliaria, reconfigurando su organización, dinámica, apariencia, a partir de nuevos patrones de crecimiento (de Mattos, 2010). Tales patrones remiten, entre otros aspectos, a estructuras insulares (islas de riqueza, producción, consumo y precariedad), inconexas y con fuertes diferencias en su composición social y habitacional (Janoschka, 2011; de Mattos, 2010), acentuado la desigual dotación de infraestructura, equipamiento y servicios urbanos. Esto se evidencia en un proceso de fragmentación socio-espacial expansivo, difuso y policéntrico (Ciccolella, 2012; Hiernaux, 2006; Mertins, 2009; Scholz, 2002), modificando el modelo tradicional centro-periferia y suscitando fracciones de relaciones asimétricas entre ellas.

Por otro lado, a partir del año 2003, comenzó a desarrollarse e implementarse en Argentina el modelo político-económico neodesarrollista con el objetivo de reactivar al Estado como ente regulador y promotor de políticas públicas. Sin embargo, se preservó el ajuste fiscal, la restricción monetaria, la prioridad exportadora y la inequitativa distribución del ingreso. Este modelo implementado, entre los años 2003 y 2015, precedido y sucedido por el neoliberalismo, estuvo acompañado por la aplicación de políticas neokeinesianas que buscaban incrementar la capacidad de consumo de la población como parte del engranaje económico capaz de mantener activa tanto la producción como las fuentes de trabajo. Apuntaba, además, al aumento de subsidios estatales a la industria para contrarrestar los efectos del libre comercio extremo (Féliz, 2011; Katz, 2006; Svampa, 2010) e implementar nuevas políticas territoriales -mediante programas y proyectos- enlazadas con un movimiento social también renovado y fortalecido (Féliz, 2011). No obstante, los desequilibrios se encontraban latentes bajo las propias lógicas inherentes al modelo, suponiendo el aliento de la demanda ―inspirados en la heterodoxia keynesiana― como estrategia suficiente para incentivar el despegue de un círculo virtuoso de inversión y crecimiento auto sostenido (Katz, 2015). En el mismo sentido, otros autores como Pinazo et al. (2017) ponen en duda la existencia de diferencias estructurales entre este modelo y el neoliberalismo, y plantean que representa una continuidad de las políticas hegemónicas.

Katz (2015) sostiene que el reacomodamiento originado en la rebelión del 2001 forzó la contemporización de las demandas populares, recurriendo a mayor asistencialismo. De esta forma, el esquema intentado en Argentina logró cierta efectividad en su fase inicial (2003-2007), con condiciones que posibilitaron crecimiento con recuperación del empleo, superávit fiscal primario, alto tipo de cambio, bajas tasas de interés y expansión del consumo. Sin embargo, esta precipitada coyuntura contaba con un escaso margen para sostenerse, por lo que en la siguiente etapa (2007-2010) se detiene el crecimiento e inicia el proceso inflacionario evidenciando el deterioro de sus principales variables, disimuladas por la introducción de un ingreso universal asistencial y la estatización de los fondos de pensión. Estos desequilibrios se tornaron inocultables a partir del año 2011 con el aumento de la inflación, estancamiento de la producción, reaparición del déficit fiscal y crisis del modelo que, apegado al capitalismo, no logra resolver las contradicciones del sistema. “Lo que funcionó en el 2003-2007 perdió consistencia en el 2008-2010 y se tornó inviable desde el 2011” (Katz, 2015, p. 231).

Según Féliz (2017), mientras el Estado en el neoliberalismo promueve la hegemonía social del capital tendencialmente transnacionalizado, el neodesarrollismo constituye un Estado mediador, contenedor y componedor de los múltiples intereses de las clases sociales en disputa. No obstante, reproduce los patrones de desarrollo dependiente mediante: a) el dominio del capital transnacional (apoyado en la apropiación de renta del suelo); b) obtención de ganancias extraordinarias provenientes del saqueo de los bienes comunes y de la superexplotación de la fuerza de trabajo precarizada; y c) la subordinación de la industrialización a la nueva posición ―siempre dependiente― del territorio argentino en la división internacional del trabajo. A gran escala, las transformaciones en la administración estatal significaron movimientos entre los grupos dominantes, sin interrumpir gran parte de la estructura del esquema precedente, subordinando la industrialización a la continuidad de exportaciones primarias con apoyo a los grupos empresarios más internacionalizados (Katz, 2015). El impacto en materia territorial tuvo repercusiones estructurales en el marco de la misma lógica de acumulación capitalista, preservando el capital inmobiliario-financiero dominante y el consecuente aumento de los conflictos sociales. De este modo, se fue deponiendo su función interventora y reguladora bajo estos parámetros, causando la desilusión popular y el desgaste del modelo (Pradilla, 2018).

Las ciudades argentinas, y en este caso en particular las ciudades intermedias del noroeste del país1, no quedaron exentas de la aplicación de estas políticas. En ellas se reproducen diversos fenómenos característicos de las grandes ciudades, entre los que se destaca la combinación de tres aspectos interrelacionados: la concentración de sectores populares en viviendas sociales relegadas, la mejora de los centros históricos que coexisten con sectores de elevado poder adquisitivo y el traslado de los sectores de ingresos medios hacia espacios residenciales privados (Donzelot 2004, citado por Girola, 2005, p. 6). Asimismo, en este contexto prevalecen tres lógicas: (i) el mercado vinculado con los procesos de producción privada, cuya lógica preponderante es la rentabilidad (actores económicos); (ii) la sociedad común ―no incluye a los grupos inmobiliarios privados― relacionada con los procesos de habitabilidad y consumo inherente a la resolución de necesidades (actores sociales); y (iii) el Estado relacionado con el proceso de gestión en sus diferentes niveles, cuyo accionar esperado ―no siempre comprobado― radica en la regulación y control del bien común sobre el individual2 (actores políticos). De este modo, Estado, mercado y sociedad producen la ciudad bajo condiciones de poder asimétricos (Malizia, Boldrini y Paolasso, 2018) que se manifiesta a través de patrones de localización y uso del suelo.

El presente artículo tiene por objetivo identificar y analizar, en forma comparativa, los procesos de fragmentación y diferenciación socio-espacial ocurridos en tres ciudades intermedias del noroeste argentino durante el periodo 2001-2015, considerando que se trata de un lapso en el que primó el modelo de desarrollo neodesarrollista. Para ello se recurre al análisis de sus procesos de expansión y configuración en vinculación con la localización y distribución de las principales tipologías residenciales, entendiendo que dicha vinculación permite poner de evidencia las formas en que se manifiesta la desigualdad en la ciudad. Desigualdad siempre ligada a los procesos políticos inicialmente mencionados en el texto, que permiten explicar los mecanismos a partir de los cuales se producen estas diferencias (Harvey, 1977) y que, en la medida que persisten en el tiempo y alcanzan una magnitud y extensión considerables, convierten a la segregación en fragmentación (Paolasso, 2020). El análisis de la lógica residencial (expresada a través de las principales tipologías: urbanización cerrada, urbanización popular y obra de vivienda pública) permite comprender el proceso de configuración y expansión de las ciudades, ya que es la actividad de mayor incidencia. Además, contribuye a identificar un patrón de localización de la población con diferente poder adquisitivo (Boldrini, Malizia y Paolasso, 2018), posibilita reconocer las características y funciones de los lugares en los que se emplazan (Hidalgo et al., 2008) y expresa las manifestaciones de la desigualdad social en el territorio3.

Quienes viven en urbanizaciones cerradas pertenecen a grupos con elevado poder adquisitivo y tienen la posibilidad de elegir la localización de sus viviendas. Por lo general, lejos de las áreas centrales de la ciudad ―dada su preferencia por la vivienda unifamiliar― sobre espacios poco utilizados hasta ese momento, para funciones urbanas, y en áreas con elevada calidad urbano-ambiental (Malizia, 2011; Roitman, 2016; Vidal Koppmann, 2018). Los habitantes de los sectores más empobrecidos de la sociedad, en cambio, habitan en urbanizaciones populares y sus deficitarias condiciones socio-económicas les impide acceder a una vivienda a través del mercado formal o, incluso, del Estado. El resultado es el conjunto de viviendas precarias ubicadas generalmente en áreas de elevada vulnerabilidad urbano-ambiental y sin regularización dominial, con el consecuente riesgo de desalojo permanente (Boldrini, 2012). Por último, quienes acceden a una vivienda a través del Estado pertenecen a grupos con poder adquisitivo medio o bajo, no obstante, su estándar habitacional es significativamente mejor que en el caso de las urbanizaciones populares, en relación con la tenencia de la vivienda, la calidad constructiva y la provisión de servicios públicos; y tienden a ocupar zonas degradadas de la ciudad (Boldrini, 2012; Cravino, 2001). El suelo urbano restante, denominado urbanización tradicional, excluye a dichas tipologías residenciales y contiene las demás formas de uso del suelo: urbanización residencial tradicional con diferentes características, espacios verdes, edificios públicos y privados y comercios de distinta envergadura (Boldrini, Malizia y Paolasso, 2018). Este tipo de urbanización constituye el principal modo de expansión de las ciudades latinoamericanas y su proceso de incorporación se enmarca en una lógica de uso deseada.

Consideraciones metodológicas

La estrategia metodológica adoptada combina el uso de técnicas cuantitativas y cualitativas, teniendo en cuenta que el objetivo central de este artículo radica en el análisis comparativo de los procesos de fragmentación y diferenciación socio-espacial ocurridos en tres ciudades intermedias del noroeste argentino: Gran San Miguel de Tucumán (GSMT), Gran San Salvador de Jujuy (GSSJ) y Gran Santiago del Estero-La Banda (GSE-LB); ubicadas en las provincias de Tucumán, Jujuy y Santiago del Estero, respectivamente. El periodo analizado abarca desde el año 2001 al 2015, en coincidencia con el período de crisis nacional y posterior instauración de gobiernos considerados neodesarrollistas, durante el cual se identifica la localización y distribución de las principales tipologías residenciales en las respectivas ciudades tomadas como casos de estudio.

Para su desarrollo se recurrió al uso de imágenes satelitales Landsat para los años 2001 y 2015. Mediante las mismas se analizó, a través de los Sistemas de Información Geográfica, la superficie ocupada por estos aglomerados, su expansión entre periodos, las áreas de mayor y menor crecimiento, y la localización y distribución de las principales tipologías residenciales (representativas de un crecimiento urbano desigual). Además, se recurrió a datos provenientes de los Censos Nacionales de Población, Hogares y Viviendas (2001 y 2010) y de la Encuesta permanente de Hogares (2016)4 para reconstruir el contexto provincial y analizar información referida a las características inherentes a la población.

Asimismo, durante los últimos tres años (2016-2019) se llevaron a cabo cinco campañas de campo en los tres aglomerados (dos en GSMT, dos en GSSJ y una en GSE-LB) con el fin de corroborar la información obtenida de los organismos oficiales y advertir otras situaciones no manifiestas. Durante las mismas, además, se realizaron entrevistas en profundidad a informantes clave del ámbito público (instituciones públicas y referentes de organizaciones sociales) y privado (agentes inmobiliarios) y a otros actores sociales vinculados con la temática. Por último, también se analizaron documentos periodísticos y oficiales (Códigos de Planeamiento Urbano y Planes Estratégico-Territoriales) que permitieron establecer un encuadre procesual de cada una de las ciudades.

Las ciudades intermedias del noroeste argentino

Los territorios que integran la región noroeste5 de Argentina son muy diferentes. Fueron ocupados de manera distintiva a través del tiempo, se localizan en áreas con topografías diversas, y cumplen roles y funciones específicas6. No obstante, comparten los peores índices de pobreza y los niveles de calidad de vida más bajos del país7 (Bolsi y Paolasso, 2009). El proceso inequitativo de distribución de la riqueza, sostenido por las políticas neoliberales, impacta en el progresivo deterioro socio-económico de los habitantes y territorios (Bolsi et al., 2009). Esa región posee una estructura socio-espacial fragmentada que pone en evidencia diversas desigualdades en la ocupación de su territorio. Esto fue ocasionado a partir del despoblamiento rural forzado que genera desde la descampesinización de grandes áreas productivas, hasta la configuración de ciudades excluyentes cuya composición deja amplios sectores escindidos de los servicios urbanos básicos, en consonancia con las lógicas urbanas propias de las ciudades latinoamericanas (Boldrini y Malizia, 2017; Malizia, Boldrini y Ruíz Peyré, 2018). A pesar de su amplia extensión (470.184 km2), en esta región sólo viven 4.577.770 habitantes (Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda, 2010), es decir el 11,4% del total de la población del país. De este conjunto, más del 52,5% vive en los principales aglomerados urbanos generando una elevada concentración de habitantes en las capitales provinciales y alrededores.

La elección de las tres ciudades -GSMT, GSSJ y GSE-LB- (Figura 1) responde, por un lado, al número de habitantes (que determina el tipo de ciudad intermedia), su localización y las funciones que asumen en la región. Se trata de ciudades que poseen una dinámica institucional y comercial significativa entre los centros urbanos de la región. Actualmente, estos aglomerados son los protagonistas de los cambios socio-espaciales dada su importancia demográfica y las funciones que desempeñan en el ámbito regional y local, al comenzar a participar en redes de alcance global, superando su rol de intermediarias entre regiones y centros mayores8.

Figura 1 Localización de los aglomerados Gran San Miguel de Tucumán (provincia de Tucumán), Gran San Salvador de Jujuy (provincia de Jujuy) y Gran Santiago del Estero-La Banda (provincia de Santiago del Estero) 

El aglomerado GSMT se caracterizó por un desarrollo urbano condicionado por la actividad azucarera y su posterior crisis, en la década del ’60, cuyo saldo fue la intensa migración campo-ciudad (Osatinsky y Paolasso, 2012), a lo que se suma en la actualidad la actividad citrícola. Posee 875.608 habitantes (Encuesta Permanente de Hogares, segundo trimestre de 2016), es decir que concentra el 60,5% del total de población provincial, configurándose como la principal ciudad de la región. Su proceso de expansión se encuentra influenciado, sobre todo, por el sector inmobiliario que orienta la producción del territorio en función de sus necesidades, aprovechando los recursos ambientales y descartando las áreas con escasa capacidad de soporte urbano (Malizia, Boldrini y Paolasso, 2018)9.

El aglomerado GSSJ cuenta con una población aproximada de 332.959 habitantes (Encuesta Permanente de Hogares, segundo trimestre de 2016), nuclea el 49,5% de la población provincial. Dada su localización en el extremo norte del país, en una provincia de frontera (limita al norte con Bolivia y al oeste con Chile), su proceso de desarrollo y expansión está influenciado por la llegada de migrantes del ámbito rural, de pequeños centros urbanos de la provincia y de países limítrofes. Asimismo, se caracteriza por su diversidad étnica aborigen10 (García Moritán y Cruz, 2012).

El aglomerado GSE-LB constituye un nodo de referencia en la provincia, en tanto es su principal centro político, financiero y cultural dado que posee la mayor conectividad, accesibilidad, cobertura de infraestructura y equipamiento energético. Es el principal centro de atracción de las migraciones internas (sobre todo rural-urbanas), agravando y desequilibrando la distribución de los asentamientos poblacionales en su territorio (Plan Estratégico Territorial, 2008). Cuenta con 378.706 habitantes (Encuesta Permanente de Hogares, segundo trimestre de 2016), es decir, que alberga al 43,3% del total de población provincial.

Breve recorrido por el proceso de conformación de los aglomerados urbanos estudiados

El proceso de conformación de los aglomerados GSMT, GSSJ y GSE-LB se produjo durante el periodo de aplicación de políticas neoliberales en Argentina. Los orígenes de su desarrollo acelerado y los cambios en su fisionomía urbana estuvieron vinculados, principalmente, con una fase de crecimiento económico relacionado con la industria azucarera en el caso tucumano, siderúrgica en el jujeño, y extractiva y agraria en el santiagueño (Figura 2).

En la provincia de Tucumán la actividad azucarera promovió y consolidó una red de pueblos azucareros que ocupaban gran parte de su territorio sobre un eje norte-sur, sin embargo, la crisis azucarera ocurrida durante la década del ’60 provocó el cierre de once ingenios (de un total de veintisiete) y la migración masiva de trabajadores rurales hacia las ciudades (Osatinsky y Paolasso, 2012). Inicialmente el crecimiento urbano resultante se consolidó a lo largo del eje de circulación principal este-oeste y en forma anular alrededor de la capital tucumana, donde se localizaron la mayoría de los asentamientos informales (Gómez López, 1976). No obstante, este proceso no fue acompañado por el desarrollo de infraestructura y equipamiento urbano básico (Gómez López, 2000). Durante el periodo 2001-2015 dicha estructura se modificó sustancialmente. La superficie del aglomerado aumentó alrededor del 30%, su población en un 18% (Cuadro 1), y se profundizó la sectorización de la periferia en distintas áreas destinadas a grupos con ingresos económicos dispares. Hacia el oeste, en un área con elevada calidad ambiental, se localizaron los grupos con ingresos económicos elevados, mientras que hacia el este y sur del aglomerado, en áreas inundables y contaminadas, se ubicaron los sectores populares.

En la provincia de Jujuy la instalación de la planta siderúrgica Altos Hornos Zapla durante la década del ’40, impulsó la creación de una vasta fuente de trabajo, acompañada por la acción directa del Estado. Su desarrollo se enmarcó en el proceso de industrialización por sustitución de importaciones, sin embargo, su privatización durante la década del ’90, en pleno auge del modelo neoliberal, provocó una masiva reducción de personal que no pudo ser absorbida por las demás actividades económicas. El crecimiento de la ciudad se orientó, sobre todo, en sentido este-sudeste y la instalación del barrio Alto Comedero (en el año 1986) le otorgó a los municipios San Salvador de Jujuy y Palpalá la contigüidad necesaria para conformarse como aglomerado. Durante la década del ’90, periodo caracterizado principalmente por la hegemonía neoliberal en concordancia con un Estado como agente activo en el rediseño de una ciudad diferenciada por zonas, se produjeron importantes cambios en la producción que acentuaron la desigualdad intra-urbana. Como resultado el aglomerado fue adquiriendo una nueva fisonomía urbana. Así durante el periodo 2001-2015 su superficie creció en un 34% y su población en un 20% aproximadamente (Cuadro 1) dando lugar tanto en el centro como en la periferia a dinámicas que transformaron sus relaciones internas y externas (Bergesio y Golovanevsky, 2014).

La provincia de Santiago del Estero tuvo un crecimiento particular al tener una ubicación estratégica en el camino desde el Alto Perú (hoy Bolivia) a Buenos Aires (Plan Estratégico Territorial, 2008). Su estructura productiva se basó tradicionalmente en la actividad agraria (fundamentalmente algodonera y sojera), en la actividad ganadera y forestal, en menor medida, y en una incipiente actividad industrial más reciente situada en los alrededores de la ciudad. El proceso de conformación del aglomerado GSE-LB estuvo tradicionalmente marcado por un gradiente socio-espacial negativo desde su nodo fundacional hacia la periferia. Durante el periodo 2001-2015 su proceso de expansión se produjo principalmente hacia el sur, guiado por el cauce del río Dulce, sobre las principales vías de circulación que conectan a la provincia con el centro y sur del país, dando lugar a una ciudad expandida en el territorio. Su superficie urbana creció aproximadamente en un 87% y su población en un 15%, producto de las migraciones rural-urbana y urbana-urbana en el interior de la provincia (Cuadro 1). No obstante, aún conserva una dinámica compartida entre la periferia y el centro, que permite considerar a los fragmentos más alejados como parte del aglomerado (Malizia, Boldrini y Bonardi, 2019).

Figura 2 Crecimiento de la mancha urbana de los aglomerados Gran San Miguel de Tucumán, Gran San Salvador de Jujuy y Gran Santiago del Estero-La Banda durante el periodo 2001-2015 

El proceso de conformación de los aglomerados en estudio se produjo bajo lógicas de competencia acorde con aquellas que caracterizan a las ciudades latinoamericanas. Así, se observa una ciudad para ricos dentro de la ciudad fragmentada en el GSMT11, un moderno sistema de autopistas que fraccionan la ciudad y dificultan el acceso de los grupos de escasos recursos a su centro tradicional en el GSSJ, una rivera turística junto a un innovador estadio de fútbol en el GSE-LB, son algunos ejemplos de inversiones económicas sectoriales que se producen en el marco de una ausente planificación urbana integral. Como expresa Yory García (2003) su participación activa en los últimos años en redes de alcance global conlleva al establecimiento de condiciones urbanas destinadas a atraer a los grandes inversionistas, en detrimento del deterioro de su propia base social, desoyendo las demandas de organizaciones sociales y provocando desequilibrios medioambientales.

Dinámica residencial y fragmentación territorial

En los tres aglomerados estudiados los procesos de fragmentación y diferenciación socio-espacial estuvieron presentes de distinta forma desde la conformación de sus cascos fundacionales, aunque se tornaron más evidentes en la actualidad12. No obstante, durante el período analizado (2001-2015) este fenómeno se produjo con características particulares, que obedecen sobre todo a la reproducción de islas residenciales en la trama urbana (Figura 3).

Los procesos de conformación de los aglomerados GSMT, GSSJ y GSE-LB estuvieron marcados por condicionamientos históricos propios de cada lugar que, a su vez, se enmarcan en las relaciones de poder ―muy dinámicas y desiguales― establecidas en torno a la construcción del territorio. De este modo, la distribución de las tipologías residenciales pone en evidencia la forma en que operan las estrategias y lógicas de producción de la ciudad y permite reconocer las desigualdades imperantes en el territorio. Así, una parte del desarrollo de estas tipologías, aunque antagónicas, se enmarca en lo que autores como Mertins (2011, p. 14) definen como “nueva informalidad”, estrechamente vinculada con las formas de gobernabilidad establecidas. Tanto las urbanizaciones cerradas, como los asentamientos informales y las obras de vivienda pública, cualquiera sea su ubicación en la ciudad, forman parte de la competencia política y administrativa de los municipios que las contienen. Sin embargo, la atención, tanto institucional como privada, puesta en cada una de ellas difiere sustancialmente y pone en evidencia la distancia entre la planificación urbana y la efectiva expansión de la ciudad.

Como resultado, las urbanizaciones cerradas destinadas a grupos con ingresos económicos elevados y enmarcadas, sobre todo, en un proceso de reemplazo de lotes para cultivo por espacios urbanizados, se localizan en áreas con buena calidad ambiental. Por otro lado, las áreas con escasa capacidad de soporte del suelo e importantes problemas de contaminación son ocupadas de manera obligada por los asentamientos populares, cuyos habitantes tienen escaso poder adquisitivo. Del mismo modo, las obras de vivienda pública, destinada a grupos con ingresos económicos medios y/o bajos, tienden a localizarse en áreas con escasa calidad ambiental y en sectores muchas veces desarticulados de la trama urbana consolidada.

El significativo desarrollo de estas tipologías, en relación con la producción de suelo tradicional, pone en evidencia una lógica de crecimiento desigual. Incluso cuando la presencia de una de estas tipologías prevalece, en una determinada área de expansión de la ciudad, se manifiesta un salto cualitativo de producción y ocupación homogénea del suelo residencial que exhibe la agudización de los procesos de fragmentación socio-espacial.

Figura 3 Localización y distribución de las tipologías residenciales en los aglomerados Gran San Miguel de Tucumán, Gran San Salvador de Jujuy y Gran Santiago del Estero-La Banda 

Como es de suponer, la mayor parte de la mancha urbana de estos aglomerados está ocupada por urbanización tradicional, ya que constituye, al igual que en las demás ciudades argentinas, el principal modo de crecimiento y expansión. No obstante, durante el período 2001-2015 el crecimiento del área residencial ocupada por tipologías específicas se vuelve significativo (Cuadro 1 y Figura 3). Mientras que el GSMT y en el GSE-LB se duplica la superficie ocupada por estas tipologías, en el GSSJ prácticamente se cuadruplica el suelo producido por las mismas reemplazando, en muchos sectores, a la urbanización tradicional. En los tres aglomerados estudiados, durante el período de análisis (2001-2015), esencialmente neodesarrollista, se destinaron importantes partidas de fondos para la construcción de viviendas públicas. En el caso del GSMT y el GSE-LB, éstas fueron ejecutadas en su mayoría por empresas constructoras privadas, mientras que en el GSSJ la organización barrial Tupac Amaru concentró en gran medida la ejecución de estas viviendas, sobre todo en el barrio Alto Comedero localizado hacia el suroeste del aglomerado13.

Cuadro 1 Tipologías residenciales en los aglomerados Gran San Miguel de Tucumán, Gran San Salvador de Jujuy y Gran Santiago del Estero-La Banda 

A partir de este momento, la obra de vivienda pública varió cualitativa y cuantitativamente. Por un lado, se multiplicó la cantidad de barrios producidos por el Estado llegando incluso a aumentar, como en el caso del aglomerado GSSJ, diez veces la cantidad de barrios existentes. Por el otro, se incorporó entre sus destinatarios a sectores sociales con escaso poder adquisitivo. Esto expresa una modificación en la lógica tradicional de promoción de vivienda pública, destinada esencialmente a sectores con ingresos económicos medios. Sin embargo, estos cambios no significaron una mejora cualitativa en las condiciones de vida de los sectores populares, quienes a pesar del cambio de residencia continúan estando socio-espacialmente excluidos de la ciudad. Sin embargo, el desarrollo de estas obras continúa manteniendo una tendencia de localización inconexa con el resto de la ciudad y separada por barreras físicas, que obstaculizan sensiblemente la conexión e integración de los pobres urbanos a las áreas consolidadas. Uno de los referentes barrales explicaba “[…] fueron cientos de viviendas construidas por el Estado, pero todas lejos del centro, en lugares que se inundan o se van a inundar y lejos de toda la infraestructura que necesitan para funcionar”14.

Tanto en el GSMT como en el GSSJ los barrios construidos por el Estado, destinados a sectores populares, están localizados en áreas sin consolidación, muchas veces inundables y separadas de la ciudad tradicional. En el primer caso esta barrera es el canal pluvial urbano sur, que tiene pocos puentes que conecten a estos barrios nuevos, tanto con el principal centro urbano como con el resto de los sectores de la ciudad. En el segundo caso, esta barrera es aún más evidente, en tanto los grandes proyectos de vivienda pública están localizados hacia el suroeste del aglomerado separados por la instalación de un amplio sistema de autopistas. Una de las vecinas entrevistadas contaba que “[…] cuando llueve quedamos empantanados, había dos puentes y ahora solo queda uno para llegar al centro y los ómnibus que llegan hasta aquí vienen cada muerte de obispo. Las casas tienen miles de problemas y falta conectar la cloaca. Encima más allá están los relocalizados de las villas que hay que estar pendiente que no vengan para aquí”15.

En el aglomerado GSE-LB, en cambio, este tipo de vivienda se localiza en los márgenes de la ciudad, hacia el suroeste y noreste, alejadas del centro tradicional, en áreas poco consolidadas y en algunos casos con escasa conectividad. El desarrollo de la urbanización informal, por su parte, tuvo una dinámica diferente que trajo aparejada impactos diferenciales en el territorio. En los aglomerados GSMT y GSSJ la superficie ocupada por barrios populares en el área de expansión disminuyó notablemente durante el periodo analizado. Esto se debe, sobre todo, a la magnitud de los barrios de obra pública que absorbieron buena parte de las demandas populares en materia de vivienda, sobre todo en el GSSJ donde la acción de los movimientos sociales, como ya se dijo, fue preponderante.

En el aglomerado GSE-LB, no obstante, la situación varía considerablemente. La incidencia de las urbanizaciones populares en el territorio no disminuyó, sino que por el contrario tuvo un leve incremento y mantiene la relación de ocupación con el área urbana que precede a la expansión. Estos barrios se localizan tanto en el interior del aglomerado como en sus márgenes y, por lo general, alejados de las principales vías de circulación. Con una lógica de ocupación con fuerte reminiscencia en el ámbito rural, los barrios populares mantienen un uso del suelo extensivo y sus habitantes replican en la ocupación de sus lotes la vivienda aislada, situación característica de la vida campesina santiagueña.

Finalmente, la disparidad detectada en la superficie ocupada por las urbanizaciones cerradas responde, principalmente, al modo de difusión que tuvieron estos emprendimientos entendido como la propagación de una moda (Muñoz, 2001; Rainer y Malizia, 2014) desde las principales metrópolis hacia las ciudades que le siguen en la jerarquía urbana, es decir desde las grandes metrópolis hacia ciudades intermedias grandes (más de 500.000 habitantes) y luego hacia las pequeñas (menos de 500.000 habitantes). Al respecto, un propietario de diversas urbanizaciones cerradas de Tucumán, comentaba “[…] la ciudad ya no es para encontrarse porque es peligrosa. Hay falta de garantías para la ciudadanía. Esto genera una demanda clara y definida, la gente quiere vivir segura en lugares seguros. Y también por supuesto hay toda una cuestión aspiracional […], la gente aspira a vivir mejor por eso se muda cada vez más a un barrio privado o a un country, no a una casa tradicional abierta a la trama urbana”16.

De esta forma, durante el periodo 2001-2015, se advierte en el caso de los aglomerados GSMT y GSSJ, el pasaje de una ocupación relativamente baja al iniciar el periodo a una ocupación significativa al finalizarlo, alcanzando valores alarmantes de más de 20% de ocupación del suelo, en el caso tucumano. En cambio, en el aglomerado GSE-LB estos emprendimientos residenciales recién se manifestaron al finalizar el periodo y su incidencia en el uso del territorio es relativamente baja.

Reflexiones finales

Luego de quince años de ejecución de distintos proyectos en el marco de un modelo neodesarrollista, la situación de desigualdad socio-espacial de las ciudades intermedias del noroeste argentino no mejoró sustancialmente, más bien tomó ―hacia el interior de cada una de ellas― nuevos ribetes que cristalizan con más nitidez esta problemática. La región en la que se insertan estas ciudades continúa siendo la más pobre del país, lo que evidencia a macro escala la incapacidad del modelo neodesarrollista de alcanzar transformaciones estructurales.

El crecimiento expansivo ocurrido en los tres aglomerados fue impulsado, en gran medida, por una significativa inversión estatal en materia de vivienda pública. Sin embargo, su impacto en la ciudad continúa fortaleciendo un proceso de fragmentación y diferenciación socio-espacial que reproduce, por lo menos una década más tarde, la estructura de desigualdad característica de las ciudades Latinoamericanas. Incluso en el caso del GSSJ, en el que los movimientos sociales lideraron la ejecución de la obra de vivienda pública, no lograron torcer el sentido y carácter que asumen las políticas públicas en las ciudades intermedias del noroeste en la actualidad. Como concluye Ouriques (2013) para el caso brasileño, el paso por los gobiernos neodesarrollistas permite reconocer el modo en que los sectores populares también contribuyen al sostenimiento de la clase dominante, en la medida que elude abordar los problemas estructurales en el marco de economías dependientes.

El análisis de los impactos del modelo neodesarrollista desplegado durante el periodo 2003-2015, en supuesta oposición al modelo desarrollado durante la década del ’90, carece de diferencias significativas entre ambos y pone de manifiesto la consonancia, también en este aspecto, entre las lógicas desarrolladas en ambos casos. El análisis de la dinámica residencial en los tres aglomerados puso en evidencia situaciones estructurales que se replican en todos los casos. El incremento de barrios de vivienda pública en los aglomerados GSMT y GSSJ estuvo acompañado por una sensible reducción del crecimiento de las urbanizaciones populares. Sin embargo, esto no trajo aparejadas mejoras cualitativas en las condiciones de vida de sus residentes. Quienes viven en asentamientos informales, y ahora también en barrios del Estado, continúan teniendo significativos problemas ―económicos y educativos, entre otros― en el desarrollo de su cotidianeidad. Inclusive, los barrios de promoción pública mantienen una serie de carencias sustanciales en materia de hábitat (falta de conectividad, accesibilidad, equipamiento e infraestructura urbana, calidad de las viviendas ejecutadas, son algunos de los ejemplos más visibles).

La localización sectorizada de las principales tipologías residenciales en los tres aglomerados, en muchos casos conducida por el Estado, no hace otra cosa más que fragmentar la ciudad y restringir su uso para ciertos sectores poblacionales excluyendo a la población con escasos recursos. De este modo, en el desarrollo de estas ciudades se evidencia la preponderancia de los intereses inmobiliarios, preocupados por reservar espacios destinados a la rentabilidad, y en estrecha asociación con las políticas públicas llevadas adelante en cada una de las provincias, que tienden a diseñar ciudades en función de la demanda de los grupos con mayor poder adquisitivo, dejando de lado las necesidades concretas de la población más pobre.

Para transformar la ciudad y el territorio harán falta más que medidas superficiales, que movilicen estrategias sin torcer la estructura de dependencia. Esto supone un verdadero desafío tanto en términos académicos como en el ámbito de la organización popular, capaces de elaborar a un nivel superior la crítica sobre las acciones del Estado. Requiere, a la vez, de la articulación de ambos sectores en la formulación de propuestas que excedan lo meramente cuantitativo, para contrarrestar las lógicas más profundas de la desigualdad en la producción de la ciudad.

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Recibido: 20 de Diciembre de 2019; Aprobado: 20 de Marzo de 2020

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