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Folia Histórica del Nordeste

versión impresa ISSN 0325-8238versión On-line ISSN 2525-1627

Folia  no.38 Resistencia ago. 2020

http://dx.doi.org/10.30972/fhn.0384465 

Artículo

DE LA ESMA A FRANCIA: HACIA UNA RECONSTRUCCIÓN HISTÓRICA DEL CENTRO PILOTO DE PARÍS

From ESMA to France: towards a historical reconstruction of the Paris Pilot Center

Facundo Fernández-Barrio* 
http://orcid.org/0000-0002-8969-2650

Rodrigo González-Tizón** 
http://orcid.org/0000-0003-2653-7028

1* UBACyT, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina, facundofb@gmail.com

2** Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) - Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), Argentina, rgtizon@gmail.com

Resumen

Este artículo propone una reconstrucción integral de la historia del Centro Piloto de París, una oficina creada en la capital francesa por la dictadura militar argentina en 1977. Su misión oficial fue difundir la propaganda del régimen para mejorar su imagen en Europa, donde crecían las denuncias de los exiliados por las violaciones a los derechos humanos en la Argentina. Sin embargo, durante una etapa de su existencia, el Centro Piloto no sólo atendió esa labor sino que, además, cobijó operaciones secretas de los represores de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) que respondían a los planes políticos del almirante Emilio Massera. A partir del uso de fuentes testimoniales y documentales, este trabajo traza una cronología detallada de la historia de la oficina creada en Francia, en la que se distinguen los momentos diferenciados de su actividad. A su vez, este despliegue en perspectiva permite observar la proyección en el Centro Piloto de tres rasgos definitorios del régimen militar: el carácter imbricado de la relación entre las dimensiones legal y clandestina del aparato represivo; la existencia de una interna política feroz en el seno de las Fuerzas Armadas que impactaba en el “frente externo” de la dictadura; y el desarrollo de una “dimensión productiva” de la represión clandestina.

Palabras claves: Dictadura; Diplomacia; Represión; ESMA

Abstract

This article presents a thorough assembly of the historical events that led to the Pilot Centre, a State facility set up by the Argentinian military dictatorship in Paris in 1977. Spreading favourable news to help improve the Argentinian military regime image in Europe was the main task of the Pilot Centre, since the complaints of exiles about Human Rights Violations were being reported fast all over the European continent. However, at a certain point, this State office not only carried these intelligence tasks but also gave shelter to undercovered operations of the agents of the School of Mechanical Engineering of the Navy (ESMA), under the leadership of Admiral Emilio Massera. This article provides an accurate and detailed timeline plotted on both documentary and personal evidence, which especifies the stages of the history of the site through different moments. This overview, in turn, exposes three neat defining traits of the military regime: the legal and the covered repressive machinery entangled relationship of the state, the fierce political clashes within the Armed Forces (with subsequent consequences on the foreign policy), and the development of a “productive scope” of the illegal clandestine repression.

Keywords: Dictatorship; Diplomacy; Repression; ESMA

Introducción

Hacia mediados de 1977, la dictadura militar argentina se había embarcado en el despliegue de una intensa campaña internacional de propaganda, para contrarrestar las denuncias por violaciones a los derechos humanos que se alzaban desde las redes de exiliados en el extranjero. Los militares concibieron la guerra de información como un elemento crucial de su estrategia exterior, uno de cuyos principales objetivos era evitar el desprestigio del gobierno de facto y el riesgo de un creciente aislamiento político y diplomático. La dictadura alegó la existencia de una “campaña antiargentina” por parte de la “acción subversiva” ―dentro y fuera del país― y dispuso recursos materiales y normativos para rebatirla. En ese marco, instrumentó una reforma en la estructura del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, cuya principal novedad fue la creación de una Dirección General de Prensa y Difusión (DGPyD), que tendría a su cargo la articulación de las acciones propagandísticas del régimen en el ámbito internacional. La DGPyD se conformó el 26 de julio de 1977. El decreto presidencial nº1871 señalaba que la “creación de un sistema de difusión destinado a restituir y mantener una imagen real y positiva de nuestro país en el exterior” era un “imperativo de gobierno” que debía “afrontarse con la mayor urgencia”1. A su vez, precisaba la misión y las funciones de la DGPyD y ponía bajo su mando a otra subestructura: el Centro Piloto de París.

En los papeles, el Centro Piloto fue pensado como una oficina que dependería orgánicamente de la DGPyD y funcionalmente de la embajada argentina en Francia, cuya misión sería servir como correa de transmisión de los “esfuerzos informativos” de la dictadura, para corregir su imagen exterior en Europa Occidental, espacio que el régimen identificaba como epicentro de la “campaña antiargentina”. Sin embargo, durante una etapa de su existencia, el Centro Piloto no sólo atendió esa labor propagandística sino que, además, cobijó operaciones secretas del grupo de tareas (GT) 3.3.2 de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), que se desarrollaron en simultáneo a las tareas oficiales. Así, en su dimensión prescrita, el Centro Piloto se configuró como una herramienta de la dictadura para la guerra de información y propaganda en el exterior, mientras que, en su dimensión clandestina, sirvió como instrumento para el proyecto político personal del almirante Emilio Eduardo Massera ―quien intentaba promocionarse como el líder que la Argentina necesitaba― y, a la vez, como dispositivo facilitador para la infiltración y vigilancia de los exiliados argentinos en Francia.

Esto es lo que se conoce de manera general sobre el Centro Piloto, cuya historia ha sido abordada en los márgenes de investigaciones históricas y periodísticas sobre temas relacionados con ella, como el exilio argentino en Europa (Franco, 2008), la actividades represivas extraterritoriales de la Armada (Slatman, 2012), el cautiverio en la ESMA y sus prolongaciones hacia el “afuera” del centro clandestino de detención (Feld, 2019), la figura de Massera (Uriarte, 1992) o el asesinato de la diplomática Elena Holmberg (Basconi, 2012). Sin embargo, la estructura creada por la dictadura en la capital francesa nunca fue analizada como objeto específico de trabajos acerca de su desarrollo histórico, por lo que las aproximaciones al Centro Piloto resultaron siempre fragmentarias2. Este trabajo quiere ser un punto de partida hacia una reconstrucción integral de la historia del Centro Piloto, ya no como un ítem de interés anexo a temas vinculados, sino con la intención de que los datos disponibles acerca de sus lógicas y modalidades de acción hagan sistema y nos permitan trazar una cronología en la que se distingan los momentos diferenciados de su actividad. Aquí sostenemos que el Centro Piloto tuvo tres etapas de funcionamiento, entre las que hubo líneas de continuidad pero también modulaciones y transformaciones. Una de esas tres etapas, transcurrida durante 1978 y vinculada al proyecto político personal de Massera, parece haber cristalizado en el relato público como si su dinámica hubiera dominado toda la historia del Centro Piloto3. En cambio, aquí postulamos la existencia de una etapa previa y otra posterior, en las que el control y las funciones específicas del Centro no estuvieron exclusivamente ligadas a los planes del almirante.

A su vez, este despliegue en perspectiva nos permitirá observar la proyección en la estructura creada en París de tres rasgos definitorios del régimen militar. En primer lugar, el carácter imbricado de la relación entre las dimensiones legal y clandestina del aparato represivo estatal durante la última dictadura. Nos interesa describir y analizar las formas de vinculación entre las facetas visible e irregular del Centro Piloto, encarnadas respectivamente por los funcionarios de la Cancillería y por los miembros del GT de la ESMA. En segundo lugar, el impacto de la interna política de la Junta Militar en el “frente externo” de la dictadura. Sobre este punto, describimos el enfrentamiento entre la Armada y un sector del Ejército, en relación con las vicisitudes atravesadas por el Centro Piloto. En tercer lugar, el desarrollo de una “dimensión productiva” de la represión y del cautiverio clandestino, en paralelo y de forma complementaria a los secuestros, las torturas, los asesinatos y las desapariciones. En particular, nos proponemos abordar las modalidades específicas que asumió el empleo de un pequeño grupo de secuestrados y secuestradas de la ESMA como mano de obra forzada en el Centro Piloto, en la DGPyD y en el propio centro clandestino de detención (CCD)4.

La puesta en marcha del Centro Piloto (1977)

Ya en diciembre de 1976 la Cancillería había decretado la creación de una versión “experimental” de lo que, meses después, se formalizaría como su nueva Dirección General de Prensa y Difusión5. Desde febrero de 1977, el ensayo fue dirigido por el capitán de fragata Roberto Pérez Froio6, quien pronto se convertiría en el jefe de la DGPyD. Para ese momento, la Armada ya controlaba la estructura ministerial de la Cancillería, de acuerdo con el esquema de reparto tripartito de las funciones de gobierno entre las Fuerzas Armadas. Los marinos no sólo habían puesto al vicealmirante César Guzzetti como canciller, sino que además ocupaban subsecretarías, direcciones generales, direcciones simples y jefaturas departamentales en el Ministerio. No obstante, el reparto de las embajadas argentinas en el extranjero respondía a criterios menos lineales, donde se entrecruzaban intereses de las tres fuerzas, de sus aliados políticos y del cuerpo diplomático profesional. La embajada en Francia, por caso, estaba a cargo del embajador Tomás de Anchorena, un civil alineado con la fracción “politicista” del Ejército7. En marzo de 1977, Anchorena propuso organizar en París una reunión de los embajadores argentinos en Europa. Quería discutir cómo enfrentar la “campaña antiargentina” en el exterior y empezar a “manejar profesionalmente la información” que la dictadura quería difundir y que llegaba “desperdigada” desde Buenos Aires. Según Anchorena:

“Nuestra propuesta era crear, dentro de la Secretaría de Información Pública (SIP), un núcleo de periodistas avezado en conocimientos del exterior para que alimentaran a las embajadas con noticias políticas, económicas y culturales. Una forma de salir del aislamiento. Finalmente, por resolución de la Cancillería, se fundó el Centro de Información en París”8.

La SIP era la entidad encargada de difundir la información oficial del régimen y actuaba en coordinación con las demás secretarías presidenciales: era el ámbito natural para acoger el proyecto del Centro de Información en París, que luego pasaría a llamarse Centro Piloto. Sin embargo, la Cancillería maniobró de tal modo que la idea de Anchorena quedó absorbida bajo su órbita. Una semana antes de que se celebrara la reunión de embajadores en París, el canciller Guzzetti designó una comisión especial que viajaría a presidir el encuentro. Se nombró como jefe de la misión al entonces capitán de navío Gualter Allara, subsecretario de Relaciones Exteriores y hombre gravitante en la estrategia exterior del Ministerio9. Allara viajó secundado por Pérez Froio. Los dos ya venían trabajando desde hacía meses en el lavado de cara de la dictadura: Pérez Froio como director de la versión experimental de la DGPyD y Allara como director de un “grupo de trabajo” de la Cancillería sobre derechos humanos. Las versiones coinciden en que fue durante aquella reunión de embajadores en la capital francesa, el 11 de marzo de 1977, cuando por primera vez se puso sobre la mesa el proyecto del Centro Piloto. A mediados de julio, Pérez Froio volvió a viajar a Francia para terminar de organizar la inminente puesta en marcha del Centro10. Su creación por decreto presidencial se publicó en el boletín oficial el 26 de julio. Con la firma de Videla y del flamante canciller, el vicealmirante Oscar Montes, ex jefe del GT de la ESMA, el decreto conformó al mismo tiempo la DGPyD de la Cancillería y el Centro Piloto de París, cuyo destino quedaba atado a la nueva oficina del Palacio San Martín. El organigrama, que acompañaba el decreto, colocaba a la DGPyD bajo la órbita directa del canciller. A su vez, se establecía un reparto de las tareas entre cuatro subestructuras: la DGPyD propiamente dicha, representada exclusivamente por su director general; el Departamento de Prensa, cuya función era el contacto con los medios de comunicación argentinos e internacionales; el Departamento de Difusión al Exterior, encargado de obtener, evaluar, producir y distribuir información destinada a los embajadores argentinos en el extranjero; y el Centro Piloto de París, con una dotación prevista de cinco personas11.

El estreno del Centro Piloto fue anunciado por Pérez Froio en París. Poco después de su anuncio, la diplomacia francesa se hizo eco de las repercusiones y observó que había provocado el repudio de la prensa progresista francesa y de las redes de exiliados latinoamericanos en Francia12. Es que la inauguración del Centro Piloto no tuvo nada de secreta: por el contrario, el proyecto se lanzó abiertamente y fue discutido en el ámbito de la opinión pública. A fines de julio, el embajador Anchorena recibió los primeros fondos de dinero para activar la oficina. El Centro Piloto se instaló en el número 73 de la avenida parisina Henri Martin, a pocas cuadras de la embajada, en el edificio donde funcionaba la sección cultural en la Casa de Argentina. El lanzamiento de la DGPyD y el Centro Piloto terminó de instrumentarse con un documento secreto, la “Directiva nº1 de difusión al exterior”, circulada por la Cancillería veinte días después del decreto nº187113. La directiva, más extensa y detallada que el decreto presidencial, llevaba la firma de Pérez Froio, quien a su vez invocaba órdenes del canciller. El texto se envió a los embajadores argentinos en todo el mundo para que conocieran los modos de acción que a partir de entonces debían implementar “a efectos de contrarrestar la campaña de desprestigio que ciertos medios de prensa extranjeros desarrollan en contra de las autoridades nacionales”. La directiva se explayaba sobre las tareas e instrucciones de coordinación impuestas a las embajadas: entablar contactos con periodistas y medios, hacer campaña gráfica con el Mundial de Fútbol de 1978, mejorar sus boletines informativos, promover visitas de personalidades extranjeras a la Argentina y viceversa, difundir en el exterior las actividades ministeriales, enviar evaluaciones semanales de la prensa extranjera.

En suma, las disposiciones del decreto presidencial nº1871 y de la directiva de difusión nº1 precisaban con detalle el sentido, la misión, las funciones y las pautas organizativas de la DGPyD y del Centro, estructuras prescritas específicamente como instrumentos para la guerra de información en el exterior. Sin embargo, en la ESMA empezaban a prepararse planes adicionales para las nuevas oficinas. En los días posteriores a su lanzamiento, los marinos tramaron su arribo a Francia. Según los testimonios de sobrevivientes del CCD, durante agosto, los miembros del GT organizaron un “plan de carácter clandestino” para hacer un “trabajo paralelo” en el Centro Piloto, cuyos objetivos eran “abrir un espacio dentro de los medios de comunicación para favorecer el proyecto político de Massera” y “detectar militantes y dirigentes populares que estuvieran en el exterior”14.

De la ESMA a París

Un par de semanas después de la puesta en marcha del Centro Piloto, dos militantes secuestradas en la ESMA, Mercedes Carazo y Marta Bazán, fueron llevadas a París por miembros del GT para que realizaran tareas forzadas de relevamiento y análisis de la prensa europea15. Ambas habían sido incorporadas, junto a un puñado de secuestrados con pasado en el peronismo revolucionario, al llamado “proceso de recuperación” de prisioneros de la ESMA. Según los testimonios de los sobrevivientes, detrás de ese experimento social estaba la mano del capitán de corbeta Jorge “Tigre” Acosta, jefe de inteligencia del GT entre 1976 y 1979, jefe de hecho y alfil de Massera en del CCD. Los secuestrados fueron seleccionados por su jerarquía política, sus conocimientos de distinta índole ―manejo de idiomas, experiencia en la falsificación de documentos, entre otros― o por ambos motivos. Sus condiciones de cautiverio pasaron a ser distintas a las del resto de los secuestrados: mayor libertad de movimientos y de establecer vínculos entre sí pero, al mismo tiempo, un contacto más asiduo con los captores. Si bien, en términos cuantitativos, se trató de un fenómeno minoritario, acotado a un pequeño grupo frente al total de prisioneros que pasaron por la ESMA, este régimen particular dio forma a una trama de prácticas y relaciones constitutiva de la particular dinámica del cautiverio en ese CCD (Feld, 2019).

Además de una supuesta “conversión ideológica” de los cautivos incorporados al “proceso de recuperación”, el objetivo que se propusieron alcanzar los oficiales de la ESMA fue su empleo como mano de obra forzada, para diferentes labores relativas al quehacer represivo. Esta práctica, que los sobrevivientes sintetizaron en sus testimonios bajo la noción de “trabajo esclavo”, involucraba diversas tareas, como traducir artículos de prensa extranjera, confeccionar informes de coyuntura política, producir material audiovisual y falsificar documentación16. La utilización compulsiva de las capacidades intelectuales y manuales de los secuestrados constituyó una dimensión “productiva” del ejercicio de la represión en la ESMA que se desenvolvió en paralelo a su faceta puramente “destructiva” (Feld y Franco, 2019). Dentro del conjunto de cautivos seleccionados para el “proceso de recuperación”, los miembros del GT impulsaron la creación de dos grupos diferenciados por sus actividades cotidianas, sus ámbitos de circulación y sus lugares de alojamiento en el CCD. Por un lado, el denominado “staff”, compuesto por los cautivos que desarrollaban tareas forzadas de tipo intelectual en la “Pecera”. Según los testimonios de los sobrevivientes, este ambiente se construyó en septiembre de 1977, mediante la subdivisión de una de las alas del tercer piso del Casino de Oficiales en pequeñas “oficinas”, donde los cautivos realizaban las labores impuestas por los oficiales de la ESMA17. El otro grupo, más reducido y cuyo cautiverio transcurrió sobre todo en dos cuartos del tercer piso, formó el llamado “ministaff”. Los contactos entre ambos grupos fueron deliberadamente restringidos y manipulados a discreción por los marinos. Un hecho que, sumado a la ambigüedad que teñía los vínculos entre los cautivos “en recuperación” y sus captores, generó tensiones entre ambos grupos de secuestrados. Estas fricciones se tradujeron, a posteriori, en acusaciones por el comportamiento de cada uno durante el cautiverio, algunas de las cuales se proyectan hasta el presente18. Tal distinción, sin embargo, no parece haber influido en las previsiones de los marinos al momento de seleccionar a las secuestradas que serían obligadas a desempeñarse en el ámbito de la Cancillería, ya fuera en Buenos Aires o en París19.

El arribo de Carazo y Bazán a la capital francesa se inscribió en este esquema de empleo forzado de la mano de obra de los secuestrados, que rodeó al “proceso de recuperación” de la ESMA. Para su ingreso a Francia fue imprescindible, en primer lugar, el trabajo de los cautivos que se desempeñaban en el laboratorio fotográfico montado en el sótano del CCD: allí se confeccionaron los documentos falsos con los que las secuestradas ingresaron a París a desempeñar sus tareas para el Centro Piloto. Miguel Ángel Lauletta, militante montonero del Área Federal de Documentación, fue la persona que estuvo al frente del laboratorio desde fines de 1976 hasta su liberación durante los primeros meses de 1979. Según su testimonio en la causa ESMA II, la contribución de la oficina a su cargo habría ido mucho más allá del aporte de documentación fraguada para el ingreso de los marinos y las cautivas a Francia: también habría facilitado el blanqueo del dinero en negro con el que los miembros del GT financiaban sus actividades clandestinas en ese país. Según Lauletta, “falsificamos muchas facturas de empresas francesas arraigadas en Francia para justificar los gastos de lo que fue el Centro Piloto en París”20.

Junto a Carazo y Bazán, en ese primer viaje ingresaron a la capital francesa Pérez Froio y el capitán de navío Jorge Perren, quien había sido jefe de operaciones del GT. Perren viajó bajo la identidad falsa de “Juan Martín Aranda”, un supuesto periodista contratado como asesor por la Cancillería. Carazo afirma que, en aquel primer viaje, los marinos “aún no tenían del todo claro qué querían hacer en Francia”21. El ensayo duró apenas unos quince días y luego las dos mujeres regresaron a la ESMA. Durante esas dos semanas en París, Carazo y Bazán fueron presentadas a los funcionarios de la embajada argentina que estaban al mando del recién estrenado Centro Piloto: el embajador Anchorena y la diplomática de carrera Elena Holmberg, encargada de prensa y relaciones públicas, quien pronto asumiría un fatídico protagonismo en la disputa con los marinos. Los miembros del GT hicieron pasar a las secuestradas por dos jóvenes sociólogas que los asesoraban en materia de prensa. Según Carazo:

“Nos llevan a conocer a Elena Holmberg, que creyendo efectivamente lo que le decían, que éramos sociólogas y que íbamos a trabajar la imagen de la Argentina, hasta nos lleva de compras ya que era verano, hacía calor, y no teníamos la ropa adecuada. Después deciden que ya no la veamos más. Deciden alquilar una casa en un edificio muy antiguo, en el segundo piso, al fondo, había que subir una escalera de mármol. Luego se decide volver a la Argentina a la ESMA. Se da esta paradoja de que luego de estar en París con el embajador, me vuelven a poner los grilletes y me llevan al cuartito donde había estado”22.

Esta circunstancia que Carazo recuerda como paradójica era, en realidad, una expresión de la conexión que empezaba a tejerse entre las actividades del GT en París y el aparato represivo clandestino en Buenos Aires. La ESMA, el Palacio San Martín y el Centro Piloto configurarían los ejes centrales de un circuito informativo que se valía del trabajo forzado de los secuestrados y secuestradas incorporados al “proceso de recuperación”. El devenir de los acontecimientos mostraría que, independientemente del carácter legal o clandestino de sus actividades, los tres espacios funcionarían de manera coordinada y conectados por un canal permanente de circulación de información, que incluía el envío y reenvío de informes de prensa y de coyuntura política y publicaciones para ser difundidas en el ámbito diplomático y mediático extranjero23.

La vinculación entre las actividades de los oficiales de la ESMA en París y el circuito represivo clandestino en Buenos Aires tomó mejor forma durante septiembre y octubre de 1977, con Perren a cargo de los planes del GT en la capital francesa. Dos o tres meses después del lanzamiento oficial del Centro Piloto, el avance de los marinos sobre su estructura estaba en proceso. Carazo recuerda que, a comienzos de octubre, fue enviada por segunda vez a París, esta vez acompañada por su hija de diez años y por otra secuestrada, Marisa Murgier. En esa ocasión viajaron en avión sin la compañía de los miembros del GT24. A diferencia de la primera vez, Carazo afirma que, en este segundo viaje, “ya no tenemos contacto con la embajada, estaba Perren como nuestro responsable, que venía diariamente, nos traía los periódicos”25. Las mujeres fueron instaladas en una casa donde vivirían y realizarían su tarea principal: rastrear noticias sobre el “terrorismo internacional”, producir informes con conclusiones y recomendaciones y transmitirlos a los marinos, que a su vez los enviarían por vía diplomática a la Cancillería y a la ESMA. Según Carazo, “recortábamos, leíamos y traducíamos, de los periódicos europeos en español, inglés, francés, italiano y portugués, noticias que tuvieran que ver con la Argentina y con el llamado ‘terrorismo internacional’ en el mundo; y producíamos una nota diaria y un resumen semanal” para satisfacer el deseo de los marinos de “tener una capacidad de respuesta más inmediata, que se perdía si se esperaba a que los diarios europeos impresos llegaran a Buenos Aires”26.

En las oficinas de la DGPyD en el Palacio San Martín, una de las encargadas de recibir los documentos enviados desde Francia era, como pudo comprobarse muchos años después, otra secuestrada: Beatriz Elisa Tokar27. Obligada hasta entonces a trabajar con una máquina teletipo en el sótano de la ESMA, comenzó a ser llevada de manera asidua al edificio de la Cancillería en vísperas del Mundial 7828. Tokar recuerda sobre sus actividades en la DGPyD: “Mi trabajo antes y que siguió siendo el mismo era tratar de cortar las notas del exterior y de los embajadores. Hacer una síntesis de lo que decían ellos sobre la situación de Argentina en el exterior”. El intercambio de información se complementaba con llamados telefónicos que llegaban a las oficinas del Palacio San Martín desde Francia: “Estando en las oficinas de Graciela García [otra secuestrada incorporada a la Cancillería] o Pérez Froio ellos recibían muchísimos llamados del exterior y entre ellos se comunicaban y hablaban con el Centro Piloto”29. Las conexiones entre la Cancillería y la ESMA se habían estrechado a tal punto que en la Pecera funcionaba una suerte de delegación de la oficina de prensa de la dependencia estatal. El testimonio de Raúl Lisandro Cubas, otro sobreviviente que realizó tareas de análisis y producción de información en el CCD, es elocuente al respecto:

“Para septiembre, octubre del ’77 me trasladan a mí y otros compañeros a lo que se denominó la Pecera […] Allí me ubican en lo que era la oficina de prensa, donde nos obligaban a hacer trabajo de análisis político o seguimiento de la imagen argentina en el exterior. A mí me ponen a trabajar atendiendo dos teletipos que habían sacado de la oficina de prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto aduciendo que quienes las manejaban en el Ministerio no eran competentes y que ellos podían hacer un seguimiento detallado de las denuncias de Europa contra la dictadura. Yo me encargaba de hacer notas de prensa, comunicados, artículos para la revista oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y redactaba los boletines de una radio que dependía del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto que se llamaba Radio de Difusión Argentina en el Exterior”30.

Al tiempo que exponen los vínculos entre la ESMA, el Palacio San Martín y el Centro Piloto, testimonios como los de Cubas, Tokar y Carazo contradicen la concepción del CCD como un “espacio de encierro” (Calveiro, 1998; Feierstein, 2015). Para los secuestrados vinculados al “proceso de recuperación”, las fronteras de la ESMA asumieron un carácter más bien difuso y que matiza la distinción tajante entre el “adentro” y el “afuera” del lugar de cautiverio (Feld, 2019). Si formalmente el espacio de reclusión funcionaba en el edificio del Casino de Oficiales, las constantes salidas y entradas de los secuestrados ―que no ponían fin a la situación de cautiverio― invitan a pensar de manera más amplia acerca de la espacialidad del CCD. Estas “prolongaciones” de la ESMA alcanzaron una de sus cotas máximas durante el envío de las secuestradas a París para sumarse a las actividades de los marinos vinculadas al Centro Piloto, como parte de su avanzada sobre la estructura en París.

Guerra de información

Mientras los oficiales de la ESMA lanzaban sus acciones clandestinas en Francia, las tareas de propaganda para las que había sido oficialmente creado el Centro Piloto se presentaban trabajosas para los representantes de su faceta visible. A fines de noviembre, la embajada argentina en París organizó una conferencia de prensa del general Antonio Merlo, titular del ente organizador del Mundial 78. Luego de un discurso inicial sobre el evento deportivo, los periodistas franceses comenzaron a preguntarle sobre la suerte de los detenidos y desaparecidos de nacionalidad francesa en Argentina. La conferencia fue abruptamente suspendida. Promocionar el Mundial en el exterior resultaba una misión difícil: a la prensa extranjera no se le escapaba que la Copa se celebraría en medio de la represión ilegal en el país anfitrión. Por aquellos días había sido creado en París el Comité de Boicot al Mundial de Fútbol (COBA), una organización ideada por activistas de izquierda franceses que llevaba adelante una gran campaña de denuncia contra la dictadura argentina en los medios europeos, y que se convertiría pronto en uno de los blancos principales del Centro Piloto.

Pero el momento más crítico para los “esfuerzos informativos” de los funcionarios en Francia llegaría unos días después. Entre el 8 y el 10 de diciembre, el GT de la ESMA secuestró, en varios operativos en Buenos Aires, a doce personas que solían reunirse en la Iglesia de la Santa Cruz para denunciar y organizar la búsqueda de desaparecidos. El golpe había sido producto de un extenso trabajo de infiltración e inteligencia de otro miembro del GT que pronto recalaría en Francia: el capitán de fragata Alfredo Astiz. Entre los secuestrados había dos religiosas francesas de la Congregación de las Misiones Extranjeras de París en Argentina: Alice Domon y Léonie Duquet, dos monjas que vivían desde hacía años en el país y que realizaban tareas humanitarias y de acción social. La protesta del gobierno francés tardó unos días en llegar, pero una vez que se hizo pública, el secuestro de las religiosas tuvo una repercusión extraordinaria en la prensa francesa. El embajador Anchorena tuvo que viajar de urgencia a Buenos Aires el 15 de diciembre. Cuando llegó a la ciudad, el GT ya había tomado sus propios recaudos. En la ESMA, los marinos habían fotografiado a las monjas junto a una bandera de Montoneros para adjudicarle el secuestro a la organización guerrillera. Los medios franceses publicaron la imagen, cuya veracidad fue puesta en duda desde el primer momento. Otro de los responsables del operativo contra el Grupo Santa Cruz fue el teniente Antonio Pernías, a quien los testimonios de sobrevivientes han ubicado en la ESMA el día en que se realizó el montaje con las religiosas31. Según Carazo, poco antes de la Navidad de 1977 −es decir, poco después del asesinato de las monjas−, Pernías viajó a París32. Un par de meses después, el marino se instalaría de manera permanente en la capital francesa para hacerse cargo de las tareas clandestinas del Centro Piloto.

Al igual que el boicot al Mundial, el caso Domon-Duquet evidenciaba lo difícil que resultaría el lavado de cara para la dictadura en Europa. Durante la segunda mitad de 1977, la estructura creada en Francia había experimentado el avance decidido de los marinos. Perren se movía en París con documentos oficiales falsos de un supuesto asesor de la Cancillería, estaba en contacto con los funcionarios de la embajada, controlaba las tareas forzadas de prensa de dos secuestradas de la ESMA y empezaba a operar según los intereses del almirante Massera en Europa. No obstante, la dirección formal del Centro Piloto había permanecido en manos de los funcionarios diplomáticos de la embajada: el fin de año lo encontró aún bajo la conducción del embajador Anchorena y Elena Holmberg. Hasta finales de aquel año, las intenciones y las acciones de los marinos del GT y de los funcionarios de la representación argentina, que trabajaban activamente en la guerra de información, coexistieron y se superpusieron en París sin que unas obliteraran a otras. Las cosas serían distintas durante 1978.

El Centro Piloto bajo control de Massera (1978)

A principios del nuevo año, los marinos se hicieron con la dirección formal del Centro Piloto. El 12 de enero de 1978, una resolución ministerial autorizó el desplazamiento a París del capitán Eugenio Vilardo33 y el teniente Enrique Yon34, para que asumieran “la organización del Centro de Difusión Argentina en París y sus actividades conexas”35. La resolución subrayaba que esa tarea no podía “ser absorbida por el personal de la embajada que se encuentra recargado por sus tareas específicas”, lo que convertía al traslado de Vilardo y Yon en una cuestión de “vital importancia”. Hasta ese momento, Elena Holmberg había estado oficialmente a cargo del Centro Piloto como única funcionaria de carrera designada en la oficina, al mando de empleados contratados en Francia. Holmberg actuaba bajo las órdenes de Anchorena y había resistido en su puesto a pesar de sus roces con Perren. La llegada de Vilardo y Yon marcaría su desplazamiento definitivo de las tareas para las que había sido asignada. Según Anchorena, a partir del arribo de los dos marinos “se desvirtuó el origen para el cual había sido creado el Centro de Difusión” y se convirtió en un elemento de promoción de Massera36.

Entre enero y febrero, otras designaciones de personal aprobadas por la Cancillería terminaron de reforzar la estructura ya tomada por el GT. Otro represor de la ESMA, Hugo Damario, asumió como jefe del Departamento de Prensa de la DGPyD en Buenos Aires37. En febrero, un periodista vinculado a la Armada, Alfredo Bufano, recibió pasaporte oficial para revistar como asistente del Centro Piloto en París, donde permanecería por casi dos años. El Centro Piloto también se nutrió de empleados civiles de la Cancillería. La traductora María Emilia Negri Beltrán fue destinada al Centro en el mismo momento que los hombres de la Armada38. Según su legajo de servicio, Negri Beltrán era una funcionaria que pertenecía desde hacía varios años a la burocracia civil de la Cancillería. Tras una extensa carrera en distintas áreas del Ministerio, había llegado a jefa del Departamento de Traducciones a principios de 1977. En septiembre de ese año fue asignada como adscripta a la DGPyD. Poco después, en febrero de 1978, la destinaron al Centro Piloto, donde permanecería cuatro años39.

Estos movimientos en el área visible de la DGPyD y el Centro Piloto tuvieron su correlato en el nivel clandestino. En marzo de 1978, el teniente Pernías reemplazó a Perren al frente de las tareas de información que se desarrollaban en Francia con la colaboración forzada de Carazo y Murgier40. El oficial del GT llegó bajo la identidad falsa de otro supuesto periodista asesor de la Cancillería, “Guillermo Morell”. Carazo recuerda que era Pernías quien controlaba directamente su trabajo, pero luego entregaba los resúmenes e informes elaborados al teniente Yon, quien a su vez los reenviaba por vía diplomática a Buenos Aires. La designación de dos marinos en la dirección formal del Centro Piloto les permitía ahora a los miembros del GT valerse de los canales oficiales de circulación de información, para hacer llegar a los marinos del Palacio San Martín el producto del trabajo realizado clandestinamente en París. Se estrechaba, así, la conexión entre las facetas visible e irregular de la oficina en Francia41.

Los planes políticos y viajes de Massera

El copamiento del Centro Piloto por parte del GT de la ESMA prefiguraba la importancia central que adquiriría París para el proyecto político de Massera, durante 1978. Desde principios de ese año, la tensión entre la Armada y el Ejército se agravó frente a la perspectiva de que por fin se aplicara la solución del “cuarto hombre” para ocupar la presidencia. En abril, la Junta Militar acordó separar las funciones presidenciales de la comandancia del Ejército y decidió el pase a retiro de Videla y de Massera, previsto para septiembre. El acuerdo tácito era que Videla se convertiría en el “cuarto hombre”, lo que de hecho ocurrió. Pero la jugada también despejaba el terreno para las ambiciones presidenciales de Massera, con la ESMA como centro de sus operaciones políticas y con la Cancillería y el Centro Piloto como sus extensiones.

Europa resultaba vital para el proyecto del almirante, por dos razones. En primer lugar, Massera necesitaba el apoyo de gobiernos extranjeros, a los que se ofrecía como un militar aperturista y dispuesto a buscar una salida negociada hacia el reordenamiento del país. En sus frecuentes viajes a Europa, para los que contaba con el respaldo de la oficina en París, Massera se entrevistaba con líderes europeos y les hablaba de normalización constitucional, les prometía publicar las listas de detenidos y desaparecidos y responsabilizaba al Ejército por la represión ilegal. En julio, mientras la dictadura celebraba el éxito argentino en el Mundial de Fútbol, Massera planificó una gira europea para autopromocionarse. El almirante viajó a un destino de segunda importancia, Rumania, y luego hizo escalas no oficiales en las principales capitales europeas. Varios días antes de viajar, Massera le anunció a la embajada francesa en Buenos Aires que, a su regreso de Bucarest, tenía intenciones de pasar por París, además de Madrid y Londres. El mensaje captó el interés de la diplomacia francesa: la visita del almirante podía ser el primer contacto gubernamental entre la Argentina y Francia tras del caso Domon-Duquet. Los franceses decidieron que Massera fuera recibido por el canciller francés Louis de Guiringaud. En los días previos al encuentro, la diplomacia francesa se preparó para exprimir al máximo al almirante: el embajador francés evaluaba que la reunión sería una buena chance para hacer llegar el malestar a la Junta argentina por el tema de los detenidos y desaparecidos franceses42. Massera se reunió con Guiringaud en París el 5 de julio. En un informe de evaluación posterior al encuentro, la Cancillería francesa subrayó que el jefe de la Armada había dado toda su atención al reclamo por los detenidos y desaparecidos franceses y había prometido interceder ante la Junta para intentar destrabar los casos menos complejos. El informe de la diplomacia francesa llevaba adjunta una lista de los connacionales detenidos y desaparecidos en la Argentina. En las observaciones sobre las monjas Domon y Duquet se mencionaba que Duquet había sido secuestrada por un Ford Falcon sin patente, un auto “frecuentemente utilizado por ciertos servicios de la lucha antisubversiva”43. Es evidente que, para el momento de la visita de Massera, las autoridades francesas se manejaban con la hipótesis de que las monjas habían sido secuestradas por agentes estatales o paraestatales. Sin embargo, en la documentación francesa que hemos consultado, no hay rastros de que Francia dedujera ligaciones del caso con el GT de la ESMA ni con Alfredo Astiz, cuyo trabajo de infiltración en París ya se había destapado públicamente; tampoco se observan rastros de preocupación por las actividades del Centro Piloto, que en ese preciso momento cobijaba bajo identidad falsa a otro represor argentino, Antonio Pernías, también vinculado directamente a la desaparición de las religiosas44.

Al mismo tiempo que hacía lobby ante los gobiernos europeos, Massera intentaba un acercamiento a distintas fracciones del peronismo, convencido de que su proyecto, de corte populista y nacionalista, sería asimilable para militantes y dirigentes pragmáticos y derrotados. Esta convicción del almirante había influido, también, en la creación del ya mencionado “proceso de recuperación” de prisioneros. A su vez, Massera también necesitaba hacer contacto con el peronismo fuera de la ESMA, para lo que la interlocución con el exilio argentino en Europa era fundamental. Con la ayuda del Centro Piloto, la capital francesa fue el escenario por excelencia de sus intentos de seducción a los peronistas. Montoneros era la prenda más deseada por el almirante, quien desde principios de 1978 había postulado la idea de que se necesitaba una “tregua” con esa organización durante el Mundial de Fútbol. Existen versiones, nunca comprobadas, acerca de presuntas reuniones entre Massera y la conducción de Montoneros en Europa. Según Carazo, en algún momento de comienzos de 1978, Acosta y dos oficiales de inteligencia del GT, Miguel Angel Benazzi y Alberto “el Gato” González Menotti, aparecieron en París eufóricos porque se estaba negociando la supuesta tregua con Montoneros. Sin embargo, Pernías le aseguraría años más tarde que los intentos de hacer la reunión habían existido, pero que ésta nunca había llegado a concretarse45. Hasta el día de hoy, la hipótesis sobre el encuentro Massera-Montoneros sigue siendo tan incomprobable como verosímil.

Los sondeos de Massera a otros sectores del peronismo fueron más frontales. Poco antes de que la Junta decidiera su retiro, aprovechó un viaje a Arabia Saudita para hacer dos escalas no oficiales en Madrid y París, donde se reunió con Héctor Villalón, secretario del Consejo Superior del Movimiento Peronista en el exterior. Villalón acudió en representación de unos veinticinco dirigentes y sindicalistas peronistas, exiliados en distintos países, que habían viajado especialmente a París, y que habían convenido presentarle a Massera un reclamo de liberación de presos políticos y normalización de la vida sindical (Uriarte, 1992, pp. 281-282).

La infiltración de exiliados

Mientras Massera les mostraba su cara dialoguista a los dirigentes políticos en el exterior, el GT de la ESMA les hacía inteligencia a los exiliados en Francia. Está probado que el capitán Astiz se infiltró, desde principios de 1978, en el Comité Argentino de Información y Solidaridad (CAIS), de cuyas reuniones en París participó varias veces haciéndose pasar por un joven familiar de desaparecidos, de nombre “Alberto Escudero”. Existen diferentes versiones sobre los motivos, la fecha exacta y las circunstancias en las que la identidad de Astiz fue descubierta por los exiliados argentinos. Su presencia en Francia fue denunciada en varios periódicos locales a mediados de abril (Franco, 2008, p. 223). A partir de entonces, el derrotero del marino es confuso y sinuoso. Se presume que escapó de Francia. Carazo afirma que Pernías y ella misma lo acompañaron en un tramo de tren hasta Lourdes, en la frontera con España46. Sin embargo, Astiz reaparecería en París unos pocos meses más tarde, en octubre de 1978, como agente infiltrado en una reunión preparatoria del Contracongreso Mundial del Cáncer, otra iniciativa de los exiliados argentinos para contrarrestar la ofensiva propagandística de la dictadura.

No es sencillo establecer cuál era la naturaleza del vínculo que existía entre Astiz y el Centro Piloto. Carazo recuerda que el represor se había puesto a estudiar francés y que en ocasiones se dejaba ver en la casa donde ella y Murgier realizaban las tareas forzadas de análisis de información, aunque no se involucraba en ellas. Podemos suponer que Astiz actuaba con una relativa autonomía en París, aunque se mantenía en contacto con los marinos que operaban en el Centro. Una anécdota sobre la circulación de Astiz en Europa revela, hasta qué punto, se entrelazaban las actividades secretas y legales de los miembros del GT en Francia. En cierta ocasión, el “Tigre” Acosta manifestó en la ESMA su preocupación por el hecho de que Astiz había cruzado una frontera con documentación falsa y en compañía del teniente Yon, quien viajaba con documentos oficiales, lo que suponía el peligro de que se probara la vinculación entre “Escudero” y los enviados de la Armada argentina47.

Las operaciones de inteligencia y contrainteligencia llevadas a cabo en el seno o en la periferia del Centro Piloto constituyen el punto más oscuro y difícil de reconstruir de la historia de la estructura creada en París. Ante la falta casi total de documentación probatoria, apenas disponemos de aquello que los propios represores han dicho ante la Justicia sobre el tema, con todas las dificultades metodológicas que ello implica. En su declaración en el marco del Juicio ESMA II, Acosta reconoció que el Centro Piloto de París se utilizó para “difusión u obtención” de información de inteligencia sobre Montoneros y que el GT de la ESMA participó en esas tareas. Sin embargo, aseguró que lo hizo bajo la coordinación de su órgano superior de inteligencia, la Central de Reunión de Información, la cual funcionaba como enlace de la comunidad de inteligencia de las Fuerzas Armadas bajo la conducción del Ejército48. Al mismo tiempo que admitía las funciones de inteligencia del Centro Piloto, el represor describía una supuesta vinculación orgánica entre dichas funciones y las directivas emanadas del arma que encabezaba la “guerra contra la subversión”, lo que encajaba con su estrategia judicial de negación de culpas.

Las actividades de los oficiales de la ESMA en España

Antes de agosto de 1978, Mercedes Carazo y su hija fueron trasladadas junto a Antonio Pernías a España, donde permanecerían hasta principios del año siguiente bajo régimen de libertad vigilada y clandestina. Su hija hizo todo el año escolar en Madrid, siempre con identidad falsa. En la capital española se encontraron con otros ex secuestrados y otros represores de la ESMA, como Jorge Rádice, que también se habían instalado allí. Como veremos más adelante, incluso después de haberse ido de Francia, Pernías siguió vinculado al Centro Piloto como el supuesto periodista asesor de apellido “Morell”. Hay testimonios que lo ubicaron viajando con frecuencia de Madrid a París en esa época. El tipo de relación que se entabló entre el Centro Piloto y los miembros del GT asentados en otras capitales europeas es otro punto ciego en la historia de la estructura creada en Francia. Apenas tenemos información sobre algunos trabajos puntuales hechos en Madrid o Londres, que invitan a preguntarse sobre el grado de extensión que alcanzaron las operaciones de los marinos en territorio europeo.

Uno de los pocos rastros de la actividad de los oficiales de la ESMA en Europa (más allá de Francia), tuvo como escenario a la capital española y se vincula con la elaboración de material propagandístico favorable al régimen militar, para circular en el exterior, uno de los objetivos del Centro Piloto. Varios sobrevivientes de la ESMA han mencionado la producción de “informes sobre la subversión” como una de las tareas forzadas que debían realizar para los marinos. Miriam Lewin, destinada a trabajos en la Pecera, recuerda haberse enterado durante su cautiverio “de la existencia del Centro Piloto de París, de la elaboración de audiovisuales que se enviaban a ese centro y a otros lugares de Europa” y de un “dossier-informe sobre el terrorismo en la Argentina”49. Esa referencia coincide con el recuerdo de Carazo acerca de las tareas que le fueron asignadas por los marinos, entre las que menciona la revisión de un libro sobre el “terrorismo internacional” que se habría confeccionado en la ESMA con la colaboración forzada de otros secuestrados:

“Hay un libro de tapa celeste, una cosa sangrante en la tapa, que alguna vez tuve y alguna vez perdí, que es un libro que se escribió en la ESMA y que se publicó, tenía que ver con el terrorismo internacional. Y ese libro nos lo mandaron mirar. Por supuesto que lo que uno decía no se tradujo en lo que finalmente editaron […] Estaba en español, que yo sepa nunca se lo tradujo a otro idioma”50.

El libro en cuestión, titulado Argentina-Europa. ¿Un mismo terrorismo?, fue resultado del empleo “productivo” de los secuestrados de la ESMA bajo la modalidad del trabajo forzado. Se imprimió en Madrid, con sello de una editorial española, en agosto de 1978, es decir, cuando Pernías y Carazo ya se habían instalado en la capital española51. Tenemos por cierto que, después de editarse e imprimirse en España, varios ejemplares fueron enviados a embajadores de otros países y a medios de comunicación internacionales a través del Centro Piloto de París52. Vale la pena hacer énfasis en las implicancias de la operación: un libro escrito con la colaboración forzada de secuestrados en un CCD, y editado mediante los oficios secretos de miembros del GT fuera de las fronteras nacionales, fue distribuido por vía legal, a través del Centro Piloto y con la venia de la Cancillería, a autoridades de otros países y a medios extranjeros.

Conflicto en ascenso

En paralelo a las tareas clandestinas de los marinos, el GT había desatado su avanzada sobre la faceta legal del Centro Piloto y, en particular, contra Elena Holmberg, a quien identificaban como un obstáculo para sus planes en París. A principios de mayo, el canciller Montes decretó el traslado de Holmberg a Buenos Aires, aunque su misión en el Centro Piloto debía concluir a fines de 197853. Aunque Anchorena consiguió postergar un par de meses el regreso de la diplomática, su salida de Francia ya estaba decidida. Varios testimonios judiciales coinciden en que, desde la llegada de Vilardo y Yon a París, la funcionaria se había enfrentado abiertamente con los marinos. Holmberg se quejaba de que ambos personajes despreciaban las tareas oficiales del Centro Piloto, sólo trabajaban para la campaña internacional de Massera, se ausentaban cada vez que el almirante viajaba a Europa y utilizaban discrecionalmente los fondos de la oficina. Vilardo y Yon habían sido promovidos a consejero y secretario de primera clase de la embajada argentina respectivamente54. Según Anchorena, desde marzo de 1978, él dejó de recibir dinero desde Buenos Aires y las finanzas del Centro Piloto quedaron completamente bajo control de los marinos, quienes además contaban con dos autos, un servicio de télex propio y viajes a disposición. Sobre el manejo de los fondos del Centro, Vilardo ha declarado que el dinero le llegaba por vía de la DGPyD y el embajador argentino apenas “era informado de la recepción, que se asentaba en un libro y para lo cual había una empleada”55.

En aquella época, Holmberg también había empezado a comentar en su entorno que tenía información comprometedora sobre los sondeos secretos de Massera a Montoneros. Durante sus últimas semanas en París, incluso, se convenció de que su disputa con los marinos podía ponerla en peligro. Su familia y sus amigos siempre sostuvieron que la diplomática preocupaba al GT de la ESMA porque guardaba pruebas de la supuesta reunión entre Massera y la conducción montonera. Es factible que Holmberg tuviera conocimiento de las acciones de los marinos para alcanzar una “tregua” con la organización armada. No obstante, de la misma forma que no está probada la existencia de la reunión Massera-Montoneros, no hay evidencias concretas de que Holmberg tuviera pruebas de ella. De todas formas, la presión de los marinos se dejaba sentir. A fines de mayo, llegó a la embajada argentina una segunda directiva de Cancillería para que la diplomática fuera regresada a la Argentina56.

Los marinos finalmente lograron sacarse de encima a Holmberg, en agosto de 1978, cuando se concretó su traslado a Buenos Aires. Por aquellos días, Anchorena insistía en sus quejas y advertencias sobre el conflicto en el Centro Piloto a las autoridades del Ministerio y, en particular, al subsecretario Allara, quien estaba al tanto de los problemas entre sus compañeros de arma y el personal de la embajada. Pocas semanas después del traslado de Holmberg, Allara le envió un cable secreto a Anchorena en el que le respondía a sus reclamos por la actitud prescindente de los marinos y le enumeraba algunas recomendaciones sobre el curso a seguir. En su mensaje, el funcionario hacía mención a una resolución tomada y comunicada previamente por Anchorena con respecto a la situación en el Centro Piloto, cuyo contenido exacto desconocemos pero podemos intuir a partir de la respuesta del capitán Allara, quien advertía que la decisión del embajador ponía en evidencia “la situación de tensión entre funcionarios de esa representación tanto diplomáticos como militares, que sin duda afecta tanto el clima de cordialidad y comprensión indispensables para trabajar en equipo como el rendimiento de las actividades”57.

Allara no se equivocaba en su diagnóstico alarmado. El clima convulso en el Centro Piloto crecía a medida que se acercaba la fecha de un evento clave: el pase a retiro de Massera. El 15 de septiembre de 1978, el almirante por fin cedió la jefatura de la Armada a Lambruschini y, a partir de entonces, se dedicó de lleno a su proyecto presidencial, blanqueado a través de la fundación de su Partido para la Democracia Social y del lanzamiento del diario Convicción. En los meses posteriores a su retiro, Massera intensificó sus acciones de lobby en Europa, con nuevos viajes y contactos con líderes extranjeros y exiliados políticos argentinos. A mediados de octubre, el ex jefe de la Armada inició una extensa gira europea de casi un mes, en carácter privado y no oficial, que incluyó a Italia, Portugal, Alemania, España y Francia. Luego de asistir a la ceremonia de asunción papal de Juan Pablo II en el Vaticano, Massera hizo una escala de una semana en París, donde le solicitó una reunión en privado a Anchorena. El despliegue europeo del almirante no pasaba desapercibido para el embajador, quien no sólo expresaba su disgusto a través de los canales oficiales de la Cancillería sino que también mantenía línea directa con Videla. Tras su encuentro personal con Massera, Anchorena le envió un extenso informe al presidente de facto, titulado “Viaje a Francia del almirante Massera”, en el que brindaba detalles pormenorizados sobre las actividades y planes del ex jefe de la Armada y sus hombres en la capital francesa. Según Anchorena, Massera le había manifestado sin tapujos que Videla era un inepto para ejercer la presidencia y que no iba a lograr terminar su mandato. El embajador también advertía que esas mismas opiniones eran manifestadas a todos sus contactos en el exterior, “mostrando una situación de inestabilidad y lucha interna no definida” que debilitaba la figura del presidente en el extranjero58.

Mientras Anchorena hacía catarsis, Massera proseguía su recorrido por Europa. Después de París viajó a Berlín, y desde allí a Madrid, donde consiguió encuentros discretos con el presidente Adolfo Suárez y con otras figuras de la Unión de Centro Democrático (UCD). Luego de su paso por Madrid, regresó a París y allí coronó la gira con una reunión con Valery Giscard D’Estaing, quien veía en la ambición del ex jefe de la Armada una oportunidad para presionar a la Junta Militar argentina por los detenidos y desaparecidos con nacionalidad francesa. El encuentro tuvo lugar el 8 de noviembre. Los franceses pronto caerían en la cuenta de que habían sido demasiado optimistas respecto de la actitud de Massera. Una semana después de la reunión con Giscard, el gobierno de Francia hizo un balance muy negativo del encuentro: en un informe enviado por la Dirección de América de la Cancillería francesa a la embajada en Buenos Aires, la diplomacia francesa evaluó que la reunión no había cumplido con las expectativas que habían generado las promesas previas de Massera sobre el tema de los connacionales detenidos y desaparecidos59. Sus comentarios sobre el caso Domon-Duquet habían sido especialmente decepcionantes. Massera le había entregado a Giscard una lista de doce desaparecidos con nacionalidad francesa, nueve de los cuales ya eran conocidos por Francia. En la lista figuraban las monjas y sus nombres aparecían marcados con asteriscos: Massera había dicho “que estaban sin dudas muertas, pero que no podía confirmarlo oficialmente” y había responsabilizado por el hecho al Primer Cuerpo del Ejército.

Los marinos en retirada

Para el momento de su reunión con Giscard, Massera sabía que las facilidades para la campaña en Europa ―que le otorgaba su control sobre la estructura de la Cancillería― estaban a punto de terminarse. Luego de su pase a retiro, el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto había quedado expuesto a una renovación del gabinete nacional, impulsada por Videla, quien acababa de asumir su segundo mandato como presidente en octubre de 1978. Desgastado a nivel interno por el conflicto del canal de Beagle y a nivel social por la situación económica, Videla necesitaba darle oxígeno a su gobierno, para lo que promovió cambios en las direcciones de cinco ministerios. El 6 de noviembre de 1978, la Armada perdió el mando de la Cancillería a manos de la Fuerza Aérea: el canciller Montes fue reemplazado por el comodoro Carlos Washington Pastor, concuñado de Videla. Un par de semanas después, los cambios de nombres también bajaron en el escalafón y alcanzaron a la DGPyD y el Centro Piloto. El capitán Pérez Froio dejó su puesto como Director General de Prensa y Difusión, y fue sucedido por el comodoro Luis Alberto Nicotra60. El 13 de diciembre, una resolución del flamante canciller Pastor programó la finalización de las funciones de Vilardo y Yon en Francia, en consideración de que “la misión encomendada a los mismos de organizar el Centro de Difusión Argentina en París y encausar sus actividades ha sido cumplida”61. Así, se iniciaba el proceso de retirada de los marinos de Francia, que se completaría un par de meses más tarde, luego de un suceso que marcaría para siempre la historia de la oficina en París.

Luego de su regreso a Buenos Aires, Holmberg había seguido repitiendo en su entorno que tenía pruebas de que Massera se había reunido con la conducción de Montoneros en Francia e, incluso, de que había entregado una suma de dinero millonaria a la organización armada. Poco antes de su secuestro, había oficiado como traductora en la presentación de credenciales del nuevo embajador francés ante Videla, y tenía previsto volver a verse pronto con el presidente de facto: gracias a sus gestiones, este había conseguido un reportaje con una periodista amiga suya de la revista francesa Paris Match62. El 20 de diciembre de 1978, Holmberg se reunió con la periodista francesa para terminar de ultimar los detalles de la entrevista a Videla. Esa misma noche fue secuestrada en la puerta de su domicilio. Según el testimonio de sobrevivientes de la ESMA, durante los días que rodearon al secuestro de Holmberg, en el CCD se percibió un clima de inusual nerviosismo entre los miembros del GT por una operación que suscitó “discusiones entre los propios oficiales navales por la trascendencia política que tendría”63. La desaparición de la diplomática repercutió de inmediato en las más altas esferas gubernamentales y desde el principio fue asociada a los hombres de Massera. El cadáver de Elena Holmberg apareció flotando en el río Luján, un par de semanas más tarde. No fue hasta el 10 de enero de 1979 cuando la familia recibió la confirmación de que la diplomática estaba muerta.

La reorganización del Centro Piloto (1979)

En las horas y días posteriores a que se conociera el asesinato de Holmberg, los marinos que quedaban ligados al Centro Piloto abandonaron sus puestos. La muerte de Holmberg se confirmó el 10 de enero. Ese mismo día, Vilardo cesó formalmente sus funciones en Francia64. Al día siguiente, el canciller Pastor relevó a Allara de su cargo como subsecretario de Relaciones Exteriores y lo reemplazó por un comodoro de la Fuerza Aérea65; también ese día el embajador Anchorena notificó que le había informado al supuesto periodista “Morell” (Pernías) “la decisión de dar por terminado su contrato en París”66. El 17 de enero, Yon concluyó sus funciones, pese a que a principios de diciembre la Cancillería había autorizado una prórroga de tres meses para su estadía en Francia67. Los hombres de Massera completaban así su retirada de la estructura creada en Francia. La muerte de Holmberg había marcado un punto de no retorno. Desde el primer momento, el dedo acusador de su círculo familiar y profesional había apuntado contra los miembros del GT de la ESMA que operaban vinculados al Centro Piloto y la DGPyD.

El crimen de Holmberg completó la pérdida del control de los marinos sobre la Cancillería en general y sobre el Centro Piloto de París en particular. Para comienzos de 1979, el proyecto político personal de Massera seguía vigente, pero el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto había dejado de ser su puntal. En cuanto al Centro Piloto, la documentación histórica de la embajada argentina en Francia refleja que, a partir de entonces, permaneció activo bajo la dirección renovada del embajador Anchorena, quien procuró mantenerlo dotado de recursos presupuestarios, materiales y humanos. El hecho de que el Centro Piloto hubiera dejado de ser un instrumento de Massera no implicaba su desintegración. Al contrario: ahora volvía a orientarse hacia la misión de propaganda oficial para la que había sido inicialmente ideado. En pleno duelo por la muerte de Holmberg, y a poco de que los marinos hubieran abandonado el Centro Piloto, Anchorena empeñó todo su esfuerzo en relanzar el proyecto original.

Durante las semanas siguientes a la noticia del asesinato de la diplomática, el embajador argentino mantuvo intensas comunicaciones con el Palacio San Martín, por vía de cables secretos, para “organizar de inmediato y en forma definitiva el funcionamiento del Centro de Difusión”68. Su prioridad era lograr que le giraran, desde Buenos Aires, los fondos necesarios para mantener a flote la dependencia. Anchorena empezó por encargar un informe contable sobre el estado en que habían quedado las finanzas de la oficina, que arrojó un déficit de varias decenas de miles de dólares por facturas impagas, y lo envió a la DGPyD para que le remitieran “urgentes instrucciones e información de la fecha en que se recibirán las partidas para afrontar los compromisos presentes”69. El embajador también se ocupó de solicitar nuevos “elementos de difusión”, como material escrito y audiovisual sobre el “terrorismo” en la Argentina; e informó sobre los gastos del Centro proyectados para 1979. Reiteró varias veces al Palacio San Martín su apremio para que le giraran el dinero, bajo la advertencia de que “las deudas pendientes plantean una situación crítica a esta embajada”70. Finalmente lo consiguió: a fines de abril, Anchorena acusó recibo de una suma de 50 mil dólares de parte del comodoro Nicotra destinada a los gastos del Centro Piloto, correspondientes al segundo trimestre de 197971. El embajador argentino también logró mantener al Centro Piloto dotado de personal. Durante 1979, la Cancillería promovió nuevas designaciones para la oficina y pagó regularmente los salarios de sus empleados. A la traductora Negri Beltrán, quien ya llevaba más de un año en París, se sumó en marzo el embajador Ernesto Miguel Malpede, diplomático de carrera, quien luego aparecería en varios cables oficiales como consejero de prensa de la embajada72. Al igual que Negri Beltrán, Malpede era un funcionario civil y profesional de la Cancillería, que había transitado durante largos años y bajo diversos gobiernos por distintas áreas del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto73.

Al mismo tiempo, Anchorena se mostraba alerta por la continuidad en Francia de un par de personajes vinculados al GT de la ESMA. Uno de ellos era el periodista Alfredo Bufano, quien había llegado un año antes con pasaporte oficial como asesor de la DGPyD para trabajar en el Centro Piloto. Bufano permaneció en París hasta fines de 1979. Durante todo ese año, Anchorena insistió varias veces para que la Cancillería resolviera el traslado del periodista a Buenos Aires y se quejó de que la indefinición sobre su futuro afectaba “el normal desarrollo del Centro de Difusión”74. Bufano no era el único resabio de la gestión de los marinos en París. Pernías se quedó en Europa, alternando entre Madrid y París, al menos hasta febrero de 197975. Hacia octubre, el teniente Yon también seguía en la capital francesa, reciclado como asistente de la agregaduría naval argentina76.

De todos los personajes vinculados a la historia del Centro Piloto, vale la pena detenerse especialmente en la figura del teniente Yon, acaso la que mejor refleja los vasos comunicantes que existieron entre la acción criminal del aparato represivo militar y la acción legal de áreas del Estado como la de las relaciones exteriores. Yon, alias “Sergio” o “Cobra”, era un miembro operativo del GT de la ESMA. Según la Justicia, dirigió el operativo de secuestro y asesinato de Rodolfo Walsh, y ha sido identificado como uno de los torturadores del CCD por sobrevivientes de la ESMA. Ese sujeto, proveniente del circuito desaparecedor clandestino, fue designado por resolución ministerial de la Cancillería como uno de los responsables del Centro Piloto, y más tarde promovido a secretario de primera clase de la embajada argentina en Francia. Según el testimonio de Carazo, Yon fue el enlace entre la casa donde ella y otra secuestrada de la ESMA realizaban tareas clandestinas y forzadas de producción de información y el ámbito legal de circulación de esa información, es decir, la vía diplomática entre la embajada en Francia y el Palacio San Martín. La gestión de Yon en París duró apenas un año y quedó manchada por el caso Holmberg. Aun así, tras su salida del Centro, se quedó discretamente en París con otro cargo legal. En esa época se dedicó además al seguimiento telefónico de cautivos y cautivas de la ESMA, que habían sido puestos en libertad vigilada. A su regreso a Buenos Aires, en 1982, se reincorporó a las actividades del GT hasta su disolución.

Cambios en la ESMA y Cancillería

En Buenos Aires, los marinos también conservaban un espacio limitado pero relativamente autónomo dentro de la estructura de la DGPyD77. En marzo, otro represor del GT de la ESMA, el teniente de navío Juan Carlos Rolón78, reemplazó a Hugo Damario como jefe del Departamento de Prensa de la DGPyD, cargo que conservaría por un año79. Sin embargo, la conducción de la DGPyD ya pertenecía definitivamente a la Fuerza Aérea. En junio, el comodoro Julio César Boitier reemplazó a Nicotra al frente de la Dirección80. En cuanto a las secuestradas de la ESMA que habían sido empleadas forzosamente en la DGPyD, algunas de ellas siguieron frecuentando el Palacio San Martín incluso después de la salida del GT de la Cancillería. Beatriz Elisa Tokar dejó de dormir en la ESMA a fines de 1978, pero continuó trabajando en el Palacio San Martín, en una situación de semi blanqueo, hasta fines de 198081.

Los movimientos en la DGPyD y el Centro Piloto configuraban el último episodio de la transición que había comenzado con el pase a retiro de Massera, había continuado con el cambio de mando en la Cancillería y se había acelerado con el asesinato de Holmberg. Los cambios en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto transcurrían en simultáneo a transformaciones también importantes en la composición y la dinámica del GT en la propia ESMA. Si el auge del proyecto político de Massera había coincidido con la autonomización del GT respecto del Servicio de Inteligencia Naval (SIN), después del pase a retiro de Massera, el SIN y el GT volvieron a operar juntos, lo que produjo una serie de cambios en el funcionamiento del CCD (Slatman, 2012). Durante 1979, se produjo una progresiva salida de la ESMA de quienes habían sido la base de apoyo de Massera en la Armada y un recambio sustancial de nombres en la conformación del GT. Varios oficiales de su plana mayor fueron destinados a misiones en el extranjero. Acosta fue enviado a la agregaduría naval en España en septiembre, mientras que Astiz y Rubén Chamorro, a quien el contraalmirante Omar Suppicich reemplazó como jefe del CCD, recalaron en la agregaduría naval en Sudáfrica en mayo y junio respectivamente82.

Para la dictadura argentina, este reordenamiento en la ESMA, denunciada por las redes de exiliados como emblema de la represión ilegal, era uno de tantos pasos necesarios para volver a la carga con la campaña de propaganda internacional, especialmente en vísperas de un nuevo acontecimiento que se aproximaba: la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), prevista para septiembre de 1979. Una vez más, el Centro Piloto de París estaba llamado a cumplir un papel destacado en la difusión del mensaje del régimen ante la visita. A fines de agosto, Anchorena viajó a Buenos Aires para reunirse personalmente con Videla y exponerle sus consideraciones sobre la “campaña antiargentina” que, según su visión, había recrudecido en Europa poco antes de la misión de la CIDH. Luego de su audiencia con el presidente de facto, el embajador detalló en una entrevista televisiva su visión sobre el mensaje que el régimen debía intentar difundir en el exterior:

“El tema más candente es esta nueva campaña que se ha reiniciado contra la Argentina; habíamos pasado una época de pausa y ahora empezó de vuelta. […] Querer actuar contestando o entrando en polémica es un camino que no lleva a ningún lado: puede actuar como boomerang cuando no hay posibilidad de diálogo franco. Pero hay muchas medidas que podemos tomar. La Argentina asumió con responsabilidad la hora difícil que le tocó vivir, pero hay que saber dar vuelta la página y señalar claramente que la Argentina va a entrar en estado de derecho, que lamentamos enormemente las víctimas de los dos lados, pero que la Argentina va a volver a ser la de siempre”83.

Sin embargo, lejos de las bondades que enunciaba Anchorena, los militares seguían operando para encubrir la represión ilegal frente a la opinión pública internacional. Ante la inminente inspección de la CIDH, la nueva conducción de la ESMA ordenó varias reformas edilicias en el CCD, para que su estructura no coincidiera con los testimonios de los sobrevivientes. En la misma época, muchos de los secuestrados que aún quedaban con vida, casi todos pertenecientes al “staff” de prisioneros, fueron liberados o puestos bajo régimen de libertad vigilada en la Argentina o en el extranjero. Con la salida de Acosta, el “proceso de recuperación” de ese grupo de secuestrados llegaba a su fin84.

Pese a los esfuerzos por ocultar los delitos cometidos en la ESMA y otros CCD, la dictadura sufriría un nuevo golpe a su reputación internacional un par de semanas después de la visita de la CIDH. El 12 de octubre de 1979, tres ex secuestradas de la ESMA que habían sido liberadas a principios de ese año -Ana María Martí, María Alicia Millia de Pirles y Sara Solarz de Osatinsky- presentaron ante la Asamblea Nacional Francesa un minucioso relato acerca de las condiciones de cautiverio en el CCD de la Armada. El “testimonio de París”, como se lo conoció públicamente, condensaba los recuerdos de un conjunto más amplio de sobrevivientes del “staff” de la Pecera. Procedentes de distintos países de Europa e, incluso, de América Latina, habían elegido España como punto de reunión para producir el documento de denuncia85. Mientras lo hacían, entraron en contacto con los miembros de la delegación en ese país de la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU), quienes realizaron las gestiones ante las autoridades francesas86. Entre otros temas, el testimonio brindaba datos específicos sobre el Centro Piloto de París, el secuestro de las monjas francesas y el asesinato de Holmberg. La versión en papel, además, llevaba adjuntas las fotos de dos de los oficiales vinculados a las actividades del GT en la capital francesa: Rolón y Pernías. Según los testimonios de otros sobrevivientes, la aparición de las tres mujeres en Francia enervó a los marinos que quedaban en la ESMA. Sus operaciones ilegales habían sido descritas con lujo de detalles en el extranjero. La prensa europea se hacía eco, por ejemplo, de la noticia de que torturadores argentinos habían operado en Francia87.

Últimos rastros

Tampoco el testimonio de París detuvo las actividades del Centro Piloto, bajo el mando renovado de Anchorena. Los cables diplomáticos muestran que, para fines de ese año, París seguía sirviendo como punto de retransmisión diaria de los boletines enviados vía télex desde la DGPyD hacia las demás capitales europeas88. Anchorena tenía ideas adicionales para innovar en materia de propaganda. Propuso, entre otras cosas, el estreno de un programa radial en Francia sobre la Argentina. Por aquellos días, el Centro Piloto también intervino en la producción de material escrito sobre la “amenaza terrorista”. La oficina en París se ocupó de la traducción del libro El terrorismo en la Argentina. Evolución de la delincuencia terrorista en Argentina, que se publicó en noviembre bajo sello del Poder Ejecutivo y se envió a las embajadas argentinas para ser repartido a las autoridades de distintos países89. Pocos meses después, otro volumen de características similares, titulado “La Argentina y sus Derechos Humanos”, tuvo la misma circulación internacional por vía diplomática. Existen indicios de que ese libro también se editó y se tradujo en Francia90.

La DGPyD proseguiría con su misión de propaganda exterior, al menos hasta 1982, primero bajo la gestión de la Fuerza Aérea en la Cancillería y luego con la nueva conducción civil del ministerio91. Tras la asunción del civil Oscar Héctor Camilión como nuevo canciller, en marzo de 1981, la DGPyD quedó a cargo de un embajador de carrera, Federico Edhart del Campo92. El derrotero final del Centro Piloto es más difuso. Franco (2008) ha rastreado los últimos indicios de su actividad visible a fines de 1979. Sin embargo, a la luz de documentos recientemente desclasificados por la Cancillería, hoy sabemos que el Centro Piloto existió al menos hasta principios de 1982, incluso después de que Anchorena hubiera terminado sus funciones como embajador en octubre de 1981. No conocemos qué nivel de operatividad real tenía para ese entonces, ni qué funciones específicas seguía cumpliendo, pero su pervivencia como estructura ministerial hasta esa fecha es un dato cierto. Lo sabemos porque la oficina en París mantuvo su dotación de personal. El 11 de febrero de 1982, el recién asumido canciller Nicanor Costa Méndez firmó una resolución por la que ampliaba “el plazo de permanencia en el Centro Piloto en París hasta el 31 de julio de 1982, para que el funcionario del agrupamiento administrativo categoría 21, María Emilia Negri Beltrán, cumplimente su traslado a la República”93. A su vez, el embajador Malpede conservó su puesto en el Centro Piloto hasta enero de 1981, según otra resolución firmada por el entonces canciller Pastor94.

El hecho de que Negri Beltrán y Malpede ―dos funcionarios con las trayectorias típicas de los burócratas de las relaciones exteriores― permanecieran en el Centro Piloto varios años más que los represores de la ESMA nos sugiere que la estructura en París tuvo una mayor proyección temporal, en su nivel prescrito y legal, que en su dimensión clandestina e irregular. Una sobrevida que excedió al proyecto político de Massera y que se extendió, incluso, bajo las gestiones de la Fuerza Aérea y de la diplomacia civil de la Cancillería. Lo mismo puede decirse sobre la cronología de la DGPyD que hemos trazado: luego de la retirada del GT de la ESMA, la oficina en Buenos Aires prosiguió varios años más con su actividad de propaganda exterior, tarea para la que había sido originalmente creada, bajo las direcciones sucesivas de dos comodoros y de un civil. La DGPyD y el Centro Piloto habían sido diseñados para llevar a cabo una guerra de información en el extranjero, tarea de importancia estratégica para la política exterior de la dictadura. Más allá de la interna militar, la campaña de propaganda internacional era, finalmente, un interés compartido por todas las fracciones de las Fuerzas Armadas y una prioridad para la conducción del régimen.

Comentarios finales

En este trabajo hemos observado evidencias de que el Centro Piloto se mantuvo activo en sus tareas de propaganda al menos hasta fines de 1979 e indicios de que su existencia, al menos en el plano normativo, se prolongó hasta principios de 1982. Será preciso reconstruir, entonces, qué ocurrió efectivamente y a nivel operativo con el Centro entre ambas fechas. Por lo pronto, el análisis de la etapa, que aquí hemos considerado como la “reorganización” de la oficina en París, nos permite sacar algunas conclusiones. En primer lugar, la noción de que el Centro Piloto habría sido una creación exclusivamente ligada a los planes políticos de Massera debe ser puesta en cuestión. La documentación histórica de la Cancillería que hemos consultado muestra que el Centro Piloto sobrevivió a la salida de los miembros del GT de la ESMA, y prosiguió más tarde con las tareas de propaganda internacional, para las que había sido originalmente pensado. Aunque es un hecho que, durante una etapa de su existencia, el Centro Piloto se convirtió en una herramienta para la campaña personal de Massera en el extranjero, no está claro que la utilización del Centro haya sido una estrategia premeditada por el entonces jefe de la Armada desde el momento mismo de su creación; ni que la idea original hubiera sido de él. Lo que sí observamos es un avance progresivo de los marinos sobre la estructura montada en París, que duró varios meses, y que se inició una vez que la oficina ya estaba en funcionamiento bajo la dirección del embajador Anchorena. La cooptación definitiva del Centro Piloto, por parte de los hombres de la Armada, no ocurrió sino hasta principios de 1978, cuando la superposición entre las actividades legales y clandestinas de la oficina dio un salto cualitativo a partir de la asunción formal de dos marinos, Vilardo y Yon, al mando del Centro.

Durante la etapa en la que el Centro Piloto quedó bajo control total de Massera, la conexión entre el área de las relaciones exteriores y el circuito secreto desaparecedor se manifestó de diversas formas: con la designación de represores y torturadores en puestos legales de la Cancillería, con la utilización de secuestradas de la ESMA en la DGPyD y en el Centro Piloto, con la producción de materiales elaborados clandestinamente y distribuidos luego por vía diplomática. Mignone y Conte Mc Donnell (1980) han planteado tempranamente que, más allá de las directrices emanadas de la conducción del régimen militar, la actividad represiva durante la última dictadura muchas veces dio lugar a la irrupción de “acciones no previstas y ajenas al plan antisubversivo”, que se derivaban de “criterios políticos y tácticos disímiles, de enfrentamientos dentro del orden establecido, de aspiraciones de poder personal y, en ocasiones, de ventajas e intereses bastardos y crematísticos”. El “proceso de recuperación” de prisioneros en la ESMA, y sus prolongaciones en la DGPyD y en el Centro Piloto, era precisamente una dimensión del cautiverio en ese CCD que no respondía a los criterios generales del plan represivo de la dictadura, sino al proyecto de poder de Massera. Mientras la oficina en París estuvo bajo control de los marinos, éstos aceitaron un triángulo de circulación de información que tenía como sus vértices al Centro Piloto, al Palacio San Martín y a la ESMA. Esa articulación se nutrió, a su vez, del producto del trabajo forzado de secuestrados y secuestradas que participaban en el “proceso de recuperación”. Una vez que los planes políticos del almirante Massera quedaron despegados de la Cancillería, tanto el Centro Piloto como la DGPyD se desengancharon de las prácticas clandestinas, pero permanecieron en pleno funcionamiento.

Tomás de Anchorena cumplió un rol protagónico en el reordenamiento de la oficina en París y llevó adelante intensas gestiones para mantenerla provista de recursos. Sin embargo, la continuidad del Centro Piloto no parece haber sido tan solo una iniciativa personal del embajador argentino. Tras el pase a retiro de Massera y del cambio de mando en la Cancillería, la nueva conducción del Ministerio asumió como política propia la campaña para lavar la imagen de la dictadura en el exterior. El apoyo renovado al Centro Piloto se enmarcó en un relanzamiento más amplio de las acciones de la DGPyD, una dependencia que había sido alzada desde cero por los hombres de la Armada, pero de cuyos instrumentos también supieron valerse luego los comodoros y civiles que quedaron sucesivamente a cargo. La guerra de información en el exterior seguía siendo una prioridad para el gobierno de facto. Esa necesidad estratégica y prolongada del régimen militar explica el recorrido circular de la historia del Centro Piloto, que, en su fase final, terminó operando según se había previsto en la letra original. La retirada de los marinos de Francia implicó el final de una condición que había definido al Centro Piloto desde su estreno a mediados de 1977: una creciente imbricación entre las facetas legal y clandestina de su actividad. En los últimos años, los estudios sobre la violencia estatal en el pasado reciente argentino han subrayado que las esferas de acción clandestina y legal de la última dictadura se articularon e integraron ampliamente. Las dimensiones de lo legal-reglamentario y de lo ilegal-clandestino estaban separadas por una delgada línea, en la medida en que el cumplimiento de disposiciones normativas y legales no excluyó la comisión sistemática de delitos en el marco del accionar represivo clandestino, sino que a menudo se superpuso con ella (Águila, 2016). Este rasgo definitorio del régimen militar había tenido su proyección extraterritorial en el Centro Piloto: desde la puesta en marcha de la oficina en París, las actividades irregulares de los miembros del GT en Francia se habían ido solapado cada vez más con las tareas oficiales de la embajada y de la DGPyD. En este trabajo hemos señalado tres puntos de quiebre que marcaron el fin de esa etapa para el Centro Piloto: el pase a retiro de Massera, el cambio de mando en la conducción de la Cancillería y el asesinato de Elena Holmberg. Aunque las ambiciones presidenciales del almirante permanecieron intactas, su dominio sobre el área de las relaciones exteriores empezó a derrumbarse a fines de 1978 y se aceleró en enero de 1979, cuando casi todos los hombres de la Armada vinculados a la DGPyD y al Centro Piloto salieron eyectados de sus puestos. A partir de entonces, el derrotero de la oficina en Francia viró en una nueva dirección.

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Recibido: 16 de Febrero de 2020; Aprobado: 29 de Mayo de 2020

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