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Temas medievales

versión impresa ISSN 0327-5094versión On-line ISSN 1850-2628

Temas Mediev. v.12 n.1 Buenos Aires ene./dic. 2004

 

EJE TEMÁTICO: La mujer en la Edad Media

"Seur, bele amie, tun conseil ai crei": El perfil de Guibourc en el Cantar de Guillermo

María Silvia Delpy1

1 CONICET -  Universidad de Buenos Aires

Resumen: La épica francesa, sobre todo la correspondiente a la llamada "primera generación" no abunda en la presencia de personajes femeninos. El Cantar de Guillermo constituye una excepción. El accionar y la palabra de Guibourc resultan, en este texto, indispensables para la construcción de un derrotero frente al cual el héroe parece, por momentos, vacilar. La peculiar manera en que se va constituyendo la figura de Guibourc llena los blancos dejados por el protagonista. El presente análisis intenta determinar hasta qué punto esta singular heroína asume -o no- rasgos pertinentes al espacio feudal.

Palabras Clave:  Literatura francesa medieval - épica -  mujeres - mundo feudal

Summary: In French epic poetry, the "first generation" one in particular, female characters appear seldom. The Chanson de Guillaume is an exception to the rule. In this epic poem Guibourc’s actions and her words are decisive in shaping the hero’s course of action, which he frequently seems to be in doubt about. The unusual way in which Guibourc’s personality emerges, helps to fill the vacant spaces left by the main character. This article attempts to establish to what extent the unusual figure of Guibourc responds to feudal patterns.

Key Words: French literature - epic - women - feudal world

Résumé: L’épopée française, surtout celle qui correspond à la "première génération" des textes de ce genre n’est pas trop riche en ce qui concerne la présence des personnages féminins.La Chanson de Guillaume en est, pourtant, une exception.La conduite et les paroles de Guibourcrésultent, dans ce texte, indispensables pour marquer unetrajectoire face à laquelle le héros semble parfois hésiter.Les traits particuliers qui conforment la figure de Guibourc comblent les blancs laissés par le protagoniste.Cette analyse cherche à déterminerjusqu’à quel point cette singulière héroïne réunit -ou non- des traits pertinents à l’espace féodal.

Monts-Clé: littérature française du Moyen Âge - épopée - femmes - monde féodal

   Aproximadamente desde la segunda mitad de la década del setenta del siglo pasado, los trabajos sobre la mujer han ido creciendo en progresión geométrica.   Años más tarde, alrededor de los ochenta, los caminos abiertos por los estudios culturales y los de género han  convertido este enfoque en un verdadero "imperativo", siguiendo la expresión de Allen J. Frantzen[1].  El medievalismo recogió de manera productiva esta vía de acceso al mundo femenino a través de un gran número de análisis relativos al status histórico de la mujer en la sociedad y de su función en la literatura[2].
   Es bien sabido que  la épica en general y, en particular, la épica románica exalta los valores masculinos  de la  heroicidad, la fuerza y la virilidad desarrollados dentro del marco de la guerra y de la sociedad feudal, espacio construido especialmente en función de los intereses y apetencias varoniles.  Así planteada la situación, el lugar de la mujer dentro del tejido de relaciones entre hombres -tematizado por los cantares de gesta- parecería ser inexistente. Desde este punto de vista, tal como lo señalara A. Deyermond, la épica española ocupa un puesto de excepción[3]. No es éste el caso de  la épica francesa, en la cual la  presencia  femenina  cubre un espacio  mucho menos significativo, sobre todo cuando se trata de los poemas más antiguos. El Cantar de Roldán, Gormont e Isembart, La Coronación de Luis conceden un lugar de escasa relevancia a las figuras de mujer.  A partir de los cantares de gesta de la segunda generación, es decir, los que surgen a fines del siglo XII y a lo largo del XIII, la mujer, quizás por influencia del roman courtois, comienza a desempeñar una función mucho más destacada.  Por tal motivo, la figura de Guibourc, esposa de Guillermo de Orange -cuya existencia histórica ha sido atestiguada por diversos documentos[4]- se encuentra en una situación poco frecuente dentro de la galería de mujeres que desfilan a lo largo de los más tempranos cantares de gesta franceses[5].
   El estado de enorme deterioro del manuscrito que contiene el Cantar de Guillermo[6] vuelve sumamente difícil establecer una fecha de composición a partir de los datos lingüísticos que ofrece. En la actualidad, la crítica considera como fecha posible de composición mediados del siglo XII, datación a la que se ha llegado mediante referencias  relativas a la recepción de la obra y a determinadas evidencias internas[7]. Incluida dentro del conjunto de las veinticuatro canciones del llamado ciclo de Guillermo, es la más antigua de todas ellas. Su estructura narrativa gira en torno a los prolongados y sangrientos combates que Guillermo de Orange, asistido por numerosos miembros de su linaje (en especial por sus sobrinos Vivien, Girart y Gui) sostiene contra las fuerzas sarracenas invasoras al mando del rey de Córdoba, Deramed.
   La aparición de Guibourc en el texto coincide, sintomáticamente, con la de Guillermo. Ambos se hacen presentes por primera vez  en el momento en que Girard trae, desde el campo de batalla, un mensaje de Vivien moribundo. Juntos, en una cámara alta del castillo, muy próximos uno del otro, no tardarán  en bajar para recibir las nuevas del emisario:

Li ber Willame ert repeiré de vespres;
A un soler s’estut a unes estres,
E dame Guiburc estut a sun braz destre.
(...)
Entre Guiburc e Willame al curb niés
Devalerent contreval les degrez
(vs. 938-940 y 954-955)[8]

   Imagen emblemática de la unión entre esposos, producto del consensus y la dilectio que marcará una conducta y un sentido y que será subrayada por las palabras mismas de Guillermo: "Seor, dulce amie, dist Willame al curb niés/ Bone fud l’ore que jo te pris a per" (v. 945-946)[9]. El verso siguiente nos proporciona una nueva información: "E icele mieldre que eustes crestienté!"[10]. Hay, pues, una referencia implícita a un pasado no cristiano, es decir, sarraceno. Ningún elemento permite sospechar que Guibourc haya sido entregada en matrimonio como prenda de paz o de reconciliación política, situación frecuente tanto desde el punto de vista histórico como literario. Se trata, probablemente,  en este caso, del tema de la princesa sarracena quien, enamorada de un caballero cautivo, logra, con su astucia, hacerle recuperar su libertad y, traicionando su religión y su linaje, huye con él y -luego de recibir el bautismo- se convierte en su esposa. El topos, sin duda producto de los contactos que la clase guerrera tuvo con el cercano Oriente, se difundió por numerosos cantares de gesta, entre ellos algunos de los pertenecientes al ciclo de Guillermo[11]. En el caso particular del Cantar, el motivo sólo resulta tangencialmente aludido[12].
A partir del  momento en que Guibourc es presentada en el poema, en función de las características señaladas más arriba, su presencia y su  accionar serán permanentes en el texto, responsables tanto del enlace de los diferentes segmentos narrativos  como del rumbo  que habrá de  tomar  la acción.
En un artículo dedicado a la mujer medieval, R. Fossier[13] se pregunta si el despliegue de superioridad masculina que manifiestan los documentos de la época no disimula, en realidad, la idea de un "matriarcado oculto".  En este sentido, es casi obvio afirmar que existe un espacio en el cual Guibourc, como toda mujer de su tiempo, ocupa incuestionablemente un lugar central: el de su propia casa, la domus, núcleo esencial de la vida  y de la supervivencia. Confrontado con el espacio de la guerra -el afuera cruel de la violencia y el hambre-, el ámbito interior, en este caso la gran sala del palacio de Guillermo, se constituye como el lugar por excelencia de la protección, del amparo, de la sociabilidad, del refuerzo de los vínculos familiares, allí donde el acto feudal del norrir, de la crianza, se vuelve tangible y concreto. No parece ser casual que cada una de las escenas de convivialidad que allí se desarrollan y que coinciden con un movimiento de partida hacia el campo de batalla o de regreso de éste, esté precedida por otra en que la carnicería de la guerra –el espacio de lo "crudo"– aparece como elemento de contraste respecto del ritual de alimentación que, presidido por Guibourc, se lleva puertas adentro.
   Esta función no la exime, sin embargo, de cumplir otras, de índole muy diversa.   Frente a la vacilación  que despierta en  Guillermo  el hecho de tener que acudir en socorro de su sobrino Vivien, tal vez ya muerto, se alza el discurso claro y decidido de Guibourc que marca, con firmeza, los pasos de la acción heroica, oponiéndose a la morosidad de las vanas disquisiciones:  "Respunt Guiburc ‘Pur nïent en parlez./ Secor le, sire, ne te chalt a demander./ Se tu l’i perz, n’avras ami fors Deu’" (vs. 1003-1005)[14].   La voz de la esposa, verdadera "conciencia épica" del héroe[15], marca sin vacilaciones el camino a seguir, segura de la eficacia de su palabra  Ante la insistencia de Guillermo en reiterar  sus resquemores -esta vez con la intención de poner a prueba a su mujer- Guibourc tiene un gesto de modestia, casi de humillación:  llorando, besa los pies de su señor y le ofrece  la compañía y el apoyo de Guischard, su propio sobrino.  Pero la fuerza de su temperamento no tarda en volver a estallar en una advertencia que es ya casi una amenaza de ruptura del deber conyugal y que equilibra su aparente claudicación:  "Si nel me renz, ne girras mes entre mes braz" (v. 1036)[16].
   La partida del esposo no suscita lágrimas ni expresiones de dolor. No vacila en llenar los blancos dejados por las ausencias o las indecisiones de Guillermo y ocupa el espacio masculino sin conflictos ni rivalidades. Sin pérdida de tiempo, asume la voz y el gesto  del guerrero y reúne treinta mil hombres, de los cuales la mitad ya está en condiciones de librar batalla:

Prist ses messages, ses homes fait mander
Tant qu’ele en out trente mil de tels:
Les quinze mille furent si apresté
Cum de ferir en bataille champel 
(vs. 1232-1235)[17]

    Nada queda librado a lo contingente: convoca a los jefes a un banquete, en el cual hasta la presencia de los juglares ha sido prevista. A falta de servidores, ella misma llena  las copas. En medio de la algarabía, su imagen de mujer resalta, señera, asomada de pronto a una ventana alta.  Años después, los textos literarios repetirán incansablemente, desde el espacio cortés, esta misma actitud multiplicada por incontables mujeres  que contemplan el ámbito viril de justas y torneos  -simulacros de guerra y erotismo-  ofreciendo calladamente sus encantos a quienes aspiran a conquistarlas.  No es éste el gesto de Guibourc: su mirada, llena de tensión y angustia, aguarda los signos del desenlace de la guerra impiadosa.  Única en resistirse al engaño de los sentidos, no duda en advertir que el cuerpo que Guillermo trae sobre su caballo es un cuerpo muerto. Convertida en portero -función secundaria tradicionalmente reservada a los hombres, que no vacila en asumir-  franquea la entrada de su esposo, que trae consigo el cadáver de Guichard. Por primera y única vez, el texto no puede sustraerse a la tradicional ecuación entre debilidad y femineidad :

La franche femme li tendi ses braz,
E il li colchat desus le mort vassal.
Peise le cors, si li faillirent les braz
-Ele fu femme, si out fieble la char-
(vs. 1291-1293)[18]

   Frente al abatimiento de Guillermo, Guibourc se sobrepone, invoca el linaje heroico -ya asumido como propio-, intenta mantener viva su llama y pronuncia las palabras que hubieran cuadrado más bien al discurso del guerrero: "Mielz voil que moergez en Larchamp sur mer,/Que tun lignage soit per tei avilé" (vs. 1325-1326)[19]. Una vez más, toma la iniciativa e impulsa a la lucha. Sus palabras se hacen cargo del papel viril de Guillermo:  Guibourc llena el espacio ideológico y textual que corresponde al héroe.  Al mismo tiempo, imprime un nuevo giro al relato, se constituye en motor de la acción bélica y en rectora de la organización narrativa.  Asumiendo  la voz de Guillermo, logra la adhesión de los treinta mil caballeros a quienes -en nombre de su esposo pero a través de su propia decisión- promete tierras y bienes. Y da aun un paso más: ofrece en matrimonio a las ciento sesenta doncellas nobles que con ella obran y labran sedas y brocados.
   Pero como si de pronto el texto quisiera recuperar cierto equilibrio, la serie se cierra con un gesto que reinstala a Guibourc en su papel  femenino tradicional:  ella misma sirve agua a su marido y la narración prosigue con el banquete de Guillermo. Acallados ya los ecos del festín de los guerreros -cuya brusca desaparición el texto deja sin resolver- el convite se empaña con la tristeza de Guillermo quien, en señal de duelo, sólo acepta sentarse frente a una mesa baja.  Entre risas y lágrimas, un comentario de la dama vuelve a introducir un destello de alegría: el apetito y la voracidad del héroe son, sin duda, proporcionales a su valor en la lucha.  El ritual del banquete finalizará con el descanso del guerrero y una velada nota de sensualidad: "Li quons Willame est del manger levé,/ Prest fu li liz, s’i est culcher alé./ Guiburc la franche l’i tastunad suef" (vs. 1484-1486)[20]. Asociada no sólo con la abundancia sino también con la alegría, la fuerza y el amor, Guibourc parece constituirse en verdadera deidad tutelar.
   El regreso de Guillermo, tras un nuevo desastre, vuelve a instalarla en un primer plano.  Dueña de su fuerza y su palabra, Guibourc no teme impedir la entrada de su esposo al castillo de Orange: derrotado, perseguido por un ejército sarraceno, el conde no es reconocido por su esposa cuyo discurso construye el héroe ideal, cuyos rasgos Guillermo parece haber perdido definitivamente:

Si vus fuissez Willame al curb niés,
Od vus venissent set mile homes armez,
Des Frans de France, des baruns naturels;
Tut entur vus chantassent ces juglers,
Rotes e harpes i oïst hom soner
  (vs. 2244-2249)

Se vus fuissez Willame al curb niés,
Ja fust escuse saite crestiëntez,
E cele preie qu’ il meinent cels lechers  
(vs. 2267-2270)[21] 

   Deberá, entonces, someterse a una serie de pruebas que le impone Guibourc, ante las cuales sólo atina a responder con el desconcierto y la estupefacción: "A, dist le cunte,unc mais n’oï tel!" (v. 2271)[22]. Pero no ha  sorteado aún  el obstáculo más duro. Implacable, bajo la forma de un estremecedor ubi sunt, la voz de Guibourc habrá de interrogarlo sobre cada uno de los muertos del linaje heroico, definitivamente asumido por ella, convertida así en custodio de la memoria de la estirpe guerrera.  Súbitamente, sin solución de continuidad y tras el lúgubre  "eus, dist la dame, quel duel e quel pecché!/ Si cum tu diz, ne repeire un pé"[23] que cierra la lista de los caballeros muertos, un sorpresivo "Leve tes mains, sire, si alez manger"[24],vuelve a instalar al receptor en el ámbito de la domesticidad y el amparo. Alentado por Guibourc a participar de un convite preparado para cuatro mil caballeros, no presentes en la sala, Guillermo, transido de pena y sentado ahora ante la más baja de todas las mesas, evoca, a través de las señales de la ausencia, un mundo de alegría y grandeza apenas insinuado en los pasajes anteriores. Semejante a un signo vaciado de contenido, la inmensa sala desierta ha perdido los ecos de la algarabía de antaño, en tanto que las altas mesas de ceremonia, cubiertas por manteles de lino y llenas de escudillas rebosantes, importan únicamente por el contraste que establecen con la absoluta soledad que las rodea.  Guibourc ya no reina sobre el espacio del banquete: el comer y el beber han sido privados de sentido por el espacio de la ausencia.
   En un momento en que el dolor parece paralizar la acción  y en que Guillermo, en su ápice  anticlimático vacila entre huir hacia tierras remotas o refugiarse en el desierto convertido en ermitaño, el discurso de Guibourc se alza enérgico e imprime un nuevo rumbo al relato. Fiel al código heroico, Guibourc no admite renunciar a la vida activa: el retiro religioso sólo cabe cuando el héroe haya cumplido su misión en este mundo. Dócil ante los consejos de su esposa,  Guillermo deberá, pues, volver a cabalgar y dirigirse a Laon para pedir auxilio al rey Luis.  El parlamento de Guibourc no deja un solo resquicio para la vacilación: el héroe sólo puede aceptar explícitamente la sabiduría tantas veces demostrada por su mujer e inclinarse ante ella:  "E dit Willame:’Jol ferai mult iree, / Mais tun conseil en dei jo creer ben:/ En plusurs lius m’ad eu mult grant mester" (vs. 2432-2434)[25]. No obstante, Guillermo vuelve a dudar: "Qui me defenderat le terrail e les murs?"[26].  La respuesta, sorprendente, no tarda en llegar:

-Sire, dist ele, Jhesu e ses vertuz,
E set cenz dames que ai ça enz e plus.
 As dos avront les blancs halbercs vestuz,
E en lur chefz les verz healmes aguz
Si esterrunt as batailles la sus,
Lancerunt lances, peres e pels a aguz 
(vs. 2444-2449)[27]

   El cuerpo de los caballeros muertos es sustituido por el de las damas que hacen suyos los atributos del guerrero.  El castillo de Guillermo deja de ser centro social o familiar para convertirse en espacio de defensa a cargo de mujeres[28].
   ¿Qué pensar de Guibourc? ¿Cómo catalogar esta mujer cuyo papel supera de lejos el de la esposa leal y sumisa y cuyas virtudes la colocan a la misma altura de perfección que el héroe cuya vida comparte?  A diferencia de la doncella guerrera -que debe negar su sexo para poder actuar desde el  espacio masculino dentro del cual compite-, Guibourc, sin rechazar su femineidad,  asume una serie de funciones que, aun no siendo excluyentes, la sitúan de lleno dentro del ámbito varonil: recluta ejércitos -tarea que si bien no fue totalmente ajena a las mujeres, estuvo circunscripta a las atribuciones de las viudas-, casa a sus doncellas -circunstancia  por lo general reservada al señor feudal-, organiza un batallón de mujeres para la defensa del castillo, deposita en manos de su hermano Rainouard una espada -signo del poder de Dios sobre la tierra-, no teme denostar al rey cuando este no acude en persona a prestar ayuda a Guillermo y, por otra parte, segura de la eficacia de su palabra,  se erige como permanente fuente de consejo para el héroe,  papel habitualmente cumplido en la épica por un hombre, el deuteragonista.  Guibourc es, sin duda, la voz sin la cual  Guillermo no accedería a la acción que habrá de construirlo como héroe,  ella es quien llena los resquicios que parecen impedirle constituirse plenamente como tal, la que logra, en última instancia, que el receptor medieval pueda hacer coincidir  su horizonte de expectativas con la figura  heroica. No es frecuente hallar, en la épica francesa, figuras femeninas que reúnan estas características, que no teman transgredir, en ocasiones pero siempre, por cierto, dentro del ámbito doméstico, el pasaje de la res familiaris a la res publica.  ¿Es posible atribuir a la otredad de Guibourc -autorizada tal vez por un pasado sarraceno- la posesión de rasgos que sus congéneres de sangre cristiana no alcanzan a reunir?  De hecho, la respuesta está contenida en el texto mismo:

Il n’i out tele femme en la crestienté
Pur sun seignur servir e honorer
Ne pur eshalcer sainte crestienté,
Ne pur lei maintenir e garder 
(vs. 1487-1490)[29]         

   Heroína épica ideal, producto de un momento en que las mujeres de la nobleza habían alcanzado una relevancia desconocida hasta entonces, no transgrede, sin embargo, los  límites del estricto marco feudal en el cual está inscripta; en última instancia, todas sus acciones se cumplen  para mayor gloria de su esposo.

Notas

[1] A. J. FRANTZEN,  "When Women Aren’t Enough", en Nancy F. PARTNER (ed.), Studying Medieval Women, Cambridge, Medieval Academy of America, 1993, pp.  143-169.         [ Links ]

[2]  Ante la imposibilidad de una enumeración exhaustiva, me limito a los siguientes títulos:  Rosemarie Thee MOREWEDGE (ed.), The Role of Women in the Middle Ages, Albany, State University of New York Press, 1975; Derek BREWER (ed.), The Fourth Estate: a History of Women in the Middle Ages, London, Methuen, 1978; Margaret W. LABARGE, La mujer en la Edad Media, Madrid,  Nerea, 1988;  Edith ENNEN (ed.), The Medieval Woman, Oxford, Blackwell, 1989; Georges DUBY y Michelle PERROT (dirs.), Histoire des femmes en Occident.  2, Le Moyen Age, París, Plon, 1990; Michel ROUCHE y Jean HEUCLIN (eds.), La femme au Moyen Âge, París,  Maubeuge, 1990;  Alcuin BLAMIRES, The Case for Women in Medieval Culture, Nueva York, Oxford University Press, 1998; Eukene LAKARRA LANZ, "Sobre la evolución del discurso del género y del cuerpo en los estudios medievales (1985-1987)", Actes del VII Congrés de l’Associació Hispànica de Literatura Medieval (Castelló de la Plana, 22-26 de setembre de 1997), Barcelona, Universitat Jaume I, 1999, vol. I,  pp. 61-99.         [ Links ]         [ Links ]         [ Links ]         [ Links ]         [ Links ]         [ Links ]         [ Links ]         [ Links ]

[3] Alan DEYERMOND, "La sexualidad en la épica medieval española", Nueva Revista de Filología Hispánica, XXXVI, 2  (1988),  767-786.        [ Links ]

[4] Cf. Jeanne WATHELET-WILLEM, Recherches sur la Chanson de Guillaume. Études accompagnées d’une édition, París, Les Belles Lettres, 1975  (Bibliothèque de la Faculté de Philosophie et Lettres de Liège, fascicule CCX), 2 vols., vol. 1, pp. 547-549 y 664-667.        [ Links ]

[5]  Los estudios sobre el papel de la mujer en la épica francesa son  más escasos que los consagrados al que cumple en el roman.  Entre los más recientes, pueden citarse: Kimberlee Anne CAMPBELL, "Fighting Back: a survey of patterns of female aggressiveness in the Old French chansons de geste", en Philip E. BENNET, Anne E. COBBY y Graham A. RUNNALLS  (eds.), Charlemagne in the North.  Proceedings of the Twelfth International Conference of the Société Rencesvals.  Edinburgh 4th to 11th August 1991, Edimburgo, Société Rencesvals, 1993,  pp. 241-252; Sarah KAY, "La représentation de la féminité dans les chansons de geste", ibidem, pp. 223-240; Hans-Erich KELLER, "La belle Sarrasine dans Fierabras et ses dérivés", ibidem, pp. 299-307; William W. KIBLER, "Les personages féminins dans la geste de Nanteuil", ibidem, pp. 309-317;  Jean-Claude VALLECALLE, "Rupture et intégration: l’héroïne révoltée dans les chansons de geste", ibidem,  pp. 449-461; Charles A. KNUDSON, "Le thème de la princesse Sarrasine dans La Prise d’Orange", Romance Philology, XXII, 4 (1969), 449-462; Lynn TARTE RAMEY, "Role Models?  Sarracen Women in French Epic", Romance Notes, XLI, 2 (2001), 131-141.        [ Links ]         [ Links ]         [ Links ]

[6]  El Cantar se conserva en un único manuscrito del siglo XIII descubierto en 1903: el Additional 38663 del Museo Británico.

[7] El trovador catalán Guerau de Cabrera alude, en su Ensenhamen au Jongleur,composición anterior a 1165,  a Rainouart, uno de los personajes del Cantar y a su famosa maza;  por otra parte, Arnaut Daniel, cuya producción se sitúa entre 1180 y 1187, hace asimismo referencia al episodio del "hambre del sobrino de Guillermo", como si se tratara de una circunstancia muy conocida por el público.  Cf. WATHELET-WILLEM,  op. cit., pp. 653-654.

[8] Todas las citas provienen de François SUARD (ed.), La Chanson de Guillaume, París, Garnier, 1999.   "El valiente Guillermo ha regresado de vísperas.  Está junto a una ventana, en una cámara alta del castillo y Guiburc está a su derecha (...) Juntos [el agregado es nuestro] Guiburc y Guillermo bajan las escaleras...", p. 106. Las traducciones provienen de Cantar de Guillermo, trad. Joaquín Rubio, Madrid, Gredos, 1997.

[9] "Hermana, dulce amiga, dice Guillermo el de la nariz corva, feliz fue la hora en que te tomé como compañera...", p. 106.  Una traducción de a per más exacta y congruente con la idea que queremos expresar, sería la de "como  par".  Diversos pensadores del siglo XIII, en especial Gilberto de Tournai en sus sermones Ad conjugatas, insisten en los conceptos de igualdad y reciprocidad que deben regir las relaciones entre esposos.

[10] "pero mejor aún fue aquélla en que te hiciste cristiana!", p. 106.

[11] Se trata de La Prise d’Orange, Fierabras, Les Enfances Guillaume, Les Enfances Ogier, Mainet, Floovant, La Mort Aimeri, Aspremont, Renier de Genes, La Prise de Barbastre, Les Saisnes, Huon de Bordeaux, Anseïs de Carthage, La Chevalerie Ogier, Foucon de Candie, Beuve de Hantone, Elie de Saint Gilles.  Cf. KNUDSON, op. cit , p. 449.

[12] Bajo el nombre de Orable, Guiburc aparece en su condición de princesa sarracena en diversos cantares del Ciclo de Guillermo: en La Prise d’Orange, como reina, esposa del rey Tiébaut. La dama, al ayudar a a los cristianos, traiciona a los suyos y acepta luego ser esposa de Guillermo.  En Aliscans, Faucon de Candie y Le Moniage Guillaume II, su retrato aparece teñido por rasgos sombríos: aparentemente con su consentimiento, Guillermo asesina  a dos hijos de Orable y Tiébaut.  Andrea da Barberino se refiere a un relato según el cual, luego de su casamiento con Guillermo, Orable/Guiburc habría arrojado a uno de sus pequeños hijos desde lo alto de una ventana. Cf. KNUDSON, op. cit.

[13] Robert FOSSIER, "La femme dans les sociétés occidentales", Cahiers de Civilisation Médiévale, LXXVIII (1978), 93-104.        [ Links ]

[14] "Responde Guiburc: ‘De nada sirve hablar.  Socórrelo, señor, auxíliale, no hagas preguntas.  Si lo pierdes allí, no tendrás otro amigo sino Dios’", p. 108.

[15] Cf. SUARD, op. cit., p. LI.

[16] "Pero si no me lo devuelves, no volverás a yacer entre mis brazos", p. 109.

[17] "Llamó a sus mensajeros , convocó a sus hombres hasta que reunió a treinta mil, de los cuales quince mil estaban preparados para librar una batalla campal", p. 115.

[18] "La noble mujer le tendió sus brazos y él depositó encima al vasallo muerto.  El cuerpo pesaba y le fallaron los brazos -era una mujer y débil tenía la carne-",  p. 118.

[19] "Prefiero que mueras en Larchamp del mar  a que deshonres tu linaje", p. 89.

[20] "El conde Guillermo se levanta de la mesa. Su cama está preparada y va a acostarse. La noble Guiburc lo acaricia con ternura", p. 124.

[21] "Si fuérais Guillermo, el de la nariz corva, vendrían con vos siete mil hombres armados, francos de Francia, nobles de nacimiento.  Cantarían juglares alrededor de vos y se escucharía el sonido de arpas y rotas", p. 151; "Si fueráis Guillermo, el de la nariz corva, ya habría sido liberada la santa cristiandad y recuperado el botín que llevan esos bandidos", p. 152.

[22]  "¡Ah!,  dice el conde, jamás escuché palabras tales", p. 152.

[23]  "¡Dios! Dice la dama, ¡qué dolor, qué desgracia! si, como tú dices, ninguno de ellos ha regresado", p. 155.

[24]  "Lávate las manos, señor, y  ven a comer", p. 155.

[25] "Guillermo responde: ‘Lo haré muy a disgusto, pero debo tener por bueno tu consejo pues en muchas ocasiones me ha sido muy útil’", p. 157.

[26] "¿Quién me defenderá el foso y los muros?", p. 158.

[27] "Señor, responde ella, Jesús y su poder y más de setecientas damas que están aquí conmigo vestirán  su cuerpo con blancas lorigas y en sus cabezas agudos yelmos verdes. Estarán arriba, en las almenas, arrojarán lanzas, piedras  y afilados palos",  p. 158.

[28] En la épica, por lo general, las mujeres que luchan en un contexto militar pertenecen al mundo de la otredad, al mundo sarraceno, y sus descripciones las asimilan más al ámbito de la animalidad que al de los humanos.  En otros casos, como por ejemplo en Tristan de Nanteuil, se disimulan tras el disfraz de guerreros sarracenos; en otros textos asumen una identidad masculina o luchan con armas no convencionales. La historia registra el caso de reinas o mujeres de la alta nobleza que participaron en acciones militares. Muy anteriores a Juana de Arco, podemos citar a  Emma, hija de Roberto I y esposa del rey Raúl, muerto en 936 (cf. WERNER, en ROUCHE y HEUCLIN (eds.), op. cit., pp. 365-377),  Eleonora de Aquitania, Blanca de Castilla, Matilda, condesa de Toscana y tantas otras que no temieron enfrentar a sus enemigos encabezando ejércitos.  Para más ejemplos, cf. CAMPBELL, op.cit.

[29] "No hubo ninguna mujer en toda la cristiandad que sirviera y honrara igual a su esposo, ni en exaltar la santa cristiandad ni en observar y defender la ley",  p. 124.

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