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Temas medievales

versión impresa ISSN 0327-5094versión On-line ISSN 1850-2628

Temas Mediev. v.12 n.1 Buenos Aires ene./dic. 2004

 

EJE TEMÁTICO: La mujer en la Edad Media

Las enseñanzas de Ana de Francia, Duquesa de Borbón [1]

Raquel Homet 1

1 DIMED-CONICET

Resumen: Poco antes de la boda de Susana de Borbón con Carlos de Borbón-Montpensier, en 1505, Ana de Francia, madre de la joven, entregó a ésta un pequeño volumen conteniendo enseñanzas destinadas a permitir que la joven princesa se desempeñase con la dignidad propia de una descendiente de san Luis.  En este artículo son examinadas las cuestiones externas vinculadas a la obra: las circunstancias de su composición, su estructura y las fuentes que expresas o tácitamente la inspiraron.  En segundo término se estudia el contenido, analizando las enseñanzas en torno a dos grandes campos: el religioso-espiritual y la esfera cortesana, por la que desfilan todas las posibles situaciones en la vida de una dama, como joven sin casar, como señora de su corte y como viuda.  Finalmente, se trata el alcance que da la autora a dos términos que destacan en su léxico: folie y sagesse.  El estudio contribuye a conocer un modelo educativo que valoriza la función femenina y que muestra simultáneamente la compatibilización de las sutilezas de la vida cortesana con la subordinación a los más elevados valores espirituales. 

Palabras clave: literatura didáctica - cortesía - nobleza - dama - religiosidad

Summary: Shortly before the wedding in 1505 of Susan of Bourbon to Charles de Bourbon-Montpensier, the bride´s mother, Anne of France, gave her daughter a small book containing instructions for the young princess which would enable her to conduct herself with the dignity expected from a descendant of St. Louis. The article analizes the external questions pertaining to the book, such as the circumstances of its composition, its structure and the tacit or explicit sources which inspired it. Next the author sudies the contents of the book which revolve around two main fields, the religious and spiritual one and life at court with all its implicitly possible situations for a lady, while young and unmarried, as mistress of her court and as a widow. Ultimatelyan analysis is attempted with regards to the meaning assigned to folie and sagesse, two terms found repeatedly in the text. The analysis allows us to get in touch with an educational model which values the female function while at the same time devoting due space to the subtleties of court life as well as to the highest spiritual values.

Key Words: didactic literature - courtesy - nobility - lady - religiousness

Résumé: Peu avant les noces de Suzanne de Bourbon avec Charles de Bourbon-Montpensier, en 1505, Anne de France, mère de la jeune fille,remità celle-ci un petit volume contenantdes enseignements qui devaient la guider pour agir avec la dignité propre d’une descendante de saint Louis.Dans cet article, l’auteur examine les questions externes relatives à la composition de l’oeuvre: circonstances qui déterminèrent sa composition, structure, sources qui l’ont inspirée, de manière tacite ou déclarée.En deuxième lieu, on étudie le contenu en analysant les enseignements en fonction de deux grands sujets:le religieux-spirituel et la sphère de la cour, par où défilenttoutes les situations possibles de la vie d´une dame, en tant que jeune fille, dame dans sa cour, veuve.Finalement, on analyse la portée de deux mots fréquemment employés par l’auteur: folie et sagesse.L’article contribue à la connaissance d’un modèle d’éducation qui met en valeur la fonction de la femmeet qui montre à la fois la possibilité de mettre en harmonie les subtilités de la vie de cour et la subordination aux valeurs spirituelles les plus élevées.

Monts-Clé: littérature didactique - courtoisie - noblesse - dame - religiosité

   La literatura destinada a la formación de príncipes fue ampliamente cultivada a lo largo de la Edad Media y, desde la Via Regia de Smaragde de Saint-Mihiel y De Institutione regia de Jonás de Orléans, fueron numerosos los tratados que los más doctos clérigos escribieron, las más de las veces a pedido de los reyes para la educación de sus hijos herederos al trono y, en otras ocasiones por propia iniciativa, para fijar las normas que habían de regir la conducta de los gobernantes, en el género conocido como "espejo de príncipes". 
   A pesar de que las jóvenes princesas recibían, por lo general, una educación que les permitiese desempeñar con éxito la función rectora a la que por su nacimiento estaban destinadas y que, a menudo, incluía atender asuntos de gobierno en ausencia de sus maridos o colaborando con ellos -cual fue el caso, entre los más renombrados, de Leonor de Aquitania y de Blanca de Castilla-, la formación de esas mismas jóvenes sólo fue encarada tangencialmente, como parte de la literatura destinada a los príncipes o, de manera indirecta, en cuentos y relatos. En este sentido, san Luis constituye una excepción pues, además de las páginas dedicadas a su hijo, escribió algunas de sabios y mesurados consejos para su hija Margarita, reina de Navarra. 
   A partir del siglo XIII se va constituyendo una literatura moralizante dirigida al sexo femenino, entre la que se pueden recordar varias obras de franciscanos como el Miroir des bonnes femmes, anónimo, concebido como colección de exempla de comportamientos ora encomiables, ora reprochables, atribuidos a damas de la Antigüedad, a santas, a personajes históricos o legendarios. Fue éste uno de los libros que inspiró, en las postrimerías del siglo siguiente, al del caballero de La Tour-Landry. Pero ninguna de estas obras estuvo específicamente destinada a las princesas aunque formaron parte de las bibliotecas frecuentadas por damas de alto rango. Lo mismo ocurrió, en una temática fundamentalmente espiritual y ascética, con el Speculum dominarum de Durand de Champagne, compuesto por el confesor de la reina Juana de Navarra, esposa de Felipe el Hermoso, y a ella dedicado. 
   A esta producción literaria, destinada a la formación moral de las damas, deben sumarse los tratados de cortesía como el de André le Chapelain, las novelas, las obras de espiritualidad... No faltaron, pues,  ni consejos ni modelos, pero estuvo ausente la formulación orgánica de aquello que debía saber y hacer una princesa para desenvolverse con habilidad, prudencia y tacto en las lides cortesanas. El caballero de La Tour-Landry, a falta de ejemplo más próximo, cita a Isabel de Bosnia, esposa de Luis de Hungría  "qui bel et doulcement sçavoit chastier ses filles et les endoctriner, comme contenu est en son livre"[2]
   Lo antedicho permite apreciar el carácter  excepcional del pequeño libro que Ana de Francia, duquesa de Borbón, dedicó a su hija Susana en ocasión de la inminente boda de ésta con Carlos de Borbón-Montpensier, primo de la joven, celebrada en mayo de 1505. Excepcional por varios motivos: el de haber sido redactado por una mujer pensando en otra, de madre a hija,  por la experiencia política y cortesana que aquilata la figura de la autora, por su contenido orgánico y práctico, abarcando todos los posibles estados, circunstancias y situaciones de la vida secular de la dama y, no en menor grado, porque el volumen que lo contiene encierra, además de este texto, una predicción referida a los nuevos esposos. Estas características son las que me movieron al estudio de este singular tratado.

 1. El libro y las circunstancias de su composición

   El libro conocido como Les enseignements... comienza con las hermosas palabras "La parfaicte amour naturelle que j’ay à vous, ma fille..." e integra un pequeño volumen compuesto, según el antiguo archivista del departamento de Allier, A.-M. Chazaud, entre octubre de 1503 y mayo de 1505, hitos que parecen aceptables pues corresponden al lapso entre la muerte del duque Pedro II de Borbón -esposo de Ana de Francia- y el matrimonio de su hija[3].  De acuerdo con los estudios contemporáneos, la jovencita lo había recibido unos tres meses antes de su boda[4].
   La autora de "La parfaite amour...", Ana de Francia, nacida en 1461, fue la primogénita de Luis XI y de Carlota de Saboya, casada en 1473 con Pedro de Beaujeu, tercero de los hijos del duque Carlos I de Borbón y de Inés de Borgoña.   Si bien es cierto que éste poseía más linaje que recursos, fue estrecho colaborador de su suegro y, tras la muerte del rey,  la pareja dirigió el gobierno durante la minoridad de Carlos VIII.   Pedro heredó, asimismo, el Borbonesado al morir el duque Juan II sin heredero legítimo y tras haber forzado a declinar la dignidad al segundo de los hermanos, el cardenal Carlos, arzobispo de Lyon. 
   Los estados borboneses, recaídos sobre las conspicuas testas de Pedro y de Ana, estaban constituidos por una yuxtaposición de territorios y de derechos que abarcaban, además del ducado propiamente dicho en el centro del reino, con capital en Moulins, el de Auvernia, el condado de Clermont-en-Beauvaisis, el Beaujolais y diversos derechos agregados en momentos sucesivos[5].  Ana y Pedro no sólo se habían asegurado de que el ducado llegase a ellos sino de rodearse de una sólida clientela de fidelidades y de acrecentar sus recursos[6].  Tras el dramático fin de Carlos el Temerario y el sometimiento de Bretaña, el Borbonesado, que había sido el menos rico de los apanages regios de los siglos bajomedievales, se había convertido en el único gran señorío sobreviviente. 
   En 1491, poco después de estos sucesos, nacía Susana de Borbón, única y tardía hija del matrimonio. Criatura de salud frágil, de físico menguado, se convirtió en la única heredera de los Estados más poderosos del reino, situación que sus padres se apresuraron a revalidar con sucesivos diplomas regios. Cuando el 10 de octubre de 1503 murió el duque Pedro, la pequeña Susana estaba prometida en matrimonio desde el 21 de marzo de 1501 a Carlos d’Alençon, heredero de la casa de Valois, pero su madre no demoró en dejar claro que el compromiso no se mantendría. Negociadora experimentada, preparó una nueva alianza entre Susana y su primo el conde Carlos de Borbón-Montpensier, heredero de esa rama familiar que se atribuía derechos sobre el ducado y a quien los duques de Borbón educaban en su corte. En 1504, conseguida la aprobación de Luis XII, se celebró el compromiso y, al año siguiente, la boda.
   En ocasión de estos últimos acontecimientos tuvo lugar, como quedó dicho, la entrega del pequeño volumen que contenía, a continuación de las enseñanzas maternas, el  "Extraict d’une Epistre consolatoire transmise a une dame nommée Katerine de Neufville, dame de Frène, sur la mort et trespas de son premier et seul filz...", acompañada de una serie de ilustraciones.
   Susana de Borbón se mostró siempre como hija dócil y valoró la importancia de los consejos maternos, ordenando la reproducción de los mismos, según indica la portada de la edición lyonesa realizada seguramente antes del 28 de abril de 1521, fecha en que, aún no cumplidos los treinta años, se extinguía la vida de la joven duquesa.

2. Estructura general de las Enseñanzas

   El volumen que contiene las "enseñanzas" se abre con una ilustración a toda página que representa, en primer plano, a las dos damas, Ana de Borbón y su hija Susana, sentadas cada una en un sillón de alto respaldo y con un libro abierto sobre sus respectivos regazos. Los dedos de las damas reposan suavemente sobre las páginas, marcando líneas y entrelíneas del manuscrito. Al fondo, subrayando el espacio femenino, en posición central, nuclear -y en lo que parece el vano de una puerta- hay tres damas hincadas, cuyas figuras permiten vislumbrar, detrás de ellas, otras varias cabezas.  La dama del medio lleva, como Ana, una cruz sobre el pecho.  Se trata, en suma, de un espacio cerrado, iniciático, femenino y transmitido de madre a hija con la mediación del libro, con una intensa carga de orden religioso.
   Las enseñanzas de Ana de Francia están organizadas en treinta y un capítulos -ninguno de ellos con título- y de los cuales sólo el primero tiene la inicial de la primera palabra -"L"- decorada, sin que el libro conste de ningún título escrito, ausencia que nada tiene de inquietante habida cuenta de las costumbres imperantes en materia bibliográfica.
   La extensión de los capítulos oscila entre una y cuatro o cinco páginas, excepto cuatro más extensos: el XII, el XIV y el XVII, que tienen entre seis páginas y media a siete, y el XXIV que, con diez páginas y media, es el más largo de todos[7].
   La estructura general es ternaria, con:

1) El prólogo (Capítulo I); 2) el desarrollo (Capítulos II-XXX); 3) la conclusión (Capítulo XXXI). 
El desarrollo tiene una organización circular quíntuple, repartida en torno a cuatro temas principales, a saber:
2) Consideraciones de carácter ético-religioso (Cap. I-V);
3) Comportamiento aconsejado a su hija si hubiere de permanecer en la corte de otra dama (Cap. VI-XII);
4) Comportamiento recomendado como esposa, madre y señora de su propio hôtel o corte (Cap. XIII-XXVI);
5) Cómo conducirse en caso de enviudar (Cap. XXVII).
6) Nueva serie de consideraciones de orden ético-religioso (Cap. XXVIII-XXX).

   Esta somera descripción traduce los dos rasgos básicos de las enseñanzas: la subordinación de la conducta a la moral religiosa y la consideración de todas las posibles situaciones en que pudiere llegar a encontrarse Susana, organizando el contenido de acuerdo con éstas: que dependiese de otra dama si su madre llegare a faltarle antes de casarla; estar casada, establecida en su propia corte y con hijos -situación que la joven llegó a vivir de manera efímera- o, en fin, la viudez.  Se trata, pues, de una obra concebida como eminentemente práctica y para la hija aún muy joven pero con un destino cierto: el matrimonio, no la Iglesia.  Estos rasgos llevan también a suponer que Ana debió haber tenido, desde mucho tiempo atrás, no sólo en mente sino muy posiblemente en notas este pequeño manual, tal vez en formas de consejos para su hija para la eventualidad de que la muerte la sorprendiese sin que la muchacha hubiese llegado al matrimonio.
   La preocupación por transmitir la experiencia vital materna dota a los consejos de vivacidad y, simultáneamente, les otorga vigencia para toda dama que debiera desenvolverse en un círculo cortesano, lo cual explica uno de los motivos de su edición individual.
   Una de las características del libro es la reiteración de muchas de las recomendaciones y consejos, tanto de orden ético-religioso como de comportamiento cortesano o de gestualidad.  Ello se debe a que el discurso sigue el plan de las sucesivas instancias que podían esperarse en la vida de la joven, donde las situaciones posibles suelen tener gran similitud; esto no implica, empero, desmedro de la agilidad, ya que la autora varía los ejemplos que da.
   El segundo rasgo general que debe registrarse es la frecuente cita de autoridades que, por su importancia, merecen un apartado especial.

3. Las fuentes

   Distinguiremos, por una parte, las autoridades expresamente citadas y, por la otra, las que sirvieron de inspiración o de las que se tomaron ideas perceptibles aunque no se las mencione.  Respecto de las primeras, ofrecen la peculiaridad de una distribución desigual concentrada en los diecinueve primeros capítulos, con cincuenta y nueve citas frente a sólo siete en los doce capítulos restantes.  Las autoridades citadas pueden ser agrupadas en cinco clases, a saber: las religiosas, las clásicas, los dichos, proverbios y fuentes sapienciales, las doctas y, última pero no menos importante, la experiencia de la propia autora.  Esta fue expresada, por lo general, a través del relato de situaciones oídas o vividas, notándose una proporción ligeramente superior del primer grupo sobre el segundo, sin olvidar que en ello puede haber mucho de convención literaria.
   Las fuentes religiosas que se mencionan son la Biblia y algunos santos. 

1) Las citas bíblicas, pese a ser numerosas, sólo en una ocasión remiten directamente al texto sagrado: "Et aussi Dieu le dit en son évangille, que quiconque se humiliera sera eslevé et exalté" (XVII, p. 53), palabras que se corresponden con las enseñanzas de los tres primeros evangelistas, Mateo 184, Marcos 935 y Lucas 948 y con las del Antiguo Testamento[8].
2) Los santos mencionados son seis: Pablo, Crisóstomo, Ambrosio, Agustín, Tomás y Bernardo, todos representados en la biblioteca del castillo ducal de Moulins y frecuentemente evocados en la literatura epistolar.  A ellos se agregan dos cuya lectura recomienda: Pedro de Luxemburgo y  "le livret du preudhomme de sainct Lis"[9].

   Las citas de san Pablo y de san Juan Crisóstomo -a quien también llama por el apodo "boca de oro"- son las más numerosas, tres para cada uno, seguidas por dos de san Bernardo y otras tantas de san Ambrosio, quedando Agustín y Tomás con una única mención.  Los textos invocados versan sobre teología y ética, abarcando los siguientes temas:

a) Los atributos divinos, concretamente la omnipotencia: "...comme dict Sainct Pol, les assaulx et esguillons de ce monde sont fors à passer, sinon que ce soit par l’aide de Dieu, auquel rien n’est impossible" (XXX, pp. 131-132)[10].
b) El alma, que opone al cuerpo corrompible y que "...comme dit sainct Thomas, est crée à l’ymage et semblance de Dieu"(III, p. 5)[11].
c) La fe, vinculada con la moral: "...Sainct Pol dit que telz gens [les folz adulateurs, qui [...] flattent et blandissent à tout propos [...] ] dényent la foy, et sont beaucoup pires que infidèles, et ne purroient, selon la raisonnable loy, souffrir en porter trop grant pugnition" (VII, p. 19).
d) La salvación del alma y el pecado: "... pour plus chastement vivre, et vous mieulx garder de pécher, aiez, comme dict sainct Augustin, en mémoire tousjours, que, sans avoir de seureté une seulle heure, il fault que ce meschant corps meure, qu’il pourrisse, et soit mangé de vers, et que sa povre ame désolée incontinant reçoive le guerdon de la desserte de sa vie" (II, pp. 2-3)[12].

   Asimismo, para salvar el alma: "...devrions mieulx aymer, comme dict sainct Ambroise, mourir de mille mors, si possible estoit, que, de nostre franche liberté, l’abandonner une fois à pecher" (III, p. 5)[13].
   Además de las oposiciones cuerpo-alma, materia-espíritu, recurre al temor al día del Juicio para alejar del pecado: "...Et vous souviengne de sainct Bernard, qui dit que à toute heure, où qu’il fust, y luy sembloit qu’il oyoit ce terrible son [du jugement général]" (II, pp. 3-4)[14].
   Esta meditación para la salvación del alma es un ejercicio espiritual que había sido puesto en boca del abad de Bonnevalle al dirigirse a Enrique II de Inglaterra, según el diálogo concebido por Pierre de Blois.  Se trata del pasaje donde el abad muestra al rey, a quien ha exhortado a deponer su cólera contra sus hijos sublevados, el camino de la penitencia, que consiste en: 1) Rememorar "el origen inmundo y vil del hombre", la brevedad de la vida del hombre, los dolores, penas y peligros a los cuales está expuesto, su "fin horrible"; 2) pensar en el Juicio y en los tormentos del infierno y 3) implorar con plegarias la ayuda de Dios[15]. Una secuencia meditativa análoga se encuentra en el Rosier des Guerres de Luis XI, que seguramente Ana tuvo oportunidad de conocer[16].
   Ana alerta contra el peligro del amor mundano: "...Car, comme dit Sainct Pol, de toutes les temptacions et subtilles décepcions qui soient au monde, c’est une des pires, et dont on voit advenir grans maulx..." (XII, pp. 31-32)[17].
   En la exaltación de virtudes y execración de vicios se recurre nuevamente a Juan Crisóstomo: "Sainct Jehan bouche d’or dit que [estre humble, doulce, et courtoise] ce sont les principalles vertus que femmes de bien doivent avoir, et au fait contraire, dit de ce maulvaix et dampnable vice d’orgueil, qu’il est entre les autres, le plus déplaisant à Dieu et au monde, et dont ‘a présent viennent grans envyes et maulx" (XVII, p. 54).
   Y, a propósito del pecado de envidia: "...ainsi que dit Sainct Jehan bouche d’or, telles femmes doivent estre mises au nombre de ceulx qui par envye trahirent et crucifièrent Jhésus... " (XXIII, pp. 85-86).
   Contra la mentira y los mentirosos: "...comme dit Sainct Ambroise, quoy qu’il tarde, à la parfin telz gens ne sont aymez de Dieu ne du monde, quelque semblant que on leur fasse" (V, p. 13).
   e) El tema de la gracia del conocimiento perfecto es reiterado en dos citas muy parecidas, de san Bernardo la una y de san Juan Crisóstomo la otra: "Mais bien heureux sont ceulx, dict saint Bernard, à qui Dieu donne la grâce de, avant leur mort, en avoir vraye et parfaicte congnoissance!" (III, p. 6)[18]; "Sainct Jehan Crisostome dit que bien heureux sont ceulx à qui Dieu donne la grace de bien mectre à effect ceste vraye congnoissance..." (XVIIII, p. 63).
   Finalmente Boecio, a quien incluimos en este grupo aunque su pensamiento fue profundamente modelado por la filosofía antigua y puede considerárselo en el límite entre este apartado y el de los autores clásicos.  Sus citas versan, una de ellas  sobre la perfección de la justicia divina (VIII, p. 20)[19]; de las dos restantes, más extensas, la una trata sobre la futilidad de la vida terrena:

Car, comme dit le bon philosophe Boèce, ceste vie transitoire est fort briefve au pris de celle qui sans fin durera.  Et dit de rechef que ce monde n’est rien, fors toutes déceptions, vanitez, et temptations, et que bien bestes sont ceulx et celles qui, en rien qui y soit, y cuident trouver félicité parfaicte.  Car, comme il dit de rechef, il n’y a si puissant, si noble, ne si franc, qui n’y soit souffreteux, foible, et subgect.  Et dit encores, que ceulx ou celles qui y cuident estre les plus saiges, et qui mieulx le pensent congnoistre, y sont souvent les plus folz, et qui s’i abusent et dévoyent plus.  Et dit de rechef que, par folle espérance d’y longuement vivre, ou la trop grande fiance sur la grâce divine, que le diable nous donne, y sommes tous aveuglez des cueurs, et sours d’entendemens de faictz et de couraiges, ce qui se monstre en plusieurs lieux si plainement qu’il est comme tout notoire (III, pp. 6-7).

   La postrera cita de Boecio (XVIIII, pp. 74-75) se relaciona con la fortuna y con el por qué de la existencia del mal, tema desarrollado por el filósofo en el libro IV de La Consolación, de la cual había dos ejemplares en la biblioteca, uno de ellos comentado por santo Tomás[20].
   Los grecolatinos paganos son Sócrates (V, p. 12 y IX, p. 23), Aristóteles -el filósofo- (IIII, p. 10; XI, p. 28 y XXIIII, p. 93), Catón (XVIIII, p. 67) y Ovidio (XVIIII, p. 67),  citados todos como autoridades en materia ética. Catón y Sócrates serían tomados de repertorios, los otros dos estaban generosamente representados en la biblioteca moulinense[21].
   El tercer grupo de citas consta de varios refranes: "dient les saiges que on doit avoir yeulx pour toutes choses regarder, et rien veoir, oreilles pour tout ouyr et rien sçavoir, langue pour respondre à chascun, sans dire mot qui à nully puisse estre en rien préjudiciable" (VIII, p. 20); "...en peu de parolles gist souvent grant substance, et à bons entendeurs courtes parolles..." (XXII, p. 82); "en prospérité tu trouveras assez amys, mais en adversité, peu, car ils faillent au besoing, comme le cheval au pied blanc" (XXVIII, p. 120); "comme on dit, l’abit ne fait pas le moyne" (XXX, p.131). 
   De modo general, la necesidad de obrar con discreción y de precaverse contra las amistades por conveniencia han sido motivo de reflexión moralizante a lo largo de la historia de la humanidad.  Se percibe la influencia de la literatura bíblica sobre el refranero, directamente o a través de selecciones del género sapiencial: el Livre du Trésor de Brunetto Latini, del cual había dos ejemplares en la biblioteca (nº 81 y nº 173) contiene la exhortación a callar, basada -como en el refrán elegido por la autora- en el criterio de condicionamiento fisiológico cuantitativo[22]. Es difícil saber si la reflexión acerca de la amistad proviene de algún autor en concreto, como  pudiera ser Jean de Meun[23].  En cuanto a la analogía zoológica entre el amigo que falla y el caballo de pata blanca, notemos que la literatura árabe registra la debilidad de los animales con esta característica[24] y que, en la literatura clásica, se describía al bello centauro Cillaro, muerto por un dardo en las bodas de Piritoo, de color negro con las patas blancas[25].
   Finalmente, he llamado "sapienciales" a la serie de dichos introducidos con la fórmula  "dit ung (u autre) philosophe" (pp. 15, 21, 30, 36, 38, 44, 54, 57, 63, 65, 79, 80) y también "dient plusieurs docteurs" (p. 32).  Su contenido es siempre moralizante y encarecen tres grupos de condiciones o conductas, a saber:

a) El bon sens, cualidad necesaria para el gobierno: "et dit ung philosophe que oncque de homme ne de femme qui eust parfait ne bon sens, quelque mauvaise inclination qu’ilz eussent, ne de quoy ilz se meslassent, ne vy, ne n’ouy oncques parler, en histoire ne en livre, que la fin n’en fust honneste, et bonne, et digne de mémoire" (VI, p. 15).
b) Ensalzan las virtudes o censuran los vicios, en coincidencia (previsible) con las citas de los santos que anotamos antes: "dit ung autre philosophe que le plus noble et plaisant trésor qui puisse estre en ce monde, est de veoir une femme de grand façon belle, jeune, chaste et bien moriginée" (XI, p. 30); "... dit ung philosophe qu’il ne fut oncques si saige femme, ne sera, si elle s’aplicque et boute en cest erreur d’orgueil, qu’elle ne perde sa bonne renommée, et que, à la fin, ne soit tenue pour folle, si elle en use autrement que selon droit et raison" (XVII, p. 54).
c) Alaban la nobleza de conducta como única nobleza auténtica: "dit ung autre philosophe que gentillesse de lignaige, sans noblesse de couraige, doit estre comparé á l’arbre sec, auquel n’a verdeur ne fruit, ou au bois qui au feu bruit sans ardoir" (XVII, p. 57)[26].

   Rasgo distintivo de estos dichos es que, a pesar de su universalidad, han sido adaptados de manera conveniente a la destinataria del libro y están expresamente referidos a la conducta del hombre y de la mujer en la corte y, algunos, en particular, a la de las damas.
   En el cuarto apartado, correspondiente a las citas doctas, he incluido las dieciocho citas del docteur Liénard o Lyénard que, distribuidas entre los capítulos IV y XVIII, es decir, en la primera parte de la obra, son, con mucho, las más numerosas provenientes de una misma fuente.  En algunas oportunidades refuerzan los argumentos de otra autoridad o bien son reafirmados por éstos.  Según el tema sobre el cual versan, están dirigidas expresamente a las mujeres (IV, p. 10; XVIII, p. 60), se refieren a la conducta de ambos sexos (V, pp. 12-13) o bien son genéricas (V, p. 11; XI, p. 28 etc.). 
   El contenido de estas enseñanzas es de orden moralizante y eminentemente práctico, vinculado a situaciones concretas que abarcan:

   1) Las devociones cotidianas: qué oraciones habrán de rezarse, en qué momento y con qué disposición mental (X, pp. 25-26)[27] y las prácticas piadosas de llevar consuelo a damas y doncellas dolientes (XVIII, p. 60);
   2) La vestimenta: las recomendaciones de discreción y de adecuación a la estación del año y de ocasión se apoyan expresamente en la autoridad aristotélica y en la del doctor Liénard: "...Et ne excuse point ignorance en ce cas, car, qui n’est saige, dit le philosophe, si croie conseil, ou ensuyve les faitz de ceulx qui le sont.: Et dit le docteur Liénard, que celuy doit estre réputé saige, qui uze de telz choses attrempéement, et y sçait tenir la reigle et le milieu, sans soy desvoier, ne faire moquer..." (XI, pp. 28-29). Los sabios consejos de Luis XI tenían el mismo sentido[28].
   Subrayemos la estricta correspondencia entre las citas, pues la referencia al "justo medio" del doctor Liénard va a continuación de la mención de Aristóteles, que encareció aquella "tercera vía", retomada por Tomás de Aquino[29]. Antoine de La Sale puso en boca de la viuda que asume la formación cortesana de Jehan de Saintré las siguientes palabras: "...car de tous estas le moyen est le meilleur, ainssy que dist le Phillosophe en ses Eticques, ou il dist: Virtus consistit in medio. Et le versiffieur [le Psalmiste]: Medium tenuere beati"[30].  Asimismo, Jean de Meun en el Roman de la Rose, vv. 5731-5732 escribe, refiriéndose a la amistad: "Existe con certeza un término medio, que es el amor que yo prefiero y que le he aconsejado". Y también pone en boca de Falso Semblante: "Sin embargo, en la extrema pobreza, el alma recibe tantas aflicciones como en la mayor riqueza.  Una y otra perjudican por igual, pues son dos extremos riqueza y mendicidad. El justo medio se llama suficiencia, ahí reside la mayor abundancia de virtudes..." (y cita a Salomón, Parábolas, cap. 30)[31].
    3) El regimiento o gobierno: las premisas son evitar el consejo de locos, reforzando un par de dichos sapienciales pero agregando, a través de la cita del doctor Liénard, la apreciación de orden social sobre las consecuencias que el mal regimiento de señores y señoras acarrea a los servidores:

 Et pourtant, ma fille, gardez vous, à vostre pouvoir, d’y estre subgecte, car, comme dit le docteur Liénard, souvent advient que les serviteurs ou servantes, voire aucunes fois les plus parfaitz, portent les charges et pugnitions des grans dérisiones faultes soubdaines et folles entreprises que les folz maistres ou maistresses, font de leurs desraisonnables voulentés, et sans y vouloir user de nul bon et juste conseil (VI, p. 16).

   Previene, asimismo, contra las habladurías de los aduladores (VII, p. 18) y contra el pecado de orgullo.  En este caso, con una observación vinculada a la responsabilidad social de los príncipes:

Car, comme dit le docteur Liénard, il n’est point de si grant seigneur, ne puissant prince en ce misérable monde, qui ait cause de sou orguillir, s’ilz congnoissent parfaictement les merveilleux dangiers et grans subgections ou ilz se treuvent incessament, sans repoz avoir; aussi s’ilz se veullent loyaulment acquicter tant des grans louenges et grâces qu’ilz doivent à Dieu à cause de leurs grans seigneuries et bénéfices, comme des pesans charges, fetz redoubtables, et dangeureuses crainctes, qui, à toute heure, leur doivent estre présentes devant les yeulx (XV, pp. 46-47).

   4) Las relaciones con el linaje de nacimiento: éstas salen a relucir como ejemplo práctico del pecado de orgullo, advirtiendo que, por encumbrado que fuere el enlace matrimonial de la joven, ésta no deberá menospreciar a sus ancestros.  La advertencia no dejaría de llamar la atención en quien, por su alto linaje y en vísperas de su boda con un primo, no parecía sujeta a tal contingencia.  La recomendación es, empero, importante como criterio para apreciar el comportamiento de quienes la rodeaban, y va seguida de un argumento en el que el doctor Liénard sigue un razonamiento teológico: "...Et, selon le docteur Liénard, ceulx qui ainsi le font, ressemblent Lucifer, qui, par son orgueil, se voulut eslever contre Dieu son créateur, et se comparer à luy, lequel, par son oultrecuidance, fust tresbuché, et plusieurs de sa bende avecques luy, au puant et abominable puiz d’enfer, et, par avant, il estoit au plus hault et excellent et noble lieu de paradis..." (XVI, pp. 49-50).
   5) Las relaciones con el sexo opuesto: entre el cúmulo de advertencias a la joven para que no se dejase seducir, las que Ana recogió del doctor Liénard corren por dos carriles, uno, comprender que todos los hombres mienten con tal de ganar el favor de las damas: "Et dit le docteur Liénard, qu’ il n’y a si parfait, qui en ce cas use de vérité, en qui tiengne promesse, tant soit forte ne grande..."  (XII, p. 32). La segunda línea argumental apunta nuevamente a la teología:

 Et dit encores le dit docteur, que Dieu ne veult point consentir, que couraiges fermes francs et loyaulx en ce cas trouvent leur semblable, de doubte que l’amour, qui doit estre principallement à luy, n’y fust ajoincte et actribuée.  Aussi certainement, il ne fault pas doubter, que si telles vertueuses conditions s’abordoient ensemble, par ceste manière ou aultres, que l’amour n’y fust merveilleusement grande, et la fin bonne et honneste.  A ce propos, dit le docteur Liénard, en la fin d’ung argument qu’il fait, ou il parle d’amour parfaicte, que l’ennemy qui est plain de venimeuse subtilité, de sa puissance se efforce de rompre et eslongner telle amour pour les grans biens et honneurs qui s’en peuvent ensuivre (XII, pp. 34-35).       

   Esta disquisición sobre el amor perfecto lleva a la autora,  guiada por su mentor espiritual, a observar la corrupción del mundo: "... car, comme dit le docteur Liénard, le monde est, en ce cas et autres, tant vil et si corrompu, que bien peu en est, à présent, dont ceste parfaicte amour soit véritablement ne au vif congneue" (XII, p. 36).
   6) El cultivo de virtudes y rechazo de los vicios: reaparece el tema del bon sens que se mencionó al ocuparnos de los dichos sabios (VI, p. 15). Otras citas del doctor Liénard encarecen la dulzura y humildad como remedio infalible contra dos de los pecados capitales: la ira y la envidia (IX, p. 22).
   Ya me he referido a las observaciones a que diera lugar el orgullo, queda sólo por recordar la falta que el doctor Liénard califica como "el peor de los pecados", la mentira: "Car, comme dit le docteur Liénard, en un argument qu’il fait ou il parle de mensonge, c’est le pire de tous les vices, et qui plus est puant et deshonneste, à Dieu et au monde" (V, pp. 11-12).
   El gran interrogante es quién fue el docteur Liénard que, con tan profunda impronta, marcó el pensamiento de Ana de Francia.  Su apellido puede, tal vez, ser Léonard pues la autora solía usar ie por e[32]; sin descartar Lienhard, propia del área germana. Observamos que el archivista A.-M. Chazaud, que tan cuidadosamente compusiera esta edición, omitió mencionarlo cuando, en la Introducción, se refirió a las fuentes usadas por la autora.  En el siglo XV, el título "doctor" lo mismo podía designar a un jurista que a un doctor eclesiástico y, en París sobre todo, a un profesor de las Facultades superiores[33]. Hubo un doctor Léonard, general de la Orden de los Predicadores y doctor en teología, de la nación italiana, que participó en la elección del cardenal de Colonna (Papa Martín), en el Concilio de Constanza[34] y que había intervenido antes como cardinal-prêtre du titre de Saint-Sixte en la elección del Papa Luna[35]. Pudo ser autor de algún sermonario o libro piadoso que gozase de la predilección de Anne de France, porque las citas de la dama mencionan varias secciones, como la mentira (V, p. 11) y el amor perfecto (XII, p. 35).  Empero, me inclino a pensar que se trate del nombre de un teólogo o erudito contemporáneo de la duquesa, que pudo haber tenido influencia y aun participación directa en la redacción del manuscrito.
   El quinto y último grupo de fuentes está constituido por la experiencia personal de la autora, transmitida por dos series de procedimientos: uno de ellos es el consejo directo puesto a continuación de las opiniones de otras autoridades -"...Mais nonobstant ce, qui peult doit peine mettre de les eschever, et à ceste cause, je vous conseille, pour le mieulx, que..." (VIII, p. 21)[36]-.  El otro procedimiento es la narración de anécdotas cuyo protagonismo atribuyó a personas del entorno cortesano, aunque sin identificarlas por su nombre: "je ouys [...] raconter à une femme noble..." (XII, p. 32)[37].  En una sola ocasión se desvía de esta práctica y opta por la habitual en otros autores como el chevalier de La Tour Landry, mencionando a los protagonistas de la anécdota: se trata del episodio referido a las hijas del señor de Poitiers (XIIII, p. 39)[38].
   En cuanto a las lecturas que inspiraron a la autora de los Enseignements, hemos de citar, en primer lugar, las que selecciona para su hija: "le livret du preudhomme de sainct Lis, celui de sainct Pierre de Luxembourg, les sommes le roy, l’orologe de Sapience, ou aultres livres de vie des Saincts, aussi les dictz des philosophes et anciens saiges" (IIII, pp. 8-9)[39].  La recomendación permite apreciar las sutilezas del lenguaje de la duquesa que, al escribir Lis en lugar de Louis evoca simultáneamente tres niveles de significación y no uno: el del rey santo, el del regio emblema floral y el de exhortación a la lectura, con la segunda persona del presente del subjuntivo del verbo lire.
   Hay, además, libros y autores que Ana no cita pero que, indudablemente tuvo presentes en el momento de concebir su obra.  Anotaremos, en primer término, la Biblia, no porque alguno de sus libros fuese modelo directo sino como influencia general vastamente incorporada en la literatura medieval, de composición de textos con varios niveles conscientes e intencionales de lectura.  Otro título que cabe recordar es el Rosier des guerres de Louis XI que, si bien está ausente del inventario de la biblioteca de Moulins, es evidente, por lo que llevamos mostrado, que Anne -hija del autor y hermana del destinatario- conoció bien.  Su impronta es innegable tanto en algunas formulaciones doctrinarias como en la concepción general de la obra.  En lo primero, ambos plantean al comienzo la oposición entre alma inmortal y cuerpo corrompible y ambos evocan, asimismo, el juicio final, según la trayectoria espiritual formulada, como vimos, por Pierre de Blois a fines del siglo XII:
   El Rosier dice:

 La plus grant cure que homme sage doit avoir en ce monde transitoire est de son ame, qui est perpetuelle et laquelle portera la charge et le faiz des oeuvres du corps, qui pourrira quant mort viendra [...] que quant la trompette de retraite sonnera, dont heure est incertaine, soit tellement pourveu, que quant on sera presenté devant le grant juge, on sache de tout rendre bon compte et reliqua (Cap. II).

   Y en Les Enseignements leemos:

... aiez, comme dit sainct Augustin, en mémoire tousjours, que, sans avoir de seureté une seulle heure, il fault que ce meschant corps meure, qu’il pourrise, et soit mangé de vers, et que sa povre ame désolée incontinant reçoive le guerdon de la desserte de sa vie.  Pensez parfaictement [...] craignant sur toutes choses, et en grant douleur de cueur, la journée tant redoubtée du jugement général que incessament actendent bons et maulvaix (II, p. 3).

   Por cierto, el contenido de ambos libros se distancia totalmente por las obvias diferencias de sexo y de función entre los respectivos destinatarios: los temas que hacen al gobierno del reino como, fundamentalmente, la idea de bien común y la de tácticas de combate, son centrales y exclusivas del Rosier[40]... Pero, la coincidencia me parece fundamental en la idea de completar las enseñanzas copiando a continuación otro texto que, en el caso de Luis XI, fueron las Chroniques abregées y en el de Ana el Reconfort à madame de Fresne, de Antoine de la Sale[41]
   También de La Sale es la historia de Jehan de Saintré.  Esta novela sobre la iniciación a la vida cortesana de un joven paje influyó en muchos aspectos. Más allá de las obvias diferencias originadas, una vez más, en el sexo de los destinatarios, anotamos la coincidencia en las prácticas piadosas recomendadas y, sobre todo, al describir las sutilezas del comportamiento cortesano.
   Entre los volúmenes registrados en la rica biblioteca moulinense figuran varios libros de carácter didáctico, particularmente el Livre du chevalier de La Tour Landry pour l’enseignement des dames. Ellos inspiraron a Ana consejos o reflexiones concretas a los que nos referimos luego.  De la mayor parte de las recomendaciones de comportamiento  y de  gestualidad es difícil e inútil, en cambio, establecer una procedencia específica, puesto que se repiten en la literatura de la época y estaban, de seguro, profundamente incorporadas a la conducta de la autora[42].
   Ana no citó ninguna autoridad  femenina, excluyendo notoriamente a Christine de Pizan, cuyos libros muestra haber conocido.  Coincide, por ejemplo, con la de Pizan en la elección de algún proverbio, tal como "bien est mauldite la terre dont le seigneur est enfant" (VI, p. 15), aunque Ana aclara que "laquelle comparaison est entendue des folz" y Christine lo había referido a las minoridades[43].  La aclaración que formula Ana puede revelar sutilmente que recordaba la afirmación de la autora ítalo-francesa y que quiso poner distancias aclarando a quiénes se refería, para evitar suspicacias respecto de su propio desempeño durante la minoridad de su hermano, Carlos VIII.  Ana comparte con Christine afirmaciones tan generalizadas como la ponderación de la noblesse de coeur por encima de la surgida del linaje[44]
   El motivo de la omisión de citas de fuentes femeninas puede hallarse en la búsqueda consciente de destacar la propia palabra como única enseñanza femenina válida: la materna.  Esta interpretación se respalda, asimismo, con la lectura de la primera miniatura, donde Ana está representada de mayor tamaño, dominando el espacio en el que inicia a su hija; se completa, además, con las características del volumen en su conjunto, cuya segunda parte transcribe una historia también de autoría masculina.  Una de las originalidades de Ana reside, precisamente, en la manera cómo utiliza toda la creación y sistema valorativo de origen exclusivamente masculino para convertirlos en un espacio al servicio de la mujer.

4. El contenido

4.1.  El propósito de la autora

   El breve primer capítulo cumple la función de "prólogo", término que emplea la autora  al finalizar el mismo: "... sanz vous faire nulz longs prologues..." (I, p. 2). En él Anne expresa a su hija, en discurso directo que se mantiene a lo largo de toda la obra, los dos motivos que la impulsan a la redacción, a saber, el amor maternal, definido de manera impecable como parfaicte amour naturelle y la transitoriedad de la vida.
   Las palabras iniciales del libro: "La parfaicte amour naturelle que j’ay à vous, ma fille..." definen, en efecto, el motivo que impulsa a Ana a componerlo y quién es la destinataria de los consejos.  El amor es, por esencia, búsqueda del bien para el ser amado, de ahí los consejos y la justificación -más allá de la convalidación legal- de la autoridad y poder sobre la hija[45].  El tema del amor ubica a la obra en el meollo del gran tema de todas las épocas, renovado en el ámbito francés en los siglos XIV al XVI en los términos de la disputa entre Jean de Meun y Christine de Pizan.
   La afirmación inicial sobre la calidad del sentimiento materno se completa más adelante por dos medios: primero, cuando se refiere a otras formas de amor, esencialmente el amor divino, en un pasaje que mencionamos ya, citando al doctor Liénard acerca del amor perfecto (XII, p. 35) y el amor entre hombre y mujer.  En segundo lugar, por el tema mismo de la Epître consolatoire que constituye la segunda parte del volumen obsequiado a Susana y que versa sobre el conflicto que debe enfrentar una dama, entre el amor materno y la defensa del honor de su esposo.
   En cuanto a la transitoriedad de la vida, es uno de los leiv motifs del libro y de la época de su redacción, además de constituir un motivo de reflexión permanente de filósofos, moralistas y predicadores.  Pero, no por ello ha de ser considerado como un mero enunciado formal sino, por el contrario, expresión de la auténtica preocupación de una madre que teme no estar junto a su hija cuando ésta requiera su consejo.
   A continuación, la autora anuncia y define el carácter de su obra: brindarle "aucuns petis enseignements, advertissans vostre ignorance et petite jeunesse", lo cual  si por un lado marca los límites de lo que a continuación escribe, por el otro avala la suposición de que la fecha límite más tardía de redacción no fue posterior a la propuesta por A.-M. Chazaud de mayo de l505, cuando Suzanne cumplía catorce años y, simultáneamente, se casaba.
   Termina el prefacio expresando el deseo de que la joven recuerde esos consejos y de que éstos le sean de utilidad, agregando su voluntad de evitar los largos prólogos así como de hacer de peu de chose grans parlements, hermosa frase que anticipa la concisión que ha de caracterizar al texto.

4.2.  Los grandes temas de las enseñanzas

   Los cuatro temas principales que hemos enunciado en el apartado 2 se resumen en tres grandes esferas: la religioso-espiritual, la cortesana y la de la institución eclesiástica, de las cuales la primera contiene a la segunda, que le está subordinada.  La tercera no se enuncia directamente sino que, a la manera evangélica, se enseña por medio de parábolas o aparece como corolario de un tema central[46].
   Cualquiera que sea el ámbito temático abordado, el propósito, como en san Luis, es modélico. Pero el rey santo, al escribir para Isabel, había puesto su acento en el pragmatismo del ejemplo a imitar: "Chière fille, mettez grant peine que vous soyez si parfaite que chil qui orront parler de vous et vous verront, y puissent prendre bon exemple"[47].
   Para Ana, en cambio, el rol modélico que reconoce y encarece es la ejemplaridad que se goza en la fama, el anhelo de perpetuación del nombre: "emploiez vostre entendement du tout à acquerir vertus, et faictes tant que vostre renommée soit digne de perpétuelle mémoire..." (V,  p. 11). El pragmatismo de Luis IX podría ser llamado "anhelo de perfección contagiosa", el de Anne de France "virtud estática o estatuaria".  Ambos tienen en común la apelación a la responsabilidad social de la nobleza, que se proyecta no sólo en el tema capital de la educación de los hijos sino en el ejercicio de su influencia rectora en la corte, ante los visitantes extranjeros, sobre las mujeres de su casa y entre el pueblo menudo.  Responsabilidad de gobierno, de administración, que suponía un duro programa y disciplina.

4.2.1.  La esfera religioso-espiritual

   El desarrollo estricto de la temática religioso-espiritual, aunque es subordinante, está limitado a tres capítulos, los dos primeros del desarrollo y el último (II, III y XXXI) y a advertencias diseminadas en otros (comienzo del IV, XIX, XX, XXV, XXVII, XXVIII y XXIX).
   Los rasgos de la religiosidad que expresó la autora son: 1) la exaltación de determinados aspectos doctrinarios;  2) la apelación a las autoridades para justificar sus afirmaciones; 3) la relación inseparable entre los principios teóricos y las prácticas, tanto devotas como de convivencia diaria, que habían de acompañarlos. Expondremos conjuntamente los dos primeros y luego el tercero.

1) Aspectos doctrinarios y autoridades citadas

   Las reflexiones que siguen inmediatamente al prólogo son simétricas pero diferentes a las del segundo capítulo del Rosier de Luis XI.  En efecto, éste abarca tres temas: el mundo, la muerte y el alma, en tanto que el segundo capítulo de los Enseignements comienza encareciendo evitar cuanto pueda ofender a Dios: "...vous gardez de faire, dire, ne penser chose, dont Dieu se puisse à vous courroucer, quelques temptacions subtilles que le monde, la chair ny le Diable vous puissent jamais bailler" (II, p. 2).  Este es, literalmente, el punto de partida, pues con esta aseveración se inicia el desarrollo del discurso.  Se trata de una prescripción negativa cuyo antecedente hallamos en san Agustín  que, en su obra contra los maniqueos, había definido el Mal como ausencia de bien[48]. A partir de este comienzo, la autora desarrolla sus argumentos a través de oposiciones, recurso frecuente en los teólogos y escritores[49].  La primera dicotomía que enfrenta es la de Dios-Diablo y abarca en el riesgo de pecado a la totalidad de las posibilidades humanas: pensamiento, palabra y acción, de acuerdo, también, con las prescripciones eclesiásticas elaboradas por los primeros Padres.
   A continuación, para ilustrar el modo de eludir el pecado, cita la primera de las autoridades que es, precisamente san Agustín[50].
   La meditación sobre la muerte se completa, en el libro destinado a Susana,  con la del Infierno y el Paraíso y culmina con la del Juicio Final, apoyada, en este caso, en san Bernardo. El tema de la muerte, junto con la invocación trinitaria, es también el que cierra los Enseignements, estableciendo una vez más la circularidad de la construcción que hemos señalado en el plan general: "...pensez songneusement que, à la fin, il fault mourir.  Par quoy devez mectre peine de si bien vivre, que n’aiez cause de doubter la fin, et que puissez avoir la grâce de Dieu en ce monde, et, en l’autre, sa gloire, laquelle vous octroye le père le filz et le sainct esperit" (XXXI, pp. 132-133).  La muerte es, pues, en cuanto certeza de la vida eterna, esperanza e inspiración del comportamiento adecuado para ganar la gloria.
   La siguiente instancia de reflexión -volviendo al tercer capítulo de los Enseignements- es, otra vez, la dicotomía entre el cuerpo y el alma, con relación a la cual se reitera el tema de la corrupción: "...pensez et recongnoissez en vous, qui vous estes, et dont vous venez, à vostre povre et corrompable création, quant au corps, et à la très-excellente et noble quant à l’âme..." (III, pp. 4-5).  En este caso, la autora remite a santo Tomás y notamos que continúa la coincidencia con el párrafo del Rosier que hemos copiado más arriba[51].
   Los Enseignements se distancian luego del Rosier agregando, a los temas mencionados, uno caro a la espiritualidad de la época: el de la Pasión de Nuestro Señor, generosamente representado en la biblioteca de Moulins con varios ejemplares de la pieza dramática[52].
   El amor divino se introduce en el capítulo XII, a propósito de los consejos acerca del comportamiento mundano. Previniendo a su hija contra los requerimientos amorosos, la autora acude a su autor favorito, el doctor Liénard, uno de cuyos argumentos -que no fue acá profundizado- apunta a la exclusividad del amor divino: "Et dit encores le dit docteur, que Dieu en veult point consantir, que couraiges fermes francs et loyaulx en ce cas trouvent leur semblable, de doubte que l’amour, qui doit estre principallement à luy, n’y fust ajoincte et actribuée" (p. 34).
   Este tema reaparece unas páginas más adelante, cuando la reflexión sobre la fortuna se independiza de los consejos para soportar la infidelidad del esposo, entre los cuales fue incluida, y adquiere rango equiparable a la meditación sobre la muerte, en cuanto que ambas muestran el camino del Paraíso.  En efecto, la autora se apoya en Boecio para afirmar

 qu’en ce monde n’a point de si grant mal, que aucun bien n’en viengne, et que de délices mondaines la fin en est dampnable; et dit encores que Dieu, qui est souverainement bon, seuffre la persécution de ses amys, par plusieurs raisons: Premièrement, pour mieulx leurs pasciences esprouver, affin qu’ils aient tant plus de gloire; secondement pour les purifier, et faire semblables aux martirs; tiercement, pour les retirer de mauvais désirs et mondaines volontez, en leur donnant congnoissance de son excellente magesté et de sa doloreuse passion.  Par quoy, si nous avions bon et parfaict sens, nous désirerions avoir, en ce monde, tribulacions plus que autres choses; car tribulacions et adversitez sont la voye de paradis, mais qu’on y ait pascience (XVIIII, pp. 74-76).

    Esta modalidad discursiva de partir de situaciones concretas y cotidianas para elevar la reflexión hacia la esfera de lo trascendente es afín a la utilizada en los sermones; la cita elegida evidencia la espiritualidad de la autora y el sentido profundo de sus enseñanzas donde la paciencia es, a la manera de Job, el modo de llegar a Dios.
   Casi subrepticiamente, como corolario de esta última meditación,  se introduce el tema de la gracia del perfecto conocimiento, que llega a través de otra cita de san Bernardo, que reprodujimos más arriba[53]. Hábilmente, enlaza este pensamiento bernardino con el de Boecio sobre la vanidad del mundo,  para rematar presentando otro aspecto capital de la gracia: "Et dit [Boecio] de rechef que, par folle espérance d’y longuement vivre, ou la trop grande fiance sur la grâce divine, que le diable nous donne, y sommes tous aveuglez des cueurs, et sours d’entendemens de faictz et de couraiges..." (III, p. 7), meditación que se reitera casi literalmente para dar fundamento al comportamiento mundano con relación al linaje -"Par quoy, ma fille, fuyez la, sur toute rien, pensant tousjours à la parfaicte vérité, laquelle nous donne vraye congnoissance de ce décepvable monde, qui est, à dire vray, ung rien. Sainct Jehan Crisostome dit que bien heureux sont ceulx à qui Dieu donne la grace de bien mectre à effect ceste vraye congnoissance..." (XVIIII, p. 63)- y tiene como expresión concreta alertar contra el pecado de orgullo, que perdió a Lucifer (XVI, pp. 49-50).
   Para terminar con el tema de la espiritualidad, señalemos que la devoción mariana está presente en la recomendación de rezar el Ave[54].  Asímismo, en el anteúltimo capítulo y en el que le sigue, al sintetizar los consejos, se reitera la función mediadora de María para  librarnos del pecado: "en luy [Dieu] recommandant votre âme et voz affaire[s], et aussi à la doulce vierge Marie, en luy priant que, de sa grâce, vueille estre vostre advocate vers son cher filz..." (XXIX, p. 126)[55].

Lecturas recomendadas

   Para completar el aprendizaje e inducir la meditación piadosa, Ana recomienda una breve lista de lecturas devotas: la media docena de obras que hemos anotado al referirnos a las fuentes utilizadas y que muestran en qué medida influía la palabra escrita sobre la espiritualidad femenina.
   Veamos someramente sobre qué versaban esas lecturas: Luis IX fue el primer rey de Francia en escribir un libro para sus hijos, con el antecedente europeo de san Esteban de Hungría[56].  Sus Enseignements al futuro Felipe III, así como los dedicados a Isabel, son breves y fueron incorporados a las Vidas de san Luis escritas por Guillaume de Chartres, Guillaume de Saint Pathus, Guillaume de Nangis y Joinville, todas las cuales estarían reunidas en el tomo existente en el castillo de Moulins, titulado Les croniques de Monseigneur Sainct Loys, Roy de France[57]. Ya he comentado el nivel de coincidencia de Ana con el rey santo respecto de la función modélica de las princesas.  Agreguemos otras ideas fundamentales también compartidas por ambos: la importancia reconocida a la enseñanza de padres (o madres) a hijos, utilizando precisamente este vocablo "enseñanza" (san Luis, & 2 y Ana, I, p. 1) y el concepto de prioridad absoluta de la obediencia a Dios, que se antepone a todo otro amor o consideración, incluido el esposo, padres o hermano (& 15 de san Luis y XVI, p. 48 de Ana), amor que engendra horror  al pecado mortal (san Luis, & 5 y Ana III, p. 5).
   Consejos similares son la resignación y aceptación gozosa del sufrimiento (Luis IX, & 9 y & 10; Ana, XVIIII, pp. 72-75), la compasión por el dolor físico o moral de otros (Luis IX, & 12; Ana, XVIII, 60), saber pedir y escuchar el consejo de las personas más idóneas (san Luis & 11; Ana XXIIII, p. 96).  El encauzamiento moral de las personas a su servicio preocupó al rey y a la duquesa (Luis IX, & 14; Ana, XVIII, 59-60)[58].  Luis IX recomendó preservar la sobriedad de la vestimenta, aunque atendiendo la dignidad del estado:

... Il me semble qu’il est bon que vous n’ayez trop grand surcroît de robes ensemble ni de joyaux, selon l’état où vous êtes; au contraire, il me semble mieux que vous en fassiez vos aumônes, au moins de ce qui trop serait (de votre superflu) et que vous en mettiez ni trop de tems [sic] ni trop d’étude à vous parer ni à vous atourner.  Et prenez garde qu’il n’y ait aucun excès en vos atours...(& 16, p. XXVI).

   El aviso es, básicamente, el de Ana, pero ésta desarrolla el tema agregando varias observaciones puntuales, fruto de su propia experiencia y cuyo resultado, aparte de su efectividad y agudeza, es mostrar la adaptación a las necesidades de la vida cortesana y la aplicación concreta de los principios morales[59].
   Por otra parte, hay aspectos en los que ambos autores difieren, pero no son sustanciales sino que -aparte de los distintos matices que señalamos con relación al propósito de cada obra- la diferencia está dada, por una parte, en la extensión considerablemente mayor de las enseñanzas de Ana, mucho más pormenorizadas con citas, ejemplos y anécdotas y, en segundo término, en una ampliación de la temática que la duquesa extiende a la educación de los hijos y, de modo casuístico, a los distintos estados civiles y los aspectos mundanos.
   Las lecturas recomendadas por Ana muestran la afinidad con la que podríamos llamar "espiritualidad dinástica", afianzada durante siglos, por cuanto a las Enseñanzas del rey santo se agrega el Livret de Pedro de Luxemburgo.  Este personaje fue cardenal a los quince años, en 1384, y murió en Avignon a los dieciocho. Fue hermano del conde de Saint-Pol, aliado del "buen duque" Luis II de  Bourbon, tatarabuelo de Susana[60].  En el siglo XV, para apoyar la causa de su canonización[61], se reunieron bajo su nombre diversos escritos de espiritualidad ascética conocidos con el título de Livret que les da Ana y que, en el catálogo moulinense, figura como Examen de conscience (nº 142),  conteniendo una de las más antiguas "jornadas cristianas" destinadas a una mujer en idioma francés[62].
   La Sommes le roi o Livre de vices et des vertus es una obra compuesta por Laurent du Bois hacia 1279, a requerimiento de Felipe III, de quien era confesor[63]. Nos remite a la espiritualidad dominica, al igual que L’horloge de sapience, de Enrique de Suso, libro traducido al francés en 1389, unos cincuenta años después de escrito, y que se convirtió en anunciador de la devotio moderna.  Se hallaba en la biblioteca del castillo de Moulins copiado junto con el Chastel perilleux de Roberto el Cartujo y le seul parler de saint Augustin[64], volumen que también había integrado la biblioteca de Carlota de Saboya.
   Ana recomienda la lectura de vidas de santos sin mencionar ninguna en especial.  Si nos atenemos a las que había en el castillo de Moulins podemos mencionar varias, como las collations des pères (nº 72 del inventario), destinadas a ser leídas en el refectorio, la légende des sainctz et des martires quìlz souffrirent (nº 177 del inventario) y las Vitae patrum (nº 230) -aunque esta última, de estar en latín, como indica su título, quizá no fuera la más leída, pues la selección bibliográfica fue recomendada en francés-. La popular Légende dorée de Santiago de la Voragine, estaba en francés (nº 270) y en latín (nº 179).  Entre las vidas individuales figuran las pasiones de san Vicente (nº 256), la de san Adriano (nº 275), además de la mencionada de Nuestro Señor Jesucristo, colecciones de milagros y las vidas de Nuestra Señora (nº 103 y nº 276), de san José (nº 90) y las de santos vinculados a los orígenes del cristianismo en Galia o a la época merovingia: san Julián, también en latín (nº 113) y en francés (nº 96).  Las de santa Radegunda (nº 143) y san Hilario (nº 148) pudieron ser traducciones de las que escribiera Venancio Fortunato pero la de santa Enimia aparece en un manuscrito latino (nº 135, f. lat. 913)[65].  De ser cierto este dato sería el antecedente de la compuesta por Bertran de Marsella, una de las obras cumbres en langue d’oc.
   Por fin, los dictz des philosophes et anciens saiges pueden aludir a los libros bíblicos sapienciales y también a Les Proverbes Moraulx de Christine de Pizan (nº 314 del inventario de Moulins), sin que los unos excluyan a los otros.
   La reducida selección -pese a los varios títulos anotados, las vidas de los santos son breves- es decididamente moralizante y formativa, dirigida a inducir la meditación y a fortalecer la vida espiritual.
   Apenas una generación más tarde, en 1523, el pedagogo español Juan Vives propuso, para la educación de las niñas, las siguientes lecturas: los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, así como sus Epístolas; los libros históricos y morales del Testamento Viejo, san Cipriano, san Jerónimo, san Agustín, san Ambrosio, san Juan Crisóstomo, san Hilario, san Gregorio, Boecio, san Fulgencio, Tertuliano, Platón, Cicerón, Séneca, y otros semejantes[66].  Las diferencias entre ambas selecciones residen en la omisión de las lecturas bíblicas por parte de la duquesa, quien se inclina, en cambio, por la literatura mística, ausente en Vives.  Respecto de los santos, Ana prefiere las vidas y daría la impresión de que el español recomienda los tratados aunque sin aclarar cuáles, como en cambio hizo al escribir sobre la educación de los muchachos[67].  Notoriamente, Platón, los latinos Cicerón y Séneca, así como Tertuliano y Boecio están ausentes de la selección de Ana pero, si faltan entre sus recomendados, demuestra conocerlos -directa o indirectamente- por las numerosas citas de las que hemos dado cuenta.  Entre las diferencias, Anne no cita a Platón y sí a Sócrates y Aristóteles; tampoco al hispano Séneca pero sí a Ovidio.  Naturalmente, esta comparación sólo tiene por objeto permitir el contraste entre ámbitos y objetivos: Juan Vives se refería a la formación de niñas de la nobleza en general.  Ana, concreta y primordialmente, a su hija.  Las lecturas propuestas por la duquesa procuran completar una formación ya lograda y asegurar a Susana aquellos textos que, por experiencia, la madre sabe que acompañarán mejor el desarrollo espiritual de la joven, fomentando la vida interior.

2) La práctica piadosa

   La salvación del alma, a la que todo está subordinado, requiere de obras, de las que podemos reconocer dos categorías, según se refieran a la propia persona o a las relaciones con terceros.  El rasgo fundamental de la práctica piadosa reside en que, como  toda la existencia de la destinataria del libro, se ejerce en el cumplimiento de las funciones propias de su estado y condición, mostrando la manera de tornar compatibles las obligaciones impuestas por la moral cristiana con las que provienen del elevado linaje de la joven.  Ella ha de responsabilizarse por la conducta moral y mundana de las damas de su corte, por ende, sus deberes individuales se convierten, de un modo u otro, en deberes sociales, ora porque ella debe servir de ejemplo o bien porque debe amonestar a otros para que lo sigan.
   Formulada esta advertencia, señalemos los deberes individuales, que son: evitar el ocio -uno de los pecados capitales- orar, confesarse, asistir a misa y practicar el ayuno.
   Evitar el ocio, definido como pereza espiritual, es lo primero que se encarece: "vous gardez d’estre oyseuse, et par espécial d’esperit" (IIII, p. 8).  Es menester desterrarlo también de las damas que la rodeasen, "car oysiveté est fille du dyable, laquelle meine dames à perdition" (XXI, p. 80).
   Como práctica cotidiana,  Ana sigue el consejo del doctor Liénard: la oración y, en especial,

 dire au matin, en soy levant, trois fois "Pater noster", et autant "Ave Maria", la première en penseant à la doloreuse passion de nostre rédempteur Jhésus; la seconde, en penseant à sa gran humilité de daigner descendre es abismes d’enfer, pour, sans plus, reconforter ses amys; la tierce, en penseant à la joye inestimable de sa glorieuse mère quant elle le vit ressuscité.  Ces trois paternostres prouffitent beaucoup à dire au matin et au soir contre maulvaises temptations (X, p. 26). 

   Ambas oraciones eran habitualmente recomendadas en los devocionarios bajomedievales, como el de Pedro de Luxemburgo y también se encarecía acompañarlas de meditaciones entre las que la relativa a la Pasión es fundamental, preanunciando los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola[68].  En la princesa, marcan una forma de devoción íntima, ceñida a la plegaria que enseñó Jesucristo y a la oración mariana.  Notamos, en cambio, que entre las plegarias "tradicionales" ha sido omitido el Credo[69].  El rezo de las horas se menciona en otro capítulo, entre los deberes religiosos por cuyo cumplimiento en la corte la dama debe velar.
   Señalemos, asimismo que, más que una edad, hay un estado privilegiado para las devociones: el de la viudez -"mais de prières, jeusnes, et aulmosnes, femmes vefves n’en peuvent trop faire:  car dévotion doit estre la principalle occupation des femmes vefves" (XXVII, p. 116)-. 
   Confesión y misa coinciden con los consejos de san Luis (& 6) y, por cierto, con las prescripciones eclesiásticas pero con la variante, respecto de la primera, de que no se recomienda la confesión frecuente sino que ésta parece sobreentendida[70], al igual que la elección del confesor.  Desde el momento en que escribió el rey santo (c. 1270) a los tiempos en que lo hace Ana (comienzos del siglo XVI), el papel del confesor regio y principesco se ha afianzado totalmente, quizá por ello lo único que se indica es el alcance de su consejo.
   En el caso de conocer un secreto que incumbe a otra persona, nuestra autora recomienda a su hija guardar silencio, pues "oncques homme ne femme de grant fasson ne descouvrist le secret d’autruy". Empero, prosigue, "s’il en touchoit à trop grant préjudice de le celer, et, par espécial, contre l’honneur de vostre maistre ou maistresse, laquelle chose, si ainsi en advenoit, ne devroit, par raison, estre celé, ains secrètement, par manière de confession, en devriez advertir son confesseur, non autrement" (IX, pp. 23-24).  La recomendación muestra, junto con el problema de conciencia, la poderosa maquinaria de poder que se ejercía en torno a la confesión auricular y coincide, al mismo tiempo, con los consejos de Luis IX.
   También la asistencia misa se da por sentada.  La recomendación atañe al comportamiento que se ha de mantener durante la ceremonia: "laquelle devez oyr en grant dévotion et tous jours à genoulx, si possible est, en aïant les yeulx ententiz envers le prestre à l’autel, ou en vostre livre, sans regarder ailleurs, durant la messe" (XVIIII, p. 64).  Son advertencias que se repiten en todos los libros moralizantes o didácticos, desde Luis IX a Le Mesnagier de Paris (& I ii, pp. 46 ss.) o Jehan de Saintré.  La gestualidad subraya la adhesión a la fe y la concentración en lo trascendente a través de los símbolos divinos.
   El tenor de los consejos indica que, aunque "el tiempo de  Dios" sea todo momento, la dama sólo dispone con libertad de su tiempo, cuerpo y recursos para dedicarlos al Señor, después de enviudar, cuando ha cumplido con las obligaciones propias de su estado.
   Las razones anotadas explican que las obligaciones piadosas con el prójimo sean bastante extensas.  Encontramos dos grandes grupos de personas para con quienes la dama tiene responsabilidad moral: sus hijos y quienes la rodean.
   Las recomendaciones para con los hijos son, ante todo, bautizarlos poniendo gran cuidado en la elección del sacerdote y de los padrinos:

 et devez bien regarder par qui vous les faictes baptiser, lever à l’autel, ne nourrir, car ceux-là doivent estre saiges et de honnestes condicions, sans faire comme font aucuns, à qui il ne chault qui baptise ou tienne leurs enfants, mais qu’ilz le soient haultement et noblement, qui n’est pas sens, pour doubte qui ne tiennent aucunes imperfections de ceulx qui les auront baptisez et tenus  (XXV, pp. 103-104).

   El agua del bautismo limpia el pecado original pero la fe de quien lo imparte agrega virtud al acto, así como la buena creencia de los padrinos[71]. Por ende, la preocupación por los requisitos morales del prelado y de los padrinos se funda expresamente en el temor a que un estigma de éstos empañe la gracia que recibe la criatura si es sostenida por manos impuras en el instante solemne del nacimiento espiritual.
   A continuación, encarece la autora la enseñanza religiosa que se ha de impartir, de acuerdo con la autoridad materna y con la capacidad infantil: primero, los artículos de la fe, los mandamientos, los siete pecados capitales y, en lo operativo, cómo confesarse, cómo conducirse en la iglesia y en las predicaciones y cómo comulgar "en grant révérence et humilité de cueur"  (XXV, p. 105).  Sintéticamente, el programa no difiere del indicado por el Ménagier a su esposa.
   Estas enseñanzas se complementan con una recomendación acerca del eventual ingreso de un hijo en el orden sagrado.  Es la única situación concreta del destino del hijo o hija adultos a la que Ana se refiere, como si fuese la única en la cual la madre podía expresar su opinión abiertamente.  Su consejo es el de una conocedora de la profunda corrupción que afectaba la institución eclesiástica y de los consiguientes peligros que ésta podía entrañar.  Si un hijo desease profesar, dice, agradeced a Dios y no lo disuadáis, "mais aussi ne soiez si hastive de les y mectre, qu’ils n’aient eage, et sens pour eulx congnoistre". Y agrega aun: "Et s’il advenoit ainsi, devez eslire religion fermée, et bien tenant l’ordre, car vous consantir à aultres seroit follie, pour le danger qui en peult advenir"  (XXV, p. 105). 
   La madre ha de velar, ya no en lo estrictamente religioso sino en el terrreno ético, que los hijos no tengan malas compañías y enseñarles a comportarse con humildad y sinceridad  (XXV, pp. 105-106).  Recomienda especial cuidado de las hijas jóvenes limitándose a aclarar "pourtant que c’est charge bien dangereuse". No es menester más, pues el libro entero está destinado a su propia hija y dedicado a ponerla sobre aviso de los peligros que entraña, para una dama, la vida en la corte.
   Precisamente, en este medio donde Susana está destinada a desenvolverse es donde ésta habrá de ejercer las obligaciones religiosas que nos resta señalar.  En el caso de tener corte propia, es responsable de que las damas de su entorno cumplan con sus deberes para con Dios, a saber: misa cotidiana, rezo de las horas y otras devociones, orar por los difuntos, hacer limosnas y confesarse con frecuencia (XXIIII, pp. 92-93).  En otras palabras, velar para que las jóvenes que la acompañan sigan el comportamiento que ella misma ha de mantener y que se integra con las obligaciones para con los vivos y los muertos.  Ana pretende que la orientación espiritual no se agote en lo formal: "...si vous voiez aucune dame, ou demoiselle, ou autre honneste femme, de voz voisines, desplaisans ou mélancolieuses, mectez diligence de les en oster tant par doulces parolles, que par leur ramener à mémoire les tribulations et grans martires des amys de Dieu..." (XVIII, pp. 59-60).
   La parte de la vida cortesana que hace a la ética se refiere a las conductas censuradas: los grandes pecados -de acuerdo tanto al espacio que les dedica como a la intensidad de la censura- son los pecados capitales, enunciados a veces directamente y otras por la exhortación a las virtudes que los anulan.  Los directamente censurados son el pecado de la carne (IIII, p. 8; XII, pp. 35-36; XXI, pp. 80-81), el ocio, la envidia con sus expresiones de la maledicencia, mentira y murmuración (V, p. 11; XXIII, pp. 84-85; XXIIII, p. 98, etc.), el orgullo (XVI, pp. 49-50; XVII, p. 54). Para todos hay recomendaciones de cómo evitarlos, desalentarlos y, cuando esto fracasa, alejar de la corte a quienes se mostraren incorregibles (XXIIII, pp. 90-91).
   Las virtudes preconizadas son la castidad, contrapartida de la lujuria (XI, p. 30; XIIII, p. 44), la humildad, remedio de la soberbia (V, p. 11; XVI, p. 48; XIX, pp. 65-66), la generosidad, opuesta a la avaricia, la mansedumbre y la templanza, que combaten la ira y la gula respectivamente (XVIII, p. 57; XXV, p. 102).  Una vez más, se impone anotar el paralelismo con Jehan de Saintré[72].

4.2.2.  La esfera cortesana

   La vida de Susana había de desenvolverse en una de las grandes cortes europeas, por ende, la concepción modélica supone un comportamiento que, siguiendo los cánones religiosos se subordine a los intereses políticos de su casa y linaje.  La corte es el espejo donde convergen todas las miradas y donde la dama habrá de emplear todas sus capacidades para agradar a cuantos allí confluyen, evitando al mismo tiempo ser dominada y manteniendo un comportamiento siempre dirigido a "adquirir virtudes", expresión que se reitera y enuncia en plural (IIII, p. 10; V, p. 11), explicitando de cuáles se trata: veracidad, franqueza, humildad, cortesía y lealtad.  Sobre todo, encarece evitar la mentira como el peor de los vicios (V, p. 11). 
   A las prácticas piadosas se agregan entretenimientos adecuados a la juventud de la muchacha: ajedrez, tablas, damas u otros calificados de "entretenimientos menores", sin especificar cuáles, previniéndola de no dejarse atrapar por el juego sino utilizarlo como pasatiempo contra el ocio (IIII, p. 9). 
   Se trata de juegos de carácter moralizante que evocan el orden social o cósmico, por el trazado de sus tableros.  He traducido por "damas" el marrellez del texto pues es el nombre con el que vulgarmente se lo conoce: marro o marro de puntas[73] pero, de acuerdo con la información de A.-M. Chazaud, se trata de un tablero cuadrado con dos cruces inscriptas superpuestas, una como el signo de sumar y otra como el de multiplicar, de modo que el campo queda dividido en ocho triángulos iguales, similar al de nuestro "ta-te-ti".  El autor mencionado recuerda que las armas de Navarra reproducen ese diseño con la cruz griega y la de san Andrés, coincidiendo en un solo punto central[74].
   En cuanto al ajedrez, posee la dignidad de movilizar la capacidad estratégica, apelando a las facultades intelectuales de los contrincantes. Luis XI escribió a propósito del mismo:

Les estaz de ce monde et la fin sont representés par un jeu deschecs, chascun personnage est en lieu et degré qui convient à son estat tant que le jeu dure; mais quant il est fini, tout est mis au sac sans ordre ne quelque difference: ainsi est-il de tous estaz de ce monde: tant que la vie dure, chascun tient lestat [...] qui luy est ordonné, mais la vie finie par mort, qui separe le corps et l’ame, tous sont mis en terre ou en cercueil, qui est tout un[75]

   La incitación a la reflexión trasciende, pues, las instancias de cada partida, para proyectarse en el terreno filosófico, en el sociológico, en el psicológico...  En la biblioteca del castillo ducal había, por lo menos, dos modalidades del juego (nº 52 y nº 274).  El aliento de Ana a la práctica de juegos intelectuales ha de ser considerado como estímulo de la vocación de gobierno.

1)  Comportamiento en la corte de otra dama

   Son siete los capítulos destinados a la eventualidad de que Susana hubiese de ir a la corte de otra dama, contingencia que no era posible descartar porque la viudez o el infortunio político había llevado a muchas empinadas cabezas a perder su casa -y Ana lo sabía bien La recomendación es clara: aceptar el consejo de quienes decidiesen lo que fuere mejor para ella pero tratar, por lo menos, de que aquélla a quien sirviese fuese "dame ou damoiselle qui soit bien renommée, non muable, et qui ait bon sens" (VI, p. 14). 
   Los consejos se presentan ordenados de la siguiente manera: primero, la conducta que ha de mantener la joven para velar por sí misma; en segundo lugar, la que tendrá con su eventual señora; tercero, con las relaciones; en cuarto término, la vestimenta apropiada; quinto, las virtudes, culminando con el consejo práctico de cómo evitar requerimientos amorosos.
   En la relación con la señora, la joven debe cuidar, ante todo, de sí misma, para evitar que una falta o error de aquélla le sea imputado.  Luego, no ceder nunca a los errores que la señora sostuviese sino mostrárselos aunque jamás como crítica o corrección sino relatando alguna anécdota o alabando el proceder opuesto al que se quisiere corregir (VI, pp. 17-18).  La regla es tratar de complacer a quien se sirve pero sólo en la medida en que se trate de cosas razonables, evitando la lacra de la adulación y de los aduladores (VII, pp. 18-19).
   En la corte, la clave es ver, oir y callar, evitando quedar involucrada en las intrigas -siempre temibles- y teniendo en cuenta que, "au regard de la court, il n’apartient à femme jeune de soy mesler ne embesongner de plusieurs choses" (VIII, p. 20).  Ana denuncia lo que la novela de Antoine de La Sale había descripto con elegancia e ironía[76].  Notemos también que la exclusión se refiere a "la dama joven", reservándose pues, el derecho a intrigar a las más experimentadas... ¿como Ana?[77].  Como la necesidad del buen trato se impone, la duquesita cuidará de complacer y honrar a cada uno de acuerdo con su estado, "par espécial à ceulx ou celle, qui ont les plus grans audiences, et qui sont tenus à plus saiges", agrega Ana, como hábil política y diplomática (VIII, p. 21).  Desechará las habladurías y soportará las mentiras que pudiesen decirse acerca de ella, pues "il n’est point de si grand ire ne envye, que par la vertu de doulceur et d’humilité ne soit adoulcie" (IX, p. 22). 
   Ana encarece a su hija no confiar en nadie ni mucho menos revelar un secreto: ya vimos que ésta es la ocasión de recurrir al confesor si se tratare de un hecho peligroso referido a su señora.
   El siguiente tema es la vestimenta.  Ana huye de las exageraciones; es sugestivo que sea en el primero de los capítulos referidos al vestido donde incluye el consejo de las oraciones cotidianas (X, 25-26).  Siendo joven, Susana puede usar la ropa que se adecue a la edad, estado, moda y gusto de la señora en cuya corte resida (X, pp. 24-25) pero guardándose de los trajes ostentosos, de los demasiado estrechos o caídos.  Sus palabras traducen muchos de los usos y abusos que la autora sin duda presenció y que pueden verse en todas las épocas y lugares.
    Ana subraya la femineidad, con el atributo de dulzura, como bien deseable (XI, p. 29).  "Car en toutes choses, le moïen est vertueux" es la expresión que emplea más adelante (XXIIII, p. 92)[78].
   Cierra la sección encareciendo con "toute l’auctorité et puissance que mère peult et  doit avoir sur fille" (XII, p. 31) que no preste oídos a las lisonjas y promesas de los hombres: los relatos de la experiencia cortesana se agregan a las citas de autoridades para prevenir los males que los engaños o la autoconfianza en la propia castidad podrían ocasionar a la joven.  Las recomendaciones de eludir el asedio masculino se reiteran a medida que la autora pasa revista a las distintas situaciones que se puedan presentar en la vida de la muchacha, proveyendo, junto con el fundamento ético-moral, las respuestas y gestos concretos con que se han de rechazar los avances masculinos[79].

2)  Comportamiento como esposa, madre y señora en su propia corte

El matrimonio

   El matrimonio -destino que, como heredera, esperaba a Susana- es definido como "une ordre tant belle et si prisée, mais qu’elle soit honnestement maintenue, ainsi qu’il appartient, que on ne la pourroit trop honnorer ne assez louer" (XIII, p. 37-38).  Se ha presentado, pues, como estado deseable, afirmación conveniente a las necesidades dinásticas.  Como "féminine et foible créature", la esposa debe "perfecto amor y obediencia" al marido y señor (XVI, p. 48).  Por consiguiente, podemos definir las relaciones con el cónyuge como "armoniosas a cualquier precio":   Susana es advertida de que ha de aceptar como obra de la voluntad divina todo infortunio que sobreviniere, evitando exteriorizar celos aunque mediaren evidencias notorias de la falta de su esposo.  Trátase de un tema ampliamente explotado por los autores, con las más diversas variaciones desde lo moralizante a lo satírico y didáctico[80].  Para sobrellevar tal desventura, la duquesa aconseja que se consideren tres cosas: "la cause de vostre naissance, la seureté de vostre vie, et la fin de toutes plaisances et voluptez" (XVIIII, p. 74).  Esta última razón se corresponde con el pensamiento boeciano que es desarrollado a lo largo de una página, concluyendo con la observación de que la paciencia es el medio de obtener el Paraíso (XVIIII, pp. 75-76).
   La reflexión filosófica matiza el efecto de las dos primeras consideraciones anotadas, es decir, las obligaciones que impone el linaje y la búsqueda de seguridad personal sobre cualquier otra situación.  Empero, éstas son definitorias desde el punto de vista práctico y también la piedra angular de la conducta si nos atenemos al comportamiento de la dama de Chastel en la Epître de la segunda parte del manuscrito.
   La concepción apuntada respecto del matrimonio se afirma con la utilización, por parte de Ana, de un léxico con connotaciones bíblicas.  Me refiero a la palabra rebelde, evocadora de la desobediencia angélica, empleada para definir las relaciones con el marido: "...vous n’auriez excusacion d’en estre plus rebelle à personne, par exprès à vostre mary..." (XX, p. 76).  Tras esta fundamentación de tono jurídico-religioso, se enumeran los motivos de orden práctico o mundano para procurar ganarse el amor de los señores y amigos del esposo: por un lado, para evitar que se culpe a la mujer por la locura del marido; por otra parte, para ganarse el amor de éste y el de sus amigos.  En síntesis, el matrimonio es la célula básica sobre la cual reposa la sociedad noble y a partir del cual se cimentan la relaciones de linaje y, por ende, su construcción ha de ser sólida y no hesita en responsabilizar a su hija para lograrlo, pues sabe bien que la sociedad en que viven así lo exige.
    Para llegar al "estado deseable" de casada, la conducta de la joven ha de ser dulce y casta, sometiéndose por entero, en cuanto a la elección del candidato, a la prudencia y decisión de sus amigos: ha de ser sabia para no ahuyentar la buena suerte que Dios quisiera enviarle.  Ana no menciona su propia experiencia que, sin embargo, hubo de haber tenido muy en cuenta, pues no sólo ella misma había sido prometida a Nicolás de Calabria antes de desposar a Pierre de Beaujeu, sino que vio -entre muchas- la boda de su hermana Juana con Luis de Orléans, anulada más tarde; sin contar sus propios manejos para lograr el matrimonio de su hija con Carlos de Borbón-Montpensier: la recomendación materna, más que tendiente a evitar que la intervención de la joven heredera interfiriera en negociaciones siempre arduas y de delicado juego diplomático, parece dirigida a mostrarle que el esposo elegido para ella lo había sido en su mejor interés y la instaba, al mismo tiempo, a obrar de manera similar con sus propios hijos, el día que los tuviese.
   Ana se desentiende de explicar o invocar razones políticas y narra, en cambio, la historia de las tres bellas hijas del señor de Poitiers, solicitadas en matrimonio por tres pretendientes de Alemania y de las marcas vecinas que llegaron de incógnito, encontrándose el primero con que la hija mayor usaba una ropa tan estrecha que le faltaba el aliento, por lo cual el noble pensó que nunca podría porter enfant.  La segunda hija actuó de modo tan voluble y ligero que el segundo de los príncipes la tuvo por loca (folle). Otro tanto pensó el pretendiente de la hija menor cuando la escuchó hablar con atrevimiento, sobre todo de amor. Los tres nobles se despidieron y, sin poder contenerse, el más joven dijo irónicamente a la madre de las muchachas que "la bonne introduction et gracieuse conduite qu’il avoit vue en ses filles, luy estoit une bien grant gloire, et digne de mémoire perpétuel". La dama comprendió el mensaje y, según el relato, ya nunca volvió a ser feliz, muriendo poco después (XIIII, pp. 39-43).
   La historia me parece emparentada con tres de las que incluye el caballero de La Tour Landry: la de las hijas del rey de Dinamarca, la de la noble dama rechazada por el propio caballero y la de una hija del rey de Aragón, que perdió al "roy d’Espagne par sa fole manière"[81]. Pero Ana sintetizó los tres cuentos en un relato breve donde hace gala de su concisión y que se diferencia sutilmente de los otros porque, en la historia de Ana, las tres hijas proceden neciamente, en cambio, en las del caballero de La Tour Landry (excepto en el que dice contar su propia experiencia y habla de una sola joven), la hermana menor era sensata y preferida a la primogénita o a las mayores.  Cualquiera fuere la fuente, la versión de Ana potencia la función educadora de la madre -en este caso, fracasada[82]- y, asimismo, recuerda las "Parábolas de Salomón" de los Proverbios 101 y 1520: "El hijo sabio es la gloria de su padre; el hijo necio la tristeza de su madre".  Ana extrae las consecuencias de la responsabilidad materna y de la carencia de ella: una mujer insensata no puede educar sabiamente a una hija.  La ironía del pretendiente, además de subrayar el fracaso de la madre, ilustra sobre la manera de reprender indirectamente, que es una de las recomendaciones que la autora formula a Susana.
    La expresiva anécdota también da pie para indicar la gestualidad y el comportamiento apropiados: no balancear la cabeza ni mirar con fijeza, ligereza o inventariando[83], no reir ni hablar en demasía, ni tener lengua muy afilada, ni ser la primera ni la última en hablar, ni portadora de noticias ingratas para alguien.  Como dicen los sabios, agrega Ana, hay comentarios que no merecen respuesta (XIIII, pp. 43-45). 
   Del control de la lengua vuelve al del movimiento: no correr ni saltar, no pellizcar ni tironear a nadie ni permitir que la toquen.  La idea de ser modelo social está siempre presente en estas recomendaciones:  "...mesmement à filles nobles, lesquelles, en toutes choses, doivent avoir manières plus pesantes, doulces, et asseurées que les autres" (XIIII, p. 43).  Expresiones del mismo tenor se reiteran más adelante, ocupándose de la gestualidad con las manos, previniendo el llevarlas al rostro sin motivo  (XVIIII, pp. 64-65) y de la manera de saludar: "il ne souffit pas d’ouvrir la bouche, et saluer entre les dens, ains fault avecques parolle doulce, et inclinacion de chef, faire à chascun selon [son estat] et devez faire conscience de retenir ce qui leur est deu" (XXVIII, p. 123)[84]. Gesto y palabras han de armonizar para dar encanto a la dama y contento a quien la trata.
   En tercer lugar, la autora indica la conducta que se ha de seguir como mujer casada.  Ante todo, no envanecerse, por encumbrado que fuere el matrimonio.  El motivo que da es, siguiendo al doctor Liénard, que "il n’est point de si grant seigneur, ne puissant prince, en ce misérable monde, qui ait cause de soy orguillir, s’ilz congnoissent parfaictement les merveilleux dangiers et grans subgections ou ilz se treuvent incessament, sans repoz avoir" (XV, pp. 46-47). 
   La señora ha de honrar a los parientes y amigos del esposo, siguiendo el orden correspondiente al grado de parentesco.  No obstante, deja rotundamente sentados los deberes para con el propio linaje cuando, citando otra vez al doctor Liénard, compara a quienes olvidan esta obligación con Lucifer, que por orgullo se volvió contra su Creador, mereciendo la condena eterna (XVI).  Más aún, Ana ratifica esta tajante afirmación dedicando el capítulo siguiente (XVII) a narrar anécdotas de su experiencia personal -ratificadas con numerosas citas- sobre los errores de las mujeres que menosprecian a su familia y termina indicando, con precisión, el proceder adecuado en  caso de plantearse situaciones de conflicto debidas a la diferencia de jerarquías y dignidades  entre parientes.
   Aconseja más adelante a su hija que, si se viese obligada a pedir consejo sobre un tema que afecte su honor, recurra a alguien del linaje del marido o del propio, pero velando que se trate de una persona de bien, ya que los miembros del mismo linaje tienen un mayor motivo para defenderlo y guardar reserva. Aun así, la madre le encarece demostrar al eventual confidente todo su afecto y confianza, a fin de evitar que divulgue el secreto y magnifique el problema (XXIV, pp. 96-97).
   Con respecto del honor, cabe observar que, si bien ha sido considerado un valor eminentemente masculino cuya contrapartida femenina es la castidad[85], en el pensamiento de Ana se proyecta con un espectro considerablemente más amplio y rico.  Es, sí, observancia de la castidad: "... ne vous fiez en chasteté, force ne perfection [...] que une entre mille nén échappe pas sans estre chargée de son honneur ou déceue, tout soit l' amour bonne ou parfaicte..." (XII, p. 35).  Puede enunciarse por la negativa, cuando aconseja a la joven rechazar suavemente a los hombres para "moins requise de vostre déshonneur" (XXIX, p. 127).
   Pero el honor -que ha de inculcarse a los hijos- es también el cultivo de la humildad, mostrándoles "le grant bien et honneur qui vient pour estre humble et véritable" (XXV, p. 106). El honor que encarece Ana es similar al masculino: fidelidad y lealtad con el linaje y los amigos, jerárquicamente: "... à oultrecuidées femmes semble honte et deshonneur de demander conseil et en user [...] quant [las aconsejan] pour le bien et son bien et son honneur" (XX, p. 79).
   En Ana, el honor es un valor masculino que la mujer ha hecho suyo y, en última instancia, abarca el conjunto de normas éticas encarecidas en sus enseñanzas.  Es inevitable ponerlo en relación con  la defensa del honor del esposo que se narra en la Epître à la dame du Frêne, donde la protagonista se enfrenta a la dramática alternativa de aceptar la ejecución de su hijo, entregado como rehén por su esposo, o permitir que rinda la plaza y pierda el honor[86].
   El cuarto tema desarrollado en torno a la conducta en el propio hôtel es la relación con los cortesanos y servidores: aunque los valores no varían respecto a los que se aconsejó en el caso de hallarse en corte ajena, las advertencias ahora se adecuan a la nueva posición prevista para la dama.  Ante todo, ha de conservar la equidad, prestando consejo cuando le fuere requerido y dando su palabra de consuelo a quien viese atribulada, evocando para ello el ejemplo de los mártires (XVIII).  Fiel una vez más al Eclesiástico[87], aunque esta vez sin cita alguna, recomienda visitar a las mujeres que guardan cama, sobre todo a las de la familia propia o del esposo, cualquiera fuere su fortuna (XVIIII, p. 61).
   La autoridad se hará sentir con pocas palabras, amonestando con dulzura pero con firmeza, según los casos, alejando de la corte a quien con un comportamiento incorregible puede acarrear mala fama a la propia señora.  Los males rechazados son la conducta licenciosa, los chismes, las mentiras y los pecados mayores, como la envidia, que mencionamos antes: "Aussi gens trop affilez, rapporteurs, rioteux, et menteurs pour le danger qui s’en peult ensuyvir" (XXII, p. 83)
   El espinoso tema de los regalos, de entrega obligada en el ámbito cortesano y que cumplían las funciones más variadas, merece una página de la autora, atenta a asegurar la satisfacción de quienes ofrecen el presente y a evitar comentarios maliciosos:

...recevez à aussi grant chère les petis dons et présens, si les vous font, pensant que autant estes vous tenue à eulx, selon leurs povres puissances, que aux autres de plus grans dons; par quoy ne vous devez faindre à les récompancer, et humblement remercier, doulcement, et plainement, sans nulles mignotizes ne préciositez, car, après, on s’en porroit moquer, et dire que ce seroit fierté et non sçavance, et seroit tout le guerdon que vous en auriez (XVIIII, p. 66).

   Como señora, Susana habrá de recibir a menudo visitantes foráneos, a quienes atenderá con mayor deferencia que a los restantes, interesándose por las costumbres, leyes y vestimentas de su país y elogiando a los señores y damas de su tierra.  Cuando sea ella la viajera, debe saludar a "les simples gens et menu peuple, gracieusement, en inclinant la teste envers eulx... car, si vous voullez partout avoir bon bruit, il vous fault complaire autant aux petits que aux grans; car de telz gens vient la renommée et aussi l’esclande...". Por eso, deberá conversar con ellos preguntándoles por sus asuntos y exhortándoles a ser pacientes (XVIIII, pp. 69-70).  En este punto desarrolla la autora uno de los varios pasajes del libro destinados a la importancia de la palabra, inseparable del gesto, y que es "la plus noble chose que Dieu aye mise en créature", a condición de usarla bien (XVIIII, p. 71).  La afirmación es fiel a la literatura sapiencial recomendada[88] y a la vieja tradición monárquica, renovada por san Luis[89] y consagrada como ley no sancionada.
   Las delicadas relaciones con la nobleza quedan expresadas en la distinción entre los dos tipos de nobles: de lignaige y de couraige (XVII, p. 57; XXIIII, p. 95) y Ana es rotunda al privilegiar los valores éticos escribiendo que "gentillesse de lignaige, sans noblesse de couraige, doit estre comparé à l’arbre sec, auquel n’a verdeur en fruit" y también "...noblesse, tant soit grande, ne vault riens, si elle n’est aournée de vertus" (XVIII, p. 57). La diferenciación, realizada desde la Antigüedad, fue enunciada por André le Chapelain en sus reglas de cortesía y aceptada por autores antagónicos como Jean de Meun y Christine de Pizan[90]; Antoine de La Sale escribió, citando a Chilon de Lacedemonia:

Nobilis es genere, debes nobilis magis esse; nobilitas morum plus est quam progenitorum; nobilitas generis mortem superare nequibit.  C’est a dire, mon ami: "Se tu es noble de lingne, tu dois estre plus nobles de vertus; car la noblesse des bonnes meurs vault trop mieulx que la noblesse des parens; et ne puet sa noblesse, tant soit elle grande ne puissant, surmonter la mort"[91]

    Por eso, Ana recomienda a su hija actuar con humildad pero, así como ha de honrar especialmente a los nobles cuando los reciba, para no dar muestras de esa falta de espíritu (couraige) de la que acusa a algunos (XXV, p. 100)[92], debe también evitar a las damas cuya nobleza reside sólo en el linaje: "...vous devez tous jours accompaigner de femmes honnorables, et ne vous travailler d’entretenir les autres, tant soient elles nobles de lignaige, si elles ne le sont de couraige.  Car de gens vertueux on apprend tous jours quelque bonne doctrine, et des autres non" (XXV, pp. 102-103). 
   Incluso en los pasajes donde moraliza de manera más genérica acerca de la sociedad cortesana, Ana concentra sus críticas contra los nobles mentirosos y escribe, siguiendo al doctor Liénard, que "si en leur présence on les blandist, en leur absence on les mauldit" (V, p. 13), exhortando a su hija a huir de ellos como de cosas venenosas.
   A las prevenciones para con la nobleza podemos contraponer la honra -honneur- tributada a los sabios. Una vez más, el reconocimiento es utilitario, ya que darles placer -afirma la autora- rendirá el doble, pues ellos lo devuelven recordando con alabanzas a quienes los honraron, por doquiera que vayan (XXV, p. 101).
   En la organización de la corte campea la misma idea de orden cuasi divino que vimos en el matrimonio.  Así, Ana aconseja a su hija que aleje a los malos y "...gouvernez vous y saigement et secrètement, afin qu’ilz n’aient cause de rebellion" (XXIIII, p. 91). La prioridad de las jerarquías exige que la vestimenta de la señora supere en riqueza a la de sus damas. No se trata de vanidad, contra la que tanto se ha combatido, sino de la exteriorización del poder y de la jerarquía necesarios para el mantenimiento del orden.  En suma, la corte, como la señora, debe ser un modelo: "ainsi qu’il appartient en bon hostel, et tousjours leur donnez bonne exemple, pour vostre honneur et leur profit" (XXII, p. 84).
   Entre las observaciones generales que cierran el libro, Ana reitera algunas de las que ha ido enunciando y agrega otras de validez constante pero especialmente adecuadas para la joven: aceptar los consejos de las personas maduras, valorándolos y agradeciéndolos porque se trata "de ung des plus grans signes d’amour qu’on puisse monstrer à autruy, que doulcement le reprendre de ses faultes" (XXVIII, p. 125).

Los hijos

   La primera regla respecto de los hijos es procurar que sean "bons et vertueux" (XXV, p. 103), anteponiendo los valores religiosos y morales a los honores mundanos (XXVII, p. 117).  Para lograrlo -junto a las preocupaciones religiosas ya anotadas- se ha de cuidar que reciban buen ejemplo de las personas que los rodean y velar  especialmente por las hijas mujeres, ya que son "charge bien dangereuse" (XXV, p. 106). 
   Las hijas -más próximas a la madre en razón del sexo- son también destinatarias de las recomendaciones mundanas: la vestimenta apropiada será "razonable", para no suscitar envidias (XXV, p. 106).  Es obvio que la estructura jerárquica se ha de inculcar tempranamente y las reglas básicas, con relación al ropaje, consisten en marcar las diferencias respecto de la familia paterna y de la burguesía, para que cada uno ocupe su puesto de manera armoniosa.
   Un tercer grupo de recomendaciones encarece saber apartarse de las hijas "quant elles seront en eage de porter atours" (XXV,  p. 106), previniéndolas de hacer el ridículo junto a jovencitas.  Anne critica también a las damas que, habiendo casado a sus hijas con caballeros, las sirven, con desmedro de unas y otras (XXVII, p. 118).

Edad madura y viudez

   "Depuis que une femme a passé quarente ans, quelque beaulté que jamais elle ait eue, l’on voit qu’il n’est habillement, tant soit bien fait, qui luy puisse musser les fronces du visaige" (XXV, pp. 107-108). Esta realista observación convoca al tacto y la  lucidez de comportarse de acuerdo con la edad cronológica, incluyendo expresamente en la recomendación el evitar hacer el rídiculo "quant, en cest eage, elles sont visitées de quelque gentil homme" (XXV, p. 108). Las mil ocasiones en que la vida cortesana brinda la oportunidad de comprobar esos comportamientos asoma una vez más en las páginas que Ana dedica a describirlos y que termina moralizando: "Combien que en quelque eaige que l’on soit, le commencement est maulvaix, et la fin pire beaucoup" (XXV, p. 110).
   En el estado de viudez, se contemplan tres situaciones. Primero, el duelo: la muerte del marido, aunque sobreviniese durante la juventud y se tuvieren hijos pequeños, debe ser aceptada con paciencia.  Ana repudia las manifestaciones ostentosas de dolor que suelen ir unidas a un inmediato olvido de las promesas que las acompañaron: "...ses folles, qui effraiées se tempestent et crient, et font veuz et promesses, dont il ne leur souvient deux jours après" (XXVII, p. 115).  En cuanto a la duración del luto, "le plus grant n’est pas le plus loué" (XXVII, p. 115).  Como en todas las circunstancias, Anne recomienda seguir el camino intermedio, tenir le moien (XXVII, p. 116).
   En segundo lugar, Ana menciona las devociones apropiadas para una viuda, estado el más adecuado, si los hijos ya han sido criados y establecidos, para entregarse a la vida espiritual[93].
   En tercer término, la autora se ocupa de los intereses materiales.  Estos constituyen, proverbialmente, la gran fuente de conflictos entre la viuda y sus hijos o, eventualmente, otros familiares.  Por ello, la advertencia es tajante y Ana misma la practicó a rajatabla: mujer cuyo marido ha fallecido no debe ceder ni delegar atribución alguna -"du gouvernement de leurs terres et bensonges, ne s’en doivent actendre que à elles, touchant la souveraineté, ne n’en doivent donner puissance à nul qui soit" (XXVII, p. 116)-.  A continuación, pone a su hija en guardia contra los servidores tramposos e, incluso, contra algunos parientes que son causa de perjuicios y de la difamación de las mujeres solas y de sus hijas. 

4.2.3.  Folie y sagesse en el léxico de Ana

   En el discurso de Ana destaca el uso reiterado de algunas palabras.  Cierto es que el vocabulario de comienzos del siglo XVI era limitado[94] pero, precisamente por ello, importa examinar, junto con las palabras elegidas, la significación que se les acordaba.
   Según el juego de antonimias al que, de acuerdo con los cánones de la época, era afecta la autora, los dos polos del comportamiento mundano son la folie y la sagesse.  No se trata de una dupla casual -aunque, por cierto, cara al vocabulario literario francés desde la chanson de Roland en adelante [95] y muy en boga en esa época-.  Es conocida la expresión atribuida a Luis XI a propósito de su primogénita: "Anne est la moins folle des femmes, car de sage il n’y en a point"[96]. En los Enseignements, son esos dos conceptos, folie y sagesse, los que Ana repite con mayor frecuencia.  Veamos las connotaciones que marcan.
   Ante todo, por la negativa, la folie, como sustantivo o adjetivo, indica una conducta que se ha de evitar a toda costa.  La autora define el sentido que le daba al uso corriente: "Aussi dit on communément, qu’il n’est fol sinon celuy qui cuide estre saige..." (XXVIII, p. 125). Folie es el comportamiento irrazonable (VI, p. 16)[97], atrevido, imprudente en el sentido de no convenir al estado y condición de quien así obra, como ocurre a las hijas del señor de Poitiers (XIV, pp. 41, 42, 44), es el proceder orgulloso (XVII, pp. 52 y 54). La palabra castellana que mejor la expresa es desatino: parfaicte folle es la mujer que desestima los consejos de sus amigos (XIII, p. 38), de los miembros del linaje (XX, p. 78), quien se burla de otros causándoles perjuicios (XXIIII, p. 90), la que se comporta con desmesura, por ejemplo, exagerando las expresiones de duelo (XXVII, p. 115). La folie designa también el desvío del hombre, ya sea cuando prefiere otra mujer a su esposa (XVIIII, p. 74) o bien porque el comportamiento inadecuado de la mujer fuere causa de la folie del marido (XX, p. 77).  La folie evidencia un proceder inconveniente en la sociedad rígidamente pautada. Con relación a los hijos, es folie de la madre no saber orientarlos en su vocación religiosa, descuidando la orden en que profesen (XXV, p. 105).
   Al igual que en la frase de Luis XI, el comportamiento fol es expresamente contrapuesto a la conducta sage: "...pour ce fréquentez les saiges pour apprendre et retenir quelques bons enseignemens et doctrines; et ne soiez pas de ces folles oultrecuidées, que, quant on les reprent ou enseigne doulcement, elles le prennent à despit, et en font pis" (XXVIII, p. 124). Alrededor de un siglo antes que Ana, Christine de Pizan, en 1404, había definido la sagesse según Aristóteles, como la ciencia suprema cuyos pilares son "l’art, la prudence, l’intellect, la science et... la sagesse spéculative"[98]
   Frente a esta carga semántica intelectual de la autora ítalo-francesa que -no lo olvidemos- fundamentaba con ella el apelativo de Carlos V, en la definición de sagesse de Ana (XIII, p. 38) domina la connotación de prudencia y supone, asimismo, la mesura, "que sçait tenir la reigle et le milieu, sans soy desvoier" (XI, p. 28). También, "qui est saige, il ne doit désirer sçavoir le conseil d’autruy, mais doit on craindre à le sçavoir.  Neanmoins quant on le sçait, on s’en doit acquitter loyaulment..." (XXIIII, p. 99). La sagesse es la cualidad por excelencia, deseada para los hijos: "en ce monde, n’a telle joye au père et à la mère, que avoir enfans saiges et bien endoctrinez" (XXV, p. 104).  Con todo, la sagesse conoce limitaciones pues no basta cuando de prevenir los avances amorosos de los caballeros se trata  ya que, "comme dit le docteur Liénard, les plus saiges, et qui y cuident aller le droit chemin, sont souvent les premiers trompez" (XII, pp. 33-34).
   Folie y sagesse tienen, pues, en el léxico de Ana de Francia, un valor ético fundamentalmente referido al comportamiento mundano, cuyos polos configuran.

5.  Conclusión

   El estudio de los Enseignements que acabamos de realizar, nos permite formular las siguientes observaciones.
   En primer término, tras el carácter eminentemente práctico de los consejos se delinean las convicciones personales y los objetivos políticos. La conducta, que reposa sobre el fundamento ético-religioso, está dirigida a garantizar la seguridad propia y la del linaje. El libro enseña a reproducir un modelo socio-político cuya expresión figurativa ha quedado plasmada en el tríptico de la catedral de Moulins, donde la tabla central -representando la coronación de la Virgen- está flanqueada de un lado por la del duque Pedro en actitud de orar, protegido, literalmente respaldado, por su santo patrono.   Del lado opuesto, vemos la tabla con la duquesa Ana y la pequeña Susana, ambas con vestidos semejantes y en idéntica postura, orando como el duque y protegidas, también ellas, por su patrona, santa Ana, que en amoroso gesto dirige sus manos hacia ambas cabezas femeninas.
   En segundo lugar, han quedado diseñados no sólo los caracteres de las grandes cortes de los albores del siglo XVI sino también la función que a éstos atribuye una princesa que, de hecho, participó activamente y, a menudo, como principal protagonista, en el gobierno de Francia.
   Resta un interrogante, ¿se manifestó, en el momento de redactar el libro, la intención de llegar a un público más amplio? La intención modélica significa, por definición, un auditorio y si éste fue, con certeza, Susana, parece muy posible que Ana, mientras escribía o dictaba sus Enseignements albergase la idea, luego ejecutada, de que sus consejos se divulgasen en un círculo más extenso. Por otra parte, Ana sabía de la ausencia de manuales adecuados para conocer las normas de la vida cortesana.  Los libros de caballería y las novelas habían cumplido esta función y seguían haciéndolo, pero los nuevos tiempos pedían nuevas formas y, seguramente, por ello autorizó a Susana a permitir la difusión del pequeño manual contenido en el precioso volumen que le obsequiara[99].


La imagen indica la reproducción del modelo educativo: se trata de las hojas laterales del tríptico conocido como "del maestro de Moulins", datado circa 1500.Vemos, de un lado, al duque Pedro II de Borbón y, del otro, a la duquesa Ana y a la pequeña Susana, todos en actitud de oración y protegidos por sus respectivos patronos: San Pedro -con la llave en su diestra- para el duque y Santa Ana, que extiende sus manos protectoras sobre las cabezas de la duquesa y de su hija.Una vez más, las dimensiones se unen a la disposición y gestualidad de los personajes, en este caso para mostrar la importancia de los santos (Catedral de Moulins).

Notas

[1] Agradezco a la doctora Beatriz Figallo y a la doctora  Hebe Pelosi, pacientes amigas que consiguieron para mí algunas de las obras aquí utilizadas y no disponibles en la Argentina.

[2] LA TOUR LANDRY, Le livre du chevalier de... pour l´enseignement de ses filles. Publiée d´après les manuscrits de Paris et Londres par A. de Montaiglon, París, P. Jannet, 1854, Prologue, p. 2.        [ Links ]

[3] A.-M. CHAZAUD (ed.), Les Enseignements d´Anne de France duchesse de Bourbonnois et d´Auvergne à sa fille Susanne de Bourbon, Marsella, Laffitte Reprints, 1978 –reimpresión de la ed. de Moulins, 1878, con reproducción de las miniaturas originales según los diseños de M. A. Queyroy), Introduction. En lo sucesivo, todas las citas de Les Enseignements... remiten a esta edición.        [ Links ]

[4] D. ALEXANDRE-BIDON, "Des femmes de bonne foi.  La religion des mères au Moyen Âge", en Jean DELUMEAU (dir.), La religion de ma mère. Les femmes et la transmission de la foi, París, Cerf, 1992, p. 104.        [ Links ]

[5] A causa del lento proceso de formación del formidable estado principesco, el estatuto de esos bienes era diferente, en particular, el ducado de Auvernia había sido incorporado por el contrato matrimonial de Juan de Borbón con María de Berry, en 1400.  De acuerdo con este contrato, los descendientes de los duques tendrían derechos sobre la Auvernia una vez producida la muerte del duque Juan de Berry, padre de María (única descendiente legítima) pero a condición de que, tanto la Auvernia como el ducado de Borbón y el condado de Clermont-en-Beauvaisis, se convirtiesen a su vez en apanage, como la Auvernia y, por ende, todos ellos retornasen a la corona en el caso de que faltase sucesión masculina, de ahí la gestión de Pedro y Ana de Borbón para conseguir nuevos privilegios reales a favor de su única hija. (Cfr. A. LEGUAI, Histoire du Bourbonnais, París, P.U.F., 1974; para el panorama que sigue, principalmente P. PRADEL, Anne de France, 1461-1522, París, Publisud, 1986).        [ Links ]         [ Links ]

[6] Ph. ERLANGER, Diane de Poitiers, París, Gallimard, 1974, pp. 20 y ss.        [ Links ]

[7] Me atengo, para esta descripción, a la edición de A.-M. Chazaud.

[8] Cfr. Eclesiást., 320: Cuanto más grande seas, humíllate más, y hallarás gracia ante el Señor.  También en San Pablo, Filip., 28.

[9]  Vide infra & Lecturas piadosas.

[10] Cfr. Rom. 837. El inventario de la biblioteca de Moulins menciona varios ejemplares de la Biblia y, específicamente, del Nuevo Testamento, que pueden contener las epístolas paulinas.

[11]  Cfr. santo TOMAS de AQUINO, Suma de Teología, Madrid, B.A.C., 1998, parte I, quaestio 90.        [ Links ]

[12] Obras de san Agustín en números 10, 17, 18 y 19 del inventario de la biblioteca de Moulins. 

[13] "Muertos estamos cuando pecamos" -san AMBROSIO, Tratado sobre el Evangelio de San Lucas, Madrid, B.A.C., 1963, lib. V, 55, p. 256-.        [ Links ]

[14] En el sermón 104 dice "...Y si sientes pudor de declarar tu pecado a otro hombre, pecador tal vez también, ¿qué harás el día del juicio en el que tu conciencia será patente a todos?" -san BERNARDO, Obras completas, Madrid, B.A.C., 1988, t. VI, & 2, p. 489-.        [ Links ]

[15] Citado por M. SENELLART, Les Arts..., pp. 118-119.

[16] Cap. II.  Vide infra, sobre las influencias perceptibles en la obra.

[17] Cfr. Rom. 124 y 8; Gálatas 516-25.

[18] Cfr. Sermones sobre el Cantar de los Cantares, sermón 15 sobre el verso de Sabid. 81: "Dichoso el hombre que encuentra la sabiduría y abunda en inteligencia".  En san BERNARDO, op. cit., pp. 136-143.

[19] Cfr. BOECIO, La consolación de la filosofía (ed. de Pedro Rodríguez Santidrián), Madrid, Alianza, 1999, V, III, p. 136 y vide infra 3.2.1. 1) Aspectos doctrinarios.        [ Links ]

[20] En el inventario, nº 167 -Boèce, De consolation- y nº 251 -[Id] cum commento sancti Thome-.

[21]  De Aristóteles figuraban De animalibus (nº 121); Le livre de l'espèce, et troys livres de celo et mundo en francoys (nº 12 y nº 43); Du ciel et du monde translatez de latin en françoys -que aparece también como Le livre de l'espère ensemble trois livres (nº 12 y nº 43)-, Ethiques et politiques et yconomiques (en cuatro volúmenes, nº 44).  Recordemos que el último es del Pseudo Aristóteles y de Ovidio (nº 63) y Fables d'Ovide (metamorphoseos) (nº 64).

[22] H. BIZARRI, Diccionario paremiológico e ideológico de la Edad Media (Castilla, siglo XIII), Buenos Aires, Secrit, 2000, O.II.40.4 p. 263.        [ Links ]

[23] G. de LORRIS y J. de MEUN, Le roman de la Rose. Ed. d´après les mss. BN 12786 et BN 378, traduction, présentation et notes par A. Strubel, París, Libraire Générale Française, 1992, vv. 4685-4893 –también hay ed. española de Juan Victorio, Madrid, Cátedra, 1998-.        [ Links ]

[24] IBN HUDAYL, Gala de Caballeros. Blasón de paladines (ed. de Ma. J. Viguera), Madrid, Editora Nacional, 1977. El tener las cuatro patas blancas hasta la rodilla es signo de debilidad, de falta de bríos. Por eso, dice Muhammad ibn Sallam: "Nunca un cuatralbo destaca en las carreras", p. 98.        [ Links ]

[25] Ovidio, Las Metamorfosis (ed. de F. Payró Cartó y F. L. Cardona), Ripollet (Barcelona), Edicomunicación, 1995, lib. XII, III, p. 212.        [ Links ]

[26] Vide infra, & El matrimonio.

[27] Cfr. infra & La práctica piadosa.

[28] Vide infra & Lecturas recomendadas.

[29] TOMAS de AQUINO, Suma..., cuestión 64 (sobre lib. II de la Etica de Aristóteles). 

[30] A. de LA SALE, Jehan de Saintré (ed. de Joël Blanchard y trad. de Michel Quereuil), París, Libraire Générale Française, 1995, pp. 102-104.        [ Links ]

[31] de LORRIS y de MEUN, op. cit., vv. 11.239-11.250 (cito en este caso la versión castellana). 

[32] Les Enseignements...,  "Introduction Grammatical", p. 270.

[33] Olga WEIJERS, art. "docteur", en A. VAUCHEZ (dir.), Dictionnaire encyclopédique du Moyen Age, París, Cerf, 1997, 2 ts.        [ Links ]

[34] Chronique du religieux de Saint-Denys contenant le règne de Charles VI (de 1380 à 1422) (ed. de B. Guenée), Dijon, Comité des travaux historiques et scientifiques, 1994, lib. XXXVIII, cap. XXVII, p. 179 –es reimpresión de la ed. latino-francesa de 1830, traducida por M.L. Bellaguet-.        [ Links ]

[35] Id., lib. XV, cap. VIII.

[36] Del mismo modo: Pourtant, je vous conseille... (IX, p. 23).

[37] Del mismo carácter XVII, p. 51; XXVII, p. 118; XXVIII, p. 120.

[38] Cfr. infra 4.2.2.2. Comportamiento como esposa, madre y señora en su propia corte.

[39] Vide infra & Lecturas recomendadas.

[40] Vide R. HOMET, "Sobre el concepto del tiempo y de la historia en la ideología del poder regio: Luis XI y el Rossier des Guerres", Temas Medievales (a aparecer).        [ Links ]

[41] Estudio esta epístola en R. HOMET, "Sobre el niño rehén en la sociedad feudal: la Epître consolatoire incluida en un libro regalado a Susana de Borbón", Temas Medievales, 11 (2002-2003), 57-92.        [ Links ]

[42] Desarrollo los casos correspondientes en 4.2.2.  La esfera cortesana.

[43] Ch. de PIZAN, Le livre des faits et bonnes moeurs du roi Charles V le Sage (ed. de E. Hicks y Th. Moreau), París, Stock, 1997, I, XI, p. 56.        [ Links ]

[44] Cito las referencias de Ana en otra parte; la de Ch. de PIZAN, op. cit., segunda parte, XXV, p. 164.

[45] Vide en 3.2.2.1. la expresión de XII, p. 31.

[46] Por ejemplo, véase más adelante el apartado 2) La práctica piadosa.

[47] Louis IX à sa fille & 16, en CHAZAUD, op. cit., p. XXVI.

[48] San AGUSTIN, La naturaleza del bien, especialmente cap. XV, en Obras completas. T. III: Obras  filosóficas, Madrid, B.A.C., 1965-1995, pp. 881-882.        [ Links ]

[49] Destaquemos entre ellos el ejemplo de Christine de PIZAN , op. cit., primera parte, cap. XXVII y cap. X, p. 55.

[50] Vide supra, apartado 2. Las fuentes.

[51] Vide supra, apartado 2. Las fuentes.

[52] Nº 15, nº 59, nº 103, nº 261 y nº 292.  Se hallaba también La résurrection nostre Seigneur rithmée par personnaiges, comme elle fut jouée [à] Angiers, nº 269.

[53] En & 2. Las fuentes, citando III, p. 6.

[54] Vide infra & 2) La práctica piadosa.

[55] Cfr. también XXX, p. 128.

[56] J. LE GOFF, Saint Louis, París, Gallimard, 1996, p. 418, na. 4.        [ Links ]

[57] Nº 300 del Inventario; f. fr. 2829.

[58] Transcripto  en & 3.2.1.

[59] Vide infra 3.2.1.

[60] J. CABARET D´ORVILLE, La cronique du bon duc Louis de Bourbon (ed. de A.-M. Chazaud), París, 1876, cap. LXXXIX –hay traducción castellana con estudio preliminar y notas de R. Homet, Buenos Aires, Primed-Conicet, 1991).        [ Links ]

[61] Pese a que Ana lo llama "santo", Pedro de Luxemburgo no fue canonizado por la Iglesia romana sino que se lo mantuvo como "bienaventurado".

[62] G. HASENOHR, en N. BERIOU, J. BERLIOZ y J. LONGERE (dirs.), Prier au Moyen Age. Pratiques et expériences (Ve-XVe siècles), Turnhout, Brepols, 1991, pp. 241-244.        [ Links ]

[63] Nº 88 del inventario de la biblioteca de Moulins.

[64] Nº 10 del inventario de la biblioteca de Moulins.

[65] R. HOMET, "Dos bibliotecas del condestable Carlos de Bourbon: Moulins y Aigueperse", Incipit, XIX (1999), especialmente pp. 93-96.        [ Links ]

[66] De Institutiones feminae christianae, cit. en A. GALINO, Textos pedagógicos hispanoamericanos, Madrid, Iter, 1968, p. 300.

[67] En GALINO, op. cit., p. 257.

[68] N. BERIOU et alii (eds.), op. cit., pp. 242-244.

[69] Tomo el calificativo de "tradicional" para el Credo de Joseph AVRIL, en BERIOU et alii (eds.), op. cit., p. 172.

[70] Por ejemplo, la madre ha de enseñar a los hijos cómo comulgar (vide infra).

[71] Cfr. ALFONSO el SABIO, Setenario (ed. de Kenneth Vanderford), Buenos Aires, Instituto de Filología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 1945, ley LXXVII, pp. 128-129.  Si bien se trata de una fuente de procendencia castellana, la información es válida.        [ Links ]

[72] LA SALE, op. cit., 10-16, pp. 62-78.

[73] Ph. JEANNERET y Th. DEPAULIS, Le livre du Jeu de Dames, París, Bornemann, 1999, cit. por Gherardo Ortalli en su reseña de Ludica. Annali di storia e civiltà del gioco, 4 (1998), p. 124.  Recordemos que Jean de MEUN, Roman de la Rose, vv. 7735-7738, recomienda el ajedrez, los dados o tablas u otros "deliciosos juegos". 

[74] Les enseignements..., p. 326, citando a L. de LABORDE, Les émaux du Louvre, t. II, p. 381 para describir el marellier.

[75] LUIS XI, Le Rosier des Guerres. Enseignements de Louis XI roy de France pour le Dauphin son fils (ed. de M. Diamantberger), París, F. Bernouard, 1930, cap. 2º & Du Monde.         [ Links ]

[76] de la SALE, op. cit., 30, pp. 126-128, etc.

[77] Acerca de la corte como lugar de intrigas, cfr. M.-Th. CARON, Noblesse et pouvoir royal en France. XIIIe-XVIe siècle, París, Armand Colin, 1994, pp. 296 y ss.        [ Links ]

[78] Vide supra 3. Las fuentes.

[79] Por ejemplo, XXIX, pp. 127-128; XXX, pp.129-131.

[80] Por ejemplo, atrajo la atención del caballero de LA TOUR LANDRY, op. cit., cap. XVII.

[81] Son los capítulos XII, XIII y XIV, pp. 25-32 de la ed. cit.

[82] Vide supra 3.2.1, citando cap. VI, pp. 17-18.

[83] CfrLA TOUR LANDRY, op. cit., XI, 24.

[84] Cfr. los capítulos citados de Le livre du Chevalier de La Tour Landry y Dominici, cit. por M. KING, Mujeres renacentistas. La búsqueda de un espacio, Madrid, Alianza, 1993, pp. 62-63.        [ Links ]

[85] KING, op. cit.., p. 50.

[86] HOMET, "Sobre el niño..."

[87] Eclesiást. 739.

[88] Eclesiást., 1816-17: "...La buena palabra es mejor que el don. Una buena palabra es mejor que un obsequio".

[89] LE GOFF, op. cit., parte III, cap. III.

[90] de LORRIS y de MEUN, op. cit., vv. 18577-18666; de PIZAN, op. cit., segunda parte, XXV, p. 164.

[91] de LA SALE, op. cit., p. 68.

[92] Traduzco por "espíritu" en el sentido de ánimo, como la forma castellana más apropiada. Vide el Glossaire de A.-M. Chazaud, p. 314.

[93] Vide supra, apartado 4.2.1.

[94] Recuérdense las páginas de Lucien Febvre comparando la lengua del siglo XVI con el francés literario del siglo XVIII en El problema de la incredulidad en el siglo XVI. La religión de Rabelais,  México, UTEHA, 1959, pp. 315 y ss.        [ Links ]

[95] Laissun les fols, as sages nus tenum!, v. 221, cit. por Ch. BRUCKER, Sage et Sagesse au Moyen Age (XIIe et XIIIe siècles). Etudes historique, semantique et civilistique, Ginebra, Droz, 1987, p. 40.        [ Links ]

[96] Citado en el epígrafe por  PRADEL, op. cit.

[97] Transcripto en 3. Las fuentes, & 3) El regimiento o gobierno.

[98] de PIZAN, op. cit., II, II, p. 197.

[99] El acuerdo entre madre, hija y yerno aparece en las actas suscriptas a partir del matrimonio, avalando, pues, esta afirmación.

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