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Temas medievales

Print version ISSN 0327-5094On-line version ISSN 1850-2628

Temas Mediev. vol.12 no.1 Buenos Aires Jan./Dec. 2004

 

RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS

Mongelli, Lênia Márcia y Frateschi Vieira, Yara (eds.), A estética medieval, Cotia, Ibis, 2003 (231 pp.).

    El libro que comentamos presenta una antología precedida por un estudio de Massaud Moisés -director de  la colección As estéticas a través dos textos- sobre el tema central de la obra.
    En la introducción, Moisés nos ofrece interesantes, densas y bien documentadas reflexiones sobre el concepto de arte poética al igual que sobre  la diferenciación medieval entre "poema" e "historia". Alude a las consideraciones de una época para la que las "artes poetriae" eran los compendios de enseñanza escolar de reglas y preceptos para el buen empleo de la lengua, teniendo en cuenta las obras de excelencia tanto del presente como del pasado. En suma, "ars" sería la mejor manera de emplear una tekné a fin de lograr obras cabales, buscando su naturaleza y significado en la tradición clásica -en la cual escribir poesía se correspondía con "hacer", "fabricar" algo-. Por tanto, se daba a la poesía una capacidad total de creación, de producir "imágenes", o sea, representación y expresión de los "hechos". Una capacidad sumamente peligrosa por su manejo sofístico, por su poder para presentar, como verdaderas, realidades diversas, por sus recursos de fabulación. El prólogo hace una defensa de los sofistas y de su posición filosófica "de matiz cosmológico" y los relaciona con las disquisiciones de los Filósofos -Platón y Aristóteles- acerca de la retórica como forma de presentación del discurso pero, también, como astucias de persuasión y convencimiento. Se enfrentan "verosimilitud" y "verdad", lo que "parece ser"  y lo "que es".
    La relación Bien-Bello-Verdadero separa la posición de los sofistas de otros criterios como el de Platón -quien pone la moralidad por sobre todos los valores, fundamento de la estructura ciudadana con su capacidad pedagógica y formativa, para lograr el hombre cabal-. Esta perspectiva platónica es continuada por Aristóteles, Horacio y los pensadores cristianos. Por cierto, Aristóteles se preocupó por analizar y definir la tarea de la Retórica, a la que considera no como forma de persuadir sino de "discernir los medios de persuadir". Discurso que debe ser "digno de fe" y cuidadoso del mensaje que lanza a oyentes diversos. Esta herencia griega es recogida por Roma, en que la Retórica se acerca antes a la Poesía que a la Filosofía. El mundo romano nos  ofrece tratados como la Rhetorica ad Herennium de larga vitalidad y que -como las posteriores Institutiones oratoriae  de Quintiliano- fundamentaron la enseñanza retórica entre este pueblo y la formación cívica anhelada por la romanidad, el logro del vir bonus. En esta apropiación del tema por parte de los romanos, se opera una transformación del arte literaria como arte verbal y arte visual que aparece claramente en la Epístola de Horacio -quien también separa las ideas relativas al arx de las que se refieren al artifex-. La cristiandad realizará una relectura de todo este pasado para servir a los propósitos de la fe, el lenguaje bíblico alegórico y la correspondiente interpretación de la difusión de la Palabra, la lectio divina. Además, se esquematizan los saberes en trivium y quadrivium. El "arte poetica" conocerá su apogeo en los siglos XII y XIII, momento de florecimiento de universidades, de la fundamentación de la Escolástica y de la defensa de la razón.
    En esta conjunción de clasicidad y cristianismo, recordemos que San Agustín propondrá el ideal de "orador sacro" con las premisas horacianas de instruir, convencer y agradar; no se olvida jamás la obligación ética platoniana. Hubo modificaciones y contradicciones evidentes a través del tiempo. A pesar de esto, los teóricos medievales ofrecen una gran cohesión y claridad de principios. En ellos, la elaboración del texto va unida a la consideración del emisor y del receptor. Los mismos teóricos aceptan el "arte" como técnica del "saber hacer", que conlleva el necesario "equilibrio" o "justa medida" en la imitatio -ésta determinada por la aceptación de su concepción matemática y capacidad creativa-. En suma, la estética ligada a la ética.
    Moisés subraya la "permanencia" de los textos seleccionados para la antología, es decir, no los considera simples testimonios de determinadas épocas sino que piensa que los presupuestos estéticos de los mismos persisten a lo largo del tiempo. Así, ejemplifica esa idea  a través de obras de pensadores actuales que aproxima a las de autores medievales como Grosseteste o Tomás de Aquino. En suma, rescata una tradición que -modificada, transformada, enriquecida a través de los siglos- mantiene su vitalidad. La antología recoge la traducción de treinta y cinco breves textos de autores medievales que escribieron obras de estética, en cuyos libros se encuentran reflexiones sobre esta disciplina o que emplearon los presupuestos del "arte". Cada fragmento se acompaña con oportunas referencias relativas al autor y a la obra en cuestión. Así, encontramos pasajes como los de El collar de la paloma -en que Ibn Hazm (s. XI) habla de los ojos atraídos por la amada lo mismo que, en la gramática, "el atributo sigue al nombre"- o Los mandamientos de la gramática de Ebehard (s. XIII). Y otros muchos, tales como Sobre la lectura  de John de Salisbury (s. XII), Sobre el arte en general de  Geoffrey de Vinsauf (s. XII),  Del arte de hablar y escribir de  Alfonso el Sabio (s. XIII) o Breve compendio de arte retórica de Martín de Córdoba (s. XIV). No faltan, ciertamente, las palabras de Brunetto Latini, Bocaccio o Dante entre los italianos, del marqués de Santillana, de Enrique de Villena o Juan del Encina entre los españoles. El libro se completa con una bibliografía que menciona fuentes primarias, estudios (bibliografía crítica) y obras de referencia, además de un índice de nombres. Antes de la introducción se han incluido útiles advertencias sobre las pautas que han permitido la selección de las obras.
    Los textos escogidos constituyen una notable antología que guía nuestra reflexión sobre los fundamentos de la estética medieval y que permite valorar el legado aún vigente, la importancia  de una tradición.

Nilda Guglielmi

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