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Temas medievales

versión impresa ISSN 0327-5094

Temas mediev. vol.19 no.2 Buenos Aires dic. 2011

 

GARCÍA HERRERO, María del Carmen, Artesanas de vida. Mujeres de la Edad Media, Zaragoza, Instituto "Fernando el Católico" (CSIC) -Excma. Diputación de Zaragoza, 2009 (479 pp. , il.).

El presente volumen reúne diferentes ensayos que hablan de las mujeres medievales, desde su cotidiano vivir a la influencia femenina en las estructuras familiares; nos ofrece semblanzas e historias de vida que nos permiten conocer a sus protagonistas o bien nos brindan datos de mujeres anónimas; habla de costumbres y leyes medievales y de la consideración de la feminidad y de la condición femenina en diferentes momentos de la Edad Media.

La autora de estos trabajos, María del Carmen García Herrero, es una destacada investigadora en el campo de historia de las mujeres, pionera en España a partir de su tesis doctoral Las mujeres en Zaragoza en el siglo 195 XV (publicada en 1990 y reeditada en 2006). Catedrática de Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza, estuvo en el origen del programa interdepartamental de Doctorado Estudios de Mujeres, del Taller de Historia y del ciclo de conferencias Voces de espacios femeninos. Directora de proyectos de investigación, de tesis de doctorado, ha publicado sus estudios en diversos libros y revistas especializadas de España, Portugal, Francia, Italia, Inglaterra, Argentina, centrando siempre su análisis en la comprensión de la sociedad y de la cultura de la Edad Media y en la historia de las mujeres. También participó y se involucró activamente en foros de discusión referidos a las cuestiones de género.

En la primera parte del libro, "Femineidad y espacios femeninos a finales de la Edad Media", aborda cuestiones referidas al cuerpo de la mujer, a la importancia de la maternidad, el miedo al enamoramiento y a la inf luencia femenina, los cuidados obstétricos, la contribución del trabajo femenino a la economía familiar. En la segunda parte, "Protagonistas", estudia las figuras de Violant de Algaraví, Gracia Lanaja, Xemçi de Taher, Orosia y Engracia, mulieres religiosae en Zaragoza. En la tercera y última parte, "Costumbres y leyes", analiza temas referidos al universo de las relaciones familiares y a la violencia conocida como marital corrección, aceptada en la Baja Edad Media.

Los conocimientos que atesoraban las mujeres solían transmitirse por vía oral a otras mujeres y sólo en algunas ocasiones se dejaban por escrito, dando lugar a esos recetarios medievales y renacentistas en los que se encuentran remedios para la salud, secretos para aumentar la belleza, fórmulas para hacer perfumes o depilatorios, recetas de cocina, etc. A partir del siglo XVI, el estudio de la ginecología y la obstetricia alcanza un desarrollo científico importante, aunque se puede decir que estas disciplinas tenían una relevante tradición medieval. Margaret Wade Labarge habla de "aluvión de obras obstétricas medievales".

Durante la Edad Media, los saberes relacionados con el cuerpo femenino estuvieron fundamental y casi exclusivamente en manos de mujeres. Eran mujeres las que curaban a otras mujeres y mujeres eran quienes hacían las pruebas periciales relacionadas con la pérdida de la virginidad y quienes cuidaban a las embarazadas y atendían en los partos y pospartos como bien lo ha estudiado María del Carmen García Herrero. 196 A pesar de la existencia de mujeres medievales que escribieron sobre medicina (Trotula, Hildegarda von Bingen), es frecuente encontrar, en la documentación, que las profesionales dedicadas a la medicina no fueran nombradas "médicas" sino sencillamente "mujeres", o con palabras enraizadas en la lengua materna como "comadre", "comadrona", "ama" o "madrina". Esto ha propiciado, como señala Montserrat Cabré, que cuando se interroga a las fuentes con determinadas palabras, preguntando, por ejemplo, si había médicas o cirujanas o barberas, muchas veces la respuesta sea incorrecta, puesto que mujeres que aparecen nombradas así, "mujeres", desarrollaban tareas de puericultura, obstetricia, medicina, etc. La palabra "mujer" puede tener y encubrir significados diversos.

Los conocimientos en torno al nacimiento generan dos tipos de discursos: el de la medicina "canónica" y el de la realidad vivida y experimentada. La medicina medieval recibió una herencia fuertemente misógina y la consolidó, de manera que, en el discurso médico oficial, se consideraba que el sexo del nasciturus dependía de factores como la fortaleza del padre o de la madre, la dieta o la configuración planetaria. En principio, este discurso oficial sostenía que en los mejores coitos se engendraban varones. Los niños se formaban en la parte derecha del útero materno, en contacto con el hígado, un órgano noble y caliente. Las niñas, por su parte, se desarrollaban en la parte izquierda del útero, la menos favorecida, la más fría. El vínculo de los varones con el calor y el lado derecho y de las mujeres con el frío y el lado izquierdo no era inocente y tenía consecuencias, pues apuntaba a una imperfección femenina desde el momento mismo de la gestación.

Arib Ibn Said, médico cordobés del siglo X, afirma cómo el intercambio gozoso y propicio favorece la concepción de varones. Hacia 1468, fray Martín de Córdoba -en su Jardín de nobles doncellas-, abundaba también en este punto explicando, entre otras cosas, que los varones en la plenitud de su vida tendían a engendrar hijos, pero los viejos, que ya habían perdido gran parte de su virtud, o los muy mozos o jóvenes, que aún no tenían toda su virtud, solían engendrar hijas. Por otra parte, al sostener que las mujeres eran más frías "por naturaleza", se decía que el embarazo de niña era peor, más largo y más trabajoso que el de niño. No obstante, la certeza del sexo de la criatura sólo la proporcionaba el parto. 197 La atención a las parturientas y el parto se desarrollaban en ambientes marcadamente femeninos. Las "madrinas" (en Aragón), las "madrinas de parir" (en Castilla) eran las mujeres que atendían los partos. Coexistían dos formas de nombrar a estos personajes, recogidas por las fuentes: partera sería la palabra técnica y madrina la palabra común para llamar a una misma realidad. Estas parteras/ madrinas se ocupaban de todo lo relacionado con el parto y posparto, cuidando de todos los detalles materiales, espirituales y ritualistas que debían estar presentes en un parto y que describe muy bien la autora en los capítulos "María e Isabel: amor, acompañamiento y cuidados obstétricos" y "Huevos y gallinas en los inicios de la vida".

Además de asistir a las embarazadas, atender en los partos a la madre y a la criatura y dedicarse al cuidado de los niños y niñas, las madrinas llevaban adelante pruebas periciales y dictaminaban en casos de pérdida de virgo -bien fuera por accidente, bien fuera por violación o por otras causas-.

Respecto a la formación de las parteras o madrinas cabe decir que seguían el método de los artesanos y artesanas, basado en la observación, la repetición, el acompañamiento de alguien con mayor pericia y un paulatino asumir responsabilidades mayores. Las madrinas más jóvenes e inexpertas trabajaban junto a una madrina consagrada realizando tareas auxiliares y ayudando mientras se formaban.

En Zaragoza está documentada la labor de una profesional reputada, Catalina de Cutanda, conocida como la Madrina Salinas o simplemente "la Salinas", una partera querida y respetada en la ciudad de fines del siglo XV, de la que se tienen documentos de su trabajo en torno a los años 1478-1490: atendía a nobles y a plebeyos, dirigía las operaciones y fue la primera en describir, en un escrito, un parto instrumentalizado. Habitó junto al Mercado. Y cuando falleció, a principios del siglo XVI, se estableció un día de luto oficial y todas las campanas de la ciudad sonaron por ella. Su importancia es tal que el callejero zaragozano la ha incorporado; la calle "Madrina Salinas" reemplazó, a partir de abril de 2009, a "Capitán Godoy Beltrán", en el barrio de Las Fuentes.

Pero las mujeres eran también temidas, porque provocaban locura y enamoramiento, generaban todo tipo de desvaríos y colocaban al hombre, muchas veces, en situaciones próximas al escarnio y el ridículo. Un tipo concreto de esta influencia feme198 nina era aquella que se ejercía sobre el amante y se entroncaba, directamente, con la pasión amorosa y el deseo sexual.

A partir de un óleo realizado por Hans Cranach, en 1537, que muestra a Hércules hilando junto a tres doncellas, que actualmente forma parte de la colección Thyssen-Bornemisza y del grabado que ilustra el capítulo XXI dedicado a Yoles, reina de Etolia, en la obra de Giovanni Boccaccio De las mujeres ilustres, publicado en Zaragoza, por Pablo Hurus, en 1494 (ambas figuras se incluyen al final del libro), M.C. García Herrero aborda la cuestión del arquetipo masculino ridiculizado por la inf luencia femenina: Hércules hilando. La Edad Media pensó a la mujer, desde la expulsión del Paraíso, asociada a la rueca, de allí que el hecho de hilar se encuentre ligado a una lectura cultural y sexuada, profundamente arraigada y ampliamente expandida: constituye una tarea propia de las mujeres.

Otras imágenes asociaban a las mujeres con la pérdida del raciocinio, tal el motivo de Filis cabalgando a Aristóteles, que brincaba, en cuatro patas, azuzado por la dama. "Las imágenes del tenido por mejor de los filósofos en cuatro patas, animalizado y haciendo de cabalgadura, y del más fuerte de los héroes, afeminado y dedicado a la elaboración de materiales textiles, poseían un elevado valor moralizante para todos sus congéneres y especialmente para los jóvenes, que atravesaban la etapa de la vida más propicia para caer en amores, según refrendaba el discurso médico y didáctico de la época".

Las mujeres medievales se impusieron en sus contextos familiares, en ámbitos domésticos, en las economías tanto del campo como de la ciudad. Pero, por sobre todas las cosas, el arquetipo femenino de la virginidad/ maternidad unidos y asociados constituyeron una imagen típicamente medieval, representada a través de la figura de María -desde doncella virgen a Madre de Dios-.

Al respecto, en el capítulo "El cuerpo que subraya: imágenes de autoridad e influencia materna", la autora repasa estas asociaciones gestuales y sensoriales de autoridad materna para centrarse, especialmente, en la figura femenina del torso desnudo, en la desnudez de los pechos femeninos. La ostentatio mammarum resulta un tema potente y de larga duración, como último recurso de influencia materna, recurriendo a ejemplos que van desde La Ilíada a El libro secreto de los mongoles, desde las imágenes de María amaman199 tando al Niño a la documentación aragonesa bajomedieval.

Artesanas de vida nos ofrece un amplio recorrido temático y documental que pone en evidencia la ductilidad, la presencia y la vitalidad de las mujeres medievales a la vez que señala la necesidad de estudios de género sólidamente anclados en la documentación, desde los fueros a los archivos notariales, desde los textos literarios a la iconografía.

Esta generosa obra -tanto por la calidad y amplitud de los contenidos como por las hipótesis planteadas, la sólida documentación de archivos que contiene y la amplia bibliografía que respalda, en las notas a pie de página, cada una de las opiniones- es también un libro bello, cuidado, desde la diagramación y el arte de tapa (excelente motivo de cubierta a cargo de F. Meléndez) hasta la selección de figuras con que culmina. La misma revela la hondura de García Herrero como historiadora, una historiadora profundamente humana y vital en su forma de ser -y basta con leer "Algunas palabras previas" para conocer su personalidad-.

Gerardo Rodríguez

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