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Temas medievales

versão impressa ISSN 0327-5094

Temas mediev. vol.20 no.1 Buenos Aires jan./jun. 2012

 

VARIA

Los breviarios históricos y la cultura de la nueva elite del Bajo Imperio Romano (260-395 D. C.)

Darío Sánchez Vendramini

(CONICET)

 


Resumen

Momigliano relacionó el éxito de los breviarios historiográficos del siglo IV d.C. con las necesidades educativas de una nueva clase dirigente. Sus integrantes habían ascendido desde orígenes humildes a través de carreras en el ejército y la burocracia y necesitaban textos sencillos que les permitieran paliar su ignorancia sobre la historia de Roma. La tesis de Momigliano fue aceptada y desarrollada, con algunas variantes, por diversos autores. Sin embargo, plantea grandes dificultades que, según mi conocimiento, no han sido hasta ahora señaladas en la investigación especializada. En el presente trabajo, un estudio de la nuevos integrantes de la elite del Bajo Imperio permitirá demostrar que no presentaban, en tanto grupo, las deficiencias educativas pretendidas por Momigliano y que el conocimiento de la historia de Roma no era central para el desenvolvimiento de sus actividades. Si bien es muy probable que algunos funcionarios y oficiales hayan leído tratados historiográficos de este tipo, el análisis realizado demuestra que los breviarios no fueron escritos exclusivamente para ellos ni con una finalidad educativa, como se argumenta en la tesis tradicional.

Palabras claves: Breviarios historiográficos - Bajo imperio romano - Antigüedad tardía - Elites

Summary

Momigliano linked the success of historiographical breviaries in the fourth century AD with the educational needs of a new ruling class. According to him, its members had risen from humble origins through careers in the military and the bureaucracy and needed short, simple texts to help them to overcome their ignorance about the history of Rome. Momigliano's thesis was accepted and developed, with some variations, by several authors. However, it poses great difficulties that, to my knowledge, have not been so far identified. In this paper, a study of the new members of the elite of the Late Roman Empire will prove that they did not have, as a group, the educational deficiencies alleged by Momigliano and that knowledge of Roman history was not central to the performance of their activities. While it is very likely that some officials and officers read historiographical treatises of this kind, the analysis in this paper shows that the breviaries were not written exclusively for them or with an educational purpose, as argued in the traditional view.

Keywords: Historiographical Breviary - Roman Empire - Late Antiquity - Elites

SOMMAIRE

Momigliano mit en rapport le succès des bréviaires historiographiques du IVe siècle avec les appétences éducatives d'une nouvelle classe dirigeante. Ses intégrants provenaient d'origines très humbles et leur ascension sociale avait été atteinte par l'intermédiaire de carrières dans l'armée et la bureaucratie. Ils avaient donc besoin de textes simples qui leur permirent de pallier leur ignorance relative à l'histoire de Rome. La thèse de Momigliano fut acceptée et développée, avec certaines variantes, par différents auteurs. Elle pose, pourtant, de grosses difficultés qui, selon mon avis, n'ont point été signalées par la recherche spécialisée. Dans cet article, une étude des nouveaux intégrants de l'élite du Bas Empire, permettra de démontrer qu'ils ne présentaient pas, en tant que groupe, les déficiences éducatives signalées par Momigliano et que la connaissance de l'histoire de Rome n'était pas centrale pour le développement de leurs activités. Bien qu'il soit très probable que quelques fonctionnaires et officiers aient lu des traités historiographiques de ce genre, l'analyse effectuée signale que les bréviaires ne furent pas écrits spécialement pour eux, ni que leur finalité ait été éducative, tel que le pose la thèse traditionnelle.

MOTS-CLÉ: Bréviaires historiographiques - Bas empire romain - Antiquité tardive - Élites


 

1. Introducción

Tras los problemas del siglo III, el siglo IV representó, para el Imperio Romano, un período de estabilidad y renovado vigor, tanto en el plano militar, administrativo y político, como también en el cultural. La recuperación fue promovida por las reformas de Diocleciano y Constantino y sus efectos perduraron por poco más de un siglo, hasta más allá del final del reinado de Teodosio el Grande. La vitalidad de este período puede reconocerse también en el mundo literario, en el que encontramos, en todos los géneros, una producción de gran originalidad y heterogeneidad1. Esta tendencia se reconoce también en la historiografía, que experimenta un verdadero auge, signado por la aparición de nuevas formas -como la crónica y la historia eclesiástica- y por el creciente protagonismo de otras que sólo habían desempeñado hasta entonces un papel marginal, como es el caso de los breviarios2.

La historia eclesiástica y la crónica son nuevos formatos historiográficos que responden al cambio de perspectiva sobre el pasado, planteado por el triunfo del cristianismo y al creciente papel de la Iglesia en la política y la vida cotidiana del Imperio Romano. Los breviarios, en cambio, pueden considerarse parte de una larga tradición de epítomes que, como la misma palabra lo indica, tiene su origen en Grecia. Indudablemente, epítome y breviario no son conceptos equivalentes. El primero sería el resumen de una sola obra con, a lo sumo, mínimos añadidos, mientras que, el segundo, hace referencia al tratamiento conciso de un tema a partir de extractos de distintas fuentes y aportes propios del autor. Sin embargo, en la práctica, los límites entre epítome y breviario se vuelven difusos porque los escritores antiguos no usaron en forma consecuente estos conceptos, ni tampoco separaron claramente el resumen de la creación original. Los breviarios del siglo IV representan, entonces, una novedad no tanto por su forma sino por el mayor número de autores que aplica dicha forma al tratamiento de temas históricos.

Con el término genérico de "breviarios" se designa, entonces, a un conjunto de pequeños manuales históricos. No obstante, más allá del elemento común de la concisión, se trata de un grupo bastante diverso3. Mientras que algunos adoptan el esquema de una exposición narrativa convencional, otros toman la forma de una sucesión de biografías. También son considerables las diferencias en lo que respecta a las temáticas y períodos tratados. A pesar de la gran heterogeneidad de los breviarios, la investigación los ha considerado mayoritariamente como grupo unitario, por lo menos en lo que atañe al núcleo de obras más representativas dentro del mismo. Mientras que la aparición y difusión de la crónica y la historia eclesiástica tienen una explicación indiscutible en el ascenso del cristianismo, no está claro qué factores motivaron el nuevo protagonismo de los breviarios a partir del siglo IV. En un breve pasaje de su influyente ensayo del año 1963, Pagan and Christian Historiography in the Fourth Century, Arnaldo Momigliano relacionó el éxito de los citados breviarios con el ascenso de una nueva clase dirigente en el imperio romano tras la crisis del siglo III4. Según tal tesis, durante el siglo IV, los estratos superiores del imperio se habían transformado por la incorporación de hombres nuevos que debían su ascenso a exitosas carreras en el ejército o la burocracia y que no disponían siquiera de conocimientos básicos acerca de la historia de Roma. Momigliano infiere que los recién llegados necesitaban textos sencillos y breves que les permitieran paliar esa ignorancia -que era signo de su origen humilde o su proveniencia de regiones periféricas- y adquirir rápidamente conocimientos básicos de la historia del imperio para integrarse de manera efectiva en los círculos aristocráticos tradicionales, en los cuales esa formación era considerada de rigueur.

Para el mismo Momigliano, pues, ésa sería la razón por la que Valente habría solicitado la redacción de los breviarios históricos de Eutropio y Rufio Festo, hecho que ambos autores mencionan en sus respectivos prólogos. De acuerdo al historiador italiano, incluso, Valente habría encargado el segundo breviario a Rufio Festo porque el de Eutropio le habría resultado demasiado complejo y extenso5. La autoridad de Momigliano bastó para que esta tesis se impusiera y no fuera cuestionada -por lo menos, según mi conocimiento- en sus elementos fundamentales por parte de la amplia literatura posterior relativa a los breviarios históricos del siglo IV.

De tal manera, las ideas de Momigliano fueron aceptadas y desarrolladas, con algunas variantes, por diversos autores. Por ejemplo, Nellen, en su estudio de la educación como factor de movilidad social dentro de la burocrocia tardorromana, relaciona el breviario de Festo con las necesidades de un público militar6. Bird, por su parte, en su importante estudio del año 1984 sobre Aurelio Víctor señala que dichos breviarios fueron escritos para los altos rangos del ejército y la burocracia civil (que no se caracterizaban precisamente por su sofisticación) y también para los nuevos senadores griegos de Constantinopla (cuyos conocimientos de la historia romana habrían sido, igualmente, escasos). El objetivo de estos textos habría sido brindar a estos grupos conocimientos generales básicos para ayudarlos a desenvolverse más fácilmente en su nuevo entorno social y en las funciones públicas7.

En el estudio monográfico más reciente sobre los breviarios, Markus Sehlmeyer ha realizado una nueva presentación y defensa de esta misma tesis8. Este autor coincide en que los breviarios fueron redactados para responder a las necesidades de individuos que, tras lograr una importante movilidad ascendente, necesitaban adquirir rápidamente los conocimientos necesarios para desempeñarse en sus nuevas funciones y desenvolverse con éxito en el ambiente social al que se habían integrado. Los breviarios tendrían, entonces, una función educativa aunque no una ligada al ambiente escolar. Su objetivo habría sido, precisamente, permitir paliar ciertas deficiencias de instrucción (rellenar sus Bildungslücken, como señala expresivamente Sehlmeyer9) a aquellos, que por sus orígenes relativamente humildes y su trayectoria personal no habían tenido acceso a la formación literaria habitual para miembros de las elites. La brevedad característica de estas obras historiográficas se interpreta en esta concepción como una concesión a las limitadas capacidades y al escaso tiempo del que disponía este público tan específico, que le hacía imposible adquirir ese conocimiento a través de las convencionales historias narrativas de formato clásico.

Algunos autores han presentado interpretaciones diferentes pero sin desarrollarlas sistemáticamente. W. den Boer, por ejemplo, señala en un pasaje de su Some Minor Roman Historians que los autores de breviarios escribían para "las masas" pero no explica el significado concreto ni los fundamentos de esta afirmación10. Una variante de esta tesis es desarrollada por Eugen Cizek, para quien el éxito de los breviarios se relaciona con las necesidades generales del público lector, que buscaba manuales sintéticos para poder adquirir los conocimientos esenciales de la larga historia de Roma11.

Pese a ese consenso, la tesis tradicional plantea grandes dificultades que, según mi conocimiento, no han sido hasta ahora señaladas en la investigación especializada. En efecto, ésta parte de una serie de suposiciones sobre la historia de la Antigüedad Tardía vigentes en el momento en que se formulara dicha tesis por primera vez en los años '60 del siglo pasado, planteos que han sido fuertemente cuestionados en las últimas décadas. Esos supuestos son, a mi entender, de triple orden. En primer lugar, se estima que los miembros de la nueva elite del Bajo Imperio Romano contaban, por su reciente ascenso social, con deficiencias en su formación y educación. En segundo lugar que, para desenvolverse en su nuevo ambiente, ellos necesitaban adquirir conocimientos básicos de historia romana. Finalmente, los defensores de esta concepción afirman que los breviarios historiográficos del siglo IV eran pequeños manuales destinados a transmitir esos conocimientos a un público de escasa preparación. Estas son las tres premisas a partir de cuales se llega a la conclusión de que el nuevo grupo de altos oficiales y funcionarios del Bajo Imperio constituía el público destinatario de los breviarios. Ahora bien, es posible demostrar, en mi opinión, que esas tres premisas son falsas y que, por lo tanto, la tesis tradicional debe ser rechazada. Para no exceder el límite de un artículo, en el presente trabajo sólo se consideran el primero y, en forma más breve, el segundo de estos puntos y se reserva el tercero para una futura contribución.

En las secciones siguientes se presenta un estudio de la nueva elite del Bajo Imperio desde sus orígenes a mediados del siglo III hasta finales del IV a partir, principalmente, de información prosopográfica, combinada con un amplio espectro de fuentes literarias y jurídicas12. Este análisis permitirá demostrar que los hombres nuevos del Bajo Imperio no presentaban, en tanto grupo, las deficiencias educativas pretendidas por la tesis tradicional y que el conocimiento de la historia de Roma no era central para el desenvolvimiento de sus actividades cotidianas en el ambiente social al que se habían integrado.

2. La nueva elite imperial del siglo IV y su nivel educativo

2.1. De Galieno al final de la tetrarquía (260-305 d. C.)

La tesis tradicional parte en su argumentación, como se señaló, de la existencia de una nueva elite dirigente en el Bajo Imperio Romano que, por su origen humilde y consecuente escaso dominio de la tradición cultural clásica, habría sido el público consumidor de los breviarios, buscando en ellos una solución sencilla para paliar sus deficientes conocimientos históricos. Es necesario, por lo tanto, realizar un análisis de la información disponible en torno a la elite tardorromana y su nivel educativo.

Si bien algunos autores han puesto en debate, en la historiografía reciente, el concepto mismo de una "crisis" durante el siglo III d. C., nadie cuestiona la profunda transformación estructural experimentada por la sociedad romana en ese siglo13. El cambio fue especialmente significativo en los estratos superiores. El orden senatorial conservó sus tradiciones, prestigio y riqueza pero fue paulatinamente desplazado por miembros del orden ecuestre de los puestos centrales de la administración y, sobre todo, de las posiciones de mando en el ejército. En realidad, los nuevos oficiales y comandantes provenían, en la mayoría de los casos, de orígenes relativamente humildes y habían sido reclutados en provincias periféricas del imperio, sobre todo en aquellas de la región danubiana: Iliria, Panonia y Moesia. Estos últimos sólo habían logrado ascender al orden de los caballeros tras una larga y exitosa carrera militar que, en virtud de su coraje y talento personal, les había permitido llegar a la alta oficialidad a pesar de haber comenzado su servicio como simples soldados. El éxito de los nuevos oficiales ilirios es claramente visible desde el reinado de Galieno (260- 268 d. C.)14. En la administración, la situación era diferente: los nuevos funcionarios eran, sobre todo, juristas profesionales y personas educadas provenientes de las pequeñas elites provinciales o de estratos medios que reunían las calificaciones necesarias para desempeñarse en puestos burocráticos de diversa naturaleza. Desde el 260 d. C. encontramos, con cada vez mayor frecuencia, gobernadores de provincia (praeses) de rango ecuestre15. Sin embargo, antes de las reformas de Diocleciano y Constantino -que darían origen a lo que conocemos como burocracia bajoimperial-, los funcionarios ecuestres todavía representaban un grupo muy reducido16.

Los miembros de la nueva elite conservaron, durante el siglo III, la pertenencia al orden ecuestre y, en su mayoría, ya no fueron integrados al senado porque podían desempeñarse en altas posiciones sin contar con ese rango. Los que sí se convertían en senadores, sólo lo hacían hacia el final de sus carreras (como coronación de las mismas) y para desempeñar puestos con un importante componente honorífico, como el de praefectus urbi o un proconsulado17. La nueva elite militar y administrativa constituía, dentro del orden ecuestre, un sector especial y poco integrado al resto, que seguía compuesto mayoritariamente, como en tiempos del Principado, por terratenientes de todas las regiones del Imperio. La posición excepcional de este nuevo grupo se refleja en una serie de carreras espectaculares, impensables durante el mismo Principado, que llevaron a algunos individuos desde los estratos rurales de provincias poco romanizadas hasta el reducido núcleo de la elite dedicada la dirección del Estado. La investigación de las últimas décadas ha demostrado claramente que esta transformación no fue el resultado de una lucha entre el poder imperial y el Senado ni, mucho menos, el producto de políticas planificadas. Por el contrario, se trató del efecto acumulativo e involuntario de una serie de medidas destinadas a responder a apremiantes desafíos externos e internos. El célebre -y, en la historiografía, muy debatido- edicto de Galieno, que apartaba a los senadores de los comandos militares, fue sólo una etapa en este proceso, etapa que reflejaba una tendencia general de cambio vigente desde la época de los Severos18. En otras palabras, la transformación gradual en el reclutamiento y composición de los cuadros dirigentes del Estado fue el producto de una búsqueda de mayor eficacia en la gestión política y militar del imperio en un período plagado de graves desafíos y amenazas.

La separación de los senadores de los puestos de mando militar generó una transformación en cuanto a la procedencia de los soberanos, que surgirían ahora, en su gran mayoría, de la alta oficialidad. El ascenso al trono de los denominados "emperadores ilirios" es una prueba contundente del avance político de la nueva elite militar. Su liderazgo desempeñó un papel clave en la paulatina recuperación de los desastres de las década del '50 y '60 del siglo III y en la estabilización del imperio. Claudio Gótico, Aureliano y Probo -sólo por mencionar los más relevantes- son claros representantes del nuevo grupo de oficiales de carrera sin tradición familiar que ocupan ahora las más altas posiciones. Hacia finales del siglo, el reinado de Diocleciano y el establecimiento de la tetrarquía marcan el encumbramiento definitivo de la nueva elite de militares provenientes de la región danubiana19.

El establecimiento de la tetrarquía vino acompañado de una importante reforma militar que implicó una significativa expansión del ejército y, además, una todavía mayor multiplicación en el número de oficiales y comandantes como consecuencia de una considerable reducción en el tamaño de cada unidad20. Paralelo a ello, se llevó a cabo un completo rediseño administrativo del Imperio para responder a las nuevas necesidades panteadas por este ejército ampliado y por una política fiscal que pretendía generar los recursos necesarios para financiarlo. En primer lugar, se procedió a una subdivisión de las provincias que duplicó su número. Las mismas fueron agrupadas en doce diócesis bajo la autoridad de vicarii de rango ecuestre que actuaban como representantes regionales de los prefectos del pretorio21. A todo ello se sumó el efecto de la multiplicación de las cortes imperiales, cada una de ellas transformada ahora en una verdadera central administrativa móvil, el comitatus, que concentraba en torno al emperador unidades militares, sirvientes personales y también, junto con otros altos funcionarios, departamentos administrativos centrales (scrinia) especializados en tareas diferentes y dirigidos por magistri22. Estas medidas tuvieron como resultado un significativo incremento en el número de funcionarios públicos, pues es necesario considerar que cada gobernador, vicario, prefecto y magister contaba, a su vez, con su propio personal. No conocemos las cifras para la época de Diocleciano pero, a mediados del siglo IV, un gobernador nucleaba un equipo de unas 100 personas, mientras que un vicario lo hacía con unas 30023. Como resultado de esta expansión del aparato administrativo es probable que el número total de funcionarios se haya duplicado para pasar de unos 15.000 miembros a una cifra cercana a los 30.00024.

La expansión del ejército -sobre todo, en el número de puestos de mando- y de la burocracia generó considerables oportunidades de ascenso para personas y grupos que, hasta entonces, no habían formado parte de los estratos rectores del imperio. Dado que, durante la tetrarquía, las esfera civil y militar todavía no se habían separado plenamente, una carrera en el ejército seguía siendo una vía de acceso a las más altas funciones administrativas. Ese sería el caso, por ejemplo, del emperador Constancio Cloro quien, antes de ser promovido a la dignidad imperial fue, según afirma el anónimo valesiano, primero protector, después tribuno de una legión y, luego, gobernador de una provincia25. Un patrón semejante encontramos en las carreras de Julio Asclepiodoto y Afranio Hannibaliano quienes, tras servir distinguidamente como oficiales del ejército, ascenderían a la prefectura del pretorio, para ser finalmente incorporados al senado y desempeñarse como cónsules ordinarios del año 29226. A pesar de que el ejército continuó siendo la principal vía de ascenso -tal como estos ejemplos ponen de manifiesto- la ampliación de la burocracia por parte de Diocleciano generó numerosas oportunidades para personas con capacidades civiles, sobre todo con habilidades administrativas y conocimientos jurídicos.

Quienes accedían a la elite a través del ejército -y, en menor medida, también quienes lo hacían a través de la burocracia- no presentaban, en muchos sentidos, las características típicas de los miembros de las elites tradicionales. Las fuentes de la época insisten en este punto. La imagen de los toscos, incultos y semi-bárbaros soldados devenidos en gobernadores, comandantes, cónsules e, incluso, emperadores es un tópico recurrente en las obras del siglo IV. Éstas reflejan, o se identifican, con los valores de las elites tradicionales y recurren al estereotipo del parvenu para caracterizar a quienes habían llegado a posiciones destacadas sin contar con una tradición familiar dentro de las mismas27. Un rasgo común de los textos historiográficos latinos del siglo IV es, de hecho, por una parte la exaltación de los emperadores y dignatarios de extracción senatorial como representantes de la humanitas y, por otra, la representación de los emperadores-soldados y sus generales y funcionarios de origen similar como campesinos torpes, estúpidos o, incluso, como bárbaros salvajes. Un ejemplo claro es la famosa declaración de Lactancio en el sentido de que Galieno nombró como gobernadores de las provincias a militares ignorantes de las letras. Sin embargo, como veremos, estos testimonios no merecen mucha credibilidad28.

Aurelio Víctor, por ejemplo, afirma que, tras la muerte de Alejandro Severo, llegaron al trono imperial hombres buenos y malos, nobles e innobles y también muchos bárbaros29. Sobre Diocleciano y sus colegas dice que eran poco cultos, formados en la dureza de la vida rústica y militar30. El mismo tema se repite en diversos pasajes31. También critica el hecho de que las máximas posiciones en el servicio imperial pudieran ser ocupadas por personas incultas e inmorales32. Lactancio presenta, por su parte, un retrato semejante de algunos miembros de la tetrarquía. Por ejemplo, afirma sobre Maximino Daia: "Pero Daia, que recientemente había sido retirado de los rebaños y las selvas y había sido convertido repentinamente en scutarius, a continuación en protector, enseguida en tribuno y tan sólo un día después en César, recibió el Oriente para pisotearlo y consumirlo; en efecto, quien no sabía nada de la milicia ni de la república se había transformado en un pastor, ya no de ganado, sino de hombres"33. De Galerio, afirma que, durante su reinado, la retórica se arruinó, los abogados fueron exiliados, la literatura se consideró como una ocupación perniciosa y sus practicantes, como adversarios y enemigos34. El autor del Epitome de Caesaribus también adjudica a la legislación de Galerio un estilo rudo y tosco acorde a su origen como pastor35, mientras que Víctor llama a Maximiano "medio campesino"36 y Eutropio lo describe como "un hombre desprovisto de toda cultura"37.

Estos testimonios parecerían justificar, prima facie, los argumentos de la tesis tradicional sobre la nueva elite imperial pero un análisis detallado de esos mismos pasajes indica de manera clara que se trata de valoraciones fuertemente sesgadas. Ese es, sobre todo, el caso de las afirmaciones de Lactancio, que provienen del De mortibus persecutorum, una obra cuyo objetivo era describir la persecución de los cristianos durante la tetrarquía y demostrar la venganza divina posterior, visible en los terribles destinos de los perseguidores. Conforme a ello, los tetrarcas son representados como modelos de tiranía y barbarie, estigmatizados con todos los lugares comunes sobre faltas y vicios utilizados convencionalmente en la literatura antigua para presentar el retrato de un déspota38. En forma semejante, Aurelio Víctor y el resto de los breviarios adhieren a una perspectiva historiográfica que se identifica con el orden senatorial y que tiende a una caracterización negativa de los tetrarcas39.

Si consideramos un espectro más amplio de ejemplos de movilidad ascendente durante el período de la tetrarquía, vemos que surge un panorama muy diferente sobre la cultura de los nuevos miembros de la elite. En su estudio prosopográfico acerca de los funcionarios en el Bajo Imperio, Nellen afirma que, durante el reinado de Diocleciano, individuos muy educados sólo raramente alcanzaron los escalones superiores de la jerarquía burocrática40. Sin embargo, numerosas evidencias señalan lo contrario -tal como estos ejemplos ponen de manifiesto-. Un caso reconocido por el mismo Nellen es el del orador galo Eumenio, que conocemos gracias a un discurso de su autoría conservado en el corpus de los panegyrici latini. La familia de este personaje muestra una clara trayectoria de movilidad social ascendente. Su abuelo provenía de Atenas y, tras desempeñarse como profesor de retórica en Roma, se hizo cargo de una cátedra en la ciudad de Autun, en la que se radicó definitivamente. Eumenio ejerció la profesión de su abuelo y fue incorporado, en el año 293, a la corte de Constancio Cloro como magister memoriae, es decir, director de la secretaría encargada de la redacción de los rescriptos imperiales. En el año 298, Constancio relevó a Eumenio de su cargo para designarlo profesor de la escuela de retórica de Autun, duplicando sus emolumentos (de 300.000 a 600.000 sestercios) y preservando todas sus prerrogativas y privilegios como funcionario. Al asumir su cargo, Eumenio pronunció el discurso que ha llegado hasta nosotros -que habitualmente se conoce con el título de Pro instaurandis scholis- ofreciendo donar su salario para la restauración del tradicional edificio de la escuela de la ciudad41.

La carrera de Eumenio constituye un claro ejemplo de las nuevas posibilidades abiertas por la ampliación de la burocracia a las elites locales provinciales que contaban con el acceso a la educación necesaria. Que ésta no puede considerarse como un caso excepcional queda demostrado por un pasaje del discurso de nuestro personaje en el que comenta sobre su designación:

…y entre aquellas disposiciones imperiales, ocupadas con provisiones mucho más importantes para la conducción de la república, también reclutaron para la literatura, pues no de otro modo que si tuvieran que ocuparse de un escuadrón de caballería o de una cohorte pretoriana, consideraron que a ellos les correspondía la decisión de a quién dejar a cargo, para que aquellos que conviene conducir a la expectativa de un tribunal o del servicio en la justicia imperial o en los mismos cargos de la corte, no siguieran incorrectas instrucciones retóricas, como si una repentina tormenta los hubiera atrapado en medio de las olas de la juventud42.

Para Charles Nixon, este pasaje refleja la gran demanda de individuos con educación que ocasionara, en toda la Galia, el establecimiento de una corte imperial en la ciudad de Tréveris43. Tan importante como la demanda de letrados por parte de la corte debe haber sido, sin embargo, la creación en la región de dos diócesis y la duplicación del número de provincias. A ello se sumaban las nuevas oportunidades para desempeñarse como abogado, abiertas por la multiplicación de las cortes de justicia.

Eumenio no es el único ejemplo de este modelo de carrera. Otros autores de discursos (conservados entre los panegyrici latini) dejan entrever patrones semejantes. El autor de los panegíricos 10 (2) y 11 (3) pronunciados en Tréveris en la década del 290 -autor que, en algunos manuscritos, es llamado "Mamertino"- afirma en 11 (3).1.2 haber recibido de Maximiano un honor que superaba ampliamente sus expectativas, probablemente un puesto en la corte. El autor anónimo de 8 (4) también declara haber sido beneficiado con un cargo semejante44. Esta estrecha relación entre los profesores de retórica de la Galia y los emperadores de la tetrarquía no es sólo un producto del afán de los primeros por obtener el favor de los soberanos mediante la producción de elaborados elogios sino que refleja el interés de los últimos por promover las instituciones educativas de la región (que, en muchos casos, habían interrumpido sus actividades durante la convulsionada época del imperio gálico). Es claro que se reconocía la importancia de tales instituciones para contar con candidatos preparados para ser incorporados a los cargos públicos.

Por otra parte, no sólo conocemos ejemplos de la Galia de este tipo de situaciones. Una carrera semejante, desarrollada en su mayor parte en Oriente, es la del prefecto del pretorio Hermogeniano, del que sabemos su trayectoria gracias a una inscripción descubierta en la ciudad italiana de Brescia a principios de la década del '80 del siglo pasado. Dicha inscripción muestra que Hermogeniano compartió la prefectura con el ya mencionado Asclepiodoto como sucesor de Hannibaliano y que, en el momento en que la inscripción fuera fijada, a diferencia de su colega, contaba con el rango ecuestre. Este Hermogeniano ha sido plausiblemente identificado con el autor homónimo de la primera recopilación jurídica romana, conocida como Codex Hermogenianus. Otra evidencia indica que, previamente, se había desempeñado en el puesto de magister libellorum45. Todo parece indicar que Hermogeniano ascendió, gracias a su formación jurídica, al rango ecuestre y a la cima de la jerarquía burocrática. Como sea, estos ejemplos indican claramente que, quienes tenían posibilidades de integrarse a la elite a partir de las nuevas posiciones abiertas en el servicio imperial por las reformas de la tetrarquía eran, sobre todo, miembros de los estratos sociales medios y altos de las provincias que contaban con la formación retórica y jurídica que era imprescindible para el desempeño de esas funciones -tendencia que se acentuará durante el siglo IV-.

2.2 Constantino (305-337 d. C.)

Tras las profundas convulsiones del siglo III, el siglo IV fue un período de relativa estabilidad46, momento en el cual el nuevo Estado romano profundizó, sin embargo, las características asumidas a finales del período precedente. Si bien el sistema de división del poder de la tetrarquía fue dejado de lado a favor de un retorno al principio dinástico, durante su largo reinado Constantino dio forma definitiva a muchas de las innovaciones administrativas y militares introducidas por Diocleciano y sus colegas. Continuó, sobre todo, con la ampliación y profesionalización de la burocracia, lo que generó más oportunidades de ascenso para hombres nuevos. Esta tendencia de su política es claramente visible en la expansión del comitatus, que ahora pasó a contar con toda una serie de puestos ministeriales -como el magister officiorum, el quaestor sacri palatii, el comes sacrarum largitionum o el comes rerum privatarum-. Todos ellos tenían amplias atribuciones y gran número de subordinados, en algunos casos, repartidos por todo el territorio imperial. A éstos se sumaron departamentos especiales como los agentes in rebus, que realizaban tareas diversas -tales como la transmisión de mensajes y el espionaje- o la schola notariorum (que era un cuerpo de secretarios a disposición del comitatus con dependencia directa del magister officiorum y dirigida por el primicerius notariorum) 47.

La creación de la schola notariorum es particularmente significativa pues constituye un elocuente ejemplo del nuevo prestigio social de la burocracia imperial. El término notarius designaba tradicionalmente a los taquígrafos o amanuenses profesionales al servicio de individuos ricos o de la administración. Desde sus mismos orígenes, esta ocupación tenía, en Roma, claras connotaciones serviles pero sus características se modificaron completamente en el Bajo Imperio con la creación de la schola. A partir de ese momento, la función dejó de ser predominantemente desempeñada por libertos y los notarios comenzaron a ser reclutados entre hombres libres que contaban con la formación necesaria. Por su estrecho contacto con los emperadores, muchos de ellos alcanzaron gran poder e influencia y ascendieron a las posiciones más altas del servicio imperial, particularmente, durante el reinado de Constancio II, tal como veremos48.

Por otra parte, Constantino separó completamente la administración de las tareas militares, transformando a los prefectos del pretorio en las máximas autoridades civiles, con funciones limitadas estrictamente al ámbito administrativo y judicial. Su número se incrementó a tres, que se dividieron entre ellos el territorio imperial como instancia administrativa por encima de las diócesis. El comitatus también fue ampliado en el plano militar mediante la creación de diversas unidades de guardia imperial, las scholae palatinae, que remplazaron las suprimidas cohortes pretorianas49. Constantino también fue el creador de los ejércitos regionales, confirmando algunos experimentos de sus predecesores en esta línea. El comando de estos contingentes quedó en manos de los magistri militum, los nuevos generales en jefe, promovidos desde carreras exclusivamente militares.

Además de la ampliación de la burocracia, es relevante en este contexto el impacto de la fundación de Constantinopla como segunda capital -que, a diferencia de la primera, sería un centro de poder efectivo durante el Bajo Imperio-. Tal fundación fue acompañada de la creación de un segundo senado (que, desde el reinado de Constancio II, sería equiparado formalmente al primero) y de una estructura administrativa completa, comparable a la de Roma. Todas estas medidas y desarrollos dieron lugar, sin duda, a una importante expansión en el número de posiciones a cubrir respecto de los estándares de la tetrarquía -que, como se señaló, habían representado, a su vez, un crecimiento muy significativo respecto del período anterior-. La demanda de individuos calificados para cubrir todas estas nuevas posiciones tiene que haber sido considerable y debe haber generado mayores posibilidades de ascenso para miembros de las elites curiales y de sectores urbanos con suficientes recursos para acceder a la educación necesaria.

Gracias a evidencia epigráfica, conocemos algunas carreras de esta época que muestran esas posibilidades de ascenso a través de los diferentes escalones de la jerarquía burocrática. Un ejemplo elocuente es Celio Saturnino quien, partiendo desde la simple posición de advocatus fisci (probablemente durante la tetrarquía), iría ascendiendo gradualmente a través de dieciocho cargos diferentes para alcanzar, finalmente, la prefectura del pretorio y ser incorporado al orden senatorial50. En la misma posición comenzó Julio Rufiniano Ablabio Tatiano, de quien sabemos que era hijo de un profesor de retórica. Tras desempeñar diversas funciones culminó su carrera, después de ser incorporado al senado, al frente de la provincia de Campania, la más prestigiosa de las gobernaciones en suelo italiano51. El paulatino y trabajoso progreso de estos personajes a lo largo de una sucesión de cargos menores demuestra que no contaban con un origen social distinguido y que lograron avanzar con esfuerzo gracias a su capacidad personal.

Al igual que para el período de la tetrarquía, poseemos importantes ejemplos de movilidad ascendente en discursos conservados en el corpus de los panegyrici latini. El autor anónimo de la oración 6 (7), en honor de las quinquenalia de Constantino y pronunciada en Tréveris en el año 310, es un profesor de retórica que declara que su voz ha sido entrenada en diversis otii et palatii officiis (23.1). Éste también considera como sus hijos a todos los que ha hecho avanzar ad tutelam fori, ad officia palatii, "hacia la tutela del foro y los cargos en la corte" (23.3). Añade, finalmente, que muchos de sus antiguos alumnos son ahora gobernadores de provincias: multi sectatores mei etiam provincias tuas administrant (23.2). Este testimonio corresponde a una época temprana -antes de que Constantino desarrollara las principales reformas señaladas en los párrafos precedentes- pero ya indica claramente la continuidad en la política de reclutamiento de los cargos imperiales52.

Otros dos ejemplos de profesores de retórica integrados a la burocracia imperial son Exsuperio y Emilius Magno Arborio. Este último siguió una carrera literaria como profesor de gramática y retórica, carrera que prefigura en algunos aspectos la de su sobrino, Ausonio. Arborio fue designado como profesor en una de las cátedras públicas de la ciudad de Toulouse, donde estableció contacto con los medios hermanos del emperador Constantino, Dalmacio y Constancio53. Esta relación lo llevaría a desempeñarse como gobernador ecuestre de diversas provincias. A partir del año 328 sería, además, tutor de un miembro de la familia imperial, residiendo por cierto tiempo en Constantinopla, donde cayó víctima de la purga realizada sobre gran parte de la familia de Constantino tras la muerte del mismo en el 337 d. C.54. Exsuperio, por su parte, fue profesor de los hijos de Dalmacio y sería recompensado con la gobernación de una provincia en Hispania. Luego, se retiraría para pasar su vejez en la ciudad de Carduca en Aquitania y disfrutar, según Ausonio, de las grandes riquezas acumuladas en esta carrera55.

Un testimonio especialmente interesante sobre la consideración dispensada a las personas dedicadas a los estudios literarios y retóricos durante el reinado de Constantino es la carta de este mismo emperador al poeta Publilio Optatiano Porfirio, conservada junto con los manuscritos de los poemas de este último. Desde el destierro, Optatiano envió un ejemplar de sus escritos al emperador, de quien obtuvo el perdón y una generosa misiva, en la que el monarca afirma: "Al ingenio le ha faltado el favor de algunos emperadores, que acostumbraba nutrir y promover las mentes dedicadas a los estudios de la misma manera que un curso de agua, que desciende desde lo alto, calma los cultivos sedientos al colmar los canales. Los escritores y oradores de mi tiempo son seguidos, por un público bien dispuesto, como por una suave brisa y tampoco yo niego el testimonio que merecen los estudios"56. Por supuesto, esta carta no debe leerse como un manifiesto político de Constantino pero señala la aceptación, por su parte, del principio de que, quienes se dedicaban a las artes liberales, merecían el favor imperial.

Si en el siglo III los altos funcionarios y oficiales habían permanecido, por lo general, en el orden ecuestre, desde Constantino pasaron a ser integrados formalmente al rango senatorial. Si bien, en la mayoría de los casos, estos personajes no se incorporaban efectivamente a las sesiones del senado en Roma, lograban así su acceso a una serie de privilegios legales y económicos de gran relevancia a la hora de preservar su posición y legarla a sus descendientes. De esta forma, la nueva elite se sumó a un ampliado orden senatorial que cambió profundamente sus características, pues la expansión del mismo trajo aparejada una cierta devaluación en su prestigio -visible en la creación paralela de una jerarquía interna para reconocer a aquellos miembros merecedores de una mayor distinción-. Por sobre el rango tradicional de los clarissimi se crearon entonces dos grupos más, los spectabiles y los illustres57.

Para Nellen, antes que por el camino de la burocracia, una verdadera movilidad social se generó, durante el reinado de Constantino, a partir de las nuevas unidades de la guardia imperial creadas por este emperador, las scholae palatinae. Los integrantes de estos cuerpos fueron reclutados principalmente entre los germanos, secciones de las que surgirían oficiales que, en las décadas siguientes, alcanzarían los puestos más relevantes del Estado58. Si bien es un hecho indiscutible el creciente prestigio y peso político de los magistri militum durante el siglo IV, no todos quienes ostentaban tales cargos provenían de más allá de las fronteras o eran de orígenes humildes59. Por otra parte, los altos oficiales y comandantes (duces, comites y magistri) constituían un grupo reducido en comparación con los escalones superiores de la burocracia. Al contrario de lo señalado por Nellen, en consecuencia, el funcionariado representó una vía de movilidad social tan o, probablemente, más significativa que el ejército.

2.3 De Constancio a Juliano (337-363 d. C.)

Tras las reformas de Constantino, el Estado bajoimperial alcanzó la forma característica que preservaría en Occidente hasta la disolución del orden romano y, en Oriente, hasta la división del imperio en themata a mediados del siglo VII. Durante el siglo IV, la estructura administrativa y militar sólo experimentó ajustes menores que continuaron las tendencias precedentes y siguieron creando nuevas oportunidades de ascenso al incrementarse paulatinamente el número de cargos. Para el período comprendido entre los reinados de Constancio II y Juliano, disponemos de testimonios más abundantes que para las décadas precedentes y éstos indican, más allá de las dudas, que la formación en estudios liberales era indispensable para una carrera promisoria dentro del servicio imperial. Un testimonio particularmente elocuente es una constitución dictada durante el reinado conjunto de Constancio y Juliano sobre los requisitos necesarios para el ingreso y promoción dentro de las decurias o colegios en los que estaba organizada la burocracia romana tardía. Es necesario citar el texto in extenso:

En el distinguido orden de las decurias, que llevan el nombre de los copistas, los funcionarios fiscales o de aquellos encargados con los censos impositivos, de ninguna manera una persona debe obtener una posición de primer orden a menos que esté establecido que se destaca por su entrenamiento y práctica en las artes liberales y que presenta un dominio tan profundo de las letras que las palabras surgen de él sin la ofensa de imperfecciones, requisito del que queremos que todos sean informados. Para que no se le nieguen premios a la literatura, que es la mayor virtud de todas, a cualquiera que, por sus estudios y elocuencia parezca digno del primer lugar, nuestra previsión debe concederle un rango más honorable […] o vuestra sublimidad debe comunicarnos su nombre para que deliberemos qué dignidad debe serle conferida60.

Que lo estipulado en esta constitución no era letra muerta, queda demostrado por los numerosos ejemplos que conocemos de movilidad social ligados a la educación a lo largo de este período. Una vez más, Ausonio es una fuente muy informativa acerca de las posibilidades de ascenso, en la burocracia, que otorgaba una formación retórica. En su poema sobre los profesores de Burdeos señala, por ejemplo, respecto de Tiberio Víctor Minervio -uno de los maestros más famosos de la época- que ha proporcionado mil jóvenes al foro y dos mil al senado61. Se trata, sin duda, de una exageración pero la referencia es clara, los alumnos de un orador distinguido tienen amplias oportunidades de ascenso. Un caso concreto, entre otros conocidos62, de una carrera con esas características es el del yerno de Ausonio, Latino Euromio, que por sus conocimientos retóricos y jurídicos llegaría a ser gobernador de una provincia, antes de su temprana muerte63.

Un importante discurso de Libanio presenta ejemplos adicionales de individuos de orígenes humildes que ingresaron a la burocracia y alcanzaron, durante este período, las posiciones más encumbradas tras haber iniciado sus carreras como miembros de la schola notariorum64. Félix, por ejemplo, comenzó como notario y fue designado por Constancio para actuar como magister officiorum de Juliano en la Galia, llegando luego a ocupar el puesto de comes sacrarum largitionum65; Domiciano era el hijo de un obrero, empezó también como notario y llegó a comes sacrarum largitionum y, luego, a prefecto del pretorio de Oriente66. Flavio Tauro, por su parte, fue promovido al cargo de cuestor, más tarde al de prefecto del pretorio en el 355 y, finalmente, alcanzó el consulado en el año 36167; prefecto del pretorio de Oriente también fue Elpidio68. Dulcitio era hijo de un batanero pero alcanzó la dignidad de gobernador consular de Phoenice y procónsul de Asia69. Finalmente, Flavio Optato era un nativo de Paflagonia que actuó grammatikos didaskalos del hijo de Licinio y fue uno de los primeros personajes distinguidos con el título de patricio por Constantino, ocupando el consulado en el año 324.

Libanio condena duramente todos estos ejemplos de personas que ascendieron a posiciones importantes sin una cultura literaria que, a su juicio, fuera adecuada al nivel de su éxito. Sin embargo, el tono general de invectiva en su discurso debe hacernos tomar con cierto escepticismo sus afirmaciones. Como señala Peter Brown, "The few cases of successful careers by lowborn, uneducated persons in the higher reaches of the bureaucracy, recorded with disgust by Libanius, should not blind us to the cumulative success of educated civic notables in obtaining governorships and higher offices in the course of the fourth century"70.

Las posibilidades de ascenso de personas con una formación literaria se acrecentarían durante el breve reinado de Juliano el Apóstata quien, al transformarse en emperador único tras la muerte de Constancio II, desplazaría a numerosos funcionarios de confianza de este último y los remplazaría, en la mayoría de los casos, con individuos que compartían su inclinación intelectual y religiosa. Un claro ejemplo es el de Claudio Mamertino, el autor del panegírico a Juliano que ha llegado a nosotros dentro de la colección de los panegyrici latini. Este autor provenía, con toda probabilidad, de la Galia y había desempeñado una larga carrera en puestos menores antes de que Juliano lo designara comes sacrarum largitionum en el año 361 d. C., su primer cargo atestiguado. En el mismo año sería promovido, en primer término, a prefecto del pretorio para Iliria y, luego, también para Italia y África. En el 362 d. C. recibiría el importante honor de un consulado ordinario71.

En un importante pasaje del discurso de agradecimiento pronunciado en ocasión del inicio de su consulado, Mamertino declara sobre las costumbres de Juliano a la hora de seleccionar sus más estrechos colaboradores:

Pero tú, Augusto, te has librado de todos los ineptos y buscas a los mejores y más educados. Si alguien se distingue en las virtudes bélicas y la gloria militar, lo incluyes entre tus amigos. El que sobresale por sus facultades oratorias o por su conocimiento del derecho civil, es invitado a formar parte de tu círculo íntimo sin haberlo solicitado. Cualquiera que, en cualquier momento, se haya revelado honesto y enérgico en la administración pública es recibido en el grupo de tus colaboradores. Para gobernar provincias no eliges a tus mejores amigos sino a los más honestos72.

Como señala Mathias Claudius, la idea de que el buen soberano elige sus amigos entre los sabios es un lugar común. Sin embargo, Mamertino trasciende en este pasaje ese argumento general e indica que Juliano ha promovido a su círculo de más estrechos colaboradores a aquellos funcionarios que han demostrado, en su carrera, que cuentan con la preparación, dedicación y honestidad necesarias73.

Las biografías de algunos funcionarios importantes del reinado del mismo Juliano indican que hay un trasfondo real que inspira los comentarios de Mamertino. Podemos mencionar las carreras de Saturnino Segundo Salutio y Flavio Sallustio -que, por la similaridad en los nombres y en las posiciones ocupadas por ambos, plantean algunas dificultades a la hora de precisar sus detalles-. Salutio era un nativo de la Galia y contaba con una excelente formación literaria, que incluía la tradición helénica. Ya había desempeñado importantes cargos para Constante (praeses de Aquitania, Magister Memoriae, procónsul de África) cuando fue asignado al comitatus de Juliano como quaestor sacri palatii al ser este último nombrado César por Constancio II. Al transformarse Juliano en emperador único, elevaría a Salutio al cargo de prefecto del pretorio de Oriente, puesto desde el que tendría una participación decisiva en el diseño político del breve reinado del primero. Así Salutio formó parte de la malograda expedición militar de Juliano en Persia y, tras la muerte del emperador, un grupo de oficiales le ofreció la púrpura, que rechazó alegando su vejez y mala salud. Seguiría siendo prefecto del pretorio durante el breve reinado de Joviano y la primera parte del de Valente. Ignoramos la procedencia de Flavio Sallustio pero su carrera temprana está parcialmente atestiguada por diversas inscripciones. Las primeras posiciones que conocemos de su cursus son tres vicariados diferentes, lo que indica que se trataba de un hombre nuevo que avanzó lentamente en la jerarquía burocrática. Es muy probable que, antes de esos cargos, se haya desempeñado como gobernador de algunas provincias. Con el acceso de Juliano al trono imperial, sería nombrado prefecto del pretorio para la Galia y cónsul ordinario para el año 363 d. C. No es del todo claro cuál de estos dos funcionarios es el autor del breve tratado neoplatónico De diis et mundo aunque normalmente se lo identifica con el primero74.

Especialmente relevante en el contexto del presente trabajo es otro ejemplo de un funcionario proveniente de orígenes humildes y que llegó a importantes posiciones durante el reinado de Juliano. Se trata de Aurelio Víctor, el autor de uno de los breviarios historiográficos considerados en estas páginas. Víctor provenía de África y, en un pasaje de su obra, incluye la siguiente información sobre su biografía: "Yo, que nací en el campo de un padre humilde e inculto, he logrado en estos tiempos alcanzar una vida honorable a través de considerables estudios"75. No pueden quedar dudas de que Víctor adjudicaba a su educación literaria su ascenso en la burocracia imperial. En una reconstrucción hipotética pero plausible, Bird considera que Víctor sirvió primero en el cuerpo de notarios imperiales y, luego, en el equipo del prefecto del pretorio Anatolio en Sirmio. Amiano nos informa que Víctor estaba en esa ciudad en el año 361, cuando fue convocado por Juliano a Naissus para ser designado como gobernador consular de Panonia -puesto que implicaba el acceso al orden senatorial con el rango de vir clarissimus-. También recibió del emperador el excepcional honor de una estatua de bronce. Un cuarto de siglo más tarde, Víctor llegaría a la cima de su carrera al ser designado como prefecto de la ciudad de Roma. Carecemos de información al respecto pero es muy probable que el historiador hubiera desempeñado en esos años otros cargos, de los que no han quedado registro76.

2.4. De Valentiniano a teodosio (364-395 d. C.)

Tras la muerte de Juliano el Apóstata, el reinado de Joviano (363-364 d. C.), de poco más de siete meses, fue demasiado breve como para marcar un cambio en la política de reclutamiento del funcionariado. Con el ascenso al trono de Valentiniano y Valente (y la división administrativa del Imperio entre ambos hermanos), se reconoce patentemente la llegada de nuevos grupos a las más altas posiciones de la burocracia. En Occidente se trata, sobre todo, de hombres nuevos procedentes de las regiones de Panonia y Galia. Las relaciones de estos emperadores con las elites tradicionales, en muchos sentidos conflictivas, tuvieron como resultado una imagen preponderantemente negativa de estos soberanos en la tradición historiográfica tardoantigua, que acentuará la supuesta ignorancia y barbarie de los "soldados ilirios" que ocupaban el trono. Los mismos estereotipos negativos aplicados a Diocleciano y sus colegas se repiten en la segunda mitad del siglo IV para caracterizar a los emperadores de origen militar que llegaron al trono tras el final de la dinastía constantiniana, con la muerte de Juliano: Joviano, Valentiniano y Valente. Para Amiano Marcelino, éstos representan la antítesis de Juliano. La referencia a la deficiente cultura literaria de dichos soberanos es uno de los elementos con que el historiador refuerza esa imagen. Así, del fugaz Joviano destaca que sólo era mediocriter eruditus (25.10.15) y, de Valentiniano, que odiaba a todos aquellos que contaban con atributos superiores a él, ya sea por su nacimiento, riqueza o educación (30.8.10). Del hermano de este último, Valente, incluye entre sus defectos que tenía una mente inculta, sin entrenamiento en las artes de la guerra o la literatura: subagrestis ingenii, nec bellicis nec liberalibus studiis eruditus (30.14.5). Algunos de estos pasajes parecerían reforzar, en una mirada superficial, la imagen de las deficiencias educativas del nuevo sector dirigente del Imperio -imagen presentada por la tesis tradicional pero que un análisis más detenido lleva a rechazar-. Los pasajes señalados se refieren, en su totalidad, a emperadores. Las referencias al nivel educativo constituyen una forma de reforzar la imagen que, acerca de ellos, quiere presentar cada autor antes que una descripción fundada del nivel educativo de los soberanos. Esto puede reconocerse claramente en el caso de Constancio II, del que encontramos caracterizaciones muy diferentes en las distintas fuentes, según la imagen general que se quiera presentar de este emperador77. Por otra parte, en su ya clásico estudio, A Conflict of Ideas in the Late Roman Empire, Andreas Alföldi demostró el sesgo y considerable distorsión de las caracterizaciones de Valentiniano en la obra de Amiano y otros historiadores antiguos78.

Lejos de estas caracterizaciones, los aproximadamente quince años (364-378 d. C.) en que la dinastía valentiniana se mantiene en el poder, marcan una clara continuidad con el período precedente respecto de la promoción de miembros educados de las elites y los sectores medios de las provincias del imperio a los más altos cargos del servicio burocrático. Es interesante en este contexto una constitución de Valentiniano, Valente y Graciano del 370 d. C. La misma estipula que las cátedras financiadas por el estado imperial en las ciudades de Roma y Constantinopla tienen que brindar informes anuales sobre los méritos de los estudiantes a las oficinas de la administración para que se pueda determinar si algunos de ellos son aptos para ocupar puestos públicos79. Con Valentiniano se consolida, además, la práctica de que intelectuales ocupen los cargos de Magister Memoriae y Quaestor Sacri Palatii, funciones que servían a ésta como puntos de partida para alcanzar los puestos más altos. Sobre todo, se hace visible el éxito de un grupo de hombres nuevos, que comparten con los soberanos el origen en las provincias danubianas y cuyas figuras emblemáticas son Vivencio, Maximino, Flavio Simplicio y Valerio Dalmacio. Todos tienen trayectorias semejantes: provienen de los estratos medios de estas provincias y, tras desempeñar diversos cargos de baja jerarquía, ascienden a posiciones de extrema importancia y son actores claves en el desarrollo político del reinado de Valentiniano80. También encontramos ejemplos de hombres nuevos con características semejantes procedentes de otras provincias, como el galo Sextio Rustico Juliano, el africano Flavio Eupraxio o el español Flavio Claudio Antonio81.

El caso del prefecto del pretorio Maximino merece una consideración algo más detallada, pues Markus Sehlmeyer lo presenta como ejemplo de aquellos funcionarios exitosos pero de escasa educación, que habrían constituido el público de los breviarios82. Conocemos a Maximino, sobre todo, a partir del retrato que, acerca de él, realiza Amiano en su narración sobre los procesos por uso de artes mágicas, iniciados por Valentiniano en Roma. Maximino tuvo un papel central en el enjuiciamiento de varios miembros de la aristocracia senatorial y es caracterizado por el historiador, de manera sumamente tendenciosa, como un parvenu ignorante y violento. Amiano presenta a Maximino como un descendiente reciente de bárbaros, que con sólo un ligero barniz de educación logra, mediante un mediocre desempeño de la profesión forense, acceder a la burocracia imperial:

Maximino, que en otra época fue viceprefecto en Roma, había nacido en Sopiana, ciudad de la provincia de Valeria, de origen muy humilde, ya que su padre era tabulario en la oficina del gobernador y era descendiente de aquellos carpos que habían sido expulsados de sus antiguas tierras y transferidos a Panonia por Diocleciano. Maximino, después de un mediocre estudio de las artes liberales y un desempeño poco distinguido como abogado, administró las provincias de Córcega y Cerdeña y luego gobernó Tuscia. Desde allí se lo transfirió al control del abastecimiento de la ciudad de Roma pero, como su sucesor se demoró mucho en llegar, retuvo el manejo de la provincia83.

La tendenciosidad de este pasaje es evidente. La carrera de Maximino no es diferente de las de otros burócratas considerados en el presente trabajo. Su padre se desempeñó como tabularius (funcionario encargado de diversas tareas contables y del registro administrativo y fiscal). Durante el principado, esa posición había sido desempeñada habitualmente por libertos pero, desde comienzos del siglo IV, pasó a ser ocupada casi exclusivamente por libres de nacimiento, con lo cual se convirtió en un puesto codiciado por los beneficios y privilegios que confería -prohibiéndose incluso el acceso a tal función por parte de individuos de condición servil a principios del siglo V84-. Los ingresos del padre de Maximino eran, sin duda, suficientes para que este último pudiera acceder a una formación tradicional en las artes liberales, hecho que el mismo Amiano reconoce, si bien trata de desmerecer. Esa educación le permitió iniciar su carrera como abogado, una vía de acceso habitual a la burocracia, como hemos visto en otros casos. Las gobernaciones ecuestres de Córcega y Cerdeña fueron el punto de partida para acceder al rango senatorial mediante su gobierno de la provincia de Tuscia, de la que pasaría a ocupar la prefectura de la anona y la del pretorio para la Galia. Esta trayectoria presenta todos los signos habituales de un funcionario que tiene éxito en virtud de su formación y capacidad y no puede presentarse, en suma, como elemento de defensa de la tesis tradicional85.

En la mitad oriental del Imperio, administrada por Valente como una unidad independiente, encontramos patrones de carreras semejantes a los reseñados en Occidente. Los ejemplos más importantes son, sin duda, Eutropio y Rufio Festo, los autores de los dos breviarios historiográficos centrales, analizados por la tesis tradicional. La reconstrucción de la carrera de Eutropio plantea considerables dificultades, dado que no resulta claro si todas las posiciones que, en el mismo período, vemos ocupadas por una persona de ese nombre corresponden a un único individuo o a dos o más homónimos. Como sea, Eutropio se desempeñó como magister epistularum durante el reinado de Constancio II. En el 363 d. C., sabemos que participó en la campaña del emperador Juliano a Persia (Breviario, 10.16) y que, en el reinado de Valente, fue magister memoriae, lo que está atestiguado por los manuscritos de su obra. Es probable, además, que el historiador sea el mismo Eutropio que figura como procónsul de Asia en el año 371, prefecto del pretorio de Iliria en el 380 y cónsul del 387. Esta trayectoria reproduce los patrones típicos para otros funcionarios de orígenes poco distinguidos, que avanzaron gradualmente en virtud a su formación y talento86.

La carrera de Festo, por su parte, es conocida sobre todo a partir de la obra de Amiano, quien afirma que provenía de la ciudad de Tridentum (Trento) en Raetia y de una familia muy humilde. Tras desempeñarse como abogado junto con su colega y amigo Maximino, Festo llegó a gobernador de Siria y, luego, a magister memoriae del emperador Valente en Oriente. Fue durante su desempeño en este último cargo que escribió su pequeño tratado histórico. Alcanzó, finalmente, la posición de procónsul de África, que ocupó entre los años 372 y 380. Su carrera presenta muchos paralelos con la de Maximino y es típica de los funcionarios en ascenso de este período87.

Tras la muerte de Valentiniano en el año 375 y la llegada al trono de su hijo Graciano (de tan sólo 16 años), su instructor, el orador y poeta de Burdeos Décimo Magno Ausonio se convirtió, por la influencia con que contaba sobre su discípulo, en una de las figuras más poderosas en el occidente del Imperio romano. En la práctica, por algunos años, Ausonio fue el verdadero gobernante del imperio occidental con un control directo de las designaciones para los cargos más importantes. En virtud de su influencia, un grupo de parientes y relaciones cercanas -que habían estado hasta ese momento dedicados fundamentalmente a actividades literarias- alcanzaron los puestos más altos de la jerarquía del funcionariado. A pesar de tener ya más de noventa años, su padre fue entonces designado como prefecto de Ilírico; en el 376, su hijo Hesperio fue nombrado procónsul de África y prefecto del pretorio para Italia, Ilírico y África entre los años 377 y 380. Su yerno, Thalasio, reemplazó a su hijo como procónsul de África, mientras que un sobrino, Emilio Magno Arborio, fue designado comes rerum privatarum en el año 379 y praefectus urbi en el año siguiente. Los mayores honores fueron, por supuesto, acumulados por el mismo Ausonio. En el año 378 recibió el espléndido título de praefectus Galliarum y, finalmente, en el 379, el honor máximo, el consulado. En poco tiempo, Ausonio realizó un recorrido increíble, desde la cátedra de retórica en Burdeos a las cercanías del trono del imperio occidental; de la literatura, al centro mismo del poder político.

El ascenso de Ausonio y su familia a estas prominentes posiciones vino acompañado por la aparición de un gran número de galos en las altas jerarquías de la burocracia imperial, como resultado del patronazgo directo e indirecto de los miembros de la gens ausoniana. A diferencia de sus predecesores, los nuevos dueños del poder carecían, por lo general, de experiencia significativa en la administración. Se trataba, más bien, como afirma Matthews, de representantes de la clase alta tradicional de las provincias occidentales y, especialmente, de la Galia88.

La información disponible no permite reconstruir el relato político detallado de esa transición. Sin embargo, la prosopografía nos ayuda a reconocer el grado de control ejercido por Ausonio y su familia en la extensión de su red de patronazgo sobre los cargos más importantes del aparato estatal. Pero esta compleja red de relaciones no se reveló como una base de poder duradera. Ausonio no se vio afectado en forma significativa por la crisis que siguió al desastre en la batalla de Adrianópolis, la muerte del emperador Valente y el ascenso de Teodosio como nuevo soberano de Oriente. La situación fue distinta en el año 381, cuando el joven emperador Graciano se retiró de Tréveris para fijar residencia en Milán como nueva capital imperial. El poder de Ausonio no pudo sobrevivir a esa pérdida de cercanía con el ocupante del trono. En Milán, otras personas comenzaron a ejercer una influencia decisiva sobre Graciano, desplazando a su antiguo instructor. Se trataba del obispo de la ciudad, Ambrosio, y del general, de origen franco, Merobaudes89. Tampoco la estructura del poder imperial en la Galia pudo resistir esa retirada de su fuente de autoridad y, en poco tiempo, la región se encontró nuevamente bajo el control de un usurpador, Magno Máximo90.

Después de la partida de Graciano, Ausonio inició un retiro paulatino de la política. Tras la derrota y muerte del todavía joven emperador a manos del usurpador Máximo, los últimos restos de su influencia se disolvieron completamente. El ocaso de su carrera política vino acompañado del eclipse de las trayectorias de sus protegidos de antaño, que paulatinamente fueron desplazados al cumplirse sus mandatos. La transición fue pacífica y Ausonio pudo gozar de un cómodo retiro en sus propiedades cerca de Burdeos.

Los seis años en los que Ausonio y su círculo controlaron el Imperio de Occidente vieron a hombres nuevos -que contaban con una trayectoria intelectual y una formación literaria- ocupar, casi sin excepción, las más altas posiciones del Estado. Sin embargo, el avance de la gens ausoniana no puede considerarse el producto de una situación excepcional: representa, más bien, una clara continuidad con la tendencia reseñada en el presente trabajo en el sentido de una creciente importancia de la educación y la cultura literaria como criterios de selección del personal burocrático. Este hecho es reconocible no sólo en las exitosas carreras de numerosos individuos calificados a lo largo de todo el período aquí considerado, sino también como precepto explícito en algunas constituciones imperiales citadas más arriba.

Tras la ejecución de Graciano (383 d. C.) y el fin de la usurpación de Magno Máximo (388 d. C.), Teodosio se transformó, de facto, en la única autoridad efectiva del Imperio. A pesar de las convulsiones militares y políticas de esos años, la información disponible no permite reconocer cambios significativos en los criterios de reclutamiento de la burocracia romana. La carrera del orador galo Drepanio Pacato ilustra claramente esa continuidad. Es el autor del más tardío de los discursos reunidos en el corpus de los panegyrici latini, una oración pronunciada en Roma delante del emperador Teodosio y el senado en el año 389, considerada una de las mejores en la colección. Las palabras del orador galo parecen haber sido bien recibidas por el emperador, pues una constitución del Códice Teodosiano nos lo muestra ocupando, pocos meses después, el puesto de procónsul de África de este emperador y otra posterior lo señala como Comes Rerum Privatarum en el año 39391. En consecuencia, puede reconocerse la vigencia, durante el reinado de Teodosio, de un patrón semejante al de las carreras de otros oradores exitosos de las décadas anteriores, carreras que han sido expuestas en las páginas precedentes. También encontramos ejemplos de hombres nuevos que, tras desempeñar numerosos puestos de bajo rango, llegan ahora a la cima de la jerarquía burocrática. Es el caso, por ejemplo, de Flavio Neoterio, quien había comenzado como notario durante el reinado de Valentiniano I y se desempeñará como prefecto en distintas regiones del Imperio en las décadas del 380 y 39092 o Flavio Siagrio, quien también había sido notario y llegaría a magister memoriae en el 379, prefecto de Italia en el 380 y cónsul en el 38193.

Los mismos patrones de ascenso pueden reconocerse aun tras la muerte de Teodosio, más allá de los límites cronológicos fijados para el presente estudio. Durante la hegemonía política, en Occidente, del magister militum Estilicón, vemos que algunas de las más altas posiciones del Estado serán ocupadas por personajes como Flavio Mallio Teodoro y su hermano Lampadio. Conocemos la carrera del primero gracias al panegírico que le dedicara el poeta Claudiano en ocasión de su consulado del año 399. Este último, al elogiar las virtudes de su retratado y omitir toda mención de sus antepasados, parece sugerir un origen poco distinguido. Lampadio comenzó su carrera como abogado en el equipo de un prefecto pretoriano, posteriormente fue praeses (gobernador con rango ecuestre) de una provincia en África y, posteriormente, gobernador (consularis) de Macedonia. Desde el 379, actuó como magister memoriae y, desde el 380, fue comes sacrarum largitionum de Graciano. Finalmente, desde el 392, se desempeñó como praefectus praetorio per Galliam y, entre los años 397/99 y 408/09, praefectus praetorio italiae94. La carrera de Lampadio guarda muchas semejanzas con la de su hermano y fue, seguramente, impulsada por el éxito de aquél.95 En numerosos pasajes, la obra de Claudiano muestra la vigencia de la asociación entre educación y ascenso social en virtud del favor imperial en la transición entre los siglos IV y V, asociación que ya encontráramos en la carta de Constantino a Optatiano Profirio96.

3. Balance: La cultura de la nueva elite burocrática y militar

Lo expuesto en las secciones precedentes demuestra claramente que la imagen acerca de los nuevos miembros de la elite imperial que nos presenta la tesis tradicional no se corresponde con la información que disponemos sobre ellos -particularmente sobre aquellos que ascendieron a través de los escalones de la jerarquía burocrática del Estado romano tardío-. En efecto, lejos de ser los toscos e incultos parvenus que estos autores presuponen, la gran mayoría de los nuevos funcionarios provenían, con toda probabilidad, de las elites urbanas locales del imperio y debían su ascenso, en gran medida, a su dominio de la tradicional cultura literaria, a su formación retórica y a su preparación jurídica. Esos conocimientos eran un requisito indispensable para desempeñarse en la administración imperial, como lo demuestran el complejo latín -que era el idioma estándar de la misma- y la tendencia a hacer un extenso uso de la palabra escrita como herramienta de registro y control. Es importante considerar en este contexto que, como señala Christopher Kelly, el uso de documentos escritos por parte de la burocracia del Bajo Imperio no fue superado hasta la aparición de las monarquías absolutistas europeas en el siglo XVII97.

Sin duda, es posible que hayan existido algunos funcionarios humanitatis litterarum rudes, para tomar la frase de Lactancio. Sin embargo, los casos analizados demuestran que el típico parvenu del siglo IV es el funcionario que tiene su origen en una familia de las elites locales o de sectores medios de distintas partes del imperio y que, en virtud de su excelente formación y relaciones sociales, logra ingresar y progresar dentro del servicio imperial. El mismo Aurelio Víctor, uno de los autores de breviarios históricos, es un claro ejemplo de ascenso social a través de la burocracia, en virtud de su cultura literaria, como se señaló. De hecho, diversos autores del período presentan la educación como el factor que permite una movilidad ascendente a través del servicio imperial. Así, por ejemplo, lo afirma Símaco en un pasaje de una de sus cartas a Ausonio: "el camino hacia las magistraturas es, con frecuencia, allanado por las letras"98. El senador pagano es ratificado por el obispo de Antioquía, Juan Crisóstomo, quien describe a los padres ambiciosos de su ciudad llevando a sus hijos a estudiar literatura para que puedan hacer carrera en la administración imperial99. Ausonio, por su parte, en su Protréptico recomienda a su nieto que estudie retórica por la misma razón100.

En defensa de la tesis tradicional podría todavía argumentarse que el ejército era una vía de ascenso social con características diferentes a la burocracia, institución que podía permitir que personas de orígenes sociales muy bajos (incluso de regiones periféricas o de pueblos más allá de las fronteras del imperio) llegaran a encumbrarse en el entorno cercano de los emperadores, actuando los breviarios como instrumentos para facilitar a estas gentes un rápido acceso a conocimientos de los que carecían. Sin duda, casos de movilidad social de este tipo son conocidos, especialmente en el ámbito de los magistri militum, es decir, en la cima del mando militar. Sin embargo, pueden oponerse a este argumento algunas objeciones decisivas.

En primer lugar, es importante destacar que la elite de los altos oficiales del ejército tardorromano era muy inferior en número a la burocracia, con lo cual sería difícil explicar el éxito de los breviarios sólo a partir de la misma. Dentro de este grupo únicamente podemos incluir a los grandes generales (magistri militum), a los comandantes de algunas regiones militares (comites) y a los comandantes provinciales (duces). Estos últimos, sin embargo, sólo alcanzaron el rango de vir clarissimus durante el reinado de Valentiniano. Si se agrega también a los oficiales a cargo de una legión o unidad militar (tribuni) y a los comandantes y oficiales de las unidades de la guardia imperial, obtenemos un grupo de apenas algunos cientos de personas. Aun si consideramos también a los oficiales ligados a tareas especiales o de estado mayor, como los protectores domestici, no llegamos más que a unos pocos miles de individuos dispersos por todo el imperio101.

En segundo lugar, los altos oficiales del ejército tardorromano no eran los incultos guerreros que supone la tesis tradicional. Entre sus tareas rutinarias se contaban todo tipo de actividades administrativas y de registro, como así también funciones judiciales, que requerían de los oficiales, por lo menos, una formación básica. Como ejemplo, basta mencionar los procesos por traición llevados adelante por el magister equitum Ursicino en Antioquía en el 354 o el papel de jueces de los generales Jovino, Nevitta, Agilo y Arbetio en los procesos de Calcedonia -establecidos por Juliano para juzgar a los partidarios de Constancio en la administración y el ejército102-. En algunos casos, los altos oficiales podían recibir encargos especiales de todo tipo como, por ejemplo, misiones diplomáticas o actividades en el ámbito de la política religiosa, un plano para el que no existían funcionarios con responsabilidad directa en la burocracia103.

El uso regular de documentos escritos por parte del ejército tardorromano aparece ilustrado por un grupo de unos ochenta papiros, descubiertos en Egipto a fines del siglo XIX. Los mismos habían formado parte del archivo de un oficial de mediano rango estacionado en la región, Flavio Abinnaeo, prefecto del Ala Quinta Praelectorum y comandante de una fortaleza en la región del Fayum entre los años 342 y 351 d. C.104. Entre ellos se encuentran tanto documentos privados como públicos. Se trata de peticiones de civiles dirigidas a Abinnaeo en su condición de comandante, diversas cartas (incluyendo una enviada al emperador Constancio II) y registros contables y de impuestos cobrados por sus subordinados. El archivo ilustra claramente el uso intensivo de la palabra escrita en el funcionamiento del ejército tardorromano y la necesidad de que los oficiales supieran leer y escribir. Por supuesto, contamos con evidencia de generales que son calificados como semi-analfabetos en las fuentes de la época, como los usurpadores Magnencio y Vetranio, pero esa condición debe haber sido la excepción y no la regla. También conocemos ejemplos de oficiales militares con una profunda cultura literaria, como el protector domesticus e historiador Amiano Marcelino o el también protector Flavio Julio Trifoniano Sabino -quien, a principios del siglo V, pudo encontrar tiempo libre en el servicio como para producir su propia edición de las sátiras de Persio105.

A lo largo del siglo IV, es posible identificar, tanto en el ejército como en la burocracia, señales de una creciente tendencia a la conformación de familias de altos oficiales en las que los hijos realizan una promoción acelerada gracias al prestigio e influencia de sus padres. Para Alexander Demandt, ya con la llegada al trono de Diocleciano puede reconocerse el origen de una nueva "aristocracia militar tardorromana", compuesta por altos oficiales provenientes, mayoritariamente, de las provincias panónicas o de origen germánico. Según el historiador alemán, los altos oficiales conformarían un grupo caracterizado por estrechas relaciones internas de parentesco sanguíneo y político y con las diversas dinastías imperiales de los siglos IV y V pero con muy pocos puntos de contacto con la tradicional elite senatorial106. Posteriormente, este grupo se fusionaría con la nueva aristocracia germánica a medida que el Estado imperial se desintegraba en Occidente107. Demandt ha sido criticado con razón por separar, de manera tajante, la alta oficialidad del resto de la elite (cuando, desde un punto de vista formal, todos comparten la pertenencia jurídica al estamento senatorial y cuentan con numerosas características comunes) y por utilizar el concepto de "aristocracia"108. Precisamente, uno de las rasgos centrales de este grupo -que se mantiene hasta el siglo V- es el ingreso al mismo, por matrimonio, de militares exitosos, de orígenes relativamente humildes. Por otra parte, la creciente tendencia a la conformación de familias de oficiales no puede considerarse suficiente como para postular la conformación de una aristocracia hereditaria.

En qué medida el reciente grupo de altos oficiales y funcionarios constituyó una nueva elite o representó sólo una expansión y un cambio en los patrones de reclutamiento del sector dirigente, sigue siendo, en mi opinión, objeto de discusión. Sin embargo, es indudable que, contrariamente a lo señalado por Demandt, ni funcionarios, ni militares lograron conformar verdaderos grupos aristocráticos hereditarios. Su misma posición como parte de una elite estatal les imponía un carácter relativamente abierto frente a individuos en ascenso, que contaban con las habilidades requeridas y el talento necesario. La educación era, por lo tanto, un factor clave en la movilidad ascendente, sobre todo en la burocracia pero también, aunque en menor medida, en el ejército.

4. Conclusión

El análisis precedente demuestra que la tesis tradicional sobre el éxito de los breviarios debe ser rechazada porque parte de supuestos sobre la educación de las elites del siglo IV que no se corresponden con la información disponible en las fuentes sobre este grupo. Si el éxito de este subgénero historiográfico hubiera estado ligado a las necesidades de los hombres nuevos de este período, el mismo debería, por otra parte, haber sido más temprano -dado que el desplazamiento de la aristocracia senatorial de la conducción de las operaciones bélicas y el encumbramiento de una nueva jerarquía militar se produjeron, sobre todo, en el último tercio del siglo III y a principios del siglo IV-. De igual manera, la ampliación más significativa de la nueva burocracia imperial estuvo ligada a las reformas fiscales y administrativas de Diocleciano y Constantino. Para el momento en que se escriben la gran mayoría de los breviarios (la segunda mitad del siglo IV), la nueva elite ya se encontraba consolidada y estaba muy avanzado su proceso de integración con los estratos superiores tradicionales. Por otra parte, la gran mayoría de los hombres nuevos habían ascendido a esa posición, entre otros factores, también en virtud a su formación en los estudios liberales. Lejos estaban, por lo tanto, de necesitar pequeños manuales historiográficos para paliar su ignorancia.

Por supuesto, todo hombre nuevo exitoso en la burocracia o el ejército necesitaba haber establecido relaciones con individuos ya pertenecientes a las elites, pues el patronazgo y la recomendación eran las principales vías para obtener una designación en el mundo romano. Estas prácticas estaban completamente institucionalizadas. Eran conocidas con el nombre de suffragium y su importancia es claramente reconocible en el género de las cartas de recomendación. Ello no significa, sin embargo, que las calificaciones del candidato no fueran consideradas a la hora de realizar una designación, como señala Michelle Renee Salzman109. Precisamente, las cartas de recomendación se explayan, por lo general, sobre la capacidad y formación del aspirante a una posición. Ante la ausencia de mecanismos de examinación formales, las relaciones de patronazgo eran una forma sencilla de obtener ese tipo de informaciones.

El análisis realizado en las secciones precedentes demuestra, además, que la tesis tradicional parte de un supuesto errado sobre la importancia de los conocimientos históricos dentro de la cultura de las elites romanas. Para Momigliano, Bird y Sehlmeyer, como vimos, los breviarios servían para dotar a los parvenus de la burocracia y el ejército de un saber general sobre el pasado de Roma -que, a su vez, les habría permitido desenvolverse en su nuevo entorno social, en el que dicho saber habría sido imprescindible-. Sin embargo, si consideramos los numerosos pasajes citados anteriormente que critican la falta de educación de emperadores, funcionarios y oficiales, en ningún caso se cuestiona la falta de conocimientos históricos. Si bien la historia era un elemento importante del código común que identificaba la pertenencia a estos grupos, la misma desempeñaba un papel muy secundario frente al dominio de la tradición literaria clásica y la capacidad de expresarse en un lenguaje culto, utilizando las modalidades retóricas habituales. Paulino de Nola lo formuló muy claramente al afirmar que "honos, litterae, domus" son los signos de distinción en el mundo110. Estos eran los requisitos ineludibles para cualquier individuo que pretendiera desenvolverse con éxito en el contexto social de la elite. En las fuentes de la época, la crítica típica frente al parvenu reside en su desconocimiento de la tradición literaria y no en su ignorancia sobre la historia de Roma.

En consecuencia, si los individuos recientemente ascendidos a la nueva elite del Bajo Imperio hubieran necesitado compensar sus deficiencias educativas para integrarse a ese grupo y poder desenvolverse con éxito entre sus nuevos pares, habrían precisado, sobre todo, adquirir un dominio de la tradición literaria clásica y la capacidad de expresarse en un lenguaje estilizado por influencias literarias y retóricas. Los breviarios no podían, entonces, cumplir con la función que plantea la tesis tradicional. Ofrecían una respuesta inadecuada a las necesidades de los que habían logrado ascender socialmente sin tener un acceso adecuado a la educación habitual para los miembros de la elite.

Esos breviarios, por lo demás, brindan diversas informaciones en un formato reducido que facilita su consulta y permite obtener una rápida visión general sobre cualquier período de la historia de Roma. Esa había sido siempre la función de los epítomes: presentar resúmenes de obras muy extensas que hicieran más sencillo obtener un rápido panorama sobre su contenido. Es difícil pensar que tales breviarios pudieran ser útiles para personas con un escaso nivel educativo. No se trata de textos que se esfuercen por ser didácticos y dan mucho por sentado. Su brevedad no implica una concesión a la modesta capacidad de los lectores sino un arduo trabajo por ofrecer una visión de conjunto y permitir un rápido acceso a la información buscada.

El siglo IV es una época en la cual el desarrollo de la burocracia imperial vuelve a afirmar la centralidad de la cultura literaria en la vida de las elites y en la que un Estado transformado busca resaltar los elementos de continuidad con el glorioso pasado de Roma. Los breviarios reflejan el esfuerzo por sistematizar y hacer fácilmente accesible el rico acervo de información acumulado. Ese afán por organizar y facilitar la información es, de hecho, un fenómeno omnipresente en la época, que trasciende el ámbito de la historiografía y que podemos ver reflejado, por mencionar sólo un par de ejemplos, en las listas de cargos y funciones de la Notitia dignitatum, en el Epitome de re militari de Vegecio, en crónicas como la de san Jerónimo o en los intentos por clarificar el derecho que culminarán en la elaboración del Código Teodosiano. Todo indica, en consecuencia, que el público de los breviarios era heterogéneo y no se limitaba a la nueva elite burocrática y militar que, como ha sido demostrado, no presentaba las características que Momigliano, Bird y Sehlmeyer -entre otros- le adjudicaron. Por supuesto, es muy probable que algunos funcionarios y oficiales hayan leído breves tratados historiográficos de este tipo. Sin embargo, eso es secundario; lo importante es que no fueron escritos para ellos ni con una finalidad educativa, como argumenta la tesis tradicional.

 

Notas

1 Véase Sigmar DÖOP, "Die Blütezeit lateinischer Literatur in der Spätantike (350-430 n. Chr.). Charakteristika einer Epoche", Philologus, 132 (1988), 19-52.         [ Links ] Como señala Alan Cameron, esta nueva fase de vitalidad y creatividad no tuvo relación con una "reacción pagana", como se argumentaba tradicionalmente; véase Alan CAMERON, "The Latin Revival of the Fourth Century," en Warren TREADGOLD (ed.), Renaissances before the Renaissance: cultural revivals of late antiquity and the Middle Ages, Standford, Standford University Press, 1984, pp. 42-58;         [ Links ] IBID., "Poetry and Literary Culture in Late Antiquity", en Simon SWAIN (ed.), Approaching Late Antiquity, Oxford, 2006, pp. 327-355 e IBID. The Last Pagans of Rome, Oxford, 2010, p. 399 y ss.

2 Para un panorama reciente de la historiografía tardoantigua, con abundante bibliografía, véase Brian CROKE, "Historiography" en Scott Fitzgerald JOHNSON (ed.), The Oxford Handbook of Late Antiquity, Oxford, Oxford University Press, 2012, pp. 405-436.         [ Links ] Sobre las características generales de la historiografía tardoantigua véase también Brian CROKE y Alanna EMMETT, History and Historians in Late Antiquity, Sídney, Pergamon Press, 1983;         [ Links ] Charles HEDRICK Jr., History and Silence: Purge and Rehabilitation of Memory in Late Antiquity, Austin, University of Texas Press, 2000;         [ Links ] Paweł JANISzEWSKI, The Missing Link. Greek Pagan Historiography in the Second Half of the Third Century and in the Fourth Century AD, Varsovia, The Journal of Juristic Papyrology Supplements VI, 2006;         [ Links ] Gabriele MARASCO (ed.), Greek and Roman Historiography in Late Antiquity. Fourth to Sixth Century A. D., Leiden, Brill, 2003;         [ Links ] David ROHRBACHER, The Historians of Late Antiquity, Londres, Routledge, 2002;         [ Links ] Warren TREADGOLD, The Early Byzantine Historians, Londres, Palgrave, 2000;         [ Links ] Mark VESSEY, "Reinventing history: Jerome's Chronicle and the writing of the post-Roman West", en Scott MCGILL, Cristiana SOGNO y Edward WATTS (eds.), From the Tetrarchs to the Theodosians. Later Roman History and Culture 284-450 CE, Cambridge, Cambridge University Press, 2010, pp. 265-289;         [ Links ] David WOODS, "Late Antique Historiography: A Brief History of Time", en Philip ROUSSEAU, A Companion to Late Antiquity, Oxford, Blackwell, 2009, pp. 357-371.         [ Links ]

3 Sobre los breviarios tardoantiguos en general véase Thomas BANCHICH, "The Epitomizing Tradition in Late Antiquity", en John MARINCOLA (ed.), A Companion to Greek and Roman Historiography, Oxford, Blackwell, 2009, pp. 305-311;         [ Links ] Willem DEN BOER, Some Minor Roman Historians, Leiden, Brill, 1972;         [ Links ] Giorgio BONAMENTE, "Sulla storiografia pagana postgiulianea", Cultura e Scuola, 70 (1979), 69-82;         [ Links ] IBID., "Minor Latin Historians of the Fourth Century A. D.", en Gabriele MARASCO (ed.), Greek and Roman Historiography in Late Antiquity. Fourth to Sixth Century A. D., Leiden, Brill, 2003, pp. 85-125; Italo LANA, "La storiografia latina pagana del IV secolo d. C.", Koinonia, 3 (1979), 7-28,         [ Links ] IBID., La storiografia latina del IV secolo d. C., Turín, G. Giappichelli, 1990; Enrica MALCOVATI, "I breviari storici nel IV secolo", Annali Fac. Lettere Filosofia Magistero Cagliari, 12 (1942), 23- 42;         [ Links ] Arnaldo MOMIGLIANO, "Pagan and Christian Historiography in the Fourth Century ", en IBID., The Conflict Between Paganism and Christianity in the 4th Century, Oxford, Clarendon Press, 1963, pp. 79-99; Markus SEHLMEYER, Geschichtsbilder für Pagane und Christen. "Res Romanae" in den spätantiken Breviarien, Berlín, De Gruyter, 2009.

4 MOMIGLIANO, op. cit., pp. 85-86.

5 Esta idea ya había sido planteada por Wölfflin en 1904, véase Eduard WÖLFFLIN, "Das Breviarium des Festus", Archiv für Lateinische Lexikographie und Grammatik, 13 (1904), 69-97 y 173-180.         [ Links ]

6 Dieter NELLEN, Viri litterati: gebildetes Beamtentum und spätrömisches Reich im Westen zwischen 284 und 395 nach Christus, Bochum, N. Brockmeyer, 1981, pp. 66 y 139.         [ Links ]

7 Harold BIRD, Sextus Aurelius Victor: a historiographical study, Liverpool, Francis Cairns, 1984, pp. 71-72: "         [ Links ]Members of the military hierarchy and even many of the Greek senators of Constantinople, whose knowledge of Latin and Roman history was sketchy, found themselves in need of brief and basic handbooks akin to our modem potted histories or introductory outlines to psychology or literature, etc., to help them to function more readily in their respective social strata".

8 SEHLMEYER, op. cit., pp. 140-212.

9 Ibid., pp. 58, 123, 140 y 169.

10 DEN BOER, op. cit., p. 10.

11 Eugen CIzEK, Histoire et historiens à Rome dans l'Antiquité, Lyon, Presses universitaires de Lyon, 1995, p. 272.         [ Links ]

12 La información prosopográfica es recopilada, entre otras fuentes, a partir de los siguientes estudios generales: Arnold Hugh Martin JONES, John MARTINDALE y John MORRIS, The prosopography of the later Roman Empire, Cambridge, Cambridge University Press, 1971 (citado en adelante PLRE);         [ Links ] NELLEN, op. cit.; Michele Renee SALzMAN, The Making of a Christian Aristocracy: Social and Religious Change in the Western Roman Empire, Cambridge (Mass.), Harvard University Press, 2002;         [ Links ] Karl Friedrich STROHEKER, Der senatorische Adel im spätantiken Gallien, Darmstadt, Wissenschaftliche Buchges, 1970.         [ Links ] La información ha sido complementada con los aportes de los siguientes estudios: Geza ALFÖLDY, reseña de Prosopography of the Later Roman Empire vol. 1, Byzantinoslavica, 34 (1973), 234-243;         [ Links ] Roger BAGNALL et al., Consuls of the Later Roman Empire, Atlanta, Scholars Press, 1987;         [ Links ] Barry BALDWIN, "Some Addenda to the Prosopography of the Later Roman Empire", Historia, 25 (1976), 118-121;         [ Links ] IBID., "Some Addenda to the Prosopography of the Later Roman Empire", Historia, 31 (1982), 97-111; Timothy BARNES, "More Missing Names (a. d. 260-395)", Phoenix, 27 (1973), 135-155;         [ Links ] IBID., "Another Forty Missing Persons (a. d. 260-395)", Phoenix, 28 (1974), 224-233; IBID., "Christians and Pagans in the Reign of Constantius,", en Albrecht DIHLE (ed.), L'Église et l'empire au IVe siècle, Vandoeuvres-Ginebra, Foundation Hart, 1989, pp. 301-343; IBID., "Praetorian Prefects, 337-361", ZPE, 94 (1992), 249-260; Anthony BIRLEY, reseña de Prosopography of the Later Roman Empire, Journal of Roman Studies, 62 (1972), 185-186;         [ Links ] Jean-Pierre CALLU, reseña de Prosopography of the Later Roman Empire, Revue de Philologie, 46 (1972), 357;         [ Links ] Henry CHADWICK, reseña de Prosopography of the Later Roman Empire, Journal of Theological Studies, 23 (1972), 258-259;         [ Links ] André CHASTAGNOL, reseña de Prosopography of the Later Roman Empire, REL, 50 (1972), 382-384;         [ Links ] Nicola CRINITI, "La nuova prosopografia dell'età tardo-imperiale romana", Nuova Rivista Storica, 58 (1974),         [ Links ] 133-152; Alexander DEMANDT, reseña de Prosopography of the Later Roman Empire, Byzantinische Zeitschrift, 67 (1974), 170-173;         [ Links ] Werner ECK, reseña de Prosopography of the Later Roman Empire, Zephyrus, 23 (1972-1973), 325-336;         [ Links ] William Hugh Clifford FREND, reseña de Prosopography of the Later Roman Empire, Journal of Ecclesiastical History, 23 (1972), 171-172;         [ Links ] Martin HEINzELMANN, "Gallische Prosopographie (260-527)", Francia, 10 (1982), 531-718;         [ Links ] IBID., "Neuerscheinungen der Jahre 1979-1980 zur Prosopographie des Frühmittelalters (5.-10. Jahrhundert)", Medieval Prosopography, 3.1 (1982), 113-140; Adolf LIPPOLD, reseña de Prosopography of the Later Roman Empire, Gnomon, 46 (1974), 268-273;         [ Links ] André MANDOUzE, Prosopographie chrétienne du Bas-Empire, vol. 1, Prosopographie de l'Afrique chrétienne, París, Centre national de la recherche scientifique, 1982;         [ Links ] John MARTINDALE, "Prosopography of the Later Roman Empire, Addenda and Corrigenda to Volume 1", Historia, 23 (1974), 246-252;         [ Links ] IBID., "Prosopography of the Later Roman Empire, Addenda et Corrigenda to Volume 1" Historia, 29 (1980), 474-497; IBID., "Late Roman Prosopography in the West (a. d. 260- 640). A Survey of Recent Work", Medieval Prosopography, 2.1 (1981), 1-12; IBID., "Fifteen Years of PLRE, Compliments, Complaints, and Caveats", Medieval Prosopography, 7.1 (1986), 1-37; IBID., "Ten Office-Holders, A Few Addenda and Corrigenda to PLRE", Historia, 35 (1986), 125-127; IBID., "A Survey of the Significant Addenda to PLRE", Medieval Prosopography, 8 (1987), 5-30; IBID., "Medieval Prosopography and Computers, Theoretical and Methodological Considerations", Medieval Prosopography, 9 (1988), 73-128; John MATTHEWS, reseña de Prosopography of the Later Roman Empire, Classical Review, 24 (1974), 97-106;         [ Links ] David WOODS. "Some Addenda to the PLRE", Historia, 42 (1993), 122-125.         [ Links ]

13 Sobre el debate historiográfico en torno al concepto de "crisis" véase John H. W. G. LIEBESCHUETz, "Was there a crisis in the third century?", en Olivier HEKSTER, Gerda DE KLEIJN, Daniëlle SLOOTJES (eds.), Crises and the Roman Empire, Leiden, Brill, 2007, pp. 11-20,         [ Links ] junto con otras contribuciones a ese volumen. Una síntesis crítica del debate historiográfico, que refleja los argumentos más importantes de las diferentes perspectivas, puede encontrarse en Géza ALFÖLDY, Römische Sozialgeschichte, Wiesbaden, Steiner, 2011, pp. 254-272.         [ Links ] La bibliografía sobre la "crisis del siglo III" es prácticamente inabarcable. Estudios generales especialmente relevantes son: Michel CHRISTOL, L'empire romain du IIIe siècle: histoire politique (de 192, mort de Commode, à 325, concile de Nicée), París, Errance, 2006;         [ Links ] Jean-Michel CARRIÉ y Aline ROUSSELLE, L'Empire romain en mutation: des Sévères à Constantin, 192-337, París, Seuil, 1999;         [ Links ] Pierre COSME, L'État romain entre éclatement et continuité l'Empire romain de 192 à 325, París, Arslan,         [ Links ] 1998; David POTTER, The Roman Empire at bay AD 180-395, Londres, Routledge, 2004;         [ Links ] Alan BOWMAN, Peter GARNSEY, Averil CAMERON (eds.), The Cambridge ancient history. Vol. 12, The crisis of empire, A. D. 193-337, Cambridge, Cambridge University Press, 2005;         [ Links ] Klaus-Peter JOHNE, Udo HARTMANN, Thomas GERHARDT (eds.), Die Zeit der Soldatenkaiser: Krise und Transformation des Römischen Reiches im 3. Jahrhundert n. Chr. (235-284), Berlín, Akademie, 2008;         [ Links ] Michael SOMMER, Die Soldatenkaiser, Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 2004;         [ Links ] Pat SOUTHERN, The Roman Empire from Severus to Constantine, Londres, Routledge, 2001;         [ Links ] Klaus-Peter JOHNE (ed.), Deleto paene imperio Romano. Transformationsprozesse des Römischen Reiches im 3. Jahrhundert und ihre Rezeption in der Neuzeit, Stuttgart, Steiner 2006.         [ Links ] Un análisis detallado sobre la transformación de la estructura social durante el siglo III puede encontrarse en ALFÖLDY, op. cit., pp. 218- 254 y Darío N. SÁNCHEz VENDRAMINI, "Movilidad social en el Imperio Romano Tardío", en Gerardo RODRÍGUEz (ed.), Cuestiones de Historia Medieval, Buenos Aires, UCA, 2011,         [ Links ] pp. 57-88. Sobre la transformación de las elites senatorial y ecuestre durante el período véase también Inge MENNEN, Power and status in the Roman Empire, AD 193-284, Leiden, Brill, 2011.         [ Links ]

14 Véase Lukas DE BLOIS, The Policy of the Emperor Gallienus, Leiden, Brill, 1976, pp. 55-57.         [ Links ]

15 Ibid., p. 61.

16 Sobre el desarrollo de la burocracia tardorromana, en líneas generales, véase Alexander DEMANDT, Geschichte der Spätantike, Munich, Beck, pp. 212-223;         [ Links ] Arnold Hugh Martin JONES, The Later Roman Empire, Oxford, Blackwell, 1964, pp. 563-606;         [ Links ] Christopher KELLY, Ruling the Later Roman Empire, Cambridge (Mass.), Harvard University Press, 2004, pp. 107-113.         [ Links ]

17 Véase, por ej., la carrera registrada en CIL VI 1641.

18 Véase, por ej., DE BLOIS, op. cit., pp. 58-78 y Pierre COSME, "À propos de l'édit de Gallien", en HEKSTER; DE KLEIJN y SLOOTJES (eds.), op. cit., pp. 98-109.

19 Sobre el establecimiento de la tetrarquía, véanse los importantes estudios de Dietrich BOSCHUNG, Werner ECK (eds.), Die Tetrarchie. Ein neues Regierungssystem und seine mediale Präsentation, Wiesbaden, Reichert, 2006;         [ Links ] Alexander DEMANDT, Andreas GOLTz, Heinrich SCHLANGESCHÖNINGEN (eds.), Diokletian und die Tetrarchie: Aspekte einer Zeitenwende, Berlín, de Gruyter, 2004;         [ Links ] Frank KOLB, Diocletian und die Erste Tetrarchie. Improvisation oder Experiment in der Organisation monarchischer Herrschaft?, Berlín, de Gruyter, 1987;         [ Links ] Wolfgang KUHOFF, Diokletian und die Epoche der Tetrarchie. Das römische Reich zwischen Krisenbewältigung und Neuaufbau (284-313 n. Chr.), Francfort, Lang 2001;         [ Links ] Roger REES, Diocletian and the Tetrarchy, Edimburgo, Edinburgh University Press, 2004.         [ Links ]

20 Sobre las reformas militares de la tetrarquía véase Yann LE BOHEC, Das römische Heer in der Späten Kaiserzeit, Stuttgart, Steiner, 2010, pp. 18-31.         [ Links ]

21 Véase, por ej., el testimonio, fuertemente negativo, de Lactancio, De mort., 7. 4: provinciae quoque in frusta concisae; multi praesides et plura officia singulis regionibus ac paene iam civitatibus incubare, item rationales multi et magistri et vicarii praefectorum. 22 Sobre las reformas administrativas de Diocleciano véase, en líneas generales, Ernst STEIN, Histoire du Bas-Empire, Amsterdam, Hakkert, 1968, pp. 69-72;         [ Links ] REES, op. cit., pp. 24-36.

23 Véase JONES, op. cit., p. 52.

24 Sobre el tamaño de la burocracia véase KELLY, op. cit., p. 115.

25 Anónimo Valesiano, 1.1: Constantius protector primum, exin tribunus, postea praeses Dalmatiarum fuit. Un pasaje de un panegírico (paneg. 2.11) parece indicar que Constancio también se desempeñó como prefecto del pretorio, lo que es aceptado por Otto SEECK, "Constantius 1", en Realencyclopädie der Klassischen Altertumswissenschaft IV.1, Stuttgart, Metzler, 1900, 1040-1043 (esta enciclopedia es citada en adelante como RE con la indicació         [ Links ]n del volumen correspondiente) pero rechazado en PLRE, p. 228.

26 Véase PLRE, pp. 115-116 (Asclepiodoto) y pp. 407-408 (Hannibaliano).

27 Sobre el uso del galicismo parvenu para referirse a un tipo de caracterizaciones sociales comunes en las fuentes del siglo IV d. C., véase Begoña ENJUTO SÁNCHEz, "Aproximación a la figura del «parvenu» en el siglo IV d. C. A la búsqueda de una identidad", Studia historica, Historia Antigua, 22 (2004), 139-159.         [ Links ]

28 Lactancio, De Mort., 22.3: iudices militares humanitatis litterarum rudes sine adsessoribus in provincias immissi.

29 Ceas. 24,9: immissique in imperium promiscue boni malique, nobiles atque ignobiles, ac barbariae multi.

30 Véase por ej., ibid., 39.26: His sane omnibus Illyricum patria fuit: qui, quamquam humanitatis parum, ruris tarmen ac militiae miseriis imbuti satis optimi reipublicae fuere.

31 Véase por ej., ibid., 39.17 sobre Maximiano: Maximianum statim fidum amicitia quamquam semiagrestem, militiae tarnen atque ingenio bonum imperatorem iubet.

32 Caes. 9.12

33 De mort. pers. 19.6 (traducción del autor): Daia vero sublatus nuper a pecoribus et silvis, statim scutarius, continuo protector, mox tribunus, postridie Caesar, accepit Orientem calcandum et conterendum, quippe qui neque militiam neque rem publicam sciret, iam non pecorum, sed militum pastor. Véase también 18.3 y 9.2

34 De mort. pers. 22. 4,

35 Epit. de Caes. 40.15

36 Caes. 39. 17: semiagrestis

37 Eutropio, Brev. 10. 3: civilitatis penitus expers.

38 Sobre este punto, véase el análisis de Alfons Städele en la introducción a su edición de Lactancio, Alfons STÄDELE (ed.), Lactantius, De mortibus persecutorum/ Die Todesarten der Verfolger, Turnhout, Brepols, 2003, pp. 44-61 (Fontes Christiani,         [ Links ] 43).

39 Harold BIRD, Sextus Aurelius Victor: a historiographical study, Liverpool, Francis Cairns, 1984, pp. 24-40.         [ Links ]

40 NELLEN, op. cit., p. 148.

41 Sobre Eumenio véase PLRE, pp. 294-295 y Barbara RODGERS, "Eumenius of Augustodunum", Ancient Society, 20 (1989), 249-262.         [ Links ] Su discurso en Roger MYNORS, XII Panegyrici Latini, Oxford, Oxford University Press, 1964, pp. 230-243.         [ Links ] Una version (con traducción inglesa y comentario) en Charles NIXON, Barbara RODGERS (eds.), In Praise of Later Roman Emperors: The Panegyrici Latini. Introduction, Translation, and Historical Commentary with the Latin Text of R. A. B. Mynors, Berkeley, University of California Press, 1994, pp. 151-177.         [ Links ]

42 Pan. Lat. 9 (4).5.3-4 (mi traducción). Texto original: …et inter illas imperatorias dispositiones, longe maioribus summae rei publicae gubernandae provisionibus occupatas, litterarum quoque habere dilectum, neque aliter quam si equestri turmae vel cohorti praetoriae consulendum foret, quem potissimum praeficerent sui arbitrii esse duxerunt, ne hi quos ad spem omnium tribunalium aut interdum ad stipendia cognitionum sacrarum aut fortasse ipsa palatii magisteria provehi oporteret, veluti repentino nubilo in mediis adulescentia fluctibus deprehensi, incerta dicendi signa sequerentur.

43 Charles NIXON, "Latin Panegyric in the Tetrarchic and Constantinian Period", en Roger REES (ed.), Latin Panegyric, Oxford, Oxford University Press, 2012, pp. 236-237.         [ Links ]

44 8 (4).1.4.

45 La carrera de Hermogeniano ha sido reconstruida en detalle, de manera muy convincente, por Simon CORCORAN, The empire of the Tetrarchs: imperial pronouncements and government AD 284-324, Oxford, Clarendon Press, 1996, pp. 85-90.         [ Links ]

46 Véase Georges DEPEYROT, "Economy and Society", en Noel LENSKI (ed.), The Cambridge Companion to the Age of Constantine, Cambridge, Cambridge University Press, 2006, pp. 237-244.         [ Links ]

47 La bibliografía sobre las reformas de Constantino es considerable. Como introducción puede recomendarse Chritopher KELLY, "Bureaucracy and Government", en LENSKI (ed.), op. cit., pp. 183-204. Véase también Ernst STEIN, Histoire du Bas-Empire, Amsterdam, Hakkert, 1968,         [ Links ] pp. 110-124 y JONES, op. cit., pp. 97-110. Sobre las reformas militares específicamente véase Anthony D. LEE, "The Army", en Alan CAMERON y Peter GARNSEY (eds.), The Cambridge Ancient History, Vol. XIII, The Late Empire, Cambridge, Cambridge University Press, 1998,         [ Links ] p. 213. Sobre la creación del cargo de magister militum y su evolución posterior véase, Alexander DEMANDT, "Magister Militum", en RE Suppl. XII (1970), 553-790.

48 Véase el artículo "notarii" en Glenn BOWERSOCK, Peter BROWN y Oleg GRABAR (eds.), Late antiquity: A Guide to the Postclassical World, Cambridge (Mass.), Harvard University Press, 1999, pp. 611-612.         [ Links ]

49 Yann LE BOHEC, Das römische Heer in der späten Kaiserzeit, Stuttgart, Steiner, 2010, pp. 32-44.         [ Links ]

50 PLRE, p. 806.

51 Ibid., pp. 875-876. Véase también, Alan CAMERON, The Last Pagans of Rome, Oxford, Oxford University Press, 2010, p. 137.         [ Links ]

52 Este testimonio es considerado como un simple lugar común de un panegírico y descartado -a mi juicio, erróneamente-, por NELLEN, op. cit., p. 151.

53 cfr. AUSONIO, prof. 16.11ss.

54 La principal fuente para la vida de Arborio es el poema de AUSONIO, Parentalia, 3. El verso 12, "te Narbonensis Gallia praeposuit" indica claramente, en mi opinión, que el orador ocupó la gobernación. Los versos siguientes hacen referencia a la oratoria de Arborio en los tribunales de otras provincias, por lo que algunos autores niegan que el verso 12 se refiera a una gobernación y lo interpretan como otra alusión a sus actividades en las cortes judiciales. La interpretación tradicional es aceptada por Otto SEECK, "Arborius 2", RE II.1 (1895), 419-420; Karl Friedrich STROHEKER, Der senatorische Adel im spätantiken Gallien, Darmstadt, Wissenschaftliche Buchges, 1970, p. 147;         [ Links ] Keith HOPKINS, "Social Mobility in the Later Roman Empire: The Evidence of Ausonius", Classical Quarterly, 11 (1961), p. 239 y ss.         [ Links ]; NELLEN, op. cit., pp. 27-28. Esta interpretación es rechazada por Hagith SIVAN, Ausonius of Bordeaux: genesis of a Gallic aristocracy, Londres, Routledge, 1993, pp. 53-54;         [ Links ] Roger P. H. GREEN, The Works of Ausonius, Oxford, Clarendon Press, 1991, p. 305;         [ Links ] PLRE, pp. 98-99.

55 La única fuente sobre la vida de Exsuperio es el poema Professores de Ausonio. PLRE, pp. 321-322 y GREEN, op. cit., pp. 354-355.

56 Patrologia Latina, v. 19, cols. 393-394 (traducción del autor): Defuit quorumdam ingeniis imperatorum favor, qui non secus doctrinae deditas mentes irrigare atque alere consuevit, quasi clivosi tramitis supercilio rivus elicitus, scaturientibus venis arva arentia temperavit. Saeculo meo scribentes dicentesque non aliter benignus auditus, quam lenis aura prosequitur. Denique etiam studiis meritum a me testimonium non negatur.

57 Sobre este tema todavía son valiosos los análisis de Otto HIRSCHFELD, "Die Rangtitel der romischen Kaiserzeit", Sitzungsberichte der Berliner Akademie, 1901, 569-610 y John B.         [ Links ] BURY, History of the Later Roman Empire, Nueva York, Dover, 1923, p. 34.         [ Links ]

58 NELLEN, op. cit., pp. 152-153.

59 Véase Alexander DEMANDT, "Magister militum", RE Suppl. XII (1970), 553-788.

60 Cod. Theod. 14.1.1, "de decuriis urbis Romae" (traducción del autor): In decuriarum ordine insigni, cui librariorum vel fiscalium sive censualium nomen est, nequaquam aliquis locum primi ordinis adipiscatur nisi is, quem constiterit studiorum liberalium usu adque exercitatione pollere et ita esse litteris expolitum, ut citra offensam vitii ex eodem verba procedant: quod cunctis volumus intimari. Ne autem litteraturae, quae omnium virtutum maxima est, praemia denegentur, eum, qui studiis et eloquio dignus primo loco videbitur, honestiorem faciet nostra provisio sublimitate […] tuave eius nomina indicante, ut deliberemus, quae in eum dignitas deferenda sit.

61 AUSONIO, Prof., 1.9-10: mille foro dedit hic iuvenes, bis mille senatus/ adiecit numero purpureisque togis.

62 Ejemplos semejantes son Nepotianos, PLRE, p. 624; Martinianus 5, PLRE p. 564; Attius Tiro Delphidius, PLRE, p. 246.

63 Véase Hagith SIVAN, Ausonius of Bordeaux: genesis of a Gallic aristocracy, Londres, Routledge, 1993, pp. 61-62;         [ Links ] PLRE, p. 300; NELLEN, op. cit., pp. 29-30.

64 Se trata de su discurso 42 en favor de Thalassius. Una excelente traducción comentada puede encontrarse en Albert Francis NORMAN, Antioch as a Centre of Hellenic Culture as Obseved by Libanius, Liverpool, Liverpool University Press, 2000, pp. 145-162.         [ Links ] Los pasajes más relevantes son 23-25. Véase también JONES, op. cit., pp. 127-128.

65 PLRE, p. 332 (Felix nr. 3)

66 Ibid., p. 262 (Domitianus nr. 3).

67 Ibid., p. 879 (Taurus nr. 3).

68 Ibid., p. 414 (Elpidius nr.4).

69 Ibid., p. 274 (Dulcitius nr. 5).

70 Peter BROWN, Power and Persuasion in Late Antiquity. Towards a Christian Empire, Wisconsin, University of Wisconsin Press, 1992, p. 38.         [ Links ]

71 Sobre su persona y carrera véase Claudius Mamertinus 2, PLRE pp. 540-541; NELLEN, op. cit., pp. 40-41; NIXON y RODGERS (eds.), op. cit., pp. 386-389. El panegírico de Mamertino a Juliano, pronunciado en ocasión de acceder a su consulado en Constantinopla, revela su preparación y formación retórica. Sin embargo, su desempeño como comes sacrarum largitionum indica capacidad para temas fiscales y económicos, que ocupaban un lugar muy importante en la política de Juliano. Posteriormente, lo vemos desempeñarse como prefecto del pretorio y presidir tribunales especiales establecidos por Juliano para juzgar a los partidarios de Constancio II. Por todo ello, parece poco probable que se haya desempeñado como profesor de retórica antes de su ingreso a la burocracia, pues su carrera no sigue el perfil habitual en esos casos (que pasa por la conducción de alguna de las scrinia o el puesto de quaestor sacri palatii).

72 Pan. Lat. 3 (11).25.3-5 (traducción del autor): At tu, Auguste, omnibus nugis remotis optimum et doctissimum quemque perquiris. Si quis praestat virtutibus bellicis et laude militiae, in amicis habetur; qui in oratoria facultate, qui in scientia iuris civilis excellit, ultro ad familiaritatem vocatur. Quicumque in administratione rei publicae innocentem se umquam et strenuum praebuit, in consortium numerum receptatur. Regendis provinciis non familiarissimum quemque, sed innocentissimum legis.

73 Véase Matthias CLAUDIUS, Die Neujahrsrede des Konsuls Claudius Mamertinus vor dem Kaiser Julian, Basilea, Helbing & Lichtenhahn, 1942, pp. 210-211.         [ Links ]

74 Véase Saturninus Secundus Salutius nr. 3, PLRE, p. 814 y ss. y Flavius Sallustius nr. 5, PLRE, p. 797 y ss. Cfr. también NELLEN, op. cit., pp. 35-39.

75 Víctor, Caes. 20.5 (traducción del autor): qui rure ortus tenui atque indocto patre in haec tempora vitam praestiti studiis tantis honestiorem.

76 Sobre la carrera de Aurelio Víctor véase Harold BIRD, Sextus Aurelius Victor: a historiographical study, Liverpool, F. Cairns, 1984, pp. 5-15.         [ Links ] Véase también NELLEN, op. cit., pp. 42-45 y PLRE, p. 960.

77 Sobre la cultura literaria de Constancio II, Amiano afirma que se jactaba mucho pero sus méritos reales eran escasos, intentando evidentemente restar valor a sus actividades literarias aunque sin negarlas (21.16.4). Su juicio coincide con el del autor del Epitome de Caesaribus (42.18) pero se opone al de Aurelio Victor, quien exalta los conocimientos literarios del emperador (42.43). Véase, en líneas generales, SEHLMEYER, op. cit., pp. 140-143. Sobre la imagen de Constancio II en las Res Gestae véase Hans C. TEITLER, "Ammianus and Constantius. Image and Reality", en Jan DEN BOEFT, Daniel DEN HENGST y Hans C. TEITLER (eds.) Cognitio gestorum: the historiographic art of Ammianus Marcellinus, Amsterdam, Koninklijke Nederlandse Akademie van Wetenschappen, pp. 117-122 y Michael WHITBY,         [ Links ] "Images of Constantius", en Jan Willem DRIJVERS, David HUNT (eds.) The Late Roman World and its Historian. Interpreting Ammianus Marcellinus, Londres, Routledge, 2012, pp. 68-78.         [ Links ]

78 Andreas ALFÖLDI, A Conflict of Ideas in the Late Roman Empire: Clash Between the Senate and Valentinian I, Oxford, Clarendon Press, 1952, pp. 48-95 y passim.         [ Links ]

79 Cod. Theod. 14.9.1 "De studiis liberalibus urbis Romae et Constantinopolitanae".

80 Vivencio: NELLEN, op. cit., pp. 47-48; PLRE, p. 972; Flavio Simplicio: NELLEN, op. cit., pp. 48-50; PLRE, p. 844; Valerio Dalmacio: NELLEN, op. cit., p. 55; PLRE, p. 241. Sobre Máximino véase más abajo, la nota 85.

81 Sextio Rustico Juliano: NELLEN, op. cit., pp. 50-52; PLRE, pp. 479- 480, Flavio Eupraxio: NELLEN, op. cit., pp. 51-52; PLRE, pp. 299-300; Flavio Claudio Antonio: NELLEN, op. cit., pp. 56-57; PLRE, p. 77.

82 SEHLMEYER, op. cit., pp. 149-150

83 Amiano, 28.1.5-6 (traducción del autor): Maximinus regens quondam Romae vicariam praefecturam, apud Sopianas Valeriae oppidum obscurissime natus est, patre tabulario praesidialis officii, orto a posteritate Carporum, quos antiquis excitos sedibus Diocletianus transtulit in Pannoniam. Is post mediocre studium liberalium doctrinarum defensionemque causarum ignobilem, et administratas Corsicam itidemque Sardiniam, rexit deinde Tusciam. unde morato in itinere diutius successore, progressus ad curandam urbis annonam, etiam provinciae moderamina retinebat.

84 Véase Noel LENSKI, "Servi Publici in Late Antiquity", en Jens-Uwe KRAUSE y Christian WITSCHEL (eds.), Die Stadt in der Spätantike: Niedergang oder Wandel?, Stuttgart, Steiner, 2006, pp. 340-341.         [ Links ]

85 Sobre la carrera de Maximino véase PLRE, Maximinus 7, pp. 577- 578; Wilhelm ENSSLIN, "Maximinus nr. 5", RE Suppl. V (1931), 663-664 y Joachim SzIDAT, "Staatlichkeit und Einzelschicksal in der Spätantike", Historia, 44 (1995), 481-486.         [ Links ]

86 Sobre la carrera de Eutropio véase PLRE, Eutropius 2, p. 317, Harold BIRD, The breviarium ab urbe condita of Eutropius, Liverpool, Liverpool University Press, 1993, pp. VII-XVIII;         [ Links ] Friedhelm MÜLLER, Eutropii Breviarium ab urbe condita = Eutropius, Kurze Geschichte Roms seit Gründung (Palingenesia, vol. 56), Stuttgart, Steiner, 1995, pp. 1-5.

87 Sobre Festo véase PLRE, Festus 3, 334-335; Gavin KELLY, "The Roman World of Festus' Breviarium", en Christopher KELLY; Richard FLOWER; Michael STUART WILLIAMS (eds.), Unclassical traditions (Cambridge classical journal, Supplementary volume 34), Cambridge, Cambridge Philological Society, 2010, pp. 73-77.         [ Links ]

88 John MATTHEWS, Western Aristocracies and Imperial Court A. D. 364-425, Oxford, 1975, p. 76.         [ Links ]

89 Véase Gunther GOTTLIEB, Ambrosius von Mailand und Kaiser Gratian, Göttingen, Vandenhoeck & Ruprecht, 1973 y Neil MCLYNN,         [ Links ] Ambrose of Milan: Church and Court in a Christian Capital, Berkeley, University of California Press, 1994, pp. 79-157.         [ Links ] Sobre Merobaudes véase PLRE, pp. 598-599.

90 Véase David POTTER, The Roman Empire at Bay, Londres, Routledge, 2004, pp. 550-552.         [ Links ]

91 PLRE, p. 272, NELLEN, op. cit., pp. 85-86.

92 PLRE, p. 623.

93 PLRE, pp. 862-863; NELLEN, op. cit., pp. 69-70.

94 NELLEN, op. cit., pp. 70-72, PLRE, p. 900.

95 NELLEN, op. cit., p. 73, PLRE, p. 493.

96 Véase, por ejemplo, Claudiano, De consulatu Stilichonis, 2.121ss.

97 Cristopher KELLY, "Late Roman bureaucracy: going through the files", en Alan BOWMAN y Greg WOOLF (eds.), Literacy and Power in the Ancient World, Cambridge, 1994, pp.161-176.         [ Links ]

98 Símaco, ep. 1.20.1 (traducción del autor): iter ad capessendos magistratus saepe litteris promovetur. Véase también la carta 1.79 a Hesperio, el hijo de Ausonio.

99 Adv. Opp. 3.12.369; 3.13.371.

100 Protr. 43-44.

101 Sobre los altos oficiales del ejército tardorromano véase Yann LE BOHEC, Das römische Heer in der Späten Kaiserzeit, Stuttgart, Steiner, 2010, pp. 95-102;         [ Links ] Robert GROSSE, Römische Militärgeschichte von Gallienus bis zum Beginn der byzantinischen Themenverfassung, Nueva York, Arno Press, 1975, pp.143-191.         [ Links ]

102 Juicio de Antioquía: Amiano, 14.9; Juicio de Calcedonia: Amiano, 22.3

103 Sobre las diversas tareas de los generales véase Alexander DEMANDT, "Magister militum", RE Suppl. XII (1970), 565-567.

104 La colección fue publicada en Harold IDRIS BELL, The Abinnaeus archive: papers of a Roman officer in the reign of Constantius II, Oxford, Clarendon Press, 1962.         [ Links ] Véase también Timothy BARNES, "The Career of Abinnaeus", Phoenix, 39 (1985), 368-374.

105 Véase Holt N. PARKER, "Manuscripts of Juvenal and Persius: Texts and Contexts", en Susanna MORTON BRAUND (ed.), A companion to Persius and Juvenal, Chicester, Wiley-Blackwell, 2012, p. 159.         [ Links ]

106 Alexander DEMANDT, "Der spätrömische Militäradel", Chiron, 10 (1980), 609-636.         [ Links ]

107 Alexander DEMANDT, "The Osmosis of Late Roman and Germanic Aristocracies" en Euangelos CHRYSOS y Andreas SCHWARCz (eds.), Das Reich und die Barbaren, Viena, Bohlau, 1989, pp. 75-86.         [ Links ]

108 Al respecto véase Dirk SCHLINKERT, Ordo Senatorius und Nobilitas: Die Konstitution des Senatsadels in der Spätantike, Stuttgart, Steiner, 1996, pp. 25-31.         [ Links ]

109 Michele Renee SALzMAN, The Making of a Christian Aristocracy: Social and Religious Change in the Western Roman Empire, Cambridge (Mass,), Harvard University Press, 2002, pp. 114-115.         [ Links ]

110 Paulino de Nola, carm. 24.481. Al respecto, véase Richard KASTER, Guardians of Language. The Grammarian and Society in Late Antiquity, Berkeley, 1997, p. 27 y ss.         [ Links ]

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