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Temas medievales

versão impressa ISSN 0327-5094

Temas mediev. vol.20 no.1 Buenos Aires jan./jun. 2012

 

NOTAS CRÍTICAS

Schmitt, Jean-Claude, L'invenzione del compleanno, Roma-Bari, Laterza, 2012 (105 pp.).

 

Los historiadores en general han dado poca o ninguna importancia al estudio del cumpleaños. Esto ha motivado a Jean Claude Schmitt a preguntarse e investigar sobre su origen tal como lo conocemos en la actualidad y, no sin asombro, ha llegado a la conclusión de lo reciente de la costumbre de su celebración.

Si dejamos de lado la Edad Antigua, donde el festejo tenía una clara connotación pagana y, por lo tanto, contraria a las escrituras -lo que motivará el rechazo de los pensadores de la Iglesia-, Schmitt encontrará los rastros más lejanos de esta celebración recién en el siglo XIII, a partir del descubrimiento que, de la misma, hace Marco Polo en su estancia en la corte del gran Khan. Más adelante, en el siglo XIV, los reyes de Francia (como es el caso de Carlos V) se preocuparán por el día y hora de su nacimiento pero con fines exclusivamente astrológicos y destinados a elaborar su propio horóscopo. "Así la Edad Media, tradicionalmente poco preocupada por el día de nacimiento y de la edad exacta de las personas y mucho más interesada en el día de sus muertes, ha realizado progresivamente un vuelco pleno de consecuencias: desde la muerte a la vida, desde el anniversarium funerario a aquellos que los textos de la época llaman natalidad".

Schmitt plantea, siguiendo a su maestro Jacques Le Goff, que la historia de esta celebración pertenece naturalmente a la "larga duración". En virtud de ello, "es necesario esperar las 53 velitas sobre la torta de cumpleaños de Goethe, en 1802, para asistir a la invención del cumpleaños más o menos como lo conocemos hoy". Es así cómo la práctica -con sus ritos, felicitaciones, canciones, dulces, regalos, velitas- ha tenido su inicio en los ambientes aristocráticos de la época moderna para pasar luego a la burguesía del siglo XIX y llegar recién a los ambientes populares en la centuria siguiente.

El autor se centra "en la historicidad de los 'ritmos de la vida' y, en particular, en el modo en el cual los actores sociales representan la propia vida, las propias etapas, la edad que han tenido, que tienen y tendrán, en sus escritos y, en caso de necesidad, en las imágenes por ellas producidas". Esto lo lleva a examinar, como primer documento, la autobiografía relativa a la vestimenta redactada por Matthaüs Schwarz.

Jean Claude Schmitt divide su obra en cinco capítulos, el primero de los cuales se titula "El libro de los trajes" donde precisamente aborda esta obra realizada por Schwarz, a comienzos del siglo XVI. Se trata de un burgués de Augsburgo, director financiero de la empresa comercial de los Fugger, quien ha reconstruido, en palabras e imágenes, a partir de su vigésimo tercer cumpleaños, toda su existencia desde su nacimiento, a través de la descripción de los cambios en su vestimenta -siendo cada cumpleaños, a menudo, el momento en que componía tales imágenes-. Así, aparecen ciento treinta y siete figuras, una imagen por cada folio acompañada de un breve comentario que indica la fecha precisa y la ocasión en la cual se ha lucido el traje representado. Por cierto, el conocimiento que Schwarz tiene del día exacto de su nacimiento no era algo habitual en aquella época y tal vez se deba a la difusión de la cultura escrita entre las elites de la época. En el libro se adjuntan, en reproducciones, una treintena de estos grabados, relativos tanto a la persona de Schwarz como a la de otras figuras nombradas en esta obra.

El capítulo II lleva el título "Condiciones y obstáculos" y en él se indica que, durante la Edad Media, el recordatorio del nacimiento tenía exclusivamente fines astrológicos, es decir, la realización de una carta astral que permitiera predecir el futuro. Ejemplos de ello son los casos de los reyes de Francia y de importantes aristócratas de dicho reino. El autor se detiene en aclararnos que, para el "largo Medioevo", la palabra anniversarium no designaba el cumpleaños sino el día de la muerte y esto se debía a la creencia cristiana de que el nacimiento nada aportaba a la salvación - cosa que sí podía suceder en el transcurso de la vida y ante la proximidad de la muerte-, periodo en el cual se podían haber acumulados méritos o deméritos para determinar la suerte del alma en el más allá. Otro impedimento para la celebración del cumpleaños se hallaba en la misma Biblia (en la cual, si bien se encuentra presente, siempre hace referencia a las pruebas infligidas a los santos por los enemigos de Dios). Los Padres de la Iglesia no han dejado de recordar esta circunstancia para oponerse a los usos rituales del cumpleaños, propios de la Antigüedad pagana.

Schmitt se pregunta si, en el Medioevo, no "existieron otros modos de destacar anualmente la vida de una persona". Y al respecto responde que ve "tres posibles: ¿no pudiendo festejar el día del propio nacimiento, se podía festejar el santo venerado por la iglesia en aquel mismo día? O bien, en lugar de recordar el nacimiento, ¿no era quizás más conforme a la ideología cristiana recordar el día del propio bautismo? ¿Y qué decir, en fin, de aquello que todavía hoy se llama, según la tradición católica, la propia 'fiesta', o sea la fiesta del santo de la cual se lleva el nombre?". Sin embargo, a todas estas posibilidades, el historiador responde en forma negativa ya que observa que estos recordatorios no se celebraban en forma constante ni regular.

En el tercer capítulo, "Las edades de la vida", hace referencia a la existencia, desde la Antigüedad y hasta el siglo XIX, de "un instrumento distinto al cumpleaños pero, análogamente a este último, unido por las representaciones religiosas dominantes, para destacar las fases de la vida: es decir aquella de las «edades de la vida»". Se trata de un modelo que no tiene en consideración la acumulación de los años sucesivos y que, en cambio, conocerá múltiples manifestaciones. A continuación, el autor presenta los diversos tipos de "edades de la vida", según el criterio de filósofos de la naturaleza, enciclopedistas y médicos.

El capítulo IV se titula "En el monte: exploraciones" y en él se hace referencia a la constancia más antigua de la celebración del cumpleaños, tal como aparece en el Miglione de Marco Polo, escrito hacia 1298. Por su parte, en el quinto capítulo ("En el valle: entre el siglo XVI y el XIX. El cumpleaños se afirma"), Schmitt da diversos ejemplos del avance de la conmemoración del nacimiento, a partir de los testimonios escritos por y sobre diversos actores de este período -que van, entre otros, desde Luis XIII, el duque de Valois, futuro Luis Felipe, hasta concluir en la figura de Wolfgang von Goethe-. Se detiene en especial en el escritor alemán pues constituye una pieza clave en la difusión de la práctica del cumpleaños, atestiguada en su autobiografía, en atención a su gran fama y celebridad.

A modo de conclusión, el autor remarca que "la época moderna ha reintroducido el cumpleaños pero no su dimensión religiosa; ella ha hecho de él, a lo sumo, la ocasión para una celebración profana, sustancialmente circunscripta al círculo familiar o bien a un ámbito estrechamente personal". Pero además nos aclara que "este cambio de contenido ha sido acompañado por un cambio de ritmo: al tiempo circular del año litúrgico, soporte de las fiestas religiosas y de la memoria de los difuntos, ha sucedido a continuación un tiempo lineal que capitaliza los años en vez de reproducirlos uno igual al otro".

Tanto por el interés que despierta el tema, como por su tratamiento ameno, consideramos de sumo interés la lectura de esta obra de Jean Claude Schmitt.

Rubén Bevilacqua

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