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Temas medievales

Print version ISSN 0327-5094

Temas mediev. vol.20 no.1 Buenos Aires Jan./June 2012

 

NOTAS CRÍTICAS

Winroth , Anders, The Conversion of Scandinavia: Vikings, Merchants and Missionaries in the Remaking of Northern Europe, New Haven y Londres, Yale University Press, 2012 (251 pp.).

 

Este volumen presenta una interpretación del proceso de conversión al cristianismo en el área escandinava. El historiador sueco y profesor de la Universidad de Yale, Anders Winroth, domina tanto las fuentes latinas como las redactadas en lengua vernácula. El libro logra instalar la conversión del norte europeo dentro del más amplio contexto cultural y religioso de desarrollo de la cristiandad latina. Su hipótesis principal es que la conversión escandinava debe ser entendida centralmente como una elección surgida de elites locales que buscaban, a la vez, cimentar y aumentar su poder. El autor critica especialmente la tendencia de muchos académicos modernos a aceptar la narrativa propuesta por los autores eclesiásticos medievales, en la cual los (futuros) conversos aparecen como actores pasivos ante el dinamismo de los misioneros. Del mismo modo, pone en tela de juicio la idea de que el proceso de cristianización -y la consecuente "europeización" que conlleva- serían empresas necesariamente coloniales e impuestas.

Para demostrar su hipótesis, Winroth comienza explicando la dinámica interna de funcionamiento de las sociedades escandinavas del periodo vikingo. Argumenta que, en dichas sociedades, la relación entre jefe y seguidor se basaba en el intercambio de dones, en el cual el jefe se aseguraba el apoyo de los seguidores a través de la distribución de bienes, que debían fluir constantemente. Dada la existencia de múltiples jefes que competían entre sí por seguidores, prestigio y poder, se torna comprensible la acción constante demostrada por estos pueblos a fin de incrementar las riquezas para distribuir. El impulso hacia una economía del saqueo, la especialización artesanal y el establecimiento de redes comerciales de larga distancia serían, en buena medida, consecuencias de esta dinámica. En este sentido, Winroth continua la línea argumental de la llamada "escuela antropológica" de historiadores (que ha sido muy influyente en las últimas décadas en los estudios escandinavos) y, en última instancia, es deudor de las ideas de Karl Polanyi.

A partir de ese postulado, el autor intenta demostrar que la conversión al cristianismo representaba una ventaja en términos pragmáticos para los jefes escandinavos. En efecto, tal conversión les permitía, por un lado, utilizar determinados elementos cristianos como dones -por ejemplo, el padrinazgo de los hijos de sus seguidores-. Por otra parte, les facilitaba el acceso a una estructura institucional sobre la que se podía asentar una autoridad más estable. Según Winroth, la conversión -en términos de cambio en el sistema de creencias- fue un proceso muy largo pero más determinante resultó la posibilidad de establecer una comunidad religiosa uniforme y estable. Los reyes cristianizadores (de los cuales Haraldr diente azul, Ólafr Tryggvason y Ólafr el santo son los ejemplos más celebrados en los textos medievales) fueron aquellos que comprendieron las posibilidades políticas de la conversión y tuvieron éxito en su aplicación. Lo que las fuentes describen regularmente como acciones derivadas del fervor religioso, tales como la destrucción de ídolos paganos o la ejecución de practicantes de la magia, deben ser entendidas como meras figuras literarias e intentos de afirmación de un programa político específico, en el cual estos jefes buscaban establecerse como monarcas únicos defensores de la fe, emulando a los demás soberanos europeos.

En cuanto a las fuentes, Winroth se apoya principalmente en evidencia contemporánea, como las inscripciones rúnicas y la poesía escáldica, además del abundante (pero ambiguo) registro arqueológico. Respecto de los documentos narrativos, generalmente su actitud es mucho más crítica, pues los concibe generalmente como productos de la propia legitimación eclesiástica. Por ejemplo, intenta demostrar cómo la Gesta Hammaburgensis ecclesiae pontificum, atribuida a Adán de Bremen, presenta una clara posición política con respecto al papel cumplido por los arzobispos de Hamburgo-Bremen, que reclamaban preeminencia sobre los territorios del norte y rechazaban la creación de arquidiócesis específicas en Escandinavia.

Sin embargo, esta actitud crítica no es aplicada con la misma consideración a todas las fuentes textuales. En particular, algunas de las fuentes islandesas, como el Íslendingabók de Ari el sabio, son apreciadas como más creíbles que otras. Del mismo modo, la confianza del autor en la fiabilidad de la poesía escáldica, que se conserva por escrito en manuscritos muy posteriores a la supuesta fecha de su composición, es quizás excesiva.

El principal mérito de The Conversion of Scandinavia es integrar diversos aspectos interrelacionados (como la dinámica política de las relaciones interpersonales, la religión como factor comunitario y la estructura de la distribución de bienes) en una narrativa sistemática y plausible de la conversión. Las acciones de los actores sociales que protagonizan el relato, especialmente los jefes seculares pero también sus seguidores y los miembros de la Iglesia, son representadas como respuestas pragmáticas a problemas esencialmente políticos y sociales, preexistentes en la sociedad anterior a la conversión. No hay necesidad de acudir a lo sobrenatural ni de explicaciones ad hoc sobre el fervor religioso de tal o cual individuo. En este sentido, Winroth cumple su objetivo de liberar a las narrativas de la conversión del discurso de los autores medievales. Sin embargo -y quizás precisamente por su interés en demostrar la decisión y racionalidad que motivó a los jefes escandinavos a tal conversión-, el autor ignora todo elemento de creencia o persuasión efectiva que hubiera podido impactar en dicho proceso. Sus actores son, quizás, demasiado racionales. Esto es evidente, por ejemplo, en el modo en que el autor analiza el intercambio de dones. Tal vez eco de Bourdieu, tales dones son vistos como un medio para un fin utilitario. En el libro no hay espacio para los dones como representantes de una mentalidad que entiende el universo de un modo radicalmente distinto al moderno -como, por ejemplo, sugerían algunos de los fundadores de la antropología histórica, entre ellos Aron Gurevich, en muchos casos a partir de los mismos textos analizados por Winroth-. Quizás hubiera sido enriquecedor un mayor énfasis en el estudio de las mentalidades y las actitudes religiosas. De hecho, algunas obras recientes, como Lay Belief in Norse Society, del historiador noruego Arnved Nedkvitne, aportan perspectivas complementarias a las del texto reseñado.

Para concluir, debemos notar un muy logrado trabajo editorial. Son particularmente destacables el índice detallado y la elevada calidad de las reproducciones iconográficas. Las abundantes notas, ubicadas al final del libro, expanden en diversos aspectos el contenido de la obra, que no pierde precisión pese a la fluidez de su estilo.

Santiago Barreiro

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