SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.13 número1Small mammal selection and functional response in the diet of the maned wolf, Chrysocyon brachyurus (Mammalia: Canidae), in southeast Brazil índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

  • Não possue artigos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

Compartilhar


Mastozoología neotropical

versão impressa ISSN 0327-9383versão On-line ISSN 1666-0536

Mastozool. neotrop. v.13 n.1 Mendoza jan./jun. 2006

 

La encrucijada de los mamíferos vivientes y los estudios taxonómicos en la Argentina

   En 1937, y con no poco esfuerzo, el naturalista argentino Rodolfo Parodi publicó un libro de formato pequeño, intitulado "Fauna Argentina. I. Mamíferos" (Ed. Jacobo Peuser, Buenos Aires, 233 pp.). Esta obra, con 102 dibujos a pluma y 10 acuarelas color del artista P. Magne de la Croix, puede considerarse singular por diversos motivos, pero sobre todo por su total olvido. Explicar este olvido sería casi un ejercicio "borgiano". Seguramente, la aparición, tan sólo tres años después, de "Mamíferos sud-americanos (vida, costumbre y descripción)" (Historia Natural Ediar, Compañía Argentina de Editores, Buenos Aires, 370 pp.) de Ángel Cabrera y José Yepes, fue uno de los factores influyentes.
   Parodi (1937:5-6) escribía: "Es muy triste para nosotros, como argentinos, confesar que existen muchos animales del país que aún desconocemos y otros de los cuales tenemos nada más que vagas referencias. Como prueba terminante de esta afirmación nos permitimos reproducir algunos acertados juicios que el distinguido naturalista, doctor Carlos Bruch, estampara no ha muchos años en uno de sus siempre interesantes artículos...'No sería exagerado decir, que poco sabemos de nuestros cuadrúpedos, pues los mismos zoólogos no podrían jactarse de vastos conocimientos sobre los mamíferos argentinos en general. Sin hacer reproches ni restar méritos, los trabajos publicados hasta la fecha [1917] sin duda son pobres en cuanto a detalles biológicos, vida, costumbres y áreas de dispersión de determinadas especies. No poseemos aún una obra de conjunto o descripción que comprenda a todos los mamíferos del país, siéndonos muchos de ellos, in natura, poco menos que desconocidos, por la razón que en los mismos museos brillan por su ausencia".
   Han pasado casi 70 años y mucha tinta, estudios, esfuerzos y mastozoólogos han corrido bajo el puente. En estos 70 años se generó una enorme masa de conocimiento sobre los mamíferos argentinos. En cualquier revisión desfilan los nombres de Barquez, Contreras, Crespo, Fornes, Hershkovitz, Kraglievich, Krávetz, Lucero, Mares, Massoia, Merani, Ojeda, Olrog, Pearson, Piantanida, Polop, Reig, Ringuelet, Solari y otros tantos. Sin embargo, y aquí mi natural sesgo para mirar el lado vacío de la botella, tengo la sensación de que las palabras seminales de Parodi-Bruch mantienen plena vigencia.
   Hacer números es siempre un ejercicio peligroso. Como bien plasmara Umberto Eco en su "El péndulo de Foucault", con números y operaciones matemáticas se puede robustecer cualquier hipótesis, incluso las menos plausibles. Argentina es un país de 38.5 millones de habitantes, con una superficie de 2.8 millones de km2. La investigación científica/tecnológica involucra unas 15 mil almas que compiten por un magro 0.3% del PBI. De éstos, unos 700 están vinculados, en mayor o menor medida, con el estudio de los mamíferos vivientes o extintos y en sus más variados enfoques, desde taxonómicos básicos hasta comportamentales. Es un país tan vasto territorialmente como asimétrico en la distribución de sus recursos. Mientras algunas provincias -como Buenos Aires o Córdoba- concentran la mayor parte de los investigadores, otras -aquellas siempre postergadas, como Formosa, Chaco, Santa Cruz- no tienen más que uno o ningún grupo en actividad.
   Aproximadamente 400 especies, nativas y exóticas, componen la mastofauna de Argentina. Poco más de un cuarto de ellas son ratones de campo. En un ejercicio fractal, podemos decir que de este ciento, poco más de un cuarto son rótulos dudosos (binomios cuya correspondencia con entidades biológicas únicas está pendiente de confirmación), otro cuarto son rótulos (binomios que todo indica que corresponden a entidades biológicas únicas pero no sabemos más que su nombre y algo de distribución) y para los dos cuartos restantes contamos con algo más que sus nombres. Pese a lo que argumentan algunos autores, que en este país sólo se estudian ratones, inclusive sobre aquellos "más estudiados" nos queda aún mucho por descubrir (e. g., el humilde Akodon azarae - decano de los ratones del pastizal pampeano- parece ser un compuesto de tres especies).
   Nomenclatura, taxonomía (incluyendo sistemática), distribución y morfología constituyen elementos fundacionales para un país que se precie de conocer a sus mamíferos. Sin dudas éstos van de la mano con colecciones, trabajo de campo e investigación básica en gabinete. Ahora bien ¿qué es lo que ocurre en Argentina, donde al menos 700 personas trabajan en mamíferos y seguimos con muchos de los interrogantes básicos de 100 años atrás? Creo que vale la pena meditar un poco sobre esta situación.
   Tomemos la región patagónica -para pontificar sobre algo concreto- que, como bien dijera Darwin, si por algo está caracterizada es por su abundancia de roedores. En efecto, de las 78 especies de mamíferos que habitan entre el canal de Beagle y el río Colorado, más del 50% son ratas y ratones. Dos o tres aspectos pueden guiarnos. Uno es que nuestro conocimiento sobre la composición de los elencos de pequeños mamíferos prácticamente no ha variado en los últimos 70 años, gruesamente desde el último trabajo de Thomas (1929, Ann. Mag. Nat. Hist., 10, 4:35-45). Un par de contribuciones han aportado algo más para norpatagonia y sin lugar a dudas se ha refinado la percepción en el área boscosa del Nahuel Huapi, gracias a los esfuerzos sostenidos durante un cuarto de siglo por Oliver Pearson; pero en sustancia, para los 770 000 km2, muy exiguo. Otro aspecto destacable es que no existe una sola obra de conjunto en parangón con el Osgood (1943, Field Mus. Nat. Hist., Zool. Ser., 30:1-268) o el Mann Fischer (1978, Gayana: Zool., 40:1-342), ambas para mamíferos chilenos. Otra es que buena parte de lo poco generado en los últimos años proviene del análisis de egagrópilas de lechuzas, un método "rápido y sucio" que puede ser útil para una etapa exploratoria, pero que encuentra serias limitantes a posteriori. Como resultado global, en los elementos fundacionales (i.e., taxonomía, nomenclatura, distribución, morfología) conservamos los mismos interrogantes planteados al comienzo del siglo pasado. Preguntas como ¿es Chelemys monotípico o alguno de los tantos binomios propuestos son válidos?, ¿qué es en realidad Akodon iniscatus y cual es el lugar de Akodon nucus ?, ¿cuántas especies de Thylamys hay en Patagonia? persisten con la misma vigencia. Y si alguno está pensando que esto es sólo materia de ratones, considere el status de Lyncodon, la diversidad de especies de Conepatus, o la falta de fineza en el conocimiento de la geonemia de los cávidos, como para lograr un panorama más amplio.
   Este "panorama patagónico" puede ser expandido a la Argentina en su conjunto, con algunas excepciones. Tomemos Misiones por ejemplo, reducto austral de las selvas. Si reemplazamos Thomas por Massoia, y principios del siglo pasado por la década de 1980, el resultado es el mismo. Nuestro conocimiento de los ensambles de micromamíferos es poco menos que paupérrimo. Y ni que hablar de otras regiones exploradas tempranamente, como la provincia de Buenos Aires, o las francamente olvidadas, como el Chaco.
   Podría argumentarse que la hostilidad del terreno, la falta de caminos, la distancia a los centros mayoritarios de investigación y otros tantos elementos logísticos han condicionado el sempiterno destino de estas regiones. Pero todo esto es parcialmente cháchara. Si Emilio Budin subía en mula a 5000 metros, si José Cei recorrió la vastedad patagónica haciendo cientos de puntos de colecta en los '60, si hoy en día con el imperio de las 4x4 casi no quedan lugares sin huellas de vehículos, vemos que estos argumentos se desmoronan rápidamente.
   Creo que el punto central radica en el devenir de las escuelas de investigación mastozoológica que prevalecieron en el último medio siglo en nuestro país. En un ejercicio sumarísimo, y seguramente plagado de no pocos sesgos, podemos decir que la muerte de Ángel Cabrera y Latorre (1960) marcó el fin de una etapa signada por descubrimientos y colectas. A partir de allí se diversificaron tres escuelas en la arena mamaliana argentina. Una, encabezada por Rosendo Pascual y con sede en el Museo de La Plata llevaría al desarrollo de uno de los grupos de paleomastozoólogos más destacados del mundo. Otra, capitaneada por Osvaldo Reig y con sede itinerante, daría lugar a una serie de líneas sistemáticas con énfasis en aspectos citogenéticos. Finalmente, una tercera, centrada en la figura de Fernando Krávetz (y con los aportes iniciales de Oliver Pearson y Jorge Rabinovich) sería el origen de importantes grupos de investigación con una componente prioritaria ecológica en Buenos Aires, Mar del Plata y Córdoba. En este universo trinitario sería injusto omitir los esfuerzos desde el ángulo biomédico, en torno a Marta Sabatini y Noemí Gardenal, o, más recientemente, parasitológicos (Carol Sutton y Graciela Navone). Del mismo modo, aquellos emprendimientos desde el interior del país, como las dos líneas surgidas en Tucumán que influidas por Michael Mares y Claes Olrog dieron lugar a los grupos de investigación de Ricardo Ojeda (con énfasis en la ecología de los mamíferos y procesos del Monte) y Rubén Barquez (con énfasis en los quirópteros y mamíferos del noroeste y las Yungas; ciertamente, uno de los pocos grupos que cultivó la taxonomía), respectivamente, o los tempranos desvelos de Ricardo Bastida, origen de las investigaciones argentinas sobre mamíferos marinos. Y también los escasos pero fundamentales unilaterales: Elio Massoia, Abel Fornes, Jorge Crespo y Julio Contreras.
   En esas cuatro décadas y pese al desarrollo de la carrera de investigador científico (en el novel Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas [CONICET]), los estudios taxonómicos en mamíferos sufrirían una paulatina degradación. En el universo neontológico fueron crecientemente relegados, considerados tareas de rutina y poca monta para "investigadores" y así casi finiquitados, por agotamiento de recursos humanos y económicos, por negación de sustento teórico y horizontes para un "país en desarrollo". El universo paleontológico, que por naturaleza clásica casi no puede escapar a estas actividades básicas, rescató parcialmente la escuela taxonómica, pero no pudo dejar de imponerle el sesgo hacia las "partes duras", aquellas que en buena medida componen el registro fósil. Numerosas causas coadyuvaron para este deterioro y no pocas consecuencias derivaron del mismo. Fundamentalmente, la pauperización de las colecciones biológicas, su manejo por parte de personal no calificado, la proliferación de trabajos extractivos de especímenes que, pese a ser empleados en estudios, no tuvieron como destino final dichas colecciones, antes bien fueron almacenados (en el mejor de los casos) en laboratorios, cátedras o cualquier depósito y progresivamente perdidos. Seguramente si hiciéramos números veríamos que Argentina es uno de los países con mayor tasa de extravío de ejemplares tipo. Y, por sobre todo, el despojo de patrimonio. Muchos investigadores extranjeros, siempre ayudados por adláteres locales, migraron los frutos de sus colectas en territorio nacional hacia repositorios foráneos.
   En buena medida, Argentina "quemó" una etapa durante las últimas cuatro décadas, ni más ni menos que la consolidación de una base de conocimiento nomenclatorial, taxonómico, morfológico y distribucional de sus mamíferos. Para muchos estudiosos en actividad, esta base de conocimiento está hecha; no importa cómo ni por quién, no importa cuánto ni cuán acertados son estos datos. Cuando se pasa revista a los grupos de investigación en mamíferos en la Argentina de hoy en día vemos que buena parte se dedica a proyectos de alcance ecológico, poblacional, comportamental, fisiológico, funcional, de manejo y conservación, zoonótico, sanitario, etc. Estos grupos de investigación trabajan sobre la premisa de que los aspectos básicos de taxonomía, nomenclatura, distribución y morfología están resueltos. Incluso en algunos casos, cuando deben enfrentar estos tópicos, siempre en forma marginal, se observa una sutil desprolijidad. En un ejemplo reciente -por citar sólo uno- se emplea una nomenclatura totalmente perimida -incluyendo hasta errores ortográficos- para indicar la lista de taxones consumidos por rapaces en norpatagonia (Monserrat et al., 2005, Rev. Chilena Hist. Nat., 78:425-439). Muchas veces estos usos incorrectos tienen efectos graves por su persistencia, ya que otros estudiosos en las mismas condiciones abrevan en fuentes secundarias. Que algunas de las obras más citadas en la literatura mastozoológica nacional sean compilaciones generales (e. g., Redford y Eisenberg, 1992, Mammals of the Neotropics. Vol 2. The Southern cone. Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay. University of Chicago Press, Chicago) o de divulgación (e. g., Olrog y Lucero, 1981, Guía de los Mamíferos Argentinos, Fundación Miguel Lillo, Tucumán), sugiere claramente el perfil del usuario y la importancia otorgada a la información taxonómica.
   Sería ominoso -quizás- terminar estas líneas sin decir que, puede entreverse, un resurgimiento de los estudios taxonómicos, morfológicos y distribucionales en Argentina. La política de crecimiento del CONICET, sostenida durante los últimos años y traducida en un mayor número de becas y de investigadores, conjugada con un renovado interés manifestado por algunos líderes de grupos, parece apuntar en esta dirección. Particularmente, la radicación en diferentes puntos de Argentina de jóvenes investigadores seguramente permitirá ir consolidando una nueva escuela taxonómica neontológica en la que destacarán los nombres, entre otros, de David Flores, Gabriel Martín, Mónica Díaz, Pablo Jayat, Pablo Ortiz, Pablo Teta y sus alumnos. Aún así, no puedo menos que pensar que sería muy valiosa una posición algo más altruista de aquellos grupos establecidos con enfoques supra-taxonómicos. Muchas acciones mínimas -que fácilmente pueden ser potenciadas- deberían ser ejecutadas y esto traería un singular provecho a la mastozoología en su conjunto. Y quizás, de esta manera, Parodi, Bruch, Massoia y tantos otros "obreros" de la base de esta gran pirámide mastozoológica en las que nos toca intervenir, descansarían tranquilos.

Ulyses F. J. Pardiñas

Centro Nacional Patagónico
Puerto Madryn - Chubut
Argentina

Nota: mi especial reconocimiento a Marcelo Carrera, a quien debo el haber conocido el libro de Parodi, y a Guillermo D'Elía, Pablo Teta, Rubén Barquez y Jaime Polop, que leyeron estas líneas y me salvaron de cometer no pocos errores. Huelga aclarar que lo escrito es de mi exclusiva responsabilidad.

Creative Commons License Todo o conteúdo deste periódico, exceto onde está identificado, está licenciado sob uma Licença Creative Commons