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Mastozoología neotropical

Print version ISSN 0327-9383On-line version ISSN 1666-0536

Mastozool. neotrop. vol.14 no.2 Mendoza July/Dec. 2007

 

El mastozoólogo y la conservación de mamíferos: algunas pautas en tiempos de transición

   La Mastozoología es una rama de la Zoología realmente amplia. Los mamíferos representan una parte importante de la biomasa en todos los ecosistemas, y sus especies han sido muchas veces consideradas emblemáticas, indicadoras de procesos ecológicos y actores centrales en teorías biogeográficas, sin mencionar la explotación del carisma de muchas especies. No es de sorprender entonces el creciente número de investigadores interesados en los más variados aspectos de la biología de los mamíferos. Las nuevas aplicaciones técnicas desarrolladas en los últimos años, nos ha permitido llegar a un grado de conocimiento a veces muy detallado de nuestra mastofauna, sus hábitats y sus relaciones. Sin embargo, el futuro de muchas especies es a todas luces desfavorable, como consecuencia de una larga lista de factores, principalmente los vinculados a la actividad humana en todas sus facetas. Probablemente pudiera entreverse algún pensamiento fatalista con esta afirmación, pero la realidad muestra que si no se aplican medidas inmediatas, los procesos irreversibles avanzarían con pronósticos en gran parte desconocidos. Argentina alberga una rica diversidad de ambientes, y una aun más rica fauna de mamíferos. Nuestros paisajes incluyen en mayor grado extensas superficies de ambientes xéricos, con una mastofauna característica asociada y varios casos de endemismos; y en menor grado, ambientes boscosos húmedos altamente diversos. Estos hábitats representan el extremo sur de ambientes más extensos del Neotropico, lo que marca el límite austral de distribución de muchas especies de vertebrados superiores. Estas características hacen particularmente vulnerables a esas poblaciones "marginales" a escala continental.
   Uno de los principales problemas que enfrentamos en la actualidad es la creciente demanda de consumo a nivel mundial, básicamente causada por la superpoblacion humana y estilos de vida no sustentables. En este escenario, los cultivos exportables no solamente abarcan las tradicionales y ya perdidas zonas pampeanas, sino que avanzan hacia áreas aledañas aplicando modelos de productividad altamente agresivos, que traen aparejados innegables problemas de sustentabilidad por la pérdida de ambientes naturales. Argentina y sus países vecinos no están exentos de los riesgos que se corren por pérdida de biodiversidad y fragmentación de hábitats. Todos los países de la Región Neotropical perdieron (y continúan haciéndolo) ambientes y ecosistemas de manera irreversible. En la actualidad, no está en discusión que el modelo de producción no es sustentable, si se tiene en cuenta por ejemplo que la erosión del suelo en Argentina afecta a 60 millones de hectáreas, sumándose anualmente 650 mil más. La actividad humana marca un cambio enorme en la fisonomía del paisaje, a veces temporalmente y otras de manera definitiva, impactando en general negativamente en su fauna y flora. Muchos ambientes en el Neotropico se han visto históricamente deteriorados y algunos de ellos han sufrido tal retracción o fragmentación, que su presencia esta limitada a pequeñas áreas de conservación (públicas o privadas). Otros, sin embargo, han mantenido en parte sus paisajes inalterados por lo inaccesible o lo inhóspito del área (aunque la actividad minera esta llegando bastante alto.).
   El paradigma conservación vs. desarrollo últimamente ha tomado un fuerte impulso, no solamente en el ámbito de nuestra Sociedad mastozoológica, sino también en otras sociedades, lo cual no parece ser un hecho fortuito. Hemos llegado a un punto donde la pérdida de hábitat y biodiversidad se torna económica y ecológicamente adversa, por lo que el "crecimiento" debe hacerse de manera ordenada mediante la confección de los llamados Ordenamientos Territoriales de forma responsable, es decir, científica y técnicamente apoyada. En Argentina, la reciente Ley de Bosques Nativos obliga entre otras cosas a su formulación, aunque ésta no ha sido aceptada aún por todas las Provincias. Podríamos partir de la premisa de que el empresariado privado, salvo contadas excepciones, tiene en realidad poco (si no nulo) interés en la "auténtica" conservación de la naturaleza. No siempre los avances agro-industriales van de la mano con la conservación de los ambientes y sus procesos, lo cual es una realidad innegable. De hecho, casos contrarios pueden contarse solo muy puntualmente y resultan hasta casi anecdóticos. Existe por otro lado un creciente lobby conservacionista del empresariado, una manera eficaz de llegar en buena posición a la opinión publica, apelando al desconocimiento de la sociedad común, que muchas veces llega a ser contraproducente a los conceptos más realistas de conservación, apelando al desconocimiento de la sociedad común. De este desconocimiento somos en parte responsables. Pareciera que buena parte de la sociedad argentina no percibe aún el conflicto entre conservación y crecimiento agropecuario. Los estudios de impacto y ordenamiento territorial son condiciones que las empresas privadas (y el Estado) tienen que cumplir antes de dar un paso, más aun cuando los cambios son definitivos, como en la mayor parte de las actividades antrópicas (e.g. monocultivos, minería). Es entonces cuando quienes poseen opiniones justificadas, técnica y científicamente, tienen la obligación y el derecho de exponer sus puntos de vista.
   Podrá suponerse que el conocimiento y la experiencia son los mayores valores y las mejores armas que tenemos para acceder a un protagonismo que impacte positivamente en las decisiones. Sin embargo, los mayores valores con los que debemos contar en este sentido son el interés real y el compromiso con la conservación. El conocimiento técnico-científico no es la única condición que deben cumplir los actores involucradas en favorecer la subsistencia de nuestros ambientes y de nuestra fauna. Probablemente, los biólogos tengamos ciertas discrepancias respecto de las condiciones de avance agropecuario o minero propuesta por agrónomos o geólogos, y ambos poseemos conocimientos técnico-científicos. Es natural y hasta comprensible, aunque a veces los caminos de consenso para el dilema (conservación vs. crecimiento económico), difieran diametralmente. Particularmente, supongo que todos deberían apuntar a favorecer la conservación de los ambientes y sus procesos, buscando alternativas viables, ya que toda actividad pensada para una buena calidad de vida y a largo plazo es solamente factible si está enmarcada en la conservación de los ecosistemas. El crecimiento económico empresarial pocas veces impacta positivamente, de manera real y tangible, sobre las poblaciones humanas locales a largo plazo. Los costos-beneficios son muchas veces ficticios y forman parte integral de los Estudios de Impacto. ¿Realmente impactan positivamente en la economía regional las actividades mineras o de reemplazo de bosques por monocultivos?, ¿cuál es la ganancia real de la sociedad común de la región? La perdida de biodiversidad y fragmentación de hábitat trae consecuencias negativas e irreversibles, punto central que a veces no es tenido en cuenta. Deberíamos ser inflexibles a la hora de ceder ambientes naturales en beneficio económico inmediato del sector privado, buscando alternativas hasta las últimas consecuencias. La determinación de zonas prioritarias de conservación (ya sea por alta diversidad, endemismo o carácter de conectividad) son fundamentales, a pesar de que muchas veces éstas no son respetadas.
   Existe una concepción general de que los avances del crecimiento económico privado "no pueden" detenerse en pos de la conservación de los ambientes. Esto es evidente considerando que Argentina duplicó su producción agrícola en los últimos quince años. Sin embargo, nada está más alejado de la realidad. Las presiones técnicamente justificadas por parte de los organismos oficiales, sociedades científicas y ONGs son cruciales en las decisiones finales. ¿Sabemos cuánto CO 2 deja de fijarse por las miles de hectáreas desmontadas para monocultivos o ganadería?; eso representa una perdida económica general que nos incluye a todos, a escala mundial. Un aprovechamiento sustentable genera subsistencia a las poblaciones locales a largo plazo. Seguramente, la pretensión de un crecimiento económico menos acelerado y desmedido por parte de capitales privados sea una solución, al menos pasajera, para evitar más pérdida y fragmentación de hábitat. La opinión pública local es importante, y puede ser una aliada incondicional a favor de la conservación, influyendo positivamente en las decisiones.
   La capacidad de carga de los sistemas ecológicos se ve desbordada ante el avance desmedido y sin control. Esto pudo preverse quizás durante los años 70 y 80. En la actualidad, lo estamos viendo solo con salir de los gabinetes. La demanda de consumo es cada vez mayor, y el avance agro-industrial sólo responde a esa demanda en aumento. La sobrepoblación mundial en los países del tercer mundo, aparejada a un estilo de vida consumista en los países del primero, nos ha llevado a un sistema ecológicamente inviable que debe ser replanteado ineludiblemente. Por ejemplo, el precipitado avance de los cultivos de soja muestra estadísticas inquietantes: entre 1990 y 2005 su superficie cultivada en Argentina aumentó el 190%, y actualmente totaliza más del 50% de la superficie cultivada. Existen muchas preocupaciones sobre los diversos riesgos, producto de la concentración de la industria agrícola en un solo monocultivo, en el que casi toda la producción pertenece a una variedad transgénica única. En las últimas décadas del siglo XX, el comercio internacional de soja aumentó el 1492%. Este crecimiento se debió principalmente a la adopción de un modelo de alimentación de ganado basado en soja. Por otra parte, el aumento de producción lleva al aumento de superficie cultivada, lo que acarrea una adicional presión ganadera en áreas aún no sustancialmente antropizadas. Las proyecciones indican que la demanda de soja continuará creciendo en el futuro cercano, y llegará a los 300 millones de toneladas en el 2020. De seguir en esta tendencia, se convertirían 16 millones de hectáreas de sabanas y 6 millones de hectáreas de bosques tropicales en América del Sur. Desde una perspectiva global, el panorama puede resumirse claramente: mayor superoblación, mayor demanda, mayor producción, menos biodiversidad, menos hábitats naturales, menos sustentabilidad.
   Como científicos éticamente concientizados en conservación, tenemos las armas para contribuir con alternativas mas viables a largo plazo para la sociedad común, además de tener una influencia directa en la educación, mediante la creación de Programas de Conservación, que apunten entre otras cosas a la adquisición de una conciencia conservacionista por parte de las poblaciones locales, actores centrales en esta comedia. Como sociedad científica, hemos visto el crecimiento de SAREM a través del tiempo y estamos heredando la responsabilidad de continuar con el crecimiento de la Mastozoología , de la mano de una actitud coherente con la conservación de la materia prima de nuestro trabajo. Estamos viviendo tiempos transicionales donde vemos el nacimiento de sociedades de mastozoólogos en otros países latinoamericanos, y donde el paradigma de desarrollo-conservación tiende a ser un tema cada vez más candente, actual y global. Excelente oportunidad de abordar el problema conjuntamente. Quienes tenemos ingerencia temática en taxonomía, sistemática, ecología o biogeografía de mamíferos, no podemos escapar a la carga de posicionarse justificada y responsablemente a favor de la preservación de la fauna, sus ambientes, y de las alternativas viables que satisfagan las crecientes demandas actuales, sin olvidar que el único camino posible está en la mitigación a futuro de esa gran demanda que impone el estilo de vida actual.

David Alfredo Flores
PIDBA (Programa de Investigaciones de Biodiversidad Argentina )
Facultad de Ciencias Naturales e Instituto
Miguel Lillo, Universidad Nacional de Tucumán , Argentina
Miguel Lillo 205, 4000 Tucumán , Argentina
<pidba@arnet.com.ar>

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