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Mastozoología neotropical

versión impresa ISSN 0327-9383

Mastozool. neotrop. vol.18 no.1 Mendoza ene./jun. 2011

 

EDITORIAL

Vicarianzas científicas, culturales y económicas: ¿viejas escuelas o la hora de cambios superadores?

 

"Sin embargo, el crecimiento entendido como consumo infinito y eterno progreso no puede jamás conducir a la madurez. La obligación de un incremento cuantitativo desenfrenado hace pedazos la posibilidad de un desarrollo orgánico".
Iván Illich (1926-2002, pensador austríaco crítico de las instituciones claves del progreso en la cultura moderna)

Hasta no hace mucho tiempo durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, la ciencia y la investigación en estos parajes australes estuvieron relegadas a una cantidad de personas limitada numéricamente, algunos de los cuales incluyeron también como campo de acción círculos más internacionales o foráneos. El término "internacional" en este contexto fue tradicionalmente considerado como "mejor" o "más eficaz", y no necesaria y estrictamente como "fuera de la nación...", ya que los puntos cardinales de este concepto de internacionalidad, culturalmente adquirido, no significan lo mismo. No es lo mismo lo internacional proveniente del Norte que del Sur. Esta concepción tan particular, debería tener hoy sus días contados, a juzgar por nuestras realidades actuales en la región.

La Historia nos muestra que el nacimiento de la cultura humana en la Mesopotamia (actual Irak), y su dispersión inmediata hacia el resto de Eurasia se derivó hacia la domesticación de ciertos mamíferos (equinos, bóvidos y caprinos) y variedades salvajes de vegetales claves en áreas puntuales de Asia. Una explosiva combinación de tres factores culturales posteriores, como la perpetuación del conocimiento a partir del desarrollo y masificación de la imprenta en Europa, la temprana domesticación del caballo y otros mamíferos, aves y plantas útiles en las regiones tropicales, subtropicales y templadas de Eurasia, y el descubrimiento de la pólvora en el lejano oriente y su bélica aplicación en Europa Occidental, no tuvieron una base puramente azarosa, sino más bien geográfica. No fue tardía la dispersión eurasiática (este-oeste y viceversa) de las variedades domesticadas y la transmisión de conocimiento general. Jared Diamond, en su obra Guns, Germs and Steel ingeniosamente se pregunta ¿Por qué El Inca no fue quien capturó a los Reyes Católicos?, buscando (y encontrando) causas geográficas a las diferencias de aislamiento, dispersión del conocimiento adquirido y cosmovisión humana entre las Américas y Eurasia. En realidad, el aislamiento geográfico, la tecnología bélica y la domesticación de especies animales y vegetales claves (esto último sí por el azar de la historia biogeográfica de estas especies), fueron el motivo del descubrimiento relativamente tardío de la fauna y flora de las Américas. Sin embargo, América estuvo habitada por humanos muy tempranamente, por lo que gran parte del conocimiento de la Naturaleza de estos nuevos mundos (incluyendo Australia y Oceanía) ya era conocido, aunque no escrito, y menos aun pensado en el formato de nuestro conocimiento científico actual. La adopción por los europeos de las variedades de vegetales domesticadas por los aborígenes americanos (especialmente la papa), salvó millones de vidas humanas de las hambrunas europeas durante gran parte de la "pequeña edad de hielo" que azotó este continente desde el 1300 hasta 1800, tan bien descripta por el autor británico Brian Fagan en diversas obras. Las primeras descripciones y colecciones de nuestra fauna y flora, hechas por los naturalistas más adelantados de los siglos XVII y XVIII, impresionaban hasta a los más escépticos en la Europa monárquica. Posteriormente, nuestras pampas, montes, selvas, desiertos y costas fueron la cuna donde se gestó la teoría de la Selección Natural de Darwin, en su paso por Sudamérica durante el siglo XIX.

Lo que clasificamos como Neotrópico y sus ecorregiones en base a criterios de historia biogeográfica en común, aproximadamente desde el Río Grande al Cabo de Hornos, constituye también una unidad humana cultural, con una historia propia y con una ciencia actual cuyos fundadores generalmente provinieron de países del Hemisferio Norte. En todos los países latinoamericanos hemos tenido fundadores de escuelas de Mastozoología que incluyeron también personajes locales influyentes y del más alto nivel científico de la época, que siguieron con lo iniciado por sus predecesores. Sin embargo, los adelantos científicos y culturales en la Latinoamérica del siglo XX estuvieron y están indiscutiblemente ligados a procesos políticos-sociales propios de cada país, con avances y retrocesos comparables entre sí.

En su obra La Riqueza Depredada: América Latina en el Nuevo Orden Global, el autor suizo Romeo Rey sintetiza magistralmente los vaivenes históricos del desarrollo económico, social y ecológico en el Nuevo y Viejo Mundo. Una virtud de los países de Latinoamérica (casi olvidada por nosotros mismos) radica en su tremenda capacidad de recuperación, pero también en su gran eficacia para retomar y repetir un camino de pobreza, destrucción ambiental y malas decisiones políticas. En la crisis posterior a 1930, se inició en Latinoamérica una etapa de desarrollo caracterizado por la producción propia de bienes de consumo denominado "industrialización sustitutiva de importaciones" (ISI...pero no confundir con el auto impuesto Índice). Los aspectos positivos del ISI no deberían ser fácilmente olvidados. Entre 1959 y 1975 posibilitó en la región un ritmo de crecimiento total de casi el 5.5% anual, y el ingreso per capita casi se duplicó en ese cuarto de siglo. Este fue un evento sumamente importante para los países de la región: millones de personas tuvieron empleo digno, pudieron alimentarse y alimentar a sus familias, y creer en un futuro mejor para sí mismos y sus descendientes. El período siguiente, por el contrario, fue signado por una política neoliberal muy bien planeada y sistematizada, donde se extendió la desesperanza y las ausencias de democracias. Los modelos económicos y sociales en quiebra (tan claramente enfatizados en nuestra Argentina de los 90 y los primeros años del nuevo siglo) parecen ver su final en esta etapa en nuestro continente, salvo excepciones puntuales y anecdóticas.

Las grandes reservas de riquezas naturales, las variables macroeconómicas (y sociales) globales, y simplemente el azar de la historia y sus laberintos, nos encuentran hoy en un escenario más favorable para el desarrollo regional dirigido al crecimiento económico, potencialmente redundante en bienestar humano directo y a corto plazo, y apuntado al desarrollo general (ciencia incluida claro está). Un ejemplo demostrativo reciente de cohesión científica regional en nuestra área de estudio es la proliferación relativamente reciente de sociedades mastozoológicas en Latinoamérica (e.g. Bolivia, Colombia, Ecuador), la conformación de la Red Latinoamericana de Mastozoología (RELAM) y la proyección del ya II Congreso Latinoamericano de Mastozoología a realizarse en 2012 en la Ciudad de Buenos Aires.

A pesar de lo auspicioso del escenario macroeconómico actual, nuestra herencia histórica latinoamericana ha condicionado una situación aún polarizada cultural y tecnológicamente. La ciencia local y sus condiciones, por supuesto, no han sido ajenas a tal situación. Al fin y al cabo, creo que hemos sabido aprovechar el conocimiento mastozoológico acumulado durante el siglo XX. El nivel científico y de producción alcanzado por nuestros investigadores se ajusta a lo que globalmente se considera de competencia en base a las reglas de juego no impuestas, pero si autoimpuestas como un padrenuestro. Las condiciones auto impuestas no son el resultado de creaciones o consideraciones propias, sino más bien una importación de modelos propuestos exteriormente. Hemos crecido y hemos acumulado conocimientos suficientes como para tomar decisiones acertadas respecto del manejo que hacemos con nuestra producción científica, su inserción en modelos de crecimiento sustentable y su inserción en el marcado de los índices y sus impactos, con sus artificios matemáticos para evaluar nuestra calidad de producción.

La propuesta de integración social, política, económica y ecológica de los países latinoamericanos no es una fantasía, es más bien una necesidad, y nos lleva ineludiblemente a nuevos paradigmas y verdaderos desafíos en el campo del crecimiento económico y la sustentabilidad a largo plazo en la región. ¿Es posible coordinar crecimientos sustentables a nivel regional? Las necesidades humanas y su modo de vida consumista de materia y energía nos llevan a un avance sobre procesos naturales, hoy más patente que nunca, por el crecimiento económico general en esta parte del mundo. América del Sur es cada vez más clave en contexto energético y de reservorio de recursos naturales a nivel global: petróleo, minerales, agua dulce, fauna y flora (biodiversidad). Así, el ser "claves" y en franco crecimiento nos impone un difícil desafío. "La economía tiene que ser siempre una herramienta al servicio de los fines más altos, literalmente vitales", sostiene el economista alemán Peter Ulrich. De acuerdo al politólogo noruego Johan Galtung, existe una clara diferenciación entre "desarrollo" entendido como crecimiento económico y modernización por un lado, y el "verdadero desarrollo" por el otro. Este último, dice el autor, es considerado como la suma del desarrollo de la Naturaleza (equilibrio ecológico), del desarrollo humano (satisfacción de necesidades básicas materiales y no materiales de todos), del desarrollo social (justicia social e igualdad) y del desarrollo mundial (capacidad de manejar conflictos entre naciones de manera creativa y pacífica). Así, solo tres premisas básicas aseguran a largo plazo la sustentabilidad del desarrollo y bienestar humano y ambiental: satisfacción de necesidades básicas, reparto justo de derechos y obligaciones y NO contaminación del medio ambiente.

En base a nuestra experiencia reciente, resulta obvio que tal planeamiento estratégico no debería ser competencia de cualquier instancia privada, sino ser supervisada y definida por todos los niveles: desde el Estado central hasta sus municipios y distritos. Seamos plenamente conscientes de que las comunidades que han confiado estas metas de interés colectivo al sector privado (donde lisa y llanamente se aplica una maximización de ganancias), han fracasado. Políticos, intelectuales, científicos, empresarios y sindicatos con intenciones honestas deben plantearse serias medidas sustentables para un desarrollo alternativo de sus países: un modelo basado en la solidaridad humana y ambiental. La ilusión de crecimiento material individual, que comenzó quizás con el intercambio de pequeños y coloridos espejos en 1492, no conduce ni a la estabilidad humana ni a la sustentabilidad ambiental. Latinoamérica no debería encandilarse hoy por un modelo social-económico-ambiental (tres pilares inseparables a la hora de encarar estrategias regionales o locales duraderas), que hace tiempo está obsoleto. Motivaciones de crecimiento con bases sociales y ecológicas deberían discutirse con el mismo énfasis que las motivaciones con bases económicas. En décadas futuras, el balance de productividad y crecimiento entre ambos hemisferios puede variar drásticamente, pero su mantenimiento a largo plazo depende en gran medida del modelo sustentable a encarar, indefectiblemente, de manera conjunta en Latinoamérica, con decisiones firmes dirigidas a objetivos comunes. Queda en nosotros y en quienes nos representan la responsabilidad de encarar objetivos comunes y, sobre todo, de bien común en la región. El crecimiento sin sustentabilidad simplemente no puede ser una alternativa, ya que muestra una viabilidad de muy pocas generaciones. La producción y demanda de energía debe ir necesariamente acompañada de bienestar general, tanto humano como de nuestro medio ambiente.

Agradezco a Valentina Segura y Sergio Lucero por las certeras criticas recibidas en las versiones preliminares del manuscrito, y a Javier Pereira por la invitacion a escribir este Editorial. Dedico estas reflexiones a dos personas que nunca se conocieron, pero compartieron desde sus respectivos lugares un infinito amor por la Naturaleza y la Música, Juan Carlos Chebez y Walter "Alma" Villafañe.

David Flores
Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia"
Av. Angel Gallardo 470
Ciudad de Buenos Aires
Argentina
<dflores@macn.gov.ar>

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