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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versión impresa ISSN 0524-9767versión On-line ISSN 1850-2563

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  n.27 Buenos Aires ene./jun. 2005

 

Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian, Políticas de la historia, Argentina 1860-1960, Alianza Editorial, Madrid-Buenos Aires, 2003, 265 páginas.

El libro de Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian contiene un conjunto de trabajos elaborados por los autores a lo largo de más de diez años y dados a conocer en publicaciones nacionales y extranjeras. Une a estos textos el intento de construir una interpretación de diferentes tópicos de la historiografía y de la utilización de las imágenes del pasado en la Argentina de los siglos XIX y XX. Los trabajos están articulados a partir de una concepción amplia de la historia de la historiografía que excede al análisis de lo que se conoce habitualmente como las producciones de la historia profesional. Las relaciones de los historiadores con el mundo de la política, las letras, sus disputas por monopolizar los discursos sobre el pasado constituyen sólo algunos de los problemas que se tratan en este libro.

El trabajo está dividido en tres partes. La primera, a cargo de Alejandro Eujanian, contiene, a su vez, tres artículos destinados a analizar diferentes facetas del proceso de conformación de un campo profesional en la historiografía argentina de las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX. El primero de ellos propone una lectura de los debates que mantuvo Bartolomé Mitre con Dalmacio Vélez Sarsfield primero y con Vicente Fidel López después. El texto privilegia el análisis del rol desempeñado por la crítica historiográfica en el proceso de profesionalización de la historia en la Argentina de las últimas décadas del siglo XIX. La crítica es considerada aquí como uno de los modos privilegiados por los historiadores para afirmarse frente a las elites políticas y al conjunto de la sociedad. El análisis de la naturaleza de las relaciones entre poder político y mundo intelectual está situada en el centro del artículo. Así, la figura del historiador se construye a partir de un diálogo permanente con el mundo de los escritores y con el de la política. La crítica historiográfica aparece entonces todavía aquí estrechamente subordinada a las reglas de la práctica política y del mundo literario. El capítulo 2 está centrado en la figura de Paul Groussac y en su papel en la constitución de la historiografía como una disciplina profesional. El estudio parte de una indagación en torno al lugar de Groussac en el campo intelectual y en la cultura argentina de finales del siglo XIX. Se muestra cómo el entonces director de la Biblioteca Nacional instala con fuerza la distinción entre las prácticas del historiador y las del abogado a partir de su conocida polémica con Norberto Piñero. El capítulo tercero aborda, en principio, nuevamente el estudio de la figura de Groussac y de la polémica que con él establecen los historiadores de la llamada Nueva Escuela Histórica. A partir de allí se profundiza el análisis del espacio ocupado por los historiadores pertenecientes a dicha tradición en el mundo universitario y académico. La relación entre el proceso de profesionalización y los vínculos entablados por los historiadores con el aparato del estado constituye uno de los núcleos de este estudio.

La segunda parte contiene dos artículos elaborados por Alejandro Cattaruzza. El primero de ellos está centrado nuevamente en los procesos de profesionalización de la historia y en el perfil de la comunidad de los historiadores en la Argentina de entreguerras. El autor analiza las distintas orientaciones y tendencias, fundamentalmente de los historiadores de la Nueva Escuela Histórica, sus vínculos con el estado y el aparato de enseñanza pública, y su relación con los movimientos renovadores en la historiografía europea de aquellos años. El trasfondo del desarrollo de la actividad académica de estos historiadores aparece dominado, en este caso, por la debilidad de la barrera técnica que diferencia a la práctica historiográfica profesional de la amateur. El segundo capítulo está consagrado al estudio del revisionismo histórico argentino. Esta tradición está analizada a partir de su estrecha vinculación con la política y también se asume una perspectiva que privilegia la inserción de los historiadores revisionistas en el campo intelectual, su participación en las instituciones del estado y su articulación con las agrupaciones políticas. Aquí se reconocen distintas etapas. En la primera de ellas, situada a partir del surgimiento de este movimiento en los años treinta, se subraya la inserción de los historiadores revisionistas en un mundo en el que las tradiciones ideológicas y los bloques políticos no se encontraban aún claramente definidos. El texto aborda posteriormente la relación entre revisionismo y peronismo destacando la recepción parcial y distante, por parte de la mayoría de los revisionistas, del movimiento liderado por Perón y el hecho de que dicho movimiento albergó a historiadores provenientes de diversos grupos. La conversión pública de Perón al revisionismo durante la segunda mitad de los años cincuenta marca un giro sustancial en esta relación. La expansión del revisionismo a partir de entonces está vinculada no sólo con factores políticos sino también con un proceso de ampliación de los públicos lectores interesados por los temas históricos y políticos. La relación con las instituciones universitarias constituye otro de los ejes del trabajo.

La tercera parte del libro contiene dos artículos. El primero de ellos –de autoría de A. Cattaruzza– propone una reflexión sobre el objeto y la práctica de la historia de la historiografía. Pasa revista de forma crítica a algunos de los supuestos sobre los que se construyeron estos estudios durante los últimos años. Los problemas vinculados con la vigencia de una historiografía internacional, las relaciones entre campo intelectual, científico y de poder, las cuestiones vinculadas con las coexistencia de distintos discursos sobre el pasado y la necesidad de no limitarse al estudio de las grandes obras constituyen los ejes del texto. El último capítulo del libro –elaborado en forma conjunta por los dos autores– está centrado en la relación entre la figura del gaucho y el problema de la nacionalidad. Pasa revista así a las distintas recepciones del Martín Fierro desde su publicación a principios de la década de 1870. El texto aborda simultáneamente el problema de la conformación de un público para el libro de José Hernández y el papel del texto en la constitución de diferentes tipos de identidad social entre finales del siglo XIX y mediados del siglo XX. En esta evolución se reconocen distintas etapas. Una de ellas está definida por la elevación, por parte de un conjunto de reconocidos intelectuales a principios de la década de 1910, del Martín Fierro como obra central de la literatura nacional. Otra etapa significativa se verifica desde mediados de la década de 1930 cuando se lleva a cabo la "canonización" estatal de Martín Fierro. Se produce entonces la plena asociación entre el gaucho y la tradición argentina en el marco de un proceso en el cual se afirma la tendencia a definir la nacionalidad en términos étnicos.

Los textos revelan un trabajo de reflexión rigurosa y sistemática. Podrían destacarse aquí algunas observaciones específicas sobre cada uno de los trabajos incluidos que son, de todos modos, de carácter menor. Tal vez, los trabajos sobre la profesionalización de la historia merecerían acentuar el rol del estado en dicho proceso. La función del Estado cobra relevancia aquí no sólo por la preocupación de sus dirigentes por encontrar mecanismos para reforzar la identidad colectiva sino también porque su consolidación y la consecuente estabilidad institucional y administrativa es prerrequisito para la profesionalización. Sin un sistema de archivos y bibliotecas de carácter estatal y público sólidamente organizado es muy díficil avanzar en el proceso de profesionalización. Esta parte del libro presenta además una visión un tanto rígida del campo historiográfico, de sus tensiones y del devenir de las trayectorias académicas que, entendemos, un análisis más detallado develaría provistas de un grado mayor de apertura y flexibilidad. El análisis de las controversias vinculadas con el revisionismo probablemente también merecería prestar mayor atención a la misma evolución del clima político. La irrupción del peronismo quiebra finalmente un clima de cierta tolerancia y pluralismo político e ideológico y es, en realidad, el discurso histórico el que empieza a ser comprendido de manera diferente.

También podrían hacerse algunos comentarios formales sobre la propia organización y concepción del libro. Esta edición permite el acceso a los textos de un público que no consulta en forma periódica las revistas especializadas. En este sentido contiene trabajos de indudable interés, pero tal vez debiera advertirse también que no innova sustancialmente en relación a trabajos ya conocidos de los mismos autores. Algunas secciones giran, además, en forma recurrente, sobre las mismas temáticas abordadas con perspectivas conceptuales similares. Por otro lado, adolece de cierta falta de unidad, presentando así un panorama hasta cierto punto fragmentado. La historiografía brinda aquí solamente un marco de referencia general. De todos modos, cabe reconocer también que las dos primeras partes conservan cierta unidad que se pierde en la última. Pero, en definitiva, esto no altera en lo esencial la importancia del trabajo, que resulta de lectura imprescindible para todos aquellos interesados en los complejos itinerarios de la historiografía argentina de los siglos XIX y XX.

Pablo Buchbinder

UBA - UNGS

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