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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versión impresa ISSN 0524-9767versión On-line ISSN 1850-2563

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  n.28 Buenos Aires jul./dic. 2005

 

Luciano de Privitellio, Vecinos y ciudadanos. Política y sociedad en la Buenos Aires de entreguerras, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003, 246 pp.

El libro, tal como su autor lo propone, se ubica en la intersección de dos procesos simultáneos e interdependientes, la extensión de la práctica del voto y de la ciudad y de dos tareas, la construcción del ciudadano y la reformulación del contenido acordado al vecino, para responder al interrogante a partir del cual construye el problema de indagación: ¿qué cambia en la dinámica de la cultura política de los porteños a partir de la modificación de las condiciones del sufragio?

El registro en el que está colocado todo el texto es el de la historia política, si entendemos lo político al modo de Pierre Rosanvallon, como campo y trabajo. Campo como totalidad provista de sentido para los discursos y las acciones de hombres y mujeres. Trabajo en tanto la población deviene comunidad en el proceso de elaboración de "lo participable y lo compartible". La indagación sobre el funcionamiento de las instituciones, de los mecanismos a partir de los cuales se toman las decisiones que comprometen al conjunto, la interpretación del resultado de las elecciones y las razones de los actores para optar entre un rumbo u otro, los modos en que se conciben a sí mismos y a los otros en el proceso de constitución de sus identidades y en que entablan sus interacciones y resuelven o no sus conflictos forman parte de su construcción.

Y en este sentido es interesante poner en diálogo a Vecinos y ciudadanos con La grilla y el parque, el libro que Adrián Gorelik publicó en 1998. Gorelik construye un problema semejante al que aborda L.de Privitellio inscribiéndolo en el registro de la historia cultural. El centro del trabajo -dice- se pondrá en "un puñado de relaciones en cuyo marco se produce la ciudad como artefacto material, cultural y político". El reformismo es una de las claves de lectura que ambos trabajos comparten y sustenta la periodización que cada uno adopta. Gorelik identifica un ciclo caracterizado por ciertas peculiaridades en la organización del territorio, las transformaciones culturales, la sociabilidad popular y las políticas públicas urbanas. Ese ciclo se abre en 1887 y se cierra en 1936 cuando se inicia una modernización sin reforma. L.de Privitellio asume el período de entreguerras como una unidad de análisis. Entre 1917 y 1941 -sostiene- no hay modificaciones en los principios que sustentan la legitimidad del orden concebido para el gobierno de la ciudad. El recorrido comienza con el cambio en las reglas de producción del sufragio y termina con la clausura del Concejo Deliberante electivo para poner su constitución en manos del poder central, que cierra la apuesta reformista en su doble aspecto de programa a la vez material y político: la educación y modernización de la sociedad civil y la práctica del voto asociada a la acción educadora de los partidos. Ambas periodizaciones responden a la construcción del recorte del objeto: la grilla y el parque y los vecinos y los ciudadanos. Si la pregunta de Gorelik es ¿porqué la ciudad es como es?, la de Privitellio es ¿por qué la democracia es como es? Y a partir de esa pregunta es posible también establecer un segundo diálogo, esta vez con los trabajos de Luis Alberto Romero y Leandro Gutiérrez sobre sectores populares en la Buenos Aires de entreguerras que, inscriptos en el registro de la historia social, reconstruyen la expansión de la ciudad y las prácticas de sociabilidad resultantes. Partiendo de que la ciudadanía no es un dato, la preocupación que los orienta es encontrar las claves del dificultoso proceso de su constitución entrelazando espacio urbano y espacio público como caras de una misma identidad.

En Vecinos y ciudadanos el problema se despliega en el cuerpo del texto, dividido en cinco partes que se articulan entre sí dando cuenta de las permanencias y los cambios, poniendo en diálogo la novedad y la tradición, las tensiones e incertidumbres y las imbricaciones entre el mundo de la política y el mundo de lo social asumiendo como clave de lectura la noción que Rosanvallon desarrollara en Le sacré du citoyen: las identidades se constituyen en el doble proceso de construcción de lo político y figuración de lo social que lleva implícito la democratización.

En la primera parte, L. de Privitellio recupera, a modo de antecedentes y en varios registros, las representaciones asociadas al proceso que se propone reconstruir. En primer lugar, historiza la construcción del sistema de reglas que estructuran el municipio bonaerense en el marco de la conformación del Estado nacional, dando cuenta de la tensión inherente a la constitución de un cuerpo político concebido como instancia administrativa. En segundo lugar, refiere a la construcción material de la ciudad a través de la vivienda y el transporte como objetos tangibles del proceso de suburbanización; el pasaje de la precariedad ignorada representada en el conventillo a la precariedad no ignorada sustanciada en la materialización de la vivienda suburbana y de la indiferenciación entre lo público y lo privado a su separación, trama en la que se constituyen las identidades barriales. Por último, en la intersección de ambas cuestiones, coloca la reforma electoral. Construye de este modo el escenario en el cual se entramarán las acciones y se articularán los discursos.

En la segunda parte del texto las acciones relevantes son las elecciones y los protagonistas, los partidos. En el análisis de las elecciones recorre un camino transitado por Marcela Ternavasio en La revolución del voto para la primera mitad del siglo XIX y por Hilda Sábato en La política en las calles para la segunda. Deja a un lado la sociología electoral para buscar en las prácticas "las expectativas, ilusiones y visiones de la sociedad porteña" desplegadas en un proceso que implica, por un lado, la individuación que conlleva el principio "cada hombre un voto" y, por otro, la dimensión colectiva sustanciada en las campañas y vincula esas prácticas con las reglas que, en la medida que las transforman, exigen ordenamientos nuevos. En cuanto a los partidos, recupera la constitución de sus identidades y encuentra una de las claves para explicar su fortaleza en la lealtad reafirmada a través del ritual del voto, el que concibe como una de las formas de concebir una sociedad móvil y progresista. Así, la libertad política, traducida en la ampliación del sufragio, completa el proceso de "modernización" social iniciado en la etapa precedente. Ahora bien, esas identidades configuradas en los ámbitos de sociabilidad barrial se asocian a un universo más amplio donde se recorta el faccionalismo, componente ya presente en la política del siglo XIX, y la vocación hegemónica de los partidos, que concibe la integración de manera excluyente, matriz de apelación que, en el texto, no se considera exclusiva del partido radical -sobre el cual la historiografía hizo siempre hincapié- sino que se extiende al partido socialista.

Las sociedades de fomento protagonizan el tercer capítulo. En el involucramiento con los partidos y, simultáneamente, en la apelación a la prescindencia política, Privitellio encuentra su lugar. Y esto que podría parecer contradictorio lo explica como delimitación de una esfera de acción que fluctúa entre el reclamo puntual ante las autoridades municipales y la constitución de una alternativa a la política partidaria que en ningún momento implica un desconocimiento de los partidos ni un rechazo a la acción política. En los dos capítulos finales, identidades y prácticas de vecinos y ciudadanos se redefinen, resignificándose en el marco del conflicto: por los servicios eléctricos en 1932 y por la clausura del Concejo Deliberante en 1941. Ese cierre se da en el marco de la decadencia del fomentismo, que ha ido perdiendo su razón de ser frente a la emergencia de otros espacios de sociabilidad y de resolución de las cuestiones municipales; de la pérdida de eficacia de las identidades partidarias para unificar/representar a la sociedad y del lugar del voto como ritual de afirmación de esas identidades pero, y además, en una coyuntura en que las alternativas abiertas por la guerra le quitan especificidad a la política municipal colocándola en el centro mismo de los conflictos que definen la política nacional. Y es en ese marco en el que el texto discute con otras hipótesis sustentadas para explicar la clausura.

Rosanvallon -uno de los referentes fuertes en la construcción del texto- se refiere a una historia de las ideas y de las instituciones que apenas se distingue de la historia-batalla, enfrentamiento entre partidos o entre representraciones del mundo claramente identificadas y constituidas a priori, antes incluso de entrar en conflicto. Historia que parte de un punto de llegada y que nunca sigue la concatenación de los acontecimientos como un experimento y propone en su reemplazo comprender desde el interior las certidumbres, los tanteos, las cegueras que gobiernan la acción y la imaginación de los hombres, la comprensión de las ideas a partir de las condiciones en las cuales se elaboran y se transforman las categorías en las que se refleja la acción, analizando cómo se forman los problemas y cómo atraviesan lo social. Creo que Vecinos y ciudadanos logra transmitir esos tanteos e incertidumbres que implicó la ampliación del sufragio y los cambios en la materialidad de la ciudad. Producto de la investigación que dio como resultado la tesis doctoral de L. de Privitellio, la coherencia interna del texto se sustenta en un minucioso relevamiento de fuentes y en un recorrido exhaustivo de bibliografía y el específico modo de construir el problema, recortar el objeto y periodizarlo lo constituye en un importante aporte para la reconstrucción de la historia política de la primera mitad del siglo XX.

Ana Virginia Persello
UNR-CIUNR

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