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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

Print version ISSN 0524-9767On-line version ISSN 1850-2563

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.29 Buenos Aires Jan./June 2006

 

Laura Ruiz Jiménez, La Argentina con porvenir. Los debates sobre la democracia y el modelo de desarrollo en los partidos y la prensa (1926-1946), Madrid, Biblioteca Nueva-Fundación José Ortega y Gasset, 2006, 252 páginas.

En los últimos años la producción historiográfica sobre la década de 1930 en la Argentina ha aumentado notablemente contribuyendo a modificar muchas de las ideas que poseíamos sobre la llamada "década infame". Las nuevas visiones, más o menos críticas con la evolución política y social del país en esa época, han proporcionado una pintura más gris que negra sobre el período, enfatizando los aspectos problemáticos y a la vez sus importantes innovaciones. El libro de la profesora española Laura Ruiz Jiménez, La Argentina con porvenir, supone una importante contribución a esta nueva historiografía. La autora analiza la mirada vertida por los periódicos argentinos de mayor tirada con respecto a los Estados Unidos y Gran Bretaña como un testimonio de la riqueza del debate público que vivió la Argentina en esos años. Las tiradas de esos periódicos, que convertían a Argentina en uno de los países del mundo con mayor número de ejemplares por habitante, demuestran también la vitalidad del debate público y de la sociedad civil que lo mantenía.

¿Cuáles eran las características de ese debate? Contrariamente a lo que ha sostenido una visión tradicional, la preocupación de la prensa argentina por los Estados Unidos e Inglaterra no estaba necesariamente asociada a la cuestión de la creciente inquietud que sentía la sociedad ríoplantense por su desigual relación con las dos potencias -la llamada cuestión del imperialismo-. Ruiz Jiménez demuestra de manera convincente que aunque el problema del imperialismo aumentó su presencia en el debate político argentino entre 1926 y 1946, tuvo un lugar subordinado en las preocupaciones de los periódicos y políticos frente a otras dos cuestiones más imperiosas, la del tipo de democracia que se quería construir en la nación y la del modelo de desarrollo económico. Los Estados Unidos y Gran Bretaña, antes que amenazas externas, eran vistos como espejos en los que contrastar los problemas internos argentinos.

La relación de la prensa y los políticos argentinos era ambigua. Por una parte, los Estados Unidos eran considerados un modelo de desarrollo político y social. Los argentinos veían en la constitución del país norteamericano y en su federalismo la fuente de inspiración de la propia construcción nacional argentina. A la vez, existía un sentimiento entre las élites argentinas de estar llamados a cumplir un destino similar al de la potencia del norte, gracias a su desarrollo económico, social y político. Por otra parte, los Estados Unidos ofrecían un modelo moral materialista y vacío, inferior a lo que Argentina podía ofrecer al mundo. Esta ambivalencia queda magníficamente reflejada en la condena de la intervención norteamericana en Nicaragua, al tiempo que Washington ocupaba junto a Sandino un lugar de honor en el panteón de héroes de la prensa argentina.

La presencia de los Estados Unidos en la prensa argentina adquirió una especial relevancia durante la década de 1930, tras el golpe de estado del general Uriburu y con la ascensión a la presidencia de Franklin D. Roosevelt. Las cuestiones sobre la agresividad imperialista norteamericana quedaron en un segundo plano, y la problemática central fue la del modelo de democracia que se quería para la Argentina. En un país en el que el mayor partido político estaba expulsado del juego electoral y en el que se recurría al fraude, la imagen del presidente Roosevelt era la del mensajero de la democracia honesta. Esta imagen estaba asociada a las circunstancias internacionales. En primer lugar, la llamada política del buen vecino, que ya había sido iniciada por el antecesor de Roosevelt en la Casa Blanca, modificó los planteamientos estadounidenses con respecto a sus vecinos del sur. En segundo lugar, la crisis europea destacaba aún más el papel del presidente norteamericano. En un mundo que parecía irremisiblemente condenado al totalitarismo, Roosevelt ofrecía un mensaje democrático y al mismo tiempo lo suficientemente imaginativo como para mantener el respaldo mayoritario de sus ciudadanos y la admiración de los demócratas extranjeros.

Pero el debate sobre la democracia iba en la Argentina más allá de la cuestión de las elecciones honradas y de la reincorporación del radicalismo al juego político. La presencia de Roosevelt en los diarios argentinos no sólo sirvió para realizar una denuncia del fraude sino también para señalar que la reconstrucción democrática debía incluir un aspecto hasta entonces olvidado, el de la política social. El New Deal de Roosevelt se convirtió en un modelo que concitó la aprobación de casi todas las posturas políticas y periodísticas de la sociedad argentina. Este fenómeno le sirve a Ruiz Jiménez, en una de las secciones más originales de su libro, para modificar la visión que sostiene que buena parte del éxito de Perón en las elecciones de 1946 se debió a su retórica antiimperialista y particularmente "antiyanqui". Como señala la autora, aún más importante que el enfrentamiento entre las figuras de Perón y el embajador estadounidense Braden, fue la constante comparación que los medios cercanos al candidato finalmente victorioso hicieron entre éste y Roosevelt. El mensaje que se quería transmitir no era ajeno a los debates de la época: Perón, como el líder estadounidense, había introducido en Argentina la verdadera democracia, la democracia social.

Mientras que la aproximación de la prensa a los Estados Unidos le sirvió para realizar una reflexión sobre los problemas de la construcción democrática en la Argentina, su acercamiento al Reino Unido le serviría para plantearse la cuestión del desarrollo económico. Hasta la década de 1930, la Argentina se había incorporado exitosamente al mercado mundial como exportador de cereales y carne manteniendo una especial relación económica con Gran Bretaña. El éxito de ese modelo de desarrollo económico fue tal que la sociedad argentina en general demostró un gran consenso sobre sus bondades. La prensa argentina tardó en aceptar algunas visiones críticas sobre la relación que el país latinoamericano había mantenido con el europeo.

Para demostrar esta actitud, Ruiz Jiménez analiza algunos de los debates que más atención han llamado a los historiadores, como el acuerdo D'Abernon de 1929, el pacto Roca-Runciman de 1933, o el llamado debate de las carnes de 1935, entre otros. En los dos primeros casos, la autora demuestra que la mayoría de la prensa no veía con sospecha la relación con el socio británico. Los que se opusieron al acuerdo comercial D'Abernon lo hicieron enfatizando sus críticas al gobierno de Hipólito Yrigoyen, pero no a la complementariedad de intereses entre Gran Bretaña y la Argentina. En el caso de los acuerdos Roca-Runciman, la mayoría de los medios de opinión aceptaba que en las condiciones restrictivas del mercado mundial debido a la depresión económica, la Argentina había obtenido un éxito destacable en sus negociaciones comerciales con los británicos. Por último, el apasionado debate de las carnes abrió el camino para las primeras críticas a la relación entre la Argentina y Gran Bretaña y aparecieron en periódicos como La Vanguardia o Noticias Gráficas denuncias antiimperialistas. El meollo del debate, no obstante, no fue el de la relación económica con Inglaterra sino el de la corrupción que afectaba a la ya problemática legitimidad del gobierno de la Concordancia. Hacia 1940, sin embargo, la mayoría de los grandes periódicos, con excepción de La Prensa, estaba de acuerdo en que el modelo de crecimiento guiado por las exportaciones y de especial relación con Gran Bretaña se había agotado. La perspectiva de una Argentina industrial, aunque bajo esa etiqueta se entendieran distintas cosas, era el objetivo compartido de políticos y periodistas.

Laura Ruiz Jiménez resulta persuasiva en todos los aspectos mencionados. Hay, empero, algunas cuestiones que merecerían haber sido exploradas con mayor detalle, en particular, la relación entre prensa y opinión pública. La autora enfatiza las grandes tiradas de los periódicos que forman el cuerpo central de su análisis. Pero algunas preguntas quedan en el tintero: ¿quiénes son esos lectores? ¿Cómo se distribuyen social y regionalmente? Las páginas de La Argentina con porvenir parecen hacer referencia implícita a un lector de periódicos tipo: varón de clase media y porteño. Un análisis explícito de esta cuestión habría enriquecido el texto.

Haber explorado estas preguntas podría haber reforzado los argumentos de la autora sobre el dinamismo del debate público en la sociedad argentina, la importancia de la cuestión de la democracia y el desarrollo económico y el lugar secundario del imperialismo en las preocupaciones argentinas. Un ejemplo de esto se da en la cuestión del debate sobre la posición de la Argentina en la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de la prensa adoptó una postura aliadófila y de enfrentamiento con aquellos sectores nacionalistas que con mal disimulada simpatía por las potencias fascistas defendían la neutralidad argentina. Sin embargo, como señala Ruiz Jiménez, una parte importante de la población argentina mantenía posiciones demócratas y neutralistas al mismo tiempo, pero "no encontraron en los diarios de gran tirada espacios para dar a conocer sus planteamientos" (p. 132). Este fenómeno habría merecido mayor atención porque señala algunos problemas en la conexión entre gran prensa y opinión pública.

Más allá de este aspecto, la autora ha tenido éxito en su empresa. La Argentina con porvenir muestra una realidad dinámica y rica en debates. También recupera una sociedad más abierta y optimista de lo que los relatos tradicionales sobre la "década infame" proporcionaban. Escrito con una prosa limpia y al mismo tiempo absorbente, el relato de Laura Ruiz Jiménez es una contribución muy significativa a la última historiografía argentina.

José Antonio Sanchez Román

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