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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versão impressa ISSN 0524-9767

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.35-36 Buenos Aires fev./jun. 2012

 

RESEÑAS

Martín Cuesta, Precios, población, impuestos y producción. La economía de Buenos Aires en el siglo XVIII, Buenos Aires, Temas Grupo Editorial, 2009. 215 páginas

Daniel Santilli

Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", Universidad de Buenos Aires

El texto que nos ocupa se inscribe en una ya antigua discusión: ¿cuáles son las razones del crecimiento económico acelerado que se nota en la economía de Buenos Aires desde por lo menos mediados del siglo XVIII? En realidad, la cuestión tiene que ver con el lugar que ocupan las reformas borbónicas (RB) como motor de tal crecimiento. Es decir, ¿fueron beneficiosas o perjudiciales para la economía porteña? ¿Impulsaron o frenaron la evolución económica? ¿O fueron intrascendentes en ese sentido? Tal vez la primera evaluación de las RB en sentido positivo puede hallarse en la Historia de Belgrano de Bartolomé Mitre. Dice: "Ellos [los estudios económicos de Manuel Belgrano] contribuyeron más poderosamente aún á preparar la revolución política que estalló más tarde, la que fué precedida por la revolución económica del comercio libre, que emancipó mercantilmente a la colonia de su metrópoli, triunfo pacífico al cual no es extraño el nombre y la influencia de Belgrano" (p. 63, ed. de 1859). Esta imagen persistió, como muchos otros apotegmas de Mitre, durante más de cien años en la historiografía argentina. Al fin de ese lapso, encontramos en la vereda de enfrente entre muchos otros a Zacarías Moutoukias, para quien las RB no habrían tenido ningún efecto económico multiplicador, ya que sólo legalizaron relaciones mercantiles previas y reforzaron el monopolio comercial de España.1 Estas posiciones se han visto matizadas sobre todo a partir de los estudios de Juan Carlos Garavaglia, que muestran un crecimiento efectivo de la economía porteña no exclusivamente dependiente del comercio externo.2 El trabajo que nos ocupa interviene en esta discusión afirmando directamente que las RB no habrían tenido el impacto que les atribuye la historiografía tradicional ya que el crecimiento es secular, es decir, tanto previo como posterior a las modificaciones introducidas desde la península. Se apoya para ello en varios trabajos llevados a cabo por Carlos Newland, Herbert Klein y Magnus Mörner, entre otros, quienes de un modo u otro, y desde su ángulo de enfoque particular, han observado el crecimiento de la economía de Buenos Aires desde la primera mitad del siglo XVIII.

Para probar sus aseveraciones, analizará en cuatro capítulos la evolución de la población de la ciudad rioplatense, los precios y mercados, la fiscalidad montada en Buenos Aires y la producción agropecuaria.

En el capítulo 1, analiza la población de la región bonaerense, basado en los censos de 1744, 1778 y 1810-1815. De modo que partiendo de 1744, al no contar con referencias de los primeros cuarenta años del siglo, le resulta imposible verificar que hubo en ese lapso un empuje mayor, comprobando directamente que hacia finales del siglo el incremento se acelera y que fue mayor en la campaña que en la ciudad. Sin embargo, insiste en el escaso resultado de las RB, aunque no pueda demostrar un mayor crecimiento en la mitad inicial, sino después de 1778. Tampoco puede demostrar en ese mismo lapso un aumento de la ocupación de tierras, tanto hacia adentro de la frontera indígena como hacia afuera. En definitiva, el crecimiento demográfico de esa etapa inicial se basa en testimonios cualitativos, antes que en registros cuantitativos. Asimismo, no encuentra cambios en la estructura ocupacional entre 1744 y 1810, señalando el peso de la actividad terciaria, comercio, servicios y Estado, en ese lapso. Sin embargo, cuando analiza sectores por separado, se puede observar un aumento mayor de la agricultura con respecto a la ganadería. Pero es el terciario, donde la reducción de los habitantes dedicados al comercio y el incremento de los militares y del rubro otros, que no pueden interpretarse de otro modo que aumento del papel de los empleados del Estado, ahora virreinal, debería ser el que le sorprende más. Está claro entonces, aunque el autor no lo mencione taxativamente, que en el crecimiento de Buenos Aires y su zona aledaña influye más el aumento de la burocracia y el de los pobladores de su entorno que se dedican a la agricultura. Claro ejemplo de aumento de consumidores y productores, en una economía de carácter rural, es decir, de los que consumen alimentos y de los que abastecen precisamente de esos insumos básicos.

El capítulo 2 se detiene en el análisis de precios mencionando las dificultades para este tipo de análisis en la etapa preestadística. De todos modos, las fuentes que utiliza, registros del Cabildo, de hospitales y libros de conventos religiosos, son sin duda confiables y tal vez superiores a las que podemos encontrar para el siglo XIX. Descarta en primera instancia la posible influencia de la oferta y demanda de moneda como motivador de oscilaciones en los precios, cuestión que debería tal vez tratarse con mayor atención, ya que por efecto de la evolución del situado potosino, podría su injerencia ser de mayor envergadura.3 Los productos que sigue en su evolución son altamente representativos del consumo de los pobladores: sal, leña, grasa, carne, trigo, vino y papel, aunque no en la misma proporción. Hábilmente el autor elude la utilización de precios por mayor o ligados al comercio exterior, como pueden ser los cueros. En general, los precios demuestran oscilaciones en alza hacia finales de la primera mitad del siglo, estabilizándose luego o tendiendo a la baja. Claro que lamentablemente, según puede verse en sus gráficos, los datos son más abundantes para la segunda mitad del siglo que para la primera. Algunas reflexiones sobre el precio de la carne pueden ser erróneas, como la comparación con los cueros embarcados. Muestra que mientras aumenta la cantidad de pieles, también aumenta el precio de la res, relación contradictoria, ya que el incremento de las faenas para obtener cuero debería incrementar la oferta de carne, por lo tanto, bajar el precio. Sin embargo, no necesariamente puede haber una relación entre ambos fenómenos, ya que como ha sido demostrado los cueros para esa época provenían de todo el ámbito litoral, mientras la carne lo hacía sólo de la campaña de Buenos Aires.4 El índice de precios que construye mejora en cierto sentido el que elaboró Lyman Johnson5 para finales del período, ya que le agrega la carne, dato con que no contaba el autor norteamericano. Se verifica una gran estabilidad en todo el siglo. Ello lleva al autor a reflexionar acerca de la posibilidad de la economía porteña de incrementar la oferta de productos de consumo para satisfacer la mayor demanda generada por el aumento de la población y de la mayor presencia de moneda. De modo que no encuentra que los cambios institucionales generados por la RB hayan influido en los precios. Éstos no se modificaron o lo hicieron por razones de mercado.

En el capítulo 3 se analiza la Real Hacienda de Buenos Aires. Nos internamos ahora en una cuestión que ha dado lugar a intensas especulaciones. La pregunta es si el indudable incremento recaudatorio se funda en un aumento de la producción, es decir, en un agrandamiento de la base gravada, o simplemente en una acentuación de la presión tributaria, vía incremento de las tasas o del poder de control de las autoridades. La evaluación de las cuentas no es muy sencilla, ya que a las variaciones generadas por las RB, por las que Buenos Aires pasó a percibir ingresos nuevos como capital de virreinato, hay que agregar las modificaciones en tasas y productos gravados, además de los ingresos más o menos excepcionales producidos por decomisos y de las variaciones que se pueden producir por la adjudicación de la recaudación a particulares. De todos modos, el discurso de Cuesta parece sustentarse en un buen análisis de las fuentes. Estima que el aumento recaudatorio de las alcabalas, más de diez veces, no puede basarse sólo en un incremento de la presión tributaria, sino además en un agrandamiento de la actividad económica, más allá de las RB. En el rubro en que sí influyen estas últimas es en la espectacular subida del situado, el aporte de la casa de moneda de Potosí a la nueva capital, cuyo monto nominal previo a la creación del Virreinato era bastante menor, aunque en porcentajes siempre fue muy alto. Pero lo realmente novedoso de su tratamiento es la comprobación de la inexistencia de déficit fiscal si se extraen los gastos militares externos a la región, así como el monto proveniente del situado. Es decir que la economía de Buenos Aires era autosuficiente más allá de las inyecciones suministradas por el situado. Además, si bien la presión tributaria per cápita era muy alta, más alta que en el resto de América hispana, no puede considerarse sin tener en cuenta que la población a la que gravaba no era sólo la de la región, sino también la del interior a la que se destinaban una buena parte de las importaciones. En definitiva, si bien las RB no influyeron institucionalmente en el incremento de la actividad económica, el autor debe coincidir que el arribo del situado y el pago de sueldos a la burocracia y los militares generaban un flujo monetario que activaba resortes de la economía local.

El último capítulo se destina a la producción, medida a través de la recaudación del diezmo. Ya se conocen en profundidad las dificultades que arrastran ese tipo de fuentes, que el autor conoce, y que trata de sortear con observaciones y metodología que ya la historiografía elaboró. Una de ellas es convertir a los diezmos de valores nominales en reales, aplicándoles un índice de precios combinado de trigo y carne, medida acertada ya que se trata de los dos productos más representativos de la producción local para consumo interno. Sin embargo, nos parece osado que el porcentaje de incidencia de cada producto, 60 y 40% respectivamente, al margen de arbitrario y más allá de las justificaciones de Cuesta, sea considerado idéntico para todo el siglo, habida cuenta de las variaciones productivas del lapso. Pero medido tanto en valores nominales como con números índices o con el deflactor mencionado, el volumen de la producción aumentó a lo largo de todo el siglo. Si bien parece más estable en las primeras tres décadas, a fines de los años treinta comienza una curva ascendente que, luego de un escalón, se profundizará a partir de los años setenta. Esta comprobación permite en cierta medida evitar la especulación sobre el precio y la cosecha que hacían los diezmeros, aquellos que ofrecían recaudarlo a cambio de un monto fijo. La aseveración acertada del autor es que la producción respondió muy bien a un aumento de la demanda por crecimiento demográfico. Así, el producto per cápita se mantuvo constante durante todo el siglo, es decir que la oferta de factores, tierra y mano de obra respondió muy bien a la demanda. El crecimiento, entonces, fue de carácter extensivo, dada la relativa abundancia de tierras inexplotadas y la posibilidad de incorporación de migrantes del interior como fuerza de trabajo.

En las consideraciones finales, Martín Cuesta retoma los principales ejes de los diferentes capítulos, lo que le permite expresar de modo rotundo que los cambios institucionales y políticos introducidos por las reformas borbónicas no tuvieron injerencia en el crecimiento de Buenos Aires, incremento de carácter secular. De tal modo, desmiente que el crecimiento económico pueda entroncarse con la apertura al exterior, un ya conocido argumento en la historiografía clásica, aunque bastante refutado. El ascenso de Buenos Aires tiene que ver con la dinámica interna de la región, antes que por influencias externas. Pero el carácter del crecimiento fue extensivo, es decir, por agregación de factores y no por intensificación de los existentes. Un interesante cuadro muestra en números índice con base 100 en la primera década del siglo XVIII el constante aumento de población, de los diezmos, es decir, la producción, y de la recaudación fiscal, que concluyen el siglo multiplicados por alrededor de 7 veces, mientras los precios se mantuvieron más o menos estables durante todo el siglo, mostrando a su vez lo bien que respondió la producción local al incremento de la demanda provocada por el aumento poblacional.

De modo que la hipótesis de Martín Cuesta es la del crecimiento secular sin injerencia de las reformas borbónicas desde el punto de vista institucional. Sin embargo, reconoce que ellas deben haber influido indirectamente en el crecimiento de la economía a partir de un aumento de la demanda, fundamentada sobre todo en la redistribución que habría generado el Estado con el pago de sueldos a funcionarios, empleados y militares. Es decir que, sin decirlo taxativamente, el autor atribuye a las RB haber empujado el crecimiento de un mercado de consumo en la ciudad basado en la explotación del hinterland inmediato de Buenos Aires. El aumento de la producción agrícola así lo demuestra. Y no sólo a través de las remuneraciones que abona el Estado, sino además por el incremento del movimiento económico que significó la legalización del comercio, del cual Buenos Aires y su élite sacaron jugo, y por la enorme masa monetaria que la Corona colocó en la nueva metrópolis con el situado potosino.

Las conclusiones de Cuesta están bastante cercanas a las de otros historiadores que ya habían adelantado tales aseveraciones. Juan Carlos Garavaglia reconoce su influencia al decir que las RB "tuvieron un efecto muy grande para acentuar algunos cambios que hacía tiempo se estaban esbozando".6 También Halperin Donghi, unos años antes, al referirse al ascenso rioplatense, menciona "que la creación del virreinato sin duda no inicia, pero sí consagra y acelera".7 En consecuencia, el crecimiento de la economía porteña, y en eso seguramente Cuesta no acuerda, está influenciado por las RB, sobre todo la creación del virreinato y la capitalización de Buenos Aires, que generó una masa de consumidores con dinero en los bolsillos para alimentarse. A ello se le agrega la apertura del puerto que le otorga la llave del comercio legal con todo el espacio interno dependiente de Potosí, que funcionó como un succionador de plata, como un embudo del cual Buenos Aires era el pico. Plata que nuevamente se volcaba en el mercado citadino. Ello sin perjuicio de las concurrentes razones que el libro de Cuesta y otros aportes como los mencionados han demostrado.

El mérito del libro de Martín Cuesta, más allá de las diferencias, es que analiza ese impulso al crecimiento y lo verifica en los números. Desde su publicación conocemos más detalles de la economía colonial porteña. Bienvenido sea.

Notas

1 Véase entre otros textos Zacarías Moutoukias, "El crecimiento en una economía colonial de antiguo régimen. reformismo y sector externo en el Río de la Plata (1760-1796)", Arquivos do Centro Cultural Calouste Gulbenkian, núm. 34, 1995, pp. 771-813.         [ Links ]

2 Juan Carlos Garavaglia, "Crecimiento económico y diferenciaciones regionales: el Río de la Plata a fines del siglo XVIII", en Economía, sociedad y regiones, Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1987.         [ Links ]

3 Por ejemplo, Pedro Pérez Herrero estima que se incrementó la oferta monetaria, hecho que generó un proceso inflacionario. Pedro Pérez Herrero, Comercio y mercados en América Latina colonial, Madrid, Editorial MAPFRE, 1992.         [ Links ]

4 Miguel Ángel Rosal y Roberto Schmit, "Las exportaciones pecuarias bonaerenses y el espacio mercantil rioplatense (1768-1854)", en Raúl Fradkin y Juan Carlos Garavaglia, En busca de un tiempo perdido. La economía de Buenos Aires en el país de la abundancia, 1750-1865, Buenos Aires, Prometeo, 2004, pp. 159-194.         [ Links ]

5 Lyman Johnson, "Salarios, precios y costo de vida en el Buenos Aires colonial tardío", en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", 3ª serie, núm. 2, Buenos Aires, 1990, pp. 133-157.         [ Links ]

6 Juan Carlos Garavaglia, "Crecimiento económico...", op. cit., p. 52.

7 Tulio Halperin Donghi, Guerra y finanzas en los orígenes del estado argentino (1791-1850), Buenos Aires, Prometeo libros, 2005, p. 28.         [ Links ]

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