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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versão impressa ISSN 0524-9767

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.35-36 Buenos Aires fev./jun. 2012

 

RESEÑAS

Jorge Gelman (coord.), El mapa de la desigualdad en la Argentina del siglo XIX, Rosario, Prohistoria Editores, 2011, 405 páginas

Gerardo Sánchez

Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. Emilio Ravignani", Universidad de Buenos Aires

Los problemas que aborda la teoría económica pueden dividirse en dos grandes bloques: la generación de la riqueza y su distribución. Si bien, de manera tradicional, la mayor parte de de las escuelas del pensamiento económico han abordado el primero, el problema de cómo se reparte lo producido ha ido ganando terreno. Esto no ha sido producto de la casualidad, sino de la constatación de que, a pesar del exponencial crecimiento de la riqueza a nivel mundial, la desigualdad ha persistido e incluso se ha agravado a lo largo del tiempo.1 Así, se ha consolidado una corriente de investigación que busca explicar la relación entre crecimiento y desigualdad.

En la literatura sobre el tema, se suele enfatizar la doble dimensión de la desigualdad: la personal y la geográfica, esto es, la que existe entre las personas que habitan un mismo lugar y la que se presenta entre distintas regiones, medida a través de la riqueza o el ingreso promedio de sus habitantes. De las teorías que han abordado la primera, destaca la esbozada por Simon Kuznets a mediados de los años cincuenta.2 De acuerdo con este autor, en un primer momento, el crecimiento económico (que se caracteriza por el traslado de la agricultura a la industria y a los servicios y la adopción de nuevas tecnologías) favorece principalmente a una parte minoritaria de la población, pero a medida que se generalizan los nuevos métodos y formas de producción, los beneficios se distribuyen de manera más equitativa; de esta manera los aumentos en el PBI per cápita estarán acompañados por una reducción de la desigualdad. En su versión estilizada, esta relación entre crecimiento y desigualdad se representa como una "U" invertida conocida como la curva de Kuznets.

Una década más tarde, Jeffrey G. Williamson (1965) estableció un modelo para explicar la desigualdad regional, basado en el mismo mecanismo de derrame.3 Éste plantea que, en las primeras etapas de industrialización, un conjunto de variables actuarían favoreciendo la desigualdad entre regiones de una economía. Luego, como producto de la distribución, desde el centro a la periferia, de los beneficios del desarrollo las disparidades regionales van acortándose formando también una U invertida de la desigualdad regional.

Ambos autores concuerdan, entonces, en que las asimetrías son un subproducto "temporal" del crecimiento económico y que, en consecuencia, cualquier acción para disminuirlas sólo lograría obstaculizar dicho proceso.4 Estas teorías han sido y siguen siendo una referencia ineludible para aquellos que se han interesado en la desigualdad, ya sea para apoyar o refutar las hipótesis planteadas.

En este contexto, el libro El mapa de la desigualdad en la Argentina del siglo XIX, coordinado por Jorge Gelman, resulta particularmente interesante pues contribuye tanto al entendimiento del caso argentino como al debate más amplio. La obra tiene el mérito de centrase en una etapa de la que poco se sabe a ciencia cierta en materia de desigualdad económica, pero de la que se presupone mucho. Además, el libro abarca gran parte del territorio argentino, al incluir estudios sobre nueve provincias (incluida la ciudad de Buenos Aires) unidos por una fuente y una metodología común que permiten hacer un ejercicio de comparación, incluso a nivel departamental. Los autores utilizan los registros fiscales de la Contribución Directa (CD), un impuesto a la riqueza, sobre todo inmueble, para analizar su distribución. De esta manera, logran sortear una de las grandes dificultades que existe para la medición de fenómenos económicos en épocas preestadísticas. La información que brinda esta fuente es utilizada para el cálculo del coeficiente de Gini como indicador de desigualdad. Éste es calculado en todos los casos para el conjunto de los propietarios de capitales que son la base del impuesto CD, como para el conjunto de la población suponiendo que el resto de los habitantes poseían una riqueza igual a cero. Si bien este es un supuesto fuerte, permite extraer una suerte de "piso" y "techo" de los niveles de desigualdad para cada territorio, e incluso la comparación con otros estudios a nivel internacional para los que se calcula el mismo indicador.

El otro gran acierto del libro es que, a diferencia de la mayor parte de los trabajos académicos, logra integrar el análisis de la desigualdad personal con la regional. De esta manera, consigue mostrar una realidad mucho más compleja que la que muestran los modelos de Kuznets y Williamson, haciendo importantes aportes a las discusiones actuales sobre desigualdad.

A través del tránsito por las distintas provincias, puede observarse que existe una variedad de casos que impide establecer un patrón en la relación entre desigualdad personal y crecimiento. Incluso si realizamos el ejercicio de corte transversal relacionando los capitales promedios valuados en cada provincia y el Gini correspondiente, no encontramos algo parecido a una curva en forma de campana. Esto se explica por la existencia de territorios pobres y extremadamente desiguales como Jujuy, investigado por Cecilia Fandos y Paula Parolo, en donde la propiedad inmobiliaria se encontraba altamente concentrada, sobre todo en la región de la Puna o Mendoza, abordado por Beatriz Bragoni, donde, a pesar de la heterogeneidad departamental, antes del boom vitivinícola, la riqueza rural se hallaba distribuida en pocas manos. Por otra parte, el trabajo de Jorge Gelman y Daniel Santilli en el que comparan Buenos Aires y Córdoba revela que estas provincias también se alejan de la teoría, al no mostrar los niveles de desigualdad que ésta prevería de acuerdo con su nivel de desarrollo, tomando en cuenta que la primera era la provincia más rica y dinámica de la época y que la segunda atravesaba una etapa de estancamiento.

El tema de la desigualdad regional es abordado por Jorge Gelman en la introducción de la obra. A partir del análisis de los diversos estudios de caso, este autor ratifica la idea, en la que había insistido ya en otros trabajos, de que la característica predominante de la primera mitad del siglo XIX no fue ni la guerra ni la crisis de posindependencia, sino la divergencia regional.5 En esta época, la provincia y la ciudad de Buenos Aires se despegan del resto del país, como muestran el trabajo de Gelman y Santilli al que ya se ha hecho referencia y en el capítulo a cargo de Tomás Guzmán en el que se describe la bonanza que experimentó la ciudad en el segundo cuarto del siglo XIX.6 La provincia de Santa Fe, estudiada por Carina Frid, si bien no llega a los niveles de riqueza de los dos anteriores, las tasas de crecimiento que experimentó a mediados del siglo XIX la colocan (sobre todo a la ciudad de Rosario) entre las más ricas del país.

Por otra parte, el estudio dedicado a Entre Ríos, llevado a cabo por Julio Djenderedjian y Roberto Schmit, describe las dificultades que tuvo la provincia para adaptarse al crecimiento de la demanda internacional de productos agropecuarios. Los casos de Tucumán y Mendoza se asemejan en que son las provincias del interior que encuentran la manera de articularse con el crecimiento proveniente del litoral, aunque no logran disminuir la brecha con esta región. Las economías de las demás provincias, como Salta y Jujuy, se encuentran muy agotadas ante la caída de su principal mercado, el altoperuano, que en siglos anteriores había permitido un gran dinamismo productivo en la región.

Las causas del crecimiento de la desigualdad, aunque no están ponderadas por importancia, asunto que queda pendiente para futuras investigaciones, pueden encontrarse, en primer lugar, en la conjunción entre la "lotería de los recursos naturales"7 y de ubicación geográfica. Estos dos elementos son claves para explicar el desempeño económico de las regiones, sobre todo a partir de la caída del mercado altoperuano y del crecimiento del comercio oceánico, fogoneado por la revolución industrial, que terminan de trasladar el eje económico de Potosí al Atlántico. Sumado a esto, la flexibilidad interna para acomodarse a estos cambios y el estado de la frontera productiva, que marcaba la facilidad o no con la se podía acceder a la tierra, explican los distintos caminos que tomó la desigualdad en el mapa de la Argentina del siglo XIX.

Los trabajos que componen este libro nos permite advertir que la desigualdad no es un "daño colateral" del progreso, y que investigarla puede ayudarnos a entender las grandes asimetrías que aún hoy perduran (e incluso se profundizan), y por qué no, a contrarrestarlas. Para encaminarnos hacia dicho objetivo, es deseable ampliar el mapa en el tiempo y el espacio. En definitiva, los trabajos invitan a reflexionar y a complejizar la relación unívoca entre crecimiento y desigualdad social y regional, demostrando que la historia es mucho más que una U invertida.

Notas

1 Bourguignon, Francois y Morrisson Christian, "Inequality among World Citizens: 1820-1992", American Economic Review, año 4, núm. 92, 2002, pp. 727-744.         [ Links ] Este paper ha sido el primero de una serie que discute la evolución de la desigualdad a nivel mundial en el largo plazo, basándose en indicadores cuantitativos.

2 Kuznets, Simon, "Economic Growth and Income Inequality", The American Economic Review, año 1, núm. 45, 1955, pp. 1-28.         [ Links ]

3 Williamson, Jeffrey G., "Regional Inequality and the Process of National Development: A Description of the Patterns", Economic Development and Cultural Change, núm. 13, 1965, pp. 3-45        [ Links ]

4 Albert O. Hirschman comparte la idea de que la desigualdad es una parte inevitable del crecimiento. Véase su libro The Strategy of Economic Development (1988).         [ Links ]

5 Véase "La Gran Divergencia. Las economías regionales en Argentina después de la Independencia", en Susana Bandieri, (comp.), La historia económica y los procesos de independencia en la América hispana, Buenos Aires, Prometeo, 2010.         [ Links ]

6 La población se duplicó o más de 1810 a 1855, la riqueza medida a través de los inventarios post mortem se multiplicó más de cuatro veces, mientras que la riqueza inmobiliaria (CD) lo hizo por más de cinco en el intervalo 1839-1855.

7Término acuñado por Carlos Díaz Alejandro, Ensayos sobre la historia económica argentina, Buenos Aires, Amorrortu, 1970.         [ Links ]

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