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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versión impresa ISSN 0524-9767

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.37 Buenos Aires jul./dic. 2012

 

RESEÑAS

Julio D. Frydenberg, Historia social del fútbol: del amateurismo a la profesionalización. Buenos Aires, Siglo Veintuno Editores, 2011. 304 páginas

Juan Buonuome

Universidad de Buenos Aires, Universidad de San Andrés, CONICET

En la historiografía argentina de los últimos treinta años, los estudios sobre la cultura popular de fines del siglo XIX y principios del siglo XX dirigieron sus mayores esfuerzos a la comprensión de los procesos de difusión y apropiación de la cultura escrita. Más allá de la pertinencia de dicho abordaje, resulta evidente, no obstante, que la historia de los hábitos, sentimientos y valores de los grupos mayoritarios de la sociedad no se agota en la pregunta por la lectura de libros, periódicos y folletines. En este sentido, investigaciones recientes han comenzado a ensanchar el horizonte del conocimiento sobre los lenguajes y las prácticas de ocio, sociabilidad y entretenimiento de las clases populares y los sectores medios a través de análisis socio-históricos de las llamadas industrias culturales, como el teatro, la radio, el cine y el espectáculo deportivo. Con el foco puesto en la ciudad de Buenos Aires, estas investigaciones ofrecen claves para comprender las particularidades de una cultura de masas que, para las décadas centrales del siglo XX, alcanzaba ya una palpable proyección nacional. El libro de Julio Frydenberg que aquí se reseña, fruto de su tesis doctoral presentada en la Universidad de Buenos Aires, puede ser visto como uno de los aportes recientes más interesantes producidos en esta dirección, en la medida en que explora el fenómeno de popularización del fútbol, práctica deportiva que, arribada al país en la segunda mitad del siglo XIX, adquirió para mediados de la década de 1920 la dimensión de un verdadero espectáculo de masas.

Los estudios de historia y sociología del deporte, tan desarrollados en espacios académicos europeos y norteamericanos, parten de premisas sencillas: el deporte ocupa un papel fundamental en la construcción de las identidades colectivas y constituye un prisma de primer orden desde el cual observar los procesos de cambio social y cultural. En la Argentina, aunque no existe aún un corpus comparable de estudios sobre deporte y sociedad, estos lineamientos comienzan a ser aplicados con mayor frecuencia y sistematicidad. El antecedente ineludible con el que cuenta este campo en ciernes es el de Eduardo Archetti, quien bosquejó sus primeras coordenadas al analizar la recepción y apropiación de las prácticas del polo y el fútbol como llave de entrada a las dinámicas de hibridación en la constitución de lo nacional-criollo y a la conformación discursiva de los estilos deportivos mediante imágenes y estereotipos mediáticos de lo masculino. Como muestran los trabajos recientes, la historia social del deporte, y en particular la del fútbol en Argentina, obliga a desplegar un abanico de interrogantes que, junto a las identidades nacional y de género entrevistas por Archetti, ilumine la conformación de otro tipo de identificaciones, como las étnicas, barriales, clasistas, partidarias, generacionales y transnacionales.

En su trabajo, Frydenberg se plantea como objetivo escribir la historia del fútbol como práctica deportiva y como espectáculo, para reconstruir la cultura de los sectores populares a principios del siglo XX. La referencia espacial, aunque ausente en el subtítulo del libro, es crucial en su argumentación: la ciudad de Buenos Aires, en pleno proceso de modernización y expansión hacia la periferia, ritmada por la movilidad social y sostén de un nuevo espacio público metropolitano, aparece como un factor clave, posibilitando encuentros y desencuentros entre aficionados, hinchas, dirigentes y periodistas. En su doble dimensión material y simbólica, los nuevos barrios porteños son elementos fundamentales para la historia que propone Frydenberg; en cada una de las etapas del proceso que va "del amateurismo a la profesionalización", la relación entre fútbol y barrio proyecta imágenes de la sociedad porteña. En este sentido, el trabajo entra en diálogo con la historiografía sobre los sectores populares urbanos de entreguerras y sus hipótesis sobre la conformación de un universo social y cultural homogéneo e igualitario, en el cual las escuelas, las bibliotecas, las sociedades de fomento y los clubes deportivos canalizaron ideales reformistas de ascenso social y formas democráticas y participativas de sociabilidad. Así, Frydenberg se pregunta de qué modo impactan en esta imagen de sociedad moderada y conformista las rivalidades y violencias a las que daba cauce el fútbol.

Historia social del fútbol se estructura en dos partes, divididas a su vez en cinco capítulos cada una. Esta organización responde a un criterio temático y a la vez cronológico: en la primera se observan las primeras formas populares de la práctica del fútbol entre el cambio de siglo y principios de la década de 1910, mientras que en la segunda parte se explora la conformación del espectáculo futbolístico y sus principales actores, desde mediados de la segunda década del siglo XX hasta principios de los años treinta. A través de un cuidadoso relevamiento de diferentes periódicos masivos y revistas especializadas, Frydenberg pone la mirada en aquello que los sectores populares hicieron con el fútbol, atendiendo a distintos aspectos de su vida cotidiana y a la dinámica institucional de los clubes y asociaciones involucrados en su popularización. También aparecen en su relato, aunque en un segundo plano, los vínculos que otros sectores sociales mantuvieron con el fútbol, la presencia de esta práctica en distintas instituciones de la sociedad civil y sus puntos de contactos con el estado y el mundo de la política.

El relato de Frydenberg se inicia con la introducción del fútbol por parte de las instituciones educativas de la comunidad británica y las primeras formas de recepción local en el cambio de siglo. En el Capítulo 1, el autor señala que, a diferencia de la escuela pública argentina, los colegios británicos consideraban a la práctica deportiva una herramienta fundamental de su acción civilizadora y misional. Los parámetros morales que enmarcaban la actividad deportiva, resumidos en la figura del sportsman, habrían fijado así el tono de los primeros años de la liga oficial, donde los miembros de la colectividad, sin dejar de mostrar "clase" y exclusividad, comenzaban a mezclarse con jóvenes de las elites locales. Para Frydenberg, no obstante, la adopción del fútbol por las clases altas fue simultánea a su rápida popularización, visible hacia el Centenario. Y como sucedió con otras ofertas de ocio y entretenimiento en la ciudad, el fútbol habría posibilitado el encuentro entre personas de universos sociales diversos. Según explica en el Capítulo 2, la difusión popular del fútbol estuvo ligada de forma estrecha a los inicios del espectáculo y a su aparición en los periódicos: la prensa no sólo cubría la liga oficial y las primeras visitas de equipos extranjeros, sino que cumplía el papel de organizadora de las ligas de aficionados que comenzaban a jugarse en los barrios. En efecto, el autor describe cómo durante la primera década del siglo XX miles de jóvenes de las clases populares iniciaban una "militancia futbolera", que consistía en asistir como público a los partidos oficiales y, sobre todo, fundar un "equipo-club" para actuar en calidad de "jugador-socio-dirigente" en las ligas independientes. En el Capítulo 3, al concentrar su mirada en los valores que intervinieron en este proceso de popularización de la práctica futbolística, Frydenberg registra la construcción de una serie de códigos y conductas que, sin confrontar con el ideal del sportsman, produjo algunos desplazamientos. Para el autor, los jóvenes de los sectores populares redefinieron el sentido de la rivalidad y el honor a partir de nociones de hombría, guapeza y viveza criolla nacidas en la sociabilidad de la esquina y el café. Sin deberle nada al pasado, en particular a la tradición de sus padres inmigrantes, los militantes del fútbol habrían construido un mundo nuevo de experiencias, reglas y creencias que funcionó como vehículo de reconocimiento de lo propio y lo ajeno. En este sentido, sostiene el autor, el fútbol hizo un aporte al proceso de argentinización de los sectores populares.

Los vínculos entre fútbol y espacio urbano, determinantes en los argumentos de Frydenberg a lo largo de todo el trabajo, son tratados de forma detallada en los capítulos 4, 6 y 10. En el Capítulo 4 describe, entre otras cosas, las dificultades que tenían los aficionados para encontrar un terreno apto para instalar la cancha propia, o bien para trasladarse cada semana hacia los vecindarios más alejados para jugar los partidos de las ligas independientes. En los capítulos 6 y 10, ya colocado en el contexto de los años veinte, Frydenberg pesquisa, entre otras problemáticas, la aparición en bares y cafés de una sociabilidad masculina constituida en su común interés por el fútbol, así como la construcción periodística de las rivalidades futbolísticas basadas en la identificación territorial y de un discurso sobre el estilo de juego específicamente argentino que se asentaba en el imaginario barrial.

Al abordar los procesos de inscripción territorial del fútbol y sus actores, el autor privilegia una noción antropológica de la ciudad como espacio vivenciado: lejos de construir una geografía urbana del fútbol, se detiene en el significado que tuvo para los propios protagonistas la experiencia de su uso, encontrando que la percepción espacial generada en los itinerarios y puntos de reunión favoreció la emergencia de una sensación de pertenencia a un ámbito común. Esta mirada desde la perspectiva de los actores se complementa, a su vez, con el tratamiento de las representaciones que la prensa periódica construyó sobre el estilo de juego nacional. Aquí, Frydenberg trabaja con las imágenes sobre la práctica del fútbol construidas por Crítica y La Cancha, contrastándolas con las que presentaba El Gráfico, ya analizadas por Eduardo Archetti en sus investigaciones. De esta manera, las figuras de Borocotó y Chantecler, quienes argumentaban la existencia de un estilo "criollo" (originado en un "potrero", semejante a un estereotipado paisaje pampeano infinito), aparecen contrapesadas por las de Raúl González Tuñón y Alberto Arena, quienes abonaron la idea de que la esencia del jugador argentino no había nacido de una operación abstracta sino de su contacto con lo pequeño, local y urbano: las barriadas y sus rivalidades.

En los capítulos 5 y 7, Frydenberg se aproxima a la dimensión institucional del fenómeno futbolístico, rastreando la evolución de sus prácticas asociativas y aportando algunas pistas sobre su repercusión en otras instituciones de la sociedad civil y del estado. En relación a las ligas y los clubes de fútbol, el autor da cuenta de la adaptación económica, ideológica y jurídica que estas entidades tuvieron que llevar a cabo ante la masificación del espectáculo. Repasa, además, la presencia del fútbol en el ejército, en congregaciones católicas, en empresas extranjeras, en organizaciones del mundo del trabajo y entre sectores de la izquierda, comprobando su veloz y extensa difusión en la sociedad hacia la segunda década del siglo XX. En cuanto a los vínculos de las asociaciones de fútbol con la política, Frydenberg se limita a mencionar el caso de algunos dirigentes nacionales cuyo interés por el mundo local y barrial entró en consonancia con la pretensión de los clubes de obtener una legitimidad asociada a la gran política.

Los protagonistas principales del nuevo espectáculo futbolístico, los jugadores y su público, son analizados en los capítulos 8 y 9. En relación a los futbolistas, Frydenberg registra la progresiva escisión entre la práctica del fútbol de alto rendimiento y la del fútbol informal, proceso asociado, entre otras cosas, a la generalización del profesionalismo "marrón" o ilegal y a la aparición de un mercado de talentos. Esta transformación, seguida de cerca por la prensa, habría significado el tránsito de una experiencia colectiva (ligada con los orígenes míticos del potrero y la pelota de trapo) al despliegue de una estrategia individual de ascenso social de trabajadores manuales o empleados que accedían a jugar en la primera división. La construcción periodística del ídolo popular resulta clave en este punto, ya que delineaba una imagen de crack que dependía sólo en parte del talento con la pelota: el reconocimiento y visibilidad social de estos astros del fútbol implicaba la difusión de ciertas virtudes personales relacionadas con el ahorro, la vida familiar y el comportamiento decoroso, tanto dentro como fuera de la cancha.

En su examen sobre el público, Frydenberg explora el complejo ritual involucrado en la asistencia a las canchas cada domingo, donde los espectadores se transformaban con frecuencia en protagonistas excluyentes. Se trataba de una audiencia activa y relativamente homogénea: a pesar de menciones puntuales al público femenino o con diferentes orígenes sociales y culturales, el autor concibe "un" público, conceptualización que resulta solidaria con su planteo en torno a las tendencias de homogeneización de la sociedad porteña.

Por otra parte, según muestra Frydenberg, el fenómeno del "hinchismo" y la aparición de las "barras bravas" recibían un tratamiento periodístico que ponía en primer plano la percepción de la violencia como hecho habitual del universo futbolístico. En sintonía con una reciente revisión de la imagen virtuosa, optimista y apacible de la sociedad porteña de entreguerras, Frydenberg registra desde mediados de los años veinte una ansiedad creciente en las páginas de la prensa popular en relación a un nuevo tipo de conducta violenta que transformaba las canchas en verdaderos "campos de batalla"1. El tema del orden y el desorden en el espectáculo de fútbol era, de todas formas, un problema con múltiples aristas. Primero porque esa escenificación de la violencia en los estadios era realizada por los mismos periódicos que, como Crítica, fogueaban las rivalidades más acendradas vía difusión del imaginario barrial. Y segundo, porque muchos periodistas y una parte de la opinión pública no dejaban de presentar al fútbol como una suerte de vehículo catártico necesario para resguardar el orden en una sociedad civilizada.

Vista en conjunto, la investigación de Frydenberg muestra que la elección del fútbol como prisma para conocer la cultura de los sectores mayoritarios de la sociedad porteña, elección impulsada seguramente por la atracción que esta práctica tiene aún en el presente (otros deportes populares de ese período, como el box y el turf, ofrecerían asimismo pistas interesantes), constituye una senda tan provechosa como necesaria para la historiografía social y cultural. Incluso sin avanzar en los años treinta (la pesquisa se detiene en 1931, cuando el inicio de la era profesional coincide con el comienzo de transformaciones sociales estructurales en la ciudad) su aproximación a la sociedad porteña desde el fútbol permite matizar una imagen cristalizada de la Buenos Aires de entreguerras al mostrar las grietas y fricciones que signaron el proceso de homogeneización social y cultural en curso. Su apuesta por la vinculación entre fútbol y espacio urbano, además, ilumina el origen de una de las particularidades de la historia de este deporte en la Argentina, como es su estrecha afinidad con la identidad colectiva construida en torno a los barrios porteños. Sobre este aspecto, sin embargo, podría haber sido interesante un examen más detenido sobre las formas concretas en que la identificación barrial llegó a tener una proyección nacional. Si bien este fenómeno se desplegó con fuerza en los años treinta, con la ayuda invalorable de la radio, el propio Frydenberg menciona algunas evidencias de que el fútbol porteño ya concitaba interés en el resto del territorio nacional desde los años veinte. Aún así, el enfoque precursor desplegado por Frydenberg en Historia social del fútbol no deja de establecer un terreno seguro a través del cual avanzar sobre éste y otros interrogantes relacionados con la relevancia que dicho deporte tuvo -y aún tiene- en la sociedad argentina contemporánea.

Notas

1 Lila Caimari, Mientras la ciudad duerme. Pistoleros, policías y periodistas en Buenos Aires, 1920-1945, Buenos Aires: Siglo XXI, 2012.         [ Links ]