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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versión impresa ISSN 0524-9767

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.39 Buenos Aires dic. 2013

 

ARTÍCULOS

La ciudad de las bombas. El anarquismo y la "propaganda por el hecho" en la Buenos Aires de los años veinte*

 

Luciana Anapios**

Artículo recibido: 2 de mayo de 2013
Aprobación final: 10 de octubre de 2013

 


Resumen

El presente artículo se propone analizar las prácticas y representaciones del breve pero intenso ciclo de la "deriva violenta" del anarquismo entre fines de la década del veinte y comienzos de la del treinta, en la ciudad de Buenos Aires. Durante este período un sector del movimiento anarquista local pasó a la acción a través de una serie de repertorios que los acercaba tanto al difuso universo del delito común como a explícitos atentados a sitios simbólicos y objetivos civiles. La "propaganda por el hecho" y las "expropiaciones" como formas de financiamiento no solo tuvieron impacto en la prensa comercial sino que reabrieron una serie de debates internos presentes en el anarquismo desde fines del siglo XIX y reactualizados al calor de los conflictos y tensiones que atravesaba el movimiento en el contexto de los años veinte.

Palabras clave: Buenos Aires ; Anarquismo , Propaganda por el hecho ; Atentados ; Prensa comercial.

Abstract

This article aims at analyzing the practices and representations of the short but intense "deriva violenta" anarchist cycle that took place between the late twenties and the early thirties in Buenos Aires city. During this period, a section of the local anarchist movement moved to action by means of a wide range of actions that brought them close to the dim universe of common crime, as well as to explicit attacks on symbolic places and civilian targets. The "propaganda by deed" and the "expropriations" as ways of financing not only had an impact on the commercial press, but they also reopened a series of internal debates existent in anarchism since the late nineteenth century and brought up to date in the heat of the internal conflicts and tensions spanning the movement in the context of the late 1920s.

Keywords: Buenos Aires ; Anarchism ; Propaganda by the deed ; Attacks ; Commercial press.


 

El 24 de mayo de 1928 la ciudad de Buenos Aires amaneció conmocionada. Una bomba que había estallado el día anterior en el Consulado de Italia dejó más de treinta heridos y nueve muertos. Esa mañana los principales periódicos ilustraban a sus lectores con imágenes de la tragedia, fotografías en primer plano de los muertos e historias desesperadas de los sobrevivientes; se anunciaban indemnizaciones para las víctimas y al mismo tiempo se ponía en evidencia la desorientación de la policía, del gobierno, de la prensa comercial y de los lectores sobre los responsables del mayor atentado en la historia de la ciudad.

Para mediados de la década del veinte los atentados con explosivos no eran una novedad y más de una vez algún cronista había aventurado la comparación de Buenos Aires con Barcelona; 1 hechos espectaculares ganaban la primera plana de los diarios y provocaban la avidez de aquellos "compradores improvisados" que, sin ser lectores fieles de la prensa, ese día buscaban la noticia, el suceso, en los principales periódicos. 2 Sin embargo el atentado al Consulado Italiano fue un hito por su gravedad y por la confusión que generó en torno a los responsables. Durante esos años el espectáculo de las bombas en Buenos Aires fue tematizado por la prensa comercial y devolvió al anarquismo a un lugar de visibilidad en la primera plana de los diarios.

Este artículo propone analizar las prácticas y representaciones del breve pero intenso ciclo de la "deriva violenta" del anarquismo entre fines de la década del veinte y comienzos de la del treinta, en la ciudad de Buenos Aires. El objetivo es desnaturalizar la relación entre violencia y anarquismo que han contribuido a instalar no sólo algunas interpretaciones desde el ensayo histórico sino también las representaciones y discursos sobre el anarquismo desde comienzos del siglo XX. El anarquismo tuvo una relación simbólica, discursiva y física con la violencia y permaneció asociado a ella como ninguna otra ideología emancipadora de este período. Sin embargo esto no ha sido objeto de un abordaje que contemple los matices y debates internos en un movimiento que se ha caracterizado por ser heterogéneo, complejo y flexible. 3

Esto supone reconocer que estas prácticas -caracterizadas como "propaganda por el hecho" por quienes las defendían y como "violencia terrorista" por aquellos que las condenaban- reabrieron una serie de debates presentes desde fines del siglo XIX y reactualizados al calor de los conflictos y tensiones que atravesaba el movimiento en los años veinte. ¿Cuál debía ser el límite de la violencia?, ¿la justicia de una causa justificaba la muerte de civiles?, ¿las explosiones y atentados podían ser interpretados como una respuesta a la violencia de la sociedad burguesa?, ¿qué responsabilidad le cabía al militante que se consideraba con derecho a matar?, ¿qué lugar ocupaba la ética que todo propagador del anarquismo debía considerar ante cada uno de sus actos? Si bien en la Argentina ningún sector del anarquismo alcanzó los niveles de violencia observados en Europa, la relación entre esa violencia y el anarquismo no ha sido problematizada. 4

El ciclo de atentados anarquistas en la Buenos Aires de entreguerras fue un fenómeno novedoso. La novedad no radicaba específicamente en las prácticas violentas, ya que en la década del veinte la violencia no era una práctica exclusiva del anarquismo, sino en las características de aquello que la prensa comercial llamó "nueva violencia"; acciones que en algunos casos las acercaban al delito común y en otros recaían sobre la sociedad civil. 5 Su impacto en la opinión pública permite revisitar la década del veinte desde una perspectiva que, sin desconocer las interpretaciones más optimistas del período de entreguerras, reconstruya la tensión y la incertidumbre propias de una sociedad inestable. 6 Porque las derivas del "anarquismo expropiador" y la serie de atentados que se analizarán fueron un producto de su época. Paralelamente al proceso de integración y movilidad social ascendente que benefició a algunos sectores, a la difusión de empresas culturales de masas y la apertura de canales de diálogo y negociación entre el Estado y los sindicatos, estos años también estuvieron atravesados por cambios, tensiones y ambigüedades. El movimiento obrero organizado se articuló en torno a una serie de identidades más diversificadas que en los inicios del siglo XX; en este proceso el anarquismo fue perdiendo gran parte de su capacidad para interpelar a los trabajadores y ganaron legitimidad aquellas posiciones que buscaban la intervención del Estado en los conflictos entre el capital y el trabajo; 7 La modernización de la ciudad de Buenos Aires, y el avance sostenido del Estado sobre los diferentes ámbitos de la vida social también provocaban reacciones disimiles. En este proceso se configuraron nuevos sectores sociales, menos contestatarios que a comienzos de siglo, pero al mismo tiempo la ciudad fue un espacio de oportunidades para los descontentos y los excluidos; la preocupación por el orden fue un tópico que atravesó transversalmente a la sociedad de entreguerras y la izquierda en general y el anarquismo en particular, no escaparon a esta cuestión. Porque la Buenos Aires de entreguerras, como todas las ciudades modernas, también brindaba oportunidades para el delito, la movilización popular y la violencia. 8

Este artículo propone reconstruir, en primer lugar, los principales atentados y robos que sacudieron a la opinión pública porteña hacia mediados de la década del veinte tomando como principal fuente a la prensa comercial. En segundo lugar se indagará sobre el impacto de la propaganda por el hecho en el interior del movimiento, sus debates y tensiones en un contexto de profundas divisiones entre dos sectores identificados con el periódico La Protesta y la FORA por un lado y La Antorcha y una serie de publicaciones y gremios autónomos, por el otro. 9

De la huelga al atentado: "Anarquistas, ladrones o antifascistas" 10

En 1927 la ciudad de Buenos Aires registró el mayor número de huelgas generales y movilizaciones de toda la década. Entre abril y septiembre se declararon cinco huelgas generales -el 8 y 9 de abril, el 15 de junio, y durante el mes de agosto los días 4 al 6, 10 y 22. Todas estas medidas de fuerza fueron convocadas por la Federación Obrera Regional Argentina, salvo la del 15 de junio -organizada por la Unión Sindical Argentina- y apoyadas por la Confederación Obrera Argentina. Durante esas jornadas obreros, estudiantes, vecinos de los barrios populares, socialistas, comunistas y anarquistas se movilizaron por las calles céntricas y los barrios de la ciudad para protestar contra la injusticia del sistema. Estas manifestaciones fueron demostraciones de solidaridad con Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, dos anarquistas italianos detenidos en Estados Unidos en 1920, acusados de asaltar al pagador de una fábrica de calzados y de asesinar al conductor y a su custodio.

La popularidad que alcanzó el proceso a Sacco y Vanzetti se hizo evidente en el espacio dedicado por la prensa al tratamiento de las novedades del juicio. El diario La Razón llegó a comparar esta "causa por las que sin distinción de clases ni de ideas tantas personas combaten" con el affaire Dreyfuss.11

Este ciclo de movilización popular iniciado en Buenos Aires y las principales ciudades del interior estuvo acompañado por una serie de incidentes menores, acciones violentas y modalidades nuevas de delito. Un sector minoritario del movimiento que reivindicaba la propaganda por el hecho y las acciones violentas, llevó a cabo una serie de enfrentamientos armados, robos a pagadores y atentados que se cruzaron en la vida cotidiana porteña con la movilización obrera y popular por una causa que despertaba las más amplias simpatías. 12 El lugar que en esta coyuntura ocupó el movimiento anarquista fue central. Como organizadores de las huelgas generales y promotores de las campañas de solidaridad, recuperaron visibilidad en la prensa comercial y mayor presencia en las calles. Esta había decaído en los últimos años como consecuencia de la competencia del sindicalismo en el ámbito laboral y sus propios debates internos.

La violencia que acompañó los momentos de mayor movilización fue un fenómeno generalizado en las grandes ciudades europeas y americanas; en donde el movimiento anarquista tenía relevancia o existía un movimiento obrero fuerte se crearon redes de solidaridad con Sacco y Vanzetti. Se trataba de un fenómeno de masas que desbordaba los actos organizados por las centrales obreras, partidos políticos o agrupaciones.

Buenos Aires no fue una excepción y este hecho favoreció la vinculación que hizo la prensa comercial entre protesta obrera y violencia, aprovechando el hecho de que efectivamente las clases trabajadoras tuvieron un rol protagónico con la causa de los dos obreros inmigrantes juzgados en Estados Unidos. Las campañas por Sacco y Vanzetti favorecieron la construcción de una red internacional que incluía periódicos, boletines, agrupaciones y círculos con vínculos transnacionales y regionales que permitieron conocer las novedades sobre el caso judicial y articular diversas estrategias de lucha. El hecho de que los acusados fueran inmigrantes italianos impactaba particularmente en la Argentina porque esa inmigración fue predominante en el país desde principios de siglo y conformó el grueso de los trabajadores. En consecuencia, en la causa por Sacco y Vanzetti confluían una serie de identidades y percepciones muchas veces en pugna, las étnicas, las de clase y las políticas, como sucedía con el hecho de que se tratara de dos militantes anarquistas. 13

Las representaciones sobre la violencia anarquista que brindó la prensa comercial formaron parte de los nuevos lenguajes con los que se narraba el delito. Lila Caimari ha llamado la atención sobre este punto y señala que la caracterización del delito y del delincuente era más técnica que científica ya que, a diferencia de comienzos del siglo XX, se centraba en la acción y utilizaba nuevos lenguajes como el cine y los magazines. Esta es una de las explicaciones de la relativa convergencia representacional de figuras tan dispares en objetivos y genealogía como anarquistas expropiadores, mafiosos y delincuentes. 14 En un primer momento la prensa no distinguió entre los desmanes producidos en las movilizaciones y los atentados con bombas que organizaba un sector del movimiento anarquista y fueron interpretados como "derivaciones innecesarias" de la protesta popular. La policía de la ciudad también actuó sin distinguir entre las organizaciones anarquistas vinculadas al movimiento obrero y sus comités de ayuda a Sacco y Vanzetti y ante cada atentado las pesquisas se dirigían a los militantes identificados con el sector más radicalizado del anarquismo local que si bien no tenía vinculación directa con la violencia sí tenía un discurso tolerante frente a ella.

El 22 de julio de 1927, tras una movilización organizada por las principales centrales obreras, se produjo un atentado que si bien no dejó víctimas, sirvió de excusa para que la prensa comenzara a hablar en lo sucesivo de una modalidad específica: el "atentado terrorista", llevado a cabo bajo la protección de la noche, por uno o dos hombres con sobretodo que huían raudamente en automóviles. 15 Se trataba de una nueva modalidad de la propaganda por el hecho en Argentina: bombas anónimas, atentados que nadie reivindicaba y cuyo objetivo era por momentos opaco.

A las once de la noche estalló una bomba a los pies del monumento a George Washington en el Parque Tres de Febrero, ubicado en el barrio de Palermo. 16 Unos minutos después detonaba otro artefacto en la vidriera del local de la concesionaria Ford, en la esquina de las calles Victoria y Perú, en el centro de la ciudad. Una tercera bomba que no hizo explosión fue hallada dentro del local. Estos atentados dejaron numerosos daños materiales y ninguna víctima. El Jefe de Policía de la ciudad, Francisco Wright, los jefes de la División de Investigaciones y Orden Social, Eduardo Santiago y Dante Buzzo, declararon a la prensa que esas acciones constituían la expresión de protesta de "determinadas agrupaciones por el proceso a Sacco y Vanzetti". La prensa identificaba un antecedente ocurrido un año atrás, el 16 de mayo de 1926, cuando estalló una bomba en la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires. El atentado fue interpretado por la prensa como una réplica de otros cometidos en distintos países como consecuencia de las protestas por el caso Sacco y Vanzetti. El grupo anarquista vinculado a La Antorcha, sus redactores y militantes, fueron señalados como los responsables por "recomendar el sabotaje y otras cosas por el estilo". La policía detuvo a sus principales referentes y a los dirigentes del Comité pro-Sacco y Vanzetti. 17

La vinculación de los atentados con la protesta obrera y con el anarquismo en particular se hallaba confirmada, según informaron La Razón y La Prensa con fotografías en primera plana, por el hecho de que las bombas se hallaban envueltas en varios ejemplares de un diario escrito en italiano en el que podía leerse claramente "Comitato di difesa Sacco e Vanzetti". 18

Inmediatamente allanaron locales obreros y detuvieron a reconocidos militantes; Horacio Badaraco, Orestes Bar, redactores del periódico La Antorcha y Miguel Arcángel Roscigna, a quien la policía tenía identificado como "anarquista de acción" y que había estado vinculado a acciones ilegales junto con obreros panaderos y chauffeurs.19 No obstante el propio jefe de policía reconocía que sería difícil dar con los autores del hecho ya que "se trataba de atentados cometidos individualmente y en forma completamente reservada". 20

Menos de una semana después del atentado, La Nación informaba que de las declaraciones de los detenidos "sólo surgen pruebas de que los detenidos profesan ideas avanzadas y pertenecen al Comité Pro-Sacco y Vanzetti, lo que no constituye delito". 21 En su editorial el diario La Prensa se quejaba de la incapacidad de la policía de investigaciones para dar con los responsables y señalaba que la misma policía reconocía sus limitaciones ya que la identificación de los autores, de conseguirse, sería "más bien por obra de la casualidad que por la eficacia de su organización para vigilar o perseguir a los elementos que de una manera permanente desarrollan actividades delictuosas". El artículo sostenía que la División de Investigaciones estaba "desquiciada" y que era impotente para resolver "actos de terrorismo perpetrados por solidaridad". El problema era, según La Prensa, que:

de estos elementos no es lógico esperar delaciones y con esto queda dicho que es preciso descartar la fuente más abundante de los resonantes éxitos de nuestra policía de investigaciones. Si se tratara de crímenes cometidos por los profesionales del delito, entre los cuales hay siempre auxiliares de la policía por la cuenta que les tiene, la división de investigaciones no sería pesimista. Pronto tendría una pista, presuntos culpables y los recursos habilidosos que son de pública notoriedad para obligarlos a confesar sus delitos. Entre los terroristas no hay amigos de nuestros detectives oficiales. 22

Más allá de las apreciaciones sobre la efectividad y los métodos de la División de Investigaciones propias de los años veinte, La Prensa dejaba entrever que estos atentados no eran obra de delincuentes comunes ni de profesionales del delito. Se trataba de un nuevo tipo de violencia política frente a la cual la policía estaba desorientada. 23

Un nuevo atentado, esta vez al Jefe de la División de Investigaciones de la policía de la Capital, Eduardo Santiago, volvió a poner en primera plana la asociación entre terrorismo y anarquismo. 24 El 16 de agosto de 1927 una bomba destruyó el balcón y la sala de su domicilio. Al referirse a la violenta explosión que había sacudido al barrio de Almagro, minutos después de las diez de la noche, La Nación destacó que

desde un primer momento hizo pensar en un atentado anarquista. Tratábase en efecto de un estampido que salía de lo vulgar y que había hecho conmover los edificios de varias cuadras a la redonda. 25

Los testimonios de los vecinos vinculaban el hecho con otros "atentados terroristas similares" mientras que La Razón llamaba la atención respecto a que hacía mucho tiempo que no se llevaba a cabo un ataque contra un funcionario público. El propio Jefe de Investigaciones sostenía que el atentado era producto de una venganza relacionada con la agitación producida por la condena a Sacco y Vanzetti y La Prensa mencionaba la posibilidad de que se tratara de una represalia de los anarquistas por la detención de Horacio Badaraco, -uno de los principales redactores y referentes del periódico La Antorcha, quien se encontraba detenido acusado de incendiar una bandera norteamericana en una manifestación del día 10 de agosto. 26

En las diferentes interpretaciones del atentado pueden identificarse dos lógicas; una que destacaba el componente colectivo, la decisión de todo un movimiento, en este caso del anarquismo cuya acción estaría destinada a protestar por la detención de sus compañeros y otra que lo explicaba como una acción de venganza individual y aislada.

Para la prensa, la técnica empleada vinculaba este atentado con los anteriores. Los restos de la bomba que los empleados de Orden Social reconstruyeron tras el ataque permitían deducir, según los informes, que se trataba de una bomba semejante a "las que estallaron últimamente en distintos sitios de la ciudad". 27

Si bien La Protesta y la FORA los condenaron e insistieron en la necesidad de mantener el orden en las manifestaciones, la serie de atentados que se sucedieron entre 1926 y 1927 mantenían un hilo conductor que los unía a las protestas populares; así eran interpretados por la prensa y presentados a la opinión pública; el atentado nocturno, simbólico, iconoclasta, sin víctimas, con destrozos materiales y un despliegue de sonido lo suficientemente importantes como para impactar en la prensa en el contexto de las protestas con amplio apoyo popular.

Tras la ejecución de Sacco y Vanzetti, el 22 de agosto de ese año, el ciclo de movilización popular se cerró. A partir de ese momento los atentados y robos que llevaron adelante algunos grupos vinculados al anarquismo y que se profundizaron entre fines de 1927 y 1929, perdieron el contacto con la protesta popular. La pérdida de ese vínculo con un contexto de movilización y protestas masivas supuso que estos actos derivaran hacia la alienación y la degradación progresivas. Los repertorios de acción del grupo que realizaba los atentados cambiaron y el aislamiento, que fue duramente criticado dentro del movimiento, se hizo evidente. Para un amplio y representativo sector del movimiento anarquista así como para la prensa comercial prefiguraron más claramente la figura del "terrorista anarquista". 28

En octubre de 1927, un hecho que en principio no parecía guardar relación con el anarquismo impactó en la opinión pública. A plena luz del día y frente a centenares de testigos, un grupo de hombres disfrazados con vendajes en la cabeza y armados asaltaron al pagador del Hospital Rawson llevándose $121.477. En el tiroteo con la policía murió el agente Francisco Gatto. La prensa presentó el hecho como un "salteamiento espectacular, cinematográfico y el más audaz de los que se han llevado a cabo en el país". Delincuentes "semidisfrazados" y provistos de "buenas armas" habían actuado con audacia frente a "infinidad de testigos" En el relato que La Nación hizo del suceso aparecían todos los ingredientes de un espectáculo cinematográfico; la sorpresa, la audacia, la violencia de los delincuentes y la de la policía, la escena de la fuga "con los caños humeantes de los revólveres". 29 Sobre los responsables del asalto la prensa no aventuraba grandes datos; se trataba de profesionales del delito y la vinculación con el anarquismo no fue inmediata.

En el mediodía del 24 de diciembre de 1927, a cuatro meses de la ejecución de Sacco y Vanzetti y cuando la vigilancia policial a las embajadas y sitios simbólicos norteamericanos se estaba relajando, estalló una bomba en el Banco City y cuatro minutos después otra en el Banco de Boston, en el microcentro porteño. Fue el grupo de Severino Di Giovanni el que organizó la acción en protesta por la ejecución a los obreros italianos. En los dos casos las bombas fueron colocadas dentro de los edificios, cerca del mostrador. Aquel sábado los bancos abrían sus puertas hasta el mediodía, con lo cual a las 11,54, cuando estalló la primera todavía había gente en el Banco City. La primera explosión causó numerosos heridos y dos muertos, una mujer de 19 años y un vendedor ambulante. 30 La segunda bomba que estalló en el banco de Boston causó menos destrozos y no hubo víctimas por lo que se interpretó como una falla en su funcionamiento. Dos horas después de producido el atentado del 24 de diciembre fueron detenidos Rodolfo González Pacheco, Horacio Badaraco, Aldo Aguzzi, Lozada y Vendrell, y clausurado el local de La Antorcha.31 Dos días más tarde fueron por La Protesta y encarcelaron a Emilio López Arango, Mariano Torrente, y a todo el personal de máquinas. La policía persiguió, clausuró y detuvo tanto a miembros de La Protesta como de La Antorcha. En este contexto La Protesta comenzó a denunciar la participación de sus enemigos internos y a lamentar que, debido a su exposición pública, fueran su local y sus redactores las presas más a mano para la policía. Al mismo tiempo el propio Abad de Santillán reconoció que de este período datan los comienzos del contacto entre las fuerzas policiales y el grupo editor de La Protesta para resguardarse de posibles atentados. 32

Desde la prensa comercial, tanto Crítica como La Nación describieron el atentado con un lenguaje más explícito y crudo que el utilizado en episodios anteriores; "un estampido realmente ensordecedor, espantoso que aturdió al público y a los empleados", "un relámpago súbito y deslumbrante", "un reguero de fuego y humo que regó el piso", una visión comparable sólo con "las casas por donde ha pasado la guerra", que había dejado un tendal de "personas aprisionadas entre los escombros" y ensangrentadas. 33 Las imágenes del atentado incluían a hombre y mujeres, testigos afectados directamente, manchas de sangre, historias de vida de quienes se habían salvado por azar o reconstrucciones de la vida de las víctimas fatales. 34

Otro aspecto presentado como novedad era el tipo o característica de la bomba; las crónicas informaban que no se trataba de bombas de mecha "como las que emplean por lo general los que cometen estos atentados. Se puso en la confección de éstas un cuidado esmerado". Eran de un tamaño más grande -de unos cuarenta por veinte centímetros- y estaban disimuladas dentro de valijas de cuero o de madera. La voz de los técnicos hablaba de "gelinita, ácido nítrico, sulfúrico y dinamita" y explicaba que la valija debió haber sido colocada acostada para que operaran "los ácidos a cuyo contacto debía generarse la explosión". 35 El lenguaje de la prensa, más técnico y morfológico, no era nuevo, sin embargo daba cuenta de un universo que estaba cambiando a partir de la década de 1920. Beatriz Sarlo lo ha analizado específicamente en relación al impacto de la técnica como instrumento de modernización económica, como protagonista de cambios urbanos y como fuente de configuraciones ideales, de imágenes y saberes que fue característica no sólo del discurso literario sino también de los diarios de gran circulación y de la literatura. 36

Inmediatamente la prensa vinculó el atentado con una venganza por la ejecución de Sacco y Vanzetti. La División de Investigaciones prohibió los mitines que iban a realizarse en esos días -e incluso secuestró la cinta de una película comercial que trataba el caso de los mártires italianos- detuvo a militantes anarquistas y sindicalistas, clausuró y detuvo a los redactores de La Antorcha y La Protesta.37

El diario Crítica fue la voz más dura contra el accionar de la policía. En la nota editorial del día siguiente al atentado sostenían una curiosa justificación del atentado que ni siquiera el anarquismo proponía. Al respecto se preguntaban si no era tan criminal como el atentado

organizar tendenciosas campañas de represión que pueden conducir a excesos peores. Perdido el criterio para juzgar serenamente, la sociedad se declara ofendida y no ve sino la intención delictuosa y criminal. Falta la tolerancia necesaria para comprender que una bomba puede ser fruto de ideas equivocadas y no de maldad ingénita. 38

Pocos meses después, el 23 de mayo de 1928 a las 11,42 del mediodía, estalló la bomba en el Consultado Italiano de Buenos Aires. El objetivo era atentar contra el cónsul Italo Capanni -reconocido funcionario fascista- como parte de la lucha contra el fascismo italiano que llevaba a cabo el sector de Di Giovanni. A diferencia de lo que había ocurrido con la bomba en el Banco City, los heridos y muertos no fueron una consecuencia secundaria. La idea original era colocar el artefacto en la oficina de Capanni pero Di Giovanni no pudo llegar hasta allí. Entonces fue el turno de su compañero, José Romano, que lo aguardaba en un auto. Entró al Consulado y depositó el maletín junto a la escalera de entrada donde más de doscientas personas esperaban ser atendidas para tramitar sus pasaportes. 39

Este hecho fue el que más desorientó a las autoridades y a la prensa; las víctimas eran italianos y españoles "humildes" e "inmigrantes en su mayoría". Las autoridades policiales y el jefe de bomberos lo calificaron como "la explosión más terrible que recuerda Buenos Aires". Entre los centenares de testigos nadie pudo dar un dato certero sobre quien había dejado el "mortífero aparato" disimulado en un maletín. Inclusive se sospechaba que podía tratarse de una mujer, como sostenía el jefe de bomberos, "porque llama la atención menos una mujer con una valija de mano que un hombre". 40

Media hora más tarde, ese mismo día, dos hombres entraron en una farmacia del barrio de La Boca, en Almirante Brown 899, y dejaron un maletín con una bomba exactamente igual a la del Consulado. El azar quiso que Dante Mastronardi, un niño de seis años hijo del dueño de la farmacia abriera la valija y desactivara su mecanismo. 41 La represión no se hizo esperar. Más de cuatrocientos anarquistas fueron detenidos así como también varios comunistas entre los que se encontraban José Penelón y Rodolfo Ghioldi.

En relación a las responsabilidades Crítica y La Nación sostuvieron en un primer momento que se trataba de un atentado antifascista, aunque dos días después Crítica se rectificaba y afirmaba que podía tratarse de un atentado fascista por parte de un sector opuesto al Cónsul Italo Capanni. Con el correr de los días los funcionarios policiales consultados vincularon al movimiento anarquista con esta acción aunque daban cuenta de sus divisiones internas y sostenían que se trataba de un grupo de individuos que no pertenecían ni a La Protesta ni a La Antorcha; extranjeros de origen italiano que "no han querido tratos con los anarquistas del país por creerse ellos más arrojados". 42

Toda la prensa condenó el atentado en los términos más duros e incluso Crítica, que frente a las bombas a los bancos norteamericanos había intentado buscar la idea, la racionalidad detrás de la bomba, lo caracterizó como un "crimen despiadado" de una "inaudita cobardía moral". El tono luctuoso y de estupor no impidió que una nota de este popular diario publicada en tapa, destacara que "el monstruoso suceso ocurrido en el Consulado de Italia vino a desequilibrar en tal forma la demanda de ejemplares que nuestras cuatro ediciones se agotaron totalmente a los pocos instantes de haber salido a la venta". El público de compradores improvisados "se agolpaba" y las "poderosas y modernas" rotativas no daban abasto para satisfacer el "pedido anhelante de los barrios de la ciudad". La cifra era elocuente y la destacaban en grandes caracteres; 373.587 ejemplares. Un detalle nada menor era subrayado en el artículo; el mismo día del atentado inauguraba un nuevo suplemento en colores que, sumado al atentado, evidenciaba que "Crítica aumenta de tal modo su circulación que las máquinas recién adquiridas ya no alcanzan". 43

En octubre de 1928 se produjo el asalto a la Casa de Cambios Messina en Montevideo, Uruguay, organizado por parte del grupo de Miguel Arcángel Roscigna entre los que participaron los hermanos Vicente y Antonio Moretti y tres catalanes. 44 Fue un episodio célebre en esta ciudad y Osvaldo Bayer lo ha caracterizado como un episodio "a la Bonot" pues no sólo se trató del robo de un botín sino que se buscaba alterar la tranquilidad burguesa con un "verdadero acto de terror". El episodio, en pleno centro de Montevideo, en la Avenida 18 de julio a metros de la Casa de Gobierno, fue particularmente violento en relación a otros robos organizados por el mismo grupo; dejó un saldo de tres muertos, entre los que se encontraban el empleado de la casa de cambios y un chofer de taxi. 45

Unos meses después, en febrero de 1929, la prensa informaba sobre un nuevo asalto "sólo concebible en la pantalla" y a plena luz del día a los pagadores de la fábrica Klockner. Por sus características La Nación sostuvo que se trataba de un "salteamiento espectacular sólo comparable con el perpetrado, a fines del año 1927 en la explanada del Hospital Rawson o con el de la casa de cambios Messina en Montevideo". Para 1929 ya se conocía a los autores del asalto al Hospital Rawson, un grupo de anarquistas que robaban como forma de financiamiento entre los cuales Miguel Arcángel Roscigna era una de sus figuras principales. Si bien en este caso no hubo víctimas el tiroteo fue intenso. En torno a las armas utilizadas por los delincuentes La Nación informaba que:

Esgrimían pistolas automáticas de calibre 45, es decir, iguales a las que utilizaron los asaltantes que actuaron en el Hospital Rawson y en el cambios Messina de Montevideo (...) El asaltante vulgar, el malevo que ataja al transeúnte, no se preocupa en la elección del arma con que ha de amedrentar a su víctima. Tampoco lo han hecho hasta ahora los profesionales que el público conoce a través de la crónica diaria. En cambio los anarquistas que cometieron los salteamientos a que más arriba nos referimos han cuidado con especialidad este detalle, eligiendo las mejores pistolas. 46

Más allá de esta diferencia sutil que la crónica de La Nación intentaba establecer en torno al tipo de armas utilizadas, llama la atención aquello que los acerca al delito profesional y era esto justamente lo que preocupaba a algunos sectores del anarquismo. En este punto se centraban las objeciones de los sectores más críticos de la propaganda por el hecho. Estos actos eran considerados delitos comunes que nada tenían que ver con el ideario ácrata y sus principios y que perjudicaban al movimiento. 47 Para los diarios masivos, en cambio, los atentados tenían, efectivamente, una especificidad anarquista evidenciada en cierta marca estética, el gusto por el estruendo y la alteración del orden casi como un espectáculo.

El último atentado resonante que se analizará de este período no fue en Buenos Aires sino en Rosario. En octubre de 1929, cerca del mediodía dos hombres interceptaron al Jefe de Orden Social de esa ciudad, subcomisario Juan Velar, y "le descerrajaron dos tiros en la cara". Velar no murió pero quedó gravemente herido. La prensa destacaba que la víctima pudo reconocer como sus agresores a Paulino Scarfó y Severino Di Giovanni "anarquistas militantes con recomendada captura por los atentados terroristas cometidos en Buenos Aires". 48 Nuevamente la prensa señaló que la modalidad de acción había tomado por sorpresa al propio jefe de Orden Social que "nunca se imaginó que a plena luz del día y en pleno centro se atreverían". 49

Los robos y atentados que se sucedieron a partir del cierre del ciclo de movilizaciones por Sacco y Vanzetti se autonomizaron del movimiento político que los originó. Como se ha señalado para el caso español, en los atentados anarquistas funcionaba una identificación emotivo-política entre la acción violenta individual y el colectivo social; esta es la razón por la cual tanto la prensa como la policía vinculaban inmediatamente las bombas con las movilizaciones y campañas por Sacco y Vanzetti. No obstante existía una ambigua relación entre el "bandidaje político" y el movimiento político social del cual se reclamaba partícipe. 50 La aspiración del bandido político por integrar su acción violenta en el engranaje de una acción colectiva organizada se sostenía mientras esta fuera exitosa. Tras el fracaso de la acción reivindicativa el grupo violento perdía apoyo social y se separaba del movimiento anarquista que lo originó. En este sentido estas prácticas proponían la acción individual como una alternativa frente a la ineficacia de las movilizaciones colectivas y reforzaban la oposición entre las huelgas y movilizaciones por un lado y los atentados por otro.

Las bombas a los bancos City y Boston y sobre todo al Consulado Italiano fueron presentadas por la prensa comercial como una forma de violencia sin precedentes, absurda e ininteligible en sus orígenes y finalidad, casi ajenas a las categorías habituales de interpretación política de la época.

La propaganda por el hecho y los debates sobre la violencia en el anarquismo

Los atentados de diciembre 1927 y mayo de 1928 marcaron un quiebre en la caracterización de la violencia anarquista. Dentro del movimiento los detractores de la violencia expresaron un rechazo más enérgico y radical que la posición adoptada por un sector de la prensa comercial. Para La Protesta eran atentados "terroristas y fascistas" que no tenían nada que ver con la propaganda por el hecho; acciones llevadas a cabo en lugares públicos donde era evidente que habría víctimas indeseadas y cuyos autores escapaban a la responsabilidad del atentado no podían considerarse anarquistas. A la condena pública sumaron la denuncia con nombre y apellido de sus autores, a quienes no reconocían como anarquistas desde hacía tiempo. 51 La Antorcha tomó una posición ambigua; mientras lamentaba las muertes civiles sostenía el argumento clásico sobre la responsabilidad de la sociedad capitalista en la generación de la violencia. 52

Estos episodios fueron organizados por un grupo de anarquistas sin vinculación orgánica con la Federación Obrera ni con las principales corrientes que conformaban el anarquismo local. No obstante, como lo reflejan muchas memorias militantes, por un lado había contactos informales entre miembros de estos grupos y los grupos editores de los periódicos más importantes del movimiento así como con varios sindicatos simpatizantes del anarquismo. 53 Por otro lado, el problema era que la propaganda por el hecho encontraba justificación de parte de algunos de los más activos propagadores y difusores de la idea. Si bien las fronteras entre ambos fueron difusas y más de una vez actuaron juntos, a los fines de este artículo se delimitarán dos grupos cuyas prácticas, integrantes y lógicas fueron diferentes.

Existe coincidencia en la historiografía y en las memorias en adjudicarle gran parte de los atentados a Severino di Giovanni y su banda. Este obrero gráfico italiano llegó a Argentina en 1923 y aquí radicalizó sus posiciones. Desde su llegada participó de grupos anarquistas y antifascistas italianos y defendió la causa de varios de sus connacionales. Se trata de uno de los tantos casos de militantes italianos que llevaron a la práctica la propaganda por el hecho fuera de Italia. 54 Fue colaborador de varios periódicos y editó Culmine, una publicación de cuatro páginas en italiano, desde donde defendió el uso de la dinamita y desarrolló una intensa campaña por Sacco y Vanzetti. Estas acciones las desarrolló junto con un pequeño grupo entre los que había obreros italianos, españoles y Argentinos; los hermanos Alejandro y Paulino Scarfó, Manuel Gómez Oliver, Emilio Uriondo, José Romano, Agostino Cremonessi y Julio Montagna, entre los más cercanos a los que se sumaban Jorge Tamayo Gavilán, Braulio Rojas y Paco González. Este grupo fue reconocido como "anarquistas de acción" en referencia a su tendencia al uso de la violencia y la propaganda por el hecho. Justificaban sus acciones en la lucha contra el fascismo en Italia y en la venganza por la muerte de Sacco y Vanzetti y sus miembros actuaban desde la clandestinidad. 55

Otro grupo que llevó a la práctica la propaganda por el hecho fue el que se conformó en torno a la figura de Miguel Arcángel Roscigna, obrero metalúrgico argentino que fue identificado por Osvaldo Bayer como uno de los mentores del "anarquismo expropiador". Junto a Roscigna actuaban Andrés Vázquez Paredes, los hermanos Vicente y Antonio Moretti, Emilio Uriondo y José Manuel Paz, Gino Gatti y Fernando Malvicini. A mediados de la década del veinte se vincularon con los españoles Buenaventura Durruti y Francisco Ascaso con quienes llevaron a cabo una serie de asaltos. Si bien los grupos de Di Giovanni y Roscigna llegaron a actuar juntos, éste último no estaba interesado en los atentados ni en la violencia como arma de propaganda sino en los asaltos para financiar las campañas de las que participaban. Miguel Arcángel Roscigna parece haber tenido una relación más orgánica con el anarquismo desde el momento en que fue un reconocido miembro del Comité Pro Presos y Deportados y del Comité Sacco y Vanzetti, lo que le valió la cárcel por su elevada exposición cuando comenzó la ola de atentados.

El uso de la violencia fue problematizado por el anarquismo desde fines del siglo XIX. Si bien en la Argentina no hubo una ola de atentados como los que sacudieron a Europa -específicamente a Francia, Italia y España- entre fines de 1880 y comienzos de 1900 la propaganda por el hecho fue objeto de debates constantes. 56 Se ha señalado que esta designación encierra un ambigüedad intrínseca y que "ni los mismos anarquistas tenían claros sus objetivos tácticos y consideraban por igual la insurrección o el atentado, como cualquier levantamiento contra el poder". 57 No obstante esta categoría parece ser la más acertada frente a la multiplicidad de sentidos del término "violencia". La "propaganda por el hecho" se define en contraposición a la propaganda discursiva; es un discurso que ha sustituido la palabra por la acción directa y en este sentido está estrechamente vinculada al contexto que le otorga sentido.

Desde una definición amplia, la propaganda por el hecho no implicaba necesariamente el uso de la violencia y dependiendo de qué sector del anarquismo lo interpretara podía incluir huelgas generales, boicots, deserción militar, negativa a pagar alquileres de casas o cánones agrícolas, ceremonias laicas o cualquier otra forma de rebeldía práctica junto con robos y acciones armadas. No obstante estos diversos matices, en la historiografía que ha abordado el tema para el caso europeo existe consenso respecto a que "el más destacado aspecto de la propaganda por el hecho era el atentado terrorista, hasta el punto de eclipsar a los demás, y hacer sinónimos en la práctica ambos términos". 58

Si bien en Argentina la vinculación entre anarquismo y violencia fue temprana y fue la literatura la encargada de brindar las principales representaciones del anarquista pone-bombas, el movimiento anarquista local distaba mucho de restringirse a estas representaciones; 59 no sólo el anarquismo individualista no tenía predicamento sino que incluso la mayoría de los atentados pergeñados hasta 1909 habían fallado y hasta se llegaba a dudar de su autoría. El 12 de agosto de 1905 Salvador Planas y Virella, español de 23 años atentó contra el presidente Manuel Quintana en la Plaza San Martín pero el arma falló a último momento; 60 el 25 de febrero de 1908 Francisco Solano Reggis protagonizó un atentado frustrado contra Figueroa Alcorta; Juan Mandrini intentó lo propio contra Victorino de la Plaza el 9 de julio de 1916, ante la negativa de conmutarle la pena a dos anarquistas de apellido Lauro y Salvatti.

Pero fue sobre todo a partir del primer atentado "exitoso" que el problema de la violencia, se convirtió en un tópico para el anarquismo local. El 9 de noviembre de 1909 Simón Radowitzky arrojó una bomba contra el coche en el que viajaban el Jefe de la Policía de Buenos Aires, Coronel Ramón Falcón y su secretario. Varios años pasaron antes de que otro joven anarquista, Kurt Wilckens, le arrojara una bomba a pocos metros de distancia al Comandante Varela, responsable de las ejecuciones durante las huelgas de la Patagonia, el 25 de enero de 1923.

En este proceso, una de las primeras reflexiones locales sobre la violencia revolucionaria, la propaganda por el hecho y el lenguaje agresivo, provino de la pluma de Eduardo Gilimón -colaborador y director de La Protesta- que en 1907 se preguntaba si podían ser llamados anárquicos todos los atentados realizados por anarquistas. Su respuesta demostraba lo complejo que resultaba para el sector organizador caracterizar esta modalidad de la violencia. Analizando los atentados más renombrados en Europa, sostenía que no todos ellos habían sido dirigidos contra la autoridad; en los ataques indiscriminados contra la burguesía o "el pueblo ignorante y supersticioso" no se veía el anarquismo sino el odio al rico que podía ser obra de un "desheredado cualquiera". 61 Lo mismo se preguntaba en torno a los atentados contra representantes del gobierno, ya que el acto de matar a un mandatario no era en sí mismo anarquista. Sólo podían ser anarquistas los atentados que excluyeran el factor vengativo, justiciero, para ir no contra el hombre sino contra la institución que representaba. Gilimón criticaba la violencia indiscriminada, aquellos atentados que necesitaban un discurso que las hiciera inteligibles. Si los atentados fueran efectivamente anarquistas, sostenía, es decir dirigidos a suprimir la autoridad y la explotación del hombre por el hombre, no necesitarían la justificación que de ellos se hace desde sus propios autores y

que le quitan lo poco que puede tener de carácter anárquico para dejar al descubierto sólo la venganza, la represalia. No sólo los jueces y los burgueses buscan dar una explicación a los atentados sino que los mismos anarquistas los secundan explicando las causas del atentado, algo que cabría más bien a un abogado. 62

En la década del veinte los debates sobre la violencia fueron retomados, esta vez en el contexto del creciente enfrentamiento entre corrientes internas del movimiento que provocaron incluso el ataque entre bandas armadas. 63 A esto se sumaban las largas campañas por la liberación de Simón Radowitzky, convertido en mártir del movimiento y Kurt Wilckens, asesinado en la Penitenciaría Nacional. Se reeditaron los clásicos y se editaron folletos de referentes del movimiento que actuaban en Argentina y cuyas reflexiones estaban permeadas por especificidades locales. Luigi Fabbri, autor de "Influencias burguesas en el anarquismo", sostenía que no existía una teoría del anarquismo violento y que si bien el movimiento estaba formado por múltiples tendencias que interpretaban libremente la doctrina, la acción violenta no debía ser aceptada sino como medio de legítima defensa. 64 No obstante, reconocía que esto daba lugar a ambigüedades ya que era difícil establecer una línea que separara claramente estas acciones y el concepto mismo de defensa podía ser entendido de diversas maneras. 65 Se quejaba de que la literatura había hecho de las manifestaciones terroristas y la acción violenta atribuidas al anarquismo una teoría estética. Pero esto también era responsabilidad de los "literatos del pensamiento anarquista [que] no han visto únicamente más que la parte afectante a la emancipación del individuo y han descuidado el lado social y humanitario del problema". 66 Fabbri lamentaba que debido a la influencia de la literatura burguesa se hubieran reivindicado personajes como Ravachol y Émile Henry, responsables de los atentados más resonantes en Francia:

Estos literatos [...] ofenden a los mártires del anarquismo hasta en el elogio que de ellos hicieron, puesto que su elogio saca argumento y motivo de interés precisamente de aquello que, según los principios anarquistas, es doloroso y deplorable aunque lo imponga una necesidad histórica. 67

La influencia de la literatura burguesa era el mayor peligro del anarquismo ya que ésta concedía mayor importancia a un hecho revolucionario que al objetivo al que ese hecho debía tender y por otro lado idealizaba las formas de rebelión individual. De aquí se desprendía para el autor el peligro de confundir al anarquismo con expresiones de delincuencia común. La propaganda por el hecho no formaba parte de los principios libertarios y era simplemente un medio de lucha que debía ser discutido, admitido totalmente o en parte, o excluido por completo, pero que no constituía un artículo de fe que el anarquismo debiera abrazar. En defensa de su posición citaba a Malatesta -de la misma forma en que lo citaban las corrientes que aprobaban la propaganda por el hecho- y sostenía que si bien el anarquismo no era pacifista y no condenaba la violencia cuando ésta fuera necesaria, era condenable cuando era irracional e inútil. Esta crítica fue retomada por los redactores de La Protesta. No dejaba de ser ambigua ya que no explicaba los casos en los que su utilización estaría justificada y no hablaba de coyunturas históricas determinadas -salvo la vaga referencia a una "situación revolucionaria".

Los anarquistas hacían un uso ambiguo de los términos anarquismo y terrorismo. Cada acción rehabilitaba los debates sobre la conveniencia de estas prácticas; el robo, la muerte de civiles, los asaltos, pasaban por actos de delincuencia común y el límite entre robo y financiamiento para la causa se desdibujaba. El destino de los fondos recaudados a través del robo fue muy discutido y eran cotidianas las acusaciones en la prensa libertaria que ponían en duda su finalidad. Sin embargo fueron los atentados, los que desataron los debates más apasionados dentro del movimiento.

Luego de la ejecución de Sacco y Vanzetti y de la huelga general convocada por las principales centrales obreras, La Protesta intentó poner paños fríos al clima de venganza y agresión criticando incluso el boicot a los productos norteamericanos apoyado por el socialismo y el sindicalismo. 68 La Antorcha por el contrario, apoyó estas acciones de sabotaje y la acción violenta contra todo símbolo norteamericano y caracterizó como "anónimas bombas del pueblo" a los atentados del 22 de julio de ese año contra el monumento a Washington y al local de la Ford. El día de la ejecución de Sacco y Vanzetti publicaban en el editorial la consigna

ya no hay sobre la tierra más que dos razas: la del yanqui-bestia y la del hombre-hombre. Y ahora, por los siglos de los siglos, guerra al yanqui, fuera de la tierra al yanqui. 69

El atentado a los bancos norteamericanos, el 24 de diciembre de 1927, organizado por el grupo de Severino di Giovanni impactó en el movimiento porque hubo dos muertos. Al hablar de las víctimas La Antorcha adoptó un tono fatalista y sostuvo que la tragedia era inevitable. El atentado era una respuesta a la violencia engendrada por la burguesía y era esta violencia la que había puesto en marcha la fatalidad. 70 En torno a los atentados en sí mismos, sostenían que demostraban la vitalidad del movimiento anarquista de acción individual, autónomo, descentralizado e independiente del "anarquismo de arriba", en alusión a La Protesta y la FORA. 71 Pero planteaban que esto no significaba defender la violencia como sistema ni como finalidad última de la propaganda. La cuestión era otra,

versa sobre la distinta apreciación de la violencia individual, no como sistema ni como norma esencial de las ideas, ni como finalidad de la propaganda [...] sino simplemente como medio. 72

Este artículo era una respuesta a Emilio Roqué, un militante crítico de la violencia, que en un artículo publicado en el mismo periódico les reprochaba que

el movimiento libertario es de responsabilidad, de capacitación de conciencias, de profundo estudio social, y la mal interpretada propaganda por el hecho no significa audacia verbal ni menos el cometido de acciones contraproducentes [...] Negamos la violencia hecha sistema, ya invoque la autoridad establecida o ya un ideal de libertad. 73

La Antorcha sostenía que el hecho de que los oprimidos convivieran constantemente con la violencia los hacía estar en constante estado de legítima defensa; la violencia por tanto estaba siempre justificada. Y terminaban con una reflexión que abriría nuevos debates y que iba a ser puesta en juego en los atentados por venir:

No es por los resultados que debemos medir nuestro juicio sino por la intención y los medios que se puso en obra. Lo contingente no puede servirnos de fundamento. Se cita con razón el ejemplo de Radowitzky y Wilckens. Pero ¿dejaría de ser ejemplar la acción de este, si la niña que salvó con su actitud hubiera vuelto sobre sus pasos al doblar la esquina y hubiera sido víctima de la bomba? 74

Esta argumentación tomaba como ejemplo de atentado "limpio" aquellos más representativos en la historia del movimiento local y que en general para la década del veinte no eran cuestionados por ningún sector del anarquismo. Los casos de Simón Radowitzky y Kurt Wilckens eran paradigmáticos; por las características de de sus acciones y por su conducta posterior eran considerados "mártires de la idea". 75 Presentados como militantes que concebían el atentado como un sacrificio en el que, luego de elegir a un enemigo del pueblo lo suficientemente representativo se actuaba y no se pretendía escapar. La reivindicación del atentado era una característica de estos mártires. "No se trata, pues, solamente de un hecho anecdótico que no intenten huir, sino de que son conscientes de que van a su propia inmolación: ofrecen el sacrificio de sus vidas en pro de unos ideales a los que pretenden servir, en pro de unos compañeros a los que pretenden vengar, ayudar o animar, y en aras de una futura sociedad mejor que, con sus actos, pretenden llegar a conseguir". 76 Al mismo tiempo, su conducta intachable trascendía la propia acción del atentado y se correspondía con el código moral de un anarquista. 77 Toda una vida de abnegación, sacrificio y dedicación al ideal, la entereza y la dignidad para encarar el juicio, los tormentos sufridos en la cárcel e inclusive la muerte, contribuían a construir la imagen del mártir.

Para La Protesta los atentados de la década del veinte eran "anarco terrorismo" y en su denuncia de los autores materiales del atentado se mezclaban los sectores vinculados a Di Giovanni y el antorchismo. Incluso Horacio Badaraco, miembro de La Antorcha -a quien años después Diego Abad de Santillán reivindicó en sus memorias- fue denunciado por La Protesta menos de una semana después del atentado de la noche buena de 1927:

Figuraron entre los terroristas individualizados por la policía, sujetos de acción y muy conocidos por sus ideas disolventes, como Miguel Arcángel Rosigna [sic] y los hermanos Moretti. También formaba parte de ese grupo, el que se denomina antorchista, otro anarquista de destacada actuación: Horacio Badaracco [sic]. 78

En la caracterización que hacía La Protesta, antorchismo y violencia eran parte del mismo estigma que el movimiento libertario tenía que sacarse de encima como un lastre. Esta es la preocupación que expresa la editorial "El anarquismo y las bombas. Una leyenda policial y periodística que debemos combatir con toda energía en defensa de nuestro movimiento" 79

El grupo de Severino Di Giovanni llevaba a cabo este tipo de acciones y los defendía abiertamente en las páginas de Culmine; no obstante este sector era minoritario dentro del anarquismo, su contacto con los trabajadores era casi nulo y su periódico era una empresa individual con una ínfima circulación. El problema era que estos actos encontraban justificación de parte de algunos de los más activos propagadores y difusores de la idea.

Pero fue el atentado contra el Consulado de Italia, en mayo de 1928, el más violento que se hubiera vivido hasta el momento en Buenos Aires, el que recrudeció el enfrentamiento entre Diego Abad de Santillán, Gabriel Biagiotti, Luigi Fabbri y Emilio López Arango, de La Protesta, y el sector vinculado a Severino Di Giovanni y Aldo Aguzzi. Los atentados de Di Giovanni se habían tornado más agresivos a partir del 24 de diciembre de 1927. Sus acciones, antes emprendidas contra determinados símbolos, se dirigían cada vez más a blancos rodeados de personas. La Protesta acusaba de "desequilibrados" a los responsables de los atentados mientras denunciaba el hecho de que actuaran en la clandestinidad.

Estos atentados polarizaron posiciones en todo el campo de la izquierda. Tanto el movimiento anarquista como el socialismo, atravesado por sus propios debates en torno a la cuestión gremial y nacional, el sindicalismo y el comunismo, que en los años veinte ganó espacio en el mundo del trabajo, se vieron interpelados por estas acciones que se producían en un contexto muy particular. 80 La cuestión de la violencia no sólo no era ajena al resto de la izquierda sino que fue uno de los puntos de disputa entre la dirigencia del Partido Socialista y la disidencia interna por izquierda. 81 La bomba en el Consulado impactaba en un momento delicado, a pocas semanas de los comicios que llevaron a Hipólito Yrigoyen a su segunda presidencia y en un año que se ha considerado como el cénit de las ideas autoritarias y planteos revulsivos en Argentina. 82 Las bombas que estallaron en la ciudad abonaron a la confusión porque no estaban claros ni los autores ni los objetivos. Muestra de ello fue que tanto la prensa comercial -con la excepción de La Nación- como la de izquierda, en un primer momento atribuyeron el atentado a grupos fascistas o a delincuentes comunes. Este hecho y las características de su planeamiento y ejecución fueron los más criticados desde el propio anarquismo. Las diferencias entre los sectores representados por La Protesta, La Antorcha y el anarquismo expropiador eran previas pero hechos como los analizados precedentemente plantearon con mayor fuerza temas como la responsabilidad, la violencia revolucionaria, el derecho a matar, el azar, la fatalidad y la finalidad, alrededor de los cuales se extremaron todas las posiciones.

Para La Protesta y La Antorcha, la condena o la justificación tenían fundamentos éticos. El antorchismo osciló entre la condena moral al capitalismo, la defensa de la violencia revolucionaria como medio imprescindible para transformar la sociedad y el lamento por las víctimas inocentes. Aunque los anarquistas fueran pacíficos no les quedaba otra salida que combatir violentamente a la sociedad; sin embargo ningún integrante del sector antorchista se vio envuelto en estas acciones. Su defensa de la violencia era ética y se expresaba, según sus redactores, en la defensa a ultranza de los compañeros perseguidos. Aquí radicaba su ambigüedad.

Frente a la bomba en el Consulado Italiano La Antorcha desplegó la misma ambigüedad que habían demostrado en episodios anteriores. La crítica más fuerte -y que le valió a Rodolfo González Pacheco un choque con Severino Di Giovanni- se produjo dos días después del atentado cuando publicaron un artículo en el que reconocían que habrían querido ser ellos los despedazados por la bomba al mismo tiempo que sostenían que la muerte de inocentes no era la anarquía. 83 Los editoriales y artículos publicados retomaban la vinculación entre atentado e inspiración popular. Si bien no reivindicaban a la violencia como medio e insistían en que el ideal anárquico no era tal, comulgaban con posturas más radicalizadas al plantear que:

Nosotros, los anarquistas, militantes de una causa que aspira a suscitar en todas las almas el sentimiento de odio a la injusticia para encender en ellas, a la luz de un ideal, el espíritu revolucionario, no podemos renegar, repudiar ni condenar las explosiones de rebelión popular, tanto individual como colectiva, sin renegar de nuestra causa84

De esta forma justificaba a los responsables de la bomba amparándolos en una supuesta "inspiración popular" y coincidía con el grupo de Di Giovanni al señalar que el verdadero culpable era el fascismo que arrastraba al pueblo a la violencia.

En este sentido, en las páginas de La Antorcha podían leerse artículos de militantes que preferían no firmar con su nombre:

¿De dónde saca Armand [seudónimo de M. Ramos, redactor de La Antorcha] que, partiendo de la petición de que la ley es mala, debamos deducir que todos los actos dirigidos contra ella son buenos? A un anarquista, no obstante juzgar que la ley es mala, le es permitido juzgar las cosas con la claridad de su inteligencia y la pureza de su propia conciencia. Y si resulta que los actos individuales le parecen no sólo repugnantes sino también muy inferiores a la ley, ¿por qué ha de tildársele de inconsecuente? 85

Frente a esta impugnación los redactores de La Antorcha se contradecían y sostenían que lo que condenaban no era la posición frente a la violencia y la delincuencia sino el ensañamiento y la denuncia de quien llevó a cabo la acción.

La Protesta por su parte decía defender la violencia revolucionaria pero no la propaganda por el hecho. Sostenía que los actos de masas eran preferibles y más efectivos a la acción individual. La desaprobación del atentado no se basaba en motivos tácticos o en consideraciones de la coyuntura, sino en razones morales. El atentado era revulsivo y en su caracterización oscilaba entre "terrorista" o "fascista"; era un acto irresponsable y cobarde que se asemejaba a las acciones fascistas por no haber contemplado consecuencias y por la cobardía de sus autores que no se atribuían la responsabilidad. 86 Como el "terrorismo anónimo" estas acciones causaban víctimas al azar y estaban lejos de representar una clara conciencia revolucionaria. La violencia anarquista debía seguir un móvil conocido y manifestarse sobre los responsables de un crimen amparado por la impunidad,

nunca ser un acto de venganza premeditada (...) sobre los que están al margen de la contienda social y hasta pueden ser ellos mismos víctimas del régimen político que se quiere combatir. 87

Frente al argumento de quienes lo justificaban, que sostenían que el atentado en el Consulado Italiano había apuntado a herir al fascismo, planteaban que la venganza debió ser directa, "sobre uno de los autores de crímenes que quedaron impunes" y no sobre la población civil. Sólo así el atentado individual habría estado "moral y psicológicamente justificado". 88 Pero el hecho de haber planificado la explosión en un lugar tan concurrido como el Consulado de Italia era un acto irresponsable; la tragedia no era obra de la fatalidad sino consecuencia directa de una específica concepción de la acción revolucionaria y de su planificación. En relación a los responsables, el ataque de Diego Abad de Santillán y Emilio López Arango sobre el grupo de Di Giovanni fue directo y llegaban al punto de sostener que:

Los gestores y ejecutores de este atentado no pueden ser más que enemigos de la anarquía o anormales a quienes nosotros, en la sociedad futura, encerraríamos en un manicomio para tratar de curarlos. 89

Siguiendo esta argumentación iban más allá de la condena en torno a la muerte de civiles y planteaban un debate ético que implicaba una revisión de ciertos principios libertarios. La bomba al Consulado había sido un episodio que trascendía lo que La Protesta consideraba violencia revolucionaria. Esto le permitía incluso sostener que "la acción individual debía estar limitada" ya que la falta de control ético en los actos individuales por sobre los intereses superiores al propio interés, por sobre la noción de lo justo y lo arbitrario no podía ser apoyada, aun cuando el fin buscado fuera loable. 90

En esta línea de razonamiento ponían en tela de juicio el principio del finalismo. La finalidad de un acto no era razón en sí misma para justificarlo; aún cuando la búsqueda de justicia fuera el fin buscado, los medios puestos en juego para realizar esa finalidad debían corresponderse con el ideal de justicia. De lo contrario se corría el peligro de caer en la justificación de la delincuencia; eso era lo que ocurría, según los editores, con un sector del movimiento que exaltaba el delito y hacía del robo una virtud revolucionaria sin darse cuenta que aquello no era más que "degeneración fascista". 91

Consideraciones finales

En el número del 6 de abril de 1929 La Protesta lanzó una encuesta destinada a sus lectores titulada "El anarquismo y la delincuencia". Llamaban a todos los "compañeros" a que enviaran su respuesta al periódico para su publicación. 92 Las preguntas estaban relacionadas con la pertenencia o no del "terrorismo anónimo que hiere al azar" al movimiento anarquista; la relación entre el robo a bancos y pagadores con la difusión del ideal libertario; la opinión del lector en el caso de la bomba al Consulado; si la ayuda a los presos sociales debía extenderse a los presos por causas comunes y finalmente, si podían compararse las acciones de Radowitky y Wilckens con los últimos atentados. Las respuestas de los lectores se publicaron entre el 7 y el 12 de abril y fueron, en su mayoría, coincidentes con las opiniones del grupo editor. 93

Este episodio muestra el impacto que provocó el ciclo de violencia política que se abrió en el último tercio de la década del veinte en Buenos Aires. Los enfrentamientos armados, robos y atentados se cruzaron con la movilización obrera y popular en solidaridad con Sacco y Vanzetti, una causa que provocaba adhesiones de un amplio espectro de la sociedad porteña. Pero a partir de la ejecución de los obreros italianos se hizo evidente que estas acciones que los diarios masivos caracterizaban como "nueva violencia" no eran "derivaciones" de la movilización popular. Los elementos que caracterizaron a estas prácticas en las descripciones que de ellas hizo la prensa compartían el universo del delito común pero delineaban al mismo tiempo una nueva figura cuya representación más clara fue la del "terrorista anarquista"; atentados nocturnos, iconoclastas, sin víctimas, con destrozos materiales y un despliegue que buscaba impactar a la opinión pública. Lentamente se instaló la idea de que la ciudad de Buenos Aires estaba habituada a las bombas. Pero estas prácticas mantenían un hilo conductor que los unía a las protestas populares y así fueron presentados por la prensa comercial.

En cambio los atentados que siguieron a la ejecución de Sacco y Vanzetti y al cierre de la movilización quedaron desarticulados y fueron los que prefiguraron más claramente la idea de que había un sinsentido en estas acciones. Presentadas como una forma de violencia sin precedentes, ininteligible en sus objetivos y finalidad, los atentados de 1927 y 1928 impactaron en el movimiento anarquista que estaba atravesado por sus propias disputas y conflictos internos. Los debates sobre la responsabilidad y la ética se cruzaron con acusaciones a diferentes militantes a los que se calificó de terroristas dentro del propio movimiento. La cuestión del orden se tornó un problema urgente para el movimiento.

Notas

* Una versión preliminar de este artículo fue discutido en el Segundo Taller "Nuevas miradas y problemas sobre el anarquismo: política y violencia en el movimiento anarquista", IDAES/UNSAM, 6 de noviembre de 2012. Agradezco a Pablo Ansolabehere, Armando Minguzzi, Mariana di Stefano, Martín Albornoz y Laura Fernández Cordero por sus comentarios.

** IDAES / Universidad Nacional de San Martín – CONICET.

1 Un ejemplo puede verse en La Nación frente a la bomba del Consulado Italiano cuando alertaba que "existe el propósito de intimidar a la población, llegando quizás al estado producido en Barcelona durante el auge del terrorismo, cuando era difícil, si no imposible, obtener el castigo de los culpables", en "Los fines del terrorismo", La Nación, 24 de mayo de 1928.

2 Para un análisis de los recursos de la nueva prensa popular en los años veinte y el impacto de ciertas prácticas delictivas para generar noticia ver Sylvia Saítta, Regueros de tinta. El diario Crítica en la década de 1920, Buenos Aires, Sudamericana, 1998 y Lila Caimari,         [ Links ] Apenas un delincuente. Crimen, castigo y cultura en la Argentina, 1880-1955, Buenos Aires, Siglo XXI, 2004.         [ Links ]

3 Esta caracterización del anarquismo retoma los aportes de Juan Suriano, Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires, 1890-1910, Buenos Aires, Manantial, 2001y Dora Barrancos,         [ Links ] Anarquismo, educación y costumbres en la Argentina de principios de siglo, Buenos Aires, Editorial Contrapunto, 1990.         [ Links ] Un posible recorrido de las investigaciones recientes que retoman la heterogeneidad del movimiento incluye los trabajos de Laura Fernández Cordero, "Subjetividad, sexualidad y emancipación. Anarquistas en Argentina (1895-1925)", Tesis de Doctorado, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, 2010;         [ Links ] Mariana di Stefano, "Políticas del lenguaje del anarquismo argentino (1897-1917)", Tesis Doctoral, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 2009;         [ Links ] Luciana Anapios, "El movimiento anarquista en Buenos Aires durante el período de entreguerras", Tesis de Doctorado, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2012 y Martí         [ Links ]n Albornoz, "Caleidoscopio de palabras. Las reuniones de controversia entre anarquistas y socialistas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX" en Sociedad, Facultad de Ciencias Sociales / Prometeo, núm. 28, Primavera 2009.         [ Links ]

4 Los trabajos de Osvaldo Bayer han colaborado en la naturalización de la violencia en el anarquismo, especialmente en el tratamiento de la figura de Severino Di Giovanni. Osvaldo Bayer, Los anarquistas expropiadores, Buenos Aires, Legasa, 1986 y Severino Di Giovanni.         [ Links ] El idealista de la violencia, Buenos Aires, Planeta, 1998.         [ Links ]

5 Por mencionar sólo un aspecto de esta violencia cotidiana, en el análisis de las prácticas políticas del radicalismo en el poder Virginia Persello ha llamado la atención sobre la violencia que permeaba las elecciones y David Rock reconstruyó episodios en los que bandos rivales del partido se enfrentaron con bombas y armas. Ana Virginia Persello, Historia del radicalismo, Buenos Aires, Edhasa, 2007 y David Rock,         [ Links ] El radicalismo argentino, 1890-1930, Buenos Aires, Amorrortu, 1977.         [ Links ]

6 Se retoma aquí la propuesta de Lila Caimari de inyectar tensión a un período que ha sido analizado como de transformaciones profundas pero calladas y tranquilas y atender "a esa forma latente de violencia que hay allí donde la inestabilidad del ascenso y descenso, del triunfo y la frustración, es un rasgo dominante." Lila Caimari, Mientras la ciudad duerme. Pistoleros, policías y periodistas, 1920-1945, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2012, p. 15.         [ Links ]

7 Un análisis del avance del partido Comunista en los lugares de trabajo se encuentra en Hernán Camarero, A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina, 1920-1935, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007.         [ Links ] Para un análisis de las transformaciones entre Estado, sindicatos y empresarios ver Joel Horowitz, Los sindicatos, el Estado y el surgimiento de Perón, 1930-1946, Buenos Aires, Eduntref, 2004 y Ricardo Falcó         [ Links ]n y Alejandra Monserrat, "Estado, empresas, trabajadores y sindicatos", en Falcón, Ricardo (Dir.), Democracia, conflicto social y renovación de ideas (1916-1930), Nueva Historia Argentina, Tomo VI, Buenos Aires, Sudamericana, 2000.         [ Links ]

8 Eric Hobsbawm ha llamado la atención sobre las oportunidades que el tranvía proporciona en las manifestaciones populares urbanas en el apartado "Ciudades e insurrecciones", Revolucionarios, Barcelona, Crítica, 1973.         [ Links ]

9 Para un análisis de los conflictos entre ambas corrientes ver Luciana Anapios, "Debates y conflictos internos en el anarquismo argentino durante la entreguerras", Tesis de Maestría, Instituto de Altos Estudios Sociales IDAES, Universidad Nacional de San Martín. 2009.         [ Links ]

10 El Orden, jueves 7 de junio de 1928, p.1

11 "Universalmente continúan las demostraciones por Sacco y Vanzetti", La Razón, 9 de agosto de 1927, p. 1.

12 Este tema ha sido analizado por Juan Suriano y Luciana Anapios, "Anarquistas en las calles de Buenos Aires 1890-1930", en Mirta Zaida Lobato (Comp.), Buenos Aires. Manifestaciones, fiestas y rituales en el siglo XX, Buenos Aires, Biblos, 2011.         [ Links ]

13 Sobre la permanencia de las identidades étnicas en la sociedad argentina y particularmente el caso de la inmigración italiana ver Fernando Devoto y Hernán Otero, "Veinte años después. Una lectura sobre el crisol de razas, el pluralismo cultural y la historia nacional en la historiografía Argentina", en Estudios Migratorios Latinoamericanos, Año XVII, núm. 50, 2003 y Fernando Devoto y Gianfausto Rosoli (Comp.         [ Links ]), La inmigración italiana en la Argentina, Buenos Aires, Biblos, 1985

14 Lila Caimari analiza este aspectos en el capítulo 1 "Pistoleros", en Mientras la ciudad duerme, Op. Cit.

15 Ver Uri Eisenzweig, Ficciones del anarquismo. México, Fondo de Cultura Económica, 2004 y James Joll,         [ Links ] Los anarquistas, Barcelona, Grijalbo, 1972,         [ Links ] especialmente la tercera parte "Terrorismo y propaganda por la acción".

16 El monumento a G. Washington fue un obsequio del gobierno de Estados Unidos al gobierno argentino con motivo de los festejos del centenario de la revolución de mayo.

17 Ver La Nación de los días 17 al 19 de mayo. "Al pie del monumento a Washington y en una casa de comercio estallaron anoche dos potentes bombas que causaron prejuicios", La Prensa, 23 de julio de 1927, p.14

18 "Se han perpetrado actos terroristas en esta ciudad como actos de protesta contra la condena a Sacco y Vanzetti", La Razón, 23 de julio de 1927, p.2 y La Prensa, p.14.

19 "Serán puestos a disposición los sospechosos de culpabilidad en los atentados ocurridos el viernes", La Nación, 26 de julio de 1927, p.7

20 La Prensa, Op. Cit.

21 La Prensa, Op. Cit.

22 "La ineficacia de la policía de investigaciones", La Prensa, 24 de julio de 1927. Destacado en el original.

23 La figura del policía débil es recurrente en la prensa comercial durante los años veinte. En la década del treinta esta figura será invertida exitosamente a partir de una campaña de opinión pública llevada a cabo por la propia policía en la prensa. Ver Lila Caimari, Mientras la ciudad duerme..., Op. Cit.

24 "La bomba de anoche produjo terribles efectos en el tranquilo sueño de la población de Buenos Aires", Crítica, 17 de agosto de 1927, p.4.

25 "En el balcón del domicilio del Jefe de Investigaciones fue colocada anoche una bomba que al hacer explosión ocasionó grandes destrozos en la propiedad", La Nación, 17 de agosto de 1927, p.7.

26 "En el balcón de la casa particular del jefe de investigaciones de la policía estalló una bomba", La Prensa, 17 de agosto de 1927, p.16.

27 "Ningún indicio hay respecto al atentado terrorista cometido en el domicilio del jefe de investigaciones", La Razón, 17 de agosto de 1927, p. 2.

28 La apelación a este término para referirse a los atentados anarquistas fue un recurso que utilizaron tanto el periódico anarquista La Protesta como La Nación o La Prensa y La Razón, con excepción de Crítica.

29 La crónica relata cómo el cabo Travini amenazó al conductor de un vehículo con que "le iba a hacer saltar la tapa de los sesos" si no perseguía a los delincuentes en su huída", en La Nación, "En pleno día fue perpetrado ayer un audaz asalto en la explanada de acceso al Hospital Rawson", 4 de octubre de 1927, p.4

30 Se trató de Magda Angélica Villar, de 19 años y Manuel Taboada. Contra lo que describe Osvaldo Bayer, quien sostiene que era un empleado del Banco y que era el único que quedaba en el establecimiento cuando estalló la bomba, la prensa consultada sostiene Manuel Taboada, era un trabajador cuantapropista, vendedor ambulante de vinos y golosinas que concurría asiduamente a los comercios de la zona del microcentro a vender sus productos. Ver Severino Di Giovanni..., Op. Cit.

31 "Crónica de la represión policial", La Antorcha, 6 de enero de 1928. Horacio Badaraco fue finalmente condenado en enero de 1928 por apología del crimen por un artículo publicado en La Antorcha en junio de 1926 con el título "Dos perfiles heroicos del anarquismo argentino: Wilckens y Radowitzky". Ver "Apología y reivindicación de nuestros héroes y sus hechos", La Antorcha, 20 de enero de 1928.

32 Diego Abad de Santillán, Memorias. 1897-1936, Madrid, Ed. Espejo de España, 1978.         [ Links ]

33 "Estallaron dos terribles bombas en dos bancos norteamericanos", Crítica, 24 de diciembre de 1927, p.1; "Una bomba colocada ayer antes de mediodía en el interior del National City Bank hirió a 23 personas y causó daños materiales", La Nación, 25 de diciembre de 1927, p.8.Abad de Santillán, Memorias. 1897-1936, Madrid, Ed. Espejo de España, 1978.

34 "Las víctimas", Crítica, 24 de diciembre de 1927, p.3.

35 La Nación, Op. Cit.

36 Beatriz Sarlo, La imaginación técnica. Sueños modernos de la cultura argentina, Buenos Aires, Nueva Visión, 1997, p. 11;         [ Links ] Sylvia Saítta, El escritor en el bosque de ladrillos. Una biografía de Roberto Arlt, Buenos Aires, Debolsillo, 2000.         [ Links ]

37 "Prohibición de mitines", La Nación, 25 de diciembre de 1927, p. 9.

38 "La policía no ha podido descubrir a los autores de los atentados", Crítica, 25 de diciembre de 1927, p.1.

39 Cabe destacar que Osvaldo Bayer parece insertarse en el debate interno del anarquismo al sostener que las víctimas del atentado eran fascistas. Osvaldo Bayer, Severino Di Giovanni... Op. Cit., p. 105.

40 "En el Consulado Italiano estalló esta mañana una bomba", Crítica, 23 de mayo de 1928, p.1.

41 La Nación y Crítica cubren la crónica. Ver 23 al 25 de mayo de 1928.

42 "El grave atentado cometido contra el consulado de Italia preocupa incesantemente a las autoridades", La Nación, 25 de mayo de 1928, p. 12.

43 "Ayer Crítica agotó sus ediciones: 373.581 ejemplares", Crítica, 24 de mayo de 1928, p.1

44 Este episodio ocurrió poco después de que los españoles Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso y Gregorio Jover Cortés pasaran por Buenos Aires y varias investigaciones han demostrado los vínculos con los grupos que llevaban adelante la propaganda por el hecho en el Río de la Plata. Resulta un aporte la biografía de Buenaventura Durruti realizada por Abel Paz, especialmente el Capítulo XI, "Guerrilleros en Sudamérica", en Durruti en la revolución española, Madrid, Fundación de estudios libertarios de Anselmo Lorenzo, 1996;         [ Links ] Hans Magnus Enzensberger, El corto verano de la anarquía. Vida y muerte de Durruti, Barcelona, Anagrama, 1998.         [ Links ]

45 Sobre el asalto a la Casa de cambios Messina vale mencionar el trabajo de Fernando O`Neill Cuesta, Anarquistas de acción en Montevideo, Editorial Recortes, 1993.         [ Links ] El caso dio lugar a una película sobre el tema Ácratas, editada en 2000, de Virginia Martínez.

46 "A tres pagadores de una fábrica les fueron arrebatados 19.800 pesos", La Nación, 6 de febrero de 1929, p.1.

47 "Violencia sospechosa", La Protesta, 29 de diciembre de 1927 y "El anarquismo y las bombas. Una leyenda policial y periodística que debemos combatir con toda energía en defensa de nuestro movimiento", 26 de mayo de 1928.

48 En realidad varias fuentes coinciden en señalar que Severino Di Giovanni lo planificó junto a Miguel Arcángel Roscigna y que fue este último, junto con Paulino Scarfó quien lo llevó a cabo. Ver Horacio Tarcus (Director), Diccionario Biográfico de la Izquierda Argentina. De los anarquistas a la "nueva izquierda" (1870-1976), Buenos Aires, Emecé, 2007 y Osvaldo Bayer,         [ Links ] Op. Cit.

49 "Los autores del alevoso atentado de anteayer no han sido detenidos", La Nación, 24 de octubre de 1929, p.16.

50 La categoría "bandidaje político" pertenece a Eduardo González Calleja, "Cuando mataban por las calles. Los años del pistolerismo en Barcelona (1916-1923), en El máuser y el sufragio. Orden público, subversión y violencia política en la crisis de la Restauración (1917-1931) , Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1999.         [ Links ]

51 Denunciaron puntualmente a Severino Di Giovanni y Paulino Scarfó. Ver "Un atentado terrorista", La Protesta, 29 de diciembre de 1927, p.1

52 "Los muertos hablan", La Antorcha, 6 de enero de 1928.

53 Entre otras esto aparece en Jacinto Cimazo, Recuerdos de un libertario, Buenos Aires, Ed. Reconstruir, 1995;         [ Links ] Eduardo Colombo, Los desconocidos y los olvidados. Historias y recuerdos del anarquismo en la argentina, Montevideo, Norman Comunidad, 1999;         [ Links ] Humberto Correale, Entrevista realizada por Daniel James, Mimeo; Laureano Riera Díaz, Memorias de un luchador social, Tomo I y II Buenos Aires, 1979.         [ Links ]

54 Rafael Núñez Florencio sostiene que esta fue una de las características distintivas que tomó la propaganda por el hecho en Italia. El terrorismo anarquista, 1888-1909, Madrid, Siglo XXI, 1983.         [ Links ]

55 Severino di Giovanni fue detenido en varias ocasiones. La última de ellas en enero de 1931, durante la Dictadura de Uriburu. Se lo acusó por la muerte de una niña y un agente de la policía durante una persecución y fue condenado a pena de muerte por un tribunal militar. Lo fusilaron en la Penitenciaría Nacional en la ciudad de Buenos Aires, el 1 de febrero de 1931.

56 En Europa los primeros apoyos al uso de la violencia individual se produjeron a partir de la derrota de la Comuna de Paris y la pérdida de peso y división de la Internacional. El aliento a las iniciativas individuales o de pequeños grupos estuvo estrechamente vinculado a la pérdida de confianza en la acción de masas.

57 Rafael Núñez Florencio, Op. Cit, p. 10.

58 Rafael Núñez Florencio, El terrorismo anarquista, Op. Cit. p. 178. Ver también James Joll, Los anarquistas, Op. Cit. La definición abarcadora de la propaganda por el hecho corresponde a José Álvarez Junco, La ideología política del anarquismo español, Madrid, Siglo XXI, 1976, p. 494.         [ Links ]

59 Pablo Ansolabehere analiza las representaciones del anarquismo en la literatura popular en el período 1890-1920. Reconstruye las referencias al anarquista como delincuente teniendo en cuenta los componentes internacionales y locales en esta construcción. Pablo Ansolabehere, Literatura y anarquismo en Argentina (1879-1919), Buenos Aires, Beatriz Viterbo Editora, 2011.         [ Links ]

60 Martín Albornoz, "Un estado anormal del espíritu: representaciones y figuraciones del anarquismo a partir del atentado contra el presidente Quintana el 11 de agosto de 1905”, ponencia presentada en Fuera de la ley. Jornadas de discusión sobre delito, policía y justicia en perspectiva histórica (siglos XIX y XX), Universidad de San Andrés, Buenos Aires, junio de 2009.         [ Links ]

61 Eduardo Gilimón, Los atentados anarquistas, Buenos Aires, Fueyo Editor, 1907, p. 13.         [ Links ]

62 Ibídem., p.17.

63 El 4 de agosto de 1924 un grupo de hombres vinculados a La Protesta y la FORA atacaron el local de la imprenta del periódico Pampa Libre, en General Pico, La Pampa. Este episodio representó un antes y un después en la historia del movimiento anarquista. Para un análisis de este episodio ver Luciana Anapios, "Compañeros, adversarios y enemigos. Conflictos internos en el anarquismo argentino en la década del veinte", Entrepasados, Año XVI, núm. 32, fines de 2007.         [ Links ]

64 Luiggi Fabbri, Influencias burguesas en el anarquismo, Paris, Ed. Solidaridad Obrera, 1959;         [ Links ] Gastón Leval, Violencia y anarquismo, Ediciones de Ideas, 1925.         [ Links ]

65 Una de las acciones violentas que dificultaban establecer un posicionamiento de todo el movimiento eran para Fabbri los atentados individuales contra jefes de estado y representantes de la clase dominante.

66 Ibídem., p. 12.

67 Ibídem., p. 17. Émile Henry fue el autor de la bomba en el Café Terminus de Paris que en 1894 produjo un muerto y veinte heridos. Polemizó duramente con Errico Maltesta en tono a la violencia. Ver la polémica en Rafael Núñez Florencio. Op. Cit., p. 179; Jean Maitron, Ravachol y los anarquistas, Madrid, Huerga y Fierro Editores, 2003.         [ Links ]

68 "Definiendo actitudes. Peligrosas desviaciones del caso Sacco Y Vanzetti", La Protesta, 31 de agosto de 1927, p .1.

69 La Antorcha, 22 de agosto de 1927; la cita del texto corresponde a "Dos bombas: dos símbolos", 4 de agosto de 1927, p.1.

70 "Los muertos hablan", La Antorcha, 6 de enero de 1928, p. 1.

71 "Para Nosotros", La Antorcha, 16 de septiembre de 1927, p. 1.

72 "Anarquismo y violencia", La Antorcha 11 de febrero de 1928.

73 Ibídem

74 En el atentado a Varela, Kurt Wilckens resultó herido por la detonación de la bomba como consecuencia de haber tardado en arrojarla para evitar que la hija del coronel fuera herida.

75 La categoría pertenece a Rafael Núñez Florencio, Op. Cit. Ver específicamente el Capítulo VI, "Ensayo de una tipología del terrorista", pp. 127-164.

76 Ibídem., p. 128.

77 Si Radowitzky y Wilckens fueron los casos locales paradigmáticos del "mártir de la idea", los referentes europeos no eran menores a la hora de comparar estas acciones y contraponerlas con algunas que generaban debate. Los atentados de Paulino Pallás contra el General Martínez Campos; Michele Angiolillo, contra el presidente Cánovas y Joaquín Miguel Artal contra Maura, en España, fueron las figuras a las que se recurría en el debate local entre defensores y opositores de la propaganda por el hecho.

78 "Un atentado terrorista", La Protesta, 29 de diciembre de 1927, p.1.

79 La Protesta, 26 de mayo de 1928, p.1

80 Para una reconstrucción de las principales fuerzas de las izquierdas en la segunda mitad de los años veinte, sus debates y desafíos, ver las referencias de la nota a pié número 7 junto con Juan Carlos Portantiero, "El debate en la socialdemocracia europea y el Partido Socialista en la década de 1930", en Hernán Camarero y Carlos Miguel Herrera (Comp.), El Partido Socialista en la Argentina. Sociedad, política e ideas a través de un siglo, Buenos Aires, Prometeo, 2005.         [ Links ]

81 Ilana Martínez, "Por la vuelta a Marx. El ala izquierda del Partido Socialista Argentino, 1929-1935", Tesis de Maestría, IDAES, Universidad Nacional de San Martín, 2012.         [ Links ]

82 Esto sostiene Ricardo Falcón para el año 1928 en "Militantes, intelectuales e ideas políticas", en Ricardo Falcón, Democracia... Op. Cit., p. 323.

83 "La Cosecha", La Antorcha, 26 de mayo de 1928.

84 "En torno a un atentado", La Antorcha, 9 de septiembre de 1928, p. 1.

85 "Anarquistas y delincuentes. Hablando claro", La Antorcha, 26 de enero de 1929, p. 3.

86 "Terrorismo", La Protesta, 25 de mayo de 1928; "En torno a la violencia", 19 de agosto de 1928.

87 "Terrorismo", La Protesta, 25 de mayo de 1928; "En torno a la violencia", 19 de agosto de 1928.

88 Ibídem.

89 "El anarquismo y las bombas", La Protesta, 26 de mayo de 1928.

90 "Escuela de violencia", La Protesta, 26 de mayo de 1928.

91 "Problemas del anarquismo. La cuestión moral", La Protesta, 7 de abril de 1929.

92 Ver "Encuesta: el anarquismo y la delincuencia", La Protesta, 6 de abril de 1929, p. 1.

93 Ver, entre otros, "El anarquismo y la delincuencia. Respuesta a una encuesta" La Protesta, 9 de abril de 1929, p .2.

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