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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versión impresa ISSN 0524-9767

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.39 Buenos Aires dic. 2013

 

RESEÑAS

José Luis Moreno, Un asilo para los pobres. Los mendigos y sus historias de vida (Buenos Aires a mediados del siglo XIX). Rosario, Prohistoria Ediciones, 2012. 11+124 páginas

 

Ignacio Sánchez

Universidad Nacional de Tucumán / Instituto de Investigaciones Históricas "Manuel García Soriano", Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino

María Elena Barral

Instituto Ravignani/CONICET - Universidad Nacional de Luján

El señor Don Juan de Robles,
Con bondadez sin igual,
Ha donado un hospital,
Pero antes hizo los pobres.

Desde el anonimato, este antiguo refrán español pone a prueba su actualidad en boca de quien lo recita. La caridad, nos advierte, muestra un costado paradójico si exhibimos algunas relaciones veladas por el tiempo entre quien da y quien recibe una donación. Hurgar en el pasado de las personas involucradas en asistir a los pobres puede resultar una forma de dar cuenta de las relaciones sociales que hacen posible esa práctica asimétrica. Pero el hecho cobra nuevos sentidos si conseguimos también adentramos en las historias de los receptores de tales favores. Esta es la puerta que nos abre el libro en cuestión.

Un asilo para los pobres estudia una respuesta histórica a la pregunta ¿qué hacer con los pobres? Una respuesta específica, tal como se la formuló en 1858 desde Buenos Aires con la creación del Asilo de Mendigos. A lo largo de cinco capítulos, un epílogo -que incluye un revelador "Después del epílogo"- y un anexo documental, el relato entrelaza la historia de una iniciativa institucional -y sus vaivenes- y la historia de los mendigos y mendigas que habitaban el Asilo.

José Luis Moreno realiza su trabajo a partir de una fuente que podemos considerar excepcional, y que con gran generosidad ha decidido transcribir en el Anexo. Son casi doscientas breves -e incompletas- biografías de mendigos y mendigas que residieron en el Asilo. El hallazgo es tanto más afortunado en cuanto esta original contribución del autor se suma a un recorrido propio dentro del dominio de la historia de la beneficencia institucionalizada . Moreno se ha preguntado una y otra vez sobre estos problemas desde el análisis de distintos tipos de fuentes (censos, registros parroquiales, entre otras) y esto también queda de manifiesto en el exhaustivo estudio realizado a partir de los sintéticos registros biográficos que llegaron a sus manos.

En su aproximación más global, el libro nos permite reflexionar sobre las transformaciones de la idea de la pobreza, de la caridad y de la beneficencia en un tiempo extenso (los planteamientos generales en el capítulo I: "Pobres, pobreza y memoria"). A su vez, se reconstruyen las disputas institucionales e ideológicas en torno a la organización de la caridad, la intervención de la Masonería -y de sus propias creencias frente a la pobreza- y puede advertirse la presencia de una Iglesia que experimentaba en aquellos años una nueva recomposición (capítulo II: "La creación del asilo y sus vicisitudes").

En el libro se despliegan procedimientos de análisis cuantitativos y cualitativos. El primer tipo de análisis nos permite conocer las características generales del grupo de mendigos y mendigas del Asilo en el inicio de esta experiencia institucional y su estructura demográfica (capítulo III, "Las características de los huéspedes: blancos y negros"). Entre sus principales rasgos resaltan la importante presencia de los extranjeros, de los afrodescendientes y el impacto de las guerras de las primeras décadas del siglo XIX en buena parte de los asilados (capítulo IV, "Las historias de la vida en boca de los asilados y en la letra de los empleados del Asilo").

Pero es el acercamiento cualitativo el que repone de modo aún más potente la densidad del drama de estas historias a partir de las cuales es posible construir microbiografías, reconstruir microcosmos y descubrir singularidades que iluminan algunos trazos de la historia de fines del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX (Capítulo V: "Representaciones simbólicas de los individuos y sus familias").

En esta respuesta históricamente situada frente a la pobreza es posible ver la fusión y readaptación de instituciones e ideologías antiguas y modernas en nuevas y creativas combinaciones: la caridad cristiana de orden individual, la filantropía y sus principios laicos y la asistencia ejercida por los poderes públicos. Desde su fundación el Asilo es el resultado del cruce de iniciativas que podríamos juzgar irreconciliables entre sí, si experiencias como esta no demostraran lo contrario. Las asociaciones masónicas fueron pioneras en la nueva puesta en funcionamiento de las instalaciones del antiguo Convento de los Recoletos; consideraron que ésta podía ser una buena oportunidad para desplegar su ideario filantrópico, pero el compromiso que mostraron no llegó al punto de afectar sus recursos económicos en el reacondicionamiento edilicio, prefiriendo para ello apelar al financiamiento municipal. Si el Consejo Deliberante accedió al pedido, rechazó la composición de la Comisión Directiva que los masones pretendían reservarse, abriendo con ello la participación en cargos directivos a integrantes afines al gobierno municipal y a sectores católicos dispuestos a ejercer su influencia. De este modo, el armado institucional resulta un verdadero ensamble de actores en pugna; y así se evidenció en sus dos fechas de fundación. La flamante institución se pone en marcha con el sustento estatal, pero al cabo de un tiempo comenzará a depender en forma creciente de cuantiosas donaciones individuales, propias de la tradicional caridad cristiana que continuaron ejerciendo los nuevos ricos. En esta experiencia institucional podemos ver al Estado avanzar asumiendo nuevas funciones, pero en modo alguno aplacar la iniciativa de otras instituciones o asociaciones con las que mantiene una fuerte dependencia aun cuando su convivencia se encuentre cargada de tensiones.

Un asilo para los pobres constituye, por otra parte, un gran aporte para la historia popular y de algún modo desmiente la idea según la cual la reintegración de las clases populares a la explicación histórica sólo es posible bajo el epígrafe del número y de las aproximaciones cuantitativas, que es lo mismo que decir que las clases subalternas se encuentran condenadas al silencio. En contraste, las microbiografías de los primeros mendigos y las mendigas permiten considerar sus historias individuales y las historias colectivas de los diversos grupos de los cuales formaban parte. Ellas permiten explicar, además, la "gran historia". Así, sus vidas están presentes, por ejemplo, en las campañas militares a Chile, Perú y Paraguay, bajo las órdenes de San Martín, Las Heras o Belgrano; en la guerra con Brasil o en los conflictos políticos del rosismo. Este libro pone de manifiesto que su intervención en ese tipo de acontecimientos político-militares no parece haberles asegurado futuros prósperos. Sus historias, sintetizadas de un modo muy parcial en los registros del Asilo, permiten también restituir los momentos más activos de sus vidas y, al mismo tiempo, considerar el aspecto menos glorioso de las gestas colectivas, lo que ellas dejaron en el camino...

José Luis Moreno se detiene en este aspecto y describe a los sobrevivientes de las guerras (casi la mitad de los mendigos varones). Ellos componen: "Una fotografía desgarradora. Hombres cuyas heridas físicas y mentales no han cicatrizado, inválidos, enfermos e impedidos de valerse por sus propios medios, desahuciados, muchas veces solos y aislados a pesar de tener algún familiar o familia entera. El tono de los relatos no es heroico ni glorioso, en su mayoría no eligieron la vida militar, eran civiles de las más variadas profesiones y orígenes".

Un asilo para los pobres señala desde el comienzo las dificultades que atraviesan el tratamiento del tema de la pobreza, y señala las reacciones más habituales frente a la misma: la negación y el rechazo. Y al mismo tiempo que reconstruye una experiencia precisa en relación con la pobreza y la mendicidad, también representa una búsqueda: para comprenderla, para reconstruir las condiciones históricas de su existencia y de su rechazo. Así, se trata de una búsqueda donde se ponen en juego rigurosos procedimientos de análisis y también una notable sensibilidad. Y un compromiso. Por eso le dedica la página final ("Después del epílogo") a la situación actual de los pobres en la ciudad de Buenos Aires -visibles para todos- y al rechazo de un gobierno que no los quiere ver y los expulsa y abandona dejando a importantes sectores de su ciudadanía en condiciones de inseguridad sanitaria, educacional y habitacional.

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