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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versión impresa ISSN 0524-9767

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.40 Buenos Aires jun. 2014

 

RESEÑAS

Ignacio Zubizarreta, Los Unitarios. Faccionalismo, prácticas, construcción identitaria y vínculos de una agrupación política decimonónica, 1820-1852. Stuttgart, Hans-Dieter Heinz, 2012. 324 páginas.

Fernando Gómez

CONICET - Universidad de Buenos Aires

Los unitarios constituyeron uno de los agrupamientos políticos clave de la primera mitad del siglo XIX. ¿Quiénes eran los unitarios? ¿Cuándo se conformó la "facción" unitaria? ¿Cómo fueron las relaciones internas del grupo? ¿Cómo forjaron su identidad? Estas son algunas de las preguntas que guían la investigación de Zubizarreta, un trabajo que sin dudas se tornará imprescindible para aquellos que busquen indagar en la historia política de la primera mitad del siglo XIX.

El libro presenta la tesis doctoral del autor, defendida en la Universidad de Berlín en 2011. Desde el comienzo, se deja en claro una serie de premisas que delinearon la investigación, entre las que podemos destacar la utilización de métodos prosopográficos que comprendieron el fichado de 500 sujetos calificados como unitarios. Para ello se tuvo en consideración factores ideológicos, conciencia de pertenencia, participación en "momentos clave" y redes sociales. En términos conceptuales, es trascendente la utilización del concepto de "facción" para referirse a los unitarios. Los riesgos de esta elección son señalados en el prólogo de la obra por Hilda Sábato, quien subraya el peligro de no escapar a la carga peyorativa que tenía el término en la época y la escasa densidad conceptual a pesar de las altas pretensiones explicativas. A nuestro entender, si bien estos señalamientos son válidos, resulta dificultoso encontrar una salida al problema, tal como sucede con otros conceptos problemáticos. Las alternativas epistemológicas se podrían reducir a tres: desatar una discusión interminable sobre los elementos y las particularidades que hacen a una "facción"; dejar de utilizar el concepto; o intentar dotarlo de sentido a partir de un análisis específico. El trabajo de Zubizarreta se podría ubicar sin problemas como un intento de avanzar en esta última dirección, en la medida en que se nutre de las prácticas y los contornos que hacen a la conformación de un espacio político.

El desarrollo de la obra se divide en dos partes bien delimitadas, que cuentan a su vez con dos capítulos cada una. La primera parte sigue un orden cronológico, comenzando en 1820, cuando nace para el autor el movimiento faccioso, y finalizando en 1852 con la caída del rosismo. En el primer capítulo se aborda la génesis de la "facción" unitaria, su ascenso al poder y su declive el exilio. Zubizarreta desagrega los inicios en tres períodos. El primero, calificado como la "etapa rivadaviana", cobra especial magnitud en el Congreso convocado en 1824 y está signado por un amplio predominio civil en la dirección de la "facción". Luego, un período presidencialista en los año 1826 y 1827, con un liderazgo personalizado y una agudización de las prácticas facciosas en el marco del enrarecimiento que supuso la guerra con el Brasil. Finalmente, una fase de inestabilidad entre los años 1829 y 1831, donde los hombres de armas son preponderantes.

Tal como indica el autor, la conformación de la "facción" tuvo instancias precisas, como fueron las discusiones en la Sala de Representantes en los inicios de la década de 1820 o el mencionado Congreso de 1824. Sin embargo, los desacuerdos internos están presentes en numerosas ocasiones, a punto tal que no duda en proponer pensar a los unitarios como un conjunto de facciones pequeñas. Las alianzas con otros espacios políticos son otro tema complejo; la reticencia que se observa en un comienzo va trastocándose en el período de exilio. La lucha contra el rosismo estuvo marcada por un abanico de experiencias y actividades que el autor recupera con precisión: desde las campañas militares encabezadas por Lavalle, Paz y Lamadrid, hasta el accionar de las logias con sus diferentes artilugios para reunir información y en algunos momentos clave desatar una guerra de opinión. Estas acciones fueron planificadas junto a diversos sectores con quienes se compartía el enemigo en común. Zubizarreta destaca los vínculos reticentes con los federales opositores al rosismo, y los contactos más fluidos con aquellos que pasaron a la historia como la Generación del '37. De este modo, si la calificación de "unitario" era utilizada por el gobierno de Rosas para englobar a sus enemigos, lo cierto era que la "facción" ocupaba un lugar más en el espectro de opositores.

En la segunda parte se analizan con detenimiento las formas de construcción identitaria, las prácticas políticas desplegadas, los liderazgos en el poder y en el exilio y las divergencias internas dentro del grupo. Dentro de estas últimas, Zubizarreta destaca las diferencias entre militares e intelectuales, a las que suma la distancia entre los unitarios porteños y los provincianos. Especial interés del autor merecen las relaciones de los unitarios con los sectores subalternos y el lenguaje político de la época. En cuanto a las primeras, el autor revisa la historiografía tradicional matizando la esquemática visión que los ubicaba como enemigos de estos sectores. De todos modos, finalmente señala que la tendencia global alejaba a los unitarios de las preferencias del bajo pueblo. Por otro lado, el análisis del lenguaje político demuestra cabalmente cómo federales y unitarios compartían formatos similares de agresiones mutuas.

En el último capítulo, Zubizarreta se aboca al análisis prosopográfico y distingue tres generaciones de unitarios. La primera estaría compuesta por aquellos que habían nacido antes de 1790, habían participado del proceso de independencia y tenían en general un alto nivel de instrucción. La segunda comprendería a quienes nacieron entre 1790 y 1810 y habrían seguido la "carrera de la Revolución", involucrándose además en la guerra contra el Brasil. Finalmente, la tercera estaba conformada por los nacidos con posterioridad a 1810, y su accionar estuvo marcado por el enfrentamiento con el rosismo.

Antes de terminar marcaremos una observación crítica sobre la obra. Hace más de dos décadas Pierre Bourdieu escribió un artículo atacando duramente a quienes se dedicaban al estudio biográfico. "La ilusión biográfica", tal el título de dicho artículo, dejaba sentadas, entre otras cosas, el problema que atravesaba el biógrafo en el intento de dar una coherencia interpretativa a la vida del biografiado, estableciendo un propósito global, seleccionando acontecimientos y conectándolos a punto tal de convertirse en ideólogo de la vida narrada.1 En términos globales Zubizarreta parece haber salido airoso de este problema, sobretodo porque el análisis propuesto trasciende la biografía y analiza una multiplicidad de trayectorias. Sin embargo, en algunos pasajes, cuando se intenta definir los puntos comunes de los unitarios, parece haber caído en la escabrosa tarea de otorgar coherencia a situaciones, pensamientos y acciones. Es probable que esto suceda porque, a nuestro juicio, Zubizarreta ha sido seducido por su objeto de estudio, transitando el peligroso camino que supone la complacencia identificatoria. Así, no es difícil detectar numerosas adjetivaciones con cargas valorativas sobre las que un semiólogo llamaría la atención. Siguiendo la misma lógica, encontramos que la participación de los sectores subalternos en la política de la época es entendida con simpleza, de forma tal que cuando los unitarios intentan llegar a la población de la campaña de Buenos Aires mediante el periódico El Grito Argentino, lo hacen para "manipular impulsos primarios: la vergüenza, la valentía, el amor propio u orgullo, el arrojo, la afrenta, la cólera, la moral..." (p. 93). En igual sentido encontramos que Zubizarreta conoce la discusión historiográfica sobre el tema, pero termina señalando que las prácticas políticas de la campaña estaban "basadas en la lógica de autoridad que emanaba de la relación patrón-cliente" (p. 162).

Hace tiempo asumimos que todo historiador interroga al pasado en base a las preocupaciones del presente. En la obra analizada, las inquietudes políticas del autor emergen cuando plantea que nuestro país sufre una problemática ante la escasa "institucionalización del sistema de partidos", correlato de una debilidad institucional más amplia. A nuestro entender estas inquietudes se vuelven un obstáculo para el análisis histórico cuando se tornan un "deber ser" de la política que incluye la elección racional de los ciudadanos en torno a programas políticos claros y delimitados y una institucionalidad sumamente consolidada. De este modo el análisis parece estar destinado a explicar por qué no se siguió el camino trazado, asumiendo implícitamente que una convivencia pacífica y democrática entre los actores políticos era posible y deseable en la época.

Más allá de los señalamientos apuntados la obra es un expresión genuina de la vitalidad que goza la "nueva historia política" en la historiografía argentina desde hace ya un par de décadas.

Notas

1 Pierre Bourdieu, Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción, Barcelona, Anagrama, 1997, pp. 75-76.         [ Links ]

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