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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versión impresa ISSN 0524-9767

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.40 Buenos Aires jun. 2014

 

RESEÑAS

Daniel Santilli, Quilmes: Una historia social. I. Desde la reducción hasta la caída del rosismo. La historia vista desde los pobres. Prólogo de Jorge Gelman. Buenos Aires, El Monje Editor, Colección Nuestra Historia, 2012. 210 páginas.

Roxana Boixadós

Universidad de Buenos Aires / Universidad Nacional de Quilmes / CONICET

Quilmes evoca con su nombre la historia de sus lejanos orígenes coloniales, ligado al pueblo de los Valles Calchaquíes cuyos habitantes fueron vencidos por los españoles después de haber resistido más de un siglo, y varios días un penoso asedio. El pacto entre el gobernador Alonso de Mercado y Villacorta -quien por segunda vez gobernaba el Tucumán hacia 1667- y la Real Audiencia de Buenos Aires, había garantizado los aportes económicos para realizar las últimas campañas de pacificación contra los rebeldes calchaquíes a cambio de recibir mano de obra que una vez conquistada pudiera suplir las demandas de trabajo y servicio de la ciudad. Lo propio hicieron otros vecinos y encomenderos del Tucumán, dando en conjunto el soporte para efectivizar el armado y avituallamiento de los tercios que finalmente entraron al sector sur del valle y doblegaron a los que aún defendían su autonomía. Este financiamiento mixto de las campañas militares -entre varios privados y del estado colonial- explica el desmembramiento de los vencidos en grupos compuestos por números variables de familias, y su traslado donde residían los aportantes. Los quilme (o kilme) padecieron la fragmentación y dispersión entre encomenderos de las jurisdicciones de San Miguel de Tucumán, La Rioja, Catamarca, Córdoba y Buenos Aires.

Así, alrededor de 400 personas fueron instaladas en las inmediaciones de esta ciudad puerto (apenas una aldea) y cuya vecindad demandaba brazos para sostener los trajines de su urbanidad. Constituidos como encomienda real (o en Cabeza del Rey), la "mita de plaza" -turnos de trabajo en la ciudad que el cabildo organizaba- fue la primera obligación de trabajo impuesta a los hombres entre 18 y 50 años, a poco de ser instalados en la consagrada Reducción de Santa Cruz de la Exaltación de los Quilmes. La construcción de la iglesia y de sus propios "ranchos", el arreglo de sementeras y la cría de ganado marcaron algunas de las nuevas condiciones a las que las familias kilme debieron adaptarse, en un medio completamente distinto al valliserrano.

La reconstrucción de la historia local -de la ciudad y del Partido de Quilmes, el cual poseía dimensiones mucho mayores a las actuales- fue tema de trabajos pioneros como la de Guillermina Sors -quien recuperó valiosas fuentes inéditas de comienzos del siglo XVIII en Quilmes colonia, de 1937-, y el clásico estudio de José A. Craviotto, Historia de Quilmes, de 1967, así como de otros estudios puntuales que se abocaron a aspectos específicos de la etapa reduccional o posteriores. En este contexto de producciones dispersas y con diferentes objetivos, los trabajos de investigación de Daniel Santilli se destacan por abordar la etapa menos conocida y, justamente, aquella que orientará el rumbo en la identidad de Quilmes desde el formato de reducción indígena -pasando por la transición de la colonia a la temprana república- al pueblo y su distrito, compuesto por familias de campesinos mestizos, criollos y migrantes de otras provincias que sostuvieron el control sobre pequeñas propiedades hasta la caída del gobierno de Rosas.

Son al menos 10 los trabajos de investigación académica que desde el año 2000 muestran la constante preocupación de Santilli por analizar las múltiples facetas de este proceso de cambio donde la historia social dialoga permanentemente con la historia política, con la económica, la demográfica y con la historia de la familia. Su tesis doctoral (Desde abajo y desde arriba. La construcción de un nuevo ordenamiento social entre la colonia y el rosismo. Quilmes 1780-1840; 2008, inédita), expresa ya en el título la primacía de la historia social sobre el conjunto de perspectivas, centrando la atención en la gente común, en el proceso de formación de una sociedad rural en crecimiento en la periferia de Buenos Aires. Sin embargo, la investigación contempla igualmente que sus vidas cotidianas estaban atravesadas por los constantes desafíos de preservación y adaptación que respondían a las transformaciones del contexto provincial mayor, no ajeno a su vez a cambios en escala más amplia. Esta dialéctica de perspectivas permite alcanzar una idea de conjunto, donde se aprecia el complejo tramado de los procesos históricos que se precisa desvendar para comprender la historia local.

En el libro Quilmes: una Historia Social. I- Desde la reducción hasta la caída del rosismo. La Historia vista desde los pobres, Daniel Santilli nos ofrece una versión revisada de su tesis doctoral, enriquecida por los avances de trabajos posteriores, en un formato, contenido y redacción accesibles a un público amplio. Los datos y cifras esenciales en una historia que comprende alrededor de sesenta años, los nombres de protagonistas clave, las dinámicas vinculaciones con la historia provincial y nacional, y los acontecimientos más significativos que acercan al lector a las experiencias de vida del pasado, convergen en una propuesta de análisis que busca poner en primer plano la perspectiva de los segmentos sociales frecuentemente silenciados, sin descuidar la incidencia de la conflictiva historia política posterior a la independencia.

Los primeros cuatro capítulos dan cuenta de la diáspora kilme y de su instalación en la reducción, del proceso de adaptación al orden colonial (la creación del cabildo indígena, por ejemplo, como poder paralelo al del cacique), y del impacto producido por dos epidemias sucesivas que diezmaron a la población nativa acabando incluso con la familia en la que recaía el cacicazgo. Al igual que en muchos otros pueblos de indios coloniales, estas crisis se acompasaron con el ingreso de forasteros a las tierras comunales -protegidas de enajenación por leyes reales-, muchas veces a través del matrimonio con mujeres originarias. Al mismo tiempo, la mortalidad registrada en los padrones dio acceso a tierras desocupadas a migrantes de otras jurisdicciones (indígenas, mestizos y criollos), que con el tiempo revitalizaron parcialmente la vida del pueblo, y contribuyeron a poblar el partido de Quilmes.

De la multietnicidad creciente y del mestizaje, al igual que de las formas de vida "desarregladas" de los pobladores, dieron cuenta los curas a mediados del siglo XVIII, quejándose igualmente de la ausencia de autoridades españolas que pusieran orden a tan dispersa feligresía renuente de asistir a los servicios religiosos. Los reclamos de control social obtuvieron respuesta a partir de las reformas borbónicas, con el nombramiento de un comandante militar. Así se impulsó la vigilancia de la extensa costa ribereña tanto de posibles ataques de los portugueses -por entonces controlando Colonia del Sacramento- como del contrabando; se reorganizó la población en la reducción, activándose el cabildo indígena, y se promovió la asistencia a la doctrina. Pero las décadas posteriores mostraron que la campaña que rodeaba la reducción se iba poblando de haciendas ganaderas, cuyos dueños empleaban a los migrantes del interior como mano de obra, y que bajo demandas económicas crecientes presionaban a los pequeños productores independientes que tenían sus parcelas dentro de los límites de la reducción. La tensión entre estas dos formas de dominio de la tierra, su valoración económica, y los sistemas de explotación a ellos asociados, se expresaron a través de pleitos en los que se puso en cuestión al cabildo indígena como institución de gobierno. Los curas impugnaron las elecciones de alcaldes por reconocer que ya "no quedaban indios" descendientes de los antiguos kilme, prestando argumentos a los particulares y funcionarios que sostenían que las tierras de la reducción debían repartirse entre vecinos y pobladores. Los acontecimientos de mayo de 1810 terminaron por crear las condiciones para la disolución de la Reducción, que se produjo en 1812 -bajo el Triunvirato-, pasando las tierras de la reducción de la Corona al Estado. Suprimido el cabildo indígena, se derogó el "privilegio" de usufructo a los pocos indios que quedaban (si bien se los "amparó" en la posesión de sus parcelas), refundándose un pueblo de vecinos sobre el antiguo de comuneros.

Los capítulos cinco a siete avanzan sobre el análisis de la evolución de la familia y la población durante el período estudiado en el partido de Quilmes y en la campaña bonaerense, mostrando los resultados de pacientes investigaciones sobre padrones y censos que dialogan con fluidez con obras de demografía histórica e historia de la familia, marcos de referencia. Como todo espacio abierto a la colonización, el partido de Quilmes y sus aledaños recibieron población de muy diversas procedencias -si bien el autor pudo identificar tendencias migratorias ligadas al litoral, al Alto Perú, Chile y las provincias de Córdoba, Tucumán y San Luis-, en particular hombres atraídos por la demanda de mano de obra para las estancias ganaderas en expansión. Las altas tasas de masculinidad se fueron adecuando a perfiles tradicionales de formación de familias, donde prevalecía el modelo nuclear, detectándose en las fuentes la presencia de "agregados". Como en otras partes, esta categoría alude a situaciones de dependencia y trabajo muchas veces transitorias, en las que familiares, conocidos o migrantes recién llegados se integraban a unidades de producción familiar como mano de obra. El destino de estos agregados en el largo plazo solía ser muy variable y no siempre es posible reconocer su derrotero silencioso en las fuentes; su condición denotaba tanto movilidad como dinamismo en las relaciones de producción y trabajo en el mundo rural, características que décadas después se atribuyeron al gaucho.

La familia en este ámbito es objeto de una detenida observación; el autor repara en la edad promedio de casamiento de las mujeres, en la que tienen su primer hijo y en la que cierran su ciclo reproductivo, comparando censos de distintos momentos para analizar los sentidos de estas decisiones y comportamientos en relación con el ciclo familiar y la subsistencia. Dos aspectos conectados tienen particular interés en este contexto: la disminución del número de hijos por familia y el crecimiento de la población; ambos se relacionan con porcentajes promedio del 20% de ilegitimidad (aunque variables en el tiempo); es decir, de hijos nacidos fuera del matrimonio consagrado por la iglesia, y de hijos naturales, nacidos bajo soltería de los padres. Aunque lo interesante es recorrer junto al autor las posibles interpretaciones de estos datos, los mismos se adecuan a las características generales de la sociedad de frontera donde la presencia de la iglesia y del Estado en la primera mitad del siglo XIX no era uniforme. Por el contrario, y como recuerda Santilli, la primera había perdido como institución cierto espacio de control sobre el sacramento matrimonial (aunque el bautismo de los ilegítimos y naturales expresa religiosidad), mientras que el segundo aún debía avanzar en la creación de un sistema legal propio que reemplazara al del régimen colonial.

Entre tanto, el pueblo de Quilmes se reconstituía con el reparto de solares y de chacras contiguas otorgadas a los antiguos comuneros, a vecinos y pobladores. En su entorno, los censos clasificaron a las unidades familiares en términos de su actividad productiva principal y según su status, origen y bienes, en dos categorías principales: labradores y hacendados. El autor discute estos términos al encontrar que ambos sectores, en proporciones variables, criaban ganado y cultivaban para sí y para el mercado, definiéndolos en conjunto como campesinos con mayor o menor grado de acumulación de bienes.

Los tres últimos capítulos abordan el crecimiento económico y demográfico de Quilmes y su entorno en relación con el contexto de formación del estado de Buenos Aires y las tensiones políticas que prevalecieron desde el período rivadaviano hasta el final del rosismo. Marcando diferencias con otros sectores de la campaña, la valorización de la tierra se inició antes por su productividad y cercanía con el mercado, dejando las zonas más alejadas del partido para la ganadería. Junto a la producción agrícola y ganadera, el comercio era una actividad significativa; la distribución de la riqueza, asequible a partir del análisis censo de 1838, advierte sobre la desigualdad socioeconómica de la población, pero indica una menor distancia entre ricos y pobres en relación con otros partidos. En Quilmes no había grandes terratenientes y aun las familias pobres tenían parcelas en propiedad, en tanto que la riqueza estaba en manos de comerciantes y en los dueños de saladeros próximos al Riachuelo.

Por otro lado, el ejercicio de la ciudadanía a través del voto se extendió gradualmente llegando hacia finales de la década de 1840 al 40% del padrón de votantes -alrededor de quinientos hombres, libres y mayores de 20 años radicados en el partido-, si bien Santilli advierte movilidad en la población y registros poco fiables. Las listas de identificación política ordenadas por el gobernador Rosas y confeccionadas por los Jueces de Paz, que evidencian el avance del control del estado provincial sobre la población, arrojan el 84% de inclinación a la causa federal. A partir de los embargos dispuestos por Rosas contra los unitarios en 1840, el autor revisa en el partido de Quilmes las repercusiones de las luchas facciosas que se estaban desarrollando en el ámbito nacional y provincial, señalando la construcción de la categoría "unitario" asociada al sector de comerciantes más ricos y llegados al pueblo recientemente. Por oposición la categoría "federal" aludía a los habitantes de la campaña, al campesinado y a los pobres. Fue este sector, consustanciado con el federalismo, el que logró negociar una desgravación impositiva mediante la acción de los funcionarios promovidos localmente. Santilli sostiene que mientras el sector ganadero y latifundista crecía, este acuerdo había permitido al campesinado quilmeño sostener sus bases económicas, sus propias formas de organización, y de acceso al mercado, al menos durante el gobierno de Rosas. Después de su caída, las políticas liberales signaron otros rumbos a lo que se postula como una relación de equilibrado consenso.

La lectura del libro, además de mostrarnos una reconstrucción de la historia del partido de Quilmes, nos lleva a recuperar el registro de la historia provincial y nacional, integrando dimensiones que suelen presentarse de manera separada. El autor promete una segunda parte de esta obra que ciertamente no sólo los quilmeños esperarán con interés.

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