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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versión impresa ISSN 0524-9767

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.42 Buenos Aires jun. 2015

 

ARTÍCULOS

Tulio Halperin Donghi: la pasión por entender

Hilda Sabato

CONICET / Universidad de Buenos Aires

El 14 de noviembre de 2014 murió Tulio Halperin Donghi, el más grande historiador argentino de nuestro tiempo. Autor de una vasta y originalísima obra que revolucionó los estudios del pasado de América Latina, hizo de la historia una aventura de trama densa y final abierto, siempre pasible de nuevas interrogaciones. Su legado es inmenso, plasmado en sus escritos pero también en sus enseñanzas a lo largo de décadas de docencia, en las obras colectivas que inspiró y dirigió, y en las tantas ideas que volcó en esas largas charlas que solía disfrutar con colegas y amigos. Imposible dar cuenta de ese legado en pocas páginas; lo que sigue es apenas una evocación personal de su figura, para contribuir a su homenaje desde el Boletín de este Instituto al que volvía de visita cada año y que tanto le debe.

En sus estupendas Son memorias (Siglo XXI, 2012)1, Halperin refiere su encuentro con la historia como un punto de llegada que pronto fue definitivo, cuando tuvo la convicción, nos dice, de que "había nacido para hacer precisamente eso" y que su destino era "ser historiador". Alcanzar esa meta lo llevó por caminos originales, que incluyeron estudios en las Facultades de Derecho y de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en los años finales de la década del 40 y primeros de la del 50, cuando los elencos docentes no se distinguían por su excelencia; una experiencia bastante más provechosa de varios meses en 1950 en la Facultad de Letras de la Universidad de Turín (Italia) y otra, más atractiva aún, en lo que entonces era la Sexta sección de la École Pratique des Hautes Études, donde trabajó en 1953/4 bajo la guía de Fernand Braudel en la investigación que lo llevó también a los archivos españoles y finalmente desembocó en su tesis de doctorado de la Universidad de Buenos Aires (apadrinada por Claudio Sánchez Albornoz). Estos fueron los pasos institucionales de una carrera que se forjó sobre todo en instancias menos formales, que empezaron tempranamente en el seno de su familia de clase media ilustrada de origen inmigrante, sin prosapia ni dinero pero con un capital cultural decisivo en la Argentina de entonces, que aseguró a los hijos una educación esmerada y la oportunidad del contacto regular con figuras destacadas del mundo profesional y académico -la mayoría de ellos excluidos, por su oposición al régimen peronista, de los claustros universitarios-. En el plano personal, Halperin llevó adelante su propia disciplina de trabajo, a través del ejercicio ávido de la lectura, así como de un proceso que él mismo denominó de "aprender haciendo". Se inició pronto en la producción escrita de notas y ensayos bibliográficos -además de traducciones- en diversos medios y en 1950 terminó su primer libro de historia, El pensamiento de Echeverría (Sudamericana, 1951), donde ya aparecen temas y cuestiones que lo ocuparán en su obra posterior, así como indicios evidentes del que será su estilo característico de escritura.

La trayectoria profesional de Halperin estuvo signada por las vicisitudes políticas argentinas. El fin del régimen peronista provocado por el golpe militar de 1955 cambió las coordenadas de la situación universitaria. Se abrió entonces un período de florecimiento académico que en algunas áreas puso a la universidad argentina a la altura de los tiempos. Halperin se incorporó a ese movimiento como profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, donde integró el innovador Centro de Estudios de Historia Social, dirigido por una de las figuras más influyentes en su formación inicial como historiador, José Luis Romero, y participó activamente de la renovación historiográfica tanto allí como en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Litoral en Rosario, donde fue profesor y decano. Con apoyo de una beca otorgada por el recientemente creado Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), hizo estancias de investigación en Inglaterra y Francia en 1960/61 y luego, en 1965, fue invitado como profesor visitante a la Universidad de California en Berkeley. Se incorporó además a la vibrante vida intelectual de entonces, en empresas culturales como las revistas Imago Mundi -creada en 1953 por Romero y cuyo secretario era Ramón Alcalde- y, más lateralmente, la emblemática Contorno -fundada por Ismael Viñas también en 1953-, donde ya se había comenzado a revisar el fenómeno peronista. Pero ese período de fermento cultural y de intensa actividad vinculada a la reforma de la universidad y a la modernización de la historiografía en la Argentina, fue truncado por un nuevo golpe de estado, cuyos cabecillas pronto pusieron esa experiencia en la mira y procedieron a su desmantelamiento. "Así vine a perder de un día para otro mi lugar en el aparato institucional que en la Argentina había comenzado a enmarcar las actividades en nuestro campo de estudios", dirá Halperin en un escrito reciente (Testimonio de un observador participante. Medio siglo de estudios latinoamericanos en un mundo cambiante, Prometeo, 2014, 27).

Lo que siguió para él fue un periplo que lo llevó a la Universidad de la República, en Montevideo, y luego como profesor de historia latinoamericana a las de Harvard (1967/69) y Oxford (1970/71), hasta que encontró su lugar definitivo en la Universidad de California en Berkeley. Por esos años, Halperin se insertó, además, en un nuevo y vigoroso movimiento intelectual con foco en América Latina. Fueron los años de auge de la CEPAL y de la constitución del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), que reunía a los principales exponentes de las ciencias sociales de la región y que en el campo de la historia llevó adelante proyectos colectivos en el área de historia económica, en los que intervino activamente. En las décadas siguientes, su prestigio y proyección internacionales no dejaron de crecer; recibió premios y doctorados honorarios en varios lugares del mundo y sus libros se tradujeron y circularon ampliamente en Europa y América. Al mismo tiempo, y hasta muy poco antes de su muerte, volvía todos los años al país que fue centro de sus desvelos.

En el origen, fue la Argentina. En sus palabras. "…desde el momento en que decidí hacerme historiador había decidido también que iba a buscar en la historia argentina los temas centrales de mis futuros trabajos" (Son memorias, 205). No se trata sólo del recuerdo de una instancia ya superada, sino de una determinación que marcaría sus opciones como intelectual para toda la vida. Así, dedicó gran parte de ella a indagar en el pasado de su país de origen y a discutir su presente; pero, lejos de cualquier mirada estrecha, sus preocupaciones eran universales, y pensó a la Argentina como parte del mundo y en particular de una América Latina que también fue motivo de sus reflexiones. Esa decisión se plasmó en una ávida búsqueda a través de diferentes épocas para abarcar las más diversas dimensiones de la experiencia humana, en una incesante aventura de conocimiento e interpretación en la que concibió formas originales de crear y recrear el pasado.

Sus escritos desafiaron las modas historiográficas y las ortodoxias teóricas, aunque las conocía muy bien a todas. Formado en los años en que la vanguardia de la profesión abrazaba las propuestas estructuralistas que privilegiaban el estudio de las bases materiales de la organización social, Halperin incorporó las novedades de ese tiempo en un entramado mayor en el que las ideas y la política tuvieron siempre un lugar central. La historia era una forma de aproximación a la "multiforme experiencia humana" (Son memorias, 183), y era esa experiencia en su conjunto la que buscaba entender y reconstruir por medio de la narración. Economía, sociedad, política y cultura se entrelazan en sus textos de muy diferentes maneras, con ritmos y temporalidades propias, donde la coyuntura y la contingencia no quedan atrapadas por las estructuras ni necesariamente subordinadas a ellas.

La suya es, ante todo, una historia de actores; actores sociales colectivos, por un lado, pero también actores singulares, todos ellos insertos en mundos que nunca conocían del todo y a la vez buscaban moldear a la medida de sus intereses y sus pasiones. Clases propietarias, elites políticas, letrados, sectores populares, campesinos y plebe, entre otros, son protagonistas que no define con otras palabras que no sean las de sus propias acciones y discursos cambiantes, inestables, imposibles de reducir a ninguna lógica predeterminada desde el presente del historiador. En el variopinto elenco del pasado, Halperin privilegió el estudio de las clases altas -en sus diferentes inserciones- y, más allá de que nunca dejó de lado la interacción con el resto, fueron aquéllas las que fungieron como centrales en su indagación de la dinámica social y política.

En cuanto a los actores con nombre propio, su territorio predilecto fue el de los letrados latinoamericanos del siglo XIX y los intelectuales del XX, esos hombres -y ocasionalmente alguna mujer- que hacían de la palabra, escrita y oral, un pilar de su actuación en las sociedades en que les tocó vivir, y un instrumento no siempre eficaz de su inserción política. Ellos adquieren vida en páginas en que sus voces se confunden y entrelazan con las de su perspicaz observador, que por una parte se identifica con ellos y por otra se distancia de manera tal que desarma cualquier pretensión mistificadora. En cada recorrido sus exploraciones se abren en varias direcciones, multiplican los interrogantes y ofrecen respuestas que abren nuevas preguntas, y van tejiendo una filigrana que termina por dar sentido a las acciones y opiniones de sus hombres.

Uno puede fácilmente perderse en la elaboradísima prosa de Halperin, disfrutando de los detalles que ofrecen sus eruditas narraciones sobre el pasado. Recorría ese pasado como si fuera su propia casa, conocía cada rincón y seguía hurgando en los recovecos. Pero en cada texto se puede descubrir, además, la fina trama que articula el conjunto, las interpretaciones fuertes, aunque nunca cerradas, presentes en toda su obra y en cada una de sus partes. Esas líneas aparecen con mayor visibilidad en su magistral Historia contemporánea de América Latina (Alianza, 1969), una obra pionera publicada inicialmente en italiano en 1967, donde conjuga el estudio del pasado de los diferentes países de la región con una poderosa interpretación general. Desde el comienzo, Halperin advierte el desafío que tiene entre manos cuando dice "Problema es ya la unidad del objeto mismo…". Para construir esa unidad, combina tiempos y espacios en una arquitectura de gran complejidad, pero a la vez, en sintonía con el clima de la época en que fue escrito, traza un arco que subsume al conjunto: la relación de dependencia de América Latina frente al sistema internacional, desde la etapa colonial en adelante, en la medida en que sucesivas metrópolis pautaron desde afuera las coordenadas dentro de las cuales se desenvolvió la región. Lejos de cualquier determinismo, sin embargo, esa historia está contada en un diálogo entre lo que ocurrió en cada lugar y en cada tiempo, y el arco que imprime unidad a la diversidad.

En el caso de la Argentina, su prolífica obra tiene un objetivo central: dar cuenta de lo que consideró un proyecto revolucionario de construcción de una sociedad a nuevo, que se inició con la ruptura del orden colonial, se reformuló una y otra vez a lo largo de casi dos siglos y a la postre resultó fallido. Ensayó formas diferentes de aproximarse al pasado para iluminar distintas zonas de ese experimento y sus derivas, y operó por aproximaciones, en un ir y venir a lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX en torno a períodos, procesos y problemas. De acuerdo con un criterio a la vez temático y cronológico, sus escritos se pueden agrupar en torno a tres grandes núcleos, a su vez articulados entre sí, centrados respectivamente en el declive del orden colonial y la revolución, el convulsionado proceso de formación de la nación y el estado a partir de las independencias y hasta finales del siglo XIX, y la crisis definitiva de la república liberal y los sucesivos ensayos políticos del siglo XX.

Su análisis e interpretación de las revoluciones de independencia en Hispanoamérica, y en particular en el Río de la Plata, es uno de los tramos más potentes de una obra toda ella trascendente. En esos trabajos, además de la elaborada, compleja y finísima reconstrucción del período, Halperin se desmarca de las habituales interpretaciones nacionales en clave genealógica y patriótica, para plantear en cambio ideas nuevas, que luego pasaron a formar parte del sentido común historiográfico, como la que coloca el origen de la ruptura del orden colonial en la crisis imperial española o la que otorga un lugar central al momento de las invasiones inglesas al Rio de la Plata, así como otras luego muy debatidas, como el énfasis en el carácter "revolucionario" de la revolución de Mayo, formulaciones todas que modificaron radicalmente las formas de entender ese periodo. Entre los varios libros y artículos sobre estas cuestiones destaco Tradición política española e ideología revolucionaria de Mayo (EUDEBA, 1961), Revolución y guerra. Formación de una elite dirigente en la Argentina criolla (Siglo XXI, 1972) -considerada por muchos su obra cumbre-, Historia argentina. De la revolución de independencia a la confederación rosista (Paidós, 1972) -tercer tomo de una colección coordinada por el propio Halperin-, Guerra y finanzas en los orígenes del estado argentino (1791-1850) (Editorial de Belgrano, 1982), y Reforma y disolución de los imperios ibéricos, 1750-1850 (Alianza, 1985), así como los textos dedicados a figuras destacadas de ese período, desde el inicial El pensamiento de Echeverría, hasta varios de los incluidos en su reciente volumen Letrados y pensadores. El perfilamiento del intelectual hispanoamericano en el siglo XIX (Emecé, 2013) y su último ensayo, El enigma Belgrano. Un héroe para nuestro tiempo (Siglo XXI, 2014).

El radical proceso de cambio desatado con la revolución de independencia en el Río de la Plata a principios del siglo XIX se abre y multiplica, en los textos de Halperin, en un abanico de historias que desembocan, hacia sus últimas décadas, en la conformación del estado y la nación argentinos. Nuevamente aquí no hay destino manifiesto ni caminos predeterminados. Los principales vectores del cambio social de la primera década revolucionaria en los diferentes espacios del desarmado Virreinato -militarización, ruralización y barbarización, tan perceptivamente señalados en Revolución y guerra- marcaron la década siguiente que terminó con el fracaso de los intentos de construcción de una autoridad central para esos territorios. Halperin retoma esta historia en De la revolución de independencia… para continuarla y mostrar cómo y por qué, entre los diversos caminos posibles después de aquel fracaso, se abrió paso una opción política que perduraría hasta mediados de siglo: el régimen confederal encabezado por Juan Manuel de Rosas. Desmarcado de las versiones heroicas o demonizantes del personaje y su época, Halperin se interna en las diferentes dimensiones de la historia del período, que concluye con la derrota militar y la caída del rosismo.

El manejo centralizado del poder en esa etapa no desembocó, sin embargo, en la afirmación de un estado. El tránsito desde una Argentina sin centro a un estado-nación consolidado constituye el núcleo de otro libro fundamental: Una nación para el desierto argentino, extenso prólogo a Proyecto y construcción de una nación (1846-1880) (1980), volumen que incluye además una selección de textos de época y que fue publicado primero en la colección Biblioteca Ayacucho y luego incorporado a la Biblioteca del Pensamiento Argentino de la editorial Ariel organizada por el propio Halperin. La caracterización del período que la historiografía tradicional denominó "de la Organización Nacional" como "treinta años de discordia" marcan la distancia con un relato previo que entendía el proceso iniciado luego de la derrota de Rosas en términos lineales y progresivos, así como con la propuesta revisionista, que caracterizó a esos años como de "enfrentamientos radicales en la definición del futuro nacional". La "discordia" la buscará, en cambio, en el terreno de la política, donde más que una confrontación de principios y proyectos de futuro, encontrará - a la caída de Rosas- un espacio de disputas por la conquista de un poder central entre actores que pronto lo descubrieron inexistente y que se propusieron a la vez construirlo y controlarlo. El desenlace no fue como ellos lo habían previsto, y el estado mismo se constituyó en un actor político potente cuya subordinación resultaría una meta renovada pero eternamente esquiva.

Halperin abordó temas vinculados a este núcleo problemático a lo largo de otros escritos notables, como José Hernández y sus mundos (Sudamericana / Ed. T. di Tella, 1985), los dedicados a otras figuras de la elite letrada, como Sarmiento y Alberdi, y artículos sobre temas tan variados como "¿Para qué la inmigración? Ideología y política inmigratoria en la Argentina (1810-1914)" (El espejo de la historia, 19872), "Clase terrateniente y poder político en Buenos Aires (1820-1930)" (Cuadernos de historia regional, 15, 1992), y "Canción de otoño en primavera: previsiones sobre la crisis de la agricultura cerealera argentina (1894-1930)" (Desarrollo Económico, 95, 1984).

Estos últimos dos textos se conectan con el tercer núcleo referido a la crisis de la Argentina liberal y los ensayos políticos posteriores hasta finales del siglo XX. Halperin dedicó dos volúmenes de su colección Biblioteca del Pensamiento Argentino a explorar el período de 1910 a 1946, cuyos títulos proponen ya una tesis: Vida y muerte de la República verdadera (1910-1930) (Ariel, 1999) y La república imposible (1930-1945) (Ariel, 2004). Sendos estudios preliminares reconstruyen en densa trama la conflictiva vida política y los intrincados debates intelectuales de esos años, los que se retoman y extienden en un tercer libro, La Argentina y la tormenta del mundo. Ideas e ideologías entre 1930 y 1945 (Siglo XXI, 2003). Si en el primero de esos tomos el rumbo que el país había tomado a finales del siglo anterior encontraba obstáculos y cuestionamientos que lo hacían cada vez más incierto, en el segundo ese camino se vio truncado por una crisis interna y externa en todos los planos que marcó el comienzo del fin de una era. Halperin recupera así la imagen -tan afianzada en la ensayística del siglo XX- de 1930 como punto de inflexión de nuestra historia, distanciándose por lo tanto de las visiones más recientes que ponen en cuestión la contundencia de ese viraje. El fin de la república tal como se había afirmado hasta entonces y de los primeros ensayos de democracia representativa es, asimismo, el comienzo de la turbulenta era de "la democracia de masas", término que usó como título de su libro de 1972 de la colección Historia Argentina de Paidós, donde traza el arco que llevó desde el golpe de estado de 1943 hasta el de 1966. El régimen peronista constituye el tema central: una experiencia social y política que transformó de raíz a la Argentina. Ajeno a la sensibilidad y la ideología del peronismo, Halperin dejó de lado tanto las imágenes apologéticas como detractoras de su historia para indagar con su habitual perspicacia en la que llamó la "revolución peronista". Al mismo tiempo, inscribió ese fenómeno en una temporalidad mayor, en dos ensayos dedicados a la interpretación crítica de la controvertida y dramática historia de la segunda mitad del siglo XX: Argentina en el callejón (ARCA, 1964) y La larga agonía de la Argentina peronista (Ariel, 1994). Por su parte, en su autobiográfica Son memorias evoca los inicios del proceso de fragmentación política e ideológica que están en el centro de ese drama; en esas páginas, la vida política nacional es mucho más que un contexto, pues es esa historia colectiva la que da sentido a la propia.

Estas breves anotaciones sobre la producción escrita de Halperin están lejos de dar cuenta de la increíble riqueza de esa obra, a la vez que, al centrarse en una parte de la misma, han dejado de lado zonas importantes que me gustaría, al menos, mencionar. Me refiero a los trabajos de reflexión sobre la historia como saber y como práctica, en los que analiza la historiografía en diferentes momentos (varios de ellos reunidos en Ensayos de historiografía, El Cielo por Asalto, 1996), así como sus estudios sobre letrados latinoamericanos del siglo XIX, incluidos en El espejo de la historia y en el más reciente Letrados y pensadores, entre otros.

Frente a la magnitud de esta empresa de conocimiento no sorprende que su influencia historiográfica sea insoslayable. Halperin ha sido una referencia ineludible de la producción historiográfica de los últimos cuarenta años y seguramente lo seguirá siendo por muchos más, no solo en la Argentina. Al mismo tiempo, su forma de hacer historia es irrepetible: no responde a ningún modelo previo ni tampoco tiene sucesores evidentes. Su originalidad resultaba de una capacidad única para combinar erudición e imaginación, sostener ideas fuertes pero a la vez sujetas a su propia desconfianza epistemológica, convertir a los actores del pasado en interlocutores a los que desarmaba con su ironía punzante, desplegar una prosa casi barroca que sin embargo respondía a una lógica narrativa implacable, cuestionar y cuestionarse sin límite y, por fin, contagiar su curiosidad infinita, su pasión por entender, y su gusto por desentrañar las razones de los hombres a sus lectores, a sus interlocutores y a sus alumnos.

Tulio Halperin fue maestro de varias generaciones de historiadores. Fue profesor durante décadas, primero en la Argentina, luego en el exterior, pero desde donde estuviera, seguía pendiente de su país de origen, adonde -como dijimos- volvía cada año. Durante la última dictadura, apoyó de mil maneras los esfuerzos de quienes, en un contexto del todo adverso, sostuvieron la tarea intelectual en el país, y sus visitas periódicas fueron un estímulo fundamental para seguir adelante en medio de la oscuridad. Después de 1983, contribuyó con enorme generosidad al renacimiento de la vida académica y del debate intelectual a través de seminarios y cursos dictados en diferentes universidades, conferencias, charlas y entrevistas públicas, y el contacto personal con jóvenes investigadores y estudiantes, así como con sus colegas y amigos de larga data. Durante varios años participó regularmente de las Jornadas Interescuelas / Departamentos de Historia, cuando sus intervenciones deslumbrantes, sus críticas agudas, el humor zumbón y la proverbial creatividad de sus palabras constituían el punto más alto de esas reuniones de la tribu.

Esos momentos celebratorios, que daban pie a su habitual ironía, representaron un contraste frente a años (sobre todo en la década de 1970) en que su figura, que ya tenía proyección fuera de la Argentina, encontró en el país un reconocimiento casi marginal, en espacios ajenos tanto a las instituciones oficiales como a los círculos radicalizados del campo intelectual que privilegiaban "la historia militante". Desde mediados de la década de 1980, en cambio, su presencia pública fue en aumento e intervino activamente en los debates políticos e ideológicos de cada momento, en los que ponía en juego su erudición y su ingenio con la misma vocación polémica que en los combates por la historia. Ese presente renovaba sus preguntas sobre el pasado, pero nunca le proveyó las respuestas. Rechazó casi visceralmente lo que llamó la "militancia retrospectiva" y un escepticismo laico lo protegía de las tentaciones esencialistas tan difundidas en nuestro tiempo.

Al final de su vida, un tono sombrío se percibe en su soberbio último ensayo sobre Belgrano. Había dedicado todo a tratar de entender el mundo y en particular a su país, pero ese mundo "había cesado de ser(le) comprensible", mientras la Argentina, objeto de sus ilusiones y desilusiones, se encontraba "envuelta… más que nunca en una despiadada guerra contra sí misma." Ese diagnóstico no lo llevó, sin embargo, a renunciar a su pasión por entender: el "enigma" Belgrano enlaza la vida de un "héroe" de la patria con la actualidad de su memoria. Descifrarlo fue su desafío y al hacerlo, anudó pasado y presente y unió los extremos del arco de la historia que lo desveló tantos años: el momento de la revolución y el desencantado principio de este nuevo milenio.

Notas

1 Toda la bibliografía se cita en su primera edición. La mayor parte de los trabajos de Halperin se reeditaron, con frecuencia varias veces y con traducciones a varios idiomas.

2 La primera versión de este artículo se publicó con un título un poco diferente en el Jahrbuch fúr Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, 13, 1976.         [ Links ]

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