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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versión impresa ISSN 0524-9767versión On-line ISSN 1850-2563

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.44 Buenos Aires jun. 2016

 

NOTAS Y DEBATES

‘Civilización y barbarie’: fuentes para una nueva explicación del Facundo1

Ariel de la Fuente2

Nota recibida: 9 de julio de 2014

Aprobación final: 17 de noviembre de 2015

Resumen

El presente texto, y los siguientes, componen un debate sobre los orígenes intelectuales y las fuentes literarias del Facundo, obra capital de Domingo F. Sarmiento.

Palabras clave: Sarmiento, Domingo F. ; Facundo ; Historia de las ideas ; Argentina ; Siglo XIX "Civilization and Barbarism": sources for a new explanation of Facundo

Abstract

This article, and those following, are part of a debate on the intellectual origins and the literary sources of Facundo, Domingo F. Sarmiento's classic.

Keywords: Sarmiento, Domingo F. ; Facundo ; History of Ideas ; Argentina ; 19th. Century

In search of wit [they] lose their common sense.

Alexander Pope3

Toda mi pobre ciencia fue siempre conocer los títulos de muchos libros. La ignorancia del vulgo consiste en no conocer esos nombres de libros.

Domingo F. Sarmiento4

La virtud de la literatura de Sarmiento queda demostrada por su eficacia... Cualquiera puede corregir lo escrito por él; nadie puede igualarlo.

Jorge Luis Borges5

Una gran proporción de los estudios históricos y literarios sobre el Facundo ha tratado de entender el origen intelectual de la dicotomía civilización y barbarie, tesis central del libro. Los investigadores y comentaristas han rastreado los orígenes de esta fórmula en las lecturas europeas y, en mucho menor medida, norteamericanas de Sarmiento a partir de las cuales habría desarrollado su original y famosa interpretación de la Argentina.6 Se ha propuesto, con diferentes énfasis, que Sarmiento fue influido en variadas proporciones por autores iluministas y románticos como Montesquieu, Volney, Herder, Humboldt, Walter Scott y Fenimore Cooper, y los historiadores y filósofos franceses como Michelet, Guizot, Cousin o Tocqueville, entre otros. Unos pocos críticos han sospechado que Sarmiento también fue influenciado por viajeros europeos que visitaron Argentina, quienes con mayor o menor claridad sugirieron esta idea en sus relatos publicados en las décadas de 1820 y 1830, aunque reconocen que fue Sarmiento el que dio el salto intelectual fundamental que este paradigma implica.7

Estos estudios, el producto de varias generaciones de investigación y de reflexión, han sido fundamentales para nuestra comprensión del Facundo y para el desarrollo de mi propio trabajo. No obstante, me parece que estas explicaciones presentan algunos denominadores comunes problemáticos. En general sus autores no han sido lo suficientemente críticos con las fuentes invocadas o aludidas por Sarmiento y las han aceptado como de necesaria y pareja influencia; consecuentemente, han buscado los orígenes de la explicación contenida en el Facundo exclusivamente8 en lecturas europeas y estadounidenses. Además, cautivados por la eficaz prosa de Sarmiento y encandilados por su brillante carrera política, la mayoría de los comentaristas lo han considerado no sólo un gran escritor sino también un pensador original con capacidad para desarrollar una explicación singular del conflicto político9 . Convencidos, entonces, de la excepcionalidad de Sarmiento, tanto comentarios pioneros como los de más reciente data han creído poder explicar la historia del desarrollo de la formula rastreando su evolución solo dentro su obra, como si el sanjuanino hubiera sido un Adán teórico de la realidad argentina que nada (o muy poco) debía a tiempos anteriores.10 Así, dada la estatura de pensador que se le acuerda, el supuesto de numerosos comentarios es que Sarmiento sólo pudo haber sido influido por "grandes" intelectuales y lecturas canónicas.11 (La excepción a este reflejo crítico es la atención que se le ha dedicado a algunos viajeros12). Por otra parte, la mayoría de estos comentarios se basan en un rango de documentación muy limitado: en general se circunscriben a leer más detalladamente el Facundo u otros trabajos de Sarmiento y, cuando incursionan en otras fuentes, se trata de autores o relatos de viajeros exhibidos en el libro. Finalmente, no siempre los estudios sobre el Facundo han considerado la urgencia política y periodística con que Sarmiento escribió su libro (unos cuatro o cinco meses), condición concreta de producción que inevitablemente influyó en la naturaleza de su "reflexión teórica" y en el proceso de escritura13 (situación muy diferente, por ejemplo, de la de Tocqueville cuya De la démocratie en Amérique le insumió casi una década).

Aquí quiero, entonces, proponer una explicación diferente del origen y del desarrollo del paradigma que propone el Facundo y de otros aspectos importantes del libro, explicación que se basa en documentación que hasta ahora los especialistas no habían identificado o analizado. Por un lado, la lectura de algunos periódicos unitarios y otras publicaciones de la década de 1820 y 1830 nos va a permitir entender la importancia que el vocabulario e imaginario de ese partido tuvieron en la escritura del clásico sarmientino. En efecto, la interpretación del conflicto partidario como la lucha entre civilización y barbarie no solo era un componente significativo del vocabulario político que usaban los miembros del partido unitario a fines de la década de 1820 y comienzos de la de 1830 sino que esa explicación y su retórica ya exhibían la mayoría de los componentes con que la fórmula aparecería en 1845 en el Facundo: los unitarios como partidarios de la civilización y los federales como bárbaros, la campaña como el espacio natural de la barbarie y la inmensidad de la pampa como su causa principal, los caudillos en general (y Quiroga y Rosas en particular) como déspotas orientales, etc. Más aún, la figura del caudillo riojano ya aparecía con la singularidad y los mismos rasgos con que Sarmiento lo iba a presentar en su libro. Por otro lado, también veremos cómo Sarmiento usó los escritos del científico y viajero francés Theodore Lacordaire (hasta ahora virtualmente ignorado por los especialistas) publicados en la Revue des Deux Mondes para escribir secciones fundamentales de su tesis.

Esta nueva explicación ha requerido una lectura detallada de los textos y la utilización de citas extensas, esto último no por fanatismo exegético (sobre las imposibilidades de la crítica ya nos advirtió hace mucho Edgard Allan Poe con su gran broma-¿de qué otra forma leerlo?- "The Philosophy of Composition"), sino porque entiendo que la reproducción de las fuentes nos permite entrever, aunque más no sea fugaz y parcialmente, algunos momentos del proceso creativo de Sarmiento.

Este trabajo, entonces, tiene como objeto principal contribuir a la explicación de un libro específico. Sin embargo el estudio de las fuentes identificadas y su relación con el clásico de Sarmiento abren, inevitablemente, más interrogantes de los que puedo dar cuenta aquí. Al mismo tiempo, aunque este estudio ocasionalmente podría alentarnos a pensar cuestiones más generales no pretendo usarlo como una oportunidad para redefinir términos que ya forman parte del sentido común académico (parafraseando a San Agustín sobre nuestra experiencia del tiempo, diría que cuando pensamos en "vocabulario", "discurso" , "lenguaje" o "imaginario", aunque no lo expliquemos, sabemos de lo que hablamos) ni para desplegar teorías de dudosa utilidad, sobre todo cuando el estudio del Facundo está todavía en una etapa en que la identificación de una fuente puede aclarar más que una acumulación de especulaciones. En este sentido me llaman a la prudencia los versos de un poeta inglés que viendo la atracción que sentían algunos de sus compatriotas por teorías incomprensibles y su tendencia a elaborar interpretaciones rebuscadas decía que "Some are bewildered in the maze of schools" y que "in search of wit [they] lose their common sense".14

Civilización y barbarie, ciudad y campo:

Aunque no hay duda acerca de los orígenes europeos de las categorías de "Civilización" y "Barbarie" está claro que estas habían circulado en el Río de la Plata mucho antes de que Sarmiento las adoptara: las habían usado los patriotas durante la independencia y, más importante, en la década de 1820 continuaban formando parte del vocabulario político en Buenos Aires. Así, en 1827 aparecen por primera vez combinados explícitamente como dicotomía en un periódico rivadaviano. Esto ya fue señalado por Félix Weinberg en un trabajo cuya contribución ha sido descuidada por la mayoría de los comentaristas.15 No obstante, Weinberg no explotó todas las posibilidades de su hallazgo y, como otros, cedió ante la autoridad del sanjuanino y le atribuyó la originalidad de la aplicación de la fórmula al conflicto argentino.16

Sin embargo, la interpretación del conflicto partidario como la lucha entre la civilización y la barbarie como la conocemos en el Facundo ya estaba desarrollada para 1831. En este sentido, La Aurora Nacional17 diario publicado en Córdoba en 1830 y 1831, bajo el gobierno unitario del General José María Paz, es una fuente reveladora que hasta ahora no ha sido leída en relación al Facundo y que nos da una oportunidad excepcional de explorar esta cuestión. En marzo de 1845, mientras Sarmiento buscaba información para escribir la biografía de Quiroga, su amigo Antonino Aberastain le aconsejó:"los papeles [diarios] de Córdoba del tiempo de[l General] Paz [lo] instruira[n] mucho" y agregó que le indicaba "estas cosas, quizás nimias, porque puede usted olvidarse de alguna de estas fuentes y no consultarla por eso".18 El tono de la correspondencia de Aberastain no solo sugiere que para los exiliados en Chile era posible acceder a esas fuentes, sino que también insinúa que Sarmiento podría ya conocer ese documento.19 Pero independientemente de cuándo Sarmiento accedió al diario, las evidencias textuales indican que efectivamente usó La Aurora Nacional para escribir su libro. Por ejemplo, en el Facundo leemos que "Los diarios de Córdoba de aquella época transcribían las noticias europeas, las sesiones de las cámaras francesas"20, y podemos comprobar que, efectivamente, a principios de 1831 La Aurora Nacional había transcripto las intervenciones de Chautebriand en ese cuerpo legislativo.21 En el mismo sentido, una anécdota sobre Felipe Ibarra, caudillo de Santiago del Estero, también nos permite fijar la relación entre el diario y el texto de Sarmiento. En noviembre de 1830 un articulista de La Aurora Nacional atacaba a los caudillos federales por sus costumbres bárbaras y decía "¿Qué se diría de nosotros, si el jefe de la nación recibiera a los ministros extrangeros en camisa y calzoncillos y un chiripá encima? " y en una nota a pie de página explicaba que "D. Felipe Ibarra, ex gobernador de Santiago recibió a un diputado del congreso, que fue a presentar la constitución, en este trage"22 , anécdota que, casi idénticamente narrada, leemos en el Facundo: "La Constitución dada por el Congreso es rechazada de todos los pueblos en que los caudillos tienen influencia. En Santiago del Estero se presenta el enviado en traje de etiqueta, y lo recibe Ibarra, en mangas de camisa y chiripá".23

Con la relación entre los dos textos ya fijada podemos, entonces, examinar La Aurora Nacional como una de las fuentes del argumento central del libro de Sarmiento. Para comenzar, es fácil comprobar que en el diario el conflicto partidario era explicado con el mismo vocabulario y conceptos que Sarmiento usaría quince años más tarde: "todos saben que vosotros [los federales] sois los predilectos de la barbarie, y que nosotros [los unitarios] pertenecemos a la civilización".24

O, por ejemplo, en otra de las formulaciones leemos:

no podemos dejar de convenir en que la guerra que se nos hace es de la barbarie contra la civilización: esto está bien demostrado por la conducta de nuestros enemigos. La carnicería de Mendoza egecutada por Aldao, las de La Rioja y San Juan egecutadas por Quiroga y sus subalternos nos presenta unos caribes sedientos de sangre humana .... La guerra por nuestra parte debe hacerse con la mayor regularidad posible...porque defendiendo nosotros la causa de la razón y de la civilización... poco a poco irá desterrando de la república esas costumbres feroces, propias de los tiempos bárbaros ... [nosotros debemos aparecer] a los ojos del mundo civilizado como hombres compasivos y humanos, desnudos de pasiones, equitativos, justos y generosos.25

Entonces, la lucha no sólo era explicada con la fórmula que eventualmente quedaría asociada a Sarmiento y labraría su reputación, sino que , además, el articulista también señalaba específicamente a Aldao y a Quiroga como dos "bárbaros" ya famosos, que años después se iban a convertir en objeto de la prosa sarmientina. Y, como en el clásico libro, la condición de estos jefes y del mundo que ellos representaban se hacía evidente en su "conducta" violenta, consecuencia de las "pasiones" que los dominaban (dice Sarmiento: "Facundo... es el bárbaro, no más, que no sabe contener sus pasiones"26). Los unitarios, en cambio, estaban "desnudos de pasiones" y eran guiados por "la razón".

La definición de la ubicación espacial y social de la civilización y la barbarie (ciudad vs. campo, letrados vs. gauchos) como así también la explicación de este fenómeno como lo conocemos en Sarmiento ya había sido desarrolladas para 1830 por los publicistas de la época y recogida y retroalimentada por los relatos de viajeros europeos. Por ejemplo, en La Aurora Nacional leemos que

[en Buenos Aires] el asiento del gobierno de Lavalle, no ve sino el hogar de la civilización argentina, y si quiere designar el partido federal, V. no halla sino bárbaros, unas hordas de salvages, unos ranqueles27: no es más que la parte más ignorante y más inmoral de la campaña.28

(La explicación de civilización y barbarie, y ciudad y campo en La Aurora Nacional también incluía la oposición Buenos Aires-Córdoba y el problema de la decadencia de las ciudades gobernadas por los caudillos bárbaros, cuestiones que Sarmiento plantea en los capítulos VII y IV respectivamente pero que no examinaré aquí).

Uno de los factores que explicaban la barbarie que dominaba al campo eran las grandes distancias que separaban a los habitantes de la pampa de los lugares de la civilización. Así, comentando la aplicación de un decreto del gobierno de Rosas, La Aurora Nacional hacía notar que en el partido de Quilmes había sido difícil encontrar a alguien que lo leyera y concluía que "Si esto sucedía a tan corta distancia de la capital, juzguese de las manos a que estaría encomendada la egecución de esta medida atroz y bárbara en los demás partidos de la campaña".29

Según el diario cordobés, entonces, cuanto más lejos de Buenos Aires, más bárbaros. En el Facundo Sarmiento formula el mismo problema de esta manera: "los progresos de la civilización se acumulan en Buenos Aires solo: la pampa es un malísimo conductor para llevarla y distribuirla".30

La gran extensión de la pampa y la falta de población hacían muy difícil establecer instituciones que moldearan los hábitos de la civilización. Por ejemplo, en 1830 el gobierno unitario de Córdoba se decidió a aumentar el número de escuelas primarias en la campaña porque "[las] poblaciones, diseminadas las más, a largas distancias de los lugares cabezeras de curatos donde hay establecidas escuelas, se ven privadas del bien que ellas proporcionan".31

Sarmiento plantea exactamente esta cuestión en un pasaje muy similar: "¿Dónde colocar la escuela para que asistan a recibir lecciones, los niños diseminados a diez leguas de distancia, en todas direcciones? Así, pues, la civilización es del todo irrealizable, la barbarie es normal".32

Los dos textos comparten vocabulario pero su comparación también nos permiten observar a Sarmiento reescribiendo: por ejemplo "diseminadas...a largas distancias" se transforma en "diseminados a diez leguas de distancia" donde el sanjuanino parece haber decidido que una "larga distancia" tenía que ser equivalente a "diez leguas"; en el otro caso "se ven privadas del bien [la educación y la civilización]que ellas proporcionan" la reescribe, para ajustarla mas directamente a la tesis, como "la civilización es del todo irrealizable".

Las grandes distancias en la pampa y la escasa población hacían que los individuos vivieran aislados e impedían que sociabilizaran, interacción que era el germen de la civilización; por el contrario, los habitantes del campo solo estaban en contacto con el ganado o con unos pocos como ellos, lo que los mantenía en un estado de cuasi-naturaleza. De acuerdo con La Aurora Nacional ese era uno de los problemas que explicaban, por ejemplo, a Rosas mismo:

El Sr. Rosas siempre exentrico a la revolución, retirado en un establecimiento de campo, en donde se ocupaba esclusivamente de adelantar su fortuna...sin más ciencia que la necesaria para cultivar el trigo y cuidar sus ganados. El Sr. Rosas, casi separado de la sociedad civilizada sin más roce que el de las gentes incultas sin saber lo que pasaba fuera del recinto de su casa y con una natural antipatía a los usos y costumbres generalmente admitidos, no solo entre los hombres de estado, sino aún entre los de cultura y mediana educación...Imaginemos al Sr. Rosas recibiendo a un ministro extranjero, montado sobre la rigurosa etiqueta de las cortes de Europa. Que papel tan triste y miserable haría...nos retrataría como a unos semisalvajes...33

Este estanciero, entonces, había vivido "retirado" en el campo y "separado de la sociedad civilizada", solo en contacto con gente "inculta", por lo cual había desarrollado una "natural antipatía" por las "costumbres" de las personas "de cultura y mediana educación". Además, mientras vivía en su "establecimiento de campo" también había permanecido al margen del proceso político de "la revolución" y no sabía qué ocurría "fuera...de su casa", de modo que también manifestaba rechazo a "los hombres de estado". Así, frente a quienes estaban habituados a la "etiqueta de las cortes" este habitante de la campaña aparecería como un "semisalvaje". No obstante, esta vida separada de la civilización no le había impedido al propietario rural "adelantar su fortuna". El aislamiento, entonces, aunque no era un obstáculo para la acumulación de riqueza personal, tenía dos consecuencias negativas: los habitantes de la campaña no adquirían los hábitos de la civilización y no participaban en la vida pública.

Esta explicación de Rosas influyó significativamente en el Facundo: por un lado, y como veremos más adelante, Sarmiento la usa para proponer la analogía entre la estancia y el régimen rosista; por el otro, la idea del aislamiento como la razón de la barbarie está basada también en este pasaje del diario unitario. Aquí me voy a detener en tres momentos del capítulo I en que Sarmiento presenta este último argumento y luego voy a yuxtaponer fragmentos de los dos textos, lo que nos va a permitir identificar los ecos del diario cordobés en el Facundo. Dice Sarmiento:

el hombre de la campaña, lejos de aspirar a semejarse al de la ciudad rechaza con desdén su lujo y sus modales corteses.

[en] este aislamiento...puede levantar la fortuna un soberbio edificio en el desierto; pero el estímulo falta, el ejemplo desaparece, la necesidad de manifestarse con dignidad, que se siente en las ciudades, no se hace sentir allí, en el aislamiento y la soledad.

Fáltale...la asociación íntima, y por tanto, fáltale la base de todo desarrollo social; no estando reunidos los estancieros, no tienen necesidades públicas que satisfacer.34

La comparación de la fuente con los correspondientes pasajes del Facundo nos permite entender mejor cómo Sarmiento parafraseó, reescribió e hizo generalizaciones a partir del diario unitario:

La Aurora Nacional: "con una natural antipatía a los usos y costumbres generalmente admitidos...entre los hombres...de cultura y mediana educación".

Facundo:"el hombre de la campaña, lejos de aspirar a semejarse al de la ciudad rechaza con desdén ...sus modales corteses. (como uno de los equivalentes de "usos y costumbres" Sarmiento escribe "modales corteses" que es un eco del "etiqueta de las cortes" del original).

La Aurora Nacional: "en un establecimiento de campo, en donde se ocupaba esclusivamente de adelantar su fortuna"Facundo: "puede levantar la fortuna un edificio en el desierto; pero..."

La Aurora Nacional: "separado de la sociedad civilizada sin más roce que el de las gentes incultas ..." Facundo: "con este aislamiento...el ejemplo [civilizador] desaparece".

La Aurora Nacional: "retirado en un establecimiento de campo...sin saber lo que pasaba fuera de su casa..."

Facundo: "no estando reunidos los estancieros, no tienen necesidades públicas que satisfacer"

Del mismo modo, es esclarecedor comparar el texto de La Aurora Nacional con un artículo de 1844 sobre Brasil, en el que por primera vez Sarmiento formuló la explicación de los orígenes de la barbarie en el campo. Además de la similitud del argumento también en este caso se detectan ecos del diario unitario ("semisalvaje"/ "cercana...al estado salvaje"; "incultas"/ "inculto", "roce"/ "se roza"):

El Brasil es, como casi todos los estados sudamericanos, un país despoblado y desierto en su mayor parte. Nada difícil de comprender es que en un pais donde la sociedad se halla rodeada de grandes desiertos, haya ciertas condiciones de vida cercana por muchos puntos al estado salvaje e inculto; porque solo cuando el hombre se apiña, cuando se roza recíprocamente y se influye, es cuando se somete a la acción de la presión social, que lo refacciona y lo pule.35

Es sintomático en más de un sentido que, al comentar este artículo, Ana María Barrenechea se haya sorprendido de que Sarmiento "tardara" en elaborar "este aspecto de su pensamiento", ya que el sanjuanino había conocido "desde muy temprano las teorías de Herder". Por un lado, es evidente que de alguna manera percibió una desconexión entre la lectura del autor alemán y la aparición de la idea en Sarmiento, desconexión que ahora podemos justificar por la identificación de una fuente mucho más directa en su reflexión sobre la realidad sudamericana y obvia en su similitud conceptual e incluso formal. Por otro, el comentario de Barrenechea es una excelente ilustración del reflejo crítico que ha dominado la explicación de este libro clásico, ya que tal idea (que, por supuesto, en el Facundo aparece "genialmente") solo podía proceder de una "gran" lectura.

Una forma de "achicar" la pampa y "acercar" entre sí a sus habitantes, es decir, una forma de erradicar las causas de la barbarie era, obviamente, solucionar el problema de la escasez de población. La Aurora Nacional decía que era "de un gran interés público atraer a las fronteras una numerosa población" porque la "despoblación" de la campaña de Córdoba dejaba el "inmenso territorio abierto a los salvages".36 Esta solución debería aplicarse en todo el territorio de Argentina y debía tomar una forma específica: inmigración europea ("Cuando nuestro estado político llame la población europea a nuestras playas [estas] se verán cubiertas de brazos industriosos"37), propuesta que sería uno de los rasgos definitorios de la llamada Generación del ´37.

El problema de la extensión de la pampa y de la escasez de población también recibió la atención de viajeros europeos, incluyendo algunos de los que Sarmiento leyó para escribir el Facundo, como fue el caso de Francis Bond Head. Por ejemplo, en ese popularísimo relato de este viajero leemos que "The population or number of these gauchos is very small, and at great distances from each other: they are scattered here and there over the face of the country."38

Head también indicaba, como lo harían los periodistas de La Aurora Nacional y varios miembros de la generación del '37 años más tarde, que una de las formas que podía tomar la solución al problema de la despoblación era la inmigración europea: "The great desideratum of these countries is population ...the overplus population of the Old World will undoubtedly flow towards these countries, bringing with it different habits, languages, and customs".39

La Aurora Nacional y el testimonio de un viajero como F. B. Head nos confirman que la cuestión de civilización y barbarie y su ubicación geográfica y social en la oposición entre ciudad y campo formaban parte de los discursos públicos de las décadas de 1820 y 1830, en los que participaban tanto militantes unitarios como observadores extranjeros. No es casualidad, entonces, que otra influencia decisiva para el desarrollo del argumento de la oposición entre ciudad y campo en el Facundo haya sido un artículo del científico y viajero francés Theodore Lacordaire publicado en la Revue des Deux Mondes en 1833 y titulado "Une Estancia".40 A diferencia de otra colaboración de Lacordaire sobre la batalla de La Tablada (también publicada en la revista francesa) a la que Sarmiento alude en su libro, el sanjuanino nunca hizo referencia a "Une Estancia" y hasta ahora no había sido identificado como una de las fuentes del Facundo. Como veremos, Sarmiento siguió el artículo muy de cerca, al punto de que por momentos bordea el plagio.

Según Theodore Lacordaire, el artículo de 18 páginas era el resultado de las notas que había tomado sobre las estancias y la ganadería en la provincia de Buenos Aires durante su residencia en Argentina (ca.1825-1831). El viajero francés deja en claro que, además de sus propias observaciones, también usó los escritos de otros viajeros europeos (como F. B. Head), los trabajos de intelectuales argentinos, como el Deán Funes, y publicaciones locales. Más aún, durante el período en que publicó algunos de sus artículos sobre Argentina, cuando ya estaba de regreso en París, Lacordaire mantuvo contacto con Bernardino Rivadavia, quien en esos momentos estaba exiliado en la capital francesa.41 Rigurosa y utilitariamente, su artículo informa y explica desde los pasos que son necesarios para fundar una estancia, el tamaño de éstas y cómo administrarlas, hasta los precios de la tierra, el ganado y los cueros, presentando, además, estadísticas sobre las exportaciones generadas por la ganadería. En el artículo también se observan las influencias del romanticismo tanto en la forma en que el viajero vive sus experiencias como en sus observaciones, en particular cuando describe las tareas diarias en las estancias y los hábitos de los gauchos. Aunque sus investigaciones sobre la ganadería se habían limitado a la provincia de Buenos Aires, el viajero francés arriesgaba que las conclusiones se podían extender al resto del país.

El uso de este artículo por parte de Sarmiento es especialmente evidente en el primer capítulo en el que presenta y desarrolla su argumento sobre la influencia de la inmensa y escasamente poblada llanura en la evolución de la sociedad argentina, y sobre los orígenes y características de la oposición entre ciudad y campo. El artículo de Lacordaire reaparece intermitentemente a través del capítulo y funciona como una especie de mapa (oculto) que guía el desarrollo del argumento de Sarmiento.

Para empezar, comparemos brevemente un pasaje de la fuente francesa con uno del primer capítulo del Facundo, lo que nos va a permitir establecer e ilustrar la relación entre los dos textos. Por ejemplo, el viajero describe la tarea de marcar el ganado de la siguiente manera:

la hierra, amène une suite de fêtes dans les estancias, comme, chez nous, les vendanges. L’estanciero invite ses amis à y asister, et les gauchos accourent de tous côtés... les gauchos, qui, dans ces occasions, déploient toute leur adresse à lancer le lazo et les bolas, deux armes favorites que ne le quitent jamais.42

Sarmiento, por su parte, escribe:

La hierra, que es como la vendimia de los agricultores, es una fiesta cuya llegada se recibe con transportes de júbilo: allí es el punto de reunión de todos los hombres de veinte leguas a la redonda; allí, la ostentación de la increíble destreza en el lazo.43

El pasaje del Facundo es, entonces, una traducción cuya construcción sugiere que, tal vez apremiado por el tiempo, Sarmiento no la revisó (desdobla el adverbio de lugar "y" en dos "allí...; allí...", repetición que resulta en dos oraciones forzadamente ensambladas). No obstante, la traslación es bastante fiel y la secuencia de la enunciación es la misma: la hierra como fiesta/ la comparación con la vendimia/ los gauchos que vienen de los alrededores/ su habilidad con el lazo. Pero veamos más específicamente cómo traduce y reescribe Sarmiento:

"comme chez nous les vendanges"

"como la vendimia de los agricultores" [ocupación de la mayoría de los franceses]

"les gauchos accourent des tous côtés"

"los hombres de veinte leguas a la redonda"

"les gauchos... deploient toute leur addresse à lancer le lazo"

"la ostentacion de la increíble destreza en el lazo"

(aquí el texto mantiene, incluso, algo del sonido del original: addresse / destreza).

Esta apropiación de un texto de Lacordaire no es única. Como veremos más abajo Sarmiento va a hacer lo mismo con la descripción física de Quiroga que el científico francés incluyó en su artículo sobre la batalla de La Tablada (en ese caso la apropiación llegará al plagio).

El pasaje sobre la hierra, entonces, permite establecer la presencia del artículo publicado en la Revue des Deux Mondes en el primer capítulo del libro de Sarmiento. Pero la descripción de las tareas del campo fue solo uno de los elementos que Sarmiento tomó de la prestigiosa revista. Lo que al autor del Facundo más le interesó fue el largo párrafo en el que el francés introduce los resultados de sus observaciones y en el cual hace algunas reflexiones generales sobre la ganadería, la pampa y la sociedad argentina. Es ese párrafo el que, muy directa y concretamente, Sarmiento usa para escribir su propio argumento. El viajero francés dice:

On appelle estancias, dans toute l’ Amérique espagnole, les propriétés rurales uniquement destinées à l´éducation du bétail, sur une échelle inconnue en Europe, et qui n'a son analogue que parmi les hordes errantes de l´Asie centrale. Les provinces du Río de la Plata sont...celles qui présentent les plus vastes établissemens de ce genre, et leurs habitants offrent le spectacle assez singulier d'une nation civilisée, dont la richesse presque tout entière ne consiste qu'en troupeaux. Cette espece d'anomalie sociale s'explique d'elle-même par la rareté de la population, et surtout par ces plaines immenses ou pampas qui caractérisent le pays, et dont la surface unie comme celle de la mer, couverte de riches pâturages et dépourvue de forêts, semble, ainsi, que les steppes asiatiques, inviter l'homme à la vie pastorale. De là deux peuples divers, pour ainsi dire, dans la République Argentine: l'un, renfermé dans l'enceinte des villes, livré au commerce, à l'industrie, à la plupart des arts de la civilisation, et que rien ne distingue des habitans de l'Europe; l'autre, répandu dans la campagne, portant un costume particulier, ayant ses usages propres, et abandonné à de toutes les passions de l'homme à demi sauvage. Ce dernier se compose de ces gauchos, dont le caractère prononcé et original n'a pas encore été étudié avec tout le soin qu'il mérite, malgré les renseignements précieux que contiennent les voyages de Miers, Head, Schmidtmeyer, mistriss Graham, et plus anciennement les ouvrages de d´Azzara.

On trouve dans les memes auteurs des détails assez étendus sur les estancias, mais incomplets à certain égards. On regrette, en les lisant, qu'ils n'aient pas donné plus d'importance et d'attention à cette base de l'existence d'un pays....44

La extensión de la estancias y las enormes dimensiones de la ganadería sorprendieron a Lacordaire (acostumbrado a las dimensiones más pequeñas de Europa). La escala de esta ganadería, decía, era solo comparable a la que practicaban "las hordas errantes del Asia central" y establecía así una "analogía" entre Argentina y el oriente que, como veremos más adelante en este trabajo, en la década de 1820 era ya un lugar común en el análisis de la realidad argentina con el que se buscaba explicar la existencia del despotismo local (el caudillismo). El viajero francés compara, además, la pampa con el mar, imagen deudora de las descripciones que Humboldt había hecho de las llanuras y que había sido usada con frecuencia por otros viajeros a la Argentina.

Pero más importante, Lacordaire muestra la situación excepcional de Argentina donde la pampa inmensa y despoblada, y la enorme extensión de la ganadería han creado las condiciones para que una sociedad civilizada (Buenos Aires y otras ciudades) dependa de enormes rebaños de ganado para su existencia. En el paradigma propuesto por Montesquieu en L’esprit des lois este tipo de ganadería era la base de la economía de las sociedades bárbaras que poblaban las estepas del Asia central donde, por otra parte, no había ciudades. Estas condiciones, según el filósofo iluminista, explicaban la existencia de un tipo gobierno específico entre los tártaros: el despotismo.45 La diferencia entre la realidad argentina y el modelo de Montesquieu, entonces, transformaba a la nueva nación en una "anomalía social" o en "un espectáculo bastante singular" que desafiaba las leyes sociales e históricas. Esta situación única implicaba la coexistencia de dos pueblos o sociedades diferentes localizadas en la ciudad y el campo respectivamente: uno "librado a las artes de la civilización" y el otro "abandonado a todas las pasiones del hombre semi-salvaje". Finalmente, el francés lamentaba que otros viajeros no le hubiesen dado al fenómeno de la ganadería como "la base de la existencia" de la nueva nación toda la importancia que se merecía y que tampoco hubiesen estudiado a los gauchos, diagnóstico con el que implícitamente invitaba a otros a llenar ese vacío.

Para poder apreciar mejor la relación entre la fuente y el Facundo quiero repetir aquí los momentos del texto en que Lacordaire formula esta idea y compararlos con los correspondientes pasajes de Sarmiento, lo que nos va a permitir ver las huellas de la escritura del francés en la página del sanjuanino y cómo éste, a su vez, reescribe y expande el original. Dice Lacordaire respecto de la ganadería y de su importancia social

ces plaines immenses ou pampas... semble[nt], ainsi, que les steppes asiatiques, inviter l'homme à la vie pastorale

On regrette, en les lisant, qu'ils [los otros viajeros] n'aient pas donné plus d'importance et d'attention à cette base de l'existence d'un pays.

Dice Sarmiento:

La clasificación que hace a mi objeto, es la que resulta de los medios de vivir del pueblo de las campañas, que es lo que influye en su carácter y espíritu... Ahora, todos los pueblos argentinos, salvo San Juan y Mendoza, viven de los productos del pastoreo.46

Sarmiento adopta la categoría de análisis de Lacordaire ("cette base de l’existence d’un pays"/ "los medios de vivir del pueblo de la campañas") y en su formulación también se escuchan ecos del vocabulario original ("vie pastorale"/ "viven de los productos del pastoreo").

De acuerdo con el viajero francés es la excepcionalidad de la campaña la que explica la escisión de la sociedad argentina, la diferencia entre el campo y la ciudad. Comparemos los dos textos:

De là deux peuples divers, pour ainsi dire, dans la République Argentine.

Saliendo del recinto de la ciudad todo cambia de aspecto...sus hábitos de vida son diversos...parecen dos sociedades distintas, dos pueblos extraños uno de otro.47

En la reescritura de Sarmiento la diferencia entre los "dos pueblos" se mantiene pero el adjetivo "divers" reaparece modificando a los hábitos de la gente de la campaña.

Lacordaire presenta muy generalmente los rasgos de las dos sociedades que conviven en Argentina. De la sociedad civilizada dice:

l'un, renfermé dans l'enceinte des villes, livré au commerce, àl'industrie, à la plupart des arts de la civilisation, et que rien ne distingue des habitans de l'Europe.

Sarmiento, por su parte, escribe:

La ciudad es el centro de la civilización argentina, española, europea; allí están los talleres de las artes, las tiendas del comercio.48

Sarmiento comienza su explicación de forma similar a la del texto francés ("dans l’enceinte de la ville" / "la ciudad es el centro") pero luego abandona el orden de la oración de la fuente aunque conserva los mismos elementos. Particularmente interesante de la traducción y reescritura de Sarmiento es que mientras Lacordaire habla de "l’industrie" y "des arts de la civilisation" Sarmiento escribe "los talleres de las artes", al tiempo que "civilisation" ha sido desplazado a la primera parte de la oración.

Como vimos, Lacordaire concluía su diagnóstico con una propuesta de investigación enmarcada dentro de la literatura científica del período. Era necesario estudiar este fenómeno único que se daba en Argentina y, en especial, estudiar más cuidadosamente a los habitantes de esas llanuras inmensas. Decía que la población de las pampas "se compose de ces gauchos, dont le caractère prononcé et original n'a pas encore été étudié avec tout le soin qu´il mérite". Sarmiento, precisamente, estudiaría los diferentes tipos gauchos en el capítulo siguiente (capítulo II) que no por casualidad iba a titular "Originalidad y Caracteres Argentinos".

Por otra parte, en el análisis de Lacordaire (como era el caso de La Aurora Nacional), la división entre ciudad y campo también se correspondía claramente con los partidos. En el artículo sobre la batalla de La Tablada, al que Sarmiento alude en el Facundo y que también fue publicado en la Revue des Deux mondes, leemos:

Les deux partis unitaire et fédéral représentaient exactement, l’un la civilisation telle que nous [les français] l’avons faite, l’autre celle qui gouverne l’Espagne... Les fédéraux...Moins nombreux que leurs rivaux dans Buenos-Ayres même, ils possédaient une bien autre influence dans la campagne et les provinces de l’interieur. Plus attachés aux vieilles coutumes du pays...49

Más aún, el viajero francés al igual que los unitarios de la época, ubicaba especialmente a Quiroga en el ámbito de la barbarie. Cuando el riojano entró a la ciudad de Córdoba seguido de sus tropas Lacordaire observó que "Quiroga entra dans la place avec une partie de son monde".50

Tanto La Aurora Nacional como "Une estancia", entonces, son dos fuentes claves para comprender la explicación de civilización y barbarie que aparece en el Facundo. En general es posible detectar el uso de estas fuentes en diferentes pasajes del libro. Sin embargo, hay uno bastante singular en el que Sarmiento ensambla las dos fuentes y en el cual el texto cordobés ofrece la dirección del argumento mientras que el francés permite desarrollarlo con elementos esencialmente descriptivos. Veamos. La Aurora Nacional declaraba a Rosas incapaz de gobernar y en el desarrollo de este argumento establecía ya en 1830 la correspondencia entre el mundo de la ganadería y la política, entre la administración de una estancia y el régimen rosista y de este modo desplegaba uno de los recursos retóricos que más efectivamente iba a definir al gobierno del caudillo porteño. Así, en el diario cordobés leemos: "D. Juan Manuel de Rosas, que jamás debió ser más que capataz de los Anchorena, ahora es gobernador del primer pueblo de la república. Que metamorfósis!"51

En una sorprendente "metamorfósis" quien había administrado estancias ahora gobernaba. El diario unitario argumentaba que esa transición era imposible porque, aislado en la campaña barbarizante, la "ciencia" que Rosas había adquirido en la administración de las estancias estaba reñida con lo que se necesitaba para gobernar un estado civilizado:

Si el tránsito solo de una estancia ...a la fortaleza de Buenos Aires fuera bastante para adquirir la ciencia de un hombre de estado podríamos conformarnos que el Sr. Rosas...[quede] encargado de dirigir nuestras relaciones políticas con las demás naciones...pero desgraciadamente no sucede así. El Sr. Rosas ...retirado en un establecimiento de campo ...sin más ciencia que la necesaria para cultivar el trigo y cuidar sus ganados. El Sr. Rosas, casi separado de la sociedad civilizada ...y con una natural antipatíaa los usos y costumbres generalmente admitidos, no solo entre los hombres de estado, sino aún entre los de cultura y mediana educación, no puede ser apto para intervenir en negocios que piden... una razón despejada, ilustrada...".52

En este desajuste entre el conocimiento bárbaro adquirido en la ganadería y el que exigía la administración de un gobierno se abría la posibilidad de la analogía del régimen de Rosas con el manejo de una estancia, porque esa era su única "ciencia", eso era lo único que el caudillo había aprendido. Los ecos del texto de La Aurora Nacional en el Facundo son muy evidentes en la idea principal ("adquirir la ciencia"/ "¿dónde ha estudiado?") y en la formulación del rechazo de la civilización que la vida en la estancia generó en el caudillo ("una natural antipatía a los usos y costumbres generalmente admitidos"/ "en desprecio del sentido común"). Dice Sarmiento: "Dónde, pues, ha estudiado este hombre el plan de innovaciones que introduce en su gobierno, en desprecio del sentido común...de los pueblos civilizados?...esta idea me domina hace tiempo: en la Estancia de ganados en que ha pasado toda su vida...".53

La itálica y la mayúscula con que el sanjuanino escribe "estancia" es una referencia muy velada a "Une Estancia" que a partir de esa oración va a usar para inventariar las tareas de campo y así establecer, una por una, la analogía entre ellas y las prácticas políticas del régimen rosista. Acá me voy a limitar sólo a dos de los pasajes en los cuales Sarmiento establece las equivalencias. Recurriendo a la explicación que hace Lacordaire del marcado del ganado (de la que se apropió en el primer capítulo), Sarmiento establece la correspondencia entre las fiestas federales y la hierra, que es la fiesta de las estancias:

Las fiestas de las parroquias son una imitación de la hierra del ganado, a que acuden todos los vecinos.54

Mientras que en el texto francés leemos:

La hierra amène une suite de fêtes dans les estancias...les gauchos accourent de tous côtés.

Y, tal vez más importante, Sarmiento establece la analogía entre el uso del cuchillo en la ganadería y la forma predominante de la violencia política federal:

El degüello, a cuchillo, erigido en medio de ejecución pública, viene de la costumbre de degollar las reses que tiene todo hombre en la campaña.55

Analogía que, esencialmente, había propuesto Lacordaire en su texto de 1833 cuando señalaba la relación entre el repugnante ("trop revoltante") degüello de las reses en los saladeros y la violencia de los gauchos:

"La manière de mettre à mort un boeuf dans ces saladeros, et en général dans tout le pays...est trop révoltante... et ne contribue pas peu à entretenir chez les gauchos cette indiference qu’ils montrent à voir couler le sang".56

Entonces, el párrafo en que Sarmiento establece la analogía entre el mundo de la ganadería y la política, entre la administración de una estancia y el régimen rosista (y consuma, así, uno de los ataques más efectivos contra el caudillo) nos da la oportunidad de observar una de esas raras instancias en que el autor combinó y ensambló en un sólo pasaje dos de las fuentes más importantes del Facundo, extrayendo del diario unitario la idea principal y del texto francés la información que le permitía "probarla".57

Las evidencias presentadas hasta aquí son suficientes para ver cómo la lectura de La Aurora Nacional de 1830 y 1831 y "Une estancia" publicada en 1833 alteran la cronología de la historia de la fórmula civilización y barbarie (tenida por la mayoría de los comentaristas como un supuesto incuestionable hasta ahora) y, por lo tanto, cambia fundamentalmente nuestra comprensión del desarrollo de ese paradigma y de la escritura del Facundo. Por ejemplo, y para ilustrar esta cuestión, en "Rosas como enigma" Elías Palti dice que es la consolidación del poder de Rosas a principios de la década de 1840 lo que lleva a Sarmiento a plantear que Argentina ha entrado en nuevo período de la historia, el que, entonces, "requería un tipo de análisis diferente". Esa "búsqueda de categorías que permitieran descifrar tal dilema", dice Palti con evidente admiración, "se traducirá finalmente en un giro conceptual fundamental que llevará directamente a Facundo". También con increíble precisión el autor nos señala cuándo ocurrió la innovación teórica de Sarmiento, ese momento extraordinario en el que el sanjuanino finalmente pudo escribir "barbarie y civilización": fue el "segundo semestre del año 42 [el que marcó] decisivamente el pensamiento[de Sarmiento]".58 Palti cita así el primer texto en que aquel usa la fórmula: "La cuestión presente del Plata no es la misma enteramente que la que se agitaba en los años ‘30 y ’31. Entonces, como ahora, se luchaba entre el absolutismo y la libertad, entre la barbarie y la civilización; pero...".59

Ahora que conocemos La Aurora Nacional y "Une Estancia" podemos decir justificadamente que "el segundo semestre del año 42" no marca ningún "giro conceptual fundamental" y que, en tal caso, Sarmiento hizo su "búsqueda de categorías" hojeando un diario y una revista que habían sido publicados una década antes. Más aún, la lectura del periódico unitario nos permite entender por qué la primera vez que Sarmiento habla de civilización y barbarie hace referencia a los años 1830 y 1831 y dice "Entonces, como ahora...". Es decir, el sanjuanino mismo señala que en 1830 y 1831 ya se planteaba la lucha en esos términos. Además, el texto de Sarmiento parece un eco muy directo de una de las formas en que se articulaba el problema en el diario cordobés publicado exactamente en esos años.60 Según La Aurora Nacional el conflicto que envolvía a la nueva nación era el "del despotismo contra la libertad, de la ignorancia contra las luces, del fanatismo contra la civilización".61

Documentos como La Aurora Nacional o "Une estancia" entonces, nos obligan a revisar definitivamente la cronología del desarrollo de la fórmula tenida hasta ahora como supuesto inamovible y construida, exclusiva e inexplicablemente, en paralelo con el desarrollo intelectual (o, mejor, los volúmenes de las obras completas) de Sarmiento, como si la historia de la famosa explicación de la Argentina hubiese comenzado con el sanjuanino, supuesto equivocado que también domina los análisis del Facundo incluidos en el reciente volumen dedicado a Sarmiento en la Historia crítica de la literatura argentina.62 Del mismo modo, estas evidencias muestran que la formula civilización y barbarie no surge como un intento de explicar cualquier enigma histórico que Rosas pudiese plantear en la década de 1840, como tampoco éste último problema puede explicar los contenidos esenciales del libro, en particular que Sarmiento haya elegido contar la biografía de Facundo Quiroga y no la de Estanislao López, la de Juan Felipe Ibarra o la de cualquier otro caudillo, muerto o vivo. Sobre esta cuestión, tan fundamental como la de la fórmula, volveremos más tarde.

Fuentes como La Aurora Nacional y el artículo de Lacordaire no solo cambian la cronología sino que también nos muestran que la fórmula asociada con el Facundo no surgió de las lecturas que Sarmiento hizo de autores como Michelet, Guizot o Thierry, como lo han propuesto, por ejemplo, Natalio Botana y Carlos Altamirano, que han privilegiado las "grandes" lecturas y han supuesto la originalidad del pensamiento de Sarmiento al respecto.63 Aunque, aparentemente, Sarmiento tuvo acceso a esos autores, ese hecho es esencialmente irrelevante para explicar la tesis del Facundo, simplemente porque la fórmula con las principales características con que aparece en 1845 ya circulaba más de una década antes de que el sanjuanino siquiera se interesara por la cuestión. En el mejor de los casos, podría considerarse que esas lecturas tal vez64 le hayan permitido a Sarmiento entender el valor o el potencial argumentativo de la fórmula pre-existente y, así, a tomar la decisión de apropiársela o que lo hayan ayudado a pulir la exposición de la explicación ya conocida, aunque éste no ha sido el argumento esgrimido por aquellos críticos.65 Por lo tanto, si nos atenemos a las evidencias, es razonable proponer que, de las fuentes que conocemos hasta ahora, La Aurora Nacional y "Une Estancia" son las que más lógicamente explican la historia de la formula civilización y barbarie antes de Sarmiento y nos permiten ver concretamente cómo la idea de esa dicotomía ya aplicada a la realidad argentina llegó al Facundo. Y estas fuentes no consultadas hasta ahora también nos permiten plantear que los numerosos comentarios que le reconocieron a Sarmiento la paternidad de la fórmula civilización y barbarie confundieron al máximo exponente de esa explicación de la argentina con el iniciador de ella y así construyeron, a través de los años y laboriosamente, una monumental atribución errónea.

La lectura de La Aurora Nacional como la de "Une estancia" tiene, entonces, múltiples consecuencias. Entre otras cosas también nos obliga a imaginar el proceso creativo de Sarmiento desde otra perspectiva. Sobre todo nos alerta sobre el problema de cómo estudiar las influencias intelectuales y de entender cómo moldearon la escritura del Facundo. Una de las formas de pensar e ilustrar esta cuestión es revisar un pasaje de la introducción del libro que ha sido citado muchas veces, aunque con un sentido muy diferente al que le quiero dar aquí. Dice Sarmiento:

A la América del Sur en general, y a la República Argentina sobre todo, le ha hecho falta un Tocqueville, que premunido del conocimiento de las teorías sociales, como el viajero científico de barómetros, octantes y brújulas, viniera a penetrar en el interior de nuestra vida política, como en un campo vastísimo y aún no explorado ni descrito por la ciencia, y revelase a la Europa, a la Francia, tan ávida de fases nuevas en la vida de las diversas porciones de la humanidad, este nuevo modo de ser, que no tiene antecedentes bien marcados y conocidos. Hubiérase, entonces, explicado el misterio de la lucha obstinada que despedaza a aquella república; hubiéranse clasificado distintamente los elementos contrarios, invencibles, que se chocan; hubiérase asignado su parte a la configuración del terreno y a los hábitos que ella engendra.66

El pasaje es frecuentemente citado para establecer una genealogía intelectual entre De la democratie en Amérique y el Facundo, lo cual, probablemente, era lo que quería Sarmiento. No caben dudas de que desde 1840 Sarmiento había tenido acceso a la obra y que, por ejemplo, su opinión de la experiencia norteamericana iba a estar influida por ella.67 Pero si leemos nuevamente el pasaje, ahora que hemos podido establecer la presencia de "Une estancia" en el Facundo, podemos ver que en él Sarmiento alude a Lacordaire y dialoga con él y no con Tocqueville. Es aquél el "viajero científico" que "premunido de las teorías sociales" alerta "a la Francia" de que el fenómeno de la ganadería de las pampas y sus consecuencias sociales y políticas ("el interior de nuestra vida política") no ha sido "aún explorado ni descrito por la ciencia"("n'a pas encore été étudié avec tout le soin qu'il mérite", "On regrette... qu'ils [otros viajeros] n'aient pas donné plus d'importance et d'attention à cette base de l'existence d'un pays"); es Lacordaire el que identifica "este nuevo modo de ser, que no tiene antecedentes bien marcados y conocidos", ("cette espece d'anomalie sociale", "spectacle assez singulier" ); es este francés y no Tocqueville el que asigna, en la Argentina, "su parte a la configuración del terreno y a los hábitos que ella engendra" y el que clasifica "distintamente los elementos contrarios, invencibles, que se chocan" (la ciudad y el campo). El pasaje sugiere, entonces, que en la cuestión de las influencias hay que distinguir entre la lectura de un texto que contiene propuestas teóricas (como el de Tocqueville) y la aplicación de éstas a una realidad específica (Argentina) extraña al contexto en que aquellas se formularon (Estados Unidos). Eso requiere una operación que combine el procesamiento de información y la reflexión, que Sarmiento, por la razón que fuere, no parece haber estado en condiciones de hacer (la urgencia de la escritura debe haber sido un factor). Por el contrario, "su" interpretación surgió más directamente de la prosa periodística o de relatos de viajeros científicos que ya habían aplicado ciertos paradigmas explicativos a la realidad argentina y que habían reflexionado muy específicamente sobre la pampa, la civilización y la barbarie, la ciudad y el campo. Es decir, surgió de textos "menores" que ya contenían la eventualmente famosa explicación. Así leído, el pasaje nos alerta sobre las limitaciones de buscar sus "influencias" principalmente entre los "grandes" autores invocados por Sarmiento y de asimilar su conocimiento de algunas obras con su aplicación y, más importante, con el proceso concreto de la escritura, etapas relacionadas entre sí pero distintas en el proceso creativo. Convendría, entonces, tomar en serio no la letra pero sí el espíritu de la confesión de Sarmiento a Mitre sobre el alcance de sus lecturas:"Toda mi pobre ciencia fue siempre conocer los títulos de muchos libros".

Eso mismo puede decirse en relación a otros autores invocados o insinuados por Sarmiento. Por ejemplo en el capítulo I leemos que "Muchos filósofos han creído, también, que las llanuras preparaban las vías al despotismo...Esta llanura sin límites..."68 , en el cual la alusión a Montesquieu es clara, aunque ahora sabemos que más allá del conocimiento que Sarmiento hubiera podido tener de esa obra (o de sus ideas principales), para escribir el Facundo recurrió a la mediación de Lacordaire (y, como veremos en la próxima sección, también de publicistas locales) que ya habían interpretado la realidad argentina recurriendo a conceptos que habían tenido su origen en el filósofo francés.

Ciertamente Sarmiento es parcialmente responsable de la dificultad que la crítica ha tenido para entender la forma que tomaron las influencias y de la atención desproporcionada que se le ha dado a los autores de más fama: a veces da la sensación de que el sanjuanino ha actuado como un prestidigitador que al tiempo que encandilaba al lector mostrándole una obra brillante con una mano, con la otra introducía subrepticiamente una lectura tal vez no tan prestigiosa pero mucho más útil para la página que tenía que resolver. Este fenómeno no está limitado a Tocqueville o Montesquieu. Por el contrario, se repiten las instancias en que Sarmiento exhibe y distorsiona ciertas influencias mientras silencia otras.

Los resultados de esta investigación y la consecuente alteración de la cronología en la historia de la fórmula permiten considerar otro marco temporal y otras hipótesis para explicar los orígenes de los primeros textos de la literatura de la barbarie. En cuanto al marco temporal, hemos visto que Weinberg dice que la primera mención del conflicto partidario en esos términos ocurre 1827; por lo tanto y solo tentativamente, podríamos ubicar al primer grupo de textos entre ese año y 1831, aproximadamente. En lo referente a los factores que podrían explicar los orígenes de la escritura de la barbarie se puede formular una hipótesis teniendo como punto de partida la lectura de un opúsculo del abogado y periodista unitario José L. Calle titulado Memoria sobre los acontecimientos más notables de la provincia de Mendoza en 1829 y 1830.69 El texto (que Sarmiento conoció y sobre el que volveré más tarde) fue publicado en esa provincia en 1830 y presenta un relato detallado de la derrota de los unitarios a manos de los federales encabezados por Aldao y Quiroga. Al igual que La Aurora Nacional, el opúsculo de Calle es otro claro ejemplo del uso que hacían los unitarios de la dicotomía de civilización y barbarie, que además encuadra plenamente dentro de ella al caudillo riojano. Pero aquí me quiero detener en otro aspecto de ese documento. En una sección titulada "Régimen del terror", Calle describe crímenes aberrantes y de una crueldad incomprensible que perpetraron los federales contra los unitarios cuyanos: por ejemplo, dice que "el cuartel de Auxiliares era el campo de ejecución, donde se sacrificaban algunos infelices sin forma de proceso y en medio de las tinieblas. Para hacer más horribles estos actos se les despedazaba a sablazos con el doble objeto de hacer silenciosa esa operación". También cuenta que el Dr. José M. Salinas "fue arrastrado por infames verdugos la noche del 27 [de septiembre de 1829] a una calle excusada de los arrabales; allí se complacieron en manifestar la más refinada barbarie. Después de arrancarle los ojos y cortarle los brazos, le cortaron la lengua, le abrieron el pecho y le arrancaron el corazón. El 28 amaneció su cadáver a la expectación pública... el 29 y [días] siguientes aparecieron cadáveres mutilados, desfigurados totalmente en su fisonomía para hacer imposible su reconocimiento"; y, en términos similares, menciona el asesinato de Narciso de Laprida, cuyo cuerpo tampoco se encontró. Si Calle describe estas atrocidades con tanto detalle es porque, entre otras cosas, piensa que son excepcionales y que para muchos pueden ser, incluso increíbles. Así dice que "no había sido posible calcular tanta ferocidad en hombres que se reputaban civilizados; era preciso un fondo de corrupción e iniquidad inconcebible para llevar a tan alto punto el terrorismo".70 Uno podría pensar que las erupciones de violencia ocurridas desde 1810 habrían preparado a alguien como Calle para entender que estas atrocidades eran parte de la vida política pero, evidentemente, no era así. La violencia de la década de 1820 parece haber sido vivida por algunos (independientemente de que lo fuera o no) como un acontecimiento sin precedentes y como un punto de inflexión. Esta sensación de haber entrado en una etapa de violencia inimaginable y que se percibía sin límites, entonces, podría ser uno de los factores que explican la explosión de la literatura de la barbarie a finales de la década de 1820. En este sentido no deja de ser llamativo que para expresar el conflicto de civilización y barbarie Calle use, como veremos más adelante, vocabulario e imágenes que asociamos con el género gótico, el cual había surgido, según una de sus explicaciones, como una respuesta ala extraordinaria violencia del terror revolucionario francés.71 Abonan esta propuesta sobre el origen de la literatura de la barbarie el hecho de que en La Aurora Nacional Rosas sea comparado con Robespierre y los federales con los "sansculotes" y "los terroristas de la Francia"72 y de que Calle se refiera a la violencia federal de Quiroga y Aldao no solo como "barbarie" sino también como "Régimen del terror" y como "terrorismo". Pero como dije, esta es apenas una hipótesis y, por supuesto, futuras investigaciones y reflexiones podrán justificarla o no.

Despotismo y orientalismo

Según Carlos Altamirano la asimilación del caudillismo al despotismo que encontramos en el Facundo refleja la familiaridad de Sarmiento con Montesquieu (o con la presencia de sus conceptos en las obras de Tocqueville, Guizot u otros), lo que le permitió inscribir el fenómeno sudamericano en los paradigmas europeos.73 Sin embargo, para 1830, mucho antes de que Sarmiento comenzara su carrera de publicista, esa interpretación ya estaba muy extendida. En efecto, en la explicación de La Aurora Nacional, deudora del iluminismo, la barbarie que se extendía por las provincias del Río de la Plata había generado, inevitablemente, un cierto tipo de gobierno por lo que el conflicto que envolvía a la nueva nación era el "del despotismo contra la libertad, de la ignorancia contra las luces, del fanatismo contra la civilización"74 (en un diario unitario porteño también leemos que "El órden y la civilización parece que al cabo se van a establecer de un modo sólido y permanente. El despotismo y la barbarie van a desaparecer").75

La caracterización de los caudillos federales como déspotas reunía la mayoría de los rasgos con que Montesquieu los había explicado: el terror y el miedo como principio de gobierno, la voluntad y el capricho del déspota (es decir, la arbitrariedad) como única ley, la cólera, el furor y las pasiones sin control como rasgos de personalidad, la crueldad y la ferocidad como medios de gobierno, el desinterés del déspota por la administración, la imposibilidad de expresar una voluntad contraria por parte de los súbditos, la avaricia, la apropiación de los bienes materiales y la corrupción, etc.76 Esto no niega, por supuesto, que Sarmiento estuviese familiarizado con estos conceptos, sino que demuestra, una vez más, que la explicación del sanjuanino estuvo mediada por la apropiación de materiales locales que ya habían realizado ese esfuerzo interpretativo. Tampoco en ese sentido, entonces, el Facundo representó la innovación teórica que ha supuesto el consenso crítico. En esta sección y en la siguiente vamos a ver cómo aparece la caracterización del caudillismo federal como despotismo en La Aurora Nacional y en otras fuentes de la época.

En 1830, el gobierno de Rosas que emergía en la provincia de Buenos Aires era, para el diario publicado en Córdoba bajo los auspicios de la liga unitaria, el caso más escandaloso de despotismo. Apenas meses después de que Rosas tomara el poder ya se podía sentir la retórica que lo iba a definir durante las décadas siguientes: el régimen de este "déspota ambicioso" y "déspota perverso" era "un gobierno fundado en el terror", "terror que se ha difundido en una gran población"; era un "sistema de iniquidad" que había transformado a Buenos Aires en "una basta mazmorra".77

Pero en la explicación del diario cordobés, Rosas era sólo el último de los muchos tiranos que poblaban la nueva nación. Como consecuencia del colapso del estado central en 1820 y del "aislamiento", las provincias se habían convertido en "el juguete y el patrimonio de los déspotas", entre ellos Juan Felipe Ibarra y Facundo Quiroga.78 En el mismo sentido y también en las páginas de La Aurora Nacional, un enemigo riojano de Quiroga señalaba su "ferocidad" y su carácter "colérico" y decía que el caudillo era "un tirano el más sangriento y terrible a la vista de los hombres, que no permite que se hable...que no hai más ley ni más razón que su capricho y terquedad".79 (Sarmiento dice: "Facundo posee La Rioja como árbitro y dueño absoluto: no hay más voz que la suya, más interés que el suyo"80 ). Según el diario cordobés, el arbitrario déspota riojano también cambiaba gobernadores a su antojo: "cuando Quiroga se disgustaba con un gobernador de la Rioja, daba un galope desde San Antonio a la Rioja; mandaba retirar la guardia de la casa de gobierno. Esta era la seña que se daba al gobernador para hacerle saber que habían concluído sus funciones y que la junta debía proceder al nombramiento del que designaba Quiroga".81 (en el Facundo leemos: "el gobernador de La Rioja puesto por él, renuncia, al fin, a fuerza de ser vejado diariamente"82 ).

Por otra parte, la lectura de La Aurora Nacional y de otros documentos del período revelan que la caracterización de los jefes federales como déspotas había ido acompañada también de una retórica que implicó la orientalización de la geografía argentina y de los caudillos. Este componente fundamental en las explicaciones europeas del despotismo (para Montesquieu Asia era el ámbito "natural" de este tipo de gobierno83 ) había sido desplegado creativamente por los militantes unitarios y las evidencias que encontramos en el diario cordobés nos sugieren que Sarmiento siguió muy de cerca el vocabulario y las imágenes utilizadas dos décadas antes, como así también trató de imitar la forma en que se habían invocado ciertas lecturas.84

Veamos entonces algunos ejemplos de la forma que tomó esa orientalización de los federales. Para el periódico cordobés, el gobierno de Rosas en 1830 era de "una arbitrariedad sin modelo, y [de] un absolutismo semejante solo al de la España y el Divan"; los federales de Buenos Aires "intentan fundar una nueva Constantinopla ...y dar asilo a los discípulos de los sultanes" decía La Aurora Nacional, mientras parodiaba los decretos del gobierno porteño: "TURQUIA. Constantinopla, Año 1207 de la Egira" y en una nota aclaraba que "Corresponde al año de 1830. Firma: Mahamud (T. M. Anchorena)" (el lenguaje de los documentos firmados por éste último era, según el periódico unitario, propio "de las hordas errantes de los tártaros").85 Por su parte, el caudillo Estanislao López era el "Bey de Santa Fé", un "argelino americano" o el "Atila argentino" (que había capturado y ocupado la ciudad de Buenos Aires).86 Por el contrario, el general Paz, jefe de la Liga unitaria, había salvado a Córdoba "de la anarquía y el tartarismo".87 Y por supuesto, la figura pública de Quiroga no había escapado a esta retórica: "los avances del poder arbitrario" en la ciudad porteña no eran sólo responsabilidad de Rosas sino también de los "Quirogas" que "han despedazado a Buenos Aires entregandola a un despotismo sin egemplo, propio de los turcos".88 Algo similar le había ocurrido antes a la "infortunada Rioja que en diez años no fue más que una vasta mazmorra, cuyos habitantes gemían encorvados bajo el yugo del más feroz y sanguinario sultán".89 Más aún, esta caracterización de Quiroga como déspota oriental no estaba limitada a los círculos letrados de los publicistas unitarios sino que formaba parte del vocabulario corriente de quienes participaban directamente en las movilizaciones políticas. Así, ya en 1826, un unitario catamarqueño en su correspondencia privada con otros amigos políticos se refería a Facundo como un "visir" que, típicamente, explotaba para su beneficio personal y "oprimía" a la provincia de La Rioja, lo que el propio Quiroga consideró (muy "ilustradamente", podríamos decir) un "notorio agravio".90

Pero la retórica orientalista de La Aurora Nacional guarda otra sorpresa que, necesariamente, nos obliga a repensar, una vez más, la cuestión de las influencias y su relación con el proceso de escritura. En su tal vez más memorable escena orientalista Sarmiento dice:

Esta extensión de las llanuras imprime, por otra parte, a la vida del interior, cierta tintura asiática, que no deja de ser bien pronunciada. Muchas veces, al salir la luna tranquila y resplandenciente por entre las yerbas de la tierra, la he saludado maquinalmente con estas palabras de Volney, en su descripción de las Ruinas: "la pleine lune a l’Orient s’élevait sur un fond bleuâtre aux plaines rives de l’Euphrate". Y, en efecto, hay algo en las soledades argentinas que trae a la memoria las soledades asiáticas; alguna analogía encuentra el espíritu entre la pampa y las llanuras que median entre el Tigris y el Eufrates".91

Sarmiento cita un pasaje del capítulo I de Les Ruines92 que le permite afirmar en las llanuras de Argentina el paradigma europeo del despotismo y su ámbito oriental. La mención del "oriente" con una cita de Volney y la referencia a la Mesopotamia y sus ríos efectivamente "tiñen" ese espacio de orientalismo. Según Tulio Halperín Donghi, la temprana lectura del autor iluminista preparó a Sarmiento para reflexionar sobre los cambios históricos de las sociedades y, así también, para pensar la Argentina del caudillismo. En esta explicación, Halperín no solo considera la presencia del autor francés en el Facundo (1845) sino también en Viajes (1849), en donde encontramos un pasaje que conviene recordar. En Argelia, al visitar las ruinas de "una grande ciudad romana, que la barbarie ha muerto" decía Sarmiento:

Al contemplar, apoyado sobre un fragmento de columna, estas humildes ruinas que nada dicen a los sentidos, he esperimentado la congoja tan inimitablemente espresada por Volney al ver las magníficas columnatas de Palmira. Estas llanuras también estaban cubiertas de una población activa, ilustrada i rica; i ahora nada!... Pero adónde, Dios mío, se han ido tantos millones de hombres!".93

Según Halperín Donghi la presencia del autor francés en el Facundo y en Viajes es el reflejo de una lectura muy personal que Sarmiento hizo de Les Ruines. Lo que le interesó a Sarmiento, dice Halperín, fue una escena al comienzo del libro en la que un beduino contempla las ruinas de Palmira: "La evocación quiere ser un símbolo de la caducidad de las cosas humanas, y en especial de los Imperios y los regímenes políticos, ya que de ellos va a ocuparse Volney. Y es precisamente esa imagen inicial que va a retener Sarmiento".94

Sin embargo, la lectura de La Aurora Nacional pone irremediablemente en cuestión esta explicación que, como otras, supone la singularidad y la particular agudeza de la lectura de Sarmiento. En un largo ensayo sobre el "Aislamiento" de los pueblos del interior y cómo éste erosionaba las bases de su desarrollo económico e institucional, encontramos en el periódico cordobés una referencia al autor francés basada, evidentemente, en el mismo concepto que Halperín dice capturó particularmente la atención de Sarmiento, lectura que, además, está representada con una escena muy similar:

Si los males [políticos] negativos hiciesen la misma impresión que las destrucciones físicas, podría otro Volney sentarse en los bordes del Paraná con más razón que en los escombros de la Siria, a contemplar aquellas aguas correr dentro unas riberas solitarias ahora por los desórdenes públicos, cuando otro día sin duda serán el lujo del estado, y sus costas, la República Argentina.95

El articulista de La Aurora Nacional había usado la misma invocación de Volney contemplando las ruinas para explicar los efectos destructivos del aislamiento y del caudillismo en Argentina. Aquí las ruinas son la intangible inexistencia de los beneficios materiales que el progreso podría haber generado si los caudillos no lo hubieran impedido. Además el texto del Facundo tiene paralelos con la escena orientalista de La Aurora Nacional: en la referencia del diario unitario Volney se sentaría en las costas de uno de los ríos de la mesopotamia argentina mientras que Sarmiento, más literal en el uso de su lectura, busca una cita que le permite ubicar en la pampa argentina uno de los ríos que bordean la mesopotamia asiática porque, como ya había hecho evidente ese pasaje del diario cordobés, "alguna analogía encuentra el espíritu entre la pampa y las llanuras que median entre el Tigris y el Eufrates"; y cuando en el primero leemos sobre las "riberas solitarias" Sarmiento parece asentir: "Y, en efecto, hay algo en las soledades argentinas que trae a la memoria las soledades asiáticas".

Pero lo más importante es que la comparación de los textos de Sarmiento con los de La Aurora Nacional nos muestran que, esencialmente, estamos ante la evocación de la misma lectura con el mismo sentido. Entonces, la utilización de Les Ruines para la interpretación de la historia argentina y como una forma de ubicar a esa realidad dentro del paradigma del despotismo oriental no implican ni una lectura singular de Sarmiento ni un logro teórico ni retórico específico. Más bien, lo que sugiere la evidencia es que la operación que Sarmiento realiza en el Facundo era un lugar común en las interpretaciones de la argentina (como lo era la forma de la evocación que registra en Viajes). Así, la lectura del diario cordobés nos alerta nuevamente sobre la diferencia entre conocer una obra y conocerla lo suficientemente bien96 como para poder adoptarla como marco teórico innovador para el análisis de una realidad nueva y así desarrollar un argumento alrededor de ese esfuerzo interpretativo. Estos diferentes niveles de lectura y de influencia literaria se han confundido y lo que no se ha tenido en cuenta son las instancias intermedias de que dispuso Sarmiento para pensar y , literalmente, escribir sus propias páginas.

Quiroga, arquetipo del caudillo federal, del déspota y del bárbaro:

La lectura de los diarios, revistas y opúsculos de las décadas de 1820 y 1830 también nos permiten ver que los contemporáneos de Quiroga ya creían haber visto en la figura del riojano y en su conducta algo excepcional. Mirando la documentación del período no caben dudas de que Quiroga era el caudillo que más atraía el interés de los observadores argentinos y extranjeros, ya fueran políticos o científicos, y que había en todos ellos una voluntad particular de explicar ese fenómeno llamado Facundo Quiroga. La reputación del llanisto dejaba atrás a la de cualquier otro caudillo, incluyendo por supuesto a ese recién llegado a las filas del federalismo, Juan Manuel de Rosas. Los testimonios que nos dejaron esos primeros testigos y comentaristas, además, hablan de una percepción del riojano que en la mayoría de sus rasgos anticipan con notable "fidelidad" la que nos daría Sarmiento en 1845.

El primer texto que quiero considerar es el opúsculo de José L. Calle titulado Memoria sobre los acontecimientos más notables de la provincia de Mendoza en 1829 y 1830, que, según entiendo, nunca ha sido leído en relación con el Facundo.97 Como dije antes el texto fue publicado en la misma provincia en 1830 y presenta un relato detallado de la derrota de los unitarios a manos de los federales encabezados por Aldao y Quiroga. El autor, abogado y periodista unitario, eventualmente se exilió en Chile donde continuó su carrera y más tarde conoció a Sarmiento, a quien en 1841 apoyó para que se iniciara en el periodismo98 (en sus Memorias Sarmiento recuerda haber redactado El Mercurio junto a él). La relación entre los dos hace suponer que Calle puede haber sido no solo otro de sus informantes sino también una de las personas con las que Sarmiento puede haber "conversado" su proyecto. Pero, más importante, no caben dudas de que Sarmiento supo del opúsculo de Calle antes de escribir el Facundo. En abril de 1845, mientras seguía recabando información para la biografía que comenzaría a publicar pocos días más tarde, su amigo Antonino Aberastain le decía que "un escrito de [José L.] Calle sobre los sucesos de Mendoza el año 31 pinta de un modo exacto a Quiroga y tiene datos verídicos"99 y en sus Memorias Sarmiento cita el título completo y reproduce un párrafo, lo que nos demuestra que tuvo acceso a esa publicación.100

La mayor parte de la pequeña obra de Calle está dedicada a explicar las luchas partidarias y la violencia política en Mendoza, explicación que, como hemos visto, el autor encuadra claramente dentro del conflicto de civilización y barbarie. Pero lo más revelador para nuestro propósito son los párrafos que Calle le dedica a la conducta y a la personalidad del llanisto. Dice así:

Siendo las operaciones de Quiroga demasiado públicas, no se tratará aquí de otra cosa que de descifrar su carácter personal, pintando al hombre privado tal cual es.

El carácter sostenido de ferocidad que ha presentado este caudillo en su inaudita carrera ha traído sobre él la atención de muchos observadores que, considerándolo detenidamente, han convenido unánimemente en que nunca han visto un individuo que deje conocer más fácilmente sus sentimientos de tigre. Aburrido casi siempre, y al parecer oneroso a sí mismo, deja conocer a veces que reputa su existencia como una calamidad. Su inclinación natural le compele frecuentemente a actos de violencia y barbarie, que le son tan fáciles de cometer como las acciones más indiferentes de la vida; y por esto debe considerársele como un frénetico. El homicidio y los excesos más crueles parecen en él casi siempre un acto instintivo producto de un impulso no razonado, en lugar de una resolución bien calculada;bajo este aspecto puede considerársele como a un malhechor maniático. Esta observación se robustece estando atento a las operaciones de Quiroga en los lugares que ha figurado; a este recinto parásito [los Llanos] donde preparósu carrera llena de crímenes por ensayos que le allanaron el sendero. Quiroga parece muchas veces un insensato cuyos excesos resultan de accesos de locura, en los cuales no respeta al amigo ni al hombre más inerme; sus operaciones pueden calcularse otras veces como el producto de siniestras reflexiones de una melancolía homicida.

...sus partidarios han tratado de justificarlo, elevándolo sobre su esfera para atribuírle el carácter ambicioso pero noble de un verdadero genio; pero no debe contestarse a un empeño tan rídiculo.101

Aquí Calle no está preocupado con la actuación militar de Quiroga ni con sus medidas de gobierno ("las operaciones de Quiroga [son] demasiado públicas"). Lo que le interesa es "descifrar su carácter personal", es decir que la figura del riojano plantea un enigma, fenómeno que aparece repetidas veces en el Facundo, desde la famosa invocación al comienzo del libro ("Tu posees el secreto: ¡revélanoslo!") hasta como una cualidad de su personalidad y de su conducta ("Quiroga, cuyo nombre misterioso y terrífico..."; los ciudadanos de Buenos Aires "eran demasiado avisados como para no descifrar el enigma" de su comportamiento102 ). Por otra parte, Calle deja en claro que su interés en el caudillo no es único y de algún modo legitima su interrogante poniéndolo en el contexto de un interés generalizado sobre la persona de Quiroga: "su carácter...de ferocidad...ha traído sobre él la atención de muchos observadores".

Calle dibuja la personalidad y conducta del caudillo con una intensa acumulación de expresiones que mezclan ecos iluministas y tonos románticos y góticos, tales como "Su inclinación natural", "acto instintivo", "impulso no razonado", "extravío de las pasiones" , "actos de violencia y barbarie", "un insensato cuyos excesos resultan de accesos de locura", "malhechor maniático", "siniestras reflexiones de una melancolía homicida". La visión de Calle, por otra parte, coincide con los testimonios de algunos unitarios riojanos reproducidos en La Aurora Nacional: "su cólera", "la furia de este carnicero", "la ferocidad de su genio", "el carácter feroz y sanguinario del héroe de que se trata".103 Pero, tanto la descripción de Quiroga que hace Calle como las referencias de sus enemigos riojanos no hacen sino concentrar en grado superlativo las cualidades que, hemos visto, los editores del periódico cordobés creían ver en el partido Federal en general (las cuales, por supuesto, la figura del riojano abonaba) . Es decir, Quiroga ya es, en la visión unitaria de 1830, el arquetipo del caudillo federal y la figura más representativa de la barbarie y del despotismo.

Esa es la imagen que nos ofrece Sarmiento en su libro:"Facundo... es el bárbaro, no más, que no sabe contener sus pasiones" o "Facundo es un tipo de barbarie primitiva: no conoció sujeción de ningún género; su cólera era la de las fieras".104 Pero Sarmiento justifica su retrato del caudillo de otra manera. Para el epígrafe al capítulo 5 sobre la "Infancia y Juventud" de Quiroga donde hace la narración de la vida privada de Facundo antes de llegar a la política, Sarmiento elige un pasaje de un libro francés sobre la historia del imperio Otomano: "L'homme de la nature, et qui n’a pas encore appris à contenir ou déguiser ses passions, les montre dans toute leur énergie, et se livre à toute leur impetuosité"105 , la cual usa para explicar, precisamente, la conducta de Facundo: después de mostrar los hechos aberrantes de violencia que supuestamente jalonaron la infancia y la juventud del caudillo, el sanjuanino dice "Aquí se eslabona insensiblemente el lema de este capítulo: "Es el hombre de la naturaleza que no ha aprendido aún a contener o disfrazar sus pasiones...".106 Así, la prestigiosa cita del texto europeo no solo legitima su explicación y orientaliza a Facundo sino que, lo que es más importante, al silenciar simultáneamente las fuentes que específicamente hablan de Quiroga, le permite transformar el consenso preexistente en una observación y diagnóstico propios.

En el opúsculo de Calle y en La Aurora Nacional hay también otro elemento que anticipa la lógica e incluso el vocabulario de la narración de la trayectoria del caudillo que nos va a ofrecer Sarmiento. El periodista mendocino dice que en los Llanos de La Rioja Quiroga "preparó su carrera llena de crímenes por ensayos que le hallanaron el sendero". Es decir, Calle entiende que la actuación a nivel nacional del riojano no puede explicarse sin tener en cuenta su aprendizaje , período al cual llama "ensayos", como precisamente se va a titular uno de los capítulos del Facundo que se ocupa de las etapas iniciales de la vida política.

La idea de que el caudillo había ascendido a su poderosa posición mediante "ensayos" también se encuentra en las páginas de La Aurora Nacional. En ellas un enemigo riojano de Quiroga decía que "[al principio] cachorro en su especie, sin las garras suficientes, para destruír y devorar [no causó] los males y ecesos [sic] sin guarismo...de su posterior conducta ....Sin embargo, no dejó de hacer sus ensayos funestos cuya desagradable narración principiaré".107

En este caso para ilustrar la sucesión de "ensayos" con los cuales Quiroga había preparado su violenta carrera de caudillo se utilizaba al "tigre" como metáfora, estrategia explicativa de la trayectoria del riojano similar a la que Sarmiento va a seguir a comienzos del capítulo V, en donde, mediante la magistral ficción de la pelea de Facundo con el tigre, "explica" (o, mejor, crea) los orígenes de la conducta y del consiguiente sobrenombre del caudillo. Del mismo modo, el opúsculo de Calle contiene un diagnóstico que también va anticipar las conclusiones de Sarmiento sobre la relación del apodo con la conducta. Dice Calle que quienes conocen a Quiroga "han convenido unánimemente" en que "nunca han visto un individuo que deje conocer más fácilmente sus sentimientos de tigre" mientras que, luego de narrar la pelea con el tigre, Sarmiento dirá que

También a él le llamaron "Tigre de los llanos", y no le sentaba mal esa denominación, a fe. La frenología y la anatomía comparada han demostrado, en efecto, las relaciones que existen entre las formas exteriores y las disposiciones morales, entre la fisonomía del hombre y la de algunos animales a quienes se asemeja en su carácter.108

Sarmiento refleja así la opinión generalizada entre los unitarios; sin embargo, el sanjuanino enmarca su diagnóstico más explícitamente (porque Calle ya lo ha calificado de "frenético") en "la frenología y la anatomía comparada", lo cual nos habla más de una legitimación de la observación que de un intento sistemático de aplicar las últimas teorías científicas a un nuevo objeto de estudio, como han sugerido algunos críticos.109

Finalmente, Calle deja testimonio de que no sólo los unitarios ven a Quiroga como una figura extraordinaria sino que, aunque con una valoración radicalmente opuesta, también los federales reconocen la excepcionalidad del llanisto, al tiempo que genera en ellos una fascinación similar: "sus partidarios han tratado de justificarlo, elevándolo sobre su esfera para atribuirle el carácter ambicioso pero noble de un verdadero genio". Es decir, en 1830 Quiroga ya encarnaba, literalmente, la categoría romántica del "genio"110 , aunque el sentido de ésta fuera diferente según la inclinación partidaria de los observadores. La visión federal de Quiroga iba a perdurar principalmente en las tradiciones orales; la unitaria iba a establecerse predominantemente en el ámbito de la palabra escrita, especialmente en el Facundo, aunque la palabra hablada iba también a encontrar su lugar en el clásico libro pero mediada y controlada por la ficción de Sarmiento, como he mostrado en otro trabajo.111

Como decía Calle, Quiroga había atraído la atención de muchos observadores, entre ellos Theodore Lacordaire. En "La bataille de La Tablada", artículo al cual Sarmiento alude mencionando su tema y la revista en que se publicó, pero no su título ni su autor, el viajero francés relata que la llegada de Quiroga a las afueras de la ciudad de Córdoba "excita vivement notre curiosité" ya que su "nom retentissait depuis si long-temps à nos oreilles". Cuando estuvo frente a él pudo comprobar la fama que lo precedía "Son aspect ne démentait pas la terreur qu'inspirait son nom". Sarmiento usó la observación directa que Lacordaire hizo de la persona de Quiroga para describir físicamente a Facundo, aunque una vez más podamos confundirnos acerca de la fuente, porque introduce una reminiscencia de un cuadro orientalista del pintor francés Monvoisin: "ses yeux, pleins d’un feu sombre, et qu’il ténait constamment baissés en parlant...inspir[aient] un secret effroi"/ "sus ojos negros, llenos de fuego...causaban una sensación involuntaria de terror...porque Facundo...tenía de ordinario la cabeza inclinada y miraba por entre las cejas, como el Alí-Bajá de Monvoisin".112

La curiosidad de Lacordaire había sido alimentada por la opinión pública, esencialmente unitaria: "La voix publique l’accusait de forfaits sans nombre, dont les plus anciens avaient souillé sa prémière jeunesse".113 La lectura de la prensa unitaria del período nos ha permitido reconstruir parte del contenido de esa "voz pública" y conocer algunos de los hechos "que habían manchado su primera juventud", los cuales ayudaban a definir la singularidad de su figura. Por ejemplo, en el periódico porteño El Pampero del 29 de enero de 1829, en un artículo titulado "Los pueblos y sus tiranos" leemos:

Y qué nos alega...el bándalo, el asesino famoso, el cuatrero Quiroga?...A este bribón le parece que está en una mesa de juego, y que le han ganado la parada, que saca entonces un cuchillo, y le pega una estocada al primero que se le presenta. Esta táctica que no es nueva en este facineroso...como te mandó Dorrego cantidad de pesos y de onzas de oro, pagándote la infame tarea de haber robado, estrupado (sic), y talado el virtuoso pueblo de Tucumán. No parricida famoso, Buenos Aires no es el rancho en que están tus padres, y a quien puedes pegarle fuego, como le pegaste al en que ellos estaban: no somos aquellos hombres inermes Pasos y Reto, a quienes casi les hiciste exhalar la vida a fuerza de azotes: no es la señora infeliz en quien puedes emplear, hasta romperlas, unas riendas a fuerza de azotarla: no somos los porteños los desgraciados Araya, Amaya, Dávila y Gutiérrez a quienes hiciste asesinar: no es el otro infeliz peón a quien sacaste un ojo con las espuelas: no somos tus hijos para que como al tuyo le abras la cabeza como se la abristes con tu misma espada a este inocente...Lavalle y los gefes que lo siguen...no han hecho su carrera entre la embriaguez, el juego y las riñas...salteador infame de los pueblos...tu vida y tus hechos te hacen execrable a los ojos de todos los habitantes, y que te miran como la fiera horrenda que ha desgarrado las entrañas de la patria. Tú, desertor Quiroga...rabia infame...tus uñas no se han de cebar en nuestras riquezas...no deseamos todos otra cosa sino que dejes la cueva para darte la muerte que corresponde a un famoso criminal".114

Casi todos los hechos que El Pampero le imputa a Quiroga como jefe federal aparecen también en el Facundo (el dinero público mandado por Dorrego para la guerra, los azotes a las mujeres y a un Sr. Pazos, el asesinato de Araya, etc.); más aún, en el libro de Sarmiento la orgullosa advertencia de un porteño al provinciano Quiroga toma la misma forma que en el periódico ("No parricida famoso, Buenos Aires no es... la señora infeliz en quien puedes emplear, hasta romperlas, unas riendas a fuerza de azotarla" / "El general Mansilla, le amenaza una vez de darle un cadenazo, diciéndole: ‘Qué, ¿se ha creído que está usted en las provincias?’"115 ).

Pero lo más notable es comprobar que la lista de hechos previos a su carrera política de que se acusa a Quiroga se lee como un esquema o borrador del capítulo V del Facundo, que Sarmiento le dedica a la "Infancia y Juventud" del caudillo: su inclinación por el juego y su venganza arbitraria (sobre el juez de paz), el incendio de la casa de los padres, la violencia contra el propio hijo, su deserción del ejército patriota, su vida de gaucho matrero y su alusión al tigre cebado, todos hechos que lo constituyen en "famoso criminal". A diferencia de La Aurora Nacional, del opúsculo de Calle o de los artículos de Lacordaire, no he encontrado ninguna referencia explícita a que Sarmiento haya tenido acceso a este diario porteño. Sin embargo, una comparación de los dos textos nos sugiere que esa es una posibilidad. Veamos. Sarmiento también cuenta de "la parada" que Facundo pierde y por la cual se venga matando de una puñalada al juez de paz que pasaba por allí y dice: "Estas venganzas sobre el primer objeto que se presentaba, son frecuentes en su vida"116 , mientras que en El Pampero leemos que después de perder "la parada": "le pega una estocada al primero que se le presenta. Esta táctica que no es nueva en este facineroso"

Independientemente de que Sarmiento haya conocido esta fuente o no, lo que importa es que la excepcionalidad de la figura de Quiroga en la opinión pública de las décadas de 1820 y 1830 estaba también definida por los hechos de su niñez y de su juventud. Más aún, dada la amplitud de la circulación de estas anécdotas, Quiroga se decidió a refutar a sus enemigos por escrito. En un opúsculo publicado por la Imprenta Republicana en Buenos Aires en 1831 y titulado Exposición sumaria del Sr. General D. Juan Facundo Quiroga en que se Desmienten Las Calumniosas Imputaciones de los Señores D. Nicolás Dávila, D. José Patricio del Moral y D. Gaspar Villafañe117, el caudillo riojano rechazó las acusaciones y dijo que "no hay calumnia que no se haya forjado para persuadir de mi ferocidad: hasta se imaginaron anécdotas sobre los primeros años de mi juventud, pintandome, lo que nunca he sido, mal hijo y peor ciudadano"118 , en referencia a aquellas tales como la del incendio de la casa de los padres o la de haber sido desertor.

La lectura de los periódicos unitarios y el opúsculo de Calle, entonces, nos permiten reconstruir la imagen del jefe riojano en la cultura letrada y predominantemente unitaria de las décadas de 1820 y 1830, la cual complementa lo que conocemos de la silueta y reputación del caudillo en la cultura oral popular, de inclinación federal. Pero no menos importante para entender la imagen pública del caudillo riojano es escuchar con más atención al propio Quiroga, para lo cual es necesario volver al opúsculo que él mismo publicó en 1831. En él no sólo rechazó ciertos hechos que se le imputaban sino que también emprendió una defensa más general de su conducta para lo cual sintetizó él mismo las acusaciones: "los principales cargos que se me hacen son: la arbitrariedad, la crueldad y la codicia".119 Entonces, según el propio Quiroga, su imagen pública era la de un déspota ("arbitrariedad") y un bárbaro ("crueldad"), venal y corrupto ("codicia") que había utilizado la política para enriquecerse (de esto último, cuestión fundamental para entender el Facundo, me ocupé en otro trabajo120 ). Por supuesto, Quiroga entendía la naturaleza partidaria de su imagen entre el público letrado: así, decía que "crueldad" era la "palabra...que más ha[bía] sonado en las declamaciones de los órganos [diarios] del partido desorganizador [Unitario]" y que "los tiros dirigidos contra mi reputación, solo tienden a despedazarla para denigrar al partido en que me hallo alistado".121 Por último, el caudillo también parece haber intuido el potencial del relato unitario: quienes lo acusaban en la prensa, decía el General Quiroga en 1831, referían no tanto "su historia" sino "más bien su novela".122

Conocer la imagen pública de Quiroga en las décadas de 1820 y 1830 nos permite pensar un aspecto muy importante del proceso creativo de Sarmiento que se toma como un supuesto y que rara vez se considera críticamente. Es ya un lugar común en las explicaciones de los orígenes del libro decir que la intención de Sarmiento era desprestigiar al federalismo en general y a Rosas en particular y que escribió la biografía de Facundo para no hablar tanto de Rosas y así ser más efectivo en el ataque; es decir, la decisión de escribir sobre el caudillo riojano habría sido esencialmente una estrategia retórica. Ahora bien, no es difícil ver que esa explicación, en el mejor de los casos, nos deja a mitad de camino ya que no nos permite entender algo más fundamental: si Sarmiento no quería hablar de Rosas, ¿por qué eligió escribir una biografía de Facundo y no de otro caudillo, muerto o vivo, como, por ejemplo, Estanislao López o Juan Felipe Ibarra? La investigación en la documentación del período nos permite responder la pregunta con más confianza: Quiroga era, mucho antes de que Sarmiento se decidiese a escribir sobre él, el arquetipo del caudillo federal y el hombre más representativo de la barbarie. Como tal, era el líder que en el pasado reciente más había atraído la atención de los unitarios y otros observadores y, por lo tanto, la figura que más invitaba a ser abordada por quienes quisieran explicar el federalismo y el caudillismo.123 Entonces, como en el caso de la fórmula civilización y barbarie, también en este sentido debemos considerar a Sarmiento no como el creador de una mirada particular sobre este caudillo sino como el más destacado dentro de la serie de los observadores que, desde la década de 1820, se ocuparon de Quiroga.

En esa mirada que precedió al libro de Sarmiento la personalidad de Quiroga también se presentaba como un enigma. Las preguntas acerca de su persona implicaban buscar respuestas no sólo en su actuación política presente sino en su pasado; es decir, la explicación de Quiroga ya había tomado la forma biográfica y se construía incluso con un riquísimo anecdotario de su vida previa a la política. Más aún, para 1831 la mayoría de los datos fundamentales de la biografía que podían explicar al caudillo ya habían sido determinados y subrayados, hechos que muy explícitamente lo inscribían dentro del conflicto que se planteaba como civilización y barbarie.124 Así, los hechos con que se habían definido su personalidad y trayectoria, tanto en la cultura letrada como la oral, lo habían transformado de lejos en el caudillo más "narrable" de todos (demás está decir que el asesinato de Barranca Yaco en 1835 no hizo sino acentuar esa cualidad de la figura pública de Quiroga). Entonces, es evidente que la consolidación del poder rosista en la década de 1840 no sólo no explica el origen de la famosa dicotomía sino que tampoco da cuenta ni del género que iba a intentar Sarmiento (la biografía), ni del contenido del libro (la vida del caudillo Quiroga).125

Por último está claro que el género que consideró Sarmiento y el personaje elegido tampoco pueden justificarse mediante la simple atribución de las lecturas históricas o filosóficas que hizo el sanjuanino. Por ejemplo, Noé Jitrik ha explicado estas dos cuestiones recurriendo a la tesis sobre "el hombre representativo o grande hombre" que Víctor Cousin presentó en su Cours d’histoire de la philosophie (1828). Según Jitrik este concepto explicaría "la práctica de la biografía...y puesto que no había ningún Napoleón para exaltar...le permite [a Sarmiento] derivar hacia la zona negativa del "grande hombre" el "jenio del mal", que es, en definitiva, el hombre representativo que existe efectivamente [Quiroga]".126 Es decir, una vez más se supone la excepcionalidad analítica de Sarmiento y , lo que es más problemático, se ignoran así los textos y discursos preexistentes sobre el caudillo, en los cuales ya se califica al riojano de "genio" y de "héroe". Así, se señala como principal una fuente accesoria para la explicación de la cuestión. En el mejor de los casos, podríamos pensar que la lectura de Cousinu otros historiadores y filósofos ayudaron a Sarmiento a ver el valor de "esa" biografía específica (la de Quiroga) que ya se había narrado públicamente, incluso en sus hechos más característicos. Es decir, esas lecturas podrían haber alentado a Sarmiento a tomar la decisión de realizar ése proyecto y, probablemente, también lo hayan ayudado a pensar más sobre su exposición, pero no pueden por sí solas explicar la selección del género ni, mucho menos, del personaje.127

De Sarmiento a Borges y otros comentarios finales

En esta sección quisiera proponer una interpretación de Sarmiento dentro de la tradición argentina y también señalar algunas de las cuestiones metodológicas y preguntas que surgen del análisis de las nuevas fuentes utilizadas. Comienzo por éstos dos últimos problemas.

Este trabajo nos obliga a replantearnos algunas de las formas en que hemos abordado el Facundo y ciertos supuestos con que lo hemos estudiado. Por un lado, ha quedado en claro que el estudio del Facundo no puede basarse en el estrechísimo rango de fuentes con que, en la mayoría de los casos, se lo ha hecho hasta ahora. Es necesario salir más frecuentemente de las obras del autor o de los títulos más invocados por él y explorar otra documentación del período con un potencial explicativo significativo. Al mismo tiempo esta investigación nos hace ver que la historia del desarrollo de la famosa dicotomía de civilización y barbarie es diferente a la que suponíamos: debemos desplazar su aparición y desarrollo de la década de 1840 a las de 1820 y 1830 y estudiarla como la creación de otros actores y no de Sarmiento. El sanjuanino fue el máximo exponente de esa explicación de la Argentina pero no su iniciador.

Una de las consecuencias de esta nueva evidencia sobre los tempranos orígenes del paradigma unitario de civilización y barbarie -eje del libro más representativo de Sarmiento e, incluso, de El matadero-128 consiste en hacernos repensar los límites de la ruptura de la llamada Generación del ’37 con el unitarismo, como así también considerar las continuidades entre éste último y el liberalismo post-Caseros, sobre todo en la forma de una identidad ideológica y discursiva entre estos grupos mayor de la que el consenso historiográfico actual acepta.

Como mencioné al principio, Carlos Altamirano, resumiendo las principales tendencias en las interpretaciones del Facundo, dice que éste se ha leído como un clásico de la literatura y como un clásico del pensamiento. Los resultados de esta investigación nos obligan a preguntarnos sobre la estatura del libro en éste último sentido y, más importante todavía, a cuestionar los estudios que lo colocaron en esa elevada posición. Porque, parafraseando la cita de Borges que abre este trabajo ("Cualquiera puede corregir lo escrito por él; nadie puede igualarlo"), más de uno podía tener esas ideas, como de hecho varios las tuvieron antes que Sarmiento. Pero nadie las pudo escribir así. Me parece que la distancia entre el Sarmiento pensador que la encandilada crítica esculpió y el escamoteador de un artículo en francés (o de un diario cordobés) es tan grande como la que separa a la elemental metáfora del tigre en La Aurora Nacional del cuento impresionante que escribió Sarmiento a partir de ella y de otros materiales similares.

Finalmente, la investigación que presenté aquí nos permite ver a Sarmiento como un precursor creado por Borges. Sarmiento, me parece, es el más "borgeano" de los escritores que fundaron la tradición nacional y también el argentino del siglo XIX en el que, por lo menos en algunos momentos, más se reconoció Borges, y no me refiero a la supuesta simpatía ideológica con los unitarios que éste exhibió en ciertas coyunturas del siglo XX . Me refiero, por ejemplo, a la determinación con que el sanjuanino manejó los materiales locales de lo que comenzaba a ser una visión argentina (civilización y barbarie) y los mezcló con tradiciones "septentrionales", muy consciente de la situación periférica desde la que escribía y desde la cual las interpeló. Y lo hizo no sólo en la página sino incluso llevando en mano, hasta las mismas oficinas parisinas de la Revue des Deux Mondes, el Facundo, con la esperanza de que Francia reconociera a un mero escritor sudamericano.129 Sin duda, Borges vio ese costado de Sarmiento y en 1944 dijo de él que"sabe que nuestro patrimonio no debe reducirse a los haberes del indio, del gaucho y del español; que podemos aspirar a la plenitud de la cultura occidental, sin exclusión alguna" y para no dejar dudas lo comparó: "Groussac es menos universal que Sarmiento".130 Y por eso mismo, podríamos pensar que "El escritor argentino y la tradición" (1950) no es solo un argumento contra los usos nacionalistas de la gauchesca sino que además supone una lectura de Sarmiento que lo vuelve a colocar en el centro del principio, como el precursor que más decisivamente marcó la tradición argentina tal como la entendía Borges.131

Por otra parte creo que hay una identidad más importante de lo que podría parecer a primera vista entre el Facundo y, por ejemplo, la Historia universal de la infamia(1935) no solo por la mezcla de tradiciones, por el género biográfico y por la "infamia" del personaje sino más que nada por la concepción de la literatura que ambos libros revelan. Por un lado, en los dos casos los autores trabajan con textos "menores". Por el otro, en los dos vemos el uso de la traducción, la apropiación, incluso el plagio, como mecanismos de la escritura:es el "parasitismo" literario y "la segunda mano", que han sido reconocidos como el "síndrome borgeano por excelencia"132 y que, al mismo tiempo, tan bien describen a Sarmiento. El autor del Facundo fue muy consciente de esto. De hecho, habló sobre esa forma de la escritura cuando defendió la obra del Deán Funes, defensa que usó para justificarse a sí mismo y para inventar una tradición:

Sobre el deán Funes ha pesado el cargo de plagiario que para nosotros se convierte, más bien que en reproche, en muestra clara de mérito. Todavía tenemos en nuestra literatura americana autores distinguidos que prefieren vaciar un buen concepto suyo en el molde que a la idea imprimió el decir clásico de un autor esclarecido...[es una] escuela erudita que lleva en sus obras incrustadas como joyas...trozos de amena literatura y pensamientos escogidos [que son] la apropiación de los productos del ingenio de los buenos autores...[algunos de esos escritores] traducen páginas francesas y las emiten a la circulaciónbajo la garantía de su nombre y engalanadas con el ropaje de un lenguaje castizo...[así yo también] prefiriera oír por segunda vez a un autor digno de ser leído cien veces, a los ensayos incompletos de la razón y del estilo que aún están en embrión.133

La "segunda vez", la "traducción" , la "apropiación", la "reescritura" y la "erudición", podían ser, según Sarmiento, las formas de la escritura y del "mérito" literario en la nueva nación. La mayoría probablemente no compartía semejante propuesta (de allí las acusaciones y de allí la astuta defensa de Sarmiento134 ) ni hubieran podido comprender toda su audacia. Basta compararla, por ejemplo, con la concepción más ética pero también mucho más estrecha, inocente y erróneamente adánica de la literatura que tenían algunos de sus contemporáneos, como el poeta unitario Juan Gualberto Godoy quien, precisamente el año de la publicación del Facundo, explicaba: "Nada he estudiado...aficionado a la poesía solo pude leer en mis primeros años a Quevedo y Ercilla. Después he huido de leer los poetas, por evitar plagios en mis composiciones, que quería fuesen mías exclusivamente".135

Notas:

1 Ensayo originalmente publicado como apéndice a la segunda edición de Los hijos de Facundo. Buenos Aires, Prometeo, mayo de 2014, pp. 251-299.         [ Links ]

2 Department of History, Purdue University, Estados Unidos. Email:delafuen@purdue.edu.

3 "An Essay on Criticism", verso 28.

4 Domingo Faustino Sarmiento a Bartolomé Mitre, Santiago, 29 de noviembre de 1853, La correspondencia de Sarmiento. Primera serie: tomo I, años 1838-1854, Córdoba, Poder Ejecutivo de la Provincia de Córdoba, 1988, p. 253.

5 Jorge Luis Borges, Obras Completas. Barcelona, Emecé, 1996, t. IV, p 120.

6 Como es el caso de tantos clásicos, la literatura crítica sobre el Facundo es materialmente inabarcable para el investigador individual. Lo que sigue es, inevitablemente, apenas una muestra de ella pero que incluye algunos de los textos más influyentes y otros de reciente data que representan bien el estado actual de la cuestión:Alberto Palcos, El Facundo: rasgos de Sarmiento, Buenos Aires, Editorial Elevación, 1945;         [ Links ] Raúl Orgaz, Sociología Argentina, Cordoba, Assandri, 1950;         [ Links ] Tulio Halperín Donghi, "Facundo y el historicismo romántico" en Tulio Halperín Donghi, Ensayos de historiografía, Buenos Aires, El cielo por asalto, (1955) 1996, pp. 17-28;         [ Links ] Paul Verdevoye, Domingo F. Sarmiento, educar y escribir opinando (1839-1852), Buenos Aires, Plus Ultra, (1964) 1988;         [ Links ] Noé Jitrik, "El Facundo: La gran riqueza de la pobreza", prólogo a Domingo Faustino Sarmiento, Facundo o Civilización y Barbarie, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1977 y Noé Jitrik,         [ Links ] "Escritura: entre espontaneidad y cálculo", en Adriana Amante (comp.), Sarmiento, Buenos Aires, Emecé, 2012, Vol. 4 de la Historia crítica de la literatura argentina dirigida por Noé Jitrik, pp. 15-31;         [ Links ] Ana María Barrenechea, Textos Hispanoamericanos: de Sarmiento a Sarduy, Caracas, Monte Avila, 1978;         [ Links ] Natalio Botana, La Tradición Republicana, Buenos Aires, Sudamericana, 1984 y Domingo Faustino Sarmiento,         [ Links ] Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1996;         [ Links ] Carlos Altamirano, "El Orientalismo y la Idea del Despotismo en el Facundo", en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, Tercera Serie, 9, 1994, 7-19 e "Introducción al Facundo",         [ Links ] en Carlos Altamirano, Para un programa de historia intelectual y otros ensayos, Buenos Aires, Siglo XXI, 2005, p. 25-61;         [ Links ] Maristella Svampa, El dilema argentino: Civilización o Barbarie. De Sarmiento al revisionismo peronista, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 1994;         [ Links ] Elías Palti, "Rosas como enigma: la génesis de la fórmula ?Civilización y Barbarie'", en Graciela Batticuore, Klaus Gallo y Jorge Myers (comps.), Resonancias románticas: ensayos sobre historia de la cultura argentina (1820-1890), Buenos Aires, Eudeba, 2005, pp. 71-84;         [ Links ] David Haberly, "Scotland in the Pampas: A ConjecturalHistory of Facundo", Bulletin of Spanish Studies, Vol.LXXXIII, núm. 6, 2006, pp. 789-813;         [ Links ] Pablo Ansolabehere, "Escrituras de la barbarie", en Adriana Amante (ed.) Sarmiento, Buenos Aires, Emecé, 2012, pp. 237-258.         [ Links ]

7 Allison Bunkley, The Life of Sarmiento, Princeton, Princeton University Press, 1952;         [ Links ] Alberto Palcos, El Facundo... cit.; Paul Verdevoye, Domingo Faustino Sarmiento, educar y escribir..., cit.

8 Todos los subrayados son míos.

9 Tomo esta dos formas de leer la obra (como clásico de la literatura y clásico del pensamiento) de Altamirano, "Introducción", p. 39.

10 Entre los más recientes Elías Palti, "Rosas como enigma", cit. y Pablo Ansolabehere, "Escrituras de la barbarie", cit., que han repetido la aproximación al problema que encontramos, por ejemplo, en los trabajos de Alberto Palcos, El Facundo..., cit., y Paul Verdevoye, Domingo F. Sarmiento, educar y escribir..., cit.

11 Aún la vertiente crítica que reconoció en Sarmiento un manejo deficiente de la biblioteca de su tiempo ha supuesto que ésta sólo podía estar constituida por textos noratlánticos y de gran prestigio, Ricardo Piglia, "Notas sobre Facundo", en Adriana Amante (ed.), Sarmiento, 95-102.

12 Adolfo Prieto, Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 1996;         [ Links ] David T. Haberly, "Francis Bond Head and Domingo Faustino Sarmiento: a Note on the Sources of Facundo", Modern Languages Notes, Vol. CXX, Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 2005, pp. 287-93.         [ Links ]

13 Cuando lo han hecho, en general se han concentrado sobre el efecto que las condiciones de producción tuvieron sobre la mezcla de géneros y la forma del libro, pero no han llevado más lejos su reflexión y considerado sus consecuencias sobre, por ejemplo, la forma concreta en que Sarmiento "debió" escribir o "resolver" algunas de sus páginas.

14 Alexander Pope, "An Essay on Criticism", versos 26, 28.

15 "La antítesis sarmientina ‘Civilización y Barbarie’ y su percepción coetánea en el Río de la Plata", Cuadernos Americanos , Nueva época, Año III, Número 13, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Enero-Febrero, pp.1989, 97-118. Como dije, la producción crítica sobre un clásico como el Facundo es, por supuesto, enorme y difícil de abarcar para cualquier investigador. Sin embargo, no deja de llamar la atención que el artículo de Weinberg no se cite en el volumen que la Historia crítica de la literatura argentina le dedicó a Sarmiento, trabajo colectivo que contó con la colaboración de 34 autores. Menciono esto porque ese trabajo publicado hace más de dos décadas ya insinuaba una forma diferente y más convincente de encarar el problema, como espero mostrar aquí. Más recientemente en un ensayo sobre los conceptos de "Unidad" y "Federación" Nora Souto cita la utilización de la fórmula "civilización y barbarie" por parte de Lavalle en 1829 y dice que el jefe unitario "emplea la antinomia que consagró Sarmiento años después", "Unidad/Federación" en Noemí Goldman (comp.), Lenguaje y Revolución: conceptos políticos clave en el Río de la Plata, 1780-1850, Buenos Aires, Prometeo, 2008, p. 185.         [ Links ]

16 Al señalar que la fórmula de "civilización y barbarie" ya aparecía en los periódicos de Buenos Aires durante las primeras tres décadas del siglo XIX Weinberg dice, sin embargo, que "Todo esto no resta mérito a Sarmiento, quien, con gran agudeza, dilucida por vez primera en su denso y célebre libro el significado sociohistórico de ese antagonismo... y elabora una interpretación original y totalizadora", Félix Weinberg, "La antítesis..." cit., p. 100.

17 Sus redactores fueron José Bedoya, Adrián María de Cires y Dalmacio Vélez Sarsfield.

18 Aberastain a Sarmiento, Copiapó, 16 de marzo de 1845, en Correspondencia de Sarmiento, p. 65.

19 Esto es lo que también sugieren algunos de los textos de Sarmiento anteriores a esta fecha y que citaremos en el curso de este trabajo.

20 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo o Civilización y Barbarie, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1977, p. 158. Todas las citas y referencias al libro de Sarmiento corresponden a esta edición.

21 La Aurora Nacional, "Francia: Cámara de los pares", números 104 y 106 del 4 y 6 de enero de 1831. Este periódico se puede consultar en el Archivo General de la Nación, en Buenos Aires. Agradezco a Fernando Boro su generoso apoyo para la realización de esta investigación.

22 La Aurora Nacional, núm. 74, 17 de noviembre de 1830.

23 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., cit., p. 129.

24 La Aurora Nacional, núm. 69, 5 de noviembre de 1830.

25 La Aurora Nacional, núm. 54, 1 de octubre de 1830.

26 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., cit., p. 169.

27 Un aspecto de la retórica de la fórmula en este período es la asimilación de los federales a los nativos de la pampa, en particular a los ranqueles, que ocupa una posición mucho menor en el Facundo y que no voy a analizar en este trabajo.

28 La Aurora Nacional, núm. 64, 24 de octubre de 1830.

29 La Aurora Nacional, núm. 4, junio 9, 1830.

30 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., cit., p. 26.

31 La Aurora Nacional, núm. 4, junio 9, 1830.

32 Facundo..., cit., p.31

33 La Aurora Nacional, núm. 99, 28 de diciembre de1830.

34 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo...op. cit., pp. 29, 30, 31.

35 Domingo Faustino Sarmiento, "Politica esterior de Rosas", El Progreso del 2,5 y 8 de octubre de 1844, en Obras de D.F. Sarmiento publicadas bajo los auspicios del gobierno Arjentino, 53 vols., Buenos Aires, Félix Lajouane editor, 1887-1903, t. VI, p. 114. Este texto es uno de los indicios de que Sarmiento podría haber conocido el diario de Córdoba antes de marzo de 1845, cuando Aberastain se lo señaló como fuente, posibilidad que el mismo correligionario de Sarmiento parece haber considerado, como expliqué antes.

36 La Aurora Nacional, núm. 44, 8 de septiembre de 1830.

37 La Aurora Nacional, núm. 97, 24 de diciembre de 1830.

38 Francis Bond Head, Journey across the Pampas and among the Andes, Carbondale, Southern Illinois University, (1826) 1967, p. 10.

39 Ibidem, pp.167-68.

40 Theodore Lacordaire, Revue des Deux mondes, t. I (deuxième série), 1833, pp. 577-594. Theodore Lacordaire (1801-1870) recorrió la Argentina y Chile entre 1825 y 1831 y publicó los resultados de sus experiencias en varios artículos que aparecieron en la Revue des Deux Mondes a principios de la década de 1830. En 1835 fue contratado como profesor por la Universidad de Lieja (Bélgica) donde se dedicó a las ciencias biológicas y, en particular, a la entomología. En 1838 Lacordaire publicó Introduction a l’entomologie. Paris, Roret, 1838, 2 vols., que se considera una de las obras fundadoras de la disciplina (un premio de esa especialidad lleva su nombre). El viajero francés no fue un observador imparcial de los conflictos partidarios y, por el contrario, se inclinó abiertamente por los unitarios, como lo reflejan sus textos. Por otra parte, esta adhesión no parece haber sido excepcional: si uno acepta las afirmaciones de la prensa unitaria, la mayoríade los residentes franceses simpatizaban con su partido.

41 Theodore Lacordaire, "Revue des Voyages" , reseña de Voyage au Congo por M. Douville, Revue des Deux mondes, t. 8, 1832, p. 498.

42 Theodore Lacordaire, "Une Estancia", cit., p. 587.

43 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., cit., p. 34.

44 Theodore Lacordaire, "Une Estancia", cit., pp. 577-78.

45 En el texto de Lacordaire hay ecos evidentes de la explicación del despotismo que hace Montesquieu, sobre todo los provenientes del Libro XVIII en que el filósofo habla de "La relación de las leyes con la naturaleza del terreno". Por ejemplo leemos en el capítulo XIX de ese libro: "Les Tartares sont des peuples pasteurs...(peuple le plus singulier de la terre) se trouvent dans l’esclavage politique. Ils n’ont point des villes, ils n’on point des forêts...ils habitent une immense plaine, ils ont des pâturages et des troupeaux...". Lacordaire dice que en la Argentina "la richesse... ne consiste qu'en troupeaux... ces plaines immenses ou pampas... couverte(s) de riches pâturages et dépourvue(s) de forêts, semble(nt), ainsi que les steppes asiatiques, inviter l'homme à la vie pastorale". Críticos como Barrenechea, Botana y Altamirano se han preocupado por la aparente disonancia entre el hecho de que en un artículo de 1841 Sarmiento rechazó las teorías de Montesquieu mientras que cuatro años más tarde escribió un libro donde el influjo de la naturaleza fue tan importante y donde aludió claramente al filósofo iluminista ("Muchos filósofos han creído, también, que las llanuras preparaban las vías al despotismo...") . Sin embargo, no habría contradicción en esto ya que en el artículo de 1841 Sarmiento rechaza la explicación de Montesquieu sobre el influjo del "clima" pero no necesariamente el del "terreno" ("Canto al incendio de la compañía", 15 de julio de 1841, Obras de D. F. Sarmiento, cit., t. I, p. 86 . Pero más importante es entender que la presencia de las ideas de Montesquieu en el primer capítulo del Facundo se deben, por lo menos en parte, a la apropiación del texto de Lacordaire; entonces, por la misma forma en que esas ideas llegan al libro tampoco habría que esperar mucha coherencia teórica en los escritos de Sarmiento ni sorprenderse por las contradicciones que ellos alberguen.

46 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., cit., p. 29

47 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo... , cit., p. 29.

48 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo... , cit., p. 29.

49 Theodore Lacordaire, "La bataille de La Tablada", Revue des Deux mondes, t. 6, 1832, 276-277.

50 Ibidem, 291.

51 La Aurora Nacional, núm. 65, octubre 27, 1830.

52 La Aurora Nacional, núm. 99, diciembre 28, 1830.

53 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., cit., p. 211.

54 Ibidem.

55 Ibidem.

56 Theodore Lacordaire, "Une Estancia", cit., p. 588.

57 El conocimiento de estos textos y su cronología nos obligan a hacer una referencia a El matadero y a su deuda con la retórica unitaria: hasta donde yo conozco, el periódico cordobés es la fuente más temprana en la que se establece la analogía entre el mundo de la ganadería y el de la política, entre el Rosas estanciero y el gobernador; el texto de Lacordaire (1833) también debe ser uno de los primeros que establece la conexión entre la ubicuidad del cuchillo en el mundo del trabajo, su efecto sobre la sensibilidad de los gauchos y la forma de su violencia (F.B. Head, por ejemplo, describe el matadero pero no establece esta correlación). Estas imágenes van a ser los dos elementos principales alrededor de los cuales Esteban Echevarría va a concebir, años más tarde, su famoso cuento.

58 Elías Palti, "Rosas como enigma", cit., pp.78, 81-82.

59 Citado en ibidem, p. 81.

60 Este es otro texto que nos hace considerar la posibilidad, como lo hizo Aberastain, de que para marzo de 1845 cuando le señaló los diarios de córdoba como posibles fuentes para la vida de Quiroga, Sarmiento ya conociese ese documento.

61 La Aurora Nacional, núm. 90, 15 de diciembre de 1830.

62 Por ejemplo, Noé Jitrik, "Escritura: entre espontaneidad y cálculo", cit., y Pablo Ansolabehere, "Escrituras de la barbarie". Adriana Amante, Sarmiento, volumen en Noé Jitrik (director), Historia crítica de la literatura argentina. Buenos Aires, Emecé, 2012.         [ Links ]

63 Natalio Botana, La Tradición Republicana, cit. 266-284 y Domingo Faustino Sarmiento, cit., p. 20; Altamirano, "Introducción", cit., pp. 30-31.

64 Dije unas líneas más arriba que Sarmiento "aparentemente" accedió a autores como Michelet, Thierry y Guizot y ahora hablo de esas lecturas solo como una posibilidad porque la evidencia de ello que frecuentemente presentan los críticos es muy cuestionable. En efecto, para justificar esas influencias intelectuales comentaristas como Botana (La Tradición..., cit., pp. 272, 332, nota 15) o Altamirano (Introducción, cit., p. 31) se apoyan en "Los estudios históricos en Francia", artículo que Sarmiento publicó el 20 de mayo de 1844 y en el que elogia la nueva ciencia histórica de Guizot, Thierry y Michelet (Obras de D.F. Sarmiento, II, 199-201) . Ahora bien, el breve texto de Sarmiento no está basado en su propia lectura de estos autores: en realidad, es un comentario sobre una extensa crítica de la Histoire de France de Michelet publicada en la Edinburgh Review (vol.79, núm. 159, enero de 1844, pp. 1-39) y una comparación de los dos textos muestra que el artículo del sanjuanino apenas repite fragmentariamente las primeras páginas de la reseña escocesa. Esta no es la única instancia en que las referencias a estos historiadores reflejan un conocimiento de segunda mano y superficial por parte del sanjuanino (por ejemplo, véase la mención de Guizot en Obras de D.F. Sarmiento, II, p. 102). Dada la naturaleza de esta evidencia, entonces, no hay razón para suponer un conocimiento profundo de estos autores y cualquier afirmación de su influencia debe fundarse en algo más que la simple comprobación de la mención de sus nombres o de invocaciones generales de la filosofía de la historia en las páginas del Facundo o en algún artículo. Sobre las dificultades que presenta la evaluación de las influencias intelectuales en el libro de Sarmiento véanse los párrafos siguientes sobre la supuesta presencia de Tocqueville en el Facundo.

65 Más aún, dada la cronología de la publicación de las obras de los historiadores franceses, tampoco es obvio (aunque es posible) que algunos de esos autores hayan influido sobre los colaboradores de La Aurora Nacional, sobre otros publicistas de la época o sobre Lacordaire. Pero esa cuestión, aunque valdría la pena investigarla, no está entre los objetivos de este trabajo.

66 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., cit., p. 9-10.

67 "Compré La Democracia de Tocqueville, en casa de un francés", Sarmiento a M.J. Quiroga, San Felipe, abril 9, 1840, en Correspondencia de Sarmiento, 8 y Darío Roldán, "Sarmiento, Tocqueville, los viajes y la democracia en América", Revista de Occidente, núm. 289 , Junio 2005, pp. 35-60.         [ Links ]

68 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo... cit., p. 26.

69 José L. Calle, Memoria sobre los acontecimientos más notables de la provincia de Mendoza en 1829 y 1830, publicado en Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, T. III, 1936, pp. 139-209.

70 José L. Calle, Memoria sobre los acontecimientos..., op. cit., pp. 151, 143, 146-147.

71 En la bien conocida explicación del Marqués de Sade, el gótico "devenait le fruit indispensable des secousses revolutionnaires... il fallait donc appeler l’enfer à son secour... et trouver dans le pays de chimères, ce qu’on savait couramment en ne fouillant que l’histoire de l’homme dans cet âge de fer", Donatien A. F. de Sade, Idée sur les romans. Paris, Rouveyre, 1878, 32-33.

72 La Aurora Nacional, núm. 49, 19 de septiembre de 1830; núm. 82, 3 de diciembre de 1830; núm. 37, 22 de agosto de 1830. En éste último número también leemos: "¿Qué falta ya para que por las calles de Buenos Aires corra diariamente la guillotina, cortando cabezas de unitarios?".

73 Carlos Altamirano, "El orientalismo", cit., p. 13; e "Introducción", cit., pp. 54-57.

74 La Aurora Nacional, núm. 90, 15 de diciembre de 1830. Como señalé antes, es notable la supervivencia de estos conceptos en la explicación del conflicto partidario que todavía se hacía en la década de 1860. En Los hijos de Facundo he mostrado que en 1866 el diario riojano La Regeneración historiaba la lucha de las familias unitarias de Famatina contra Quiroga y los otros caudillos de los Llanos y la presentaba, precisamente, como la lucha de "la libertad contra el despotismo". Ariel de la Fuente, Los hijos de Facundo, cit., p. 47 y nota 60.

75 El pampero, núm. 56, 28 de marzo de 1829.

76 Charles Secondat, Baron de Montesquieu, L’esprit des lois, libros II-V.

77 La Aurora Nacional, núm. 62, 20 de octubre de 1830; núm. 11, 25 de junio de 1830; núm. 49, 19 de septiembre de 1830; núm. 72, 12 de noviembre de 1830.

78 La Aurora Nacional, núm. 43, 5 de septiembre de 1830.

79 La Aurora Nacional, 24 de Julio de 1830.

80 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., cit., p. 105.

81 La Aurora Nacional, núm. 43, 5 de septiembre de 1830.

82 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., cit., p. 98.

83 Charles Secondat, Baron de Montesquieu, L’esprit des lois, libro V, capítulo XV.

84 Aunque en menor medida, en el discurso unitario de La Aurora Nacional también se ubica el despotismo en la edad media europea y en España y se compara Argentina a los "tiempos de los godofredos" o se culpa a "la barbara España", retórica del despotismo que también aparecen en el Facundo, La Aurora Nacional, núm. 85, diciembre 8, 1830 y núm. 102, diciembre 31, 1830.

85 La Aurora Nacional, núm. 14, 2 de julio de 1830; núm. 5, 11 de junio de 1830; núm. 11, 25 de junio de 1830.

86 La Aurora Nacional, núm. 112, 14 de enero de 1831.

87 La Aurora Nacional, núm. 98, 26 de diciembre de 1831; núm. 60, 15 de octubre de 1830.

88 La Aurora Nacional, núm. 14, 2 de julio de 1830.

89 La Aurora Nacional, núm. 82, 3 de diciembre de 1830.

90 Eduardo Gaffarot, Comentarios a civilización y barbarie, o sea compadres y gauchos, por un nieto de Quiroga. Buenos Aires, Imprenta Europea, 1905, pp. 170-171. La correspondencia del rival político había llegado a las manos del caudillo, de allí su reacción.

91 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., cit., pp. 26-27.

92 C.F. Volney, Les Ruines. Paris, Resources, (1791) 1979, p. 5.

93 Domingo Faustino Sarmiento, Viajes por Europa, África y América, 1845-1847 y Diario de Gastos. Nanterre, Colección Archivos, [1849] 1993, Javier Fernández (coord.), p. 195.

94 Tulio Halperín Donghi, "Facundo y el historicismo romántico", cit., pp. 21-22.

95 La Aurora Nacional, núm. 100, 29 de diciembre de 1830.

96 Eduardo Brizuela Aybar ha rastreado la presencia de Volney en las Obras de Sarmiento y dice que "Al revisar los artículos de la época chilena no hemos encontrado en los anteriores a Facundo el nombre de Volney y su obra" y que, dada esta ausencia, "llama la atención el aparecer súbito de Volney en Facundo" . Este autor señala que, aparte de la referencia de 1845, Volney es mencionado solamente en Viajes (1849) y en un artículo titulado "La Palmería", de 1851, en el que, con sentido similar al pasaje sobre Argelia (y al de La Aurora Nacional) Sarmiento dice "Volney habría meditado...", todo lo cual nos habla del estrechísimo rango de las citas que manejaba de ese texto y pone en cuestión no solo la importancia que esa lectura habría tenido para Sarmiento sino también la profundidad con que conocía la obra; Sarmiento, Obras de D.F. Sarmiento, II, 356 y Eduardo Brizuela Aybar, El sistema expresivo de Facundo. San Juan, Editorial de la Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, 2000, pp. 51, 221.         [ Links ]

97 Verdevoye hace referencia a su existencia pero no lo analiza ni menciona su contenido, Paul Verdevoye, Domingo F. Sarmiento, educar y escribir..., cit., p. 388.

98 Domingo Faustino Sarmiento a M. J. Quiroga, Aconcagua, 9 de abril de 1840 y Domingo Faustino Sarmiento a J. M. Quiroga, San Juan, 30 de Junio de 1840, ambas en Correspondencia de Sarmiento, pp. 7, 10; Alberto Palcos, Sarmiento, Buenos Aires, Emecé, 1962, p. 53; Allison Bunkley, The Life of Sarmiento..., op. cit., p. 125.

99 Antonino Aberastain a Sarmiento, Copiapó, 20 de abril de 1845, en Correspondencia de Sarmiento, p. 73.

100 Domingo Faustino Sarmiento, Obras de D.F. Sarmiento, cit., v. 49, 53.

101 José L. Calle, Memoria sobre los acontecimientos..., cit., pp. 153-54.

102 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., cit., pp. 7, 100.

103 La Aurora Nacional, núm. 21, 18 de julio; núm. 22, 22 de julio; núm. 23, 24 de julio 24 de 1830.

104 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., op. cit., p. 169, 87.

105 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., op. cit., p. 79, extraído de Alexandre Louis Félix Alix, Précis de l’histoire de l’Empire Ottoman depuis son origine jusqu'à nos jours; avec une introduction. Paris, Brée et Sannier, 1822, T. I, p. XX.

106 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., op. cit., p. 86.

107 La Aurora Nacional, núm. 22, 22 de julio de 1830.

108 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., cit., pp.80-81.

109 Noel Salomon, Realidad, Ideología y Literatura en el ´Facundo´ de Sarmiento. Amsterdam, Rodopi, 1984, pp. 118-120.         [ Links ]

110 Lacordaire también dice "Je l’ai vu de près, ce Tigre de la Rioja, et jamais passions plus tragiques ne se peignirent sur de plus nobles traits", "La Bataille de La Tablada", cit., p. 280; y, como hemos visto, en La Aurora Nacional hablaban de Quiroga como "héroe".

111 Ariel de La Fuente, "Tradiciones orales y literatura en el siglo XIX argentino: los casos del Facundo y el criollismo", en Cadernos de Seminários de Pesquisa, Mary Ann Junqueira y Stella Maris Scatena Franco (eds.), São Paulo, Departamento de Historia da Faculdade de Filosofia, Letras e Ciências Humanas, Universidade de São Paulo, 2011, Vol.2, pp. 8-43.         [ Links ]

112 Theodore Lacordaire, "La Bataille de La Tablada", cit., 290, y Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., op. cit., p 81.

113 Theodore Lacordaire, "La Bataille de La Tablada", cit., p. 280.

114 El Pampero, núm. 7, 29 de enero de 1829. El Pampero se puede consultar en el Archivo General de la Nación, en Buenos Aires.

115 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., cit., pp. 83, 128, 149, 169, 179, 148, 159.

116 Domingo Faustino Sarmiento, Facundo..., cit., p. 83.

117 Reproducido en Eduardo Gaffarot, Comentarios a civilización y barbarie..., cit, pp. 120-166.

118 Juan Facundo Quiroga, Exposición sumaria del Sr. General D. Juan Facundo Quiroga en que se Desmienten Las Calumniosas Imputaciones de los Señores D. Nicolás Dávila, D. José Patricio del Moral y D. Gaspar Villafañe. Buenos Aires, Imprenta Republicana, 1831, p. 126.

119 Juan Facundo Quiroga, Exposición sumaria..., cit., p. 124. Itálicas en el original.

120 Ariel de La Fuente, "Tradiciones orales y literatura...", cit..

121 Ibidem, pp. 126, 129.

122 Ibidem, p. 126.

123 El hecho de que Sarmiento haya publicado antes la biografía de Aldao (en febrero de 1845) que la de Quiroga no refleja necesariamente que haya estado más interesado en el caudillo mendocino que en Facundo. No sólo los hechos históricos en los que los dos estuvieron involucrados eran los mismos sino que también parte de las fuentes que usaría (como el opúsculo de Calle) servían para las dos biografías . Así, se puede pensar a ambas obras como parte de un mismo proyecto, excepto que la desigual importancia de los personajes y la disparidad de material sobre cada uno de ellos probablemente haya hecho posible que Sarmiento simplemente finalizara antes la del caudillo mendocino.

124 Halperín Donghi ha considerado como una peculiaridad del pensamiento de Sarmiento su inclinación a identificar un "hecho revelador" e integrarlo en "vastas unidades de sentido", tal como la explicación general de la sociedad que proveía la fórmula de civilización y barbarie. Cuando vemos que no solo la formula sino incluso la selección de hechos y anécdotas puntuales precedieron a Sarmiento es evidente que esa interpretación del pensamiento del sanjuanino pierde todo sustento, "Facundo y el historicismo romántico..." op. cit., pp. 20-22.

125 Elías Palti, "Rosas como enigma". Esa circunstancia apenas podría ayudarnos a entender, muy generalmente, la decisión de Sarmiento de escribir contra el federalismo y los caudillos.

126 Noé Jitrik, "La gran riqueza", cit., XXXIX, XLII.

127 Para un trabajo reciente que acepta los equivocados supuestos de Jitrik ("Sarmiento hizo una aplicación excepcional de las tesis de Cousin") y que también ignora la historia previa de la figura pública de Quiroga ver Patricio Fontana "El libro más original: Sarmiento lector y autor de biografías", en Adriana Amante (ed.) Sarmiento, cit., pp. 421-450.

128 Ver nota 57 de este trabajo.

129 Domingo Faustino Sarmiento, Viajes, cit., pp. 120-121.

130 Jorge L. Borges, Obras Completas, cit., vol. IV, 123, 122.

131 Beatriz Sarlo propone un argumento casi opuesto, que enfatiza las diferencias entre Sarmiento y Borges. Entre otras compara los momentos de la literatura de Borges que muy directamente remiten a Sarmiento (según Sarlo solo un poema dedicado a Sarmiento y los obligados prólogos al Facundo y a Recuerdos de provincia) con los que lo hacen a la gauchesca y Martín Fierro y concluye que "no establece con esa escritura (la de Sarmiento) la relación interna, hecha de ecos, de citas, de paráfrasis, que teje con la obra de Hernández". Sin embargo, no considera la cuestión que marco aquí y la posibilidad que ella nos da de leer "El escritor argentino y la tradición" (1950) como una afirmación, frente a los embates nacionalistas, de la "universalidad" de Sarmiento que Borges proclamó en los albores de la experiencia peronista (1944). Más llamativo y más difícil de entender, es que tampoco considere dentro de los ecos sarmientinos el "Poema Conjetural", en el cual Borges examina la cuestión de civilización y barbarie y el que, además, refleja muy directamente la lectura de Recuerdos de provincia, que es la fuente histórica de la composición. Beatriz Sarlo, "Sarmiento en el siglo XX", en Adriana Amante (ed.), Sarmiento, cit., pp. 367-391.

132 Nicolás Helft y Alan Pauls, El factor Borges. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 112.         [ Links ] Énfasis en el original.

133 Domingo Faustino Sarmiento, Recuerdos de provincia, Buenos Aires, Losada, 1995, pp, 162-63.

134 De hecho, durante las luchas partidarias del siglo XIX, uno de los insultos que los colaboradores de periódicos rivales se podían lanzar mutuamente era la de plagiario. La no muy conocida historia del plagio, aún entre los críticos, frecuentemente da lugar a equivocados supuestos: por ejemplo, de que es un concepto relativamente nuevo, producto del romanticismo o del capitalismo. En realidad su historia es más compleja y más larga; basta recordar, por ejemplo, los incisivos epigramas del poeta latino Marcial o las cuidadosas disquisiciones de Séneca sobre la originalidad en literatura.

135 J.G. Godoy a J.M. Gutiérrez, 23 de septiembre de 1845, en Felix Weinberg, Juan Gualberto Godoy: Literatura y política. Buenos Aires, Hachette, 1970, p. 258.         [ Links ]

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