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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versão impressa ISSN 0524-9767versão On-line ISSN 1850-2563

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.46 Buenos Aires jun. 2017

 

RESEÑAS

Gabriel Entin (ed.), Crear la Independencia. Historia de un problema argentino. Buenos Aires, Capital Intelectual, 2016, 153 páginas.

Beatriz Bragoni

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) / INCIHUSA, Universidad Nacional de Cuyo

Este libro ofrece una inteligente selección de claves de lectura a través de las cuales se pone a disposición del gran público un fecundo repertorio de temas y problemas sobre el momento de las independencias. Su atracción radica especialmente en que la iniciativa editorial, a cargo de Gabriel Entin, se propuso hacer evidente los principales supuestos que han vertebrado la agenda de los historiadores de las independencias hispanoamericanas durante los últimos treinta años. Naturalmente, el calendario cívico conmemorativo que se clausura para la Argentina optimizó las condiciones editoriales; y, si la conmemoración de 1810 disparó una saga de libros destinados a facilitar la circulación y difusión de hallazgos e interpretaciones alternativas a las ofrecidas por las narrativas nacionalistas de cuño reivindicativo, uno de los desafíos a los que la renovada historiografía de las independencias se enfrenta es el hecho de que justamente hace explícita que la Nación que se celebra está ausente en aquella aciaga e incierta coyuntura. Éste resulta ser un eje analítico de primer orden en la estructura de la obra, para lo cual se ofrecen argumentaciones eficaces y estilizadas que cumplen con el doble requisito de la alta divulgación: esto es, una forma de exposición de resultados que, sin renunciar a la complejidad, es capaz de ofrecer un orden narrativo atento a la historiografía en la cual se nutre y a la cual interpela, y al sustrato de evidencias verificables de la experiencia del pasado que distingue el trabajo del historiador.

La acreditada expertise del elenco de autores garantiza que la alta divulgación controle la tentación de la mera reiteración, la apología o las urgencias editoriales de la coyuntura. En rigor, la factura de cada capitulo denota o pone de relieve una adecuada selección de temas que no resultan independientes de los sucesivos procesos de escritura que le anteceden, los cuales facilitan la mediación entre el polo de producción del conocimiento histórico más reciente, y sus destinatarios eventuales: esa suerte de facilitación no resulta un dato menor para quienes se enfrentan a idear estrategias y recursos eficaces con el fin de mejorar la comprensión de nuestra cultura histórica en tanto hace honor a la tradición historiográfica en la que nos formamos y que, como escribió Halperin en una de sus obras publicada en 1972 en el marco de la colección de Paidós, practica un estilo de indagación histórica atento de igual modo a la perspectiva que el presente insufla al estudio del pasado, y ensaya una cultura histórica en diálogo con las ciencias sociales, de cara a las narrativas clásicas recostadas en las izquierdas o derechas tradicionales o militantes.

El nexo entre mito e historia se hace patente en el abordaje que Marcela Ternavasio ofrece al poner en contexto dos documentos fundacionales de las historias patrias: el acta de la declaración de la independencia de las Provincias Unidas en Sudamérica de 1816, y el Manifiesto que la vertiente más conservadora de la revolución rioplatense dio a conocer más de un año después. Uno y otro permiten al lector distinguir las especificidades de lo dicho y lo no dicho en cada coyuntura, y hacer comprensible el arbitrio argumentativo austero que diferenció la pretensión independentista de las Provincias Unidas en medio de la atribulada coyuntura guerrera, y la justificación de semejante osadía política ante la restauración del absolutismo en el Viejo Mundo, y el reflujo revolucionario en el subcontinente. El "honor ultrajado" salta a la vista como argumento básico, el cual abre paso al detalle de vejámenes y ofensas que carcomieron las bases del consentimiento americano: tal genealogía resulta a todas luces breve, en tanto si bien asume tres siglos de conquista y dominación, hace de las iniciativas regias de mediados del siglo XVIII un punto de inflexión, ya que logran conectarse de inmediato con la ineficaz administración virreinal que gravitó en las invasiones inglesas de 1806 y 1807, la crisis dinástica, la formación de la junta patriótica y, ante todo, conla "guerra civil", entendida como principal agresión o agravio al obstruir la posibilidad de que América integrara, en un plano de igualdad, la arquitectura de la Nación española, según las promesaspropiciadas por los liberales gaditanos en vista a preservar el dominio de las colonias. El erudito tratamiento de las invocaciones argüidas por quienes rubricaron el Manifiesto, atribuido al jurista Antonio Sáenz, permite abonar la hipótesis de la independencia como resultado de la revolución, y también, restituir las razones historiográficas que dejaron en suspenso su tratamiento hasta 1961 en tanto colisionaba con la lógica historicista y romántica que reivindicaba la vigencia de justos derechos en la ruptura con España y la monarquía. Tal precisión no sólo resulta altamente ejemplificadora del peso de la sombría coyuntura en la que los doctores del Congreso pusieron a prueba sus saberes en la pretendida formalización del régimen político para la flamante nación; también ilustra con meridiana claridad los contrastes entre ese nudo argumental y el del Manifiesto de 1819, el cual, como recordó Natalio Botana en el reciente libro que ofreció sobre la encrucijada de la independencia, enarboló los preceptos del gobierno mixto y el pacto social en aras de exaltar el espíritu nacional ausente aún de cualquier estirpe romántica.

La gramática política de los congresales ya reunidos en Buenos Aires, esta es, la apelación al ultraje que mancilló el honor de los americanos, guarda estrecha relación con el esclarecedor desarrollo que Sergio Serulnikov ofrece sobre las formas de hacer política en las provincias altoperuanas entre finales del siglo XVIII, y el frustrado ensayo de autogobierno promovido por los oidores de Charcas de 1809. Poner en diálogo la densa trama de acontecimientos que distinguieron el principal desafío étnico-racial al dominio colonial, ajustar cuentas con las interpretaciones que hacían de las rebeliones andinas un anticipo de las independencias, y optar por colocarlas en el registro de las formas de apropiación de las concepciones y mecanismos del mismo sistema colonial como sustrato de la acción política colectiva, hace de la contribución un medular abordaje para el lector menos familiarizado con los novedosos enfoques y restituciones históricas sobre la cultura política colonial y sus nexos entre sectores patricios y plebeyos. Pero lo que ofrece el articulo va más allá porque pone en entredicho la centralidad de la crisis metropolitana como partera del desplome imperial (cuestionando así la influyente tesis de Francois X. Guerra),y, lo que no es menos importante, porque interpreta la innovación institucional a la luz del forzoso aprendizaje político previo que terminó por sustraer la obediencia a la metrópoli, y a la capital virreinal, convirtiéndose en preludio de la revolución desatada en Buenos Aires.

La acertada inclusión del paisaje político altoperuano no sólo viene a corregir visiones ancladas en el carácter expansivo, y al mismo tiempo limitante, de la geografía revolucionaria patente en sus fértiles llanuras y la cuenca fluvial rioplatense. Su tratamiento permite, además, identificar con mayor precisión la gravitación de la politización de las relaciones de mando y obediencia, la participación patricia y plebeya en la erosión del sistema de dominación colonial, y las nuevas formas de identidad y sentimientos de pertenencia locales. Y esa suerte de precipicio del orden social y político que los contemporáneos no dudaron en expresar con el vocablo "revolución" - como lo hicieron Abascal desde Lima, o Elío desde Montevideo-, justifican los registros analíticos que completan las páginas del libro. De un lado, el peso de las estructuras para nada inmóviles de la economía en la desigual geografía revolucionaria, y el peso fiscal de sus ejércitos y las guerras; del otro, el impacto de la proliferación de soberanías y de independencias, en sentido vertical, y horizontaldurante la brevísima vigencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata que la hace estallar en pedazos; finalmente, las formas en que ambas traccionaron los cursos y desenlaces de las guerras junto a las contrastantes formaciones,y desempeños de los ejércitos revolucionarios.

"Las independencias olvidadas", como titula Geneviève Verdo su contribución, recupera motivos de amplísimo arraigo en las historiografías patrias, y en las más recientes, en tanto caracteriza los contextos y motivaciones que gravitaron en la declaración de la independencia "nacional" en 1816, y asocia el derrotero efímero de la Nación constituida con elfederalismo argentino. Ambos ejes resultan eficaces para exponer, por un lado, que la independencia combinó razones inscriptas en el plano bélico, en el político internacional, y en torno a las conflictivas relaciones de obediencia de las provincias-ciudades subalternas que aspiraba a someter o gobernar. Dicho desarrollo resulta esclarecido al postular tres niveles de identificación política vigentes al menos desde 1808: el de la independencia dentro de la monarquía; la independencia rioplatense como proyección revolucionaria que aspiraba a afianzarse en la jurisdicción virreinal,que se clausuraen 1815 y explica la iniciativa soberana de 1816; y un tercer nivel de independencias expresado en los pueblos y ciudades, convertidos en sustrato de las vertientes federalistas. Es este último nivel de identificaciones políticas el que pone en escena la rivalidad patente en el Litoral, y el desgajamiento progresivo y determinante del colapso del centro y régimen revolucionario a raíz de defecciones territoriales y militares. Estas últimas constituyen un nervio explicativo medular de la contribución que Alejandro Rabinovich ofrece sobre el impacto del viraje de la estrategia militar de la revolución que hizo del ejército de los Andes, y del "plan continental" liderado por San Martín y los hombres de la Logia, aspectos cruciales del desplome del gobierno central erigido a tientas en torno a la Constitución parcialmente jurada en 1819.

El costo fiscal de tal gravitación-que remite el contundente testimonio de Pueyrredón, inscripta en la solapa del libro- atestigua la manera en que ejércitos y guerras cercenaron las bases fiscales del frágil Estado, lo que permite a Jorge Gelman recuperarlo como rasgo primordial de las consecuencias de las independencias en las economías domésticas, a raíz de la desvinculación de los circuitos mercantiles con el antiguo centro minero potosino, y la tendencia decreciente del crecimiento económico y demográfico que había distinguido el siglo XVIII hispanoamericano. Allí el Litoral termina convirtiéndose en nudo gordiano de tales transformaciones, y en particular Buenos Aires, la flamante provincia dotada de recursos fiscales alternativos para sostener el aparato administrativo y político que, unido al capital simbólico heredado del ciclo revolucionario del que saldría indemne, estuvo en mejores condiciones para sellar alianzas interprovinciales, y liderar la última (y también frustrada) iniciativa del siglo XIX temprano de reconstruir la autoridad nacional en remplazo de la constelación de provincias argentinas des-unidas desde 1820.

Sin duda, esta historia de la independencia como problema argentino habrá de despertar en el lector experto, como en el menos entrenado en el actual debate historiográfico, no sólo la puesta a punto del repertorio de operaciones intelectuales que concurrieron en la revitalización de los estudios históricos una vez descentrados los "mitos de origen" que estructuraron las historiografías patrias, sino también los desafíos que su propia adopción introduce a quienes aspiran a reinterpretar las razones que condujeron a las mismas "soberanías independientes" a sostener, por medio de la política y de la guerra, la pretensión de imaginar, y erigir, una comunidad nacional en una porción territorial del antiguo virreinato rioplatense.

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