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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versão impressa ISSN 0524-9767versão On-line ISSN 1850-2563

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.49 Buenos Aires dez. 2018

 

ARTÍCULOS

En el mundo-barrio. Circulación de noticias y expansión informativa en los diarios porteños del siglo XIX1

Lila Caimari2

Artículo recibido: 07 de marzo de 2017

Aprobación final: 02 de mayo de 2017

En el mundo-barrio. Circulación de noticias y expansión informativa en los diarios porteños del siglo XIX

Resumen

Este trabajo se interroga sobre los horizontes de mundo ofrecidos a los lectores en la prensa porteña de las últimas cuatro décadas del siglo XIX, haciendo foco en los efectos de la incorporación de los cables submarinos como herramienta de acceso informativo. Partiendo de tres diarios conocidos por su ambición modernizante (La Tribuna, La Prensa y La Nación), analiza las lógicas de circulación informativa subyacentes que permitieron la expansión de cobertura espacial. En este marco, argumenta que la gran expansión de noticias internacionales ocurrida a fines del siglo modificó el horizonte espacial de maneras contradictorias, que combinan la intensificación de ciertas zonas, el alejamiento de otras, y el efecto de una conciencia de mundo difusa compuesta por la sincronía de numerosos puntos del planeta.

Palabras clave: Prensa ; Telégrafo ; Periodismo ; Globalización

In the Neighborhood-World. News Circulation and Information Expansion in 19th Century Buenos Aires Newspapers

Abstract

This article explores notions of the outside world offered to the readers of the Buenos Aires press in the last four decades of the 19th Century, paying special attention to the effect of the submarine cables in the access to international news. Focusing on three newspapers that were known for their modernizing bent (La Tribuna, La Prensa and La Nación), it analyzes the underlying logics of news circulation that allowed for the expansion in the spatial coverage. It argues that the great expansion of international news occurred at the end of the century modified the spatial horizon in ways that were contradictory, combining the intensification of certain areas and the blurring of others, while creating an overall consciousness of the world that stemmed from the synchronic presence of numerous point of the planet.

Keywords: Press ; Telegraph ; Journalism ; Globalization

"Con estos sentimientos de confraternidad y con las efusiones de corazón que quisiera transmitir al hierro del cable, mensajero impasible de lo que le comunican, y enviando un saludo cordial á todos los pueblos, que se hacen por el intermediario del cable, una familia sola y un barrio [...]"

En su mensaje inaugural del cable submarino del Atlántico sur, Sarmiento celebraba el ingreso de la nación que presidía a ese mundo devenido "una familia sola y un barrio".3 Largamente esperada, la noticia de la puesta en marcha de esta pieza clave de un sistema de comunicaciones de escala global llegaba a sociedades sudamericanas que ya estaban familiarizadas con las posibilidades del telégrafo. En esos mismos años, los tendidos en cada país avanzaban conectando puertos y ciudades capitales con puntos más y más lejanos del interior. Paralelamente, los estados nacionales firmaban tratados que preveían conexiones regionales. A esas alturas, el potencial del cable para la comunicación internacional era conocido: la construcción del Great Atlantic Cable, que en 1866 unió Gran Bretaña con Estados Unidos por la vía de Irlanda y Canadá, fue seguido con atención por la prensa porteña; y a fines de ese mismo año, un hilo subacuático en el Río de la Plata redujo la distancia informativa entre Buenos Aires y Montevideo, de por sí ya muy reducida.4

Con todo, el gran cable sud-atlántico que se ponía en marcha en 1874 era un hito mayúsculo, pues anunciaba el logro (extraordinario en términos tecnológicos) del acceso directo de un rosario de ciudades de la costa sudamericana al sistema telegráfico interoceánico, y con ello a la más audaz promesa de la comunicación moderna. Que eran dos promesas, en verdad: primero, la aceleración abrupta de los tiempos, que reduciría la brecha informativa con Europa de tres o cuatro semanas a pocos minutos; luego, la eliminación de las distancias, pues el cable abría una conexión con tierras remotas, que permitiría hacer de ellas el "barrio propio". "[...] hoy la distancia no existe", celebraba Andrés Lamas en el mismo discurso inaugural (Sarmiento, 1899: 374-376).

Expresiones de este tipo eran, en verdad, muy visitadas en esos años para describir el poder de acercamiento de comunidades muy distantes que ofrecía el cable.5 Pero en pocos casos eran estas imágenes tan potentes como en las ciudades sudamericanas, lejanísimas de los polos informativos europeos y a la vez íntimamente ligadas a ellos por vínculos profundos, que abarcaban la identidad cultural, la configuración demográfica y la inserción económica. El telégrafo submarino iba a hacer posible la conexión -extraordinaria, maravillosa- de continentes separados por océanos inmensos pero unidos por sus más añejas tradiciones. La actualidad del mundo aquél -un mundo propio en muchos sentidos pero físicamente remoto- sería accesible sin moverse del mundo éste.

Este trabajo analiza la evolución del marco espacial de las noticias en los diarios de Buenos Aires. Atendiendo a los factores que más directamente incidían en la oferta informativa de la rúbrica "Exterior" y "Telegramas" -la conectividad con la red global de cables, los criterios selectivos prevalentes, entre otros- se observará cómo evolucionó en la segunda mitad del siglo XIX el horizonte de mundo ofrecido cada día a los lectores. En este sentido, las páginas de los diarios funcionarán como superficie de llegada de un complejo sistema de circulación informativa, cuyas reglas cambiaron dramáticamente en ese lapso. Al observar rasgos de dicho sistema, este análisis de la composición espacial de la cobertura se integra en un proyecto mayor, que incluye la emergencia de un espacio informativo regional, la aceleración y fragmentación de los tiempos noticiosos, las transformaciones en el periodismo, las rutas informativas, y la experiencia de lectura, entre otros.6

Esta indagación participa de la conversación historiográfica sobre la prensa porteña, y en particular de la reflexión sobre el proceso de modernización en dicho ámbito en las últimas cuatro décadas del siglo XIX. Numerosas investigaciones mencionan la incorporación de servicios internacionales de noticias como un elemento clave del despegue de la prensa de las urbes de la costa atlántica sudamericana a partir de los años 1870, que se agrega a la profesionalización creciente del periodismo, la expansión de publicidades comerciales, la multiplicación de imágenes y el desarrollo de secciones más diversificadas, entre otros (Roman, 2010; Pastormerlo, 2017; Cane, 2011: cap. 1; Alonso, 1997; Buonuome, 2017). Gracias al trabajo de Martín Bergel, la expansión del horizonte informativo en los diarios porteños de fin de siglo es una dimensión conocida de la modernización de la prensa porteña. En su estudio de las imágenes de Oriente en la esfera pública porteña, en efecto, Bergel atiende al marco general en el que se desarrollan los discursos sobre eventos ocurridos en tierras remotas, condición de posibilidad de una nueva oferta discursiva sobre el mundo oriental que excedía ampliamente los círculos de élite (Bergel, 2016: 73-94). Este trabajo retoma las premisas de dicha reconstrucción, tratando de esbozar líneas generales de ese nuevo mapa, y una periodización para su desarrollo.

Además de echar luz sobre una dimensión fundamental y mal conocida de la prensa porteña, el trabajo ofrece hipótesis en relación a los efectos de esta novedad en la composición de mundo disponible a los lectores de diarios. En su influyente estudio sobre la emergencia del nacionalismo como la constitución de "comunidades imaginadas", Benedict Anderson identificaba en la prensa leída por criollos latinoamericanos de fines del siglo XVIII y principios del XIX un elemento fundamental en la constitución de nociones de pertenencia nacional (Anderson, 1991: 63). Más recientemente, el estudio de la prensa moderna ha introducido la pregunta por el potencial para la construcción de lazos imaginarios extendidos por fuera de las fronteras de los estados-nación.7 Como observaba James Carey en su trabajo seminal sobre los efectos iniciales del telégrafo en los medios masivos, los lectores de diarios modernos "ingresaban al mundo" como observadores, y lo hacían con plena conciencia de la diferencia entre el allá de la información que llegaba por vías electrónicas, y el acá del consumo de dicha información (Carey, 1981: 21).8 Como es evidente, la idea de un cambio en la noción de mundo, y del sentido del lugar de la comunidad propia en ese mundo, también atañe a la reflexión sobre la globalización decimonónica. Pues esa historia, dice Roger Chartier, no es solamente la de la multiplicación de circulaciones, sino también la de la evolución de una difusa conciencia del mundo por parte de quienes no se movían de su lugar (Chartier, 2001: 119-123). Al enfatizar el poder simbólico de los diarios, en particular de aquellos que en la segunda mitad del siglo XIX se masificaron en su consumo expandiendo como nunca antes su horizonte de representación, la historia cultural de la prensa permite retomar y proyectar hipótesis sobre la construcción de lazos imaginarios a esferas otras que la de la nación.9

Haciendo suya estas premisas, el presente trabajo se interesa en la composición espacial de las noticias internacionales en los diarios más modernos de Buenos Aires, aquellos que circulaban por miles en las décadas de 1860 y 1870, por decenas de miles en los años 1880 y 1890, y por centenares de miles en el cambio de siglo.

Al privilegiar a la prensa como vehículo informativo, el análisis se coloca en una perspectiva distinta a la que predomina en los estudios sobre los efectos del telégrafo submarino, que subrayan la cualidad altamente elitista de esta tecnología (Wenzlhuemer, 2013).10 El costo del envío por cable inhibió severamente su uso, en efecto, circunscribiéndolo a las burocracias estatales, las empresas navieras transnacionales, el sistema financiero y la gran prensa. Pero es igualmente evidente que el acceso de este último actor, en momentos en que las tiradas de los diarios de tantas ciudades del mundo se expandían rápidamente, se tradujo en cambios que afectaron una experiencia de lectura cotidiana que era muy masiva.

Atento a la pregunta sobre los cambios en la presencia de aquel mundo en el diario decimonónico de alta circulación, entonces, el análisis que sigue privilegia las líneas generales de esta transformación en un período largo, dejando para otra instancia el análisis más pormenorizado de coberturas informativas específicas. De la misma manera, la mediación de los operadores del sistema y los corresponsales de los diarios -una dimensión fundamental de este proceso- será abordada sólo parcialmente, relegando por el momento el estudio de operaciones de reescritura y selección para otra instancia.

Antes del cable: noticias de Europa y noticias de "Europa"

Los periódicos de Buenos Aires siempre habían publicado información internacional, por supuesto. Esa información se había estructurado en torno al eje atlántico, comenzando por noticias de España, que marcaban el pulso de la política local. Como ha mostrado Víctor Goldgel, en la década de 1830 la prensa del Cono Sur prestaba viva atención a las novedades del mundo exterior, incluyendo los vaivenes de la moda, y se mostraba muy alerta al devenir cultural de la región. En esos años, "lo nuevo" -es decir, la infinidad de elementos que alimentaban imaginarios ajenos al mundo de la experiencia- era un criterio de valor importante entre las elites hispanoamericanas lectoras de prensa periódica (Goldgel, 2013).

Hasta mediados del siglo, sin embargo, esta marcada predisposición no se tradujo en empresas periodísticas perdurables, ni se difundió más allá de los círculos de lectores que permitían los modestos índices de alfabetización. Desde entonces, la prensa de Buenos Aires comenzó a ganar lugar y escala en la vida cotidiana, en el marco de la gran expansión de la esfera pública pos-rosista (Wasserman, 2009: 257-264). Las noticias "del mundo" también aumentaron, gracias al desarrollo del mismo sistema de navegación que sostuvo la expansión comercial agro-exportadora, y que comenzó a densificar la llegada de "paquetes" con bolsas informativas. Y si bien el telégrafo submarino aportaría novedades decisivas, éstas se inscribieron en el marco de aceleraciones ligadas a la revolución del vapor, que transformaron la circulación postal volviéndola más nutrida y regular.

"(...) 199 vapores hacen la carrera entre ambos mundos por la antigua ruta de Occidente, que veinte años antes solo era surcada por un Paquete mensual", informaba triunfante el Correo Argentino en 1880 (República Argentina, Min. del Interior, 1881: 5). Más "paquetes" entonces, que además llegaban más rápido: lo que a principios del siglo tardaba tres meses de Londres a Buenos Aires, hacia 1860 arribaba en menos de la mitad de ese tiempo, hacia 1870 en aproximadamente un mes, para estabilizarse hacia fin de siglo en unas dos semanas de demora.11 El cambio era extraordinario, sin duda, pero la celebración del jefe de Correos confirmaba la persistencia de las antiguas lógicas espaciales (atlánticas, euro-céntricas) de la circulación. Los "ambos mundos" unidos por esos 199 vapores que iban y venían cargados de bolsas y "malas" con cartas, corresponsalías y ejemplares de prensa, seguían siendo los que estaban a cada extremo de aquella antigua ruta de Occidente: Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires de un lado, y los puertos europeos ligados al comercio atlántico, del otro. En verdad, los antiguos patrones de circulación se habían intensificado, pues la vía informativa de la que dependían los diarios se inscribía en una de las cinco grandes rutas oceánicas de mayor tránsito recorridas por las empresas navieras que gobernaban los circuitos de comunicación del mundo del vapor en el tardío siglo XIX (Osterhammel, 2014: 714).

Veamos las noticias internacionales en La Tribuna, diario expresivo de la transición a la gran prensa comercial, precoz en la ambición de su cobertura y en la concepción inclusiva de su público lector.12 El proyecto de los hermanos Varela tenía ambiciones que a todas luces excedían la participación en la lucha política, como lo muestran la vocación de uso de los medios más modernos para construir las rúbricas internacionales, ya muy clara en las páginas de este matutino en los tempranos años 1860. Espasmódica en sus inicios, la información "Esterior" tenía días pletóricos de material descargado del último vapor, seguidos de lapsos silenciosos. A medida que avanzaba la década, el espacio acordado a esta rúbrica iba en aumento, reflejando la densidad creciente de embarcaciones que transportaban valijas con diarios, cartas y corresponsalías.

Ubicados en la primera página, estos contenidos aparecían en dos formatos principales: el resumen de noticias, organizado en una lista de breves separadas por subtítulos con el nombre de cada país; y secciones de varias columnas, que se desplegaban en estilo narrativo y personalizado, a menudo en formato de carta y con firma al pie. Detengámonos en un resumen ofrecido a fines de 1872:

"Montevideo, Diciembre 5.

EL CORRESPONSAL

A "LA TRIBUNA"

[...]

En Francia había tenido lugar la reapertura de la Asamblea en Versalles.

Se presentó un proyecto para restituir los bienes a la familia de Orleans.

Algunos reos de la Comuna fueron ejecutados.

En Inglaterra no había novedades políticas de importancia. La enfermedad del príncipe de Gales tomó nuevamente un carácter grave, y se desesperaba de su vida.

La Rusia continuaba desplegando sus fuertes é inmensos armamentos.

Los Gobiernos de Alemania y Austria hacían demostraciones pacíficas.

En España se decía habían fusionado los partidos.

En Estados-Unidos se confirma la salida de la escuadra para Cuba."13

Las "Noticias de Europa" llegaban fechadas en Montevideo. Por razones de distancia al mar y calado de los puertos, los "paquetes" fondeaban en ese puerto antes que en Buenos Aires -un dato pleno de consecuencias en la distribución de los corresponsales encargados de resumir y redireccionar información, distribución que seguía el emplazamiento relativo de los puertos en la ruta de Occidente-. La Tribuna no solamente contaba con los envíos de la orilla oriental del Plata, sino también con los que provenían de Río de Janeiro. La destreza para articular las piezas a lo largo de este camino era parte fundamental del oficio del corresponsal, cuyo reenvío implicaba selección y resumen:

"Por el vapor Kepler llegado antenoche al puerto de Montevideo se han recibido las noticias del Paquete Francés Navarre, que llegó a Rio de Janeiro el 18, momentos antes de la salida de aquel vapor. Nuestro corresponsal tuvo el suficiente tiempo para poner en manos de su capitán los últimos diarios llegados de Europa, y de los que estractamos las siguientes noticias, cuyas fechas alcanzan de Londres al 24 de Junio, París 25 y Lisboa 29."14

Con la puesta en marcha del cable rioplatense, a fines de 1866, la función redistribuidora de estos corresponsales se trasladaría al telégrafo, de donde provendrían los resúmenes de títulos de La Tribuna desde entonces.

Fechadas en Montevideo, pues, las "noticias de Europa" hablaban de Francia, Inglaterra, Rusia, Alemania, Austria y España. Con algún agregado (Italia, Bélgica), ése era el repertorio que los lectores acostumbran frecuentar. La reducción de lo exterior a Europa -a esta Europa- no sorprende, por supuesto, en la medida en que resuena con datos decisivos del contexto, como la composición demográfica y la configuración económica del país. Pero el núcleo de ese mundo no era una simple réplica, en sus énfasis y jerarquías, de los datos de la realidad local. La disposición de las noticias revelaba dos centros en Londres y París, donde fechaban sus despachos muchos corresponsales que se identificaban como "exclusivos". Tampoco sorprende este dato: en la segunda mitad del siglo XIX, Londres era el gran polo económico del mundo, y también el nodo central de distribución de noticias internacionales. Allí confluía, en efecto, el tráfico informativo trasladado por las líneas de vapores (inglesas en su mayoría), y luego, los hilos telegráficos de los sistemas interoceánicos (Wenzlhuemer, 2013: 135-150). Si a esto sumamos la estrecha relación de la economía exportadora rioplatense con los mercados británicos, el lugar jerárquico de las noticias provenientes de esa plaza, y la concentración de corresponsales de Buenos Aires que confluían allí (junto a los de tantas otras ciudades del mundo) resulta coherente con un cuadro mayor.15

El franco-centrismo de la prensa porteña de la segunda mitad del siglo XIX es, por otro lado, un rasgo tan prevalente que apenas necesita demostración. Decía Navarro Viola, refiriéndose a los diarios porteños de los años 1870: "(...) tanto por su manera de ser y de pensar, como por su estilo y las materias tratadas; todo -a excepción hecha de su descomunal formato-, acusaba grandes semejanzas de carácter con el periodismo francés."16 Esta cercanía era literal, además, pues provenía del acceso extendido a diarios y revistas franceses descargados en el mismo puerto que las corresponsalías. Según datos de la Unión Postal Universal, hacia fin de siglo Buenos Aires recibía alrededor de medio millón de impresos anuales provenientes de ese país solamente.17 No hace falta leer los resúmenes noticiosos de La Tribuna para comprobar esta filiación, por cierto, ya que esos contenidos estaban en sintonía con otras zonas de la misma página, donde cartas y corresponsalías reforzaban de muchas maneras el efecto de intimidad con Francia y lo francés. Este universo de referencias emanaba de las "Variedades", "Correspondencias" o "Revistas", allí donde se desplegaban narrativas sobre política, eventos culturales, incidentes policiales, modas y chismes parisinos. El 28 de julio de 1865, por ejemplo, la columna "Revista de París" firmada por Mariano Urrabieta dedicaba buena parte de la primera página a describir el gran estreno en la Ópera, con pormenores de la brillante fiesta, la asistencia de notables reunida en cada palco, las rivalidades entre las estrellas del mundillo del arte lírico y, por fin, la ópera misma, desde la subida a la caída del telón. "En el acto tercero debemos citar todos los coros [...] No hay noche que no pida el público su repetición con una especie de delirio."18

Salpicadas de referencias urbanas, de nombres propios y toques personales, las corresponsalías apelaban a los efectos de intimidad con el mundo narrado. Al pie de esas mismas páginas, la sección "Folletín" difundía relatos de Eugène Sue o "Los Amores de París" de Pablo Feval, todo "arreglado al castellano" por colaboradores del diario. Esa Europa urbana (parisina) que emanaba de tantas zonas de la página-sábana resonaba, en fin, con una configuración cultural que era mucho más amplia y profunda que la prensa misma.

Ya fuesen enviados especiales o conocidos en tránsito cuyo viaje se aprovechaba para obtener impresiones de primera mano, estos colaboradores en París y Londres -o Madrid o Berlín o Florencia- escribían "a casa", apelando en tono y repertorio a claves que eran familiares al universo de referencia de los lectores. Esa condición no implicaba sujeciones temáticas ni se reducía a relatar los devenires de la ciudad en cuestión, sino que incluía el mundo del que se hablaba en esa ciudad. Un mundo muy amplio, por cierto, cuya descripción demandaba de un esfuerzo de sintonía con el universo referencial de llegada.

Tanto la rúbrica de breves "Noticias de Europa" como las corresponsalías largas fechadas en ciudades europeas fueron expandiendo su horizonte a lo largo de la década de 1860, para incluir países asiáticos (India, China, Japón) y africanos (Egipto). Se trataba de excepciones, jirones de un mundo aquél que existía apenas en expresiones fugaces. Veamos la composición de esta presencia de regiones no europeas en un resumen de La Tribuna (enero de 1867), donde se desplegaban los contenidos de una valija arribada por la vía de Río de Janeiro. El resumen incluía breves de Portugal, Inglaterra, Irlanda, Italia y Prusia. Y cerraba así:

"En Egipto tuvo lugar la apertura del Parlamento. En Estados Unidos tuvo lugar igualmente la apertura del Congreso con el discurso de orden del Presidente. De Méjico se ratificaba la noticia de que el Emperador Maximiliano regresa á Europa".19

Estas breves informativas "de Europa" se hacían eco de contenidos que circulaban por las líneas telegráficas del norte de África, allí donde los cables submarinos ya conectaban continentes, y donde ciertas ciudades -las más ligadas a los centros del poder imperial- tenían una presencia cotidiana en los diarios londinenses y parisinos. El Times de Londres en particular, citado deferentemente por tantos corresponsales, exportó de este modo su selección noticiosa, armada con materiales llegados por telégrafos y navíos de todo el mundo.

Las noticias "de Europa" admitían, también, primicias de la guerra en México, o novedades políticas de Estados Unidos. En toda evidencia, la definición de lo europeo excedía criterios geográficos o políticos, para designar, más bien, lo que proviniera de un mundo otro, un mundo lejos de éste. Ese mundo incluía regiones distintas de aquel centro natural de atención, a condición de que estuvieran conectadas a ese centro por las rutas navieras más transitadas y, cada vez más, por la red de cables interoceánicos que aceleraba esas mismas rutas. La inclusión de noticias de México marca, en este sentido, la primera huella de un cambio radical en los patrones de circulación informativa. Desde su puesta en marcha en 1866, el cable nord-atlántico devino en vehículo de información de países de América Central y México en los diarios sudamericanos. El telégrafo, en efecto, muy pronto desplazó a los vapores como fuente de cobertura de estas regiones, allí donde la frecuencia de la navegación nunca había podido competir con la ruta que unía los puertos brasileños y rioplatenses con los europeos. La trayectoria de las novedades de la guerra civil mexicana refleja, en este plano, el incipiente desacople entre las lógicas del espacio físico y las del espacio conectivo. Para que los lectores porteños se enteraran de la ejecución del emperador Maximiliano en tierras aztecas, debió mediar una breve travesía desmaterializada (México/Galveston/ Nueva York/Londres/Lisboa), seguida de una menos breve travesía material por superficie (Lisboa/Montevideo o Lisboa/Buenos Aires), que había culminado en los diarios como parte de la valija "europea" del último vapor.20

Figura 1 - Trayectoria combinada de cables y vapor de la noticia de la Guerra Civil Mexicana publicada en La Tribuna y The Standard, Buenos Aires, julio de 1867.

Fuente: Elaboración propia a cargo de Florencia Sciutto

Rápidamente expandido en el número de líneas y beneficiado por tarifas preferenciales, el sistema telegráfico del Atlántico norte comenzó a tallar de inmediato en el menú de las noticias del "Exterior" ofrecidas en los diarios sudamericanos. Así, los nuevos polos conectivos ­-en particular, la línea Nueva York-Londres- revelaban, en los tardíos años 1860, su poder para alterar las lógicas de circulación dominantes durante más de tres siglos. Al saltar (desmaterializadas) de un continente a otro para regresar en cartas o corresponsalías, estas noticias, todavía marginales en la valija "europea", marcaban la emergencia de una noción de la trayectoria que era alternativa a aquella otra unida al espacio físico. Y con ella, anunciaba el fin del eje atlántico como ruta exclusiva de las noticias internacionales.

Inicios del cable, primeras actualidades del mundo

El horizonte espacial que delineaban las páginas de los diarios de Buenos Aires era muy amplio, sin duda, y gracias a la intensificación del transporte a vapor, se había ampliado mucho en la década previa a la conexión al cable que celebraba Sarmiento. Los ansiados telegramas directos prometían agregar a este repertorio una reducción abrupta de las distancias, el efecto de acercamiento que provenía de la aceleración: si aquella "Europa" se tornaba en barrio propio no sería porque la información no abundaba ya, sino porque los avatares de ese mundo, tan conocido y tan lejano a la vez, vibrarían en sincronía con el de los lectores.

La incorporación de telegramas ultramarinos en las páginas de los diarios llegaba de la mano de otra novedad: el ingreso de la primera agencia de prensa global que operaba en la región, la francesa Havas, una de las dos grandes protagonistas (junto a Reuters) del cartel que controlaba el nuevo sistema de circulación de noticias.21 Apenas dos días después de la inauguración del cable sud-atlántico, los diarios anunciaban su ingreso en la escena de la prensa regional.22 En verdad, la agencia ya tenía una relación con diarios latinoamericanos -el Diario de la Marina de La Habana, El Siglo y El Universal de México, el Jornal do Commércio de Río de Janeiro, y The Standard de Buenos Aires- a los que desde la década de 1850 proveía de información política europea por valijas a vapor. Pero la novedad del cable cambió los términos de esta relación, haciéndola más intensa y exigente. Cumpliendo sus promesas, Havas (asociada hasta 1876 a Reuters en la cobertura de América del Sur) pronto abría oficinas en Pará (hoy Belén), Recife, Salvador de Bahía, Río de Janeiro, Santos, Montevideo, Buenos Aires, Valparaíso y Lima (Desbordes, 2004: 8). Muy pronto, los lectores de todas esas ciudades podrían dar por hecho la llegada de noticias diarias por la conexión transatlántica.

La Nación, diario con manifiesta vocación modernizadora, fue uno de ellos. Su anuncio ya aludía a la reducción radical de la distancia con Europa:

"La Nación acaba de celebrar un contrato para

RECIBIR DIARIAMENTE, por intermedio de la

Agencia Havas-Reuter, TELEGRAMAS DE EUROPA,

conteniendo las noticias de los más importantes sucesos

políticos que en el viejo mundo ocurran."23

Ese "viejo mundo" era el mundo conocido, naturalmente. Pero las primeras "actualidades" llegadas por los telegramas de Havas no correspondían del todo a las expectativas del anuncio. Por mucho tiempo, el costo exorbitante de las transmisiones mantuvo muy reducido su protagonismo, en un rincón de la página sábana. Y cuando llegaban, las noticias europeas no eran tan fáciles de asimilar.

"Telegramas de la Agencia Havas.

"VIENNA, Julio 16. Según los telegramas recibidos del teatro de la guerra, los Rusos han tomado la ciudad fortificada de Nicopoli (margen derecha del Danubio, Bulgaria) a pesar de la tenaz resistencia opuesta por los Turcos. Este suceso es considerado importante pues permite a los Rusos establecer una base segura sobre el Danubio."24

Que las primeras piezas ofrecidas por Havas a sus flamantes clientes de La Nación no aludieran al mundo francés, inglés o español, sino a episodios de la guerra entre Rusia y Turquía en comarcas borrosas del territorio otomano que requerían de precisiones sobre su localización, era un anuncio de los efectos de extrañamiento que el cable reservaba en el plano de la composición espacial. El nuevo mercado de noticias de escala global otorgaba primacía a la noticia bélica, un rasgo que ya se vislumbraba en La Tribuna de los tempranos años 1870, cuando las novedades de la Guerra Franco-Prusiana desplazaron otros contenidos (Pastormerlo, 2017). Esta regla llevaría la cobertura allí donde hubiese batallas que reportar, materiales que los nuevos mayoristas informativos como Havas y Reuters ofrecían a sus clientes como la mercancía más valiosa. Por cierto, esta prioridad imponía decisiones importantes a las agencias mismas: ante el desafío de cubrir la inminente guerra en territorio otomano -la primera que llegaría a la prensa sudamericana por el cable sud-atlántico-, Havas abrió una base en Bucarest y gestionó acuerdos con agentes rusos para proveerse de telegramas de San Petersburgo. De esas bases, establecidas en la urgencia del conflicto, llegarían en el futuro entregas sobre otros temas, que pasaron a integrar parte del "paquete" informativo transmitido a los diarios de las ciudades costeras sudamericanas.25

Cuánto de todo esto resultaba relevante -o inteligible- a los lectores porteños es una pregunta difícil de evitar. El semanario satírico El Mosquito no se privó de parodiar las forzadas situaciones de lectura que deparaban las noticias del cable, donde hombres de buen tono simulaban que entendían los retazos sueltos de información sobre estos episodios remotos. Así ocurría en el diálogo entre Don Meleagro, su mujer (Misia Eponina), su hija Julia y el vecino Don Telésforo que pasaba de visita. El dueño de casa leía el diario "con toda comodidad, envuelto en su bata, con su gorro en la cabeza y un cigarro de tabaco negro en la boca". Ante la pregunta por las novedades del día que repasaba tan de entrecasa, el lector respondía: "Telegramas de Europa, muy interesante". Los problemas surgían cuando los demás comenzaban a pedir detalles, porque Don Meleagro se veía en dificultades para explicar lo que leía. No entendía las noticias de la bolsa, tan codificadas, "no me interesa eso". Pero tampoco las políticas: ni él ni su vecino eran capaces de descifrar si la novedad del bloqueo del canal de Suez a los barcos rusos era buena o mala, importante o trivial, si había que tomar partido en el conflicto, y en ese caso con qué razones. Es que además de ser breves, las noticias del cable fragmentaban el hilo narrativo en segmentos asincrónicos, adelantando piezas que serían retomadas, semanas más tarde, en las corresponsalías "a vapor".26 El lugar del mundo donde aquellos episodios transcurrían era impreciso:

"- Papá, interrumpe la niña Julia, qué es eso, el Canal de Suez?

- Es un... un río... una especie de mar que hay allá.

- ¿En Rusia?

- Sí, niña, por ahí. ¿No es cierto, Don Telésforo?

- Sí señor."

Por fin, molesto con las dudas de su mujer, Don Meleagro invitaba a su vecino a comentar los telegramas en su gabinete.27

Publicada cuando los efectos del telégrafo interoceánico apenas comenzaban a vislumbrarse, la parodia hacía centro en los ademanes de quienes leían noticias "importantes". Los cables internacionales, se entendía, eran para hombres, hombres de cierta posición, que podían retirarse a hablar de estas cosas y fumar cigarros en un gabinete. A la vez, estos lectores de lo urgente e importante debían ocultar la fragilidad de su relación con los datos llegados por tan prestigioso medio. Allá había un mundo donde ocurrían cosas graves: había que estar al tanto, porque lo que traía el telegrama estaba cargado de jerarquía y de premura. Pero los nombres de los sitios y personajes que componían ese horizonte eran como contraseñas de pertenencia a un grupo de los entendidos más que piezas que se integraban en un contexto de sentido pleno. Y las bromas sobre la intrascendencia de este material no se hicieron esperar. Muchas noticias telegráficas no importaban por su contenido, sino por su capacidad para demostrar el poder de cobertura del diario: estaban ahí porque podían estar.

Teniendo en cuenta la magnitud y composición del cambio demográfico ocurrido en Buenos Aires en ese lapso, cuando los desembarcos de inmigrantes provenientes de España y de Italia no cesaban de aumentar, llama la atención la falta de correspondencia entre las prioridades de contenido de la oferta informativa y el origen de esos flamantes porteños, que engrosaban las filas de aquel público lector en plena expansión. No faltaba información de España y de Italia en La Prensa y La Nación, por supuesto, pero los criterios de jerarquización de los materiales seguían más de cerca los grandes ejes mundiales del poder político, económico y cultural que las filiaciones étnicas y nacionales de los consumidores. Para ellos, el mercado local de periódicos de fin de siglo ofrecía una profusión de publicaciones, que hacía justicia a la extraordinaria diversidad cultural y lingüística de la ciudad.28 En toda evidencia, la geografía de la agenda noticiosa se configuraba según jerarquías globales relativamente uniformes. Havas ofrecía un mismo service politique a los diarios sudamericanos, un modus operandi que era característico de las agencias de gran escala, y que le sería reprochado rutinariamente por sus clientes del Plata. Hacia fines del siglo, los diarios principales comenzaron a desplazar a Havas a los márgenes de la rúbrica "Telegramas", y a reemplazar esos "paquetes" con los envíos de sus corresponsales exclusivos. Cabe subrayar, no obstante, que las prioridades de cobertura no se modificaron sustantivamente. Unos y otros competían por las mismas noticias (bélicas, o provenientes de los grandes centros del poder) en un mercado donde los criterios de noticiabilidad dominantes no parecían ser objeto de disputa.

Estas tendencias desplegarían todo su potencial cuando el cable lograra un lugar protagónico en la comunicación de noticias internacionales: cuando pasara de los márgenes al centro de las páginas. Por el momento -en los años 1870, y también en los 1880- la principal fuente de información de lo que ocurría en el mundo seguía estando en las narrativas salidas de las bolsas de corresponsalías, esa mezcla de misivas falsamente privadas dirigidas a los lectores porteños, y de resúmenes que combinaban titulares de prensa y telegramas leídos en tierras remotas.

La era de los cables: prensa y mundo-barrio

El telégrafo submarino no sería un elemento de peso en la economía informativa de los diarios de Buenos Aires hasta la década de 1890. Como ilustra el gráfico, fue entonces cuando el número de telegramas internacionales pasó de un puñado a cerca de un centenar por semana, que eran más de dos centenares hacia el cambio de siglo.

Gráfico 1 - Telegramas internacionales por semana publicados en La Nación y La Prensa 1879-1899. Elaboración a partir del registro de una semana aleatoria por año.

Observemos La Nación y La Prensa en los años 1890, el período de auge de la noticia por cable.29 A esas alturas, ambos matutinos se habían consolidado en el mercado de la prensa comercial, con tiradas que habían pasado de pocos miles a principios de los años 1870, a decenas de miles en la década siguiente, y que llegarían al centenar de miles a principios del siglo XX, un crecimiento impactante que reflejaba a su vez la veloz expansión del público lector.30 Esa evolución, que tocaba elementos de formato, estructura, estilo y diversificación del menú de contenidos, también involucraba la franca adopción del cable como vehículo de información, como se encargaban de subrayarlo los mismos diarios en cada listado de sus logros. El crecimiento reflejaba patrones mundiales, que respondían a la baja general de las tarifas internacionales y las mejoras técnicas que permitían multiplicar el número de mensajes transmitidos. Hacia fin de siglo, cuando las páginas internacionales de ambos diarios dependían estrechamente de la vía submarina, la intervención de este elemento en la conformación de un horizonte de mundo se había vuelto decisiva.

En los diarios tardodecimonónicos, el "Exterior" seguía siendo esa Europa jerarquizada en un orden descendente que comenzaba por Francia e Inglaterra, y continuaba con Alemania/Prusia, España, Italia, Portugal, Bélgica, Rusia y Austria. La columna "Telegramas" ponía en primer lugar las novedades de la "gran política" europea, y eran esas novedades las que concentraban la narrativa dominante de la sección. "El proceso de los 30 anarquistas en París", "El mensaje presidencial en Francia", "El caso Dreyfuss", "Los alemanes en África", etc. Luego, se atendía a los entretelones más cotidianos y domésticos del poder en dichos países: "Viaje de [ministro] Casimir Perier a Lyon", "Los empleados franceses de ferrocarriles. Huelga en proyecto", "El cumpleaños de Bismarck. Regalo del emperador", "El gobierno italiano y la oposición", "Los ingresos del tesoro español. Su aumento", "Solución del litigio lusofrancés", "Invitación de Santander a la reina de España", etc.31

Cuando había guerras, esa información trepaba al tope de la columna y configuraba la narrativa central. Los títulos militares se resaltaban en tipografía variada:

Fuente: (6 de noviembre de 1899), La Nación, p. 4.

En el lapso que va de 1870 a 1914 -enmarcado por dos conflictos en el corazón de Europa, la Guerra Franco-Prusiana y la Primera Guerra Mundial- los titulares bélicos y diplomáticos produjeron un descentramiento inédito de la geografía de las noticias internacionales, con información de los Balcanes, de Asia, de África, de Cuba y las Filipinas. A su vez, esto volvió habitual la inclusión de mapas de las zonas en conflicto destinados a ubicar al lector. La disponibilidad de noticias cotidianas sobre la actualidad en estos escenarios era una clara novedad de la globalización informativa.

En muchos sentidos, naturalmente, estos telegramas seguían siendo noticias de Europa. Como muestran las imágenes, los cables que en La Nación informaban sobre la actualidad de la guerra sudafricana, estaban fechados en Londres. Algo similar podría decirse de las breves de Egipto o la India, o de las de Argelia y o el Sudán, que provenían de París. Londres-céntrica y París-céntrica, la trayectoria de las noticias tiende a confirmar la naturaleza estructuralmente mediada del acceso de los lectores sudamericanos a la información sobre el mundo no-europeo. Como hemos visto, las noticias asiáticas o africanas que en la década de 1860 se filtraban por la vía de los corresponsales también provenían de esos centros. Y sabemos que las narrativas de viajeros habían sedimentado cierto orientalismo periférico de larga data en América Latina.32 ¿Qué novedad traía en este plano el nuevo sistema de circulación, más allá de la amplificación de este patrón?

Por motivos que saltan a la vista, los estudios sobre la génesis de la red mundial de cables han prestado atención al contexto imperial de su configuración, y a las prioridades político-económico-militares de la dominación a larga distancia en el tendido y los usos de la red informativa submarina. Tanto en las metrópolis como en las colonias, se esperaba que el cable se constituyera en un aliado de las burocracias, capaz de ahorrar enormes costos en el despliegue de tropas y navíos mediante información más rápida y precisa, previniendo así la escalada de pequeñas rebeliones (Headrick, 1991: 51-68). Si bien los especialistas han marcado los límites de esta tecnología en la administración imperial, lo cierto es que las conexiones con la India, Egipto, Indochina, China y (luego) con las costas africanas, fueron establecidas siguiendo expectativas derivadas de la realidad colonial. La abundancia de sueltos sobre estas regiones que aparecían en las columnas "Exteriores" de los diarios sudamericanos de fin de siglo era, en fin, subproducto de la expansión europea.

Lo internacional fin-de-siglo ingresaba a la noticia de último momento siguiendo las pautas de una jerarquización diplomática y bélica: el peligro subyacente de guerra imperial entre potencias centrales, y las tensiones en el seno de los estados dominantes. La misma titulación de contenidos confirma las repercusiones de cada incidente en un tablero político mayor: "Los italianos se apoderan de Kassala"; "China y Japón. La actitud de Rusia. Derrota de los chinos. Escuadras francesa, alemana é inglesa. El capitán del Kow-hung. Temores en Berlín"; "Combate inminente en Corea. Inglaterra se declara neutral. Correspondencia de los gabinetes de Londres y Wáshington. Actitud de Rusia", etc.33 Hablar del Lejano Oriente, de Egipto, la India o Etiopía era otra manera de seguir hablando de Europa.

Prueba cotidiana de las posibilidades del sistema, la expandida sección "Telegramas" mostraba hasta qué punto el nuevo caudal de información circulaba por zonas muy indirectamente conectadas a su lugar de origen, lejanas a los contextos de sentido (europeos, indios, chinos o sudafricanos) para los que habían sido concebidas. Cabe recordar, en este punto, la multiplicidad de usuarios del cable, que transmitía información diplomática, militar o burocrática para la esfera estatal, a la vez que servía a las empresas navieras y comerciales que se expandían por el mundo, mientras llevaban noticias para un mercado de diarios que había adquirido escala global. A esas alturas, la red de conexión submarina era mucho más que una herramienta de comunicación colonial: sobre esa infraestructura se habían montado usos múltiples, articulados por compañías cuya financiación y funcionamiento sería -hasta la Primera Guerra Mundial- eminentemente colaborativa y transnacional (Starosielski, 2015: 35; Winseck y Pike, 2007: 110-113 y 340-344). Las reglas de esta circulación no eran equivalentes a las de la lógica imperial, y en el caso de la prensa, uno de los resultados fue la radical comodificación de la noticia. Esta mercancía, cuyo valor residía en su capacidad de circulación breve y global, fue adquiriendo una cualidad genérica que derivó, con el tiempo, en cierto descentramiento de lo político.

Vale detenerse en esta deriva de los contenidos, que describe bien las nuevas reglas del mercado de noticias. Por más que se extendiera la red de captar información, no todos los días había batallas ni grandes eventos diplomáticos que reportar -o más bien, no grandes eventos que resonaran con la opinión pública de las ciudades sudamericana, comprobaban los gestores de Havas-. Pero los telegramas no disminuían, no podían disminuir, ni siquiera en épocas de paz, ni siquiera en esas temporadas yermas de titulares resonantes. A fines del siglo, tanto los contratos de la agencia con sus clientes sudamericanos como los de los corresponsales de diarios argentinos en Europa comprometían paquetes cotidianos de novedades. Luego de la difícil etapa inicial, las empresas de cable atravesaban un período de gran prosperidad, y a fin de siglo, los diarios se habían convertido en sus clientes principales, consumiendo enormes volúmenes de información (Britton, 2013: 316). En 1897, por ejemplo, Havas operaba bajo el amparo de un privilegio tarifario con la Western Telegraph Co. sobre la base de 6.000 palabras por mes, que contrastan con las 350 que transmitía en la década previa. Un administrador parisino explicaba las implicancias de este ventajoso arreglo: como lo mejor era no llamar la atención de las empresas inglesas sobre el precio acordado, y no había manera de reunir suficientes noticias relevantes para llenar tal cuota, aconsejaba a los operadores cablear las que tuviera a mano, por irrelevantes que fueran.34 Similar criterio regiría, seguramente, los futuros compromisos con La Nación, donde Havas se obligaba a enviar 250.000 palabras anuales en 1908, que serían 500.000 en 1911. Para todos los actores involucrados, un volumen mínimo de contenidos debía circular por contrato.

Aunque la tendencia general de los análisis ha sido observar el efecto del cable durante las grandes crisis, interesa también su comportamiento por fuera de estos momentos, en la medida en que la noticia bélica, diplomática o electoral pasó a formar parte de un conjunto cada vez más amplio, que incluía huelgas, crímenes, competencias deportivas, bombas, duelos, incendios, accidentes o catástrofes naturales. Así, una serie muy variada de pequeñas informaciones inconexas fue ganando lugar, en una escala de admisibilidad cada vez más flexible.

Veamos la sucesión de títulos del "Boletín telegráfico" de La Prensa:

"Las grandes carreras de Ascot. LONDRES/ Gerente de un Banco Preso. PANAMÁ/ La indemnización a España. TÁNGER/ Pedido de extradición. PANAMÁ/ Concursos atléticos. PARÍS/ El Emperador Guillermo y el Ministro inglés. BERLÍN/ Congreso de trabajadores. LONDRES/ Las islas del Océano Pacífico. LONDRES/ Reconocimiento de Abdul Azís. PARÍS/ Derechos a los cereales. ROMA/ Disminución de la epidemia. HONG KONG/ Guerra de tarifas. BERLÍN / La explosión de Bruselas. BRUSELAS /Los pasaportes entre Alemania y Rusia. SAN PETERSBURGO/ La difteria en Londres. LONDRES/ Inundaciones en Hungría. BUDAPEST/ Viaje del Khedive. EL CAIRO."35

Las noticias políticas de mediana intensidad (la indemnización a España, el encuentro entre el ministro inglés y el emperador Guillermo, el congreso de trabajadores ingleses) aparecían intercaladas con cuestiones de otra naturaleza (carreras de caballos en Londres, epidemia en Hong Kong, explosión en Bruselas). La especificidad temática se desdibujaba en los dispensarios de la violencia y el asombro, los faits divers, la catástrofe natural (tema predilecto del cable), el escándalo de salón, el obituario. Un caos de minucia, en fin, donde la epidemia en Roma convivía con el concurso atlético en París, los pasaportes en San Petersburgo y el viaje del Khedive en El Cairo.

Este régimen selectivo (o no-selectivo, o selectivo de maneras que menos claras que antes) producía un relleno infinito de partículas que se alimentaba siguiendo criterios más propios de esa prensa abiertamente comercial que de las administraciones coloniales. La cuestión de los faits divers globales se planteó como un desafío a la agencia Havas, donde se consideraba que la función propia era transmitir contenidos periodísticos más "nobles". No obstante, el interés de los abonados y el ascenso de diarios populares terminó por sellar la ciudadanía de estos materiales en el cable (Palmer, 1983: 136-137). En 1888, la empresa difundía una circular, dando por hecho el ingreso de los faits divers en los contenidos de la agencia. De la lista de prioridades establecida, lo primero que se abordaba eran los faits divers très importants:

"En una primera categoría: Incendios, explosiones, inundaciones, naufragios, terremotos, descarrilamiento de trenes que hayan producido la muerte de muchas personas, accidentes muy graves de navíos de guerra y paquebotes, desórdenes serios ocasionados por huelgas, duelos entre personajes muy importantes desde el punto de vista social o político, suicidios, asesinatos acompañados de circunstancias sensacionales, etc." (Palmer, 1983: 142)36

El viejo principio telegráfico de ahorro de palabras -en el que había que seleccionar qué noticias "valían el cable"- había sido reemplazado por uno que requería un funcionamiento a pleno, donde había mucho lugar para paquetes de información miscelánea. Estas directivas de Havas y de Reuters pueden proyectarse a los corresponsales exclusivos de los diarios comerciales, que cableaban abundante información de este tipo. Junto a la jerarquización temática y espacial de la noticia, la nueva globalidad informativa se sembraba de fugas, que insinuaban el riesgo de desjerarquización caótica.

Estos usos del sistema fueron configurando una circulación informativa complementaria a la de corte bélico, político y económico. Una vez abiertas las conexiones entre la India o Egipto y Europa, la capacidad instalada de esos cables canalizaba torrentes de información que se derramaban por fuera de los sentidos de su emisión original. La lógica de rentabilidad requería del aprovechamiento máximo de la infraestructura, y el envío a América del Sur permitía, en este sentido, un uso productivo en horarios nocturnos, de baja demanda en las zonas centrales del sistema. La economía del cable (las compañías que lo operaban, las agencias internacionales que lo utilizaban para servir a sus abonados, los diarios modernos con su expandida rúbrica de "Telegramas") había producido una modalidad de circulación que se distanciaba del correo a vapor no solamente en trayectoria y velocidad, sino también en el horizonte y el repertorio de contenidos, introduciendo una porción no desdeñable de noticias que provenían de la repetición descontextualizada de emisiones remotas. Estos materiales circulaban por el sistema, rebotando en reenvíos sucesivos, multiplicándose de los centros a los nodos y de los nodos a las estaciones receptoras, para volver a dispararse en circuitos regionales, reorganizándose y reacomodándose.

A pesar de su desconexión referencial y la ostensible irrelevancia de sus contenidos, las raras (o anodinas o curiosas) breves del mundo permanecieron. Allí donde los agentes trabajaban bajo presión inédita, los diarios se veían provistos de una serie inagotable de materiales de reserva. Esos "glóbulos de un minuto", esas unidades de "veinte o treinta palabras" -así los definían las agencias- podían incluirse o no según las necesidades diagramáticas del día: resultaban funcionales a la economía de la prensa moderna (Palmer, 1998: 183).

En este circuito informativo cada vez más denso, una porción importante de los telegramas internacionales que se publicaban en Buenos Aires provenía de emisiones mucho menos remotas. En efecto, la celebración del hito de conexión con "Europa" -entendida en el sentido amplio de información de tierras distantes, organizadas según alguna jerarquía de interés temático o relevancia político-económico-cultural- distraía de otro cambio fundamental, como era la cristalización de un espacio-información regional que ligaba con cables submarinos o líneas telegráficas a los países más australes del continente americano.37

Figura 2 - Red de cables de América del Sur, y conexión telegráfica Trasandina, ca. 1900

Fuente: Elaboración propia a cargo de Florencia Sciutto

Como vimos, los diarios principales tenían corresponsales en Montevideo y Río de Janeiro desde mucho antes de la puesta en marcha del telégrafo. Y con la inauguración de la línea Trasandina (1872), la corresponsalía en Valparaíso y Santiago adquirió relevancia repentina. La creciente importancia de la noticia telegráfica a fin de siglo modificó las expectativas sobre los enviados de prensa, cuya misión combinaba la producción de información de esas ciudades y el encauce de la ruta de las noticias "del mundo", retelegrafiando materiales obtenidos de la red pacífica o atlántica. En este sentido, tanto la inauguración del sistema del Atlántico Sur (1874) como el fortalecimiento del sistema del Pacífico (1891), hitos en la comunicación con "Europa", fueron también momentos fundamentales en la consolidación de una estructura de circulación regional.

De las páginas de los diarios emerge, en efecto, la configuración de un "barrio" informativo compuesto por los cuatro países mejor conectados entre sí por los acuerdos telegráficos binacionales, la lógica del cable y la agencia de prensa Havas: Uruguay, Chile, Argentina y Brasil. Con corresponsales apostados a tiempo completo, los diarios porteños dedicaron considerable espacio a dar cuenta del devenir en las capitales vecinas, cuya presencia excedía ampliamente la cobertura de crisis o noticias de gran impacto.

Naturalmente, Montevideo siempre había sido parte de este "barrio": su lugar es tan prominente que apenas cabe en la rúbrica "Exterior". La precocidad del cable de 1866, que se adelantó al tendido de los sistemas telegráficos nacionales, es indicativa de una demanda de conexión entre ambas ciudades, un vector de comunicación más intenso y regular que el que regía a Buenos Aires con la mayoría de las ciudades del interior. En este marco, el cable alteró la visibilidad de Montevideo solamente en la medida en que potenció un estatus proximidad que siempre había estado.

Según señalamos, la localización de Río de Janeiro en la ruta atlántica era un dato fundamental en la larga historia de distribución de noticias en la región del Plata. Tan importante era esta función intermediadora, en efecto, que desde el principio devino tema principalísimo en las negociaciones de acuerdos postales y telegráficos bilaterales. El "flujo" epistolar norte-sur dependía de una laboriosa construcción de intermediaciones, donde los puertos del Brasil jugaban un papel crítico.38 La presencia de corresponsales de diarios porteños y montevideanos en estos puertos respondía a esa estructura de circulación, pero su misión redistribuidora se combinó desde el principio con la cobertura informativa local. Luego, la inauguración del sistema de cables sud-atlántico no hizo sino reforzar el doble papel de los enviados de los diarios rioplatenses, que a fines del siglo dejaron de depender del paso de vapores para cumplir con la cuota de novedades. En la economía informativa de fin de siglo, ciudades costeras de Brasil figuraban rutinariamente en columnas que agrupaban en prosa semi-narrativa (gracias a las tarifas más aliviadas) una miscelánea con pormenores de la actualidad política y social.

Por razones operativas, la intensificación de la presencia de Chile fue la más notoria. Hasta la apertura del telégrafo Trasandino, las noticias provenientes de Valparaíso y Santiago se demoraban lo que las valijas de correspondencia tardaban en atravesar el Cabo de Hornos -es decir, varias semanas-. En este marco, el paso a la transmisión cotidiana que llegaba en cuestión de minutos produjo el efecto de un acercamiento abrupto. No solamente había una cuota más regular de noticias de Chile desde los tempranos años 1870, sino que esas noticias revestían una actualidad que las tornaba más relevantes.

No en todo los casos, sin embargo, pues el acercamiento informativo entre estas capitales también vino con el efecto noticia-mercancía propio de la era. Así, las columnas sobre Chile, Brasil y Uruguay pronto se poblaron de curiosidades y de micro-informaciones de interés humano, que cubrían la cuota de envíos en los días escasos de novedades políticas. Así fue cómo los porteños supieron del cometa en Río Grande do Sul, la estafa en Montevideo y el banquete al arzobispo de Santiago: el acercamiento también traía, en este caso, la minucia y los faits divers.

Al conectar algunas zonas entre sí -en particular, los puertos y capitales del Cono Sur-, el sistema informativo tuvo el efecto de alejar otras. Los diarios que multiplicaban informaciones trazaban, en el mismo gesto, las líneas de la heterogeneidad constitutiva del telégrafo, cuyo régimen de inclusiones y exclusiones volvía más contrastante lo visible y lo invisible. Mientras puertos y ciudades costeras de la región se acercaban hasta el grado de la intimidad cotidiana, enormes zonas del interior de esas mismas naciones se mantenían fuera del menú. Esto es, a menos que criterios de noticiabilidad (guerras, crisis) justificaran extenderse por fuera de la cartografía informativa cotidiana.39

La consolidación del telegrama como fuente de información internacional no implica que las dudas sobre el estatus y el sentido de lo que transmitía se disiparan del todo. Apurada, fragmentaria y sometida a mediaciones de difícil control, la noticia telegráfica siempre despertó sospechas en relación a su estatus de verdad. El peligro de error y de malentendido acechaba permanentemente en la muy global agencia Havas, donde el desliz de pocos caracteres podía revertir por completo el sentido de la información. La noticia de un terremoto en Panamá, por ejemplo, fue transmitida de París a Pernambuco con la aclaración de que no había víctimas ("nulle victimes"). Pero en ese punto, nodo de recepción desde donde se retelegrafiaban las noticias al resto de las filiales sudamericanas, la información adquirió urgencia mayor cuando la palabra "nulle" fue transcripta como "mille": mil víctimas. Varios operarios de la cadena de transmisión fueron reprendidos: unos por leer con poca atención lo que recibían, otros por utilizar palabras que podían prestarse a confusión.40 En la fidelidad de los datos de este tipo se jugaba el prestigio de la agencia, máxime cuando sus mensajes llevaban datos militares, comerciales y bursátiles de tantos puntos del mundo.

La multiplicación de los lugares sobre los que se informaba planteaba enormes desafíos, por lo que era importante para agencias y corresponsales desarrollar un mínimo de conocimiento que permitiera salvar errores en la transmisión y transcripción de las noticias -a mayor desconocimiento del contexto del telegrama, mayores las chances de malentendido en su interpretación-. Así, los enviados de Havas debían elaborar diccionarios del quién es quién de su lugar de destino, que incluyeran ortografías claras y circunstancias explicitadas, una suerte de apretado archivo contextual al que apelar en el momento de la redacción apurada de noticias. Este esfuerzo de cobertura nunca impidió del todo los traspiés, como lo confirma el vasto anecdotario del malentendido y el error telegráficos, que regularmente despertaban bromas y cimentaban cierta persistente desconfianza en relación al sistema. "No sabemos si la culpa deberá achacarse a los corresponsales o a mala transmisión telegráfica, o a torpeza en la interpretación de los telegramas, o más bien a tergiversación e ignorancia de los que interpretan en el continente los telegramas que les son transmitidos desde Londres", clamaba La Nación en una columna titulada "Dislates telegráficos" (7 de julio de 1897). Al parecer, los diarios europeos publicaban en esos días las versiones más dispares de un episodio portuario entre Argentina y Uruguay, que iban de la inminente guerra a la fusión entre ambos países.41

Ese cable que acercaba puntos del mundo también generaba inseguridades en relación al estatus de ese acercamiento. Pero por más distraída que fuera la lectura, por más efímero o dudoso su contenido, la expansión de columnas que en páginas centrales alineaban unidades informativas precedidas por el nombre (siempre en mayúscula) de alguna ciudad -"CALCUTA", "EL CAIRO", "HONG KONG", "BOMBAY", "TEHERÁN", "TRÍPOLI", "SHANGAI"- constituía por sí misma una modificación en el horizonte ofrecido al lector. Esto no implica que la ubicación geográfica de esos episodios fuese menos difusa: la novedad residía, más bien, en la multiplicación de las menciones, en un ensanchamiento del horizonte imaginario por la presencia de nombres con resonancias distantes. Además de las capitales europeas, sudamericanas, asiáticas y africanas, el nuevo repertorio incluía a ciudades otras de esos mismos territorios, porque un efecto adicional del telégrafo fue el ingreso de nombres que no eran necesariamente puertos o capitales, sino puntos de la red adonde había pasado algo: BRISTOL, MANCHESTER, BURDEOS, MARSELLA, VERONA, SARAJEVO, BASILEA, etc.

Esta convergencia cotidiana de nomenclaturas tenía la potencia de lo sincrónico. "Esto ocurre aquí", "Esto ocurre allá": así se desplegaban cada día decenas de "glóbulos", redactados con la cualidad directa de lo estandarizado, de lo que no está escrito por nadie. Más allá de la relevancia y la legibilidad de cada partícula, las páginas de noticias del exterior -que ahora se llamaban "Telegramas"- repetían su efecto de globalidad de lo cotidiano donde lo cercano y lo lejano, lo grande y lo diminuto quedaban insertos en un repertorio de escala planetaria: un mundo de puntos latiendo al unísono.

Sobre ese fondo difuso se inscribían las corresponsalías más extensas y editorializadas, aquellas que desarrollaban la gran historia del momento, o las singularísimas impresiones del viajero letrado. Este trabajo no puede hacerles justicia, pero cabe recordar que el diario de fin de siglo también fue espacio de grandes crónicas, y que La Nación hizo de la calidad literaria y el prestigio de las firmas (muchas de ellas extranjeras) otro signo de distinción en el mercado de los diarios, estimulando escrituras experimentales en lo formal que existían en abierta tensión con la tendencia estandarizadora.42 Esas plumas estelares -que hablaban del affaire Dreyfus, de la guerra hispano-norteamericana en Cuba o del último estreno en París- ya no necesitaban informar en sentido estricto, pues asumían que los lectores conocían las líneas generales del acontecer del mundo, y daban por sentado una diferenciación de las tareas periodísticas. El telégrafo, que tanto incidía sobre el armado panorámico de las noticias "de Europa", también liberaba al corresponsal de firma de la carga de la noticia, cuya función era, más bien, complementar el anticipo (fragmentario, genérico) establecido por cable, acercando algún rincón de ese mundo enorme mediante el primer plano, el ángulo, la anécdota o la impresión personal.

El mundo, modelo para armar

"[...] el público no tiene ya tiempo de leer; tiene sed de algo nuevo, sin embargo: desea estar al corriente de lo que pasa, no ya en el país sino en el mundo entero." Así describía Navarro Viola la demanda de los lectores de aquella ciudad cosmopolita, moderna y a la vez geográficamente excentrada de los polos mundiales del poder, una demanda que combinaba expectativa de cobertura desmesurada y escasa disponibilidad para la lectura profunda. Pues "como le queda poco tiempo que perder en su persecución de la fortuna, necesario es que todo se le sirva en forma corta y concreta, aunando la concisión á los detalles." (Navarro Viola, 1897: 22)

Buenos Aires latía al ritmo de una prensa comercial rica y variada, que en el cambio del siglo circulaba en cifras cercanas al centenar de miles de ejemplares cotidianos. En esos diarios, las actualidades del mundo tenían gran importancia. Siempre lo habían tenido, la avidez por la información venida de lejos era un elemento distintivo de la prensa porteña desde sus inicios, pero en la segunda mitad del siglo XIX el espacio dedicado a estos materiales y la cualidad de esa presencia se modificó, expandiéndose y alterando sus modalidades de presencia. Hacia 1900, las noticias del mundo constituían un reservorio dislocado y fragmentario, que interpelaba al lector mediante recursos informativos más rápidos y abarcadores que nunca. Tan potentes eran estas herramientas, en efecto, que el temor a la página en blanco fue reemplazado por el riesgo de dispersión y confusión en páginas archi-repletas. Ese lector estaba expuesto a una yuxtaposición (un collage, en términos de Giddens) de más partículas que antes, que informaban sobre eventos más desligados que nunca de su experiencia cotidiana.43

Las páginas de los diarios porteños condensaban muchos elementos para construir una "difusa conciencia del mundo", retomando la expresión de Chartier. El cable había cumplido su promesa, acercando la vieja Europa. También acercaba zonas menos conocidas de esa Europa, y activaba intermitentemente rincones mucho más remotos del globo, más difíciles de insertar en marcos de legibilidad. El cable había expandido la presencia de ciudades costeras sudamericanas, trayendo retazos de su actualidad a columnas cotidianas. Ese gran mundo, que sonaba cada día cual acorde polifónico, se volcaba mediante procedimientos crecientemente estandarizados. La oferta de noticias se había vuelto rápida en circulación y ambiciosa en espectro temático y espacial. Eso mismo la había vuelto más hermética en su tono, y más difícil de procesar: la experiencia de su consumo acercaba y alejaba a la vez. Si hacía del mundo un barrio, la página que lo describía exigía más destrezas de lectura, y seguramente no resultaba ni tan cómoda ni tan natural como la expresión lo sugería.

En esta era de Weltcommunication, se ha dicho, habría surgido una suerte de esfera pública mundial que en el último cuarto del siglo conectó sincrónicamente a lectores de diarios diseminados en todo el globo. Sin duda, el magma informativo que se vertía cada día en las páginas de La Nación y La Prensa unía con un lazo imaginario a los lectores porteños con los de muchas otras ciudades del mundo, conectadas al mismo sistema informativo y beneficiarias, también, de una prensa dinámica y ambiciosa. Pero el pasaje de esa lectura a vuelo de pájaro -la lectura de superficie propia del imperio del telegrama- al involucramiento subjetivo más intenso estaba lejos de ser automático. Bien por el contrario, dependía del desarrollo de alguna línea narrativa implícita en esa oferta: la retrospectiva didáctica de los antecedentes de un conflicto, la descripción personalizada del lugar donde transcurría, alguna refracción que la conectara al devenir local o, muy frecuentemente, su traducción a historias humanas concretas y comprensibles. Tal fue el caso en la cobertura de los atentados anarquistas de fin del siglo, por ejemplo, que tanto énfasis puso en las circunstancias personales de víctimas y victimarios. O del asesinato del archiduque Ferdinando en 1914, que devolvió una representación intensa y confiada de la integración de Buenos Aires en el concierto mundial de ciudades modernas (Winder, 2010; Albornoz, 2015: 89-102; Sánchez, 2014: 132-146). Del análisis de las expresiones fuertes de emotividad que generaron esos eventos se desprende que para hacer pie en la opinión pública porteña, la nueva sincronía informativa global necesitaba de canales de sentido que "bajaran" la información, allí donde la presencia de grandes comunidades de inmigrantes europeos marcaba tan intensamente el sentido de los lazos con lo no-argentino. En ese vínculo imaginario con el mundo, la información que llegaba por el cable cobraba envergadura y sentido pleno a condición de insertarse en marcos específicos. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, que dominaría las primeras planas de los diarios de Buenos Aires, ese complejo ejercicio de apropiación selectiva tenía cuatro décadas.

En el trasfondo de las ocasionales expresiones públicas de participación en los asuntos del mundo, se insinúa una suerte de conciencia de pertenencia de baja intensidad, un sentido de conexión que emanaba de las secciones más amorfas de la actualidad "Exterior", leídas distraídamente y olvidadas casi de inmediato. Este vínculo se habría construido a partir del agregado de la pequeña historia, donde el dato de la localización (remota o no tan remota) se repetía en una sucesión monótona que producía un efecto más bien homogeneizador. No es la gran tragedia, en este caso, sino la acumulación de la tragedia pequeña y emocionalmente distante lo que habría alimentado ciertas nociones de mundo, diversas de la atención concentrada que demandaban las grandes crisis. Este agregado de partículas dispersas no mimetizaba el efecto de exotización orientalista de la crónica de corresponsales y viajeros, sino que planteaban un vínculo que tocaba a lo concreto-cotidiano: la experiencia humana, la fragilidad, la muerte, el amor, la violencia, el miedo. Aquí como allá, decían los cables, en París como en Berlín, en Berlín como en El Cairo, en El Cairo como en Río de Janeiro, esto ocurría cada día. Ocurría lejos, y el lector apurado lo hacía a un lado para seguir con su vida. Pero acaso ese mundo del asombro pasajero y la anécdota olvidable ya no era tan ajeno como sugería la palabra "Teherán", ni sus peripecias eran tan diversas porque ocurrían en Recife. El mismo cable que traía al Río de la Plata lo raro y lo extraño, también estaba diciendo algo sobre los límites de la experiencia humana que albergaba ese mundo.

Notas:

1 Agradezco los comentarios de dos evaluadores anónimos a una versión previa de este trabajo.

2 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - Universidad de San Andrés, Argentina. Correo electrónico: lcaimari@udesa.edu

3 Mensaje inaugural del cable Atlántico Sur, 5 de agosto de 1874, en Sarmiento (1899: 374-76). La conexión submarina continuaba, en sus palabras, la gran empresa de abolición de la pampa y comunicación con el mundo civilizado. Sobre Sarmiento y el telégrafo: Reggini (1997).

4 Una minuciosa historia de la construcción de este sistema en: Ahvenainen (2004); ver asimismo, Winseck y Pike (2007: cap. 2). Sobre la construcción del cable nord-atlántico: Müller-Pohl (2010). Sobre la construcción del cable rioplatense: Sar (2016).

5 La puesta en marcha del cable del Atlántico norte, por ejemplo, suscitó no pocas referencias a la "hermandad" anglo-americana. Muller-Pohl (2010: 50).

6 He delineado rasgos generales del sistema de circulación de noticias en la era de cables submarinos, aludiendo a sus implicancias en la prensa sudamericana, en: Caimari (2016).

7 En su trabajo sobre la prensa en Australia, Peter Putnis retoma la noción de Anderson para extenderla a la participación imaginaria de los lectores de aquella sociedad colonial en las cuestiones públicas de la metrópolis y el resto del imperio a fines del siglo XIX. Putnis (2010: 154). Gordon Winder observa la respuesta colectiva a la noticia del inicio de la Primera Guerra Mundial, a la luz de la noción de una esfera pública transnacional. Winder (2010: 140-166). Simone Müller-Pohl explora una pregunta análoga en relación al advenimiento de noticias telegráficas de Estados Unidos en los diarios ingleses; Müller-Pohl (2010).

8 En su estudio sobre los telegramas de la agencia Reuters, Terhi Rantanen (2003: 435) retoma esta idea.

9 Sobre el vínculo entre historia de las representaciones e historia de la prensa: Kalifa et al. (2011: 13).

10 Algunos excelentes análisis de los efectos del telégrafo submarino se concentran, por ejemplo, en el muy elitista ámbito diplomático: Nickles (2003).

11 Las cifras hasta 1870 en: Kaukiainen (2002). Las cifras posteriores provienen de la observación de los lapsos de tiempo promedio indicados en los diarios consultados.

12 Nacido con la transición pos-rosista, La Tribuna (Buenos Aires, 1853-1884) desarrolló singular versatilidad y amplia circulación, rasgos ligados a la impronta de sus directores, los hermanos Héctor y Mariano Varela. Roman (2003: 461); Pastormerlo (2017). En una carta a su madre escrita en 1870, Miguel Cané se refería a los lectores de La Tribuna como "turba de carniceros y tenderos". Citado en: Bruno (2008: 124).

13 (11 de diciembre de 1872). La Tribuna, p. 1.

14 (27 de julio de 1866). La Tribuna, p. 1.

15 Este rasgo parece confirmar el temprano establecimiento de una premisa hoy ampliamente aceptada en la perspectiva de estudios de news flow del presente, que indica que a mayor poder económico y político de un país, mayor será la cobertura en los medios. Al respecto: Wu (1998: 501).

16 Y agrega: "Se diría que calcábamos, que imitábamos -caricaturando á veces, por defectos de educación- las tendencias del modelo". Navarro Viola (1897: 14).

17 La Argentina y Brasil eran, por lejos, los receptores latinoamericanos principales de los envíos de publicaciones francesas, cuyo volumen excedía los del resto de los países europeos, incluidos aquellos con presencia demográfica más importante. Union Postale Universelle (1893).

18 (28 de julio de 1865). La Tribuna, p. 1.

19 (10 de enero de 1867). La Tribuna, p. 1.

20 (3 julio de 1867). Death of the Emperor Maximilian. The Standard, p. 2: "A telegram on Thursday morning from Montevideo, on the arrival of the French packet, brought us the melancholy intelligence that after the fall of Querétaro the Emperor Maximilian and 66 of his faithful friends and officers were shot by the republicans under Juarez."

21 Sobre el cartel de agencias de la era del cable: Wolff (1991: 575-601); sobre Havas en América del Sur: Desbordes (2013: 125-138). Ver asimismo: Boyd-Barrett y Rantanen (1998).

22 (7 de agosto de 1874). The Standard, p. 1.

23 (11 de julio de 1877). La Nación, p. 1. Énfasis original.

24 (18 de julio de 1877). La Nación , p. 1.

25 Sobre el desafío que representó para Havas la cobertura de la guerra ruso-turca de 1877: Frédérix (1959: 141); sobre la implantación de Havas en Rumania: Ionescu (2014: 121 y ss).

26 He analizado las asincronías narrativas impuestas por el cable en: Caimari (2015).

27 (22 de junio de 1877). Comentarios sobre Telégrames, El Mosquito, p. 1.

28 En su Anuario de prensa de 1896, Navarro Viola consigna 65 periódicos extranjeros publicados en la ciudad de Buenos Aires en italiano, español, inglés, alemán y francés, entre otros. Navarro Viola (1897: 117).

29 Este tramo del análisis se apoya en el seguimiento de una semana aleatoria (es decir, no necesariamente marcada por eventos resonantes) de estos dos diarios, entre 1870 y 1900. La muestra incluye las secciones telegráficas y los resúmenes de "valijas" arribadas en barcos a vapor.

30 La importante expansión del público lector en el período pos-rosista es analizada en: Eujanian (1999: 549-558). En sus cálculos de la oferta de prensa porteña de fin de siglo, Adolfo Prieto habla de unos 120.000 ejemplares diarios, considerando los matutinos solamente. Ver: Prieto (1988: 48). Las cifras de La Prensa, diario porteño de mayor tirada, en: Cane (2011: 35).

31 Estos títulos provienen de la sección "Telegramas" de La Nación. (3 de abril de 1894), La Nación, p. 1.

32 Entre las minorías letradas, el acceso a relatos de viajeros europeos o latinoamericanos en China o Egipto había ido cristalizando en visiones negativas, donde lo exótico oriental se asociaba al despotismo y la barbarie. Taboada (1998). Sobre las ideas de Oriente en el siglo XIX argentino: Bergel (2015: 1).

33 (26 de julio de 1894). La Nación, p. 5.

34 Carta de Havas-París a Gasser (representante en Buenos Aires), 27 de enero de 1897, Archives Nationales de Paris, Fondo Havas, 5 AR, 37 3, 17v.

35 (20 de junio de 1894). La Prensa, p. 4.

36 Como explica este autor, la competencia de Havas contra la más sensacionalista Agencia Dalziel, reforzó la "democratización" y la "despolitización" del periodismo de agencia. A partir de 1890, Havas se comprometía a enviar más faits divers a su aliada Reuters. Ese mismo año, Reuters creaba un servicio especial, que incluía noticias políticas y noticias generales de faits divers "palpitantes".

37 Ese sistema, vimos, había iniciado su construcción telegráfica en 1866 con el cable Buenos Aires-Montevideo, para continuar con tendidos que conectaban a estas dos ciudades con las de la costa brasileña. La puesta en marcha de la línea Trasandina, que unió Valparaíso y Buenos Aires en 1872, agregaba una pieza crítica en la futura articulación de los sistemas atlántico y pacífico. El tendido de la costa pacífica, que data de la década de 1880, adquirió gran relevancia a partir de 1891, con la incorporación de nuevos cables por parte de la empresa del magnate norteamericano James Scrymser, que anexó la antigua línea Trasandina. Tanto el tendido del cable rioplatense como el de la costa atlántica estuvieron en manos de filiales de las empresas británicas que dominaban este negocio en el mundo entero. Y estos emprendimientos de gran escala se complementaron con una nutrida serie de acuerdos bilaterales, que preveía la conexión transfronteriza de los sistemas telegráficos nacionales en expansión. Ahvenainen (2004); Sar (2016). Sobre la incidencia de la Central and South American Telegraph Co. de Scrymser: Britton y Ahvenainen (2004); Winseck y Pike (2007: 196-205).

38 La cuestión de la correspondencia con Estados Unidos es ilustrativa: como no había vapores directos entre Nueva York y Buenos Aires, una porción fundamental de los primeros tratados postales firmados por Brasil, Argentina y Estados Unidos aludía a las condiciones de transferencia, en puertos brasileños, de malas cerradas con correo dirigido hacia otros destinos. Convención Postal entre los Estados Unidos de América y el Imperio del Brasil, 1865, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, Sección 8 - Tratados y Conferencias; Caja AH/0008, 1869-1901. Treinta años más tarde, ante el inminente viaje oficial del Presidente Roca al Brasil, La Prensa no veía otra justificación para la fastuosa visita que la urgente cuestión de las comunicaciones con Europa, cuya circulación seguía reservando a la Argentina una penosa situación de dependencia estructural del sistema telegráfico de su vecino; (3 de agosto de 1899). La Prensa, p. 5.

39 La Guerra del Pacífico (1879-1883) fue cubierta con noticias telegráficas que descentraron las zonas habituales de cobertura política de Chile y Perú. La rebelión del Conselheiro en la región de Canudos, en el norte del Brasil (1896-1897), ocurrida cuando el sistema de transmisión del Cono Sur estaba maduro, fue seguida día a día y en gran detalle por los diarios porteños.

40 Carta de Havas a Baccani, 10 de noviembre 1882, Archives Nationales de Paris, Fondo Havas, 37 1, p. 109.

41 (29 de julio de 1897). La Nación, p. 2.

42 Julio Ramos ha reflexionado sobre los recursos del escritor en el marco de la tendencia estandarizadora del periodismo de fin de siglo, a propósito de la labor de Martí y Darío en Ramos (2003: 102-107 y 197-224).

43 En su trabajo sobre el advenimiento de la identidad moderna, Anthony Giddens alude al efecto collage de la prensa de fin del siglo XIX, transformada por criterios comerciales y tecnología informativa. Giddens (1990: 27).

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