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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versión impresa ISSN 0524-9767versión On-line ISSN 1850-2563

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.50 Buenos Aires jun. 2019

 

RESEÑAS

Reseñas

Tabanera Nuria y Marta Bonaudo (coords.) (2016). América Latina. De la independencia a la crisis de liberalismo, 1810-1930. Volumen 5. Madrid: Marcial Pons, 432 pp.

Flavia Macías

Instituto de Historia Argentina y Americana

"Dr. Emilio Ravignani", UBA-CONICET, Argentina

Las colecciones dedicadas a contar la historia de América Latina de los siglos XIX y XX han sido generalmente diseñadas y organizadas a partir de abordajes descriptivos, progresivos y lineales, cuyo propósito ha consistido en demostrar el derrotero de los procesos de construcción estatal, sus fracasos o proyectos inconclusos. En dichos casos, la historia política latinoamericana se observó y evaluó mediante un detallado estudio de cada caso nacional, a partir de los límites geográficos impuestos a cada nación a fines del siglo XIX. Esta manera de organizar la historia de tan vasta geografía ha resultado problemática a la hora de establecer análisis comparativos, abandonar la hipótesis de la excepcionalidad latinoamericana o bien articular problemas como la representación, la construcción republicana o la relación entre territorio, frontera y nación. La obra que nos proponen Nuria Tabanera y Marta Bonaudo, enmarcada en una ambiciosa y vanguardista serie dedicada a articular el universo latinoamericano con el europeo desde una perspectiva atlántica, asume un desafío diferente: la reconstrucción de la historia de América Latina a partir de problemas, experiencias y trayectorias transnacionales abordados mediante el instrumental analítico provisto por el enfoque histórico cultural de la política.

La obra reúne a prestigiosos especialistas que, mediante el análisis de los sistemas de representaciones compartidas por las comunidades políticas republicanas latinoamericanas del siglo XIX y principios del siglo XX, buscan hacer inteligibles hechos y procesos clave que emergieron a partir de la revolucionaria incorporación del principio de soberanía del pueblo y del gobierno representativo, luego de la crisis imperial hispánica iniciada en 1808. La opción por la república y sus múltiples versiones; la construcción ciudadana y el papel de los no ciudadanos -mujeres y niños- en el funcionamiento republicano; la incorporación de las elecciones, las armas y la opinión como instancias de construcción, legitimación y control del poder; la organización de partidos y la utilización de la calle y de la violencia como canales de circulación de ideas y miradas sobre el Estado y la política -y como instancias de acción y modificación de lo público- son algunas de las cuestiones que vertebran el desarrollo de la obra.

Para el abordaje de los referidos problemas, este libro se organiza en tres secciones que prestan atención a las bases de la cultura política, sus espacios de circulación y sus instancias de acción. En la primera parte, son tres los actores centrales: el pueblo, los ciudadanos y las mujeres. Los tres son analizados en espacios de acción concretos: el cabildo y las municipalidades; la religión y la familia; la política, las instituciones republicanas y la calle. Mónica Quijada utiliza la perspectiva local-municipal para dilucidar la construcción del pueblo en tanto actor político durante la etapa revolucionaria. Conecta este análisis con experiencias europeas anteriores como las concejiles medievales españolas y argumenta en torno al pueblo como sujeto de acción e instrumento de reacción. Por su parte, Marta Irurozqui despliega su análisis en el marco de la posterior experiencia republicana y, mediante el ejemplo de Bolivia, demuestra el rol otorgado a la violencia en la institucionalización de los nuevos Estados, llamando la atención sobre los problemas que el vocablo "caudillismo" y sus acepciones han desatado en el análisis de la variable militar de las nuevas repúblicas latinoamericanas. Las relaciones de género constituyen otra de las ópticas de análisis de las bases de la cultura política. Dora Barrancos articula el estudio del rol público y privado de las mujeres en las naciones definidas a ambos lados del Río de la Plata y la evaluación de su lugar en el ámbito familiar, en el debate público y en las instituciones republicanas. La religión fue otro de los espacios de conexión entre los individuos y el escenario político post revolucionario. El estudio de esta experiencia en México, a través del trabajo de Ana Carolina Ibarra, ofrece categorías amplias y flexibles que abren el diálogo y habilitan posibles comparaciones con futuros estudios sobre las relaciones Iglesia-Estado y comunidad política y religión en diferentes regiones del continente.

La segunda parte del libro dialoga sobre los espacios de construcción del pueblo y del ciudadano. Pone atención en instituciones y organizaciones comunes a las experiencias republicanas atlánticas que fueron parte central en su construcción, legitimación y pedagogía cívica. El pueblo como un todo y la emergencia de partidos fue una tensión que atravesó la vida de la república. La complejidad de este problema es reconstruida de manera global por Marta Bonaudo. Su trabajo otorga herramientas que permiten abordar la configuración de la opinión, las formas de participación, las tensiones en torno a los componentes y funcionamiento republicano y las variantes en las relaciones entre el pensamiento republicano y liberal. Richard Graham, por su parte, incorpora el estudio de las elecciones mediante el análisis del caso brasileño. El mismo propone mirar a los comicios como instancias manipuladas por las elites. La noción de "puesta en escena" delinea un tipo de entrada al problema, en tensión con otras perspectivas de análisis contemporáneas aplicadas al estudio de los procesos electorales latinoamericanos del siglo XIX. Los contrapuntos entre estas diferentes ópticas permiten al lector evaluar la compleja trama historiográfica y los debates académicos que el abordaje de las elecciones ha generado en los últimos treinta años. Por su parte, Marco Antonio Pamplona analiza otro aspecto de la cultura política brasileña: la ocupación y utilización política de la calle. En un contexto de ciudadanía restringida, el escenario de la calle sirve al autor para evaluar una sociedad brasileña que, movilizada por las diferencias sociales y étnicas contenidas en la institucionalidad estatal, puja por ampliar los alcances de los criterios de definición del ciudadano o bien, adentrarse en el marco de los mismos. En un contexto institucional diferente pero contemporáneo al de Brasil, Sol Serrano y Francisca Rengifo analizan la construcción y formación ciudadana mediante el estudio de la educación pública chilena. La escuela es explorada como espacio de pedagogía cívica, de formación de sujetos individuales y sociales y de interacción entre el Estado y la familia.

La opinión y las armas constituyen otro de los aspectos centrales en la relación entre el pueblo (en su más amplia definición) y la política. Ana Frega y Mónica Maronna centran su análisis en la diversidad de voces, la emergencia de diferentes públicos y la configuración de nuevas formas de comunicación que dan vida a actores centrales y dinámicos de la vida política latinoamericana del siglo XIX: intelectuales, hombres de prensa y políticos. Por su parte, Hilda Sabato demuestra el rol central de la institución miliciana y del principio de ciudadanía en armas en la construcción y definición de las repúblicas latinoamericanas decimonónicas, así como en las formas de hacer política en el marco de las mismas. Asimismo, la milicia es analizada como una forma de concebir la defensa que modifica las experiencias republicanas decimonónicas y las conecta directamente con otras contemporáneas como la de Francia de fines del siglo XVIII o la de Estados Unidos.

Liberalismo, republicanismo y anarquismo resumen algunas de las culturas políticas latinoamericanas a las que presta atención este volumen. En su tercera parte, la obra dedica un capítulo a cada una de ellas. Nuria Tabanera explora el liberalismo como una cosmología nutrida de símbolos, valores y visiones de la historia cuya diversidad e historicidad explica sus variantes y fracturas a lo largo de ambos siglos. El republicanismo es abordado por Carmen Mc Evoy y Gabriel Cid, quienes analizan nociones que nutrieron tal cultura política: la inclusión política, la diversidad étnico-cultural y la militarización de la vida pública. Como ejemplo, comparan los casos chileno y peruano. La cultura política anarquista es analizada en Cuba mediante el capítulo a cargo de Amparo Sánchez Cobos. Aquí se devela el proyecto político identitario de los anarquistas cubanos, cuyo arraigo se atribuye a la experiencia republicana radical presente en el mundo urbano y artesanal de La Habana de fines del siglo XIX.

En síntesis, cada sección de esta obra otorga herramientas metodológicas y conceptuales que abren la posibilidad de avanzar en análisis comparativos, transnacionales y globales e interconectan de manera problemática y dinámica la historia decimonónica de América Latina con la de Europa y América del Norte.

Barcos, María Fernanda; Sol Lanteri y Daniela Marino (dirs.) (2017). Tierra, agua y monte. Estudios sobre derechos de propiedad en América, Europa y África (siglos XIX y XX). Buenos Aires: Editorial Teseo, 388 pp.

Cristian Poczynok

Instituto de Historia Argentina y Americana

"Dr. Emilio Ravignani"-UBA, Argentina

Tierra, agua y monte... es el resultado de una sesión de trabajo llevada a cabo en el año 2016, en el marco de una Conferencia Internacional organizada por la Sociedad Española de Historia Agraria (SEHA) y la Rede de História Rural em Português (Rural RePort). Es una apuesta por la "historia comparada", que se traduce en una escala regional bajo la forma de once artículos. Cuatro enfocados en México, dos para Córdoba (Argentina) y uno para cada uno de los restantes: Portugal, Cataluña, Costa Rica, Brasil y Marruecos. Un vasto espacio cuyo común denominador es el haber sido parte de los imperios ibéricos.

Como definen las compiladoras, el derecho de propiedad es el "vínculo con la cosa (el bien) como una relación social y por tanto histórica", y focalizan en la tierra, en los montes y en las aguas. El marco temporal del libro es la transición del mundo colonial a los diferentes regímenes liberales. Allí, se produce un progresivo "afianzamiento del vínculo individualista para con los bienes". Una transformación en la que hay superposiciones y supervivencias de formas de usos de los recursos que van más allá de las voluntades "modernizadoras".

Esto implica la necesidad de reconstruir la alteridad radical de la normativa tardocolonial, que fue simplificada a través de un proceso de uniformización jurídico-legislativa por las reformas liberales. En consecuencia, no se trata de la tierra, sino de las tierras, porque cada trabajo puntualiza el tipo de tierras que analiza: las de común repartimiento, los "propios" de los ayuntamientos, los diferentes "ejidos", las comunales, las particulares, entre otras. El aporte de Fabíola Franco Pires implementa una tipología de propiedades que las divide entre privada, comunal e híbridas. Estudia el Meadela (norte de Portugal) entre el ascenso del Liberalismo y el Estado Novo, durante la "desamortização". Para ello, busca reconstruir las transformaciones de la propiedad, la posesión y el uso de los recursos comunes y privados.

Se destacan múltiples corrientes conceptuales y metodologías. Desde enfoques de historia ambiental hasta perspectiva relacional. Un asterisco debe ser anotado en este punto. La perspectiva de Allan José Vízquez Mora reivindica "elementos del paradigma neoinstitucional", como los "costos de transacción" y la revalorización de los actores sociales. El problema deviene cuando asume como exponente a Rosa Congost, que ha puntualizado sus críticas a Douglass North, principal portavoz de dicho paradigma, quien no es citado.

La mirada renovadora del conjunto pretende resquebrajar una concepción que observa solamente a las tierras. El aporte de Lluís Serrano Jiménez para la Cataluña decimonónica muestra cómo el derecho a la caza fue convertido en uno inherente a la propiedad de la tierra. Recogiendo la tradición de los debates renanos de Karl Marx y de Edward Thompson, estudia los procesos de "cerramientos" de tierras, donde "las leyes de caza fueron un instrumento [...] con el objetivo global de prohibir la entrada para ejercer todo tipo de aprovechamientos colectivos".

Una férrea convicción de las élites en la individualización de la propiedad "absoluta" para la "modernización" asociaba a las explotaciones comunales con el "atraso", la "ineficiencia" y la "barbarie". Tempranamente, esto se observaba en la extraordinaria americanización de la Corona portuguesa entre 1808 y 1822, como muestra Maria Sarita Mota, aunque se vislumbra mejor en los aportes de Jesús Marchan y de Romana Falcón. El primero analiza cómo existe una alianza de intereses entre 1904 y 1912 para la colonización española de Marruecos, en pos de modificar la estructura agraria y propietaria del país. Sin embargo, la resistencia armada marroquí en el Rif en 1927, el impasse de la guerra civil española, la crisis de posguerra, y la apropiación social que existía sobre las tierras religiosas y las comunales limitaron el avance de la privatización a las tierras de Majzen (del Estado). Al final del Protectorado, en 1956, sólo el 4% de la superficie fue apropiada. La segunda investiga una fracasada colonia agrícola fundada en 1885 en Tanancingo (México) por obreros de tendencia anarquista. El aura modernizadora contraria a las comunidades estaba tan enraizada que la colonia se llevó adelante tras un encuentro con Porfirio Díaz, quien financió y adjudicó tierras. Las concepciones de uso y posesión de los campesinos derivarían en un conflicto violento y de facto sobre las tierras. Esto, sumado a desavenencias entre las familias obreras y el gobierno, afectaron a la salud de la empresa.

En la transición decimonónica, los cambios en la propiedad estaban atravesados por los vaivenes de los nuevos estados, a lo que se agrega la conflictividad entre las comunidades, los poderes locales, provinciales y nacionales. La capacidad de resolución de litigios tenía que ver con las relaciones de poder de cada circunstancia. El trabajo de Ana Inés Ferreyra sobre la ciudad de Córdoba enfoca en la relación entre la especulación económica, los litigios por el acceso a la tierra y el desarrollo de una fiscalidad nueva. Observa los cambios en las autoridades que tuvieron atribución sobre los ejidos en un corto tiempo: el Cabildo hasta 1824, la Hacienda provincial hasta 1857 y luego la municipalidad de la Ciudad. El artículo de Gabriel Garnero sobre Traslasierra (Córdoba) durante el siglo XIX analiza cómo la falta de conocimiento técnico sobre el río de Los Sauces, tras un proceso de intensificación de la producción y extensión del suelo irrigado, derivó en conflictos entre vecinos de ambos márgenes del río. Al no ser resueltas localmente, la apelación al gobierno provincial como mediador contribuía a su consolidación, mientras, en 1862, se creaba el Departamento Topográfico y, en 1869, a través del Código Civil, avanzaba el dominio público nacional de las aguas.

La mudanza normativa no necesariamente acarrea una "modernización" del país ni tampoco la incertidumbre política y las pervivencias de otras formas de la propiedad obturaron asimismo las condiciones para el crecimiento. Las fórmulas simplificadas o axiomáticas son contrarrestadas en esta obra a través de la observación de la relación entre la inserción al mercado internacional y las demandas que genera, la valorización de los recursos naturales y la transformación de los derechos que se impulsaban. Allan José Vízquez Mora estudia los "tipos de ejercicio de la propiedad" del Valle Central de Costa Rica entre 1821 y 1870, que iban de la subsistencia a la exportación y el abastecimiento interno. Con la extensión de la caficultura en 1840, la colonización agrícola produce una redefinición de los derechos de propiedad por la "creciente orientación mercantil del campesinado". Aun así, la legislación posibilitaba el acceso a la propiedad a través de compras colectivas que realizaban las poblaciones que no podían costear los trámites y la mensura, casos que el autor ejemplifica.

La agencia de los actores, ya fuese expresada por corporaciones o por las prácticas cotidianas de uso, con las diferentes actitudes donde algunos acompañaron la individualización y otros defendieron el uso comunal, es otro aspecto a destacar. Quiénes se beneficiaban y se perjudicaban es una pregunta omnipresente. Elena Ramos Cruz analiza pugnas por montes y agua en las periferias del distrito federal en México, entre 1870 y 1890. Su aporte es la diferenciación conceptual entre conflictos intramodales e intermodales. Los primeros son disputas entre los pueblos y las fábricas o haciendas y están en tensión formas diferenciales en el uso de los recursos. En los otros, predomina la tensión entre los mismos pueblos.

José Porfirio Neri Guarneros estudia la desamortización en Cuautitlán y Hueypoxtla (Estado de México) entre 1856 y 1887. Focaliza en las tierras de "común repartimiento", poseídas individualmente como los "propios", y entregadas a censo enfitéutico. En estos casos, la desamortización fue un éxito, aunque tuvieron trayectorias disímiles, producto de varios factores: la estructura administrativa judicial, el valor de los trámites, la tasación de las tierras, la cercanía a la ciudad y su inserción al circuito comercial.

La distancia entre la fe de las élites en la capacidad transformadora de legislación emanada es sugestiva, porque la mayoría no lograba traducirse en lo inmediato en las estructuras agrarias. Marita Sara Mota evalúa la Ley de Tierras de 1850 de Brasil, que propiciaba el deslinde entre tierras "devolutas" (públicas) y particulares, y restringía el acceso a la propiedad y a la compra. La ley obligaba a la inscripción de las tierras en un registro, y la autora observa que en Guaratiba (Rio de Janeiro), los pequeños productores fueron quienes más registraron sus tierras, argumentando como modo de adquisición a la "posse" (posesión). Los hacendados no utilizaron este mecanismo, y en los tribunales preferían argumentar ser "senhor e possuidor", antes que mostrar escrituras.

Otra cuestión es la ausencia generalizada de catastros y de registros en los espacios analizados. Mensurar y deslindar tierras, entre ellas las públicas, en pos del desarrollo del mercado, iba unido a la implementación de regímenes fiscales. La valorización y el cambio en la explotación de los recursos naturales se traduciría en diferentes alternativas abocadas a "titularizar" derechos mediante escritura "pública". En esta redefinición, el componente técnico cobraría una dimensión inusitada.

Los derechos de propiedad tienen una actualidad manifiesta y Juan Carlos Cortés Máximo lo expone al investigar el pueblo de Cherán en Michoacán, México. En el año 2011, la comunidad expulsó a los talamontes y los partidos políticos. El máximo órgano judicial validó como fuerza jurídica a la costumbre. Así, enfocando en la cuestión comunal de la tierra, rastrea, desde fines del siglo XVIII hasta inicios del XX, cómo la costumbre mantuvo la explotación de los recursos naturales, resistiendo los embates de la individualización.

La obra pregona una historia social de la propiedad potenciada por análisis regionales comparados que gradualmente tienden a desbordar las anteojeras nacionales. Es una búsqueda por establecer un diálogo necesario entre diversos campos, con un presente que urge a reconsiderar el bagaje conceptual y observar los vínculos históricos que las sociedades construyen en torno a la explotación de los recursos naturales.

Losada, Leandro (comp.) (2017). Política y vida pública. Argentina (1930-1943). Buenos Aires: Imago Mundi, 142 pp.

Juan Buonuome

CONICET/UNSAM/UdeSA, Argentina

La deconstrucción de la categoría "década infame", comúnmente utilizada para nominar a los años transcurridos entre los golpes de 1930 y 1943, fue uno de los logros del proceso de revitalización de la historia política que caracterizó a la renovación historiográfica de fines del siglo pasado. Lejos de la intención acusatoria de quien acuñara el término a mediados de los años cuarenta y, sobre todo, en contraste con los sentidos fijados al calor de la disputa política de los años posteriores, los historiadores profesionales diseñaron interrogantes y agendas de investigación que pusieron en crisis uno de los cronónimos más eficaces en la memoria histórica de nuestro país. Al tiempo que problematizaron la radicalidad de las rupturas de 1930 y 1943 y propusieron cronologías con cortes significativos al interior dicho período, los nuevos relatos lograron evadirse de la tentación de concebir a estos años como apenas un prólogo o una anticipación de los procesos desatados en 1945. A su vez, las dimensiones económica y social perdieron centralidad como claves de lectura, mientras que, a la hora de identificar los actores protagónicos de la vida pública, los sindicatos y las fuerzas armadas ya no fueron los objetos privilegiados. A pesar de reconocer la innegable crisis política de esos años, se cuestionó la existencia de una generalizada desafección ciudadana, como también la ineptitud y parálisis en la dirigencia política que denunciaban muchas voces contemporáneas. De hecho, el dinamismo de la vida partidaria fue presentado ahora como un dato central, al punto de identificar a partidos y coaliciones como estructuras versátiles capaces de elaborar respuestas a nuevas demandas y constituir un campo privilegiado de competencia por la conquista de las representaciones parlamentarias y el acceso al gobierno nacional.

Es en el marco de este proceso de renovación de preguntas y problemas que se insertan las contribuciones incluidas en Política y vida pública. Argentina (1930-1943). Compilado por Leandro Losada, el libro cumple la doble función de sintetizar un conjunto significativo de avances realizados por la investigación histórica sobre los años treinta, al tiempo que ofrece estudios originales y ajustados producidos por una nueva generación de historiadores que avanzan con hipótesis sugerentes sobre aspectos hasta ahora poco explorados del período. Organizado con la modalidad de un reader, el volumen reúne trabajos que ofrecen un seguimiento de la trayectoria de cada uno de los principales actores y corrientes de la vida pública argentina: la UCR, la Concordancia, los nacionalistas, los católicos, los comunistas, los socialistas.

La postulación de una vida partidaria dinámica es uno de los ejes del trabajo de Sebastián Giménez sobre la UCR. A pesar de las dificultades que debió enfrentar el radicalismo, su análisis acierta en colocar en primer plano un proceso de institucionalización partidaria que, al revitalizar los organismos internos y ofrecer programas mejor delineados, permitió que tanto los diagnósticos como los cursos de acción se decidieran en el marco de un considerable consenso interno y, por lo tanto, que la unidad del partido fuera resguardada. En este sentido, el autor plantea que no podría ser más errada la oposición irreductible entre un radicalismo antipopular y "entregador", orientado por Alvear, y un radicalismo luchador y democrático, inspirado en el legado de Yrigoyen. Con todo, su trabajo demuestra que evitar la fragmentación no fue suficiente para un partido que nunca encontró la llave para vincularse con la ciudadanía en un nuevo marco definido por la limitación de los mecanismos electorales y con una realidad económica y social que obligaba a desplegar acciones y discursos capaces de interpelar a actores sociales que ganaban un protagonismo hasta entonces inédito.

La coalición oficialista, organizada bajo el nombre de Concordancia, es examinada por Ignacio López, a partir del peso determinante ejercido por los liderazgos presidenciales de Justo, Ortiz y Castillo. Si bien, como señala el autor, no faltaron intentos al interior de esta constelación laxa de agrupaciones y dirigentes para dotarla de una estructura formalizada a nivel nacional, el liderazgo político durante gran parte del período de Justo, dependiente de su capacidad para arbitrar entre los distintos sectores, terminó atentando contra cualquier intento de institucionalización. Tras la frustrada política de apertura de Ortiz -que López interpreta menos como una respuesta a las amenazas a la democracia a nivel internacional que como una apuesta por una refundación republicana que lo colocaría a él como elemento central de un nuevo equilibrio-, las decisiones de Castillo habrían logrado cierta fuerza y cohesión interna en el oficialismo, aunque a costa de un déficit de legitimidad vis à vis una opinión pública cada vez más exigente y unas Fuerzas Armadas dotadas de ingentes recursos y altamente politizadas.

El crecimiento exponencial del despliegue público del catolicismo en la década del treinta es analizado en el texto de José Zanca. A través un diálogo esclarecedor con un campo de investigaciones de gran dinamismo en los últimos años, el autor ofrece sólidos argumentos contra una interpretación que suele presentar la relación entre catolicismo y política exclusivamente como una forma de reacción ante la modernidad, o como un vector de retroceso civilizatorio. El éxito logrado en términos de modernización organizativa, que se observa, por ejemplo, en el carácter masivo del Congreso Eucarístico Internacional, expresaría la capacidad del catolicismo -en particular, de sus formaciones laicas- para fungir como una verdadera escuela de ciudadanía y cumplir un papel nacionalizador e integrador en línea con algunos de los valores más caros a la Argentina liberal.

El papel de los nacionalistas en la política de los años treinta es abordado por Olga Echeverría. Antes que un esfuerzo por distinguir diferentes familias de nacionalistas, tal como resultaba usual en los trabajos previos sobre el tema, su ensayo apuesta por reconfigurar la discusión al ubicar al grupo en una más amplia constelación denominada "derecha", definida por una genérica actitud elitista, antidemocrática y favorable a la conservación del orden social y de las jerarquías "naturales". El texto se concentra, en primer lugar, en la fallida búsqueda de la "derecha de proyección nacionalista" por guiar el escenario abierto con el derrocamiento de Yrigoyen, mientras que, en una segunda sección, describe el proceso de autonomización y radicalización de sus posturas ideológicas, en un marco de creciente marginalidad política pero con evidente capacidad para instaurar pautas culturales de amplio alcance.

El campo de las izquierdas, en tanto, es examinado en los ensayos de Ricardo Pasolini y Ricardo Martínez Mazzola. El primero de ellos, dedicado al estudio del comunismo, asume una perspectiva culturalista que sostiene la conformación en este período de una sensibilidad y una sociabilidad políticas dominadas por una combinación de tradiciones políticas nacionales y por el impacto local de la lucha antifascista a nivel internacional. Pasolini entiende que el peso del combate internacional contra el fascismo, tamizado por actores, prácticas y temporalidades locales, llevó al comunismo argentino a revalorizar la tradición liberal y republicana vernácula, y colaboró así en la configuración de una cultura política (que caracteriza como "marxismo liberal") que perduró, al menos, hasta los años setenta. Por su parte, Ricardo Martínez Mazzola aborda el estudio del Partido Socialista durante esta etapa y acierta en resaltar su capacidad para sobreponerse a los embates sufridos a fines de los años veinte y para convertirse en un actor relevante en el escenario político. El papel destacado en el parlamento, conseguido durante la abstención radical, el protagonismo alcanzado en las organizaciones del movimiento obrero, la incorporación de núcleos militantes juveniles, la elaboración de respuestas originales a la situación económica y la exitosa instrumentalización de la prédica antifascista desde fines de los años treinta son los elementos que el autor señala como prueba de la renovada vitalidad del socialismo, pero que, al mismo tiempo, ayudan a comprender tanto la agudización de viejos dilemas, como la aceleración del proceso de transformación de la identidad socialista iniciado a comienzos de siglo.

La compilación del libro se cierra con un ensayo de Leandro Losada donde se propone una estrategia diferente a la hora de abordar la política de los años treinta. Su trabajo pone el foco en un acontecimiento puntual, la entrevista producida entre Marcelo T. de Alvear y Federico Pinedo en el verano de 1941, y traza a partir de allí una hipótesis de lectura de la dinámica política del período. Ante la clausura del intento de resolución de la crisis institucional por vía de la acción presidencial, dada la enfermedad y licencia de Ortiz, una posible salida negociada entre sectores del oficialismo y la oposición habría emergido en el horizonte, en línea con las reconfiguraciones que producía la política internacional. La decisión del Ministro de Hacienda de iniciar, a título personal, negociaciones con el líder del radicalismo, no sólo para lograr aprobación para su plan económico sino también para impedir la profundización de la crisis política que provocaba el giro producido por Castillo, aparece vinculada así a la posibilidad de acercamiento dada por el alineamiento aliadófilo y atlantista que compartían ambos dirigentes. Si esta reconfiguración finalmente fracasó, Losada explica que ello fue porque, tanto en las fuerzas oficialistas como en las opositoras, la persistencia de la confrontación radicalismo/antirradicalismo terminó primando sobre el clivaje fascismo/antifascismo. De este modo, el ensayo coloca en primer plano una manera de entender la política de los años treinta que se encuentra presente, de diferentes maneras y con distintas intensidades, en buena parte de los trabajos que componen el libro: esto es, que a pesar de la creciente importancia que tuvieron las representaciones de la situación internacional, la clave local de interpretación de los problemas argentinos tuvo un peso determinante. En este sentido, la agenda de investigación que parece legar el conjunto de los trabajos reunidos en Política y Vida Pública se vincula menos con la posibilidad de profundizar en el análisis de la incidencia de la oposición entre democracia y autoritarismo que imponía como novedad el panorama internacional, y mucho más con la construcción de explicaciones ancladas en el mediano plazo local que, por vía de una necesaria relativización del corte de 1930, se muestren capaces de historizar las dificultades y los dilemas del experimento político argentino iniciado en 1912.

Semán, Ernesto (2017). Ambassadors of the Working Class: Argentina´s International Labor Activists and Cold War Democracy in the Americas. Durham: Duke University Press, 314 pp.

María Paula Luciani

IDAES/UNSAM, Argentina

Ambassadors of the Working Class llega a nuestras manos en su cuidada edición en inglés, mientras esperamos que su traducción al castellano permita a más lectores respirar el aire refrescante que lo envuelve. Lo primero que debiera decirse sobre este trabajo de Ernesto Semán es que es minucioso y ambicioso. Poniendo al peronismo en el centro de la escena, el autor construye una propuesta en la que el objeto de estudio se pone en constante relación con marcos temporales, espaciales y problemas que lo atraviesan y exceden. En las primeras páginas, el autor dice claramente lo que el libro busca ser: "una historia transnacional de las esperanzas y temores despertados por las políticas populistas en América y de la competencia entre los diplomáticos peronistas y norteamericanos por la conquista del movimiento obrero de la región." (p. 5) De este modo, el análisis sobre la creación, desarrollo y actuación del programa de agregados obreros en el Ministerio de Relaciones Exteriores argentino entre 1946 y 1955 deviene una herramienta para reflexionar sobre las visiones de la democracia, los caminos abiertos hacia la reforma social y el lugar de los trabajadores en el continente americano. Todo esto en una coyuntura volátil como la que transita de la inmediata posguerra a la cristalización plena de la Guerra Fría.

Pese a que cada uno de los siete capítulos del libro pone la lupa sobre temas específicos, Semán exhibe constantemente su afán por comprender al peronismo a partir de la potencia de sus realizaciones efectivas y de la tensión en que lo introducían sus contradicciones. La figura del agregado obrero, ese emisario del mundo del trabajo que debía transmitir las bienaventuranzas peronistas en el extranjero, y las etapas por las que pasó el programa desde su aparición a pocas semanas de la asunción de Juan Domingo Perón, permiten conectar la dimensión nacional de la redistribución material del ingreso, la plebeyización de la política y el impacto simbólico y cultural de la llegada de trabajadores sin educación formal al rincón más elitista de la administración, con los efectos que esto podía tener para la construcción de un movimiento obrero regional bajo la influencia del peronismo. A la vez, las historias sobre los derroteros previos y las tareas desplegadas por los agregados, que dan vida a las páginas de los capítulos 4 a 7 del libro, dan cuenta de algo que afortunadamente ya ha sido discutido en nuestra historiografía: difundiendo la propaganda peronista, conectándose con trabajadores urbanos y rurales americanos, recolectando información sobre las condiciones laborales de distintas regiones, apoyando y agitando a distintos grupos en medio de conflictos en países vecinos, estas figuras tomaron decisiones que no siempre respetaron estrictamente las directivas de Perón. En definitiva, aunque desde un ángulo más novedoso, Semán nos devuelve a la inquietud que no cesa: la de asir las raíces de la tozuda vigencia del peronismo, que tienen que ver justamente con que el fenómeno nunca fue sólo lo que su líder pretendió que fuera. El verticalismo pudo ser una vocación persistente, pero comprender el peronismo como una subjetividad compartida, capaz de sustentar una identidad política de largo aliento, implica conducir la mirada a estos otros personajes que, desde el llano, lo llenaron de ricos y rebeldes sentidos.

Para darle a este trabajo la importancia que tiene, es imprescindible situar nuestra imaginación histórica en la posguerra, cuando las agendas públicas se encontraban atoradas por demandas de transformación social y laboral. Semán subraya que durante los años que unen el cierre de la Segunda Guerra con el momento en que se evidenció el reordenamiento hemisférico tras la creación de la Organización de Estados Americanos (1948), el peronismo ofrecía una receta concreta y factible de expansión de la ciudadanía social. La Tercera Posición podía beneficiarse, en ese contexto, por mostrarse menos materialista que el capitalismo de los Estados Unidos y por ofrecer escenas de un bienestar palpable, que la Unión Soviética no podía exhibir. Esto resultaba convocante en algunos países latinoamericanos, para exasperación de la diplomacia estadounidense, cada vez más preocupada por la contención del desorden social.

Si bien Argentina y Estados Unidos habían sido rivales diplomáticos desde el siglo XIX, el estudio se adentra en un nuevo jalón de esta tensión histórica. Ambassadors... traza un arco que permite pensar al peronismo en clave internacional, desde un movimiento que en la víspera de su emergencia se decodificó en términos de liso fascismo a uno que pasó más tarde a ser temido por su tufillo comunista, todo ello en buena medida gracias a los desvelos de activistas del trabajo y diplomáticos norteamericanos, e incluso gracias a las herramientas conceptuales que articularon las ciencias sociales de ese campo académico. Los agregados obreros, en su auge y declive, operan en el libro como una correa de transmisión que permite conectar dimensiones sincrónicas -por caso, poder considerar las coyunturas en la Argentina vis à vis las de otros países americanos como Bolivia, Uruguay, Brasil y Colombia- y diacrónicas, a través del enorme potencial que ofrecen las relaciones internacionales para acusar los alcances y límites de las ambiciones nacionales a lo largo del tiempo.

Respecto de esto último, Semán brinda una de sus hipótesis más interesantes para pensar al peronismo y es que, derrotado el fascismo, Perón se esforzó por perfilarse como una alternativa capaz de tensionar las concepciones liberales de la democracia y poner la intervención del Estado y los derechos sociales como piedra de toque de la gobernabilidad en la era de las masas. Haciéndolo, recogió varias herencias, entre ellas la del New Deal, pero en una etapa en que el liberalismo norteamericano comenzaba a rechazarla, anunciando la inevitable prolongación del desencuentro entre ambos países (p. 54). Andando el tiempo, la presión norteamericana por controlar América al delinearse el comunismo como nuevo enemigo, cerró espacios a la Tercera Posición. El peronismo respondió retomando con insistencia su anticomunismo de origen y buscando atemperar, de paso, su antinorteamericanismo. El "giro conservador", que la historiografía leyó eminentemente como corolario de la crisis de cuello de botella externo post 1949, se postula aquí como subproducto de la búsqueda del favor económico norteamericano y de la colocación de la preocupación por la preservación del orden social en el centro de la agenda gubernamental, viraje que intentó orientar también la acción de los agregados obreros apostados en distintos puntos de América Latina, al menos formalmente. Gritando su anticomunismo, el peronismo se condujo a sí mismo a su etapa más rígida, sin dejar de resultar amenazante para los Estados Unidos, que seguían viéndolo como un movimiento reñido con las libertades individuales y molesto por la alteración de las jerarquías sociales que encerraba el protagonismo de los sindicatos. Así, la misma diplomacia que lo había conceptuado como tumor fascista entre 1943 y 1945, estaba igualmente preparada para filiarlo con el comunismo. En medio de este contrapunto sin fin entre Argentina y Estados Unidos, para aquellos sectores preocupados por la modernización y la reforma social latinoamericana, el populismo comenzaba a perder su atractivo. En el horizonte, asomaban los rayos de opciones más radicales.

Para cerrar, vale apuntar que en la obra afloran varias de las preocupaciones que vienen alimentando la explosión de trabajos sobre el peronismo en la Argentina de los últimos tres lustros. Desde las discusiones sobre la ruptura/continuidad, la constitución de la identidad política peronista y sus planos de análisis, la disrupción de las jerarquías sociales desatada en el período, la política pública pensada como una trama compleja de burocracias, rutinas y decisiones que las acatan y resisten, las formas de pensar el lugar del movimiento obrero, las ambivalencias en la institucionalización del cambio planteadas por el peronismo en el poder, entre otras. Semán va dibujando estas líneas de reflexión para sus lectores y, al hacerlo, trasluce el marco de producción de su obra, resultante de una investigación de largo aliento en una institución estadounidense. Varios son los indicadores que advierten sobre este contexto de producción. Primero, la variedad de repositorios internacionales que el autor tuvo la oportunidad de consultar y que traducen un esfuerzo personal vastísimo, tanto como las posibilidades materiales y los contactos para llevarlo a cabo. Segundo, el diálogo bibliográfico está más enfocado en autores ya considerados clásicos para el estudio del peronismo y en los últimos trabajos producidos originariamente en lengua inglesa y menos en las novedades que circulan en nuestro campo autóctono. Y tercero y más importante, para desarrollar su análisis, Semán recurre a la categoría de populismo, cara a las perspectivas con que las ciencias sociales de esos lares han intentado acercarse a las peculiaridades de la historia social y política latinoamericana. Lo hace ajustando cuentas con ella, a sabiendas de que no es una categoría nativa y de que carga con la asociación peyorativa a un patrón autoritario de democratización social que, sin la debida problematización, puede terminar oscureciendo más de lo que explica. El autor sabe que si ha de hablar sobre peronismo en la academia norteamericana, el rótulo populismo tendrá que hacerse presente. Pero transformando al concepto en parte de su problema de estudio es como Semán encuentra la mejor solución para usarlo productivamente: necesita hablar de populismo porque el peronismo fue entendido en esos términos por las ciencias sociales norteamericanas de la Guerra Fría, comprometidas con desentrañar las distintas maneras en que podía (¿y debía?) darse la relación entre modernización, industrialización, advenimiento de las masas y derechos individuales en marcos democráticos. Hablar del populismo, entonces, le permite poner el dedo en la llaga y analizar también las transformaciones del liberalismo norteamericano hacia adentro y su progresiva sumisión a la reacción conservadora, así como las formas en que eso se reflejó en su liderazgo hemisférico desde fines de los cuarenta. De esta manera, Ambassadors... puede hacer sonar en estéreo tanto la música de un peronismo que emergió auspiciando vientos de cambio de la mano del protagonismo del trabajo organizado en el escenario social y terminó preocupándose por poner en caja las expectativas disparadas en sus primeros actos como la de unos Estados Unidos que, si en los treinta miraban con recelo a las elites locales y las consideraban incapaces de dirigir procesos de reforma social, pasaron más tarde a ser los artífices y sostenedores de la reacción continental que selló el fin de la seducción populista y el principio de una etapa de radicalización revolucionaria y violencia represiva.

De la Vega Gustavo J. (2017). Planificar la Argentina justa, libre y soberana. El Consejo Nacional de Posguerra (1944-1946). Bernal: Universidad Nacional de Quilmes Editorial, 224 pp.

Lautaro Lazarte

Instituto de Investigaciones Gino Germani, UBA, Argentina

En este libro, Gustavo de la Vega propone retomar al peronismo a partir del estudio de caso de una institución, entendida como un lugar desde donde se pueden rastrear ideas y trayectorias previas al 17 de octubre de 1945. Retoma así los aportes de Peter Waldmann (El Peronismo 1943-1955. Buenos Aires: Hyspamerica, 1985) y Patricia Berrotarán (Del Plan a la Planificación. Buenos Aires: Imago Mundi, 2003) al enfatizar el papel del Consejo Nacional de Posguerra (CNP) como un ámbito dinámico de producción de información, coordinación interministerial y reclutamiento de cuadros. Sobre la base de estas capacidades -que heredará la administración peronista en 1946- el CNP pudo disponer de una serie de relevamientos, datos y diagnósticos necesarios para poner en primer plano una agenda de problemas respecto del modelo de industrialización y de planificación económica que debía ponerse en marcha en la inmediata posguerra.

En vista del balance bibliográfico que realiza en la introducción, y a criterio del autor, esta institución en particular no ha recibido en específico la debida atención ni un análisis pormenorizado sobre su accionar. Esto deja un importante espacio para analizar sus esfuerzos y ponerlos en perspectiva histórica, apoyado en bibliografía secundaria y una serie de fuentes con las que reconstruye de forma privilegiada el contexto en el que el CNP actuó, qué insumos recibió, cómo interactuó con las diversas reparticiones estatales y de qué manera fue delineando sus planes e hipótesis para la futura reforma económica. Recuperando la preocupación de la hermenéutica weberiana por reconstruir el sentido de la época y sus limitaciones, gran parte del trabajo se sustentará sobre el análisis de la propia y abundante documentación original que produjo el CNP, los archivos del fondo documental del Ministerio y Secretaría de Asuntos Técnicos y diversos estudios económicos de la época.

Esquemáticamente, el trabajo se estructura en tres capítulos, en donde se trabaja sobre la situación económica de la Argentina (Cap. I), los diversos proyectos en disputa sobre la industrialización del país (Cap. II) y el accionar concreto del CNP y su relación con la formulación del Primer Plan Quinquenal (Cap. III). Si bien se delimita su alcance temporal al período 1944-1946 -que es cuando el Consejo efectivamente actúa- el período que abarca el trabajo comienza en la década de 1930. Con esa elección, se ponen de manifiesto la importancia de los dilemas y problemas que la economía argentina atravesaba en un contexto signado por la Gran Depresión y el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

A resultas de que la antigua inserción primario-exportadora ofrecía más problemas que soluciones -en vista de un descenso de los volúmenes exportados y de un comercio internacional cada vez más bilateralizado- este período se caracterizó por el acrecentamiento del rol del Estado a la hora de regular el funcionamiento de la economía y fomentar el desarrollo del sector industrial. La reducción del comercio y de las importaciones mostró con toda crudeza -racionamiento incluido- el nivel de dependencia local que algunas industrias tenían de diversos insumos (minerales, metales, caucho, combustibles, etc.), repuestos y equipos. Pese a estas dificultades, el sector industrial argentino podía mantener su crecimiento, tanto en su número de establecimientos como la cantidad de personas empleadas, orientándose a producir parte de las importaciones que ya no podían conseguirse en el mercado internacional. Quedaba en el aire la pregunta de qué pasaría con estas industrias una vez acabadas las circunstancias excepcionales de la guerra. Todavía estaba fresco el recuerdo de lo acontecido al final de la Primera Guerra Mundial, por lo que la desocupación y el aumento de la inflación y del costo de vida se transformaron en preocupaciones candentes de la hora.

Se presentan entonces las diversas alternativas que distintos grupos -entre los que el autor destaca las posturas opuestas del sector importador (representado por la Corporación para la Promoción del Intercambio, CPI) y el ejército (que agrupa bajo la Doctrina de la Defensa Nacional)- tenían para apuntalar el desarrollo del país una vez alcanzado el final del conflicto y la vuelta de la paz. Las propuestas de ambos sectores aparecen como antagónicas: la de los importadores -amparados en el "Informe Armour"- insistiendo en que las únicas industrias que podían mantenerse -tanto por razones de costo, eficiencia, fomento del comercio argentino-estadounidense- eran aquellas que procesaran materias primas locales, buenas y baratas, con plantas que permitieran utilizar los procedimientos de producción más baratos y con ventajas de flete; y las del ejército que sobre la base de sus propios relevamientos propugnaba desarrollar un sector industrial, que incluyera productos que el sector civil no podía acometer, pero que escapara de la dependencia externa y pudiera sostener el esfuerzo bélico nacional en caso de guerra.

Asimismo, y pese a la simplificación de las posiciones, el autor también da cuenta de otros escenarios y grupos que aportaron al debate, como la participación de personalidades e intelectuales ligados al Grupo Bunge y los esfuerzos de la Unión Industrial Argentina (UIA) -traducidos en la creación de un Instituto de Investigaciones y el fomento de congresos y conferencias públicas- para debatir posibles soluciones para los inconvenientes que generaría la normalización del comercio internacional, el fomento de diversas industrias y la necesidad de planificar el desarrollo industrial. La creación de estos espacios son un hito fundamental, ya que puso sobre la mesa la preocupación por la planificación y se erigieron como un espacio por el que transitaron varios de los futuros miembros del CNP.

El funcionamiento institucional propiamente dicho del CNP es relativamente breve, va desde el 9 de septiembre de 1944 -cuando es reglamentado- hasta el cambio de coyuntura desencadenado por los eventos del 17 de octubre de 1945, que virtualmente interrumpe sus funciones y el traspaso de sus facultades y personal a la Secretaría Técnica de la Presidencia de la Nación en julio de 1946. Todas las inquietudes que habían nutrido los debates y coyunturas analizadas previamente son los que fungen como el contexto extendido del momento en donde desarrolla sus tareas.

La coordinación y jerarquización de los trabajos producidos fue encargada a José Francisco Figuerola, secretario del CNP, director de la División Estadística del Departamento Nacional del Trabajo y estrecho colaborador de Perón, dotado de un claro perfil técnico. Es en él, que el autor fija el nexo que permite el aprovechamiento de esta cantera de trabajos y relevamientos generados en el organismo y la posterior reutilización de estos antecedentes, en 1946, en la formulación del Primer Plan Quinquenal y en la política económica de los primeros años del peronismo en el poder. Esta continuidad se ve reforzada al actuar el CNP como un espacio de formación de personajes y cuadros que apoyaron o formaron parte del staff gubernamental del primer peronismo. A pesar de poner de relevancia esta gestión, se matizan un poco los logros del Consejo. Ya que si bien pudo sintetizar grandes volúmenes de información y concertar acciones con una multiplicidad de actores diversos, no logró avanzar más allá de esta primera síntesis, lo que impidió la formulación de políticas de más largo aliento y concreción efectiva.

Pese a esto, se ponen de manifiesto una serie de cuestiones. Primero, que el organismo se nutrió de los debates previamente citados. Segundo, que pudo, en un corto espacio de tiempo, realizar un trabajo de producción, organización y sistematización de información y de coordinación con diversas secretarías y oficinas gubernamentales con vistas a establecer un diagnóstico claro con recomendaciones para la nueva etapa abierta con el fin de la guerra. Esto otorgó un gran poder formal y real a su presidente, el coronel Juan Domingo Perón, ya que, desde aquí, él disponía de potestad sobre la formulación, análisis e implementación de medidas referidas al ordenamiento económico-social de la posguerra. Y, tercero, su aporte como insumo esencial y crítico para el diseño y puesta en marcha del Primer Plan Quinquenal, así como también de inspiración para leyes y medidas que caracterizarían los primeros años del peronismo en el poder.

En síntesis, el trabajo de De la Vega se constituye en un aporte original sobre el CNP, al mostrar de manera integrada el contexto económico y los debates previos que llevaron a su creación, así también como su propio accionar y producción. Destaca una serie de ideas y discusiones, desperdigadas en los primeros años de la década de 1940, que influyeron sobre la agenda de la planificación y marcha de la economía argentina que el organismo auspiciaría y que se plasmarán en las iniciativas del primer peronismo. Respecto de la formulación de políticas públicas y las trayectorias de sus miembros, resalta la importancia del CNP como un espacio de producción de información, formulación de iniciativas e incorporación de recursos humanos. Se constituye así en una suerte de "semillero" en donde sus funcionarios aprenden y se perfeccionan en los gajes del oficio de la función pública, el trabajo conjunto entre diversas reparticiones estatales y el manejo de grandes volúmenes de información, capacidades valiosas tanto para su posterior inserción en el aparato burocrático de la coalición peronista como para el propio Perón. Mediante el análisis de la propia documentación original del CNP, pone de manifiesto las continuidades entre los informes y relevamientos llevados a cabo por el organismo y los insumos, cifras e ideas que permitirán la gestación del Primer Plan Quinquenal. En definitiva, todos elementos que refuerzan la idea de una posible génesis alternativa del peronismo, previa al momento canónico de su origen "político" el 17 de octubre de 1945.

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