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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versão impressa ISSN 0524-9767versão On-line ISSN 1850-2563

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.54 Buenos Aires jan. 2021

 

Reseñas

Antonio Ibarra, Álvaro Alcántara, Fernando Jumar (coords.) (2018). Actores Sociales, redes de negocios y corporaciones en Hispanoamérica, siglos XVII-XIX. México: UNAM/Bonilla Artigas Editores, 344 pp.

1Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México

Ibarra, Antonio; Alcántara, Álvaro; Jumar, Fernando. Actores sociales, redes de negocios y corporaciones en Hispanoamérica, siglos XVII-XIX. 2018. Universidad Nacional Autónoma de México / Bonilla Artigas Editores, México:

El aquí reseñado es un libro de interés por sus conceptos, propósitos y estudios de caso. Tiene una clara estructura, con tres secciones temáticas: de la red social al análisis relacional; mercados y actores en la economía global del Imperio; corporaciones, poder y negocios. Cada una comienza con introducciones donde varios especialistas (José María Imizcoz, Zacarías Moutoukias y Michel Bertrand) presentan el estado de la cuestión. El conjunto de contribuciones muestra una recomendable coherencia en los temas y reflexiones; es resultado de un un proyecto de largo plazo, que ha tenido publicaciones precedentes (Valle e Ibarra, 2017).1

El volumen marca un momento relevante en el tránsito entre la historia económica y la social, que tantas aproximaciones, logros y desencuentros ha tenido a lo largo del tiempo. Como es sabido, la historiografía actual no explica los ciclos económicos, la recaudación fiscal o el producto bruto interno en abstracto, sin atender a desigualdades, conflictos y vínculos sociales; y los historiadores de la sociedad siempre han sido conscientes de que no pueden comprenderse las relaciones sociales sin considerar cuidadosamente las formas de propiedad, producción y distribución. Dentro de este consenso muy genérico caben diferentes ángulos y acentos, que dependen tanto del tema como de la orientación de cada autor. Aquí, Fernando Jumar, cuando se ocupa del espacio económico rioplatense, sostiene que estudiar las relaciones interpersonales e introducir modelos de redes podría aportar valiosas conclusiones, pero siempre que se cuente con explicaciones seguras sobre los contextos macroeconómicos. En otros artículos hay diferentes énfasis: Zacarías Moutoukias menciona la necesidad de estudiar el clientelismo, la compleja dinámica de lazos entre individuos, casas y linajes, y la cambiante combinación de las mediaciones para comprender el orden político y los procesos de globalización. Son posiciones que dentro de su diversidad parecen afines, y buenos ejemplos de asuntos que han atraído y seguramente atraerán más discusiones.

La periodización planteada abarca desde el siglo XVII, poco después de lo que se llama a veces “globalización temprana”, “ primera” o “arcaica”, hasta el XIX. La mayor parte de los artículos trata del siglo XVIII, lo cual es muy en razón dado que es la época de los grandes cambios en la circulación comercial y la aparición progresiva de instituciones tan relevantes como los nuevos consulados de comercio. En menor grado, el libro se ocupa de la complicada transición hacia el siglo XIX y las situaciones posteriores a las independencias. Bien valdría regresar con más detenimiento sobre ella, porque como hace evidente el artículo de Karina Mota Palmas sobre Guadalajara, hay procesos de reconversión de la elite del mayor interés, con actores colectivos que tienen nuevas fuentes de poder y legitimación, como el mérito y la capacidad, que se establecen al lado de viejos y probados recursos, como los vínculos familiares y la riqueza. Luis Aguirre, por su lado, muestra que en Montevideo los mercaderes y su institución consular tuvieron una notable capacidad de adaptarse a diferentes y sucesivos regímenes políticos: desde el virreinato, pasando por el gobierno artiguista, la Cisplatina y el Uruguay independiente.

Los ámbitos en consideración son también dignos de comentario. Lo que ocupa a estos autores son los extremos del dominio español: el virreinato más septentrional (el novohispano, con su extensión caribeña) y el más meridional, el rioplatense. Hay mucho de destacable en estos estudios, pero dejan una ausencia que incluye el Perú y la Nueva Granada. Evidentemente, una obra de historia no tiene que adoptar la imposible responsabilidad de abarcarlo todo, pero hay que notar que el comercio indiano y la globalización temprana no pueden entenderse plenamente sin el tráfico que pasaba por el puerto del Callao y Cartagena de Indias, y tampoco sin el legendario galeón de Manila, que por complejas vías y derivaciones conectaba los reinos europeos y americanos con el Lejano Oriente. El texto de Antonio Ibarra señala, precisamente, que el comercio de mercancías “chinas” permitió a los mercaderes de Guadalajara establecer una red de intermediarios y obtener buenos beneficios, enlazando el comercio regional (de Tepic, San Blas y la feria de San Juan de los Lagos) con la ciudad de México, Acapulco y Veracruz.

La globalización es uno de los grandes temas del libro, y tiene mucho que ver con la historia que aquí a veces prefiere llamarse “conectada”, presentada en términos muy conceptuales y abarcadores tanto en la introducción general de los editores como, más extensamente, en el artículo de J. M. Imizcoz (“Por una historia global. Aportaciones del análisis relacional a la Global History”). Es una discusión que viene muy bien, porque el término con demasiada frecuencia es empleado más como un adjetivo o metáfora que como un concepto, que es cosa distinta. Como bien se critica aquí, la general aceptación puede derivar en un lugar común, en una pérdida de su valor como explicación.

Hay un aspecto que cabría agregar a estas pertinentes reflexiones. Hay siempre una inevitable correlación entre objeto y sujeto, entre las historias y los historiadores. En este caso, el interés por superar los estrechos límites de la historia provincial, privilegiar el enfoque de fenómenos trasnacionales, compararlos y analizar convergencias y divergencias a escala transatlántica ha ocurrido simultáneamente con la última fase de la globalización, la unificación mercantil, comunicacional y mediática del mundo. No estoy desde luego diciendo que la mirada historiográfica sea un reflejo mecánico o dependiente de la realidad, pero los historiadores no somos ajenos a nuestro presente, y lo que presenciamos de manera cotidiana nos lleva naturalmente a plantearnos nuevas preguntas sobre el pasado.

Ahora bien, lo que estamos viendo en fechas recientes, de manera cada vez más evidente, es la desconfianza hacia el cosmopolitismo, la búsqueda de barreras, el reforzamiento de las fronteras. No parecen simples baches o sobresaltos en un proceso inevitable, sino tendencias que ya tienen serias consecuencias. Si esto es así, cabe preguntarse si al buscar con tanto afán lo que era común, conectado y enlazado, dejamos de dar suficiente atención a resistencias y renuencias a la globalización que vienen de muy antiguo, ancladas en las características económicas, sociales, y culturales de diferentes grupos sociales y países. Esta perspectiva inversa ameritaría considerarse con algún detenimiento.

Un aspecto relacionado es la importancia concedida a la agencia. Esto es, los actores estaban insertos inevitablemente en instituciones, corporaciones y redes, pero podían moverse dentro de ellas con mayor o menor soltura para promover sus intereses, negociar jerarquías y obtener el mejor provecho posible. Es un argumento que introduce bien Álvaro Alcántara cuando escribe que la historiografía tiende a presentar las provincias (como la costa mexicana de Sotavento) como espacios donde los grandes almaceneros hacían sus negocios con el alcalde mayor y después el subdelegado; pero ha dado escasa atención a los mercaderes locales, que podían negociar provechosamente su posición dentro de las redes de intercambio. Lo mismo sostiene Sergio Serrano Hernández cuando plantea que el predominio de los comerciantes de la ciudad de México sobre la minería potosina tenía razones que podríamos llamar estructurales (la escasez de capitales para la inversión productiva, las dificultades para convertir el metal en moneda), pero no habría sido posible si no contara con asociados que buscaban medrar en el “contra mercado” local de metales. O Javier Kraselsky, que a partir del caso rioplatense sostiene que a pesar de la apariencia absolutista, el poder bajo los Habsburgos era una monarquía compuesta, policéntrica, que recurría a negociaciones con diversas elites; y lo que se consolida con las reformas borbónicas es un sistema político mixto, a medio camino entre las intenciones de los ministros ilustrados y las prácticas de los grupos locales, que procuraban y recibían contraprestaciones de los préstamos, donativos e impuestos que requería la Corona. Vistos de cerca, los actores provinciales podían alcanzar una inesperada capacidad de negociación, como muestra Iliana Quintanar cuando explica la manera en que las grandes familias de mercaderes habaneros lograron aprovechar la estratégica posición de la isla para obtener numerosas concesiones en el acceso a mano de obra esclava, el comercio del azúcar y el tráfico con los neutrales durante los periodos de guerra. Estas contribuciones son un buen recordatorio de que la atracción por lo global no debería hacernos perder la vista lo particular, específico y local. Y un buen análisis de estas complejas relaciones tendría que considerar tanto las historias de éxito (que son típicas de los estudios sobre las elites mercantiles) como las de frustraciones y fracasos, que también los hay.

Los aspectos y conceptos aquí comentados tienen una excelente campo de aplicación en los estudios concretos sobre las juntas de diputados del comercio y los consulados, de los que aquí se narran y explican sus orígenes, razones, características y extinción. Desde luego, son un punto de partida privilegiado para conocer a los comerciantes, las redes comerciales y la política mercantil del Imperio. Este libro incluye aportaciones novedosas y sugerentes, en particular cuando propone ocuparse de los “vínculos sociales efectivos”, examinados a ras del suelo. Son parte de un interés por la observación empírica, reconocible y demostrable de las relaciones sociales, sobre todo las de familias, parentescos, amistades e intereses compartidos, identificados como aquéllos en que descansaba el ejercicio del poder en sociedades de antiguo régimen.

Entre otros resultados relevantes de estas investigaciones, parecería que las juntas de diputados del comercio merecen más espacio. Como muestra Yovana Celaya Nández para el caso de Puebla, esta institución permitió a los mercaderes locales negociar muy eficazmente su relación con las corporaciones consulares de la ciudad de México y Veracruz en la comercialización de productos locales, así como su papel como mediadores en la obtención de préstamos con las acaudaladas instituciones eclesiásticas poblanas. Resalta, asimismo, la atención brindada no tanto a los aspectos institucionales y formales de la labor de las corporaciones mercantiles sino sobre todo al tejido de intereses presente en su funcionamiento cotidiano. Como propone Michel Bertrand, en estas instituciones subyacen convenciones y acuerdos entre individuos, un sistema de expectativas recíprocas y representaciones colectivas, de lealtades y solidaridades que son fundamentales para su cabal comprensión. En muchos sentidos, lo que se aprecia es una tendencia hacia cierta “desinstitucionalización” de la historia de los consulados, que va más allá de los aspectos formales y reglamentarios. Es posible que por esta vía puedan encontrarse prometedoras posibilidades.

En conjunto, esta es una obra que discute situaciones, introduce propuestas y presenta perspectivas de mucho interés, que seguramente seguirán dando materia de reflexión a los historiadores en los años venideros. El asunto en estudio, ciertamente, se presta para ello.

Notas

1Valle, Guillermina del, Antonio Ibarra (2017). Redes, corporaciones comerciales y mercados hispanoamericanos en la economía global, siglos XVII-XIX, México: Instituto de Investigaciones José María Luis Mora.

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