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Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani

versão impressa ISSN 0524-9767versão On-line ISSN 1850-2563

Bol. Inst. Hist. Argent. Am. Dr. Emilio Ravignani  no.54 Buenos Aires jan. 2021

 

Reseñas

Elisa Pastoriza y Juan Carlos Torre (2019). Mar del Plata, un sueño de los argentinos. Buenos Aires: Edhasa, 360 pp.

Mercedes González Bracco1 

1Universidad de Buenos Aires - Conicet

Pastoriza, Elisa; Torre, Juan Carlos. Mar del Plata, un sueño de los argentinos. 2019. Edhasa, Buenos Aires:

¿Cómo narrar Mar del Plata? ¿Por qué hacerlo? Elisa Pastoriza y Juan Carlos Torre vienen ensayando esta escritura a cuatro manos de manera intermitente desde hace 20 años. Este libro corona así un esfuerzo compartido de largo aliento brindando una mirada novedosa que acopla y enriquece los estudios anteriores llevados a cabo por ambos. Pastoriza, historiadora, cuenta en su haber con una importante cantidad de escritos sobre la historia de Mar de Plata y su gente, la historia del turismo y los balnearios. Torre, sociólogo, ha dedicado gran parte de su carrera a trabajar sobre la relación entre los trabajadores, los sindicatos y el peronismo.

En esta obra desarrollan una biografía amorosa de la ciudad, pero también la toman como significante privilegiado para indagar en la historia política, económica, social y cultural de la Argentina teniendo en cuenta su destacada particularidad: haber sido un balneario con una progresiva vocación democrática. A diferencia de los referentes europeos de elite a los cuales buscó emular, los autores muestran cómo la “Biarritz del Plata” resulta un ejemplo acabado del impulso igualitario que destacó a la sociedad argentina hasta fines de la década del ‘60.

El texto se divide en seis capítulos que abordan desde los inicios del lugar hasta su explosión en los años 60. Comienza con la historia de los fundadores, Patricio Peralta Ramos y Pedro Luro, cuyas biografías permiten comprender las formas del ascenso social y la política a partir de las relaciones inter pares de las clases acomodadas en el siglo XIX. De modo transversal, la moda de los baños de sol y de mar impulsada en las costas europeas termina por consolidar el perfil de Mar del Plata como destino de veraneo para la alta sociedad porteña. Aquí, un aporte poco usual en este tipo de historias sobre destinos turísticos, es la incorporación de la voz de los locales. En esta primera etapa de la villa balnearia, por ejemplo, el libro da cuenta de las pujas por desalojar a los pescadores –en su mayoría, inmigrantes italianos– de las playas del centro. Acusados de que la actividad era incompatible con el naciente turismo, pues “afeaban” los escenarios donde se daba la sociabilidad estival, debieron ser reubicados por las autoridades para no ofender la vista de los veraneantes.

Ahora bien, es necesario tener en cuenta que para fines del siglo XIX el veraneo es un concepto nuevo en estas tierras. La llegada del tren a Mar del Plata y la apertura de los primeros hoteles –coronados por la inauguración del Bristol en 1888–, implicó para las familias “de apellido” el imperioso aprendizaje de una etiqueta que incluía distintos modos de saludar, de vestir, de socializar, de ver y ser visto. El libro se detiene largamente en este punto y, como hace a lo largo de todos los capítulos, toma la voz de los mismos protagonistas para ilustrar los avatares de la temporada. En paralelo, también encontramos el asentamiento de muchos inmigrantes que vinieron a trabajar como albañiles o como empleados para los servicios de la temporada y luego ya no volvieron a sus lugares de origen (para 1914, el 47% de los residentes era extranjero). Para estos primeros marplatenses –y para los que les siguieron– la relación con el turismo siempre sería ambivalente; por un lado, a la espera de una buena temporada que permitiera “pasar el invierno”, pero al mismo tiempo teniendo que ceder la ciudad cotidiana a las necesidades de la ciudad turística. Otras disputas también tuvieron un lugar relevante en el desarrollo del balneario; el casino y el problema del juego, los atuendos de playa y su atentando a la moral fueron algunos de los más persistentes a lo largo de las décadas.

A medida que avanzaba el siglo XX, la prosperidad económica multiplicó la cantidad de veraneantes que llegaban a Mar del Plata. Aquí nuevamente los autores deciden poner el foco en la multiplicidad de procesos económicos, políticos y sociales que confluían en este nuevo escenario. Ya no arribaban solo las familias “conocidas”; junto a ellas una naciente clase media profesional y comercial tenía ahora la posibilidad de probar las bondades del mar. La llegada del socialismo a la municipalidad en la década del 20 colaboró para completar este cambio de perfil. Resistida por la comunidad aristocrática de turistas (que llegaron a solicitar poder votar en las elecciones), una de las políticas llevadas adelante por esta administración fue la de promocionar la ciudad como destino para las “personas de condición modesta y el pueblo trabajador” (p. 201), en un accionar precursor de las políticas turísticas nacionales que se desarrollarían unos años más tarde con la construcción de la ruta 2 y la inauguración del complejo rambla-hotel-casino inaugurado en 1940, lo que le cambiaría para siempre la cara a la ciudad.

En este contexto, la llegada del peronismo –como los autores ya se han encargado de demostrar en escritos anteriores– resalta en la historia de la ciudad “más por su envergadura que por su carácter novedoso” (p. 245). Esto es, la importante política de turismo social desplegada en esta etapa no hizo sino apoyarse en aquello que ya se venía desarrollando en las décadas anteriores. Lo que sí resultó en un cambio notorio fue la ley de propiedad horizontal de 1948 que, junto con los créditos del Banco Hipotecario, impulsó la demanda de las clases medias por tener un departamento en Mar del Plata. Esto renovó la cara de la ciudad, que vio destruirse los últimos resabios de aquellas mansiones señoriales para ser reemplazados por numerosos edificios. La democratización del casino y las nuevas y “escandalosas” modas en las playas también dieron cuenta de que un nuevo tiempo se asomaba.

Esta historia termina en la década de 1960, con la consolidación del balneario de masas. En esta década, el boom edilicio continuó al tiempo que los sindicatos se sumaron como grandes jugadores, incrementándose la cantidad de hoteles gremiales sobre todo a partir de la dictadura de Onganía. No obstante la mencionada masividad, se desarrollaron algunas estrategias que permitieron sostener cierto grado de distinción. Por ejemplo, la diversificación de las playas permitió una coexistencia amable de clases sociales, cuyas jerarquías quedaban asociadas a las de los balnearios. Otro tanto ocurrió con el casino, que inauguró una sala especial para los concurrentes de alto poder adquisitivo. Aun así, destacan los autores, se trataba de un canto de cisne. La aparición de la juventud como categoría social implicó la búsqueda de nuevos destinos y modos de vivir el veraneo. Por otra parte, también comenzaron a huir las clases acomodadas, para quienes la masividad de Mar del Plata resultaba irreconciliable con la búsqueda de distinción. Este cierre es un certero reflejo de un país nuevo que se abría paso, con desigualdades más profundas y persistentes, que también dejarían su huella en la ciudad.

La obra, ampliada con fotografías y registros de sus protagonistas, resulta de una gran riqueza y constituye un importante aporte a la historia social y cultural de nuestro país. Además, su carácter riguroso pero muy ameno atrae a un público amplio y atraviesa tópicos novedosos –por ejemplo, los cambios y las permanencias en las tensiones entre la ciudad de los residentes y la ciudad de los turistas, los conflictos de los trabajadores y los procesos de renovación urbana– bajo la premisa general de que contar la historia de la ciudad permite comprender el desarrollo social con vocación igualitaria que vivió la Argentina hasta la década del ‘70. Con la mirada puesta en la construcción material y simbólica de la ciudad, esta extensa y profunda mirada sobre el devenir de Mar del Plata expresa así su cualidad de palimpsesto: un proyecto aristocrático, una villa balnearia, una ciudad de veraneo, un sueño de los argentinos.

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